TRAVEN cr贸nica y no ficci贸n
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septiembre 2014
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traven Fanzine de crónica y no ficción Año I Número III
Editor Víctor Santana
Diseño Editorial Eugenio Cristo
dirección editorial Xilo Guerra
Fotografía de portada por Anna Styczynska. Fotografía de contraportada por Oswaldo García. Todos los textos son responsabilidad de sus autores. TRAVEN es una publicación trimestral independiente. Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional. Contacto: travenfanzine@gmail.com Septiembre 2014.
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ÍNDICE 04
Cosas que anoté en Sarajevo (2007) Jorge Carrión
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Primer anochecer del Sónar Víctor Santana
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2009, los días que vivimos en peligro Eloy Caloca
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Apuntes de un profesor ahogado Daniel Herrera
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Joe Strummer busca en Granada a Federico García Lorca Horacio Lozano
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COSAS que anoté en sarajevo (2007) JORGE CARRIÓN Imagen: Émerson Zárate
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Para llegar a Venecia hay que cruzar un puente; para llegar a Trieste hay que atravesar un túnel; para llegar a Split hay que serpentear por la costa plagada de yates; para llegar a Mostar hay que bordear cementerios; para llegar, finalmente, a Sarajevo, hay que tener paciencia: durante varios kilómetros los polígonos industriales alternan con los cementerios urbanos, con las mezquitas que llaman a oración, con los centros comerciales… Llegar a Sarajevo es estar llegando. Y que la mirada no haga más que buscar impactos de mortero en las fachadas.
Pregunta retórica: ¿Qué animal nace como súbdito de un imperio, se casa en el seno de una monarquía, da a luz hijos que pertenecen a una dictadura fascista, envejece en un régimen comunista, tiene nietos bajo las bombas de otra guerra, y muere con un pasaporte que no siente como suyo?
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Quién habrá visto la muerte. Quién habrá ejecutado. Quién será huérfano o viudo. Quién habrá asesinado. O robado. O mentido para salvar la vida. Quién se habrá arrodillado. Quién se habrá arrastrado. Quién habrá violado, o habrá sido violado. Quién. Y sobre todo: quién soy yo para preguntarlo.
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Cosas inquietantes que he visto en Sarajevo: postales de muertos en sábanas blancas o bolsas de plástico, en pleno entierro; Mi lucha de Hitler al lado de los últimos best-sellers; fotos de Tito, matrículas de “Sarajevo” y de “Tito”, periódicos viejos con Tito en portada, camisetas de Tito,
documentales de Tito: titomanía en la ciudad en que Tito todavía tiene una avenida. En Alemania lo llaman Ostalgie (nostalgia del Este).
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El ridículo discurso nacionalista (en el Museo de Historia de Bosnia y Herzegovina): resulta que Bosnia es un estado desde la Edad Media, que en 1463 “this development was interrupted with the penetration of the Ottoman forces” hasta que, al fin, en 1945, “after 480 years the reconstruction of the Bosnian statehood has been completed”. Un paréntesis de cinco siglos en un proceso “coherente” de presunta “construcción nacional”.
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Me alegra comprobar que los niños no piden limosna en Sarajevo.
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He entendido un poco mejor Sarajevo gracias al inteligente libro Sarajevo. Diario de un éxodo, de Dzevad Karahasan. La idea principal de su visión de la ciudad es que esta es dramática, en el sentido de que diferentes elementos dialogan, en tensión, en el seno de su perímetro urbano. Sarajevo, construidaen un valle, está rodeada de montañas que la aíslan del mundo, “de manera que queda cerrada al exterior y volcada sobre sí misma”. No obstante, ese aislamiento con lo exterior no supone una cerrazón entre las partes que internamente la componen: los mahale o barrios diferenciados étnica o religiosamente, en esta segunda Jerusalén donde cristianos, judíos, musulmanes, ortodoxos, etc. han convivido con relativa armonía hasta hace muy poco, tienen su lugar de encuentro y diálogo en el centro deshabitable pero comercial, la Carsija, donde lo plurinacional y lo multiconfesional (herencia del imperio turco y del austro-húngaro) conversa, hace negocios, cierra tratos, intercambia ideas.
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Karahasan encuentra metáforas ingeniosas del funcionamiento de la ciudad, por ejemplo en sus platos. Habla del dolma, “un picadillo de carne, arroz, especias y distintos tipos de verduras troceados que conforman una especie de relleno. Este relleno se introduce en un pimiento abierto al que se le ha quitado antes el rabo, una patata vaciada o una cebolla”, en el dolme, su plural, se juntan varios de estos vegetales rellenos cuyos ingredientes “tienen que conservar su sabor original. Juntos crean un sabor nuevo, ilimitadamente complejo”, en el conjunto de una “comida elaborada de modo dramático”.
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El plato miniaturiza la ciudad. En ella, sin perder su identidad particular, cada credo, cada cultura, suma en la construcción de la cultura común, porque están acostumbrados a un contexto multipolar, en que cada otro es uno mismo y viceversa. Paseando por Sarajevo (después de probar la deliciosa dolma) he encontrado una buena imagen de esa dinámica social. En una plaza del centro, junto a varios puestos de libros, hay en el suelo un tablero de ajedrez gigante, donde los hombres juegan desde que amanece hasta altas horas de la noche, moviendo grandes piezas de plástico (que después guardan en un contenedor de metal). He visto decenas de partidas y todas destacan, a mis ojos “occidentales”, por el diálogo que se establece en ellas. Aunque el protagonismo recaiga en los dos jugadores, ocurre algo que es impensable en otros lugares del mundo: el
público opina sobre las jugadas y, sobre todo cuando éstas son especialmente comprometidas, o cuando un jugador se equivoca escandalosamente, los espectadores gritan, comentan y hasta son capaces de invadir el terreno de juego y señalarle al jugador su error, la torre que va a perder, el jaque mate que no ha visto.
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El ajedrez, charla de pareja, se convierte en una conversación multilateral, en una actividad social activa. Dramática
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Según la lógica desplegada por Karahasan en su libro, yo, en tanto que “occidental” y por tanto habitante de una región donde las fronteras no han cambiado en siglos, donde el “nosotros” siempre ha subordinado al recién llegado, al “otro”, donde no hay diálogo real, no puedo entender esa naturaleza dramática y multilateral de Sarajevo. Quiero creer que no es así. El libro fue escrito durante la guerra, cuando los países de la otan y el mundo en general no sólo no entendió nada sino que además hizo el ridículo en estas calles, ante el crimen que se estaba perpetrando. Cuando un libro nace de la indignación justa, hay que respetar incluso lo que no puedes entender.
