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Hacia una cultura del cuidado Estudios sobre la familia y su función social
COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT HUMANIDADES
Manuel Asensi Pérez
Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada Universitat de València
Ramón Cotarelo
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia
M.ª Teresa Echenique Elizondo
Catedrática de Lengua Española Universitat de València
Juan Manuel Fernández Soria
Catedrático de Teoría e Historia de la Educación Universitat de València
Pablo Oñate Rubalcaba
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración Universitat de València
Joan Romero
Catedrático de Geografía Humana Universitat de València
Juan José Tamayo
Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Universidad Carlos III de Madrid
Procedimiento de selección de originales, ver página web: www.tirant.net/index.php/editorial/procedimiento-de-seleccion-de-originales
Hacia una cultura del cuidado Estudios sobre la familia y su función social
tirant humanidades
Valencia, 2024
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III. EL CUIDADO DE LAS RELACIONES FAMILIARES
TODO EL PROCESO
V. CUIDAR LA EDUCACIÓN DESDE SU RAÍZ
Capítulo 16.
VI. CUIDAR LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER
Capítulo 17.
La importancia de la familia en la formación del carácter
Belén Poveda García-Noblejas
Capítulo 18. Redes
Capítulo
Capítulo 20.
La participación de las familias en la educación a
Begoña Ladrón de Guevara Pascual
VII. CUIDAR LA FAMILIA ANTE LAS INSTITUCIONES
Capítulo 21.
El compromiso de la empresa con la familia. Necesidad, reto y oportunidad
Lorenzo Bermejo Muñoz y Marta del Río Caballero
Capítulo 22.
La tradición de la comunidad identitaria minoritaria familiar .........
Juan Velayos Vega
Capítulo 23.
El derecho a un padre y una madre en el marco del interés superior del menor ...................................................................................................
Santiago Leyra-Curiá
Capítulo 24.
Familia y objeción de conciencia. Actualidad y futuro en la era de las guerras culturales
María-José Valero-Estarellas
Capítulo 25.
389
403
Asignaturas pendientes para una política de vivienda efectiva. Autonomía normativa y equidad territorial ............................................... 421
María Crespo Garrido
Capítulo 26.
Los hogares españoles. Una radiografía de las formas de convivencia en las últimas décadas ................................................................ 441
María Rosa Mateo Girona
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1.
Donde aprendemos a cuidar. Pensar la familia en la Universidad
José María Ortiz Ibarz Universidad VillanuevaSUMARIO I. Somos seres hogareños II. Expresión de belleza III. El ambiente del amor IV. La alegría del ser personal V. La esperanza en el futuro VI. Participar en el ser personal
En cierto sentido, la expresión “cultura del cuidado” no deja de ser redundante, si bien una reiteración no está de más cuando queremos subrayar algo que apreciamos mucho. La cultura expresa modos de vida, costumbres, conocimientos, desarrollo científico, industrial y artístico, propios de una época o de un grupo social. También llamamos cultura a los conocimientos que permiten a una persona desarrollar su juicio crítico. Y en ese punto su proximidad al cuidado es aún mayor, pues cuidar proviene de cogitare, pensar, reflexionar. Por todas estas razones parece claro entonces que la cultura y el cuidado (el juicio crítico y la reflexión) son aspiraciones plenamente universitarias.
Cuidar también significa poner diligencia y solicitud en algo. O asistir y curar a alguien. De ahí se sigue que la actividad de pensar acerca de la familia puede estar relacionada con la solicitud por cuidar de ella, e incluso de curarla, confirmando que nuestra capacidad para conocer una realidad afecta sin duda a esa realidad que conocemos.
En la universidad culminamos nuestra formación intelectual. Junto a las diferentes ciencias y saberes que despliegan nuestros conocimientos teóricos, una formación intelectual completa no descuida lo propio de la razón práctica, el saber acerca del hombre y su saber hacer. Y una universidad que quiera estar centrada en las personas buscará llegar
hasta el conocer personal previo a los demás saberes. Ahí es donde los campos semánticos propios de la cultura y el cuidado nos muestran la pertinencia de la diligencia, del amor, puesto que el amor es también un modo de conocer1 y porque sin una cierta amistad no es posible esa búsqueda en común de la verdad y el bien que llamamos universidad2.
Pues bien, todos estos ámbitos de crecimiento personal (el amor, la formación teórica y la formación práctica) están plenamente presentes en la familia. Más aún, la riqueza y complejidad de la realidad familiar hacen que los diferentes modos de conocer con los que podemos acercarnos a ella nos muestren que la familia es el ámbito donde más propiamente se da el crecimiento del ser personal. Al conocer mejor qué es la familia, en realidad lo que descubrimos es que donde mejor nos conocemos es en la familia.
I. SOMOS SERES HOGAREÑOS
No estamos confundiendo los planos del conocimiento y la realidad. El obrar sigue al ser, y el modo de obrar al modo de ser3. Ese obrar personal que consiste en conocer (el modo de conocer de una persona) nos ofrece una perspectiva de la realidad diferente: los distintos modos con los que podemos acercarnos a una realidad nos ofrecen de ese modo perspectivas diversas y complementarias que nos permiten crecer.
