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El derecho al futuro

Las generaciones venideras y el papel de la Universidad

COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT HUMANIDADES

Manuel Asensi Pérez

Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada Universitat de València

Ramón Cotarelo

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia

Mª Teresa Echenique Elizondo

Catedrática de Lengua Española Universitat de València

Juan Manuel Fernández Soria

Catedrático de Teoría e Historia de la Educación Universitat de València

Pablo Oñate Rubalcaba

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración Universitat de València

Joan Romero

Catedrático de Geografía Humana Universitat de València

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Universidad Carlos III de Madrid

Procedimiento de selección de originales, ver página web: www.tirant.net/index.php/editorial/procedimiento-de-seleccion-de-originales

Ricardo Rivero Ortega

Raúl Contreras Bustamante Autores

Leonardo Lomelí Vanegas

Prólogo

El derecho al futuro Las generaciones venideras y el papel de la Universidad

tirant humanidades

Ciudad de México, 2024

Copyright ® 2024

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ISBN: 978-84-1183-412-4

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Índice Prólogo 9 Introducción.................................................................................................................. 13 Capítulo primero El pasado del futuro ................................................................................................. 17 I. El sesgo apocalíptico de la futurología 17 II. Augures y bolas de cristal 22 III. Revolución científica y predicción ............................................................. 27 IV. Prospectiva y futurología 30 V. El tiempo de los algoritmos 35 VI. Futurología y derecho al futuro: ¿Alguna vez se ha pensado en las futuras generaciones? ................................................................... 36 Capítulo segundo El presente del futuro: políticas de largo plazo y derechos de las futuras generaciones 39 I. Introducción: una lectura de la humanidad en crisis ......................... 39 II. ¿Es el derecho al futuro un derecho humano? .................................... 46 III. Tomarse en serio el futuro y la necesidad de su estudio 52 IV. ¿Quiénes son las futuras generaciones? 56 V. La justicia intergeneracional y las formas de relacionarnos con la humanidad futura 59 VI. Principios, fundamentos y teorías de la justicia intergeneracional .................................................................................................................... 63 VII. Los derechos para una humanidad futura ......................................... 66 VIII. La acción para una humanidad futura 72 IX. La renovación de la acción............................................................................ 73 X. La política de la humanidad .......................................................................... 74 XI. Entendiendo la responsabilidad y el papel de la educación 75 Capítulo tercero El derecho constitucional al futuro:Las garantías de la supervivencia humana ............................................................................................................ 77 I. Desarrollo sostenible .......................................................................................... 77 I.1. Concepto y evolución 81 I.2. Instrumentos Internacionales 83 II. Derecho humano al futuro ............................................................................. 85
8 Índice III. Principios rectores ............................................................................................. 88 III.1. Sostenibilidad 89 III.2. Igualdad social y económica 90 III.3. PARTICIPACIÓN SOCIAL ................................................................ 90 III.4. Principio de prevención.................................................................... 91 III.5. Dignidad de la vida 91 III.6. Progresividad ......................................................................................... 92 III.7. Educación para el futuro................................................................... 93 III.8. Humanización de la tecnología 94 IV. Garantía constitucional del derecho humano al futuro 96 IV.1. Experiencias internacionales .......................................................... 97 V. Garantías mínimas 100 V.I. Suficiencia presupuestaria 102 V.2. Planeación ................................................................................................ 103 V.3. Impartición de justicia 106 VI. Justificación para elevarlo a rango constitucional 108 VII. Modelo de reconocimiento constitucional ........................................ 109 Capítulo cuarto Instituciones y leyes sobre el futuro .............................................................. 113 I. El necesario desarrollo institucional y legal del derecho al futuro ........................................................................................................................ 113 II. Las comisiones de futuro en los parlamentos y los gobiernos ... 113 III. El proyecto del milenio y los ODS 120 IV. Primeras leyes de futuro 123 V. Think tanks y déficit participativo .............................................................. 125 Capítulo quinto Conclusiones y propuestas El papel de la universidad 127 I. ¿Debería constitucionalizarse el derecho al futuro? 127 II. ¿Conviene crear comisiones de futuro en los parlamentos? ....... 128 III. ¿Qué puede aportar la Universidad? Institutos de futuro interdisciplinares y participativos 129 IV. Una futurología proactiva: la esperanza realista................................ 130 V. El futuro del futuro: metafuturo y ciencia del futuro ........................ 131 Fuentes de consulta 133 Bibliografía ........................................................................................................ 133 Hemerografía .................................................................................................. 137 Documentos internacionales 138