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PRIMER ANOCHECER DEL SÓNAR víctor santana Imagen: Émerson Zárate y Oswaldo García
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Desde hace tiempo trato de levantarme temprano. Me tiro en la cama a las doce y cierro los ojos y recuerdo que se acerca el Sónar, y cuando se ponen la piyama los nodos de mi conciencia una alarma general me despierta y me hace prender la compu y responder algún email olvidado o ver de un tirón tres episodios de Dateline. Y anoche la promesa de felicidad que despertaba el picor de la pulsera de acreditado al Sónar girando en mi muñeca me sacó de la cama para decidir qué ver y qué descartar. A las cuatro tenía la agenda definitiva pero me mantuvo en vilo hasta la salida del sol la apuesta de ver a T. Williams, un joven funketero al que la organización dejaría sin público al empatarlo con el final de Daniel Miller y el principio de Plastikman. ¿No era mi obligación ética ver a T. Williams? Me levanté tarde y me duché, desayuné dos plátanos y practiqué calistenia nerviosa mientras debatía con Nahuel, mi compañero de piso, la justa medida de cervezas y porros que alguien
de mi edad puede consumir sin convertirse en una piedra, y pensamientos programáticos de ese tipo me acompañaron en el viaje de metro a la puerta del festival. Cuando crucé la entrada de periodistas, que en mi condición de primerizo se hace como pidiendo disculpas y dispuesto a saludar la mano que sostiene la pistola scanner, fui al lounge del gremio por una cerveza de dos euros. En el escenario descampado vi a MØ a mitad de su actuación. Un catalán con un afro poco poblado le decía a su amigo brasileño que MØ era una copia de Grimes. El brasileño estuvo de acuerdo y dijo “Si suenas como Grimes debes tener la decencia de no ponerte una trenza como la de Grimes”. Me fumé la mitad de un porro y pensé cuán diferentes eran las trenzas de Grimes y MØ. Entré al Hall para cubrirme del sol y me cegó el destello de la pantalla de Bershka. Compré una cerveza y entré al salón donde tocaba Chris Madak. Coqui, asesor cibernético, lo recomendó. Bajé When we’re eating unripe pears, el álbum de Madak bajo el seudónimo Beemask, pero no trasladé la carpeta a iTunes, y cuando escuché a Beemask sospeché por qué creía Coqui que me interesaría Madak. Se retrotraía a mi época noisy, cuando Enjoy your rabbit de Sufjan Stevens me sonaba discotequero. Salí y vi a los modistos que se afanaban frente a la pantalla de Bershka. Un sesentón de barba blanca se paró junto a mí y me dijo que esas locuras él ya no las entendía. Me reí y fui empático y me dijo que lo acompañara al stand de Brugal, pues sus amigos nos regalarían un mojito frapé. Nos acercamos a la barra y en realidad pagó los mojitos con tickets del festival. Después me contó que trabajaba en alimentos y por eso tenía que venir, pero que en realidad pasaba de todo. Sonreí. “Es un poco igual, yo llevo viniendo los últimos quince años”. Me dio pereza la conversación y, sin mentirle, le dije que tenía que ir al show de la máquina. Se ofreció a acompañarme. Me apresuré, y él, a su propio ritmo, se mantuvo
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cerca. Llegué cuando Martin Messier y Nicolas Bernier terminaban de atemperar su enorme instrumento para interpretar Machine variation, una pieza electro-mecánica con una sofisticada estética industriosa que opera en el sonido y en la interpretación esforzada que pone en movimiento ese enorme enjambre giratorio de madera de más de dos metros de alto y cuatro de largo. El instrumento, aun perdiendo todas sus funciones, no desmerecería como pieza del macba. Mi acompañante sesentón se había esfumado y fui por un sándwich de pollo. Me senté en una banca y comí frente a unas escocesas que decidieron venir a Sónar hacía veinticuatro horas. Me preguntaron si había ido a despacio, donde 2manydjs y James Murphy montaban un djset. “No” dije y aseguraron que no debía perdérmelo, y como me entusiasmé se ofrecieron a acompañarme y les dije que me parecía una gran idea pero antes iría por una coca cola. Cuando volví se habían hecho amigas de dos catalanes de la banca de atrás, y ahora escucharían a Ryam Hemsworth con sus nuevos amigos. Pero, dijeron, yo podía adelantarme a 2manydjs, seguro nos veríamos luego. Dije “De acuerdo” y me fui, triste porque creí que serían mis amigas todo el día. La más entrada en carnes, Jody, era la más guapa, y Laura, su amiga, parecía más dura pero también la que, a la larga, sería más simpática. Subí la rampa para entrar a despacio. La propuesta de 2man-
ydjs y James Murphy consistía en recrear una discoteca donde el foco de atención sea la pista de baile, por lo que desaparece el dj quien está, como la vida, en otra parte. Bailé un poco, más que el resto del día, pero preferí salir al sol. Con tantas opciones diurnas me alienaba la discoteca. Me terminé un porro sentado en el pasto artificial, escuchando el final de Ryam Hemsworth en el escenario principal, muy lejos de donde estuve con Jody y Laura. Una chica muy delgada, muy maquillada y con un dibujo mal trazado de un tercer ojo me pidió un cigarro a cambio de mdma, le di uno y le dije que no era necesario que me diera nada, y se sentó junto a mí y llamó a su amiga, una rubia muy blanca que se sentó a mi
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otro costado. También le ofrecí un cigarro y lo aceptó. La chica del tercer ojo sacó una bolsita y me preguntó si estaba seguro que no quería y le dije que mejor sí y me ensalivé el índice y lo saqué de la bolsita con un cristal tan grande que quise devolverlo pero la chica del tercer ojo insistió en que me lo comiera, y eso hice. Después la chica del tercer ojo se tiró al pasto artificial con poco estilo y fuera de sí, sólo reaccionaba para dar caladas ocasionales al cigarro que le regalé. La rubia me interrogó. Le parecía interesante que viviera en Barcelona, ella había vivido aquí antes y vuelve cada año a Sónar. Era londinense y su amiga italiana. Le propuse que me acompañaran a ver a Nisennenmondai, una banda japonesa que, por lo que escuché en la página del festival, se perfilaba como el sonido más extraño del día. Dijo que sí pero que antes nos tomáramos una selfie, y cuando la chica del tercer ojo se acercó para la foto se quemó la pierna con el cigarro que le regalé. La rubia le dijo a la chica del tercer ojo que fuéramos al concierto. La chica del tercer ojo apenas podía estar de pie, y le dije a la rubia que sería mejor buscar ayuda médica. Cada paso que daba la chica del tercer ojo podía dejarla con la nariz rota. Ayudé a la rubia a detener a la chica del tercer ojo, inspeccionó a su amiga y dijo que en realidad la chica del tercer ojo se encontraba bien. Insistí en que nos acercáramos a la caseta de la Cruz Roja, y la rubia dijo que lo que la chica del tercer ojo necesitaba era bailar todo el mdma que se había metido. La chica del tercer ojo hizo el amague de
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vomitar y la rubia dijo que mejor se quedarían fuera, y le dije que podía acompañarlas pero insistió en que no era necesario y agregó “Ojalá que volvamos a vernos, Víctor”y me fui pensando que nunca le pregunté su nombre y que me odio cuando soy tan poco atento y pienso sólo en mi. Me senté en la orilla izquierda del salón alfombrado donde tocaba Nisennenmondai y disfruté la monotonía valiente con la que atacaban sus instrumentos eléctricos para dejar que el sintetizador y la caja de beats fueran los únicos que divergieran y sembraran incertidumbre. Me recordaron a Red Snapper, más en su política que en su poética. Me pregunté si Coqui estaría de acuerdo. Luego pensé que el mdma empezaba a hacerme efecto, pero no demasiado pues nunca pasé de la fase de dudar si en realidad eran el porro, la cerveza y el cansancio lo que me mantenían embelesado del ruidismo de Nisennenmondai, aunque eso era imposible. Cuando me cansé de la banda japonesa fui al pabellón planta para ver la instalación de Carsten Nicolai: gran decepción. Como
