Pesca Bonilla Tu revista de pesca en Lanzarote
Recapitulando el verano
Nº 9 Año II Diciembre de 201 3
¡Un par de jureles!
Memoria Pesquera 201 3 Y además... Historias de Suso Capítulo IX
STAFF Manolo Hernรกndez Francisco Hernรกndez ร scar Hernรกndez
Editorial
Sumario 2-3
Recapitulando el verano
4-5
ยกUn par de jureles!
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Memoria Pesquera 2013
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Historias de Suso (y IX)
Arrecife, septiembre de 201 3
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Recapitulando el verano
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o podemos negar que este verano ha s pesca desde orilla. Bien es cierto que embarcación Sara, pero solo fue una productividad. Sargos, viejas y bocinegros ha capturas pescando desde la orilla. Las cabrilla acaparado las capturas desde la embarcación. especie más han significado capturas sorpresiv inesperadas y por justamente ser dos, le dedica viento constituye en verano una circunstancia qu la mar ha presentado un aspecto de lo más esp salidas coincidieron con una ola de calor que se mes de agosto, pero no fue ello óbice para falt ellos con nosotros. El verano es la época que costa de barlovento y prometerse, con mayor o Decíamos que sargos, viejas y bocinegros h maticemos un poco más: sargos, quizás menos algunos de un porte notable- ¿y qué decir de las aparecieron con cierta frecuencia. Pero también hasta incomodar: la profusión de pescadores -p más, pululan por nuestras costas sin conservar u y con el resto de pescadores. Hemos seguido ob cupiera más basura entre latas vacías, bolsas demás elementos contaminantes para el med marino y, también, los clásicos pescadores que son capaces de entender que si un pescador es en un pesquero no debe incomodarle poniéndo al lado. Pero al lado exactamente, aclaro. Y queremos decir nada si ven que se captura al importante. Podemos, por último, resumir acontecido este verano en que hemos podido ir pescar más que en ocasiones anteriores -cuesti que pasa por ser simplemente circunstancial- y, más notorio: unas jornadas excelentes de pes que, en algún caso, serán inolvidables.
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sido particularmente prolífico al respecto de la e también hemos podido sacar a la mar la a vez, aunque eso sí, con cierto grado de an buscado el fondo de nuestros baldes de as han sido la especie que prácticamente ha . Algún gallo, una catalufa y alguna que otra vas. Particularmente la de dos jureles que, por aremos un capítulo en exclusividad. Aunque el ue sabemos se va a presentar sí o sí, también pléndido para la práctica de la pesca. Algunos e extendió por casi todos los días centrales del tar a nuestro encuentro con los peces. Y el de con más seguridad se puede uno arrimar a la o menor acierto, más capturas que lo habitual. han sido las capturas más habituales. Pero que años anteriores; bocinegros, quizás más -y s viejas?, pues la verdad, nos ha parecido que hay que hablar de alguna cuestión que puede por llamarlos de alguna manera- que, cada año unas cuotas mínimas de respeto con el entorno bservando pesqueros donde era imposible que s y dio no stá ose no lgo lo ra ión lo sca PB 9/201 3
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¡Un par de jureles! No es habitual la captura de jureles desde costa; quizás en tiempos pretéritos si lo fuera, pero en los actuales lo cierto es que no llega ni a la categoría de ocasional. La gente ya entrada de años nos cuenta que en las épocas del arrime del guelde, que suelen ser en los meses centrales del invierno isleño, paisanos de Mala y Guatiza acudían en masa a La Hondura en busca de jureles -¡los pescaban incluso con caña fija! porque estos seguían a los gueldes, una de sus carnadas favoritas. De hecho, los pescadores profesionales suelen capturarlos utlizando una racimada de guelde como reclamo. También es conocido que en aquellos tiempos cuando era permitida la pesca desde los muelles se cogían jureles de gran porte, especialmente por la noche. Por el día era más difícil, ya que se sabe que el jurel es pez receloso e inteligente. No entra tan fácilmente al engaño como, por ejemplo, los bocinegros. No podemos negar que algunos hemos capturado y, cuestión notoria, por lo general de buen tamaño. Recordamos alguno que superaba los cuatro kilos de peso. Casi todos ellos fueron capturados por la noche y bien avanzada esta. Sin embargo, también debemos de reconocer PB 9/201 3