Prólogo

Desde los orígenes de la civilización, el reconocimiento del futuro como un concepto a analizar ha sido un elemento intrínseco de la vida humana, generando en la mayoría de los casos un extraño sentimiento de incertidumbre. Ante ello los seres humanos hemos buscado múltiples medios para allegarnos de habilidades para poder conocer nuestros propios destinos, desde las falaces de la magia y la adivinación hasta las predicciones obtenidas gracias al desarrollo científico, que ha permitido que los elementos arbitrarios e irracionales pierdan valor e importancia, dando paso a la ciencia y su constante evolución. De esta manera se han forjado herramientas analíticas para enfrentar la incertidumbre y hemos asumido nuestra responsabilidad como especie en la construcción del futuro.

¿Es tarea de las presentes generaciones preocuparse de las posteriores? Esta premisa es la idea central que articula este libro, donde los autores hacen un recorrido nutrido de diferentes premisas que aportan una amplia visión respecto de la responsabilidad de las generaciones actuales con las futuras.

La responsabilidad a la que convoca este libro no se agota en la toma de conciencia acerca de las consecuencias que las acciones presentes implican para el futuro, en aspectos que ya forman parte de la conciencia colectiva, como lo son, el daño ecológico, el uso deshumanizado de los recursos naturales o las crisis económicas globales. Constituye también un llamado a la inclusión en el pensamiento social los derechos de las futuras generaciones que habrán de heredar las repercusiones de las decisiones actuales.

Por otra parte, los autores aportan de manera significativa elementos de análisis fundamentales para la concepción del derecho al futuro, sus alcances y puntos aspiracionales. A la par, enfatizan en la importancia del papel de la educación como un elemento indispensable para el desarrollo de la idea de la responsabilidad presente de los derechos de las futuras generaciones, un presente consciente del futuro.

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La idea del derecho al futuro, advierten, genera la necesidad de contar con un marco normativo acorde con la realidad del momento, en el que se busque crear conciencia del mismo, bajo la idea de que es necesario dotar de seguridad jurídica a las normas que se crean, pues solo eso dará certeza de las intenciones que se pretenden regular, toda vez que determinarán las consecuencias jurídicas respecto de los actos regulados para el futuro.

Repensar el derecho al futuro como un derecho humano resulta una de las contribuciones más importantes de esta obra, pues no solo se busca dejar clara la necesidad de la regulación de las acciones presentes con miras a prevenir sus consecuencias futuras, sino brindar un compromiso mayor con las futuras generaciones, estableciéndolo dentro de los espacios conferidos a la Leyes Fundamentales. Elevar el derecho al futuro a un rango constitucional permitiría garantizar un mayor nivel de éxito en su ejercicio, pues como los autores establecen, el espacio constitucional dota de recursos económicos y de su reconocimiento en un mismo rango que los derechos humanos a la salud, educación, protección a la salud, entre otros.

Si el futuro debe ser previsto y regulado mediante acciones desde el presente, este libro busca dejar firmemente asentada la vital importancia de que las leyes sean el fruto de decisiones planeadas y desarrolladas por personas que cuenten con capacidades de comprensión y pensamiento a largo plazo, tomando en cuenta las implicaciones futuras de las decisiones actuales. Para ello es necesario tomar en cuenta todas las previsiones posibles y considerar todos los elementos relevantes y que estos no solo deben ser jurídicos, pues aunque no es posible saber exactamente para que se debe estar preparado, si es posible contar con capacidades de respuesta suficientes para posibles distintos escenarios.

Los autores contemplan a las universidades en su papel indispensable en la concepción del futuro, ya que están en contacto con cotidiano con él, lo mismo preparando a las próximas generaciones que mediante la investigación y creación del conocimiento, propiciando que este sea

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un espacio idóneo para la reflexión a largo plazo, trazando y generando las transformaciones reales que requiere un mundo en constante cambio. En síntesis, las universidades son los espacios privilegiados por experiencia para la construcción del mejor futuro posible.