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el espectáculo improductivo y tedioso de franjas blancas y negras que contemplé por cinco minutos no se asemejaba a lo anunciado en la página del festival, salí y me prometí volver otro día. Fui por otra cerveza al pabellón de periodistas y subí a la sala de cine a ver A spell to ward off the darkness, un largometraje en tres partes con un mismo protagonista y una línea de tiempo comprensible pero difícil de hilar. En la primera parte un grupo de hombres y mujeres vive en una comunidad que construye un domo y prac-
tica el nudismo. Un veterano le cuenta a un novato la vez que todos tenían el dedo en el culo de alguien más y alguien más su dedo en el culo propio, y que nunca se sintió tan cercano al grupo. En la segunda parte uno de los miembros del grupo se aleja en un pequeño bote y empieza a llevar una vida entre feral y ritualista en la orilla de enfrente. En la tercer parte el miembro del grupo que cruzó el río da un concierto de rock, se limpia la cara y se pierde en el horizonte. Como no la comprendí del todo no soy el más indicado para recomendarla, pero no miento cuando digo que la incomprensión fue entretenida y frágil. Quizás A spell to ward off the darkness habla de la comunidad, el ascetismo y la fama como itinerario. Fui por una cerveza y una caja de noodles y me senté a escuchar el final de Daniel Miller, el gran pionero. Y pensé en Depeche Mode, una banda cuyo sonido está desde el primer álbum, y Miller es en gran parte responsable de ese sonido, pero la música de Miller no se parecía en lo absoluto a Depeche Mode. Y pensé que su condición de telonero de Plastikman se debía a una tecno genealogía
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que iba del abuelo al tío ya entrado en años. Terminé de comer cuando Miller salió del escenario, fui por otra cerveza y me entremetí entre los ansiosos que se arremolinaban junto al monolito led protagonista. Aquí y allá escuchaba los pronósticos respecto a un espectáculo que sólo había acontecido en el Guggenheim de Nueva York, donde Hawtin presentó su último trabajo como Plastikman tras una década de silencio. Silencio parcialmente lleno con la antológica Kompilation de 2010 y la caja de Bootlegs Arkives de 2011. Desde el 10 de junio el álbum Ex estaba disponible para descarga, tal y como fue interpretado en el Guggenheim, pero me parecía sacrílego escucharlo
en las bocinas de mi laptop dos días antes del Sónar. Algunos quisieron bailar pero el grueso del público entendió, y yo con ellos, que un espectáculo de Plastikman es más pensamental que bailable. Su dimensión ontológica es contemplativa, quieta y siempre deslumbrante. Pensé en Richie Hawtin dándole la vuelta
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al mundo con la misión de reventar discotecas y guardándose su faceta más honesta y formal. Nos mantuvimos quietos pero con los ojos trepamos al monolito visual cuya belleza, siempre abstracta y a veces fractal, correspondía tan perfectamente a la música. Pensé que Ex de Richie Hawtin era el gran paso adelante en la inagotable definición de la fiesta tecno. Terminó el concierto sin que a nadie se le ocurriera el absurdo de pedir encore. Nos fuimos sin más, y yo, todavía mesmerizado, tomé la línea roja en lugar de la verde, y cuando me di cuenta me bajé en metro Urgell, y como sabía que me quedaba una larga caminata entré a un bar y pedí un café.
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2009, los días que vivimos en peligro ELOY CALOCA Imagen: Oswaldo García
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I. Cuando el destino nos alcanzó Recuerdo la última semana de abril de 2009 como el paso de una nebulosa hecha de rumores. Una vez más, el fin de la civilización contemporánea estaba cerca, sin embargo, como en el poema de T.S. Eliot: “se acaba[ba] el mundo / no con un estallar, con un sollozo”1. La paranoia atestaba las ciudades mexicanas de un humor seco y expectante; el qué pasará era insoportable. Ante la incomodidad colectiva, mi padre se mostraba incrédulo. Decía que todo era un invento del gobierno mexicano. Mi madre coincidía en que todo era un invento, pero ella, afecta a las teorías de la conspiración –los pactos masónicos secretos, los Illuminati y las perversiones del Nuevo Orden Mundial–, sostenía que era el inicio de un caos absoluto que llevaría a las superpotencias a adueñarse del planeta. Ella decía que no había de otra: la amenaza se había incubado en algún laboratorio del primer mundo. Sentenciaba: “quién sabe qué cosas perversas están tramando los gringos o los europeos; esto es solo un poquito de todo el daño que nos va a venir”. Yo no especulaba mucho. Había leído sobre fenomenología y, partiendo de Husserl, Heidegger o MerleauPonty, creía que el debate no era
en sí, si el fenómeno era real o no. Afectaba nuestra cotidianidad, nos absorbía; tenía implicaciones muy reales, más allá de su posible origen. Por eso viví esos once días de temor social transitando entre voces fantasmas, sin esclarecer qué era imaginario, qué era material y qué era, francamente, sobrenatural. Coleccionaba datos, revisaba periódicos, veía los noticieros y escuchaba las conversaciones como un autómata. La información iba y venía. Nada era certero. Los mensajes se sucedían, superpuestos, generando un ruido polifónico, amorfo. Como cuando uno mueve la perilla de la radio buscando alguna estación, o como los retazos de voz tras el zapping con el control remoto. Como el cuchicheo en un restaurante; como un collage, como un borrador con anotaciones. Difuso. Las únicas evidencias del mal eran: que le había sucedido al conocido de un conocido de un vecino, que habían entrevistado en televisión a una víctima, que si el informe tal del instituto cuál, y que si en el hospital equis. Nada científico. Todo murmullos. Todo fársico. Suspendieron las clases en la universidad por tres días. Mi hermano, en la secundaria en
ese entonces, tuvo nueve días de asueto. Once, a lo mejor. La gente no salía de sus casas y desde ahí, movida por la desesperación del encierro, llamaba por teléfono a sus seres queridos y estaba, como yo, al pendiente de cualquier anuncio. Yo no tenía miedo. Estaba fascinado; no eufórico, ni siquiera contento, pero sí anonadado, como si se tratara de un sueño o un viaje interdimensional. Susan Sontag escribió algo al respecto. Decía que los seres humanos, posiblemente por una pulsión de muerte, o por nuestra proclividad hacia la destrucción, nos interesaba el desastre2. Por eso los comics, la ciencia ficción, las distopías, los foto-reportajes de guerra, la nota roja y los pasquines escandalosos: Ripley´s Believe it or Not, Insólito Semanario o la teleserie Mil maneras de morir. Las desgracias personales y urbanas, los cataclismos y los cracks financieros, nos parecían tan sublimes y misteriosos, que nos llevaban de la curiosidad al espasmo, y de la agudeza al deleite. Bueno, eso decía Sontag. Yo lo viví: imaginaba las plazas públicas, centros comerciales, avenidas y edificios corporativos, desiertos. Una mezcla de 28 días después, 12 monos y Viento del infierno. Algo así como las nove-
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las de Stephen King convertidas en miniseries: Los Tommyknockers o Apocalipsis (The Stand). No un holocausto zombie, ni meteoritos llameantes, ni explosiones, ni transformers. Únicamente desolación y muerte. La sobriedad asesina del vacío. Y no pasaba en Nueva York, ni en Los Ángeles, ni en Londres, sino en México. Solo estaba ocurriendo en México.
