Tiempo De Ratas Fanzine

Page 1

TIEMPO DE RATAS

VOLUMEN I. MARZO 2014.



EHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH (ÍNDICE¿)

III…………………………………………………………PRESENTACIONES. IV………………………………………………………………..FREE SPEECH: JOSÉ LUIS, IV. EL BOXEADOR POETA, V. ¿OS ACORDÁIS DE ANTES CUANDO LA GENTE HABLABA?, VI. NACIONALFUTBOLISMO, VII. ¿QUÉ FUE DE GUATER CLOS?, IX. LA ENERGÍA LIBRE, X.

XI..............................................................HABLAMOS CON: ARMANDO SANTOS

XV……….................................ÉCHALE UN VISTAZO, PRIMO. XIX………………………………………….…………….….….MONIGOTES. XXIV……………………………………….……..…ESCRITURA BASURA: EL AUXILIAR DE COCINA, XXIV MANIPULACIÓN, XXVI VIDA DE ESTRELLAS ESTRELLADAS, XXVII EL PIMIENTO ROJO, XXVIII

XXXIV………………………………UN LIBRO, UNA PELI, UN DISCO. XXXVIII………………………………….……..…..AGRADECIMIENTOS.


PRESENTACIONES No somos más que un grupo de chavales de Basauri que durante un viaje a Galicia, en el que disfrutamos de la compañía de los Rata Muertas, tuvimos la idea de publicar un fanzine donde poder expresar nuestras paranoias, del tipo que sean.

Este proyecto no es más que una prueba, una especie de episodio piloto; y aunque nos gustaría seguir publicando más volúmenes en el futuro, no podemos comprometernos a sacarlo cada mes o cada tres meses, así que no nos comprometemos a nada en ese sentido.

Sin más dilación, y apelando a vuestra generosidad a la hora de valorarlo, os animamos a zambulliros en sus páginas y, sinceramente, esperamos que lo disfrutéis en la medida de lo posible.

III


FREE SPEECH JOSÉ LUIS

Todo aquel que en los últimos años haya ensayado en los locales del centro cívico de Basozelai le habrá conocido. Y de todos ellos nadie hablará mal de él, porque era un gran tipo. Desde el muy claro homenaje, que ser en

primer momento tuvimos que, a modo de pequeño un artículo del fanzine tenía su memoria.

Nosotros coincidimos con él durante dos años y por lo general incumplíamos todas las normas que regían el funcionamiento de los locales. Sin embargo, bastaba con que José Luis nos pidiese que hiciésemos o dejásemos de hacer algo para que le obedeciésemos inmediatamente. Le apreciábamos mucho porque, además de ser un tío simpático, era un tipo culto, con sus inquietudes, amante de los libros y la buena música; un tipo con el que poder hablar de muchas cosas. Pero sobre todo le apreciábamos por su forma de ser, por su forma de tratar con todo el mundo, por el modo en que respetaba y se hacía respetar. Por su carácter, ni más ni menos. Quizá ése sea su mayor legado. Hoy en día nuestros ensayos de los domingos ya no son lo mismo aunque, por lo que hemos podido hablar con gente que también coincidió con él, José Luis sigue estando presente para muchos de los que le guardábamos sincero aprecio, que no somos pocos. Jimi Hendrix

IV


EL BOXEADOR POETA

Arthur Cravan fue un sujeto pintoresco. Un poeta atípico entre poetas, un boxeador extraño entre boxeadores; lo que le llevó a ser despreciado tanto en los ambientes literarios como en las competiciones en las que peleaba. Sin embargo él, consciente de su peculiaridad, se encontraba cómodo en su doble faceta de cultivado conferenciante por un lado, y brutal luchador por el otro. Incluso llegó a fusionar ambas disciplinas, anunciando en los carteles que recitaría y bailaría antes de pasar a destrozar la cara de su oponente. Cravan nace en Suiza en 1897, su verdadero nombre es Favian Avenarius Lloyd y, tal y como él se encarga de proclamar a los cuatro vientos, es sobrino de Óscar Wilde. Aún sin alcanzar la mayoría de edad abandona Suiza y viaja por diferentes países desempeñando trabajos de todo tipo. Finalmente decide instalarse en París, y es allí donde empieza a entrenar sus puños. En 1910 se proclama campeón de los pesos medios en un encuentro de boxeo para aficionados. En 1912 funda la revista literaria Maintenant, de la que sólo llegan a editarse cinco números, cada uno de los cuales Cravan escribe casi en su totalidad. Es en Maintenant donde Cravan suelta sus golpes más directos, haciendo de la provocación más descarada, la crítica desmesurada e incluso el insulto directo varias de sus señas de identidad.

El domingo 23 de Abril de 1916 Arthur Cravan se enfrenta a Jack Johnson, ex campeón del mundo, en la Monumental de Barcelona. El combate resulta un fiasco puesto que en menos de un minuto Johnson gana por KO. Cravan, humillado, embarca esa misma noche hacia América. El combate será calificado por la prensa como una farsa, como un timo. Cravan, en su faceta de boxeador, sufre un duro golpe que posteriormente nunca llegaría a reconocer. Tras recorrer durante un tiempo el norte de Estados Unidos junto con el poeta Robert Frost, es invitado a dar una conferencia en la Grand Central Gallery de Nueva York, a la que asiste borracho y de la que sale abucheado. Otro varapalo, en este caso para el poeta.

En 1918 Arthur Cravan junto con su recién estrenada mujer, la poetisa Mina Loy, se instala en Veracruz. En unos meses ella queda embarazada y, tras una mala racha, la pareja decide que ella viaje a Argentina en compañía de una amiga. Cravan haría el viaje más tarde, en una embarcación acondicionada por él mismo. Pero la nave del poeta boxeador nunca llegó a su destino. Por lo visto se hundió en algún lugar del Golfo de México, sin que su cuerpo ni los restos del naufragio apareciesen jamás. Arthur Cravan tenía 31 años cuando se produjo su misteriosa desaparición, la cual ha dado lugar a numerosas conjeturas y elucubraciones; como que abandonó a su esposa porque estaba embarazada, que fue asesinado tras escapar al naufragio, que volvió a Europa para empezar una nueva vida y, sin duda, mi favorita: que adoptó el pseudónimo B.Traven, convirtiéndose en el enfermizamente esquivo novelista que nueve años después publicaría, entre otras, El tesoro de Sierra Madre.

Axel Holm

V


¿OS ACORDÁIS DE ANTES CUANDO LA GENTE HABLABA?

Hoy en día nadie está solo, o eso quieres pensar. Piensas que unas líneas escritas en un móvil llenan ese vacío de calor humano, pero hermano… Qué equivocado está uno. Te enfrascas en conversaciones de nunca acabar, con soportes visuales y sonoros, todo el mundo sabe todo de todo el mundo, no hay cabida para la sorpresa, no hay cabida para la exclusiva de un secreto. Bares llenos de gente sin conversación, terrazas con gente con su portátil, bancos de gente sola chateando. No penséis que me domina esa nueva corriente del: Ante lo nuevo, rechazo, así soy más moderno, no. Os lo dice una persona que está lejos, una persona que sólo tiene contacto con su familia y amigos por medio de estas tecnologías. Pero ante la soledad y la distancia, prefiero luchar por esa sorpresa, ese secreto exclusivo, y sentarme en una terraza y hablar con la gente.

