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La Lorca que se fue

PANORÁMICA DE LA CIUDAD H. 1865. Bella vista parcial de Lorca desde el Castillo en una de las primeras tomas urbanas de la ciudad. El apretado caserío heredado, todavía intacto, de paredes encaladas, cubiertas de teja y torretas puntiagudas, se expande lentamente hacia el vergel de la huerta. El ensanche de la Lorca decimonónica está en construcción: el Teatro Guerra hace pocos años fue inaugurado, las plazas de Colón y Óvalo de Santa Paula aparecen desiertas con muy pocas edificaciones; todavía no se ha construido la Plaza de Toros. Faltarán más de veinte años para que llegue la modernidad con el ferrocarril, y treinta y cinco para que se enciendan los primeros faroles eléctricos. San Francisco y El Carmen aparecen como hitos urbanos. La huerta, aún poco poblada, aparece segmentada por la nueva carretera de Águilas. Merece la pena recrear la vista en los pequeños detalles de aquella Lorca. Tras varias décadas sufriendo los efectos de catástrofes como la rotura de la presa de Puentes (1802), la Guerra de la Independencia (18111814) y varias epidemias de fiebre amarilla, a lo que se une una acusada crisis económica y social, la segunda mitad del siglo XIX supone para Lorca una etapa de resurgimiento fundamentada en cuatro pilares básicos: el desarrollo minero de la comarca, que irá ligado a la llegada del ferrocarril; la desamortización, que permitió roturar

ESPACIOS URBANOS TEXTO Y FOTOS DAVID ROMERA

Doctor en Geografía y Ordenación del Territorio

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nuevas tierras y reordenar la ciudad; la industrialización de parte del artesanado en sectores de elevada demanda; y la obtención de grandes cosechas en años húmedos poco habituales. Ello permitió ampliar los espacios agrícolas, la ocupación del campo y la huerta, y la configuración de la Lorca burguesa en su ensanche central, nuevo centro de la vida urbana, donde se trazaron flamantes calles y plazas y se levantaron grandes casonas y edificios de recreo. En estas páginas se muestran pequeñas muestras de aquella Lorca a caballo entre los siglos XIX y

XX que se fue, radicalmente distinta a la de nuestros días, para bien y para mal. Las imágenes forman parte de la magnífica colección que se custodia en el FONDO CULTURAL ESPÍN, la mayoría realizadas por el fotógrafo José Rodrigo y su discípulo Pedro Menchón, quienes retrataron oportunamente aquella ciudad olvidada.


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