Consumo chichero, una noche en Plan B

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TERRITORIO producción 2014 ®

consumo chichero Dirección general Douglas Ríos Producción Gabriela Arguello Fotografía Vinicio Benalcázar Texto y testimonios Gabriela Arguello Diagramación y diseño Andrés Gómez Stalin Ortiz Vinicio Benalcázar Asistencia Orlando Mantilla Andrea Cárdenas Un agradecimiento a todo el personal de “Plan B” Paola, Efraín, Mishell, “Dj Single”, “El Águila del Ecuador”, Doña Germania, “La Guapita” y la Señora Blanca, a las personas que permitieron fotografiarse en especial a “Los Chicos de la Forestal”, Bety Gherman y Margarita Lugue.

El material fotográfico y los textos que componen esta publicación son un aporte voluntario de sus autores, puesto a disposición de la obra y sus diversos medios de difusión. Los derechos sobre cada fotografía y texto, así como la responsabilidad sobre los contenidos en los mismos, le pertenecen a cada autor y no son de exclusividad de este producto.






Una noche en PlanB Son las 7 de la noche de un viernes en Quito, para la mayoría, la semana laboral está terminando. Luego del trabajo y la rutina emprendida el lunes por la mañana, la gente, a esta hora, sale en busca de algo de distracción, de un trago y de la música de su agrado. Sin embargo, en un lugar al sur de la ciudad, a esta misma hora, Blanca, alta, fuerte, y más joven de lo que parece, está recién empezando su jornada laboral, jornada que durará hasta las tres de la mañana del sábado. Desde de hace 5 meses, Blanca es la dueña de uno de estos lugares de entretenimiento. De ese sitio del plan de viernes y sábado por la noche, el Plan B, una discoteca ubicada en el barrio “La Santiago”, y que esta noche es nuestro plan. Blanca sabe que iremos, nos espera sin mucho afán. Toda su atención está centrada en la administración de su negocio, debe supervisar todo y estar en la puerta junto a una parte de su equipo de trabajo. Son 7 personas en total. Al llegar, Blanca nos recibe con seriedad y atenta a cada una de las personas que llegamos. Nosotros somos 6. Entramos. El olor a palo santo invade el lugar que está casi vacío. La música es tan alta que es necesario gritar para escucharnos. Acceder a este espacio no es algo fácil. Es un espacio íntimo, de confianza, el foráneo es detectado al instante, nosotros. Solo la legitimidad de Blanca, su confianza y consentimiento, y por supuesto, su voz de mando, nos permiten estar ahí, transgrediendo el espacio con una cámara, una grabadora de voz, una luz, y nuestra presencia.

Es un espacio íntimo, de confianza, el foráneo es detectado al instante, nosotros. Solo la legitimidad de Blanca, su confianza y consentimiento, y por supuesto, su voz de mando, nos permiten estar ahí.


El lugar es bastante oscuro. Nos movemos con cautela. Reconocemos el espacio. El humo se mezcla entre las luces titilantes de colores fuertes que ambientan y alumbran de rato en rato las áreas de la discoteca. A la entrada, una pequeña tarima y junto a ella la cabina del DJ. Al fondo a la derecha el bar y los baños. El resto es pista de baile. Aunque la pista sigue casi vacía, ya se puede ver un grupo que empieza a tirar sus primeros pasos. Todos son hombres. Están bailando el set de techno que es con lo que inicia el baile cada noche. Luego se viene el reguetón, la cumbia, y el clímax de la noche llega cuando suena la chicha. Si, la chicha, esa música que desde sus inicios ha sido relegada por la élite y acogida por las clases populares, por la clase trabajadora, por el sur, por las periferias.

La gente alegre y espontánea nos acoge en su lugar, en su intimidad, y nos cuentan un poco sobre sus vidas.