Mañeku de Trapo

VI


NACIONAL-FUTBOLISMO

Oh Dios mío, menuda pesadilla acabo de tener. Aún sudo. Mi corazón pugna por salirse de mi pecho. Jadeo. Abro los ojos. Los cierro. Da igual, veo lo mismo. Nada. Qué pesadilla tan horrible. Soñaba, vívidamente, con que vivía en una distopía. Se trataba de una Sociedad futura, oscura, amparada en el control y cuyo poder hegemónico residía en los Clubes de Fútbol. Concretamente, me encontraba en Bilbao, pero bajo una dictadura del Athle-c Club. Se había prohibido el cine, la literatura, el teatro. La televisión únicamente retransmi.a par-dos de fútbol y sus consiguientes debates, que sus-tuían a los an-guos “Informa-vos”, donde se repasaban las mejores jugadas, los mejores goles, las mejores paradas. Se estra-ficó la Sociedad en cuatro Estamentos en función a la relación del individuo con los Medios de producción Futbolista. Se Conocía este modelo socio-económico como el Futbolismo, donde tanto la infraestructura como la superestructura empezaban y acababan el fútbol. En la cúspide de esa nueva Sociedad se encontraban los Direc-vos del Athle-c Club de Bilbao, que a su vez pertenecían al denominado Par-do Único Nacional-Futbolista, así como los futbolistas en Ac-vo de la primera división de dicho equipo y sus respec-vas familias. Este Estamento se erigía en una superclase eli-sta de corte cuasi monárquico; el resto de ciudadanos debían presentar sus respetos al verlos, agachando la cabeza y aplaudiéndoles. En un segundo Estamento, se encontraban los futbolistas del Athle-c de las demás categorías, así como los que ya se habían re-rado, tanto del Athle-c como del resto de equipos federados en la provincia. El Athle-c Club, por impera-vo legal, debía ganar siempre, en aras de mantener la forzada cohesión social. El tercer Estamento copaba la Propaganda y la Creencia; estaba conformada por las élites periodís-cas y publicitarias. Esta clase, a su vez, controlaba las Escuelas, y fue la encargada de destruir todas las Universidades y de adaptar Centros de Formación Profesional a oficios únicamente dependientes del mundo del Fútbol. Todos los domingos se oficiaba el culto, es decir, el par-do, en la Catedral, como se conocía coloquialmente al Campo del Athle-c, o en los demás templos o campos de fútbol del resto de equipos de la provincia vizcaína. A este Estamento pertenecían, también, las dos policías del Régimen, las llamadas HNT y AS. El cuarto Estamento estaba formado por el resto de ciudadanos que no pertenecía a ninguno de los otros Estamentos, siendo un grupo muy heterogéneo, aunque comúnmente unidos por su afición al deporte “Rey”, en general, y al Athle-c Club, en par-cular. Se les conocía como Hinchaproletariado y ves.an, por riguroso impera-vo legal, con el equipamiento depor-vo del Athle-c, tanto en sus vidas privadas, como cuando acudían a las fábricas de balones y de ropa depor-va en las que trabajaban. Por úl-mo, y al margen de la sociedad, se encontraba el “lumpen-futbolariat”, formado por los hinchas del resto de equipos de la Federación vizcaína. Eran grupúsculos de gentes iletradas (que no acudían a las escuelas de fútbol, ni a sus campamentos temá-cos de verano), que estaban fuera de los medios produc-vos futbolís-cos, viviendo al margen de una sociedad que les rechazaba, pero para la cual eran necesarios como objeto de mofa, pues, a pesar de su condición de sempiternos perdedores, no faltaban ningún domingo a animar a sus respec-vos equipos.

VII


A pesar del control existente, y de la fuerza coerci va empleada por el aparato estatal para mantener el Futbolismo, había un grupo armado que luchaba contra el Opresor Futbolista, contra el Leviatán de cuerpo esbelto y coche de lujo. Se llamaba KAS (Komando An -Futbol Socialista). Luchaban por despertar a las masas, creando un par do de vanguardia cultural, que restableciera la cultura, el cine, el teatro, los deportes minoritarios, la televisión de calidad, los documentales. KAS se subdividía, entre otros, en el Komando Lars Von Trier, facción que, clandes namente, emi+a en lúgubres espacios, y pésimas condiciones, películas de cine y series de televisión, en versión original sub tulada, que se iban recuperando en el Mercando de Contrabando. El Komando Bukowski que, en sus imprentas ilegales, reeditaba libros, novelas, ensayos… El Komando Lorca, que hacía lo propio con el teatro. Y así sucedía con todas las formas de arte.

Atentaban contra futbolistas, árbitros, periodistas, columnistas. Se luchaba por la socialización de las Artes y de la Cultura, por que los Medios de producción se diversificaran, y se socializaran, y por una sociedad más culta sin alienaciones de ningún po, donde el ser humano se realizara como persona sin el yugo del Athlec Club de Bilbao, ni del Fútbol en general. Los Miembros de KAS, a la hora de emi r sus comunicados y reivindicar la autoría de las mencionadas Acciones Revolucionarias, se cubrían la cara con enormes gafas de pasta, para mantener el anonimato. Qué duda cabe que yo, en mi vía crucis onírico, pertenecía a este Komando de Liberación Cultural. Y pagaba por ello, en una fría y oscura celda, en el Pagasarri, donde me obligaban a ver fútbol durante dieciséis horas al día. El Director del presidio era Julen Guerrero. Menos mal que todo era una pesadilla. Me desperezo. Me levanto. Me visto. Subo la persiana. Respiro. Salgo al balcón. ¡Noooooooooooooooooo! Una horda rojiblanca y vocinglera ha invadido la calle. Hay par do de fútbol esta tarde. Juega el Athle c. No era una pesadilla.

Manu Prieto

VIII


¿QUÉ FUE DE GUATER CLOS?

Allá por el 2002, cuando tenía quince o dieciséis años, mi primo Danel me regaló un montón de casetes de música. Recuerdo que en aquel montón estaban, entre otras muchas, Punk in Drublic, el primero de Dead Kennedys, Dejarme Vivir, de Gérmenes, y una cinta en cuya portada aparecía un punki meando en un wáter de mala muerte, Guater Clos.

Pues bien, la cinta por excelencia, la que mi hermano y yo escuchábamos sin parar era la de los Guater Clos. Con unos ritmos a medio camino entre el punk y el ska, unas letras muy críticas y un agudo sentido del humor, estos cuatro chavales no dejaban títere con cabeza. Con catorce temas brutales atizaban a las multinacionales, la Seguridad Social, la telebasura, la Iglesia y el conformismo frente al sistema; dejando sitio asimismo para alguna que otra apología del alcohol y las resacas. La poca información que tengo sobre Guater Clos es la que ellos mismos dejan ver en la que, creo, es la única cinta que publicaron. Grabado en Madrid entre marzo y abril de 1996, de aquel casete sólo sacaron 50 copias, de las cuales conseguí que dos llegasen a mis manos. La otra me la dio Berbe, un grandísimo Rata Muerta con el que me siento en deuda perpetua, y al que los propios Guater Clos mandaron una copia a finales de los noventa cuando él andaba fanzineando en Etxebarri.

