Tlacuache ErotIIsmo

Page 1

Revista

Tlacuache E R O T II S M O


Visita ambos mundos

Ciudad de México Septiembre 2019 Equipo editorial: Nayeli J. Ildefonso Bárbara Peñafiel Ricardo Stock Alberto Sánchez Martínez Fotografía: Denisse Guerrero Gena Peralta

Revista Tlacuache es una revista sin fines de lucro. Respetamos los derechos de autor según la licencia Creative Commons. Se permite la reproducción, o transmisión, parcial o total de este trabajo por cualquier medio, con la condición de dar reconocimiento al autor o autora, así como la fuente.


Coincidencia o necesidad… Entre velos: me entrego a ti quise tocar tu universo con mis huellas y que te desbordes por mis rincones oscuros. el sudor que secretan tus palmas tibias se erizarán hasta fundirse nuestros labios absorbe el zumo de mis engranes vehículo perfecto para recorrer el edén Lo inasible se concretó, existió y dejó de coincidir. Cuando una gata te mira en las tardes lluviosas te dan ganas de hacer el amor.


Erotismo Editorial

Entras a la habitación y esperas a que te digan ya puedes sentarte para esperar de nuevo. ¿Realmente qué esperas? ¿Una mezcla de sexos sudorosos y excitados? ¿Una bonita noche con besos y caricias y que ambos terminen haciendo el amor? ¿Sexo rudo? ¿Nervios? No lo sabes, sólo te sientas a esperar.

Cierra los ojos y déjate querer, te susurran al oído. Obedeces porque deseas estar con esta persona, la fantasía que te conquistó hace semanas cuando tomó tu mano, te vio a los ojos, te sonrió y te besó por primera vez; en esa lengua viste la saliva de todos sus amantes pasados. Suspiras. Déjate querer, te repite. Lo haces, porque este efímero encuentro se esfumará entre sus dedos, amor momentáneo donde el polvo de sus cuerpos brillará.

Acuéstate y espera.


Gena Peralta


Fantasía Anoche me vestí para el deseo, lo acompañé de mis ganas reprimidas y un par de medias negras. Me rocié la esencia de amapola que enciende tus ganas, me puse los tacones que jamás uso, pero que sé, te encantarían, me senté a la orilla de la cama, crucé las piernas, sonreí mientras imaginaba que entrabas por esa puerta, mis manos, vehículo perfecto para recorrer el edén. Acariciaba delicadamente mis pechos y mi cuerpo, sobre aquella lencería que no he usado para nadie y que imaginaba… te volvería loco, escuchaba tus pasos lentos avanzando a la par de mis manos, pude percibir el perfume de tu piel e imaginar una sonrisa de complicidad. Me recosté en la cama y decidí poner música de jazz,


mis manos seguían su recorrido hasta llegar a las puertas de mi reino, mis dedos se preparaban para tocar deliciosos acordes, pero mi pelvis comenzó un juego de subir y bajar como si pudiera sentirte sobre mí, mis dedos más que ansiosos se detuvieron cuando casi… puede escuchar tu voz diciendo... “Aún no”. Todo mi ser vibraba y el estallido estaba a punto de llegar; la imaginación ya no pudo, la sinfonía llegaba a su punto cumbre y la música para tu masculinidad se desbordaba, un caudal comenzaba a abrirse paso de manera súbita, mis dedos parecían dirigir la mejor de las orquestas, podía sentir las embestidas alocadas producidas por tu cuerpo, bastaron unos segundos para que creáramos fonemas aún desconocidos, mi cuerpo seguía vibrando y mis dedos se volvieron locos tenían mente propia y seguían la sinfonía, Logré sentir tus labios húmedos entre mis pechos, una ligera mordida en los pezones y el caudal... se desbordó, el escandaloso torrente inundó mis dedos, mi reino, mis piernas... sonreí… y me olvidé de ti.

Cynthia Caldera


Eso dicen La verdad es que no me di cuenta de ello. Pasó todo tan rápido que ni siquiera me había dado tiempo de sacar la cena del congelador. La gata miraba la calle sin afán. Lucía se quitaba la ropa en la habitación de arriba, la tina la esperaba con agua tibia, perfumada de rosas; pensarla desnuda me irritó. Verla así, descaradamente y despreocupada, parecía que quería jugar conmigo, con mis deseos, con lo que estaba sintiendo al ver su cuerpo suave y delicado, lo imaginé mojado por la lluvia. Verla en mi mente desnuda, levantó la turgencia de mi pantalón. Cuando volvió a verme con sus ojos como aceitunas no pude más y deslicé mis manos por su esbelto cuerpo, estaba lacio y dispuesto, apenas respondía a mi caricia trémula. Ella permaneció quieta, dejó que la tocara. Su cuerpo vibraba pero no hizo ningún ruido. Lucía bajó despacio las escaleras mientras anudaba su bata, me miró sorprendida. Así ocurrió. Cuando una gata te mira en las tardes lluviosas te dan ganas de hacer el amor. Yo no lo sé, pero eso dicen...