1 Eliot, T.S. (1925) Los hombres vanos (The hollow men), traducción de Julio Hubard. También Los hombres huecos, en la traducción de León Felipe. 2 Sontag, S. (2008) La imaginación del desastre. En: Barceló, M. La ciencia ficción. UOC, Barcelona.
II. El inicio del final Hablar de un caso cero es complicado. Unos decían que todo se originó en San Diego, California, con un niño de diez años, el 30 de marzo. Otros mencionaron que el primer brote estuvo en Canadá, desde febrero3. No obstante, la versión que los medios nacionales más repetían iba más o menos así: Un niño de cuatro años, Edgar Hernández, se siente sumamente enfermo, con malestar en las vías respiratorias y fiebre alta, en la localidad de La Gloria, en el municipio de Perote, Veracruz. Su médico de cabecera se percata de que las medicinas tradicionales para estos males no funcionan, y motiva a los padres a que lo lleven al Seguro Social de Jalapa, donde le diagnostican influenza en fase grave. Al día siguiente, extrañamente, se detecta una veintena de casos similares en la Ciudad de México, de los cuales, dos personas mueren a pesar de los esfuerzos que las instituciones
de salud emprenden por salvarlos4. En la noche de ese mismo día (25 de abril, 11:00 P.M.), la Secretaría de Salud del Gobierno Federal anuncia que en la capital del país se ha desatado una nueva epidemia de una rara gripe fulminante5. La casa de los Hernández en Veracruz es custodiada por elementos del Estado Mayor Presidencial a partir del 30 de abril, y la información clínica del niño se maneja como un asunto de Estado confidencial. Así empezó todo. ¿Qué pasó con Edgarito? Sobrevivió. Le hicieron una estatua. No, es en serio. El escultor Bernardo Luis realizó la pieza, la colocó en un parque a las faldas del volcán Cofre de Perote, y declaró en su develación pública, ante las autoridades locales: “tiene una ranita en una mano porque la rana fue una de las plagas bíblicas; esa, representa el virus. El niño que se curó, nuestro niño cero, es la representación de la unión de todos los mexicanos”6.
3 Origen de la influenza: Estados Unidos, en Excélsior Semanario, 12 de mayo de 2009.
III. El anuncio —Moderador: Se presentan ante ustedes (reporteros y unidades de prensa), el Dr. José Ángel Córdoba Villalobos, Secretario de Salud, y el Lic. Javier Lozano Alarcón, Secretario del Trabajo y Previsión Social… —Córdoba Villalobos: Se nos confirma del Instituto Mexicano del Seguro Social, del isste7, y principalmente de los hospitales e instituciones de salud que se administran por los gobiernos y las entidades federativas, que hay cifras alarmantes, globales en este momento, ya confirmadas, que les hemos venido compartiendo de momento a momento, que reflejan una crisis de salud nacional, según confirma el
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4 Caso de influenza en Veracruz en Veracruz Al Momento: veracruzalmomento.blogspot. com/2009/04/confirman-en-veracruzprimer-vcaso.html
IV. Los brotes
De veinte brotes, la cifra oficial se multiplicó a cuarenta y cinco en cinco horas. Al confirmarse que no era neumonía, y al detectar que en dos casos al menos se confirmó gripe porcina, el 6 Niño Cero ya tiene Centro para el Control y la Preestatua en Perote, vención de Enfermedades (cdc) Veracruz, en El Universal, 16 de agosto coloca a la población en estado de 2009. de alerta, pero se advierte: no 7 hay que ofrecer mayores datos. Instituto de SeguriSe dice que ya iban 1300 casos. dad y Servicios Sociales de los TrabaSe dice que ni siquiera el caso jadores del Estado. cero era gripe porcina, sino aviaria, debido a las Granjas Carroll que tienen su sede en Perote. Se salió de control: la información Sistema de Prevención y de se filtró, los medios cuestionaron Curación en materia epidemio- la llegada de elementos militares lógica. (…) Se han analizado y de salud a Veracruz y el porlos expedientes, caso por caso qué de las cuarentenas en los de los enfermos de la Ciudad hospitales capitalinos. No hubo de México, y según el Institusecreto de Estado, sino una ola to Nacional de Enfermedades de tergiversaciones, ineptitudes Respiratorias, no son casos institucionales, luchas de intecomunes. (…) Los síntomas son rés y batallas mediáticas por la cuadros críticos: obstrucción de exclusiva. Tampoco ayudaron vías respiratorias, un cuadro de las rencillas entre los gobiernos neumonía fatal, debilitamiento, de los estados y el federal. Había fiebres (…) Los reportes destamuertos, pero quién sabía cuáncan, fallecimientos por cuadro tos. El 26 de abril, 103 decesos neumónico atípico grave, que en algunas fuentes, en otras, 403, se genera por un desequilibrio 5049. Todos los fallecimientos, bronco pulmonar también atípi- de entrada, se concentraban en co y grave, que puede definirse la Ciudad de México, Hidalgo, únicamente, como caso de el Estado de México y San Luis influenza, pero poco conocido, Potosí. Lo primero que se dijo una influenza letal8. fue que había “159 muertos y 5 Comunicado de prensa, Presidencia de la República, 25 de abril de 2009, 0:00 P.M. en: youtube.com
2400 infectados” (30 de abril), pero después, que “149 casos fueron desahuciados, se desconoce cuántos murieron, de 942 infectados reales y corroborados” (3 de mayo). Los medios, alarmantes, destacaban “21 muertes en el Distrito Federal” (27 de abril), “80 muertos por influenza” después (29 de abril10) y luego, “150 muertes por influenza” (1º de mayo). Un completo desbarajuste. La Secretaría de Salud corregía los datos, diciendo: “149 muertes se generaron por sospecha del virus, pero a nivel nacional, solo pueden confirmarse 29 muertos por contracción directa, y no por alguna otra enfermedad que coincidió con esta pandemia”11. ¿150 o 29? Diferencia abismal. Como variaron los datos numéricos, aumentaría el pánico de la población y el tono temeroso de los anuncios gubernamentales. Una caricatura del periódico La Jornada muestra al Secretario de Salud expresando: “lo que no sabemos es cómo los muertos por influenza resucitaron…”12. En parte, el aumento y descenso de muertes tiene que ver con el sensacionalismo de medios e instituciones gubernamentales. Primero, las instituciones se concentraron en propagar el miedo. En crear el discurso de un enemigo invencible, del gran reto. Segunda fase: el enemigo ha sido controlado. Demos gracias al gobierno federal.