Y es que el clímax no llega solo con el sabor que le ponen a la noche “El Águila del Ecuador” en la animación y “DJ Single” con la mezcla de chicha. Llega también, al tener la posibilidad de cantar en vivo, frente a frente, con los artistas de chicha favoritos. Artistas que parecen ser principalmente “ellas”, Margarita Lugue, Cecy Narváez, Patty Ray, Bety Gherman, María de los Ángeles, Verónica Bolaños, Azucena Aymara. Aunque la música de artistas como Gerardo Morán o Máximo Escaleras suenan infaltablemente cada noche. Hoy tendremos el gusto de escuchar a Bety Gherman, una de las tantas artistas de chicha que han pasado por la tarima del Plan B. Mientras cada uno de “Los Chicos de La Forestal” aprovechan la pista para mostrar sus habilidades en el baile, la discoteca se va llenando. La gente empieza a acostumbrarse a nuestra presencia y nosotros al Plan B. La luz que acompaña a nuestra cámara incomoda el espacio así que decidimos apagarla. La gente alegre y espontánea nos acoge en su lugar, en su intimidad, y nos cuentan un poco sobre sus vidas. Quiénes son esas personas de rostros duros y manos fuertes que se muestran tan felices mientras bailan? Ellos y ellas vienen de la Forestal, San


Roque, La Marín, El Panecillo, Chillogallo, Solanda. Gente trabajadora. Maestros de gypsum, estudiantes de la Politécnica y la Central, contadoras, vendedores. Gente que tiene familia, que tiene alegrías y penas, y que vienen al Plan B para divertirse un rato y olvidarse de ellas, de la penas. Esas que afrontan en su cotidianidad las clases populares frente a la necesidad, pero también las mismas que sufre cada ser humano, en cualquier parte de la ciudad, por el amor que se fue, que no fue, que ya no está. La noche sigue transcurriendo. Nos movimos por todo el lugar. Conversamos, reímos, nos emocionamos. La gente nos comparte un vaso de cerveza, nosotros les compartimos de la nuestra también. Ahora solo estamos disfrutando de la fiesta, y como todos, esperando a la artista de esta noche. El lugar está a reventar. Colores y alegría se dejan ver entre el humo. Colores de las luces, de las paredes, de las vestimentas de cada uno. Las estéticas, parte de lo que nos da ese sentido pertenencia a un grupo, están presentes aquí también. Y al igual que todo lo que está por fuera de los estereotipos, estas también transgreden e incomodan lo establecido. Como antes, e incluso ahora, incomoda la cresta de una punkera, una camiseta por debajo de las rodillas, el pelo largo de un metalero, un tatuaje o un par de botas. Aquí, los colores fuertes, vivos, las gorras, son parte de la alegría y vitalidad del entorno. La libertad de hacer con sus cuerpos lo que deseen, de vestir como quieran, de caminar y bailar junto al otro sin mirarlo de pies a cabeza, construyen ese ambiente honesto y sin pretensiones en el que nos acogen. Un lugar donde se puede llorar y gritar a todo pulmón con una chicha y bailar en confianza un buen reguetón o una cumbia. Ejercicios de diversas perspectivas. Es ya la madrugada del sábado, y al terminar el show de Bety Gherman, nos despedimos de la gente, de la mujer que hace seguridad a la vez que disfruta de la fiesta con la misma intensidad con la que pone orden, y

La libertad de hacer con sus cuerpos lo que deseen, de vestir como quieran, de caminar y bailar junto al otro sin mirarlo de pies a cabeza.


por supuesto, de Blanca que sigue trabajando. Nos llevamos par bielas encima, y las ganas de quedarnos bailando. Llevamos también el motivo por el que llegamos hasta aquí. Una historia, que ahora en imágenes guardadas en una tarjeta de memoria, se transformaría en la historia de “Una noche en Plan B”. Una serie fotográfica que compartimos con ustedes en el presente libro y que resume un sentir, el de los seguidores de la música chicha y su construcción identitaria. De un colectivo que vive y expresa su visión del mundo. De esa música que tiene su historia y vivencias no reconocidas en la historia oficial y que acompaña el cotidiano y la fiesta de las clases populares.

El abordaje de “lo popular” no es una apuesta fácil.

Una idea se transforma en apuesta y muta en el trayecto hacia su materialización. El proyecto surge de inquietudes y voluntades. Son diversas cabezas y manos las que intervinieron en su construcción. Este material es producto de encuentros, sentimientos y compromisos previos. Pues no se trata solo de irrumpir un espacio y apretar el disparador de una cámara para capturar imágenes. Es un acto de profundo respeto. Requiere involucrarse, conmoverse. Vivir. Sentir. Intervenir. Y sólo después de ello, enfocar, componer cada imagen, obtener una fotografía, una muestra fotográfica. Mirar, tomar una fotografía son ejercicios de diversas perspectivas. El abordaje de “lo popular” no es una apuesta fácil. Seleccionar, ordenar, editar este producto, y más allá, presentarlo, es un ejercicio marcado por la responsabilidad, por el reconocimiento y la valoración de “los otros”. Una búsqueda por obtener un material gráfico que no solo pretenda mostrar algo, si no también propiciar un debate amplio y reflexivo a partir de las imágenes. Contar con diferentes apreciaciones que se puedan distinguir sobre el tema y sus personajes, en un intento por desmitificar ciertas nociones ligadas al desprecio de la cultura popular.




