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LA TESIS QUE ME PARIÓ

Manual para abordar, elaborar y terminar un trabajo académico

Yolanda Blasco Gil

Armando Pavón Romero

Fernanda Peset

Toni García Peralta

tirant humanidades plural

La tesis que me parió Manual para abordar, elaborar y terminar un trabajo académico

COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT HUMANIDADES

Manuel Asensi Pérez

Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada Universitat de València

Ramón Cotarelo

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia

Mª Teresa Echenique Elizondo

Catedrática de Lengua Española Universitat de València

Juan Manuel Fernández Soria

Catedrático de Teoría e Historia de la Educación Universitat de València

Pablo Oñate Rubalcaba

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración Universitat de València

Joan Romero

Catedrático de Geografía Humana Universitat de València

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Universidad Carlos III de Madrid

Procedimiento de selección de originales, ver página web: www.tirant.net/index.php/editorial/procedimiento-de-seleccion-de-originales

Yolanda Blasco Gil

Armando Pavón Romero Fernanda Peset Toni García Peralta (Autores)

La tesis que me parió Manual para abordar, elaborar y terminar un trabajo académico

Antiprólogo de Nicolás Sánchez Durá Ilustraciones de Carla Fuentes

tirant humanidades

Valencia, 2024

Copyright ® 2024

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© TIRANT HUMANIDADES

EDITA: TIRANT HUMANIDADES

© Yolanda Blasco Gil Armando Pavón Romero Fernanda Peset

Toni García Peralta

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TELFS.: 96/361 00 48 - 50

FAX: 96/369 41 51

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ISBN: 978-84-1183-440-7

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Índice

I. Antes de iniciar tu investigación....................................................

1. Los preliminares, ese maravilloso momento de confusión, angustia y pánico

2. Seis advertencias para evitar que reniegues antes de empezar

3. Elige el tema, o el tema te elegirá a ti. Y no os gustaréis

4. Acota. Los límites te salvarán de la locura

5. Cómo abarcar la investigación

II. Planificando el recorrido..................................................................

6. Cómo abordar la bibliografía y recogida de fuentes

7. La bibliografía te habla, y bien, si no le haces preguntas anodinas

8. Cómo trabajar con datos y fuentes sin riesgo de contraer una gastroenteritis

III. La investigación está en marcha..................................................

9. Crítica de las fuentes

10. A preguntas concretas, respuestas concretas

11. Ha llegado el tiempo de parar y ordenar

IV. Tu investigación ya no puede crecer más. Vamos a parir.... 99

12. Cinco razones por las que tienes que empezar a escribir ya, no cuando oigas trompetas desde el cielo

13. Media docena de elementos que deben estar en tu escrito final

14. El orden de escritura es importante

15. Nuestros consejos para una buena escritura

V. Ha llegado la hora de las conclusiones....................................... 129

16. Algunas claves para difundir tu trabajo

17. Diez reglas que debes repetirte una y otra vez hasta que te sangre la nariz

Antiprólogo................................................................................................ 9
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Bonus track de precisiones e instrucciones................................... 143

Antiprólogo

Un soneto me manda hacer Violante… …que en mi vida me he visto en tanto aprieto…

Lope de Vega

Los autores que firman este manual parecen guiarse por alguna interpretación del dictum del Arte Poética de Horacio: Omne tulit punctum qui miscuit utile dulci (“quien une lo instructivo con lo agradable se lleva la palma”). Tengo yo un espíritu más escéptico. Pero dado el tono desenfadado que han decidido adoptar y dada mi pertenencia al gremio de los filósofos, tan dado a los rodeos, empezaré por algo agradable, aunque aparentemente ajeno: un cuento. El famoso cuento de Edgar Allan Poe La carta robada, tan corto como complejo y que también versa, al igual que este libro, sobre cómo abordar una investigación (aquí universitaria, allí un robo). No pretendo resumirlo, sólo servirme de él como alegoría introductoria al caso que nos ocupa.