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8 Comunicado de prensa, Presidencia de la República, Op. Cit.
V. De influenza a gripe porcina, de gripe porcina a influenza porcina y, de influenza porcina a influenza de México Se le denominó clínicamente en los Estados Unidos, influenza viral tipo a, o tipo a1, y con más exactitud, h1n1. Clínicamente, la Unidad Epidemiológica lo etiquetó como virus naciente, el 20 de abril. Los primeros infectados datan de 1988, en Wisconsin. Fueron dos personas que padecieron fiebre, dolor de cabeza, tos seca, bronconeumonía y en última instancia, paro respiratorio. Por su procedencia rural, el origen del virus se atribuyó a los cerdos, por lo que se le llamó gripe porcina (swine flu). Se dijo que el cerdo transmitía los síntomas, pero en 2009 ya se sabía que el mal no provenía de los cerdos en absoluto13. La influenza porcina era, aparentemente, una mutación genética del virus de influenza. Sobre el cómo mutó, las explicaciones son un desastre.
Los medios mexicanos le atribuyeron la mutación al medio ambiente, a experimentación estadounidense, a una nueva fase evolutiva del virus creada por el crimen. Se declaró que la mutación fue una extraña mezcla de un virus aviario con el ambiente humano que lo alojaba. Se contaba que, en 1976, un joven de Nueva Jersey contagió de gripe a 200 personas con este virus, y que todas murieron, incluyendo el caso cero. Que la configuración genética del joven mutó el virus, y que el virus viajó misteriosamente a Wisconsin en los ochenta. Treinta años el virus durmió, pero en 2009 resucitaba en México. La lógica de una película de serie B: el virus se propagaba por el aire, pero solo en ambientes multitudinarios; había más probabilidades de infectarse en los mercados, conciertos y transportes públi-
9 Swine flu Death toll in Mexico rises, http:// www.trust.org/humanitarian/ 10 mx.news.yahoo.com/
cos. Se recomendaba no salir de casa. Se suspendieron todos los juegos de futbol (PumasGuadalajara, América-Tecos, Pachuca-Cruz Azul14), la banda finlandesa The Rasmus canceló su gira por México, y tampoco llegó el actor Hugh Jackman, que promocionaría el filme X-Men Origins: Wolverine. Se cerraron los cines, se cancelaron las campañas electorales en algunos estados, se suspendió la Feria de San Marcos en Aguascalientes y la Olimpiada Nacional (Juegos Preolímpicos), cuya inauguración sería el 27 de abril. Cesaron los aeropuertos y el Congreso de la Unión también suspendió actividades. En las playas y centros vacacionales cerraron los hoteles y parques recreativos, así como museos y zoológicos. En China, Australia, España e Israel se negó la entrada a mexicanos, por el temor a contraer el virus.
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11 SSa confirma: 29 muertes por influenza, eleconomista.com. mx/notasonline/ politica/2009/05/05/ experiencia-mexicocontra-influenza-utilcomunidad-mundialoms
VI. El amor en los tiempos de la influenza AH1N1 “¿Sabías que el virus de la influenza ah1n1 se propaga por la piel, por la saliva o por el aire? No saludes de mano ni de beso, y evita todo tipo de contacto físico. Usa tapabocas, no acudas a aglomeraciones y mantén limpias las superficies domésticas al contacto directo”. Eso decían los anuncios de radio del sector salud del Distrito Federal. Pero en las calles sobrevino una oleada de recomendaciones inaudita: mantenerse sin contacto sexual lo más posible, guardar un metro de distancia de persona a persona, no cambiarse el tapabocas; algunos otros, cambiar el tapabocas con regularidad; otros más, usar desinfectantes a base de alcohol (“el alcohol mata el virus”, dijo alguien por ahí), comer frutas y verduras (“para no enfermarse de gripe, porque la gripe se convierte en el virus”, decían), no comer en la calle, o bien, sí comer en la calle (porque, “¿no dijeron que el virus no sobrevive en el aire ni ambiente, solo en las bocas y en la piel? O ya me enredé”), o no comer cerdo (“porque por algo le llaman porcina, hijo”), o bien, sí comer cerdo (“porque, ¿no ves que no viene de los cerdos?, se le quedó el puro nombre”). La lista de recomendaciones se ampliaba:
12 La Jornada, mayo 2 de 2009.
no usar pañuelos desechables, lavarse las manos con jabón líquido y no en pasta, untarse desinfectante, tomar ocho vasos de agua como mínimo, no compartir alimentos, ni vasos ni cubiertos.
13 ¿Qué es la influenza porcina?, en: www.cdc. gov/h1n1flu/espanol/ influenza-usted.htm 14 Partidos a Puerta Cerrada, en Mediotiempo, 24 de abril de 2009.
VII. Los medios Televisión Azteca mediante Hechos, Influenza, cobertura especial, informó sobre los infectados, comunicados y recomendaciones de prevención, del 29 de abril al 2 de mayo. Televisa hizo lo propio con Influenza: epidemia nacional, una serie de reportes especiales sobre los comunicados oficiales, y la cadena cnn en español transmitió un Reporte Especial. Nunca se cuestionó si el virus era real o no en la televisión. El virus era real y punto. Sólo en el programa televisivo de Carmen Aristegui, el historiador de El Colegio de México, Lorenzo Meyer, jugaba con sus declaraciones entre la certidumbre y falsedad del virus, diciendo que “usaba tapabocas por solidaridad, consciente de que la propagación del virus no [era] evidente, sino directa”. Según Meyer, el paro de actividades nacionales de la última semana
de abril y primera de mayo podía relacionarse con una estrategia económica del gobierno federal, para solventar la crisis que azotaba entonces al país, ante la caída de la bolsa de los Estados Unidos desde el 2003. Algo tenía esto de cierto: Agustín Carstens, secretario de Hacienda y Crédito Público, y Felipe Calderón, adelantaron la aprobación del presupuesto 2010, gracias a la influenza, a causa de que se trataba de una crisis especial. Los medios de comunicación no oficiales sí cuestionaron abiertamente la existencia del virus. Tan solo en once días, recuerdo haber recibido los siguientes correos electrónicos: Detrás de la influenza; Influenza, la gran mentira; Influenza, la mentira del año; La influenza es el nuevo chupacabras; y los mismos se reparten el pastel, no caigas. En todas estas
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cadenas mediáticas se defendía que la influenza era una invención gubernamental para distraer al país de la entrada a una recesión económica, que era un contubernio entre el gobierno y las televisoras, que las instituciones de salud estaban sobornadas, y que los infectados eran actores. Las versiones más descabelladas: que la influenza justificaría que México pidiera a Estados Unidos o al Banco Mundial un crédito multimillonario, que todo había sido una invención de Manuel Camacho Solís, funcionario del gabinete del ex presidente Salinas, para reactivar su carrera política como asesor del sector salud (¿?), que la influenza era el inicio de la Gran Tribulación apocalíptica, y que todo era, más bien, una estrategia de la Secretaría de Educación Pública para suspender clases y ahorrar presupuesto. Una versión coherente: que independientemente de lo real o no de la pandemia, era la oportunidad de que el Partido Acción Nacional, entonces en el poder, ganara adeptos. Eso no pasó: las estrategias de contención fueron tan deficientes que, por el contrario, perdió muchos simpatizantes.
