Tinta Tres ed 21 Manrique Gráfica

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Medellín Colombia - Nº 21 - Abril de 2014 - 24 páginas - Comuna 3 Manrique - www.tintatres.co - Distribución gratuita

Manrique gráfica

Ilustración: Andrés Sánchez

Especial


Circunferencia y línea guía

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aso al lado de camelladores sudorosos y ebrios, esquivo taxis, motos y patrullas, miro luna y nubes, cruzo el parque interno, ojeo graffity art de Pepe, camino por avenida cerrada, escalo la torre de babel, escudriño robustas adolescentes de trencitas y nariz pequeña, también mujeres en sus cuarentas vestidas de azul, beige y gris lascivia, imagino pieles olvidadas en el sofoco… Caen plumas del cielo, im glad, im tired pienso, mientras la lluvia huye por las alcantarillas… (Proporciono las facciones) doy tres mil quinientos pasos, los ojos cuidan sus tronos, caos, cuscas, madera, jazmín, orinales, polas, ripio y vasos desechables con aguavino, practico harakiri mental, un tobogán me sirve de lazarillo… (Detalles) la barra, más polas y silencio,

Yo y mis intensiones Por Luis Eduardo Loaiza

Coordinación editorial: Andrea Aldana. Corrección de estilo: Francisco Monsalve. Redacción: Paola Alarcón, Óscar Cárdenas Avendaño, Francisco Monsalve, Alexander Zuleta. Colaboradores: Johana Arboleda Taborda, Eulalia Borja, Luis Eduardo Loaiza, Andrés Sánchez. Ilustración: Luis Eduardo Loaiza, Franco, Andrés Sánchez. Asesoría Alcaldía de Medellín: Diana Carolina Zapata, Secretaría de Comunicaciones. Coordinación proyecto Escuelas de Comunicación Comuna 3 Manrique: Johana Arboleda Taborda, Manuel José Bermúdez Andrade, Universidad de Antioquia. Año 4 número 20, Marzo - Abril de 2014. Distribución gratuita. 20.000 ejemplares. Impreso en: La Patria. Tinta Tres es una publicación realizada por el Centro de Investigación y Extensión de Comunicaciones (CIEC), Universidad de Antioquia. www.tintatres.co

Contacto: tintatresperiodico@gmail.com www.facebook.com/tintatres www.issuu.com/tintatres twitter: @tintatres www.youtube.com/periodicotintatres

»» Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura. (Artículo 20. Constitución Política de Colombia) »» La actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e independiencia profesional. (Artículo 73. Constitución Política de Colombia) »» Las opiniones y afirmaciones expresadas en los artículos son responsabilidad exclusiva de los autores y no son representativos, necesariamente, de la línea de pensamiento del periódico, ni responden forzosamente a opinión de quién lo dirige.


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inesperada briza, emboscado en aquellas dunas, por uñas carmín de dedos seductores, de violeta pastel cintilla, cabello negro, lunares sobre esa piel, que es como flamante mármol, charla innocua, visiones románticas borrosas, morir sobre un suave algodón interracial, cuero al tacto, espinas en los codos, ojos vestidos de café y negro, sin pestañina, ¿etérea? Por más que trato no dejo de ver el puto mundo en 2D… (Luces y sombras) sonidos lejanos y cercanos hacen música de cámara, no solo piojos y basura escupe la alfombra gris, ladro, pero ahora somnoliento y leve, empaquetado en este tren locuaz, no fluyen más líneas. Mientras retornan el sol y los primeros buses abro mi libreta y trato de encontrar la modelo que como humo fue…