Pero se me han jodido las dos cintas y ya no puedo escucharlas. En internet no encuentro la más mínima referencia al grupo y lo más que puedo hacer, cuando me da el puntazo, es releer sus letras recordando las melodías que las acompañaban. Tengo pensado arreglarlas. De momento no sé cómo pero quiero arreglarlas, digitalizarlas y subirlas a internet porque, si puedo, no voy a permitir que esa música se pierda, y porque pienso que aquellas canciones merecen una mayor repercusión. Espero que ni Jorge, ni David, ni Jose, ni Dani se enfaden conmigo. Joaquín Luqui

IX


LA ENERGÍA LIBRE

ESCUELA DE MISTERIOS

La educación siempre ha sido un arma de manipulación, te enseñan a leer, a escribir, a sumar, y además te capan el cerebro como les hicieron a tus padres; con el cerebro capado uno encaja bien en una sociedad manipulada.

Los secretos de la conciencia. ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? Siempre hemos sido y somos libres, a pesar de desconocer u olvidar la respuesta. El objetivo del ser humano es conseguir la pieza del puzle, esa luz que descubren los que han estado muertos y han regresado. La luz de las canciones, la luz de nuestro interior cerrada con siete llaves.

Te limitan, fijan mil barreras a la conciencia, preparan tu cárcel mental. Cierran los sentidos del espíritu.

Cada llave representa una expansión de conciencia, mucha gente ha logrado abrir cerraduras mediante drogas, sobre todo psicodélicas. El universo se esconde en esa caja, ahí se encuentra eso que llaman verdad, que siempre hemos sido conscientes de ella. El ser humano es ingenuo y necesita verlo por sí mismo, y así debe ser; hay que comprobarlo por uno mismo, encontrar el punto donde el universo se pliega a sí mismo.

Está comprobado y es sencillo de comprender: el lado racional del cerebro funciona a veinte operaciones por segundo. Por ejemplo: Llego tarde a comprar el pan, tengo dos euros, si me doy prisa… pero ir para nada…, venga voy que no se diga, ¿txapata o baguette?, ¿de media cocción o entera?, a ver si está la panadera guapa, le soy a sonreír.

El sexo y las drogas bien usadas, son buena llave en estos tiempos, medicinas como la ayahuasca nos permiten una sencilla visión sobre otros estados de conciencia en donde las barreras de la mente de estos siglos, desaparece.

Y el otro hemisferio, en el que opera la intuición, hace dos mil millones de operaciones, incluyendo dimensiones donde el tiempo es inexistente. La mente es dual mientras que la intuición no. En el colegio potencian la dualidad del ser humano, haciendo difícil encontrar la salida y hallar la libertad. La intuición se nutre de algo que nos ocultan, tratando de dominar la mente humana en un mundo interconectado.

La iluminación, la piedra filosofal, la verdad, la serpiente alada de las antiguas civilizaciones, el globo de Horus es a lo que aspira el ser humano, en esta fase de cambio del Homo Sapiens. Si eres buen religioso y crees sin ver o viendo poco, quizás obtengas la liberación del alma, aun así las religiones se han encargado de ocultar la auténtica liberación,

Manipulando la consciencia todo es alto o bajo, bueno o malo, y la consciencia queda fijada, en vez de volar hasta el mismo punto central desde donde la mente carece de poder. Bob Leymar

Leymar Bob

X


HABLAMOS CON ARMANDO SANTOS Sí compadres. En nuestra primera entrevista hablamos con un tipo que no necesita presentación. Para los despistados decir que Armando lleva más de media vida patinando y se ha convertido, por derecho propio, en el Alcalde del Embarca; y al decir Embarca nos referimos al spot basauritarra por excelencia, y uno de los más influyentes del Estado. Desde luego Armando es eso y muchísimas cosas más, pero no descubrimos nada nuevo, y como tampoco queremos que nos tachen de moñas, pues pasamos directamente a la entrevista.

TIEMPO DE RATAS: Acabas de llegar de Munich, ¿qué tal el viaje? ¿mucho nivel por allí, no? ARMANDO: El viaje ha estado muy bien. Me gusta ir a Munich y comprobar que todo está en su sitio: frío, codillo y cerveza. A parte, el campeonato ha sido increíble. TR: Supongo que, al no poder patinar, estos te habrán puesto los dientes largos. ¿Cómo va la pierna? A: La verdad que estoy bastante mentalizado de que tengo que esperar, pero claro, se pasa envidia. El tobillo va cada vez mejor…pronto volveré al ruedo.

XI


TR: Hemos estado ventilándonos tu blog, My board is made of gravy, y aunque ya te conocemos bien, hemos descubierto algunas opiniones que nos han resultado curiosas. ¿Qué opinas de esta nueva era del todo online y la progresiva “muerte del papel”? A: Pues estoy bastante en sintonía con la analogía papel-vinilo. Aunque oigas la música casi siempre en tu coche o en tu iphone, cuando una banda te gusta mucho, te compras el vinilo. Aunque sea solo por adoración del objeto. Tocarlo, cogerlo. Creo que seguirán siempre habiendo libros, revistas, pero menos que antes claro. TR: Está claro que te gusta leer y escribir, de hecho acabas de publicar un artículo en la Erosion. ¿Para cuándo el próximo artículo? Ya sabes que si se te ocurre cualquier cosa, nosotros estaríamos encantados de recibirla y publicarla. A: Pues la verdad que ahora solo escribo cuando tengo algo que decir. He trabajado en revistas escribiendo, pero ahora simplemente lo hago solo para plasmarlo fuera de mi cabeza y ordenar mis pensamientos. Lo hago de forma totalmente onírica. Me gusta leer cosas que escribí hace tiempo y ver lo que pensaba en aquella época. He leído cuentos que escribía con 6 o siete años o canciones de mi adolescencia y es como ver fotos antiguas. Muy emotivo. Si se me ocurre algo os lo mando.

Me gusta leer cosas que escribí hace tiempo y ver lo que pensaba en aquella época.

XII


TR: A ti, como a nosotros, te flipa Joy Division. Una banda simple y sobrevalorada para algunos, y épica y atemporal para otros. ¿Qué tendrá la música de Curtis y compañía para, a día de hoy, seguir estando tan presente en tantos ámbitos?

A: Las bandas siempre tienen la importancia que tú les des. Cuando idolatras un grupo del que no eres contemporáneo, lo haces para tu disfrute propio. Yo tenía 3 años cuando Ian Curtis se suicidó, así que todo lo que me imagino cuando veo esos video clips en blanco y negro no hacen más que engrandecer lo que en un principio solo me ha entrado por el oído. Si hubiese ido a algún concierto, probablemente habrían sonado mal o me hubiese fijado en cosas humanas que desmitifican. Las bandas que siguen tocando durante 40 años están en total desventaja en ese aspecto. Por otro lado los JD tenían una estética muy cautivadora. Estando en la universidad me enteré del origen científico de la portada del Unknow Pleasures (Describe los 100 primeros pulsos de la primera estrella de neutrones descubierta) y eso me hizo interesarme mucho más por sus letras y canciones. Pero lo que importa es la música. Si te gusta, te gusta.