VIII. Nos vamos a morir todos
Muchos piensan hoy día que ningún mexicano tomó en serio lo que los medios del 2009 llamaron “la peor pandemia en la historia de México”15. Yo solo recuerdo que el 29 de abril, escéptico ante las alarmas y recomendaciones, decidí comprar víveres en una miscelánea. La anciana que atendía tenía los ojos empapados y se encontraba inmóvil. “Nos vamos a morir todos”, me dijo. Yo asentí con la cabeza. Ella me cobró. Sonrió con suavidad, abrió mucho los ojos, aún llorosos, y repitió: “Nos vamos a morir todos”. Entonces, rió a carcajadas, delirante, cada vez con mayor estrépito: “Todos, todos, todos. Nos vamos a morir todos. Moriremos todos”.
15 La gripe mortal de México en Vanguardia: www.lavanguardia. com/ciudadanos/noticias/20090430/53693121414/ el-nuevo-nombre-de-lagripe-israelmexico-saludoms-comision-europeace.html
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apuntes de un profesor ahogado daniel herrera Imagen: Leonardo Carmona G端emes
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Guadalajara no me recibió con los brazos abiertos, tuve que obligarla a aceptarme aunque fuera por un par de años. Era una ciudad de clima agradable, aunque tal vez cualquier lugar que no tenga un sol inclemente y temperaturas de cuarenta grados a la sombra es más amable que Torreón; con calles dañadas pero caminables y mucha vegetación para los ojos de un norteño que quería escapar de su ciudad natal. A pesar de lo anterior, conseguir trabajo fue un peregrinaje infernal y hacerse de amistades fue tan complicado como manejar en viernes de quincena por la Ciudad de México. Casi todos los tapatíos tienen un par de características extrañas frente la idiosincrasia norteña: primero, cuando conoces a alguien, es muy sencillo notar que te están evaluando para ver si puedes entrar a su círculo de amistades, y segundo, nunca sabes si esa persona será de verdad tu amiga o de plano te dará una puñalada por la espalda. En otras palabras, tienden a la hipocresía. Sea como sea, por supuesto que hay personas valiosas y conservo grandes amistades en aquella ciudad. Pero, también experimenté la forma en que
esa misma hipocresía puede transformarse en algo mucho más desagradable: mezquindad. Es más común encontrar gente mezquina entre los adultos, la vida y la mierda diaria convierten a algunos en seres ruines y a otros simplemente les hacen desarrollar una miseria emocional que ya estaba ahí. Hallar adolescentes execrables también es posible pero, según mi experiencia, menos común. Existe cierta ingenuidad combinada con honestidad que los transmuta en seres listos para ser llevados al matadero de la vida adulta. Pero donde más hallé adolescentes repugnantes fue trabajando para la uvm de Guadalajara. De esa universidad apenas sabía un par de datos: era una institución chilanga y pagaban mejor que otros lugares. Después me enteré de otras características infernales, pero hay que comprender al norteño ingenuo que era hace casi diez años. Mientras buscaba trabajo me enteré que abriría el campus tapatío. Ya había recorrido los pasillos del iteso y los jesuitas, como casi siempre lo han hecho conmigo, me habían dado una patada en el culo. Así que me fui caminando al edificio que estaba justamente a un lado.
Me recibieron con amabilidad superficial, fueron menos simpáticos que los jesuitas, pero más efectivos que ellos porque después de un par de entrevistas me contrataron por dos semestres. Era lo menos que podían hacer por mí, sobre todo después de caminar por el Periférico, una avenida sin banqueta y con animales muertos que deben ser esquivados por los peatones. Mi experiencia dando clases en bachillerato no era tan amplia, no sabía medirlos, no entendía que cada uno de ellos necesita ser tratado de manera distinta. Apenas llevaba un par de años trabajando en la docencia y jamás me había enfrentado a verdaderos conflictos. Entonces conocí a los alumnos tapatíos de la uvm. Nadie me había explicado que esta universidad tiene como política darle una segunda oportunidad a todo mundo, en otras palabras, recibir el cascajo, aceptar la morralla, abrazar a los refugiados de otras escuelas. Está creada para producir ganancias ofreciendo una educación ligera, poco exigente, la ideal para aquellos que no pudieron lograrlo en otros lugares. Esto no tiene nada
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de malo, todo mundo busca su lugar en la tierra y algunos aunque tarden un poco logran acomodarse más o menos bien. Todo depende de cuánta mierda se pueda tragar a diario. La directora del bachillerato era una señora rica con copete setentero quien tenía como misión aceptar a la mayor cantidad de alumnos posibles, formar un grupo de profesores dispuestos a humillarse por unos pesos y guardar las apariencias. Ningún escándalo debía salir de las aulas de aquel edificio, antigua maquila mal adaptada en una universidad mediocre. Esa mujer, decía, me recibió con la esperada amabilidad tapatía y al final del semestre me corrió sin miramientos, una acción sin sorpresas, pero en aquella época todavía no aprendía a leer las señas que anunciaban el futuro desempleo. ¿Qué vi en la uvm de Guadalajara durante cuatro meses? Alumnos humillando maestros, algo que no sorprende, supongo. Lo hacían por diversión, más que por auténtico desprecio hacia nosotros. Una de las razones para correrme fue que nunca dejé que esos adolescentes arrogantes pasaran por encima de mí. También supe que encontraron a una pareja en el baño, ella le hacía al muchacho sexo oral. Eso no tiene nada de malo, cada quién se chupa y se deja chupar lo que quiera, pero la directora copetona decidió ocultar la noticia que se esparció con la
misma rapidez que la del muchacho en el baño. Uno de mis mejores momentos fue cuando un alumno aventó su mochila y me retó a golpes. El odio le obligaba a cerrar los puños. Pude notar que no sólo me desdeñaba, sino que también me habría estrellado la cabeza contra el suelo si se lo hubiera permitido. O cuando una alumna aventó una bomba de gas apestoso en medio del salón justo cuando daba clases. Era un cuarto con las ventanas cerradas herméticamente. Fui el primero en salir corriendo del lugar, incluso creo que hice a un lado a varios alumnos. También me gustó mucho que una alumna de primer semestre, mocosa imbécil de apenas quince años, tuviera una congestión alcohólica en el baño de mujeres porque se le ocurrió darle un largo, largo, largo trago al vodka que había llevado escondido en la mochila una de sus amigas. La chica no había desayunado y su cuerpo decidió rendirse. La cara de la directora copetona cuando la ambulancia se llevó a la alumna reflejaba la ineptitud que existía en todo su ser. Dentro de ella, estoy seguro, iba creciendo, poco a poco, la seguridad de que no sólo su trabajo, sino su vida entera era un error y que tal vez sería necesario emborracharse como aquella alumna que no podía levantarse de la camilla para decirle a sus compañeras que estaba bien, que ya se iba.
