Pesca bonilla nº13

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Pesca Bonilla

Tu revista de pesca en Lanzarote

Una de bocinegros

Nº 13 Año V Diciembre de 2016

MEMORIA PESQUERA 2016

¡Bicuda a fondo!

Y además... Historias de Suso Capítulo XIII


STAFF Manolo Hernรกndez Francisco Hernรกndez ร scar Hernรกndez


Editorial Nuevas circunstancias se han aliado en nuestra contra para impedirnos pescar en la Sara. Esperamos que otras, más favorables, surjan en el 2017 para volver adentrarnos en las aguas de Las Maretas. Por otra parte, si tuviéramos que referir las capturas más notables, tendríamos obligatoriamente que apuntar la notabilísimas capturas de una "loba" de más de cinco kilos, un buen congrio y un hermosísimo jurel y, quizás más relevante que esas tres piezas ocasionales, la del porcentaje de bocinegros que hemos capturado este año, porcentaje que ha superado en más del 100 % al del año pesquero anterior y, lo que también llama la atención, que bastantes de ellos alcanzaron una talla más que notable. Pero también es cierto que, en algo, disminuyeron las capturas de sargos y tampoco es que se nos dieran muy bien las viejas aunque, todo hay que decirlo, no es que pusiéramos mucho afán en ir a por ellas.

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Otra de bocinegros

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Memoria Pesquera 2016

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¡Bicuda a fondo! Historias de Suso

¿Qué esperamos del 2017 en cuanto a la pesca? Pue simple y llanamente que, en lo que respecta a la pesca de orilla, que sea igual que lo fue el 2016 y, desde embarcación... ¡qué podamos salir! Arrecife, diciembre de 2016

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Una de bocinegros

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xisten para nosotros en esta querida isla algunos pesqueros a los que recurrimos cuando las condiciones del mar u otras circunstancias no permiten recalar en lugares pensados de antemano. Casi con desdén, uno deja caer con cierta autocomplacencia la recurrida frase de "Por lo menos aquí podremos pescar con tranquilidad", continuada con la otra frase ‐que no puede dejar nunca sola a la anterior‐ fuertemente optimista de "¡Y qué buenas pescas hemos hecho aquí!". Y así fue como sucedió un sábado, día de San Francisco Javier, humedecido por un ventarrón del suroeste que nos imposibilitó visitar los habituales pesqueros del oeste de la isla. En principio, teníamos en mente probar en un tablero que, con frecuencia, nos ha rendido prolijo tributo en forma de hermosos sargos. Pero habiendo observado al llegar en el aparcamiento un coche sospechoso, decidimos dar la vuelta y recurrir, en los términos relatados anteriormente, a un pesquero cercano. Y para allí fuímos. Como el pesquero se situaba diametralmente opuesto a la dirección del viento reinante, se posibilitaban favorablemente los lances. El periodo era bajísimo, apenas de grado cinco, por lo que el mar mostraba un estado de calma total. Ni una sola ola se atrevía a reventar en la orilla. No son buenas condiciones para la pesca. Eso sí, el oscuro era total y la marea, al llegar, estaba casi llena del todo. Al menos, esos dos factores eran favorables. Pensábamos en sargos, pero... Al poco de llegar un bicho se atrevió a probar nuestras carnadas. Y tras una digna lucha puso sus escamas en tierra. ¡Vaya, un bocinegro! La verdad es que, para el pescador deportivo, la picada de un pez cuando la mar está en calma es de lo más emocionante. Solo el pescado es el que tira del aparejo. Claro y directo.