XIII


TR: Háblanos un poco de aquel grupo de hardcore, Antibiotik, que montaste con Tiko allá en los años salvajes. ¿Cómo surgió? ¿Quiénes érais y qué hacía cada uno? ¿Algún concierto especialmente salvaje? ¿Alguna anécdota confesable? A: Buenos tiempos. Monchu (batería) y Roberto (Guitarra) buscaban componentes y ahí entramos Tiko (Bajo) y yo (Vocal). A mi me pilló ya un poco después de la apoteosis harcoriana que nos abdujo a todos los skaters de mi quinta, (probablemente oyendo Joy Division), pero siempre es bueno formar un grupo de hardcore. Yo haría otro ahora mismo. Fue muy divertido y lo pasábamos bien a parte de expulsar mucha rabia, que es para lo que son las bandas de hardcore. Una vez en el Gazte de Portu tocamos con los Wipe Out Skaters. De repente se fue la luz y monchu empezó a tocar chunta-chunta a oscuras con la batería que era lo único que funcionaba…fue muy jarto…luego cuando volvió la corriente se subieron al escenario unos gitanos a cantar…muchas risas.

TR: Ya para acabar de darte la chapa, recomiéndanos un libro, una peli y un disco. A: El Corán, Papa Piquillo y Cuidado con Paloma de Emilio Aragón Para más recomendaciones tendríamos que tomar una birra cara a cara. TR: Nada más Alcalde. Agradecerte el gesto que has tenido con nosotros y desearte que, dentro de nada, estés otra vez en el Embarca ripando como sabes. Por supuesto, lo celebraremos con cerveza.

XIV


ÉCHALE UN VISTAZO, PRIMO

Tocadiscos del infierno

Urizen XV


Eewkseg

Ignasi f.a.a. XVI


Basauri

Iñiguín

XVII


Criatura de Stephen Crane

Urizen XVIII


MONIGOTES

ÉSTE ES BILLY.

BILLY ES UN CHICO NORMAL, DE LA CALLE, SÓLO QUE TIENE ALGÚN QUE OTRO PROBLEMILLA CON SU VIDA.

XIX


BILLY NO SABE DISCUTIR

¿PERO LA VISTE EN VERSIÓN ORIGINAL?

AYER VI CRASH, PELICULÓN.

NO

MUY GUAPA

BUAH PUES TE PIERDES TODOS LOS DETALLES

PORQUE LOS ACTORES TRANSMITEN MUCHO MÁS EN INGLÉS. ADEMÁS SE ENTIENDE SUPER FÁCIL

XX


BILLY, COMO ÉL MISMO RECONOCE, ESTÁ UN POCO LOCO.

UN DÍA, HACE TIEMPO, PENSÉ EN SUICIDARME, Y ME ASUSTÉ. A PARTIR DE ENTONCES, DURANTE POCO MÁS DE DOS AÑOS, ESTUVE OBSESIONADO CON LA IDEA.

ME PROVOCABA TERROR PENSAR EN ELLO PORQUE TENÍA MIEDO DE ACABAR HACIÉNDOLO. SIN EMBARGO AQUELLOS PENSAMIENTOS SEGUÍAN LLEGANDO A MI CABEZA, CASI A TODAS HORAS.

NO PODÍA CONTROLAR MI MENTE. LLEGUÉ A PENSAR QUE ESTABA LOCO, SIN REMEDIO.

EMPECÉ A EVITAR LAS ALTURAS, DEJÉ DE SALIR AL BALCÓN, CERRABA CUALQUIER VENTANA QUE TUVIESE CERCA Y ESPERABA AL METRO LO MÁS ALEJADO POSIBLE.

TRAS NUEVE MESES DE INFIERNO VISITÉ A UN PSIQUIATRA, CON UNA SOLA PREGUNTA: ¿QUÉ ME PASA?

ME VINO BIEN LA INFORMACIÓN. POR LO MENOS YA SABÍA QUÉ ME OCURRÍA. A PARTIR DE ENTONCES, MUY POCO A POCO, LA OBSESIÓN FUE PERDIENDO FUERZA.

NO SABRÍA DECIR SI AQUEL TRASTORNO DESAPARECIÓ DEL TODO, O QUEDÓ LATENTE Y APRENDÍ A CONTROLARLO.

LO QUE SÍ CREO ES QUE AHORA ESTOY UN POCO MEJOR PREPARADO PARA AFRONTAR LAS TORMENTAS QUE QUEDAN POR LLEGAR.


BILLY NUNCA PILLA

NECESITO FOLLAR URGENTEMENTE

HOLA GUAPOS... YA TE DIGO

EH… MMM... MMM... MMM… EH...

¿OTRA COPA?

XXII

PSSS... AGUR


Y POR SUPUESTO, BILLY NUNCA CONSIGUE TRABAJO

TOC TOC

VENÍA POR LO DEL TRABAJO SÍ, CLARO

PASE

¿CUÁLES SON SUS APTITUDES PARA EL PUESTO?

¿OTRA VEZ?

QUE ESTOY TODO PUESTO

XXIII


ESCRITURA BASURA

EL AUXILIAR DE COCINA

Llegó el momento. El encargado me asignó el destino que tanto temía: Usansolo. Eso estaba demasiado lejos de Galdácano. Todavía no me arreglaba bien con la moto y me aterrorizaba coger la nacional. Pensé en cambiárselo a algún compañero pero todos estaban repartiendo en ese momento. Así que asentí, le sonreí, cogí el casco y las llaves, y salí de la tienda lo más despacio que pude. Ya era mala suerte que no hubiese nadie más. Seguro que, de pedírselo, alguno habría ido por mí. Era mi tercer día como repartidor en Telepizza y ya quería dejarlo. Me había apuntado al trabajo más que nada por hacer algo. Hacía ya casi un año que había terminado la carrera y empezaba a sentirme un poco como una rémora; veintiséis años y seguía en casa de mis padres. Pidiendo la paga. Así que tras enviar mi currículum por internet, una rápida entrevista de trabajo y un curso acelerado de manipulador de alimentos, el cual consistía en un vídeo de cinco minutos al más puro estilo Troy Mclure, me convertí en repartidor. Y todo ello sin haber conducido una moto en mi vida. Toma ya. Desde el primer día había cogido bastante respeto a conducir aquellos trastos, y eso que no me había tocado salir de zona urbana. Aquella tarde en cuestión, la del tercer día, ya había entregado dos pedidos dentro del pueblo. Pero hasta Usansolo iba a ir Rita. Quizá yo no valía como repartidor. No tenía experiencia, ni tampoco ganas de meterme en esa carretera, con un montón de coches y camiones pasándome al doble de velocidad de lo que mi mierda de moto podía alcanzar. No señor, mi destino era ser auxiliar de cocina; hacer pizzas, barrer, fregar, reponer y asentir, sumiso y sonriente. Que le den, pensé; cincuenta euros más al mes no merecen ese riesgo. Una vez fuera de la tienda, recorrí los diez metros que me separaban de lo que empezaba a ver más como una amenaza que como un vehículo, examiné el interior del casco, introduje el pedido en el maletero, ajusté la riñonera a mi cintura, me detuve a apreciar los arañazos del casco, me lo puse, me lo quité y me lo volví a poner. Todo esto me llevó unos tres minutos. Miré alrededor, buscando desesperadamente un compañero. Nadie. Arranqué y salí, sin saber cómo librarme del marrón. Por un momento pensé en armarme de valor y salir a la carretera pero rápidamente deseché la idea. Era imposible que condujese hasta Usansolo. No me atrevía.