Valeria Robles


Gena Peralta


Morfología del deseo

I Plasmé el latir de mi corazón al teclear las palabras en un phone Lanix te envié el anhelo de días pasados a la pantalla de tu phone y sólo recibí la acumulación del silencio.

II Intenté tocar la luna y el sol de tu sonrisa para sentir cómo las estrellas se forman en el estómago, quise tocar tu universo con mis huellas depositadas en los mismos cielos que a veces están despejados y en ocasiones nublados.


III Intenté ahogarme en tu silencio, pero el ruido del día cuando se dirige hacia la noche lo impidió.

IV Salí al encuentro de la luna y me encontré con la oquedad de una ciudad, corrí entre sus calles para ver si podía alcanzar el ayer.

Héctor Lara Martínez


Intentos ─Me di cuenta que llamó mucho tu atención el escaparate, pero ahora no entiendo por qué quieres que me lo ponga. ─Pues es obvio. Así como resalta mucho en el maniquí, mejor se verá puesto. Deseo llegar a la habitación del hotel que concertemos, tener la luz prendida, desnudarme a prisa, arrojarme a la cama sin correr las cobijas y esperar atento tu salida del baño. Que una bata roja, negra, verde ─no me importa el color─ cubra tu exquisito cuerpo; que sólo pueda ver por los resquicios de esa tela algunos detalles que te convierten en una verdadera obra de arte. Poco a poco y a tu consideración ir desvelando esa piel que reclama mi boca, mi lengua, mi aliento. Con cautela al inicio, con arrebato después, actuarás para así poder ver esta prenda que resalta lo que a todas luces deseo acariciar, lamer, pellizcar: unos senos semicubiertos, bordeados de encaje satinado, apretados entre sí. Agasajo visual, sin duda. Más abajo, un triángulo invertido de suave y traslúcida tela adherido a finos hilos de color contrastante que se van perdiendo como ríos en medio de dos preciosas montañas listas para explorar. La estimulación será muy grande, mi vigor se hará evidente. Ya no aguantaré más y me levantaré a tomarte entre mis brazos. Serás mi prisionera consensuada. Piel con piel se rozarán, se erizarán hasta fundirse nuestros labios. Mis dientes jugarán enardecidamente con las tiras extras de tela ajustable que componen el conjunto. Caeremos en la cama ─la luz no


servirá más─ y disfrutaremos del tacto desmesurado que a ciegas nos conducirá por un camino de imágenes celestiales hasta llegar de manera irremediable al éxtasis total... ¡Fabuloso! ¿No te parece? ─Me agrada que tengas esas fantasías, pues por personas como tú es que existimos, pero hazle saber ese plan a tu novia y no a mí, que sólo soy la vendedora de estos trajes exóticos. ─Estaba poniendo a prueba mi capacidad de convencimiento. ─¡Qué bien!, pero decide, ¿te lo llevas o no? ─¿Consigo, siquiera, que te lo pruebes encima de tu ropa? ─No. ─Entonces, tampoco lo lograré con mi chica. Gracias.

Christian Morales


Denisse Guerrero


Efímero encuentro Fugaz, intenso, como un orgasmo duradero que se vuelve a prolongar Así, existió el Amor polifacético, en uno de sus múltiples rostros, en una de sus vastas caras. Correspondido, satisfecho, mutuo, delicado y dulce... sanador Tangencial encuentro. Punto de fusión en el espacio tiempo, del existir mutuo, coincidencia vital de la vida entera para vivir lo destinado a vivir.


Un soplo, un instante, una totalidad de nuestra vida. Y existió sin apegos sin reproches, de manera natural, imantada, atractiva, particular partícula de la existencia entre dos vidas. Lo inasible se concretó, existió y dejó de coincidir.

Alejandra Cervantes Cuevas


Petición

Agita tu lengua en mis áridos pezones y resucita una vez más de entre las zanjas de tantos decenios a mis ciudades ávidas de rocío.