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Ningún sargo comía... Pero al poco... ¡otro bocinegro! este dió mucho más lucha que el anterior. Al levantarlo, ¡vaya!, se rompió el nylon, probablemente al rozarse por los numerosos escollos que flanquean el pesquero. Pero... ¡qué mala suerte para el bicho!, pues cayó sobre seco. Un buen agarrón por la cola de Manolo terminó por ponerlo sobre seguro. Y este era un hermoso bocinegro. Nada menos que 2,350 kilos dió en la báscula. Pero la cosa no quedó ahí, no... ¡Dos bocinegros más cayeron! En total, cuatro hermosos bocinegros que se vieron acompañados por tres morenas pintadas de buen tamaño, un congrio y una vaquita. Ahí no quedó la cosa, pues dos chuchos fueron, tras desanzuelarlos, devueltos al agua. En resumen, una hermosa "bocinegrada". Ahora, eso sí... sargos ni uno. Ciertamente se debe decir que las condiciones para su captura no eran en absoluto las mejores y, quizás por eso, no acudieron a la cita. Pero, también nos preguntábamos: ¿y por qué los bocinegros y las morenas sí acudieron? Inescrutables que son las cuestiones que plantea el ejercicio de la pesca deportiva.

"... La verdad es que, para el pescador deportivo, la picada de un pez cuando la mar está en calma es de lo más emocionante. Solo el pescado es el que tira del aparejo. Claro y directo.."

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...unas satisfacciones que recordaremos vivamente durante mucho tiempo... PB 12/2016 Página 5


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Una extrañeza: congrio en playa de arena negra ¡Bicuda a fondo!

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escados hay muchos y, por lo general y debido a sus características particulares, la técnica más óptima para pescarlos es también particular. Algunas de estas técnicas, precisamente también por sus características, ponen en franco riesgo la capturas de algunas especies pues su aplicación está en franco contrapunto con las opciones de escapar para ellas. Por ejemplo, prácticamente será imposible capturar un pejerrey pescando al sargo pues con inusitada facilidad ­comprobada frecuentemente­ rompe el fino nylon a base de dentelladas; pero es que tambien es muy poco probable pillar un sargo con el aparejo específico para los pejerreyes debido a la robustez que para estos se requiere. Y no solo por esto, sino que para el sargo se requiere "pescar muy finito" e imagínense a nuestro buscado espárido tirándose a una carnada enorme que cuelga de un aparejo trenzado en acero... En la pesca bajo la modalidad de "a fondo", se espera que las potenciales capturas respondan a una variedad notable pero, de antemano, también se es consciente de que la captura de algunas especies, como por supuesto el mencionado pejerrey, es más que difícil. Pero eso no quiere decir que los dioses no puedan conceder un buen día para con uno. Como igual para con las bicudas. La bicuda es un depredador de superficie y, por ello, requiere aparejos particulares que, por lo general, inciden en simular carnadas móviles. La bicuda posee unos cuantos prominentes dientes que le confieren un aspecto amenazador pero, eso sí que se puede constatar, no le acompaña una cizalla en su boca como el pejerrey que corte todo pánfilo nylon. Pero ese no es el peor obstáculo para que se pueda pillar a fondo una bicuda sino el que se lance a comerse la consabida tona de sardina o caballa. ¿Cómo se puede conseguir? Pues muy probablemente, si el mar está especialmente agitado, se lanzará a comer una carnada apalastrada si el movimiento del mar le aparenta ser algún pez presa. Y eso fue lo que ocurrió una mañana ventosa en donde probábamos suerte en un pesquero muy recurrido, pero no por ello menos generoso, en el que hemos comprobado que lo suelen visitar depredadores de todo tipo y tamaño. Curiosamente,