XXIV


Iba acercándome al acceso a la nacional. El tiempo se agotaba. Si quería librarme debía pensar algo, rápido. Y un disparate cruzó mi mente. Provocaría mi propio accidente. Suave; si acaso alguna pequeña herida. Ya lo tenía. Diría que desde aquel momento sentía pánico a conducir. El pedido jamás llegaría a su destino pero no me importaba. No me importaba el pedido, no me importaba el cliente, ni la empresa, ni el encargado, ni la moto. Me importaba que me atropellase un camión.

Encaraba la última calle antes de la incorporación. Era entonces o nunca, así que no lo pensé más. Reduje la velocidad, me coloqué en posición y, cuando tuve vía libre para saltar, la moto perdió el equilibrio y cayó de mi lado. En esa fracción de segundo, y antes de tocar el suelo, mi mano derecha instintivamente se aferró al manillar, lo que aceleró el maldito trasto, que salió disparado en dirección a un Mercedes aparcado a la izquierda de la calle, mientras yo quedaba atrás, rodando por el asfalto. Sin embargo, metros antes de impactar contra el Mercedes, la moto perdió velocidad, cambió de rumbo y se estrelló contra el lateral de un Twingo que había un poco más allá. Me levanté, bastante dolorido pero con todo en su sitio, y observé el espectáculo: La puerta derecha del Twingo estaba completamente hundida, la ventanilla del copiloto era un cristal lleno de grietas que amenazaban su consistencia, y el retrovisor colgaba de un cable, con su espejo hecho trizas. Por su parte, la moto, tumbada junto al coche, no parecía haber sufrido graves daños. Bueno, ni tan mal, pensé mientras examinaba mi cuerpo en busca de magulladuras; aunque hubiera preferido estamparla contra el Mercedes, la verdad. Walter Sobchak

XXV


MANIPULACIÓN

Miedo, Rabia Libro, Concepto Idea, Significado Manipulación. Creencia, Principio Fanatismo, Intrínseco Reunión, Acción. Un muerto, violencia libre dos pasos, tres pasos Poder Apresado Novedad, Dogma Verdades otra vez, rabia otra vez, miedo Maquinaria, pasad… oh! ¿libre libertad?

Ignasi f.a.a.

XXVI


VIDA DE ESTRELLAS ESTRELLADAS

Hoy hablaremos de Hugh Larrigan, legendario actor estadounidense de clásicos del cine de los 80, entre los que cabe destacar títulos como "Los matones de Frank" o "La Señora de McCormick". Este actor, tras debutar con tan solo 16 años en la taquillera "Sardinas asesinas", se convirtió en la estrella hollywoodiense del momento. Estaba en boca de todos, le llovían los papeles y a los 20 años fue nominado al Oscar como mejor actor por el drama "Si tú lo supieras". Sin embargo, el precio de la fama no tardó en llegar: a los 21, Hugh Larrigan se sumió en una terrible crisis depresiva, auspiciada por la adicción al alcohol y al pegamento, así como por el multimillonario divorcio con su esposa, la también actriz Sally Sinclair, que le dejó prácticamente en la ruina. La caída fue terrible. Pocos meses después nadie se acordaba de él. Después de estar ocho años desaparecido, Hugh Larrigan resucitó y volvió de nuevo al ruedo con ganas de lucha y, según él, completamente desenganchado. Actuó en la exitosa comedia "Billy la tiene pequeña" y volvió a estar en el punto de mira de la prensa. De repente todo el mundo parecía acordarse de aquel "Enfant terrible" de Hollywood que a todos cautivó en "Volverás a amarme cuando yo te lo pida" y demandaba volver a verle cuanto antes en nuevas películas. Era el mejor momento de Hugh, quien afirmaba en las entrevistas que había encontrado la fe en Jesús y que el amor a su familia, en especial a su hijo, el pequeño Larry de cuatro años, le había salvado de convertirse en un hombre malo y torcido. Con su ayuda, reconocía, había conseguido escapar del oscuro túnel sin fondo que casi le costó la vida años atrás, cuando nadie daba un dólar por él. Todos los periodistas suspiraban conmovedoramente cuando Hugh declaraba que sus únicas adicciones presentes eran Dios, el trabajo y la familia. Semanas después, la señora de la limpieza encontró el cadáver en descomposición de Hugh Larrigan en su apartamento de Los Ángeles. Había muerto de una sobredosis de amor.

Rick Besgowski

XXVII


EL PIMIENTO ROJO

Llevaba tres horas seguidas mirando de reojo al fax, esperando ese documento que por fin me librase de la maldición de Lionel Hutz, como la bautizó mi hermano; pero el fax no llegaba y yo tenía que hacer un enorme esfuerzo mental por evadirme de la maldición que me obsesionaba, y centrarme en lo que estaba haciendo. Lo que me mantenía ocupado era una querella que un cabrón de guardia civil quería interponer contra un soplón. No recuerdo cómo se llamaba el guardia, pero sí que al ver su ficha en el expediente le saqué un gran parecido con Vin Diesel. El soplón, que colaboraba con la nacional, había comentado en un interrogatorio que el picoleto le había pedido diez kilos de heroína y claro, los nacionales se habían puesto manos a la obra para intentar pillar a un compañero que, además, tenía un huevo de condecoraciones al valor. Así que los maderos vieron la oportunidad de marcarse un tanto contra un héroe de guerra y montaron un dispositivo de seguimiento, escuchas y grabaciones que ni el FBI. El juicio debió ser un circo; para empezar los nacionales después de un millón de días de espionaje no tenían ni una mísera prueba en contra del verde y lo único que aportaron, o mejor dicho, quisieron aportar con fundamento fue la testifical de Karlos, que así se llamaba el soplón, quien, al ver a Vin Diesel entrar en la sala y fulminarle con la mirada se cagó en los pantalones, literal; hasta el punto que una vez hubo terminado con su declaración, la jueza mandó que lo sacasen de la sala y le diesen una ducha. Y es que el propio soplón era la carta en la manga del acusado, que dos noches antes le había llamado a casa para “refrescarle la memoria”. Lo malo para los maderos fue que no contaron con las influencias del benemérito, y la versión de Karlos cambió. Lo que finalmente declaró en juicio fue que era un perfecto colgado que no se enteraba de una mierda, y que el colega Vin no le había pedido diez kilos con la intención de ser el nuevo Carlito Brigante, sino diez gramos y para consumo personal, porque el picolo sería un superhéroe policial pero se ponía chato a jaco todas las noches. Total, que la sentencia fue absolutoria y ahora Vin Diesel quería querellarse contra Karlos, porque no podía permitir que un traficante del tres al cuarto hubiese puesto en entredicho toda su honorabilidad y prestigio. En estas andaba yo, ciscándome en los muertos de este fuera de la ley, cuando por fin llegó el fax que iba a decidir mi futuro en esta profesión, de una vez por todas y para siempre. Efectivamente había perdido otro juicio más, el quinto y último. La maldición finalmente me atrapaba; el loco de mi hermano tenía razón. Dejaría esta mierda de mundo de la abogacía en cuanto acabase mi período de becario. Lo tenía decidido. Tampoco aceptaría llevar más juicios en el despacho, pondría cualquier excusa. Sólo me quedaban dos meses por aguantar y después ya podría buscar trabajo de lo que me diese la gana. Siempre y cuando ganase un dinerito con el que ayudar en casa mis padres no me pondrían muchas pegas, además no pensaba decirles ni de coña que lo mío no era ser un picapleitos. Eso sí habría sido una decepción.

