La sombra sucia del asesino en serie
Mis conversaciones con la IA acerca de la nueva categoría del asesino en serie convergente
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Catedrático de Teoría e Historia de la Educación Universitat de València
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Catedrático de Ciencia Política y de la Administración Universitat de València
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Catedrático de Geografía Humana Universitat de València
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Virgilio Latorre Latorre
La sombra sucia del asesino en serie
Mis conversaciones con la IA acerca de la nueva categoría del asesino en serie convergente
tirant humanidades
Valencia, 2024
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A mi madre, Teresa †Prólogo
Hace algunos días me encontraba yo en Uxlabel, mi refugio espiritual que se encuentra en la parte alta de mi casa de Caudete de las Fuentes (Valencia). Recibí un correo electrónico de mi amigo y compañero Virgilio Latorre, y antes de abrirlo ya me preguntaba qué sorpresa me traería el autor de la presente obra. Una vez más, el Dr. Latorre no me defraudó, se trataba, en efecto, de una asombrosa novedad.
Intentaré explicarme. El famoso jurista me invitaba a prologar su último libro. En verdad esta solicitud no es nada sorprendente, pero cuando leí el trabajo pensé, como en todas las ocasiones anteriores en las que se han cruzado nuestras estelas existenciales, que me encontraba ante un producto puramente virgiliano, por toda la originalidad, genialidad y, por qué no decirlo, también exquisita innovación que siempre proyectan las actividades intelectuales y de otra índole de nuestro protagonista.
Por esta razón me he tomado la libertad de salirme de la norma impuesta por la estructura tradicional de la redacción de un prólogo, pues se han de introducir unas mínimas informaciones del autor, en esta ocasión más necesarias que nunca, para que se pueda contextualizar y comprender mejor su contribución.
La primera característica que califica a este libro es, como a su autor, su originalidad. Y aquí me voy a detener un momento.
Hace muchos años conocí a Virgilio Latorre en el Departamento de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia. Él era, pese a su juventud, un prestigioso abogado penalista y yo también era un joven profesor colaborador de Derecho Penal, pero sin ningún prestigio profesional. Nos presentó Tomás Vives, el maestro de tantas generaciones de penalistas en nuestra Universidad y también fuera de ella, y entonces director del mencionado Departamento de Derecho Penal. Nuestro jefe ya me advertía que el joven abogado le había
sorprendido por su estrategia en los interrogatorios en los juicios en los que participaba, que era distinta, perspicaz y más propia de letrados con mucha más experiencia que él.
Reconozco que lo miré lleno de curiosidad, pues me encontraba ante un personaje que merecía ser objeto de observación por las muchas inquietudes que nos podía aportar. Y, en cuanto tuve alguna que otra conversación con él, me quedé asombrado al percibir que en sus inteligentes reflexiones aparecía la argumentación y el lenguaje de un filósofo más que el de un jurista.
También descubrí que los dos procedíamos de poblaciones que apenas distaban doce kilómetros la una de la otra. Se llamaba, y se llama, Virgilio Latorre Latorre y había nacido en La Torre de Utiel, lo cual, me reconocerá el lector, tampoco es muy usual. Yo nací en Caudete de las Fuentes, y tengo un acento propio de la Valencia castellana de aquellas tierras, pero Virgilio mostraba el argot propio de los intelectuales, fuera de las influencias del habla terrenal.
Años después nuestro autor me sustituyó en unos cursos de formación sobre metodología de la investigación jurídica que impartíamos en una universidad extranjera, oportunidad que aprovechó para publicar una excelente obra sobre la materia. Este aspecto también nos ayudará a comprender mejor las claves de la contribución que ahora se nos presenta.
En lo relativo a la persona de Virgilio Latorre terminaré diciendo que, en uno de nuestros últimos encuentros en los pasillos de la Facultad de Derecho, me comentó que estaba elaborando vinos de nuestras tierras procedentes de las viñas (algunas centenarias) heredadas de su familia y que poseía en la aldea de La Torre. Nos invitó a algunos amigos a una cata en su propia bodega y todos quedamos encantados con su excelencia, pues no en vano había obtenido algún que otro galardón merced, una vez más, a la originalidad y exquisita calidad de su producto.
Tras habernos acercado al personaje, estamos en condiciones de proyectar alguna de sus esencias en su creación, ahora en forma de literatura criminológica.