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que transcurren amplios intervalos de tiempo sin que veamos ninguno. Lo cierto es que la captura de un jurel representa una alegria notable para el pescador; tanto por la lucha que proporciona, especialmente cuando el pez detecta la cercanía de la costa como a la hora de su consumo. En este sentido, indicar que aunque su carne es algo grasa es mayoritariamente apreciada, aspecto que suscribimos íntegramente. Así que, según nuestra experiencia, capturar un jurel no es cosa habitual. Pero es que el último sábado fue particularmente brillante al respecto. Resulta que acudimos a pescar a un pesquero que solo puede probarse cuando las condiciones del mar son benignas. En caso contrario, o incluso si la duda surge, ni se le ocurra ir a él. Desde que comenzamos a pescar y favorecidos por la inminenecia del reviro de marea baja a llena, los sargos entraron sin remilgos a comer. Al poco aflojaron y, antes del amanecer... se me tira un jurel que, curiosamente, confundí con un chucho en las primeras arrancadas. Con un poco de fortuna aprovechando la fuerza de alguna ola pudo ponerse en tierra. Dio dos kilos y medio en la báscula. La pesca continuaba con
algunas morenas que no fueron muy grandes. Al amanecer le cayeron a Manolo un par de sargos más utilizando la caña fija. Un poco después del amanecer la pesca se amuló. Ya pensábamos que la pesca estaba hecha cuando a Manolo se le ocurrió probar con unos trozos de pejeverde, boga y cangrejo. ¡Y vaya si le fue productivo! Al poco quedó pegado con un bocinegro que peso kilo y medio. Algunas cabrillas, vaquitas y saifíos fueron cayendo mientras. Lo único que nos resultó molesto fue la aparición de un pescador que, sin ningún rubor, se nos puso casi al lado, justo en el lugar que pretendíamos utilizar para probar a las viejas. ¡Fuerte cara! Y, para
darle en toda la cara, Manolo vuelve a quedar pegado. ¡Y vaya si parecía grande! Pensamos en otro bocinegro, quizás mayor que el anterior. Y, a estas, el infiltrado justo detrás de nosotros contemplando la acción de captura. Y a la vez, observando con asombro la carga que ya íbamos acumulando en un charco. Poco a poco, Manolo fue venciendo la resistencia del pescado hasta que por fin -ya era bien entrado el día- pudimos ver que... ¡se trataba de otro jurel! Aprovechamos el mismo resquicio costero para echarle mano al rabo y sacarlo del agua. Este era mayor que el otro, la evidencia visual era más que clara. Y en la báscula se confirmó: nada menos que tres kilos y medio. En total, la jornada proporcionó veinticuatro pescados que dieron dieciséis kilos. Una pesca par no olvidar, desde luego, y más cuando fue rematada por un par de jureles espléndidos. PB 9/201 3
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The ending page: Historias de Suso (IX)
Conducciones valientes, que no temerarias A muchos pescadores nos preocupa el hecho de que, movidos por una pulsión interna que es difícilmente controlable, siempre nos parece que llegamos tarde al pesquero. Suso, por ende, tampoco está exento de sentir lo mismo. Además lo ha reconocido públicamente. Solo es capaz de sacrificar algunos minutos cuando se toma un café de los que solo sabe preparar él. Lo llamo café por respeto a su persona, pues a ojos de mi entendimiento es asfalto líquido. Refiero dos situaciones que se dieron cuando no le perturbaba el aroma de... ese café. ¡Había que llegar a los pesqueros como fuera! La primera ocasión fue viniendo de Órzola para Punta Mujeres. No existen rotondas en los cruces que dan acceso a Punta Mujeres desde la carretera general; es decir, que son cruces limpios y perpendiculares. Y claro, esta circunstancia de la red viaria... no huele a café que digamos. ¡Y ya Suso considera que se llega tarde al pesquero! Pues sin aflojar para nada la velocidad hizo el giro de tal manera... de tal manera... ¡que puso el coche a dos ruedas! En ese entonces Suso poseía un Citroen C1 5 que tanto le acompañaba a la pesca como a la cacería. Suso sintió el desequilibrio gravitacional, y espetó circunspecto... ¡Vaya carreteras que hacen estos ingenieros! El lívido compañero no dijo nada, pero sí que se vio arrancando palotes de millo con los dientes. La otra ocasión fue en la agreste costa de Sóo. Ya estaba anocheciendo, con lo que la visión estaba algo enrarecida. Las pistas de tierra de esa zona que en su momento fueron relativamente cómodas han sufrido con el abandono y la acción de los agentes atmósfericos tal deterioro que su tránsito por ellas es harto complicado, aún utilizando un vehículo preparado para tales circunstancias. Pero para Suso solo hay un objetivo: ¡llegar al pesquero lo antes posible! Y, créanme, haya o no haya pistas por delante. ¡Es que en esa ocasión perdia la pista y hacía campo a través! Y vaya piedras que aparecían por delante del morro del C1 5... Cada vez que desaparecía alguna por debajo me imaginaba que dejábamos el cárter en ella. ¡Qué sufrimiento, Dios mío! Pero llegamos al pesquero sin perder el cárter ni ninguna otra pieza de los bajos del C1 5. Y lo primero que hizo Suso fue sacar su termo (que daba la impresión de ser un bidón de agua para todo un edificio) y echarse, bien sentado, un café de los suyos. -Tranquilo compañero -dijo-, que hay tiempo para todo. Francisco Hernández, de 201 3
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