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Denuncia gráfica

En las laderas Por Oscar Cárdenas

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e tierra, de cemento, con malla o sin malla, al aire libre o cerrada, la cancha en el barrio es un espacio de apropiación diverso, no sólo del deporte, también en ésta se viven las expresiones de lo popular, la música, el teatro, el baile. Se podría decir que la cancha es un escenario para vivir la cultura de barrio y es que hasta de albergue ha servido: recibe inquilinos que van desde un circo hasta una comunidad de desplazados. La cancha también es expresión de clase. Las pelotas de marca, los uniformes de futbol y los patines, es común verlos en las canchas más centrales; en las laderas cualquier cosa, incluso una bolsa rellena de

basura, se convierte en balón, porque lo que vale es divertirse. Los fines de semana estos espacios tienen más vida, especialmente los domingos, cuando la cancha se viste de torneo, de actividad cultural y de concierto. Pero hay algo en lo que se debe enfatizar: el estado de los escenarios deportivos en la Comuna 3 es deplorable. En la parte central podría decirse que las canchas están bien, que la Administración les mete la mano, aunque no falta el hueco en la malla que la encierra o en la de la arquería y un tablero o una sesta afectados; cosas pequeñas comparadas con los escenarios deportivos de la ladera. Éstos se encuentran en un estado lastimero, muchos ni siquiera cuentan con una estructura adecuada, como la cancha del Sector 4 en La Honda que no tiene pavimento y a sus arquerías ya casi no les queda malla. Hay una violación clara al disfrute de espacios deportivos aptos para la actividad física y recreativa en la ladera de la comuna, tema que ya es de conocimiento público y ante el que los líderes comunales enviaron cartas al Inder para informar la situación. La mayoría de estos espacios fueron construidos por la comunidad por falta de una apropiación del


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la cancha se busca en la calle

municipio, que est谩 obligado a garantizar este derecho a las comunidades. Son tan escasas y tan alejadas las canchas, unas de otras en la comuna, que la calle necesariamente se convierte en una, pero esto s贸lo es una forma de vivir el juego, de adaptarlo, a falta de espacios aptos para ello.

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Semblanzas

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Desde lo cotidiano

Mujeres que también luchan y trabajan Por Oscar Cárdenas

Son tres mujeres diferentes por edad y por sus historias, pero poseen algo en común: Cindy, Rosa y Eucaris son mujeres luchadoras, mujeres para las que alimentar hijos o nietos y sobrevivir son los motivos que las llevan a abrir sus negocios día tras día, trabajos independientes, y algunos informales, que les dan la posibilidad de estar con los suyos.

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ucaris Molina

“En La Honda llevo seis años. Vengo de Betulia, Antioquia, desplazada desde hace 16 años. Anduve por toda parte, a uno como desplazado le toca. Llevaba cinco menores de edad; estuve trabajando en Bogotá, estuve manejando una finca en Ceilán, Valle, luego me regresé para Betulia y de allá volvieron y me hicieron venir. El negocio lleva ya cinco años, pero antes era en madera,

era en tablas. Vendemos de todo: ropa, desayunos, almuerzos, pastel de pollo, empanadas, pancerotis. Empecé con los catálogos de ropa, de perfumería, de maquillaje, por último, el catálogo de zapatos y productos para la salud. El negocio de allá era el mismo, pero no vendíamos de catálogos, hasta que llegaron los paramilitares y acabaron con todo. Le metieron candela a todo eso, se llevaron todo lo que era cerveza y gaseosa, dañaron los enfriadores y me dieron orden de salida. Me

tocó dejar todo. Apenas hace dos meses la Administración me dio un proyecto productivo ¡Casi que no! Estoy trabajando en un grupo de huertas caseras, en el colegio tenemos todos los sembrados: tenemos maíz, tenemos frijol, zanahoria, remolacha, ahí nos está apoyando Acción Social, el Sena y el municipio. Somos siete mujeres, todas mayores y un hombre que ya pasa de los 60, queremos sembrar espárragos y la alcachofa, porque es un sembrado que nos deja buena ganancia.”

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indy Vanesa Molina

“Trabajo porque tengo un niño que va para cuatro años. El negocio es de mis padres y por ahí derecho ellos me pagan y lo hago por mi niño. Siempre he vivido en Medellín, ahora estoy terminando el bachiller, los fines de semana, validándolo. El negocio lo tenemos hace tres meses, nos ha ido bien gracias a dios, pero igual todas las cosas son de constancia, entonces le trabajamos con mucho amor”.