XXVIII


No llevaba ni dos minutos asimilando mi quinta derrota consecutiva cuando me llamó Irene; me dijo que quería hablar conmigo y que a ver si era posible vernos aquella tarde. No me preguntó por la sentencia, ni qué tal me iba la mañana ni nada por el estilo. Le respondí que sí, por supuesto dije, ella preguntó ¿a qué hora?, ¿te parece bien a las nueve? Es que hoy voy a tener que preparar una querella hasta tarde porque vamos muy mal de tiempo y, además, el jefe no es que esté muy contento conmigo (era mentira, ni andábamos mal de tiempo ni el jefe estaba mosca conmigo, sino todo lo contrario), da igual, ya te llamaré yo para confirmar, respondió, y colgó. Ni el más mínimo interés en mí; aunque bueno, probablemente yo tenía parte de culpa. No, seguro que la culpa era sólo mía. Por aquel entonces, que calculo sería hacia el año 2010 o 2011, yo contaba con veinticinco o veintiséis años y ya llevaría unos dos años saliendo con Irene, pero la cosa estaba muerta desde el principio. Irene me gustaba, físicamente. Pero tras varias semanas de empezar a quedar de manera un poco más formal, me di cuenta de que no la quería, ni la iba a querer nunca. Aun así decidí ser su novio, o intentar ser su novio. Por supuesto el empeño en que saliésemos juntos lo puso ella, y yo no supe o no quise frenarlo a tiempo. Nos liamos la primera vez en fiestas del puerto viejo de Algorta, y lo recuerdo muy bien. Aunque ya nos conocíamos desde hacía unos meses, puesto que por aquel entonces nuestras respectivas cuadrillas andaban juntas, prácticamente no nos habíamos dirigido la palabra más allá de las típicas formalidades. Ella estaba hablando con dos amigas suyas a unos cuatro metros de donde yo me encontraba haciendo lo propio con un colega. Pasado un tiempo vino hacia donde yo estaba y se quedó mirándome, un buen rato. No me molestaba ni mucho menos que ella me mirase. Es más, me tiré un buen rato haciendo como que no me enteraba de la historia. Por fin, decidí acercarme y entablar con ella mi primera conversación, una que no se limitase a un Qué tal o un Agur. No recuerdo de qué hablamos; casi seguro se trató de una conversación simplona, y unas dos horas y varios bailoteos después estrechábamos nuestros cuerpos en un jardín privado de una de las blancas casitas que copan el barrio del puerto viejo, y desde la cual fui testigo de uno de los amaneceres más bonitos que recuerdo. Pocas semanas después ya éramos novios, aunque por supuesto los problemas no tardaron en surgir; por cualquier cosa. Ahora que me pregunto por qué hice lo que hice, y no encuentro una respuesta lógica. No la tiene. O quizá, simplemente, soy un cobarde. Pero bueno, volviendo al despacho, y al fax, y a la sentencia que rechazaba mis argumentos por quinta vez… La maldición que mi hermano, que está como una cabra pero de tonto no tiene un pelo, predijo iba a suceder era la siguiente: cuando un abogado joven, con la arrogancia que le caracteriza, se enfrenta a sus primeros juicios y los pierde, tiene dos opciones: una, sobreponerse al golpe (mejor dicho a los golpes), cambiar de actitud e intentar mejorar sabiendo que de los fracasos hay muchas más cosas que aprovechar que de las victorias; o dos, decidir que no es ésa su profesión y que puede dedicarse a cualquier otra cosa. La segunda opción era por la que yo me estaba decantando en los minutos posteriores a la lectura de aquella sentencia que condenaba, por quinta vez consecutiva, a los clientes del Señor Ventura, o sea, a mis clientes. Tras esta última derrota empezaba a tener la sensación de estar defraudando un poco la confianza que Jorge, mi jefe, depositaba en mí al encargarme los pleitos.

XXIX


Yo trabajaba en un cuartucho de unos nueve metros cuadrados, de los cuales cuatro y medio eran ocupados por un monstruoso armario que contenía millones de carpetas donde se guardaban los expedientes de todos los clientes del despacho. Cartulinas verdes, rojas amarillas y azules se repartían aleatoriamente entre los estantes, cada una con su número y letra correspondiente. Frente al enorme mueble estaba mi mesa, pequeña, sin cajones, con un pequeño portátil en medio, una impresora a la derecha y el fax a la izquierda. El espacio era muy reducido. Más allá de la impresora, unos diez centímetros a la derecha, se encontraba la única ventana de la estancia. Pues bien, salí de mi zulo con la sentencia en la mano y al llegar al despacho de Jorge su secretaria me informó que éste había salido de fin de semana, a Sitges, y no quería saber nada del trabajo hasta el martes, que era cuando volvía. Por mí no había ningún problema, aplazaba el momento de informar del fallo. Y me permitía desconectar y no volver a pensar en ello hasta el martes. Todas unas vacaciones para mi mente. Odiaba esta profesión. Odiaba la presión a la que uno se ve sometido al preparar un juicio, por pequeño e insignificante que parezca a primera vista. Odiaba el trato con clientes que a la mínima oportunidad aprovechan para echarte en cara las cosas que no has hecho o que has hecho mal. Odiaba la imagen que el abogado se ve obligado a ofrecer a su cliente, siempre vestido de traje, aparentando ser alguien importante cuando en el fondo sólo eres otro muerto de hambre. Odiaba el trato con los funcionarios de la administración de justicia que en su mayoría son unos incompetentes, y además no me tragaba esos rollos de la separación de poderes, la independencia del poder judicial y toda esa mierda que se ve en entredicho día tras día en esta gran pocilga de país. No recuerdo muy bien qué fue lo que hice durante el tiempo que me quedaba por quemar aquella mañana en el despacho, pero es muy fácil de suponer porque la querella estuvo acabada en diez minutos. Muy probablemente no hice nada; el Facebook abierto con su ventana minimizada, haciendo como que hacía, y atendiendo el teléfono, eso seguro. Porque además de ser el chaval en prácticas, que redactaba demandas sencillas y recursos intrascendentes, buscaba jurisprudencia imposible de encontrar, preparaba propuestas de indemnización para enviar a las compañías de seguros y perdía juicio tras juicio, cogía el teléfono cuando éste sonaba (la secretaría no hacía nada, muchas veces ni estaba) y, en medio de lo que en aquel instante estuviese haciendo, anotaba los recados que clientes realmente insistentes le dejaban a mi jefe. Y todo eso a cambio de doscientos euros cada tres meses, o sea un robo. A las dos en punto la secretaria me dijo que me fuera a casa y no volviese a la tarde. Aquella noche a eso de las nueve, tal y como había prometido, me llamó Irene y quedamos en encontrarnos a las diez en el bar que está debajo de mi casa. Yo estaba viendo una película en el salón, la dejé a medias y me puse a preparar la cena para todos, mis padres y mi hermano habían salido a hacer la compra de la semana y estarían al llegar. Cocí pasta, después piqué un ajo, lo eché a la sartén y lo acompañé de tacos de beicon y finas rodajas de chorizo. Para acabar abrí un bote de salsa de tomate que mezclé cuidadosamente con los ingredientes de la sartén. Cuando todo estuvo terminado mis padres y mi hermano aún no habían llegado. Eran las nueve y cuarto y no quería cenar solo, por lo que opté por esperarles. Volví al salón y retomé la película por donde la había dejado. Aita, ama y Dani finalmente aparecieron por casa, les ayudé a ordenar la compra y nos pusimos a cenar.