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JOE strummer busca en granada a federico garcĂa lorca Horacio lozano Imagen: Oswaldo GarcĂa
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Llegué a Granada porque me invitaron al Primer Coloquio Internacional de Ficción. Querían que diera una charla acerca de mi último libro, al parecer, un andaluz gallardo que había visto mi película en una bodega de Malasaña estaba aferrado a que fuera. Se llamaba Luis Fernando Bagaría, casi como el caricaturista, pero ya hablaré de él más adelante. Granada me generaba nostalgia. La única vez que había ido terminé en un bar bebiendo vermut de grifo y me perdí en la noche como un insensato. Ni siquiera subí a La Alhambra. Esta vez iba dispuesto a que sucediera lo mismo. Tomé el tren desde Madrid, antes compré una revista de salsa rosa en un quiosco de Atocha. Me sentía cansado del inmenso libro de Perec que venía leyendo desde meses atrás. En la portada de la revista aparecía como titular una mujer a la que habían sorprendido toppless en Benidorm, al pie venía una pequeña nota acerca del grupo The Clash, decía que se separaban definitivamente. Los había visto en Blackpool unos años antes. Tenía en casa el acetato de Sandinista. Para
mí, su mejor disco. Ni siquiera estaba enterado de que pretendían separarse. En la estación de tren de Granada me recibió Bagaría: bajito, de bigote delgado, fumando; parecía el fantasma de Salvador Dalí a los 20 años. Su traje a la medida, corbata a rayas, calzado reluciente. Me sentí informal, yo llevaba pantalones de mezclilla y una camiseta del Señor Frogs con la rana disfrutando de una margarita en una hamaca. Cuando me miró, se acercó entusiasmado a saludarme y me dio un fuerte abrazo. No se quitaba el cigarro de la boca y arrojaba humo a mi rostro sin ninguna consideración. Nos subimos a su diminuto auto, manejaba muy rápido por las pequeñas calles de la ciudad. Entramos a la Gran Vía y el tráfico provocó que frenáramos un poco. Me da mucho gusto que vinieras, era muy importante para mí, dijo mientras cambiaba la marcha del auto y éste rugía con dolor. Tu libro Emancipaciones de lo real me pareció fascinante. Gracias, le respondí mirando hacia la ciudad que parecía más antigua desde la última vez que la visité. Baga-
ría me llevó al hotel donde me hospedaría, un hombre tocaba el acordeón en las escaleras, sonaba milagroso y triste. Le di un par de monedas. Dejé mis cosas en la habitación, por la ventana del cuarto podía ver una parte de La Alhambra. Comenzó a darme sed. Bagaría me llevó a un hermoso sitio a comer gazpacho y jamón de Trevélez. Comenzamos a beber vino y cañas. Me habló de su esposa, recién casado, una andaluza tradicional ¡Odia a los escritores!, gritó escupiendo boronas de pan y soltando una carcajada. Me caía bien Bagaría, me recordaba al espíritu despilfarrado de una época mejor, una época que ya había quedado muy lejos o que nunca existió. Fuimos a la Plaza Isabel la Católica y de allí nos metimos en otro bar a seguir bebiendo cañas. Aproximadamente a las nueve de la noche Bagaría se despidió. Su esposa lo esperaba y al otro día tenía que madrugar. Me explicó cómo llegar al hotel. Abordó su pequeño bólido y lo vi alejarse como bengala. Fue reconfortante que se fuera, me sentía cansado de hablar de mí. Mis sueños de-
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berían esperar otro siglo antes de renacer. No quería llegar al hotel. Ya estaba ebrio. La noche granadina me retumbaba en las sienes. ¿Dónde queda el bar donde venden ese maravilloso vermut de grifo?, me pregunté a mí mismo sentado en una barra pegajosa cerca de algún lugar. Pregunté a algunas personas en la calle si sabían de casualidad sobre aquel sitio: “Famoso garito donde sirven vermut de grifo y te dan un pequeño plato de aceitunas”. Platiqué con algunos peatones que llevaban guitarras, otros me sacaron unas monedas, dos jóvenes que vestían camisetas roídas se besaban con intensidad en un callejón. Caminé por largo rato. Al fin, después de varios intentos, di con el bar: letras rojas de neón, barra de madera, aceitunas. No llevaba ni diez horas en Granada y ya estaba en el sitio donde presentía que terminaría lamentándome. Me senté con alivio en la barra y pedí el elixir. A mi lado se encontraba un tipo con una gorra militar y una camisa hawaiana. Noté que había dejado sobre la barra una extraña edición en inglés de Poeta en Nueva York de Fe-
derico García Lorca. El libro se veía muy usado, estrujado, como si lo hubieran leído miles de veces.
Hasta ese momento se me hizo conocido, sabía que ya lo había visto en algún sitio.
—Muy apropiado leer a Lorca en esta ciudad.
No podía recordar.
Le dije al hombre levantando mi vaso diminuto de vermut.
—Poco español. Le hice el mismo comentario, pero esta vez en inglés, el hombre se me quedó mirando un momento, se puso los lentes para el sol, tomó el libro y se me acercó.
—Si quieres te lo regalo. —No gracias, ya lo leí. Noté que traía cigarros y le pedí uno, llevaba cuatro años sin fumar. La primera calada fue como si me golpearan con un martillo en el pecho. La segunda mucho peor.
—Lorca se dejó matar porque sabía que el mundo era demasiado grotesco. Balbuceó el tipo en un inglés desparpajado.
—A qué te dedicas, le pregunté con disimulo. —Soy antropólogo de la poesía, busco la tumba de Federico García Lorca, lo quiero desenterrar para hacerle justicia. —Para eso tienes que ir a un camino oscuro entre Víznar y Alfacar. Para entonces ya iba por mi tercer vermut. Luego dijo algo de las fosas comunes y fue cuando lo reconocí, me llegó de inmediato a la memoria la nota que acababa de leer esa misma mañana. Era Joe Strummer, borracho, evidentemente deprimido y solitario. ¿Qué hacía el vocalista de The Clash en Granada bebiendo vermut de grifo y comiendo aceitunas? Quería desenterrar a García Lorca. Una emoción infantil se apoderó de mí.
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—Déjame invitarte unos tragos, le dije, tal vez yo pueda ayudarte. —Tú qué haces, se nota que no eres español.
lo de tu banda, soy un gran admirador. —Yo también lo lamento. ¿Dices que sabes cómo llegar al lugar donde está enterrado Lorca?
—Soy escritor y periodista. Sobre todo invento —No, sólo conozco el nombre porque alguna cosas. vez lo leí. —¿Has escrito algo que Strummer abrió el libro y haya leído? —No sé. Le mencioné algunos títulos. No reconoció ninguno, pero Strummer era un apasionado de la literatura, hablamos de poesía hispanoamericana, novelistas americanos, poetas ingleses, un lector desinhibido. Sin tapujos en sus lecturas. Eso me gustó. Con otros escritores no sabes a qué autores puedes adorar y a cuáles no. Soy un tipo diplomático.