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osa Inés Giraldo

“Yo llegué aquí desplazada de San Carlos, Antioquia, hace como 25 años. Llegué allá a La 45 (Manrique) y luego mi hermana compró un pedacito de tierra e hizo un ranchito ahí por La Capilla. Hace nueve meses vendo mangos y alimentos aquí, desde que nos dieron el apartamento a cambio del ranchito que teníamos y que todavía no lo han querido tumbar. Ahora estamos aquí vendiendo, no nos han dicho nada y los que estamos en el apartamento tenemos derecho a trabajar pero para pagar servicios públicos tenemos que meternos con los paga diario, porque eso es lo único que presta plata así, juntica. Estos mangos dan para pagar ‘graniaito’. Hay veces que me hago 25 o 30 mil y así, de eso tengo que volver a comprar lo que me haga falta. Por ejemplo

hoy tengo que sacar 14 mil para el paga diario, eso es una esclavitud, pero le hacen un favor a uno, así tenga que pagar al 20 por ciento. Es un jueguito de no terminar, pero aquí estamos”. Rosa, una mujer con fuerza y vitalidad, desde hace venite años ha vendido mangos y alimentos que ella misma prepara, desde que vivía con su hermana en La Capilla. Ahora tuvo que abandonar el lugar donde inició su venta, donde acreditó el negocio, su opción de subsistencia. Hoy se encuentra viviendo en los edificios de La Cruz. En un costado al lado de la calle, entre los edificios y la malla de la Escuela Ramón Múnera Lopera, sección altos de La Cruz, improvisó un toldo que le protege del sol. Todos los días sale a vender los mismos productos que vendía en su antigua casa. Empieza por la mañana hasta las horas de la tarde, pero algo ya no es igual.


Perfil

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El reparador

de bicicletas Por Alexánder Zuleta

El kiosco es como una colada de hierro y caucho visto por las cuatro esquinas

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arlos Henao lleva 14 años en el oficio de arreglar bicicletas en Manrique Oriental. Llegó a la comuna desde Buenos Aires, Medellín, para dedicar su vida a lidiar con el hierro, la tuerca y la llave. Dice él, desde joven encontró “amaño y gusto por el funcionamiento de las ciclas”.

“Yo empecé con una llave y unos metros de alambre”. Ahora su entable es una presa, un kiosco verde y de lata, llena de todo lo necesario para los gajes del mecánico de ciclas. Pero su talento no es solo arreglar, también arma, desarma y ensambla bicicletas nuevas; vende toda clase de repuestos: radios, neumáticos, llantas, frenos, manubrios, tuercas. Ensamblar una bicicleta, cuenta Carlos, puede tardar en tiempo aproximadamente “tres horas en quedar lista teniendo a la mano todos los repuestos”. Una bicicleta usada “vale entre 40 o 50 mil” y una nueva “por ahí unos 200 mil”. La carrera 32, desde tiempos remotos, es la ruta de decenas de montadores en cicla. Preferida por ser plana, larga y ancha, hacia las dos de la tarde o más se vuelve una superposición de ciclas y motos. Allí empieza el auge de clientes, en su mayoría niños. “Lo más común es el parcheo de llantas”, dice Carlos, quien ya hace parte del paisaje. Pero igual hay otros trabajos o encargos como “la enderezada de rines, el arreglo de cadenas, frenos, la puesta de aire y la engrasada”. Tiene 45 años y nació en la República de Colombia. Abre su negocio de 9 a 6 de la tarde, todos los días. Vine solo y, concluye, su oficio es “mecánico de bicicletas”, a mucho honor.

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¿Y a qué juegan los niños de mi comuna? Por Paola Alarcón

“Hola, esposo mío, ¿cómo te fue en el trabajo?”, dijo una niña mientras jugaba con su amigo al papá y a la mamá. Se sonrieron cuando descubrieron mi presencia, entonces les pregunté a qué jugaban y respondieron “a la mamacita”. Seguido de esto, les hice unas preguntas: -¿Eso cómo se juega? -Pues con una muñeca, unas ollitas y un papá, dijo la niña. -¿Por qué juegan eso? -Porque mamá me ha dicho que eso voy a ser cuando sea grande. -¿Qué? -Pues una mamá. -¿Y tú quieres ser mamá? -No, porque lloran, se hacen popo y no puedes jugar a la mamacita.