“La chicha no muere ni se destruye, solo se transforma”. jaime bailón







Se trabaja viernes y sรกbado. De lunes a jueves me dedico a mis hijas.



Me gusta humear porque asĂ­ se van las malas energĂ­as.



Me gusta que la gente que viene acรก se lo pase bien. Que no les pase nada, que se vayan bien.





La gente que viene acรก no es gente de oficina. La gente que viene es gente viva. Y yo me siento igual que ellos.





Nos llaman Los Chicos de la Forestal. La música que está sonando ahorita es reggae, techno y música disco.



La chicha es mi vida. Soy chichero hasta la muerte.





Solo me gusta la chicha y el reguet贸n. Es m煤sica bonita, dice la verdad. Expresa lo que uno se siente, lo bueno, lo malo, lo bonito y lo feo.







La gente viene a buscar una diversi贸n sana. Vienen a desestresarse del mundo de afuera.


La chicha me da un sentimiento de tristeza, a veces alegrĂ­a, de todo. Es linda, habla de la vida. Habla de que a veces nos pasan cosas a las mujeres.





Vivo solo. Acรก vengo a olvidar las penas. Vengo a bailar, a divertirme. El resto de la semana trabajo.



Soy soltero y esto me hace olvidar las penas. Mi diversi贸n es venir al Plan B y demostrar lo que yo s茅.





Como animador vengo a compartir mi alegrĂ­a. Me gusta hacer divertir a la gente. Son una familia mĂĄs para mĂ­. Mi vida es animarles a ellos.





Me puede complacer con una canci贸n? Con mucho gusto. Por ustedes estamos aqu铆.




“Licor maldito consuela mi corazón, porque he perdido a mi primer amor”





Vengo todas las semanas con mis panas. Soy maestro de gypsum. Todos camellamos en lo mismo.



La gente es bien chichera. Si no hay chicha no es fiesta.



Cuando bailo chicha siento emociĂłn, felicidad. Son recuerdos de una persona, lo que se vive en la vida cotidiana, en el dĂ­a a dĂ­a.





Me dicen DJ Single. Nadie sabe la vida de un DJ, pero esto es una profesi贸n. Es algo que me ha dado mucho. Soy feliz gracias a eso.


Sin la gente no fuéramos DJ y animador. Queremos que nos sigan acompañando los años que dios nos permita seguir trabajando en esta profesión.




Me gusta todo tipo de mĂşsica. Aunque uno diga que no le gusta, cuando se estĂĄ con los alcoholes en el cerebro, se baila nomĂĄs la chicha.





La gente, con la chicha llora, con la chicha baila, con la chicha canta. Yo me siento igual que todos, soy felĂ­z en ese momento.





Cuando bailo me relajo. Es full chicha aquí. Las más sonadas son Margarita Lugue, Bety Gherman, María de los Ángeles, Verónica Bolaños, Cecy Narváez.


El Plan B es diversi贸n. La chicha es lo que est谩 de moda.





Me saco el aire trabajando, a veces velo la noche. AquĂ­ es tranquilo. Son personas chĂŠveres. Nos cuidan a nosotros. Nos quedamos hasta las 2, y de ahĂ­ ya nos retiramos.




así festejamos A pesar de las injustas brechas entre unos y otros, están ahí esos rasgos. Esos que simplemente dan cuenta de lo que somos. Porque así somos, así sufrimos, así festejamos. Así chupamos con una chicha, con una de Julio Jaramillo, con un vallenato, balada, bolero, heavy metal, folklor y demás. Vivimos recordando. Festejamos cantando. Cantamos llorando. Emotivos son los hallazgos y ambiciosos los retos. Fue solo una noche de Plan B y el estar dispuesto a permitirse más. Más de lo que creemos saber. Más de lo que creemos ser.


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