Pesca Bonilla Nº 2 Año I Abril de 2012
Tu revista de pesca en Lanzarote
Piedra Comisiones: cabrillas entre tanta presión
Nuestros peces: El pejeperro
Y además... Historias de Suso Capítulo II
Sargos y bocinegros en la Caleta de Saavedra
STAFF Manolo Hernรกndez Francisco Hernรกndez ร scar Hernรกndez
Editorial Ya hemos estrenado el Sara. Dos pescan avalan su cierta versatilidad para practicar nuestro honroso deporte. Ágil y rápida, y cuando bien fondeada, nos permite a los miembros del Bonilla´s staff manejarnos sin aprietos. Es cierto que ambas jornadas se desarrollaron con una meteorología de lo más benigna, pero un episodio en la segunda de entrada de aire fresquito del este nos permitió valorar su fortaleza para, sin mucha marcha, encarar el viento. Por ahora, el año pesquero no se ha presentado generoso cuando se ha podido salir de pesca. Algunas otras circunstancias también han influido poderosamente para restringir las pescas, pero si nos ceñimos exclusivamente a las veleidades meteorológicas, podemos reafirmarnos en que han sido más las jornadas de mal aspecto que las de bueno. Pero más inri: en las salidas con buen tiempo el pescado tampoco ha estado muy presente, tanto desde tierra como de barco. No solo esta percepción ha tomado forma para nosotros, sino tenemos referencias de otros aficionados que describen la misma situación. ¿Será cierto ese dicho ancestral de los viejos de que si no llueve no hay pesca? Pues comenzamos a creérnoslo. Arrecife, abril de 201 2
Sumario Piedra Comisiones: cabrillas entre tanta presión Sargos y bocinegro en la Caleta de Saavedra Nuestros peces: el pejeperro Historias de Suso (II)
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Piedra Comisiones: cabrillas entre tanta presión No es noticiable en estos tiempos que transcurren el hecho de que cada vez se coja menos pescado. La presión a la que se somete el pescado está rozando un límite que pone en riesgo el equilibrio tan ansiado, tanto por profesionales como por deportivos. Existe una normativa, discutible pero precisa cuando menos, sobre lo que se puede y no se puede hacer. Y su cumplimiento debería tácitamente aceptarse, sin menoscabo de proponer cambios bajo estudios científicos que tuvieran por objetivo el lograr una simbiosis entre productividad marina y demanda pesquera. Pero es que actitudes como las que supimos hace poco, que transgrede a conciencia algunos principios propios del ejercicio deportivo, consiguen hilvanar un enfado morrocotudo entre los que pensamos como antes y, lo que es peor, columbrar cada vez más cerca un sombrío panorama para la biomasa de algunas especies. Como la cabrilla, y en sus dos especies más frecuentes en nuestras costas: serranus atricauda, serranus cabrilla y serranus scriba. La cuestión, la cuestión, auna
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reprobable prácticas
indebidas por deportivos y pescadores, que intentaremos describir sin que la pasión nos ciegue. Se trata que las cabrillas no es una captura que los pescadores profesionales consideren relativamente rentable, aunque alcance en los mercados un precio nada desdeñable. Entonces, como existen ávidos deportivos nada deportivos que quieren sacar ilegal usufructo de la pesca, convienen con estos la compra de sus cabrillas capturadas y, a continuación, venderlas como si ellos fueran quienes las han capturado. Y a precio mayor, desde luego. Y no es poco el precio que tiene que pagar quien las compre en una pescadería. Mas no era eso lo que queríamos contar, aunque teníamos que hacerlo. Queríamos hablar de una piedra que, de casualidad, encontramos en la segunda jornada que disfrutamos en el Sara. Probablemente se trate de una piedra ya conocida por los pescadores más veteranos que frecuentan la zona, pero nos sorprendió su generosidad entre tantos otros potalazos estériles. Chamorros bien parejos y, sobre todo cabrillas, algunas de las cuales alcanzaron un hermoso
tamaño. Un lindo pejeperro vino a colmar nuestra sorpresa. Lástima que un viento frescachón del este que de improviso se levantó nos obligó a buscar refugio en puerto. Nos queda el deseo, una vez bien guardadas sus coordenadas en el GPS, de probarlo de amanecida o por la noche. Seguro que esa tentativa nos dirá de su verdadera dimensión.
...Probablemente se trate de una piedra ya conocida por los pescadores más veteranos que frecuentan la zona, pero nos sorprendió su generosidad entre tantos otros potalazos estériles...