A la mamacita A pintar -¿Qué estás pintando? -Una casita con un lago. -¿Y por qué la pintas amarilla? -Porque amarillo es el sol y mi casa está cerquita al sol. -¿Cerquita al sol? -Sí, arriba, donde van a tumbar las casas.

A cero contra pulcero Hagan fila que yo voy primero. Moche cabeza, baje un poquito que yo no alcanzo, bueno ahí voy… Uno mambruno, dos pataclós, tres me tiro al revés, cuatro las patas del gato, cinco y aquí te brinco, seis la vieja Inés, siete manos de machete, ocho comamos biscocho, nueve nadie se mueve, diez empecemos otra vez.

Al chat de mentiritas

¿Y los niños qué chatean de mentiritas?, le pregunté a la niña. “Bueno, sólo inventamos un amigo imaginario y hacemos lo que los grandes hacen”, me contestó mientras chateaba en su computadora de juguete. -Me desconectaron el internet, no pude hablar contigo ayer pero acá estoy ¿Quiere jugar conmigo? -Claro, ¿a qué jugamos? -Juguemos a chucha cogida. -Bueno, pero a escondidas porque mamá dice que me puedo aporrear.

-Ah, no sea niño, venga a mi casa y jugamos. -Bueno, pero mejor chucha americana. -Pero mamá no me deja tener novio. -No importa, a la final y es sólo un juego. -Bueno, nos vemos luego, chao.


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Al farolito

-Mamá ¿Tiene una bolsa y una tirita para jugar? -¿Jugar a qué? No sea pendejo. -Al farolito. -Ah… Mire a ver si en los huecos de la cocina hay. -Mamá, no alcanzo-, grita el niño desde la cocina. -Juan, ayúdele a su hermano. -A ver enano, qué quiere hacer. -Sólo alcanzar esa bolsa y poner esta tira en ella para que vuele.

-Muestre a ver. -Gracias. -Enano, ¿puedo ir con usted? -Claro.

“No se demoren y cuidado se aporrean”, despidió la voz materna, y enseguida salieron corriendo contra el viento, por una carretera destapada, mientras el farolito volaba a sus espaldas.

Al caballito -Me toca, me toca. -Pero si usted pesa mucho. -Pero si ya llevo tres veces y usted no me ha montado. -¡Ah, no sea quejambroso!, al fin y al cabo yo soy más chi-

quita. Bueno, una vez y ya, si no, le cuento a mamá que usted no hizo tareas. -Bueno pero sólo una vez. -Sí, ‘úchili’ caballito.

A treinta y una

-Una, dos, tres, cuatro ¡Ah! Una, dos, tres, cuatro, cinco ¡Ah! -No ‘mija’, usted no es capaz de llegar a treinta. -¿Nooo? Espere y verás que sí soy capaz. ¿Cree que porque soy mujer no puedo?

-Hágale a ver. -Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis ¡Ah! -¿Sí ve? No fue capaz. -Ah, pero sume todas las que he hecho y verás que ya pasé las treinta y una.

Y juegan… los niños también juegan con otros juguetes que están enseñados a resistir el frío, la tierra y el sol de esta comuna.

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Relato de viaje

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En esta tierra Se enterró mi ombligo

Por Alexánder Zuleta

Tinta Tres retrató las imágenes de dos víctimas del conflicto armado, provenientes de Urabá, en su retorno a los lugares de sus memorias. Dabeiba, Apartadó y Turbo fueron los entornos donde las vidas dejaron de pasar hace 17 años, cuando fueron desterradas.

Luis Ángel busca algo suyo. 17 años sin volver a su tierra pueden mentir a su memoria. Busca el barrio el Guarumo, del corregimiento de Currulao, último lugar donde vivió en Urabá. En la semana del 14 de marzo ocurrió algo importante en el mundo. Mientras Colombia celebraba la nueva recua de senadores, dos personas de Manrique viajaron a Urabá al reencuentro con lo que algún día fueron. Un viejo y un joven recorrieron los lugares donde antaño dejaron sus vidas.