XXX


Quise hablar con Dani y decirle que tenía razón respecto a la maldición de Lionel Hutz. Se lo dije y, por la expresión de sus ojos, supe que me había entendido, aunque no me contestó. Creo que ya he dicho que mi hermano estaba loco. No es que naciese así. Toda la vida había sido un chaval bastante retraído y encerrado en sí mismo, pero sociable. Tenía su cuadrilla, se montaba sus planes, sus juergas; lo normal. De pequeño jugaba muy bien al fútbol. A los dieciséis lo dejó porque prefería quedarse fumando por ahí, como todos hemos hecho. Siempre fue un buen alumno. Estudiaba física en Leioa, estaba en tercero, cuando su cerebro se rompió y empezó a hablar de Marte y de no sé qué verdad. A partir de entonces la comunicación con él fue mucho más difícil. Bajé pronto a mi cita con Irene, unos cinco minutos antes de la hora. Hacía años que no entraba en aquel local. La cafetería estaba prácticamente vacía; un grupo de tres hombres de unos cincuenta años bebían cerveza en la barra mientras conversaban de manera animada, junto a ellos, sentadas en una mesa cuatro señoras ya ancianas jugaban a las cartas y tomaban café, y al otro lado de la barra la camarera hojeaba una revista de cotilleos con gesto aburrido. En la televisión tenían puesto un partido de baloncesto que enfrentaba a no sé qué equipos. Me decidí, como siempre hago, por sentarme en la mesa más próxima a la puerta pero cuando me acerqué pude observar millones de pequeñas migas de pan esparcidas por la misma, rodeando lo que parecía ser un pimiento rojo que parecía casi en descomposición. Así que me senté en la mesa contigua. No me apetecía limpiarla ni llamar a la camarera para que lo hiciese por mí, simplemente prefería esperar a que llegase Irene, escuchar lo que tenía que decirme y llamar a Rulos para ver qué hacíamos aquella noche. Puede resultar extraño que no pensase en hacer ningún plan con ella pero habíamos decidido que los viernes eran de cada uno, ella saldría con sus amigos y yo con los míos, a no ser que hubiésemos planeado algo especial o surgiese algo imprevisto. Además, hacía bastante tiempo que no lo hacíamos; follar, digo. Ninguno lo buscaba ya, porque no disfrutábamos. En aquel momento la relación estaba demasiado podrida como para intentar algo. Aunque yo intuía que ésa no era la única razón que forzaba nuestra abstinencia. Miré al reloj, faltaban dos minutos para las diez. Irene normalmente era puntual, nunca había tenido que esperarla más de veinte minutos, lo que comparado con algunos amigos y sus respectivas parientas era todo un logro. En la televisión jugaban unos de verde contra unos de rojo y negro, no supe quiénes ganaban. Soy algo miope y la vista no me alcanzaba para ver el resultado. Cambié de idea, me apetecía una cerveza. Puse mis ojos en la camarera, que seguía en la misma postura en que estaba cuando había entrado, sin levantar la vista del papel. Uno de los cincuentones soltó una sonora carcajada y ahí sí que la chica levantó la vista, un segundo, para acto seguido volver a posarla en la revista. Me fijé en ella, era delgada y de piel muy blanca, tenía el pelo negro o azul oscurísimo, no estoy seguro, y, sin ser nada llamativa desplegaba un aire de lo más sensual, era discreta y elegante en sus gestos. Casi sin darme cuenta imaginé cómo serían sus pechos, pequeños y firmes, coronados por unos diminutos pezones cada uno de los cuales apuntaría en distinta dirección. Estaba convencido que no había reparado en mi presencia en todo el tiempo que llevaba sentado en la mesa. Me levanté y fui a la barra, dije: ¿Me pones una cerveza? Ella, con un suave movimiento alzó unos grandes ojos marrones y acto seguido levantó la barbilla. Mirándome de frente y con una casi imperceptible sonrisa dijo: Sabía que ibas a acabar levantándote…

XXXI


Solté una carcajada, por lo menos sí se había percatado de que había entrado en el bar. La sed ha podido con la pereza, dije. Ella esta vez sí que sonrió, dejando entrever una blanca y cuidada dentadura, mientras tiraba la caña con estilo. Cuando me sirvió el vaso quise quedarme allí, con ella, todo el tiempo del mundo, mirándola. Pero en cambio cogí la cerveza, pagué y, sin decir nada, me senté en la misma mesa de antes. Iba por la mitad de la caña cuando llegó Irene. Yo la vi primero. Ella, con gestos casi mecánicos, miró hacia las viejitas de las cartas, a los tres amigos que en ese momento pedían otra ronda y finalmente a mí. Por alguna razón supe lo que iba a pasar. Al fin y al cabo ya llevábamos bastante tiempo juntos, nos conocíamos bien. Ella era transparente, en su cara advertías la alegría, la tristeza, la mentira, la verdad, los celos, el odio, los nervios; todo. Se dirigió con paso firme a mi mesa y con cara muy seria dijo: Asier… Se calló y se sentó. Estaba nerviosísima. Hizo un amago de volver a hablar, abrió la boca y no produjo sonido alguno. Yo observaba. Volvió a intentarlo y dijo: Tengo prisa y no sé cómo decirte esto… Silencio de nuevo. Empecé a impacientarme, había conseguido trasmitirme su inquietud. Cogí su mano entre las mías, le dije que se calmase, que todo estaba bien. Durante dos segundos su rostro se serenó, y yo hice lo propio. Pero de pronto, como si recordase algo súbitamente, su mirada se llenó de odio, inhaló una profunda bocanada de aire y dijo no quiero seguir siendo tu novia, no quiero volver a hablar contigo y no quiero verte nunca más. No gritó pero lo dijo en un tono decidido, y bastante alto; lo suficiente para que en el bar se hiciese el silencio, únicamente interrumpido por la televisión, donde los comentaristas vibraban con lo que parecía el final de un apasionante partido. Irene estaba de espaldas al público que acababa de crear, y yo sólo veía las caras de las viejecitas que, sorprendidas, se habían vuelto para observar mejor lo que ocurría, y las de los cincuentones que con aire curioso miraban por el rabillo del ojo hacia donde nos encontrábamos mi ahora ex novia y yo. A la que no conseguí ubicar en ese mini segundo fue a la camarera pues, tal y como luego me di cuenta, estaba en ese momento tras los tiradores de cerveza sirviendo las tres cañas para los cincuentones. Permanecí callado, más preocupado por la vergüenza que en ese momento sentía que por el hecho de que Irene me dejase. Yo sabía que ese día finalmente iba a llegar y casi deseaba que llegase. Me parecía injusto dejarla cuando durante todo este tiempo yo había sido su novio y era ella la que estaba enamorada de mí y no al revés. A lo mejor mucha gente no le encuentra sentido, yo sí. Así que, ahí andaba yo, sobre todo avergonzado, un poco dolido en el orgullo y también un poco, por qué no, feliz de no tener que seguir representando una farsa durante más tiempo. ¿No vas a decir nada? dijo Irene mirándome con rabia. La verdad era que no se me ocurría qué decir. Pensé en ser brutalmente sincero pero deseché la idea rápidamente. Te entiendo, dije por fin con un estudiadísimo hilo de voz, y añadí: Las cosas no han ido bien desde hace ya bastante tiempo, y a lo mejor es el momento de dejarlo. Durante los segundos en que encajaba mi respuesta me pareció advertir un cúmulo de desconcierto, tristeza y odio en su rostro. Yo no pensaba volver a abrir la boca, consciente de que, dijera lo que dijera e hiciese lo que hiciese, la iba a acabar de desquiciar. Pero no hizo falta, se llevó las manos a la cara y comenzó a sollozar. No supe cómo reaccionar y eché un vistazo alrededor: las viejas seguían mirándonos descaradamente, la cuadrilla de la cerveza ya no se molestaba en disimular y en las miradas de todos ellos podía sentir el reproche dirigido hacia mi persona. Salvo la camarera, ella había vuelto a hojear la revista de marujas y parecía que la situación no le despertaba el menor interés.