Esta monografía está dedicada a una temática que fascina a la sociedad y que fascina a los investigadores de las ciencias sociales, cual es la de los asesinos en serie. La realidad del sujeto homicida la conoce bien nuestro protagonista, pues se ha enfrentado a ella como letrado en su ejercicio profesional, como profesor universitario y como investigador de la Criminología. El lector podrá encontrar varios libros publicados con anterioridad, como único autor y en compañía del prestigioso psicólogo y criminólogo Vicente Garrido, en el apartado bibliográfico que se apunta al final.
Este libro se estructura en dos partes nítidamente diferenciadas.
La primera parte se ocupa de la reelaboración del concepto de asesino en serie con la pretensión de llevar a cabo un enfoque matizado desde la perspectiva del Derecho Penal, propia de la labor del jurista, y desde la perspectiva de la Criminología, propia de la labor del criminólogo.
El autor incide aquí en un factor de gran relevancia, que ya había ensayado anteriormente, cual es el paso al acto. Se trata de un desarrollo de unas bases teóricas expuestas en otra reciente monografía publicada en coautoría con Vicente Garrido Genovés, El monstruo y el asesino en serie, a la que me refería genéricamente párrafos arriba. Se elabora un marco teórico que pretende dar respuesta a una cuestión fundamental en esta materia, una de las más difíciles.
¿Por qué individuos que se encuentran bajo similares condicionamientos psicobiológicos, ambientales, sociales o familiares que dificultan su socialización, unos pasan al acto homicida en serie y otros no?
No pretendo ahora desvelar este enigma y tampoco voy a recoger la crítica del Dr. Latorre a las teorías explicativas que han intentado otorgar una respuesta al mismo. Simplemente diré que se ensaya una propuesta que combina criterios psicobiológicos relacionados con la identidad fracturada y la destrucción del yo por su parte más oscura combinados con otros de carácter sociológicos relacionados con el poder y la construcción de la verdad. Invito al lector a que siga esta excitante argumentación cargada de suspense. Además, el penalista sale al encuentro de
tan fructífero rendimiento criminológico y aprovecha la oportunidad para aportar una explicación de la perpetración de los delitos dolosos e imprudentes.
Si en la primera parte se luce con maestría el Virgilio Latorre criminólogo, en la segunda parte destaca el metafísico, y litigante. Me explico.
Aquí el autor trasciende de la investigación empírica e interdisciplinar para ocuparse de la elaboración conceptual. Lleva a cabo un análisis desgajado de la categoría de los asesinos en serie concurrentes, y que denomina asesinos en serie convergentes. Tampoco quiero ahora desvelar la diferencia, simplemente mencionaré que está relacionada con las coincidencias y divergencias de homicidas de esta naturaleza que se relacionan entre sí, aun cuando no tengan ningún contacto entre ellos, por los motivos de su actuar criminal, por el método y la forma de llevar a cabo sus acciones letales o por las características de sus víctimas. Llega a la conclusión de que, en efecto, se ha de distinguir el asesino en serie convergente del concurrente.
Para establecer los límites de esta categoría y su diferenciación con la anterior emplea una metodología totalmente experimental e innovadora, cual es el recurso a la inteligencia artificial. Su experiencia como abogado penalista se proyecta en un interrogatorio a la IA tan sutil, tan agudo y tan persuasivo que acorrala al programa de referencia y le pone de manifiesto sus contradicciones hasta tal punto que la máquina se da por vencida y se rinde reconociendo la distinción establecida por el autor y el rendimiento fructífero de la nueva concepción.
Y ya finalizo. La obra, como se podrá constatar por el lector, es esencialmente virgiliana, con una propuesta de una temática fascinante, con originalidad en su planteamiento, con una metodología innovadora que le auxilia a extraer conclusiones de gran relevancia y con un acabado sorprendente.
Pero no puedo concluir este prólogo sin animar al autor a que me responda a una inquietud que me ronda después de la lectura de su monografía. En los supuestos de asesinos en serie convergentes o con-
currentes institucionalizados que aparecen en un Estado autoritario o totalitario, y que se aprovechan de la impunidad que les otorga su afinidad ideológica con el poder ¿podría mantenerse esta teoría que sostiene el autor del paso al acto y serían suficientes las categorías de asesinos en serie diseñadas para explicar su forma de actuación?
En Valencia, a 14 de noviembre de 2023
Emiliano Borja Jiménez
Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Valencia