El reencuentro de Luis Ángel con su sobrina, Turbo.

El vacío está lleno, la satisfacción es plena. Volver al lugar de donde fue sacado por el plomo de la guerra y dejar el peso agobiante de la amargura es la verdad de Luis Ángel. Su nombre está escrito en la tacha de sangre que pintaron un día los enemigos de la UP, quienes querían arrasar de cualquier modo con los líderes políticos.

La vereda La Balsita es un corredor de casas habitado por no más de diez familias. Aquí Oscar Cárdenas dejó su ombligo hace 22 años. Hoy volvió a recordar su niñez en la nada que es lo que era su hogar.

Luis Ángel fue concejal del municipio de Turbo en el año 1993 por el partido Unión Patriótica.


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En el paisaje las cosas caídas son una recurrencia del conflicto colombiano. El abandono de las casas revela el paso que ha hecho por estas tierras el plomo del fusil y la amenaza de los grupos armados.

Ir al lugar, ir al encuentro con la familia o lo poco que quede del recuerdo. Ir al lugar y sacar el evento de las tumbas del olvido. Oscar fue a su lugar y al reencuentro con su tío Gabrielito López.

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“Sentí muchas cosas en La Balsa, Dabeiba porque allí estaba mi ombligo, mis historias de la infancia. Me dio mucha tristeza ver las condiciones en que se encuentra el corregimiento, mi familia”. Oscar. “Llegué de 22 años a Urabá, aquí empecé a formar un hogar, una familia”. Luis Ángel.

Los hubieran visto, el uno sentía el correr de las olas y se dejaba llevar; el otro simplemente peleaba contra ellas en un titubeo como de niño travieso. El viejo y el joven dejaron que el viento y las olas se llevaran la amargura y dejaran la esperanza.

Otro encuentro en el camino de la niebla. Oscar con su tío y sus primos van al cementerio de visita a las tumbas de sus ancestros.


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Ciudad poética desde Manrique Por Andrés Sánchez

Arte gráfica


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Nocturnos

I Y allá en el fondo, gritos, puñaladas, plomo, golpes en caras roídas, raqueteadas, envases en la pared. Tacones sobre el pavimento, carcajadas sin dientes y cuerpos que zambullen en el río. Murmullo perenne y agobiante, que revolotea en el aire buscando ser oído. II Olor de faldas a cuadros que suben y bajan, lápiz en los dientes, marcan la hora de un buen café y un cigarrillo, mientras el horizonte esquiva. III Costra de luz atenuante, asesina, que sobre el plato reposa, y el lecho corrompe. Geometría caótica. Lugar de muchos, hogar de pocos.

Paisajes

I Cornisa de pueblo y tierra marcan caminos que se pierden en el paisaje como paloma en la niebla, de brillantes escudos, fresca brisa, refugio de hombres y lobos, refugio del destierro.

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La cocina y la costumbre

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Por Alexánder Zuleta

Manrique tiene contrastes hasta en las cocinas. Todas cuentan en secreto lo que se prepara en los hogares. Sus rostros no son a la luz del día porque permanecen, por lo general, en los interiores. En Tinta Tres queremos mostrar la forma cómo las familias visten, adornan y sacralizan las cocinas.

La casa viste la desnudez de la cocina con un overol de tela con flores que se cambia cada vez que está curtido. Untada la tela de grasa y mugre se hecha a lavar. Es allí cuando la cocina deja ver su esqueleto visceral. La cocina casera de los almuerzos baratos. Dedicado a mecánicos, estudiantes y trabajadores de la calle.

Por aquí, en Versalles, anda el espíritu de la apetencia a la espera de que la Ama manosee las ollas y acaricie sabores y olores. Un chocolate para el ansioso. En la cocina abundante no falta nada; fuera de los trastes, todo se come. Gente sale del sitio conocido como “el tresqui” donde se cocina el aliento diario para gente de poco presupuesto. Lo bueno es que están llenos y contentos. Menú del día para la gente de Manrique “carne sudada con sopa de guineo”.