XXXII


Finalmente Irene, sin dejar de sollozar, salió por la puerta. Yo sabía que los siete curiosos del bar seguían mirándome. Hay gente que es así, te miran como embobados y no se preocupan de disimular. Pero la camarera no me miraba, seguía absorta en la noticia sobre la liposucción de Winona Ryder o el nuevo hijo adoptivo de Brad Pitt. Pensé en calmarme, contaría hasta cien, con los ojos cerrados, respirando profundamente. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… De repente me vi arrojado al suelo de la cafetería. Unas manos grandes y fuertes me habían agarrado de las solapas, me habían levantado de la silla y me habían lanzado furiosamente contra la mesa más próxima a la que yo ocupaba, la de las migas y el pimiento putrefacto. Tras unos instantes en los que pude recomponer en mi mente lo que me había sucedido, alcé la vista y vi al tipo que me había agredido. Era Euken Gómez, un gigante idiota, típico del pueblo, que llevaba por lo menos dos meses follándose a Irene, o eso sospechaba yo desde el día en que les vi juntos en su coche, en actitud extraña. El gigante me levantó de nuevo, esta vez con una sola mano mientras con la otra cargó el brazo para soltarme quizá el mayor puñetazo que he recibido nunca. No perdí el conocimiento, pero casi. Recuerdo que noté cómo se me abrió una herida en el pómulo izquierdo, recuerdo el desgarro de la piel. Me palpé la cara y vi sangre en mis dedos. Mi cabeza era una nebulosa, sólo veía sombras y oía sonidos irreconocibles. No vuelvas a dirigirte a ella, no la llames, no te acerques, ni la mires, me advirtió el gran gigante subnormal. Eso sí que lo oí, muy nítido. Acto seguido, un nuevo sonido, dulce como un canto de sirena, hizo aparición: Déjale en paz o llamo a la Ertzaintza ahora mismo, dijo la camarera. Euken la miró sorprendido, soltó una especie de bufido, se dio la vuelta y salió por la puerta. Ah, mi heroína. Me quedé tumbado en el suelo y apoyé la cabeza contra el mismo. Sentía un dolor agudo en el pómulo; temía que ese gorila me lo hubiese roto. Mi salvadora se acercó y me animó a recostarme. Déjame que te vea la cara, dijo. Yo por mi parte la dejé hacer, estaba demasiado aturdido para reaccionar. No está roto, has tenido suerte. Vete a urgencias aquí al lado, porque van a tener que darte unos cuantos puntos en la cara, dijo, y añadió: espera, ¿qué tienes ahí? Y me despegó el dichoso pimiento de la frente. Mike Gnosis

XXXIII


UN LIBRO, UNA PELI, UN DISCO

LAS CIEGAS HORMIGAS, de Ramiro Pinilla. Cuando un furioso temporal arroja un carguero contra los acantilados de La Galea de Getxo, comienza esta historia en la que, durante un breve periodo de tiempo y a través de los ojos de algunos de sus miembros, compartimos las vivencias de la familia Jauregui. Ramiro Pinilla, brillante heredero de Faulkner, escribe, debido en gran parte a la profundidad de la historia pero no menos a la técnica del monólogo interior, la cual domina a la perfección, una novela poderosa. Una obra considerada clave en la historia de la literatura vasca. Bruce Wayne

EL INVISIBLE HARVEY, de Henry Koster. Basándose en un obra de teatro de Mary Chase, quien también consta como guionista, Henry Koster nos ofrece una película especial, en la que un excelente James Stewart da vida a un hombre cuyo mejor amigo es un conejo blanco de dos metros, al que no ve nadie más que él. Es la premisa argumental de una película con un enorme trasfondo, que nos invita a reflexionar sobre el concepto que manejamos de lo que es la salud mental, que nos propone un divertido paseo por la delgadísima cuerda que en muchas ocasiones separa la cordura de la locura. Cyril Graham

FUN HURTS!, de Nursery Crimes. Publicado en mayo de 1992. Banda de Melbourne. Disueltos en 1993, se juntaron en Octubre y Noviembre de 2006 junto al ex batería de Bodyjanr para realizar unos pocos conciertos en Australia. Un disco que no defrauda si eres fan acérrimo del punk rock acelerado con melodías dulces y arreglos frenéticos. Incluso se atreven con una cover muy acertada de The Beatles: Eleanor Rigby. Urizen

xxxiv





AGRADECIMIENTOS Desde la redacción de Tiempo de Ratas queremos acordarnos de todos esos colegas nuestros a los que directa e indirectamente hemos aburrido con el tema del fanzine; y que, muchas veces de manera involuntaria, nos han aportado millones de ideas que finalmente hemos acabado plasmando en este proyecto. Además no podemos dejar de mencionar a nuestros colaboradores directos: Antón, Borja, Armando, Ignasi, Iñiguín, Besga, Álvar, Jimi, Manu, Ángel, Danel, Mayi y Pablo. Todos esos kamikazes geniales que, sin saber muy bien dónde se metían, generosamente nos han confiado sus aportaciones, haciendo de este volumen algo mucho mejor de lo que en un principio pensábamos que seríamos capaces de conseguir.



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.