1. Hugo de San Víctor lo expresa afirmando que para captar las realidades superiores “el amor es el ojo”.
2. Como afirmaba Alejandro Llano en el discurso de apertura del curso 93-94 en la Universidad de Navarra, “la Universidad es un ámbito privilegiado de lo que los clásicos llamaban amistad social. Una amistad que sólo es posible entre los que quieren a otros, precisamente porque quieren con otros”.
3. El famoso adagio aristotélico se amplía cuando lo consideramos en su dimensión antropológica trascendental, porque el ser personal no es un ser creado más.
Una mirada universitaria a la realidad familiar necesariamente tiene que contener perspectivas antropológicas, educativas, psicológicas, jurídicas, económicas, sociológicas. Y eso es precisamente lo que intentamos en este libro promovido por la Universidad Villanueva entre sus profesores, y en particular entre quienes imparten su docencia en el Máster de Acompañamiento Educativo Familiar.
Los diferentes saberes encuentran en la familia derechos, políticas públicas, estructuras sociales, realidades económicas, tecnológicas y educativas, virtudes, afectos, formación del carácter, acompañamiento, estilos, retos, dinámicas, crisis (porque el lugar donde crecemos necesariamente pasa por crisis, que son escalones para ese crecimiento), y sobre todo relaciones personales y una intimidad basada en el carácter co-existente de la persona, el cual da unidad a todos los saberes que emanan de la realidad familiar.
Si contemplamos la familia con una razón práctica repararemos en su funcionamiento, en su economía; no en vano economía proviene de oikos-nomos, las leyes de la casa. La familia es casa, hogar4, el lugar donde se vuelve5. También ethos, expresión de la que proviene ética, y que en griego jónico significaba precisamente “el lugar donde se vuelve”, donde se recoge el ganado al caer la tarde. De este modo la familia es lugar de aprendizaje práctico, tanto del que tiene como resultado algo exterior como del que culmina en la virtud interior.
Si en nuestra aproximación a la realidad familiar predomina la razón teórica descubriremos que lo propio de la familia es la educación, una actividad que nos conduce a la adquisición de las virtudes, y que principalmente consiste en sacar a la superficie lo que estaba dentro (e-ducere).
4. “La condición humana es radicalmente hogareña. El ser humano es constitutivamente casero, familiar, necesita lo permanente, lo definitivo” (Rafael Alvira, Oikía y Polis, EUNSA, Pamplona 2023, p. 66).
5. Rafael Alvira, El lugar al que se vuelve, EUNSA, Pamplona 2020, p. 24.
Educar consiste sobre todo en acompañar el crecimiento personal, y el núcleo más personal es lo que captamos a través del amor. El ser personal es coexistente, y en ningún otro ámbito como en la familia percibimos que se nos quiere por lo que somos y que las relaciones personales existentes son plenamente significativas. Nuestra vida no sería igual (es más, no sería) de no ser por esas relaciones.
En familia aprendemos a querer, porque sólo allí somos queridos incondicionalmente. Esa intimidad trae consigo la alegría, que se desborda hacia los demás. Por eso, la raíz de la educación es la misma que la de la intimidad: el amor. En la familia, “la actividad educativa se da continuamente, y en todas las direcciones”6. Y del mismo modo que el amor y el alma impregnan el cuerpo, la materialidad de la vida en común tiene un profundo simbolismo.
Basta pensar, por ejemplo, en la comida en familia: expresiones como “somos lo que comemos” o “comemos lo que somos” expresan la importancia de la alimentación como reflejo identitario y de los modos de vida familiares, gracias a los cuales con el tiempo los miembros de una familia son cada vez más semejantes.
Los ámbitos de la realidad familiar (la intimidad, la educación, la economía) reflejan a su modo la estructura del ser personal: el amor, el alma y el cuerpo. Y también tienen su correlato con las grandes instituciones de la sociedad (la propia familia, las instituciones educativas y aquellas instituciones y empresas en las que trabajamos). En todas ellas (y en especial en la familia como su compendio) se forma el carácter de la persona.
II. EXPRESIÓN DE BELLEZA
Todos los ámbitos mencionados están impregnados por la belleza, que no es sino la realidad familiar que captan nuestros sentimientos. Por eso, la formación del carácter se vertebra desde las emociones más básicas. Nuestras competencias y virtudes, el despliegue de nuestro don en las tareas que desempeñamos, están impregnados por un modo de mirar la realidad que básicamente adquirimos en la familia.
En la familia se nos enseña a mirar positivamente; a priorizar el amor, la esperanza y la alegría frente al odio, la desesperanza o la tristeza; a mantener la mirada levantada ante el bien antes que dedicada a diagnosticar los males; a descubrir el rastro de humanidad que siempre se esconde en todo ser personal. La familia es alegría y esperanza: es el ambiente del amor, el ambiente de la vida7. Porque vivir es el ser, y el amor es el ser más íntimo.