La cocina es un montón de cosas colgadas, un esqueleto al que se le adhiere aluminio sostenido en clavos o mesones. Ollas, tapas, cucharones, tarritos, tarros grandes; armarios, platos, parrillas. ¿Quién no cuelga como un santo en su casa la tapa de la olla a presión?

En las partes altas de Manrique los hogares fabrican sus propias cocinas con el barro y la ceniza que tienen al alcance. Es la cocina improvisada, costumbrista, precaria.

En el espacio el almacenamiento se restringe, ya no hay dónde meter los platos porque la cocina se copa de comida cruda y de ollas con alimento cocido. Pero igual, pasa que el espacio es tan amplio porque no hay comida, ni ollas, ni nada qué cocinar. Es reflejo del hambre de muchos y la abundancia de otros. Una cocina gorda, donde las cucarachas mueren felices; y esquelética, donde el bicho llega si acaso en navidad.


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De billar en billar

Mundos parecidos pero diferentes por tradición Por Oscar Cárdenas

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os billares son muestra de la tradición de pueblo, del juego como pasatiempo, de la pasión por llenar el fichero marcando carambolas a tres bandas o simples, de ganar por medio de los puntos que da la mesa de pull y sus quince bolas numeradas, siempre con la idea de “encholar” la de mayor número en una de los seis agujeros de la mesa. En estos espacios de juego uno se encuentra con múltiples historias pero también el espacio, como tal, habla. Los movimientos entre tacada y tacada se convierten en una oportunidad para la contemplación mientras el tiempo pasa, marcado por un temporizador digital, un tablero a tizas, una hoja de papel o una pared rayada con lapicero. En los billares ubicados en el parque Gaitán de Manrique, se juega en medio del tango y la milonga, con las amistades entrañables que sólo el avance de los años deja. Tinto y cerveza para exaltar los áni-

mos en medio de una mesa donde los dos jugadores son considerados “tabús”, “marranos”, “pasteros”, “caballos” o “malos”. Muchos de los visitantes frecuentes son viejos pensionados. Entran, piden una mesa, mientras el dueño, despreocupado, les marca el tiempo que allí es digital. Piden un tinto, hablan de futbol, de sus vidas, saludan a los amigos y esperan. El lugar parece congelado, como si los años no pasaran y a la vez parece que tuviera la suma de las edades de la mayoría de sus clientes. “Aquí hay por ahí mil 500 años, sume y verá que le da”, dice una joven trabajadora del billar. Aquí pasan el tiempo, se divierten y entre charla y charla hacen carambolas que les causan orgullo y después no se las creen. Mientras tanto, en los billares de la ladera la cotidianidad es un poco diferente, no tienen mucho tiempo de existencia y en ellos predomina la cerveza y la música de cantina, sea de despecho o corri-

dos prohibidos. Los jugadores son de diferente edad. En medio del licor se divierten, y sean buenos o malos, sólo juegan para pasar el rato. Los espectadores no son viejos sino jóvenes, y hasta niños, tal vez sea porque dentro del establecimiento hay maquinas tragamonedas y afuera, en la calle, hay algunos carritos con comidas rápidas. El dueño, preocupado, se mueve de mesa en mesa y de vez en cuando se para a mirar fijamente que de pronto no se vaya nadie sin pagarle el tiempo, porque aquí se registra en un pizarra o en una hoja. Los billares de la ladera son frecuentados por la gente del campo, por los obreros de construcción, por los que llegan después de estar varios meses “raspando” como trabajo, o por los que simplemente van a jugar, porque siempre lo han hecho, desde la vereda, desde el pueblo… y ahora en la ciudad.


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Esto también es Manrique Algunas cosas simbólicas de la Comuna 3

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Por Paola Alarcón

a conformación de los barrios altos de Manrique se caracteriza por tener plantas traídas desde diferentes municipios, sembradas a lo largo de sus laderas. Los campesinos que cultivaban llegaron a la comuna con los animales que traían de sus tierras de origen o, para seguir la tradición, consiguieron con el tiempo gallinas, gallos, cabras, vacas, caballos, perros, gatos, diversificando la fauna comunal. La comuna se pobló con campesinos y personas que por problemas económicos tuvieron que venirse a habitar las laderas, pues se ajustan a sus bolsillos, los ranchos de retablo y plástico también son símbolo de Manrique. Esto permite que en la ciudad aún se respire el aire del campo y que los jardines, más que circunvalares sean coloridos, y adornen el paisaje.