Esta obra surge de la inquietante necesidad de hacernos cargo del futuro desde el presente, argumentando la necesidad de pensar en las generaciones por venir, preocupación que ha caracterizado el quehacer de dos ilustres universitarios, los doctores Ricardo Rivero Ortega, rector magnífico de la Universidad de Salamanca y doctor honoris causa por la UNAM y Raúl Contreras Bustamante, director de nuestra Facultad de Derecho, apreciados colegas y autores de esta obra, a quienes reconozco por su compromiso con la educación y por consiguiente, con la construcción de un mejor futuro.

Leonardo Lomelí Vanegas

Rector

Universidad Nacional Autónoma de México Enero 2024

Prólogo 11

Introducción

El interés por el futuro crece en un mundo superpoblado por personas longevas, gentes cuyo horizonte vital se ha ampliado y hace que sueñen con la eternidad1. Tal aspiración humana por ser perpetuos sigue la milenaria tradición de la fuente de la eterna juventud, ansiada por los griegos, buscada por Ponce de León y hoy convertida en quimera de millonarios2.

Una paradoja nos sorprende poco: tras dos siglos de progresos tecnológicos y avances sociales revolucionarios, la especie humana siente temor ante el mañana. Los peores pronósticos del cambio climático, las consecuencias de la superpoblación sobre los recursos, o la persistencia de las guerras, nos hacen pensar en un porvenir lleno de peligros y calamidades. No sabemos si nuestros hijos podrán disfrutar de una buena vida y creemos que los nietos se enfrentarán a desastres impredecibles. El miedo es una actitud profunda aún en miles de millones de personas3.

Y, sin embargo, la esperanza también es un sentimiento universal prodigioso, salvífico en momentos apocalípticos. El futuro no está escrito, depende de circunstancias que no controlamos y de nuestras propias decisiones. Los errores de estimaciones son una constante, al igual que la proliferación de vendedores de falsas previsiones4.

Quienes intentan adelantarse al futuro suelen ser inconscientes o deliberados constructivistas sociales. Su visión y prejuicios sobre el porvenir es proyectada sobre las decisiones propias de millones de personas cuya libertad merecería ser considerada. Nadie conoce ni

1. Vid. KURZWEIL, Ray, La singularidad está cerca. Cuando los humanos trascendamos la biología, 2021.

2. Vid. BRUCKNER, Pascual, Un instante eterno: Filosofía de la longevidad, 2023.

3. Vid. FUREDI, Frank, Cómo funciona el miedo. La cultura del miedo en el siglo XXI, 2022.

4. Vid. PIETRUSKA, Jaime, Looking Forward, 2017.

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puede anticipar la reacción de la gente ante todo tipo de acontecimientos; ya que si esto fuera posible jamás se hubieran producido revoluciones.

No debemos dejarnos engañar sobre el futuro y sí hemos de aprender del pasado y respetar los derechos de los que vendrán. Lo que ha ocurrido antes, volverá a ocurrir. Y este razonamiento nos permite concluir un aserto fundamental: los errores de predicción seguirán produciéndose.

El sesgo del presentismo marcará las visiones de futuro de las generaciones presentes. Tras un discurso solidario, el egoísmo marcará el consumo de recursos actuales, sin gran consideración a su condición no renovable. La tecnología propiciará nuevas oportunidades de aprovechamiento racional y exponencial de la energía y otras fuentes. Nuevos modos de pensar darán solución a conflictos sociales insostenibles.

También surgirán movimientos reaccionarios de regreso al pasado, aunque su desventaja comparativa los hará fracasar en el largo plazo. Quizás seamos la primera generación que constitucionalice un derecho al futuro y pensemos en los seres humanos del próximo siglo, pero para lograrlo hemos de superar nuestras tendencias naturales del pasado, la ausencia total de empatía con aquellas personas a quienes nunca llegaremos a conocer.

Hay que pensar en crear las bases para garantizar que el mundo que recibimos pueda ser entregado sin demasiados perjuicios a las futuras generaciones. El desarrollo de la ciencia y la tecnología han tenido avances sorprendentes en los últimos 100 años que superan con mucho lo que había logrado la civilización humana en todo el resto de la historia.

Pero al mismo tiempo, esta generación está causando el mayor daño ecológico al planeta por el uso deshumanizado y mercantilizado de la propia ciencia y tecnología que ha devastado bosques y reservas ecológicas; ensuciado los ríos, lagunas y mares; propiciado la desaparición de

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Contreras Bustamante y Ricardo
Raúl
Rivero Ortega

muchas especies animales; y ha producido el sobrecalentamiento del medio ambiente, hasta llegar a índices tan peligrosos que ya ponen en riesgo la propia subsistencia de nuestra especie.