Arrastra la brizna de tu aliento sobre las grietas de este rostro; el sudor que secretan tus palmas tibias aún se absorbe en mis facciones, entre las fósiles huellas que nos demuestran sumergidos en este camino, siempre juntos, hacia la tumba.

Rebusca en mis pupilas un arrollo y decántalo en mi boca con tus besos.


Encuentra el vestigio, algún grifo de sudor en mi epidermis, apura el mosto que te ofrece, antes que el tiempo se lo trague.

Nuestra savia se escurre aún en el orgasmo, mancha la quietud de las sábanas en tregua.

Siente el eco de mi queja en tus oídos, y sonríe con la humedad que sobrevive en nuestros sexos.

R. Esteban Ramírez Flores


Gena Peralta


Encuentro Tu cuerpo gentil, basto, inquieto, entusiasmado me nombra. Un llamado de tu piel a la mía. Renuncia a esperar y embiste. En un desespero contagioso te sigo. El recelo se convierte en una brasa. En un incesante deseo por manipular tu carne y que te desbordes por mis rincones oscuros. Sensaciones calientes, húmedas, andantes. Un silencio turbio: cuerpos sólo siendo materia. Mentes ensordecidas y mudas frente a la anatomía. Sentimientos fundados en instintos. Cuerpos embravecidos, violentos, feroces… atacan. Tus palmas empapadas recorren mis medidas, al meneo, que en ese momento parece infinito, lo acompaña una turba de sonidos salvajes. Lentamente nos despoja del aliento. ¡Fulgurante victoria! Cúspide de una lucha diaria por poseernos.

Beatriz Hernández


Entre velos La luz de luna atraviesa las ventanas de mi isabelino aposento.

Duermo en calma sin pensar que tĂş vendrĂĄs a mi lecho; despierto, te veo sobre mĂ­ con deseo.

Entre velos: me entrego a ti; los ojos bordados en ellos: nos observan en silencio.

Belyzel Arashimas


Denisse Guerrero


Mis aromas Huelo a ti, pero ellos murmuran: “huelo a mujer”. No saben por qué. Miztlan G.

No pauses, absorbe el zumo de mis engranes, mi sápido en tus labios, el sello de mi posesión. Mis aromas, por mérito propio te pertenecen…

Mariscela Z. Yatzil


Coincidir Mientras conducía su auto, le acariciaba una pierna o le presionaba un pezón. ¡Me gustas mucho, June, no hay nadie más be-

lla e inteligente que tú!, expresó melosamente Adalberto. La joven mujer de rostro blanco y melena corta, mostraba una hermosa sonrisa de satisfacción… Entrecerraba los ojos e imaginaba con intenso placer… Una habitación sencilla, solicitó él. No

tenemos por el momento, sólo junior suite , respondió la empleada en la recepción del hotel. ¡Está bien!, supongo que cuenta con jacuzzi y demás servicios… increpó Adalberto. La habitación era espaciosa, una enorme cama, el decorado artístico. A través del ventanal se observaban los prados recargados de rosales. Las pesadas cortinas eran cómplices del encuentro. Primero disfrutaron del confort de la King Size, después tomaron una ducha juntos y saborearon las delicias del jacuzzi. Gozaron durante varias horas, la intensa actividad provocó el hambre en los cuerpos… Solicitaron servicio en la habitación y comieron abundantemente. Después reiniciaron el contacto corpóreo. Los movimientos, los gemidos, las nalgadas, se escucharon en la enorme habitación. Al día siguiente, decidieron salir a dar un paseo, el espectáculo en el delfinario y el recorrido en lancha los dejó agotados. Reanudaron la embestida física por la mañana… Cual dos avecillas satisfechas, decidieron abandonar el lugar. Justo cuando ambos salían del hotel tomados de la mano, encontraron a una pareja. Pero… ¡qué casualidad en-

contrarlo por aquí, profesor Alonso!, titubeó un tanto estupefac-


to Adalberto… y soltó con rapidez la mano de June. Coincidencia o necesidad… Ahí estaban los cuatro mirándose, con incomodidad y desconcierto. Dos catedráticos de literatura, maduros, casados, con dos jóvenes estudiantes de la misma escuela…

Lourdes Ortiz Sánchez


Gena Peralta Gena Peralta


Web: revistatlacuache.wordpress.com Correos: textos.tlacuache@gmail.com imagenes.tlacuache@gmail.com Facebook: Revista Tlacuache Twitter: @Tlacuache_R_L Instagram: /revistatlacuache Youtube: Tlacuache R_L Issuu: Revista Tlacuache


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.