En la comuna intervienen los artistas.

La iglesia de Manrique.

Las calles son de tierra pero las cuidamos.

El que fue adoptado.

El referente de Manrique ha sido Gardel, La 45 y, recientemente, el Metroplus, dejando de lado lo otro simbólico de la comuna, 25 barrios, sus jardines, sus calles pavimentadas y de tierra, sus trochas y senderos, sus medios de comunicación a través de bocinas por los barrios, sus altares, sus iglesias, sus zapatos que refuerzan los ranchos, sus galleras para las apuestas, su estatua de Gaitán, aunque no se le parezca; sus niños, su gente trabajadora, su liderazgo comunitario, con sus representativos convites para la construcción de calles y alumbrado público, la recolección de agua y hasta las intervenciones artísticas. Aunque no se les dé su lugar, esto también es Manrique.

La fauna casera y ¡qué tan pato ese!

Y también su curiosidad.

Los cachos también hacen parte de la comuna.

El que aún es callejero.

No es muy grande, pero acá se quiere a la gente.

¡Que nos faltó Carambolas!

Y arribita, arribita está nuestro ganado.

El cantar de los grillos recuerda las noches del campo.


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Y para qué Jardín Circunvalar, si aquí ya tenemos jardines.

En las galleras, se gana o se pierde... y puede ser hasta la vida.

Zapaticos que construyen.

La vida llama vida en la ladera.

En La Honda también se trabaja.

Aunque ahora toque en la ciudad, en Acá en Bello Oriente le poneManrique lo campesino no se pierde. mos su altar.

Que se entere todo el mundo.

Insistimos, aquí ya tenemos jardines, que no queremos sus adoquines.

Las casas de retablo...

Gaitán.

La sonrisa de sus niños.

Aquí florece la vida.

... Y las de plástico.

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Informe

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Qué hay de nuevo en la Comuna

Obras terminadas, obras en construcción Por Oscar Cárdenas

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ajo la idea de la reforma integral de barrios que nació en la alcaldía de Sergio fajardo, en la ladera comenzaron a implementar algunas obras que corresponden a esta lógica de desarrollo urbanístico, que no es otra cosa que planificar lo no planificado, y desplazar el ideario o la forma propia de construcción de barrio de las comunidades que construyeron a punta de convite, pala y pica todo lo que existe. Lo primero que se construyó fueron los CAI periféricos como una forma de mantener el control y la seguridad en las comunidades de la periferia,

aunque su misión genera dudas en cuanto a la efectividad. Luego vino la construcción de 345 apartamentos, como un programa de solución de vivienda que traía la Alcaldía de Medellín dentro de su Plan de Desarrollo, los cuales, pasaron a ser parte de las 100 mil viviendas gratis prometidas por el gobierno de Juan Manuel Santos en su mandato; apartamentos que, según la Administración, entran en la categoría de vivienda digna, aunque líderes comunales argumenten que no cumplen con las exigencias históricas y culturales que planteó la población a la que beneficiarían. Esta obra inició en mayo del 2011

y terminó en junio del 2012. Pesé a que su construcción se planeó hace tres años, el centro de salud de La Cruz apenas comenzó obras en enero de este año y, acorde con lo planificado, debe terminarse en 180 días calendario. Su fin es disminuir el déficit de atención en salud a los más de 14 mil habitantes de los barrios La Cruz y La Honda. El pasado 6 de abril, el alcalde Aníbal Gaviria inauguró en Versalles, y entregó a los habitantes de la comuna, una Unidad de Vida Articulada, llamada UVA de los sueños, aunque la totalidad de la obra no ha sido terminada. La UVA tuvo un costo de 4 mil 500


