La magna obra de Nezahualcoyotl

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La magna obra de Nezahualcóyotl EL TETZCOTZINCO, PASIÓN DE SIGLOS PARA LOS MEXICANOS Una historia llena de grandiosidad y destrucciones Martha Beatriz Velázquez Valdés “Ciertamente ... Nezahualcóyotl hizo progresar mucho el reino de los acolhua; lo convirtió en rico y poderoso imperio, llenó la ciudad de Texcoco de templos magníficos y palacios suntuosos y tornó en un verdadero edén los jardines de Texcutzinco, sitio real de recreo. Ahí, en las rocas de pórfido rojo, hizo labrar de alto relieve y gigantesca su propia estatua, de la cual puede decirse que ni restos quedan; inmensa suma de trabajo se empleó en obra tan colosal, no superada por otra alguna, lo que al mismo tiempo revela el inmenso poder de aquel monarca”. (Alfredo Chavero, en México a través de los siglos, T. II, Ed. Cumbre, p.125). La vasta obra de nuestro rey poeta no solamente quedó reflejada en los códices de su tiempo, fuente histórica esencial que nos legaron los sabios contemporáneos de la cultura acolhua-chichimeca-tolteca. Prácticamente todos los cronistas esenciales y posteriores a la conquista, también hubieron de referirse admirativamente a sus realizaciones. Pero sobre ellas también recaerían el fuego, la picota y los prejuicios de la religiosidad inquisitorial de esa época. Después de 1528, cuando llega a la Nueva España investido como obispo, fray Juan de Zumárraga, no solamente ordenó una segunda quemazón de códices, “los libros pintados” que se guardaban celosamente en el palacio de Nezahualcóyotl –los que se habían salvado de la hoguera ordenada por Hernán Cortés-, sino que también mandó “picar y destruir” las obras escultóricas, sagradas y profanas, existentes en el Texcutzinco. La razón de la sinrazón: “por ser obras del demonio”. No todos los europeos tuvieron esa actitud. A fines del siglo XVI, cuando vino en misión real a la Nueva España el Protomédico de las Américas, Dr. Francisco Hernández, estuvo en Texcuco y en el Texcutzinco. Entonces, pudo conocer los últimos vestigios de esas obras e incluso, objetos personales pertenecientes a Nezahualcóytl: “su estatua, su escudo, trompetas, flautas, armas y otros ornamentos que acostumbraba usar tanto en la guerra como en los bailes públicos” ... y “he tenido cuidado de que fueran pintados”. El Protomédico escribió esto en su obra Antigüedades de la Nueva España”. Pero según su biógrafo, Joaquín García Pimentel, esas estampas sobre el rey poeta y otras sobre los indígenas texcocanos, “probablemente perecieron en el incendio del Escorial de 7 a 8 de junio de 1671”. Hasta entonces, los prejuicios y un sino desgraciado seguían pesando sobre Nezahualcóyotl y sus obras. Con posterioridad muchos otros extranjeros serían embrujados por él y sus realizaciones. La lista es larga: Joseph M.A. Aubin, Boturini, Edward Kingsborough, Humboltd, el historiador William Prescott, entre otros. Ya con el siglo XVIII y el aire renovador que trajo la Independencia, una elite de intelectuales mexicanos comenzaría a estudiar nuestro pasado. Ellos son los predecesores modernos del


auge que posteriormente adquirirían las investigaciones etnológicas, históricas y arqueológicas. Deben anotarse, entre otros de sus nombres, las figuras y la obra de Antonio de León Gama, Mariano Veytía, José Fernando Ramírez, Carlos María de Bustamante, Manuel Orozco y Berra y su discípulo Alfredo Chavero. Todos ellos, con variada intensidad, se refirieron a Nezahualcóyotl y su señorío y, de modo especial, al Texcutzinco. Influjos provenientes de ellos, son los que llevaron a este cerro mágico al pionero de los cartógrafos modernos mexicanos, Antonio García Cubas, a levantar los primeros planos topográficos de los restos aún existentes a mediados del siglo XIX. Ese mismo hálito persistente de nuestro rey poeta indujo al máximo pintor mexicano de entonces a inmortalizar en la tela los Baños de Nezahualcóytl. Texcoco, el Texcutzinco, Nezahualcóyotl y todas sus expresiones culturales que se han salvado, interesaban y apasionaban entonces a los mexicanos. Vicente Riva Palacios congregó en torno a su entusiasmo por el pasado de nuestros pueblos a numerosos historiadores, artistas e intelectuales. Ellos con sus conocimientos y amor al país materializaron la enciclopédica obra México a través de los siglos, que apareció completa por tomos entre los años 1884 a1889. La obra consultada de ella corresponde a su edición 156. En ella, uno de sus autores, el historiador Alfredo Chavero cuenta que su amigo, el cartógrafo Antonio García Cubas le entregó para su publicación los planos realizados en el Texcutzinco y la siguiente narración del mágico paraje, la que aún conserva un fresco interés:

“Al pie de la cordillera oriental del hermoso y fértil valle de Texcoco, a siete kilómetros al este de la antigua capital del reino de Acolhuacan se levanta el cerro de Texcutzinco, sitio de recreo del rey Nezahualcóyotl. Una sucesión de eminencias, que dan principio con el mencionado cerro y terminan con las elevadas cumbres del Ixtacíuatl y Popocatepetl, constituye la masa de montañas porfídicas que por esta parte limitan al espacioso valle de México, que en su seno recibe las aguas torrenciales que de aquellas se desprenden, contribuyendo, como en el molino de Flores cerca de Texcoco, a la amenidad de los paisajes. “El cerro de Texcutzinco tiene su pendiente suave y extensa al sur y su contrapendiente extremadamente fragosa al norte, siendo difícil por esta parte el ascenso a la cumbre, en la cual se desarrollan la vista del espectador los más variados cuadros; desde los rústicos paisajes que presentan al pie de la eminencia los pueblecitos indígenas, a los que afluyen en medio de los esmaltados campos las sinuosas veredas, hasta el grandioso y dilatado


panorama de todo el valle, con sus lagos y ciudades, sus campos y colinas, sus lomas surcadas de enormes grietas abiertas por el ímpetu de las avenidas, y sus cordilleras que proyectan en el cielo onduladas crestas coronadas por las coníferas.

“Entre el cerro de Texcutzinco y el que sigue al oriente se encuentra una fuerte depresión del terreno, limitada al norte por el collado AA, que liga ambas eminencias, y sobre el cual existe un elevado terraplén BB, otra digna por la preservancia que hubo de seguirse en su ejecución, de los constructores de las célebres pirámides de Teotihuacan y de Cholollán (hoy Tula. N. de la e.). Este terraplén que la vegetación ha revestido se conserva intacto, y aparece al subir la montaña como una obra natural”. “En la hondonada existían, en otros tiempos, el parque y los jardines reales, cuyas arboledas han desaparecido no tanto por efecto del tiempo cuanto por la acción destructiva del hombre, la cual no ha alcanzado aún al hermoso y cercano monte de Chapingo”. “El elevado terraplén que hizo desaparecer la garganta de la montaña, y que aún subsiste a pesar de los años, fue construido con el fin de facilitar el paso de las aguas que naciendo en la vecina eminencia, habían de circular en el Texcutzinco, siguiendo próximamente la dirección de una curva de nivel, de la cual apenas se separa lo necesario para no entorpecer la corriente que había de alimentar los baños, o caer en lluvia sobre los jardines al despeñarse por los acantilados rocas de un desfiladero”. “Para llevar a efecto la grande obra del terraplén, así como la de los acueductos de las vertientes de los otros cerros, han de haberse ejecutado trabajos de nivelación muy dignos de ser considerados, tanto más cuanto que ni el método, ni los instrumentos que sin duda sirvieron para el objeto, pudieron ser de la importancia de los que hoy tiene la ciencia en el progreso en que se encuentra”. Cubas, continua describiendo el trono, los baños y otras estructuras, y finaliza diciendo: “De esos parques y jardines de plantas tropicales, de ese ameno sitio de recreo del rey poeta y filósofo Nezahualcóyotl en su época fastuosa, de ese lugar de refugio del mismo rey en sus días de persecución, no queda más que


la memoria de su grandeza: en la hondonada pastos y maleza; en la eminencia algunas ruinas, arbustos, flores y plantas olorosas, entre las cuales por la parte septentrional se descubren unas ruinas acantiladas, con claros vestigios de estructuras colosales como las de las montañas del antiguo Egipto”.

Pies de foto: Plano de García Cubas del baño del rey. Cubas describe el baño del rey como baño número 2 y menciona: “El baño 2 fielmente representado en la pintura de Velasco, está abierto en un trozo enorme de pórfido de tan saliendo posición que parece que de un momento a otro se desprende para rodar al fondo del precipicio. La horadación circular de la roca, de dureza extraordinaria, la especie de reclinatorio tallado en la misma, así como las escaleras que de dicho baño en diferentes direcciones y alternando con rampas descienden a los lugares ocupados en otro tiempo, todo es de un trabajo admirable, y más teniendo en cuenta el desconocimiento de los antiguos mexicanos respecto a los instrumentos de hierro.

Del plano del baño de la reina Cubas expresa: “El baño número 3, de mayores dimensiones que el anterior, ofrece la particularidad de que su reclinatorio daba frente a la capital del imperio azteca.”


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