Dos amigos dejan pasar el tiempo fumando cuando el prefecto de la policía de París les visita desesperado. El narrador lo descri-

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be como una persona tan despreciable como divertida que viene a pedir opinión sobre un asunto sencillísimo y que sin embargo le tiene perplejo. Un ministro ha robado una carta comprometedora con el fin de tener doblegado bajo su dominio al verdadero propietario, cuya tranquilidad y honor se ven así amenazados. Se sabe quién es el ladrón y también se sabe con toda seguridad que la carta la tiene a buen recaudo en su casa. El prefecto de policía cuenta que ha hecho un exhaustivo registro de su domicilio donde la carta está en alguna parte guardada. Ha registrado bibliotecas, rebuscado en cajones y muebles, incluso los ha desmontado, buscado escondites o agujeros ocultos, etc. Pero la carta no aparece. Para sorpresa del lector, Dupin, uno de los dos amigos fumadores, le comunica al prefecto que él sabe con toda seguridad dónde está esa carta. Y así es. Un día concierta una cita para visitar al ministro ladrón amigo de lo ajeno y tras una somera observación visual, sin mayor destrozo ni esfuerzo, encuentra la carta en un tarjetero junto a la chimenea a la vista de todos. En un descuido del extorsionador la cambia por una réplica, coge la original y la entrega al prefecto de policía para que éste la restituya a su dueño. Es decir, algo que está a la vista de todos pasa desapercibido precisamente por su evidente visibilidad. Pues bien, en este decontracté manual también hay una carta robada. A saber, la ausencia de dedicación y comentario sobre la figura del

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director o tutor de la tesis doctoral. Aquí lo invisible por visible no tiene la forma de la presencia, sino de la ausencia. Algo que me sorprende -me adhiero al tono iconoclasta de los autores- dada la cantidad de aspectos, normas, sugerencias e indicaciones que este manual incluye. Pero el director del trabajo académico no es en absoluto una figura baladí. Acompañará a lo largo de varios años al tutelado y puede convertirse en una figura parental, destinataria como tal de afectos ambivalentes, de amor y de odio, de requerimientos que van más allá de lo estrictamente académico para adentrarse en el siempre tortuoso ámbito de lo psicológico. Hasta tal punto que a partir de un momento los jóvenes investigadores tendrán que acometer la difícil tarea de “matar al padre”, desprenderse de su amparo, desarrollar su personalidad y, sin embargo, no por ello dejar de reconocer su auctoritas. Una tesis doctoral es, en cierto sentido y de alguna manera, un Bildungsroman. En el mejor de los casos, claro. Por eso la pregunta “¿Sobre qué hiciste tú la tesis?” te acompaña toda la vida. Y de hecho ese es uno de los primeros quebraderos de cabeza del doctorando o de cualquier trabajo que requiera ser dirigido, tutorado. ¿Quién elegir como padre severo o madre estricta a la vez que benevolentes? ¿A los brazos y voluntad de quién entregarse? Desde luego los criterios no pueden ser los mismos para todos los casos, quiero decir, para todas las ramas del saber. Cabe en este

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asunto ser particularista, atender a los rasgos fundamentales de los distintos tipos de disciplinas. Sin embargo, creo que algo puede ser dicho en general, aun corriendo el riesgo de ser impreciso y en el límite, banal.

Parece de Perogrullo decir que los directores deben ser competentes en el área de la investigación. Sin embargo, creo que los directores no deben ser de esos que ven el árbol excesivamente circunscrito y no son capaces de ver el bosque donde se yergue. Es decir, creo que debe valorarse la mirada sinóptica, el conocimiento amplio no ya del contexto de la investigación, sino del panorama de la disciplina de la que se trate, incluso del sistema del saber en el que esta se inserta. Lo cual es importante porque a menudo a la hora de acordar el tema los directores deben practicar una suerte de mayéutica para ayudar a formular y definir los deseos frecuentemente confusos e indefinidos del aprendiz de investigador.

Por esa razón prefiero los directores que conciben el enseñar como un aprender, aquellos que están dispuestos a considerar los avances del investigador junior como una magnífica lección inesperada. Es decir, prefiero al director que no busca una mera reiteración disfrazada de lo que él ya sabe o ha defendido hasta ese momento. Para decirlo de manera directa, considero deseables los directores que no son celosos.

