Pesca Bonilla
Tu revista de pesca en Lanzarote
Nº 4 Año I Junio de 2012
De nuevo en Comisiones El sargo
"mecánico"
Pescando cara al viento Nuestros peces: la morena negra Y además... Historias de Suso Capítulo IV
STAFF Manolo Hernรกndez Francisco Hernรกndez ร scar Hernรกndez
Editorial
A
lgo debe estar ocurriendo en nuestras aguas. Que si plagas de medusas, que si aguas más calientes, que si rebosos continuados... Podria tratarse de la evidencia del tan nombrado cambio climático. Cabe preguntarse si en nuestro entorno también se ubicaría un futuro pesaroso. ¿Descenderán o desaparecerán especies? ¿Vendrán otras que inflijan una negativa interacción con las habituales? Algunos científicos aseguran que ya ha desaparecido la tan estimada sardina negra, siendo sustituida por alachas y machuelos, especies de la misma familia clupeidae, pero de peor calidad, tanto para el consumo humano como para objetivo de predación de peces grandes. Y también, aunque disguste por lo dolosa que puede llegar a ser, la cada vez mayor incidencia de la ciguatela. Este fenómeno formado por varios frentes de observación será, en todo caso, motivo de seguimiento continuado y, con total convicción, los pescadores deportivos tenemos la obligación de informar a las autoridades de todo aquello que enrarezca la normalidad.
Sumario 2-3 4-5 6-7 8-9 10
De nuevo en Comisiones El sargo mecánico Pescando cara al viento Nuestros peces: la morena negra Historias de Suso (IV)
Arrecife, junio de 201 2
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De nuevo en Comisiones
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in ninguna duda, el haber conseguido descubrir esta piedrita ha signifcado un verdadero éxito para nuestros primeros contactos con la pesca desde embarcación. No se debe dejar de decir que no es recomendable el abusar de la pesca sobre los mismos andurriales -y ya van tres veces sobre Comisiones, que es como la hemos bautizado, pero las condiciones del mar en estas salidas, por otra parte, casi lo aconsejaban a gritos. Como casi siempre, de madrugada echamos los primeros lances en Bonilla -¡Anda, se llama igual que nosotros!-, que también llaman El Medio. Nos encontramos con una correntada de marea muy superior a lo habitual, probablemente debido a los fuertes rebosos que se están dados. Quizás por ello, salvo un buen cantarero que pudimos pillar, no se nos dio nada bien. Era prácticamente imposible dejar de soltar
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línea, y eso que pescábamos a 40 metros de fondo y con unas plomadas que bien podían servir de potalas para el barco. Así que decidimos, recién amanecido el día, cambiar y echar unos lances cerca de Pechiguera. Pero nos encontramos con un viento que no era fuerte, pero al estar de cara a la correntada reinante, levantaba unas olitas continuas que hacían prácticamente imposible garetear. Vuelta entonces hacia Bajo Montaña, buscando resguardo y, por lo menos, intentar pillar algunas chopas y brecas. Y así fue, pero curiosamente, tras ni echar apenas tres o cuatro lances, observamos como la mar se quedaba prácticamente llana. No se pensó mucho y... ¡a todo gas hacia Comisiones! Tuvo que ser el cambio de marea, haciendo que el aguaje corriera hacia sotavento. Más no sólo eso, el viento se redujo de tal manera que
quedó calmo. Y desde que llegamos comenzaron a salir las recurridas cabrillas, asimismo cayeron unos chamorros parejos y dos hermosos pejeperros. El hecho de que el aguaje corriera hacia sotavento hacía que el el barco derivara en exceso y tuviéramos que enmendarnos con frecuencia. Al final, diez kilos de pescado nos acompañaron a puerto. Sin embargo, está en nuestro ánimo dejar descanzar el pesquero por un tiempo. Se ve que es bueno, pero no es, como todo, recomendable abusar de su generosidad.
"...desde que llegamos comenzaron a salir las recurridas cabrillas, asimismo cayeron unos chamorros parejos y dos hermosos pejeperros..."
"...Se ve que es bueno, pero no es, como todo, recomendable abusar de su generosidad..."