El interés por la futurología casi nunca se ha proyectado más allá del horizonte vital de quienes la practicaban; y hasta ahora, tampoco ha servido para proteger a las futuras generaciones.

Lo veremos en el Primer Capítulo, a continuación5.

5. Este capítulo, el cuarto y parte de las conclusiones son de la autoría de Ricardo RIVERO ORTEGA, aunque todo el libro ha sido pensado por ambos autores. Las aportaciones de RIVERO ORTEGA se enmarcan en el proyecto de investigación “2020 Generación de conocimiento. Building Consensus por a Sustaniable Future Anticipatory Governance and Administrative Foresight (PROFUTURE), PID 2020-116401G B-1001.

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Capítulo primero

El pasado del futuro

I. El sesgo apocalíptico de la futurología

El adanismo es la creencia en el propio descubrimiento de realidades antes sabidas por otros. La ignorancia sobre los previos progresos en un determinado propósito lleva a repetir errores anteriores. Así, los fracasos de la previsión no nos sorprenden en absoluto si repasamos la historia de la futurología, pletórica por sus desaciertos, protagonizada por presuntuosos personajes y hasta fechas recientes no aplicada a la mejora de las condiciones de vida de las futuras generaciones, sino al conocimiento y la prevención de graves sucesos que pudieran ocurrir, el vaticinio del apocalipsis.

Aunque la inmensa mayoría de las gentes se limiten a vivir el día a día, a lo largo de la historia observamos un continuado interés por la presciencia, esto es, el persistente afán de anticipar el porvenir. Aristóteles, Cicerón y Cristóbal Colón comparten el cultivo de la futurología. Estos influyentes sabios intentaron despejar dudas sobre el arte de prever; anticiparon reflexiones en torno a nuestras capacidades pronosticadoras de hoy, tan erradas y frágiles cual lo fueron las descritas en Acerca del sueño y la vigilia, del estagirita, o Sobre la adivinación y el destino, de Marco Tulio.

El primer navegante europeo que arribó a las costas del Caribe apenas era consciente de su descubrimiento cuando escribió el Libro de las profecías, entre 1502 y 15041. Este texto de Cristóbal Colón se unía a la 1 COLÓN, Cristobal, Libro de las profecías, c.1504. Esta obra incluye la referencia a la profecía del descubrimiento de América que se encontraría en la Medea, de Séneca: “Tiempos vendrán al paso de los años que se suelte el

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larga serie de obras que vaticinaron antes y anunciarían después el fin del mundo, tópico clásico desde la fiebre milenaria. La Edad Media primero, y luego el Renacimiento, heredarían una tradición de profundas raíces, un auténtico morbo apocalíptico2 .

La moda de las películas de desastres distópicos demuestra esa atracción por la hecatombe definitiva, en sus distintas versiones, pero Apokalypsis (en griego) significa “descubrimiento”, un hallazgo referido al futuro de la humanidad, no necesariamente fatalista. La providencia celestial define el destino, en la interpretación hebrea del mundo, desde los siglos tercero y segundo antes de Cristo, cuando otras cosmovisiones anteriores confluyeron en una versión judía de la profecía inspirada por la imaginación de Zoroastro (Zaratustra). Tan mítico sabio es conocido por las citas de Nietzsche, pero su influencia sobre nuestro modo de pensar es considerable, pues cambió la forma de entender el devenir, hasta el punto de inventar quizás este concepto (tal y como lo interpretamos, con un sentido)3.

Antes de Zoroastro, no era común pensar en el fin (en el sentido teleológico o finalista). Después de él, este cuento del fin del mundo acompaña los desvelos de las sociedades, que añaden a sus temores y preocupaciones cotidianas, en torno al sustento y a la supervivencia, una angustia por el porvenir. La filosofía transformó la visión del horizonte temporal y el marco cultural, añadiendo la ansiedad sobre el futuro a las fuentes de desazón humanas hasta nuestros días, todavía marcados por océano las barreras del mundo y se abra la tierra en toda su extensión y Tetis nos descubra nuevos orbes y el confín de la tierra ya no será Tule”, SÉNECA, Tragedias, Gredos, Madrid, 1979, págs..308-309.

2 COHN, Norman, En pos del milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos en la Edad Media, 2015. COHN, Norman, El cosmos, el caos y el mundo venidero. Las antiguas raíces de la fe apocalíptica, Crítica, Barcelona, 1995.