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no hacía mucho tiempo atrás, en ese mismo pesquero habíamos pegado, a fondo, un pejerrey de notable porte que pensamos que íbamos a cobrar, pues a pesar de que pescábamos con aparejos finos ­anzuelos del 2 y nylon del 40­ ya lo teníamos aguantado y cansado más, cosa que francamente esperábamos sucediera de un momento a otro, rompió apenas a unos metros de tierra. Volviendo al día en cuestión, estaba sintiendo alguna galana y algún chamorro al amanecer, pues mientras fue oscuro apenas había cogido algo interesante y, en una de estas, sentí un jalonazo de los de campeonato. Lo primer que me vino a la cabeza fue la posibilidad de que se tratara de un hermoso bocinegro pero, los movimientos veloces hacia un lado y otro me trajeron a la mente que pudiera tratarse de... ¡otro pejerrey! Bueno ­pensé, ­habrá que lucharlo hasta que la suerte provea. La verdad es que no parecía tirar tanto como el de la vez anterior. Manolo, en ese momento, se encontraba probando los sargos en la parte norte del pesquero y no podía ayudar. Aflojando y recogiendo, poco a poco, pude ir acercándolo a la orilla y, al poco, pude observar una sombra iridiscente, cualidad esta que otorga el nombre científico como son conocidas... ¡una bicuda! Tampoco, debido más que nada a lo resbaladizo que es el pesquero ­¡de lo peor que he conocido en este sentido!­, pude proveerme del bichero cuando ya la tenía sobre el veril. Solo me quedaba la oportunidad de aprovechar alguna de las continuas olas que reinaban para forzar un poco y ponerla a buen recaudo. Y así fue. No es que fuera una bicuda imponente, pues tendría apenas dos kilos y medio de peso pero, lo más singular del caso es que fuera precisamente eso: una bicuda a fondo. Tampoco es que fuera la primera que pillamos ­de hecho, Manolo llegó a coger una... ¡pescando a sargos a boya!­, ni la más grande, pero siempre será una inesperada captura que, por supuesto, place de que suceda. PB 12/2016 Página 15


The ending page: Historias de Suso (XIII) Suso impartiendo justicia Igual que todo el mundo, Suso considera que toda sociedad debe estar normalizada pero, quizás en este aspecto que voy a referir difiera de la generalidad: las normas son tácitamente impuestas en el entendimiento de cada persona sin necesidad de que unos responsables las dicten ­bajo ciertos considerandos racionales y contextualizados­ para que el colectivo de la sociedad las cumpla. Y eso sí, al igual que lo asume la generalidad, toda norma, pero entendida como la entiende Suso, debe ser también cumplida. Su transgresión debe conllevar una penalización acorde a su dimensión. Como cuando aquella vez que paseaba por cierto barrio, de florido nombre, de Santa Cruz de Tenerife acompañado de un amigo de su pueblo natal, Antigua de Fuerteventura, al que fue a visitar aprovechando la estancia. Resulta que en una esquina de la calle de florido nombre observaron ­era ya bien entrada la noche y, en ese entonces y lugar, las farolas no eran precisamente prolijas­ a un hombre agachado en cuclillas y como esforzándose en realizar una cierta acción que, por el momento, no atisbaban a reconocer. Y se acercaron... Lo cierto es que no fue óbice la falta de visibilidad para reconocer qué acción estaba realizando aquel sujeto. El órgano que les dio la respuesta fue el del olfato. ¡Y cómo apestaba allí, mezcla de excreciones humanas y exceso de alcohol! Quizás lo racional, visto desde esa generalidad que hemos mencionado, hubiera sido dar media vuelta y dejar aquel sujeto concluir su proceso evacuador. Más, para Suso aquello constituía una diáfana, pero olorosa, transgresión a una norma básica de comportamiento en un lugar común. Común para algunos, pero común al fin y al cabo. Y ya lo hemos dicho, para Suso toda transgresión a un norma debe conllevar una inmediata y adecuada penalización... Así que él mismo, se dispuso a impartir justicia, esa justicia que Suso entiende que conduce a una convivencia mejor entre todos. Y ni corto ni perezoso, con esa mano que Dios le dio que más bien parece una raqueta de tenis, pero esta vez dispuesta en forma de puño, le dio a aquel sujeto semejanteo puñetazo en medio de la cabeza haciéndo que quedara sentado encima justamente del parcial desarrollo de la acción que ya hemos descrito suficientemente. Según Suso, satisfecho de su impartición de justicia, aquel sujeto algo protestó, pero no mucho. ¡No hay nada como reconocer la mano de la justicia! ¡Y de su adecuación!

Francisco Hernández, diciembre de 2016

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