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El sargo mecánico
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odemos decir que del recurrido sargo sabemos todo. Pero casi sería un atrevimiento; algunas características que son habituales las soslayamos como si formaran parte del todo denominado "sargo". Una de estas características es el color negruzco metálico aunado a una pérdida ostensible de las rayas transversales que se da en algunos ejemplares, particularmente en aquellos ejemplares que pasan de largo del kilo de peso. Hemos llegado a oír a algunos que propugnan que se trata de otra variedad de sargo, lo cual no pasa sino por una
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situación extrema del soslayo anteriormente citado. Es también cierto que se pueden ver individuos grandes con las rayas perfectamente visibles, sin tizne alguno y, en menor proporción, individuos pequeños con él. Los artículos sobre el sargo que se pueden encontrar en la red no son muy claros al respecto. Algunos afirman que es característica propia de la especie; es decir, cuando son grandes pierden las rayas y adquieren el tono negruzco. Pero son muchas las referencias de grandes sargos que conservan su librea original. Otros piensan que es debido al hábitat circundante e, incluso, a la alimentación del especímen. Lo que sí es cierto es la inmensa alegría que, tras una brava y noble lucha, nos reporta contemplar al sargo mecánico en tierra. En la última pesca que echamos, obviamente que se desarrolló desde la orilla pues el fuerte viento y, también, el fuerte
reboso, impidieron sacar al Sara, conseguimos Manolo y yo poner en tierra algunos sargos, en concreto ocho, donde cuatro de los cuales alcanzaron una notable talla y, de estos, uno que más que mecánico podria pasar por minero. De hecho era el más grande; de esos que tienen amarillos los dientes de tanto usarlos. El pesquero que elegimos es uno que solemos dejar, como último recurso, para aquellos días cuando la mar no deja aproximarse a pesqueros más recios. Pero no por ello deja de ser un buen pesquero, a pesar de su bondad para el ejercicio de la pesca y, sobre todo, a la sobreexplotación a la que ha sido sometido. Y para terminar, sabiendo que es un sargo como otro cualquiera, reiteramos la especial atención que nos sugiere la captura del mecánico, tan igual como si se tratara de un abade capitán de color amarillo refulgente.
"...Lo que sí es cierto es la inmensa alegría que, tras una brava y noble lucha, nos reporta contemplar al sargo mecánico en tierra..."
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Pescando cara al viento
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l viento, por estos lares, es compañero habitual casi en el noventa por ciento de las pescas en esta isla. No se entendería el ecosistema lanzaroteño sin el alisio y éste, hay quien lo afirma, interviene con cierto protagonismo indefinido pero inflexible sobre el caracter del isleño. Se sabe también que este viento dominante se refuerza en el estío y se quiera o no, se debe afrontar su presencia y adaptarse a él. En ocasiones, sopla algunos puntos por encima de lo que por aquí se denomina brisa y, aunque algunos prefieran quedarse en casa esperando que amaine, otros -como nosotros- no podemos sustraernos a la jornada de pesca, esté como esté de veleidoso Éolo. Este último sabado concurrió una de esas jornadas. Sobre 40 km/h soplaba el alisio. Pero, por otro lado, las informaciones PB 4/201 2
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sobre el tiempo eran bastante claras en el sentido de que no existía reboso, sino mar de viento, condición que el pescador reconoce como factible para el ejercicio de la pesca. Como quiera que nuestros horarios de partida son bastante exigentes con respecto al madrugar, no es agradable tener que soportar rocíos mañaneros y además, siendo oscura la noche, es preferible buscar socaire en lugares donde el
viento dé por la espalda. En el afamado Soco de Ginés disipamos todas nuestras preocupaciones y comenzamos allí a pescar. Lo cierto es que mientras era oscuro apenas cogimos nada: dos sargos, de los cuales uno era mecánico y un chucho que fue devuelto al mar, como siempre. Sin embargo, al amanecer, Manolo en una caletita cercana alcanzó a coger ocho sargos y yo, una morena negra y un vaquita. Ya con la luz del día en plenitud decidimos marchar hasta El Muro y observamos que aunque estaba ventoso, el mar dejaba pescar. Y... ¡qué pesquero! Nada más echar comenzaron a caer vaquitas -hasta dos por lance- un hermoso saifío, una cabrilla bien pareja, una galana y dos morenas negras, una de las cuales alcanzó los dos kilos de peso. En total, se capturaron diez kilos de pescado, a los que hay que
unir un hermoso pulpo que, curiosidades de las costumbres animales, devoraba en ese momento a otro más pequeño. En resumen, que aunque el viento amenace quitarnos las cañas de las manos, que el dolor de espaldas que se nos queda tras justamente aguantar las cañas sea incisivo, que aunque sea molesto tensar el nylon, que..., vale la pena encarar al viento, pues el provecho puede ser notable.
"...no existía reboso, sino mar de viento, condición que el pescador reconoce como factible para el ejercicio de la pesca..."