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En cualquier caso, el investigador senior debe saber discurrir a lo largo de la red thin line que demarca, por un lado, la necesidad de preservar el rigor formal de los trabajos, el atenerse a las normas que rigen la composición de textos propia del gremio del que se trate, garantizando el respeto del neófito del canon del que parte; y por otro lado, dejar que la libertad del tutorado se despliegue sabiendo que, a partir de un momento de la investigación, no tienen por qué coincidir necesariamente en todo.

Por volver al cuento de Poe, el director deseable debe tener algo de matemático, pero también algo de poeta. Esa es la característica que Dupin defiende que debe tener el intelecto que quiera encontrar la carta. Sí, matemático y poeta sea cual sea la disciplina a la que se dedique. Es decir, debe atreverse a admitir, por más que en algunos momentos pueda considerarlo demasiado imprudente o ajeno, los modos de proceder de su pupilo. Tiempo al tiempo: muchas veces el meollo de la cuestión radica en enfocar las cosas desde una perspectiva no habitual que para adoptarse requiere valentía y no arrugarse por el qué dirán.

Pero llegados a este punto no es ya que sea escéptico, sino decididamente pesimista. Tal como están las cosas, los doctorandos normalmente aspiran a una beca que les ayude a subsistir mientras escriben su tesis. Por tanto, más allá de las cualidades académicas (y

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en sentido amplio, morales) de los directores posibles a su alcance, buscan aquellos que tengan los galones suficientes -i.e. el número de sexenios de investigación y quinquenios de enseñanza aprobadosotorgados por las agencias estatales de evaluación del profesorado, pues la obtención de la beca depende no solo de su currículum vitae sino también del de su avalista.

Dije al principio que los autores de este manual parecen guiarse por la máxima del Arte Poética de Horacio, esa noble intención de instruir deleitando. Respecto de este asunto soy de nuevo tan escéptico como pesimista. Los procesos de investigación son tortuosos en todos los sentidos. Quien se embarca en ellos no está libre de caer en periodos de angustia, de experimentar el síndrome del impostor, no se libra de la duda sobre si vale la pena tanta penalidad dado lo incierto de su destino. En definitiva, no se libra de cuestionar lo que hace, para qué lo hace y a sí mismo. Por no hablar del vértigo de la blancura desértica del folio sin escribir o de la pantalla vacía; es decir, de la dificultad de la cosa misma sobre la que pretende investigar. Porque una tesis doctoral no es algo que se hace, sino algo con lo que obsesivamente se convive durante unos años. Y si no lo cree el lector, vea las dedicatorias y los agradecimientos que figuran en las primeras páginas de las tesis que llegan a publicarse en forma de libros: están llenas de reconocimiento a las parejas, a los padres y

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familia, de agradecimiento a los amigos que les ayudaron; en definitiva, de sentimiento de deuda con aquellos que les aguantaron en un período que el ahora ya doctor reconoce como especial y trastornado, cuando cambió su carácter convirtiéndose en un ser antipático y nervioso, un egocéntrico de humor variable e imprevisible. Es decir, esas páginas de agradecimiento suenan a los discursos que hacen los recién liberados de un secuestro o los que se despiden del personal sanitario que les ha atendido durante una larga hospitalización. Si este manual ayuda a paliar todo ello, pues esa es su vocación explícita, bienvenido sea.

…y parece que entré con pie derecho, pues fin con este verso le voy dando

P. E. ¡Ah, por cierto! El lector habrá observado que he ido dejando aquí y allá, cual Pulgarcito, rastros de otras lenguas extranjeras. Sin duda ello se debe a la propia pedantería azuzada, eso sí, por la pertenencia a mi gremio, que se dedica en exceso a sacralizar los textos. Pero sin duda también en esta ocasión hay que unir a este rasgo de estilo una sugerencia: antes que nada, estudie idiomas. Le proporcionarán un acceso más amplio a la bibliografía y poder viajar académicamente. Pero además de este necesario rigor académico, si con ocasión de la tesis mejora su dominio de al menos dos lenguas ajenas, siempre po-

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drá dedicarse al turismo si a pesar de este manual no logra concluir su investigación. Mucho me temo que en este país incluso si la acaba felizmente y con altas calificaciones.

Nicolás Sánchez Durá

Profesor de filosofía

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I. Antes de iniciar tu investigación

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