3 COHN Norman, El cosmos, el caos y el mundo venidero. Las antiguas raíces de la fe apocalíptica, Crítica, Barcelona, 1995, cit.pág.180.

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la creencia en amenazantes sucesos, devastadoras circunstancias que acabarán con nuestra especie.

Tantas profecías desde entonces coinciden en vislumbrar catástrofes invencibles y exterminios irremediables: meteoritos que impactaran contra la tierra, elevaciones del nivel del mar (inundaciones, diluvios, olas gigantes), gigantescos volcanes en erupción. Será la naturaleza o será el propio ser humano, víctima última de su propia expansión, pero lo que solemos esperar, por mucho que tengamos esperanza en la redención, son juicios finales en diversas formas, todas ellas estremecedoras. Nuestro masoquismo a la hora de idear profecías sobre el fin de la especie parece no tener más límite que el de la imaginación calenturienta y muy pesimista, contra otros hechos positivos.

Cenizos los ha habido siempre: Thomas Malthus, un clérigo anglicano entre los siglos XVIII y XIX, formuló su terrible profecía sobre la progresión geométrica de las poblaciones. Según esta visión catastrofista, la especie humana se extinguiría alrededor de 18804. Desde entonces hasta hoy hemos pasado de unos 1700 a 7700 millones de personas, es decir, 6000 millones más de mujeres y hombres sobre un planeta que puede albergar a finales de este siglo 3000 millones más, si los recursos y el ambiente lo soportaran. ¿Seremos cada vez más y demasiados? Si tuviéramos que apostar, nos la jugaríamos diciendo que las poblaciones de China, India y el resto del mundo tenderán a reducirse a lo largo de este siglo, como consecuencia de una elevación de niveles de vida correlacionada con la reducción de la natalidad.

Toda vez que este pronóstico se mostrará acertado o fallido no antes de veinte o treinta años, para entonces casi nadie se acordará de lo aquí escrito, así que arriesgamos nada. Los pronosticadores tampoco suelen poner en juego su cuello o su piel, salvo los que invierten capitales5. Ahora bien,

4 Vid. MALTHUS, Thomas, Ensayo sobre el principio de población, 1789.

5 Vid . TALEB, Nassim, Jugarse la piel. Asimetrías ocultas de la vida cotidiana, 2019.

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vende mucho más vaticinar desastres gracias al sesgo de la negatividad (nos llama la atención lo escalofriante). Una profecía sin catástrofes es aburrida, no hay religión ni relato subyugante que no incluya el rechinar de dientes, al menos para algunos y en distintas formas. Los cuentos que terminan bien son infantiles, mientras los adultos parecemos preferir el género de terror.

La pulsión cultural por la distopía está cada vez más presente en la literatura y el cine. Blade Runner, una película estrenada en 1982, situaba su acción medio siglo más tarde, en 2019, una fecha ya pasada y en la que el parecido de la realidad con la ficción apenas existe. 2001, una Odisea del espacio, incurrió en el mismo fracaso predictivo. Por supuesto 1984, de George Orwell, exageró en su visión sobre el efecto de los fascismos en las sociedades. Cada una de estas obras suscitó imágenes verosímiles para los espectadores de su tiempo, defraudados más tarde al comprobar que no, que el futuro no se parecía a su versión cinematográfica o literaria. Menos mal que el ser humano tiene más sentido común del que imaginan los autores de la ciencia ficción. Hasta ahora no nos hemos cargado el planeta, aunque muchos creen que terminaremos lográndolo.

Quizás algunos ecologistas no nos perdonarán, porque pensamos que vamos a revertir las tendencias de destrucción del entorno. Poco a poco nos acomodaremos a la reducción de los combustibles fósiles, aunque seguiremos siendo incoherentes y comiendo productos vegetales cultivados a miles de kilómetros de distancia, haciendo subir sus precios.

Envejecer tiene la ventaja de aumentar la panorámica para comparar el pasado y el presente. Aunque el mundo de los ancianos sea el de la memoria (Bobbio), Kierkegaard decía que “la vida se comprende mirando hacia atrás, pero sólo se vive mirando hacia delante”, así que quien piensa en el mañana tiene muchas más probabilidades de alcanzarlo. Prever el futuro es el primer presupuesto para realizarlo (o, al menos, formar parte de él).

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