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Nuestros peces: la morena negra
s la morena negra habitual de nuestras costas isleñas; tan habitual que no ha pergeñado, casi hasta tiempos muy recientes, la necesidad de un cuidado especial por su característica de ser especie exclusiva de la zona macaronésica. De todos modos, es infrecuente que en cualquier jornada de pesca no entre alguna a los anzuelos. Su talla máxima es menor que la morena pintada, aunque suelen ser similares sus tamaños en la pesca desde la orilla. Al menos en Lanzarote forma parte de las cuatro especies de morenas que se pescan junto con la morena pintada (muraena helena), el moreno macho (gymnothorax unicolor) y el bogavante o pico pato ( enchelycore anatina) y, puedo asegurarlo, es la de mejor sabor, tras el oreo de un día y una fritura cercana al bizcochado. Me he encontrado con alguien que defiende que es mejor el moreno macho, utilizando para ello el peregrino fundamento de que tiene menos espinas. Pero... ¿y el sabor? ¡Prefiero estar sacando espinas de la boca que perderme la exquisitez de un bocado de morena negra! En cuanto a su captura, es pez que no denosta ningún tipo de carnada, pero con la experiencia se ha podido comprobar que tiene preferencia por el pulpo -no podía ser menos, siendo objetivo prioritario de sus correrías de caza-, cualquier otro cefalópodo y los consabidos filetes de caballa y sardina. Se debe obrar con mucha rapidez a la hora de cobrar la morena negra, pues es posible que se encueve, haga cola y perdamos todo el aparejo. Por supuesto que aún se debe poner más cuidado cuando ya esté en tierra, pues
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una mordida de morena, con el añadido de que lo lleva a cabo enroscándose helicoidalmente, no es para tomársela a broma. Otro consejo que debería llevarse a rajatabla es el de cambiar el anzuelo pescador tras el cobrado, que suele salir resentido de las mordeduras del bicho. No sería la primera vez que, por no hacerlo, se vuelva a lanzar y perder una buena pieza que se lleva el anzuelo con los recuerdos de la morena en el nylon. Y un último consejo, extensivo a todas las variedades de morena: no es aconsejable dejar la morena capturada junto con otros pescados, pues la lama que recubre sus resbaladizos cuerpos puede interactuar negativamente pensando en el posterior consumo. Así que a una bolsa o balde aparte.
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¡Atrapado!
The ending page: Historias de Suso (IV)
Suso siempre fue precavidamente atrevido en el mar. O quizás, atrevidamente precavido. Créanme que el oxímoron, con él, cobra sentido racional. Lo irracional irrumpe cuando, en ocasiones contadas, pero que realmente acontecieron, Suso fue atrevidamente atrevido. No puedo saber si en alguna ocasión fue precavidamente precavido, pero... ¿quién sabe? Pero vayamos a la situación que nos interesa, a la a..a. Resultó que Suso y Carlos, el pocarropa, fueron a pescar al Bajo Mesa, estero inmenso en relación a los límites insulares que se haya en los aledaños de Órzola. Este bajo, junto con otros, conforma un paraje natural peculiar, particularmente bello, y cuya zona más conocida -y visitada- es el Caletón Blanco. La marea baja puede dejar mostrando al sol varios hectómetros cuadrados de este bajo, aunque algunos picachos y algunos tableros del mismo nunca se sumergen. Un bajo tan notorio es un hervidero de vida marina, particularmente de pescado. Y esta es la auténtica razón -no la paisajística, desde luego- por la que Suso y Carlos fueron hasta allí. Como es habitual, cada uno marchó a un lugar distinto y comenzaron la pesca. Y cayó la noche. Carlos, cerca del pueblo, pilló unos cuantos sargos y Suso, que marchó hasta uno de los tableros -el más alejado de tierra secaaprovechando la marea, se le dió tan magníficamente la pesca, que llenó un cacharro de los de pintura de sargos. Pero la marea también llenó el espacio que le corresponde. Y a Suso, que conoce perfectamente los ciclos de marea, le pudo el entusiasmo de tan fructífera pesca y no advirtió que el mar lo cerraba por detrás del tablero. Luego... ¡Atrapado! Intentó hacer señales de luz con la linterna, por si lo veía Carlos. Y así fue, pues Carlos veía las luces y, por supuesto, los efectos de una marea llena. Corrió como poseso al pueblo por si podían sacar una embarcación que rescatase a nuestro atrapado. Anduvo entre lo bares en el intento y casi que lo tenía cerrado cuando observó, al volver al coche, que Suso aparecía ante él y los solícitos hombres del bar que le acompañaban. No hicieron falta palabras para entender la resolución: de cadera para arriba, un Suso seco; de cadera para abajo, un Suso mojado. Medio morral mojado y apenas unos sargos que nadaban en un poco de agua depositada en el fondo del cacharro. Obviamente la mayoría de los sargos capturados ya estaban bajo refugio seguro, aprovechando las tribulaciones de un vadeo como recurso. La mirada de Suso como extraña. Antes de que Carlos le preguntase como pudo llegar a este extremo, sentenció Suso. - ¡Estaban espesos, Carlos! ¡Espesssossss! Francisco Hernández, junio de 201 2 PB 4/201 2
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