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Sargos y bocinegro en la Caleta de Saavedra Ya hacía algún tiempo que no marchábamos de pesca para el noreste de la isla. Para Los Jameos, como solemos abreviar. Cierto es que nuestras preferencias se localizan en épocas más benignas en el poniente de la isla y, cuando la crudeza del invierno se evidencia con rotundidad en fuertes vientos y rebosos, solemos dirigirnos a lo que llamamos el fin del mundo. Tras las pertinentes consultas a los partes meteorológicos -varios, para asegurardecidimos el sábado, 1 7 de marzo, tirar para allí. Por lo general, sabemos perfectamente, que en la vertiente norte de la Caleta de Saavedra suele entrar bocinegros terciaditos, algún sargo breado, morenas pintadas y, como no, sargos. No es de extrañar tampoco que sorprenda la embestida de algún pejerrey burraco. Nos encontramos, al llegar a la piedra, la marea fuertemente vacía. De hecho, ya éramos conocedores de lo corto de la variación de la marea. Lo que sí nos sorprendió fue que fuera una pequeña variación sobre una marea extremadamente
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vacía. Asi que era tontería pescar por la vertiente norte y dedicarnos a pescar directamente en la caleta. Nada más echar -serían las 05:00 a.m.- se le tira un sargo a Paco de los que hay que echarles la mano a la espalda. Un sargo mecánico del que calculamos que picaba el kilo. Sin embargo, no se manejó la pesca con la misma eficacia que daba a entender la llegada del sargo. De vez en cuando se notaba algún pescado pequeño, pero no... no comía el pescado. A nuestro favor el hecho de que no hubiera sebas, que siempre se agradece. Así, a pocos, tres sargos más salieron a conocer tierra firme, de los que dos eran parejos. Manolo intentó con afán pillar alguno a la boya, pero no, no querían comer. "Nosotros Sin embargo -serían las 08:00 intentamos con a.m.-, y casi sin denuedo esperarlo, cuidarse le tira a Paco un debocinegro que nuestro comió al calamar. Casi por un kilo generoso, de pescado blanco. Y fue lo ahora, entorno último que comió. EnY asítotal, pesquero. cuatro sargos ysiempre un bocinegro que proporcionaron tres kilos y haremos...." medio a la balanza. Seguimos esperando por mejores jornadas.
...tres sargos mรกs salieron a conocer tierra firme, de los que dos eran parejos... PB 2/201 2
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Nuestros peces: el pejeperro Este pez, dotado de una de las libreas más hermosas de los que pueblan nuestras aguas, era antaño si no abundante sí frecuente. Tanto que no era para nada raro que pescando a viejas desde la misma orilla se pegara alguno, y de buen tamaño. Ahora prácticamente solo es posible pillar alguno pescando desde embarcación.
MACHO
HEMBRA PB 2/201 2
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El pejeperro puede alcanzar 80 cm de longitud y un peso de hasta 5 kilos. En tal caso se trataría de una captura excepcional. Las carnadas preferidas por el pejeperro son cualquier tipo de crustáceo y, como no, las recurridas gambas. A la hora de su consumo hay que tener muy en cuenta que su carne es bastante sosa, con lo que lleva un salado mayor que otros pescados. Su carne es buena y, en algunos casos, bastante aceptada.
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Tres con dos
The ending page: Historias de Suso (II)
Que los pescadores son exagerados por naturaleza se refuerza en cada vicisitud contada por estos. Mas es tan enorme el resultado del producto formado por factores que interactúan como el número de pescadores, el número de salidas y otros derivados del propio ejercicio de la pesca que no hay que considerar que todas sean exageraciones de la realidad. Como esta que le sucedió a nuestro ínclito Suso, una noche que pescaba en las orillas del pueblecito costero de Arrieta. Es bien sabido que son lares en donde el sargo es probable de capturar. Fondos someros y atablerados, con algunos callados, auspician su frecuencia de aparición. Esa noche Suso ya tenía algunos zapateros reposando en tierra, hecho al que algunos de ellos manifestaban su protesta con un vano aleteo ruidoso. Más los fondos atablerados son muy enrocadizos. Es el tributo que a sabiendas proporcionan los pescadores asiduos del lugar. Suso también ya había perdido algunos aparejos. Contemos que la técnica habitual que usa para la pesca del sargo es la conocida como en escalera o en tijeras, y que se trata de un plomo en forma de torpedo de cuarenta gramos aproximadamente encima, un lazo y, abajo del todo, dos anzuelos con gametas de distinta longitud de entre cincuenta y sesenta centímetros. Sigamos ahora con el relato. En uno de los lances, volvió a sentir gente, que es como se refiere cuando comprueba la existencia de algún sargo probando la carnada que, habitualmente, es una tona de sardina. Al poco el pescado carga y comienza la operación de cobrarlo. - Debe ser grande –pensó cuando lo traía, a tenor de la resistencia que le oponía. Y tras la lucha, acercó la puntera de la caña al agua para poner en tierra no un sargo, ni dosF ¡sino tres!. - ¿Pero que rosario de sargos es esto? –se preguntó Suso mientras se rascaba la cabeza, observando el saltarín trío de sargos. Al dirigir su linterna bucalF Sí, bucal, pues suele usar una linterna de esas de pila tipo petaca que sostiene en la boca para conseguir tener los brazos libres y que, todo sea dicho de paso, parece haberle conferido a su boca una forma rectangular por el continuado uso de la misma, observó la explicación a ese trío de sargos cogidos con dos anzuelos. Sucedió que un sargo le comió a un anzuelo y este, en su huída, hizo que el otro anzuelo cogiera justamente el lazo de otro aparejo que había perdido anteriormente y que –curiosidades increíbles de la pesca- tenía un sargo comido en cada anzuelo. Y ya se puede ver, tal como lo vio Suso: increíble, pero cierto. Francisco Hernández, marzo de 201 2 PB 2/201 2
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