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millones de pesos y va a ser administrada por el Inder. La obra está inconclusa pero los habitantes de la comuna ya la visitan, lo que causó deterioro a su estructura: el pasto que se puso, en muchas partes ya no está; y faltan escalas, muros y zonas verdes. Esto podría ser consecuencia de entregar obras sin terminar, sólo por mostrar resultados de gestión municipal ante un ambiente de foro Mundial. Otra obra en construcción es la del sector pomar, donde antes funcionaba la fábrica de encerados, Desde enero se inició con la construcción de la primera etapa de la nueva sede del Sena, el primer Centro Tecnológico del Deporte, la Recreación y la Actividad Física de la ciudad, espacio que contempla zonas administrativas, académicas, de movilidad, dos canchas sintéticas, una ludoteca, parqueaderos y un laboratorio fisiológico desde ya considerado unos de los mejores de Latinoamérica.

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Inventario de la noche Vómitos de luces incandescentes

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Por Alexánder Zuleta

nventario de lo que pasa en la noche: el beso de los enamorados o amantes por ahora, luego el sexo. El juego de cartas al sabor del wiski en un bar antiguo. Los taciturnos que esperan en la paciencia de 90 minutos un gol del Nacional, una jugada milagrosa que haga dar un grito de triunfo; no posan, están a la expectativa. La calle está sola. La noche es el día del vagabundo. La estatua de Gardel cuida con celo la carrera 45. Las sombras salen y remedan el cuerpo inquieto en el jugueteo de aparecer y desaparecer. Miles de luces incandescentes vomitan sus partículas como una bomba atómica. Es el pleno refugio del tiempo libre de los obreros que ligan su amistad con chorros de cerveza. La calle está libre en la noche; la luna mira chismosa a ver qué pasa, quién muere, a quién roban. Los callejones esculcan la poca luz que llega y dan paso a los transeúntes. La noche también duerme en la montaña tranquila de Manrique. Miles de bombillitos de las casitas de madera pelean con la penumbra, es un paisaje fotográfico que simula cuencas de lava roja, volcánica, magmática.


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En la que se considera la primer guía turística de Medellín, escrita en 1916 por el belga Jacques Peyraf, se recomendaba la visita de “una laguna muy pintoresca. El camino es un poco escarpado pero el ascenso ofrece una hermosa vista sobre el valle”.

En 1541 el capitán Jorge Robledo saldría desde Cartago hasta el Darién con un grupo de hombres en la búsqueda del Valle Arví que se había hecho mítico por la supuesta existencia de un gran tesoro indígena. En busca de este tesoro salimos por los empedrados filos nororientales del Valle de Aburrá.

El paseo de olla a la laguna sigue siendo una tradición popular, en la que antaño gentes de Medellín y de guarne salían en cabalgatas con fiambres y bebidas, para regresar en la noche, ebrios de la entonces popular “Tapetusa”.

Atrás queda la ciudad y allí el bullicio ensordecedor de fábricas, autos y gentes que guarda silencio frente a la majestuosidad de la naturaleza, el verdadero tesoro que por fortuna no vieron los conquistadores torvos.


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El tesoro de la laguna Por Francisco Monsalve

Muchos de estos caminos, huella de la bonanza aurífera de la que sería “la puerta a oriente”, comparten trayectos de los caminos prehispánicos del corregimiento de Santa Elena, prueba de le existencia de grupos indígenas avanzados. La estructura en piedra de los caminos tiene además muros de contención a ambos lados, trazados que sortea terrenos

abruptos, sistemas de drenaje, peldaños y escalones.

alargan. Retroceden. No terminan jamás.

La mejor metáfora que puede hacerse de un viaje de caminos es la de una serpiente que se muerde la cola. Los caminos pueden empezar en cualquier lugar, luego se retuercen entre los árboles. Se adelgazan. Dan un ligero reposo. Se vuelven verticales. Se precipitan. Se

Al caminar los territorios estos se reescriben y el paisaje se revela a cada uno en descubrimientos infinitos. Se transforma, y es así como se debe volver la cabeza de cuando en cuando para comprobar que la ciudad tiene sus límites y sus tesoros a la mano.

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Por Franco

Los ni単os de la ladera sue単an con volar

24 A単o 4 edici坦n 21 / Abril de 2014

Retratos


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