“La vida familiar debe ser expresión de belleza”8. Y la belleza que se vive en familia comienza en la auto manifestación de la persona9. La belleza del amor, del don recíproco, constituye la gran revelación del mutuo descubrimiento de los seres humanos. La promesa de fidelidad y respeto, de caminar juntos todos los días en la vida, sólo es posible en la dimensión de un amor hermoso entre dos que hace surgir una familia. Por eso, “la belleza es el medio en el que la vida humana se desarrolla de la mejor manera”10 .
En la familia aprendemos que el amor es predilección; todos y cada uno de sus miembros son plenamente queridos, y por eso son predilectos. Cada uno es el elegido, porque la libertad más alta, la libertad personal, no consiste en “elegir entre”, sino en “elegir a”. El amor de los
7. Juan Pablo II, Discurso a las familias, 8 de octubre de 1994.
8. Tomás Alvira ¿Cómo ayudar a nuestros hijos?, Palabra, Madrid 1983, p. 106.
9. Juan Pablo II, Carta a las familias, 2 de febrero de 1994, núm. 20.
10. Rafael Alvira, El lugar al que se vuelve, p. 14.
seres libres quiere a cada persona por lo que es, y como cada persona es distinta, quiere a cada una con amor de predilección; cada una es plenamente querida.
A este acto del amor verdadero le siguen la alegría y la paz11. “Gozar y sentir la alegría, con el contrapunto de una paz en lo profundo del alma, es la vivencia del que experimenta la belleza”12. La armonía constituye el punto de encuentro entre la paz y la belleza. Y también aprendemos en la familia que la falta de armonía no es irremediable, que la violencia siempre empeora las cosas que trata de arreglar, y nunca soluciona los problemas.
Como ha destacado Leonardo Polo, sin amor la familia estallaría, saltaría por los aires. Como mucho se convertiría en un hotel bien gestionado, o en un conjunto de “juntos distantes” (o “solos en compañía”). Sin amor, sin la amistad social necesaria para buscar juntos la verdad, el bien y la belleza, la universidad tampoco puede cumplir sus fines; sin interdisciplinariedad ni transdisciplinariedad, la universidad se vuelve una pluriversidad. Y en cualquier empresa e institución, en cualquier organización, cuando se ensombrece la benevolencia (base de la confianza), cuando desaparece la lógica del don, emergen la lucha por el poder y una forma de competición destructiva e insolidaria13 .
III. EL AMBIENTE DEL AMOR
La familia es el mejor remedio (si no el único) contra la deshumanización que se produce cuando una persona “está” sola, y también es el mejor remedio contra la despersonalización que provoca que una perso-
11. Dilección, gozo y paz son los afectos que dilatan el corazón. Carlos Cardona, Metafísica del bien y del mal, EUNSA, Pamplona 1987, p. 131.
12. Rafael Alvira, El lugar al que se vuelve, p. 13.
13. Juan F. Sellés, La familia y su estatuto noético según Leonardo Polo, en Familia 58 (2020), p. 26.
na “sea” sola14. Porque el amor unifica todas las facultades y dimensiones de la persona (alma y cuerpo; entendimiento, voluntad, sentidos y sentimientos). Dicho de otro modo, a nivel de nuestra esencia “tenemos” una familia: es evidente desde un punto de vista biológico porque sin padres no hay cuerpo (nadie se da a sí mismo el cuerpo); también “tenemos” una familia a nivel educativo porque sin la educación (desarrollo intelectual, volitivo y emocional; desarrollo psicológico del yo, de la personalidad) tampoco somos viables como personas. Pero a nivel de nuestro ser personal no “tenemos” una familia, sino que “somos familia”15 .
“La sociedad no puede prescindir de la institución familiar, por la sencilla razón de que nace en las familias y en ellas encuentra su consistencia”16. Ahora bien, para comprenderlo en toda su hondura y para poder desarrollar de modo adecuado orientaciones para la vida familiar “es indispensable una profunda formación intelectual”17
¿Qué tipo de saber es el que nos permite comprender a la familia? Estamos ante una realidad viva y en crecimiento; una realidad que escapa al análisis de los fenómenos particulares aislados; su núcleo se escapa también a la razón práctica (que versa sobre la relación entre fines y medios) porque la familia no es un medio; sin embargo, tampoco trata sobre lo necesario o lo generalizable, por lo que propiamente también se escapa a la razón teórica. Cada familia es distinta; no hay dos familias iguales; y su conocimiento sólo puede derivarse de un conocer personal, que sea superior al sensible y al racional18 .
Lo que solemos denominar “ciencias de la familia” o “ciencias para la familia” en realidad son conocimientos de sus diferentes manifestaciones, que nos hablan, eso sí, de sus principales funciones
14. Id., pp. 26-27.
15. Id., p. 28.
16. Juan Pablo II, Discurso a las familias, 8 de octubre de 1994.
17. Ibid.
18. Juan F. Sellés, La familia y su estatuto noético según Leonardo Polo, pp. 35-36.