—Me llamo Jänko, es un placer conocerte. —Yo soy Joe. —Lo sé, lamento mucho
me mostró un fragmento que estaba subrayado con lápiz: Hay que llevarlos al muro donde iguanas y serpientes esperan. Me acuerdo porque lo transcribí en una libreta que todavía guardo.
—Aunque encontremos el lugar donde está enterrado Lorca, será imposible reconocer cuál es su cadáver, debe haber cientos de esqueletos ahí. Eso era una fosa común, es imposible. Para ese entonces ya iba como por mi octavo vermut. Joe parecía que llevaba bebiendo desde hacía siglos, era
imposible derrumbarlo. Me había contagiado su pasión por desenterrar a Lorca. Por un momento lo consideré como algo viable y profundamente poético. Hicimos suposiciones de transporte, le pedimos un mapa al hombre de la barra, analizamos la cartografía de Granada. Quién podría llevarnos a esa hora, cómo lo reconoceríamos.
—Lo reconoceríamos de inmediato porque estamos sumergidos en un profundo universo lorquiano. Dijo Strummer poniéndose de pie.—¿Qué pasó con The Clash? Me animé a preguntarle. —The Clash es una elegía, es un drama escrito por Lorca. ¿Sabes porqué quiero desenterrar a Lorca?, porque yo me siento como él se sentía: comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico. A mí no me pueden fusilar, aunque lo merezca.
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Pagamos y salimos a las calles, nos topamos con el hombre del acordeón que había visto más temprano afuera del hotel. Reconoció a Strummer. Le tocó London Calling con el acordeón y Strummer derramó algunas lágrimas. Se dieron un abrazo largo. El hombre del acordeón también lloraba. Es probable que para ese entonces yo ya hubiese bebido más de veinte vermuts. Subimos por una calle ancha llena de vendedores de cerveza y jóvenes. La Alhambra iluminada parecía un escenario de ciencia ficción. Joe estaba extraviado, se quedó mirando a unas ventanas que sobresalían de un edificio. Un chico tocaba la guitarra en una esquina. Le dejamos unas monedas. Ese chico nunca supo que Joe Strummer le dejó unas monedas.
—La música es lo único que me mantiene vivo, como a Lorca la poesía. El punk, el reggae, el flamenco, todo se conjura en un sueño, hay que unir las piezas con maestría, quiero completar
el rompecabezas, quiero vivir.
con él, se convirtió en un estupendo poeta. Ahora Granada es diferente, se convirtió en un espejo imposible. Le pregunté si tenía lugar Ciudades que se transforman dónde quedarse y me dijo que porque grandes hombres palo esperaban en Madrid, que san por ellas. Por una noche y se iba en el próximo tren. Lo acompañé a comprar una litrona de manera desapercibida, un de cerveza y una botella de vino. guerrero recorrió esas calles Intercambiamos teléfonos. Nun- con nostalgia. Buscando a su ca nos volvimos a ver o a hablar. poeta favorito. Lamentándose por su asesinato y sus En la hoja donde me apuntó su número, escribió en español: versos. Los poetas atraen a los poetas. No desenterramos ¡Lorca vive! a García Lorca; pero estoy Al día siguiente fui a dar que seguro que Strummer mi charla a la Universidad de desenterró otras cosas de su Granada. Mi resaca era terripecho. Desde entonces no he ble. Todavía me sentía un poco ebrio. Bagaría me preguntó qué regresado. La anécdota de mi había hecho después de que nos noche granadina con una de las grandes leyendas del punk despedimos. Cuando le conté la repetí en distintas ocasiola historia tardó un tiempo en creerme. Increíble, dijo, siempre nes: conferencias, talleres, ferias de libro, borracheras que me voy a casa pronto suceden cosas extraordinarias, así es en donde algún nostálgico Granada. Como era de esperarse pone a The Clash y entonces me aparezco para contar de mi charla fue aburrida, había aquella vez que Joe Strummer poca gente. y yo quisimos desenterrar Apenas era 1984, casi nadie el cadáver del poeta Federime leía en España, ni en ninco García Lorca. El día que guna otra parte. En cambio, vuelva a Granada tengo que Bagaría, que estaba en primera ir a beberme un par de esos fila, me dijo que le pareció fascinante. Todavía tengo contacto refrescantes vermuts de grifo.
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Nota Escribo esta crónica el día 22 de diciembre del año 2002 para el suplemento Konkret. Me enteré por medio de mi hijo que Joe Strummer ha muerto. No había escrito este texto hasta el día de hoy porque habitaba en mis memorias personales y un hombre tiene derecho a monopolizar
sus memorias. Conocí a Joe Strummer esa noche de 1984 en Granada. Estaba buscando a Federico García Lorca. A modo de homenaje quisiera concluir con este poema que me permití intervenir. Conectar la obra de Lorca y la de Strummer me pareció un ejercicio pertinente y en exce-
so poético, en donde ambas voces se unen para cerrar el epicíclo. Dos voces de protesta. Las líneas en español pertencen al poema titulado Nueva York de Federico García Lorca y las líneas en inglés son de la canción Rebel Waltz escrita por Joe Strummer para The Clash. ¡Strummer vive!
Más vale sollozar afilando la navaja I slept and I dreamed of a time long ago o asesinar a los perros en las alucinantes cacerías I saw an army of rebels, dancing on air que resistir en la madrugada I dreamed as I slept, I could see the campfires los interminables trenes de leche a song of the battle, that was born in the flames los interminables trenes de sangre and the rebels were waltzing on air La otra mitad me escucha I danced with a girl to the tune of a waltz devorando, orinando, volando en su pureza that was written to be danced on the battlefield como los niños de las porterías I danced to the tune of a voice of a girl ¿Qué voy a hacer? ¿Ordenar los paisajes? a voice that called “stand till we fall we stand till all the boys fall.” Jänko Erwin
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textos Jorge Carrión (Tarragona, 1976) es escritor y doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde da clases de literatura contemporánea y escritura creativa. Colabora en varios medios de España y América Latina. Ha publicado los ensayos Viaje contra espacio (2009), Teleshakespeare (2011) y Librerías (2013); y varios libros de viajes, como La brújula (2006), GR83 (2007), Australia (2008), Crónica de viaje (2014) y Los huérfanos (2014). Víctor Santana (Tijuana, 1982), es doctor en Filología hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido profesor de Literatura Hispanoamericana Contemporánea en la Universidad de Monterrey y actualmente realiza una estancia de investigación posdoctoral en la Universitat Pompeu Fabra. Es autor de No es material para pistas de baile (CECUT, 2013) y ha publicado en medios como Milenio, Frente, y Otra Parte Semanal. Eloy Caloca Lafont (Querétaro, 1987) es Licenciado en Relaciones Internacionales (2010) y Maestro en Estudios Humanísticos (2013) por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Querétaro. Ha sido colaborador en las revistas: Razón y Palabra, Revista Latinoamericana de Comunicación, Retos Internacionales, Anagnórisis, TN, Tierra Adentro, Picnic, Ciudad Q: Inventario Territorial, ERRR Magazine. Es autor de Ocio y civilización (Par Tres Ediciones, 2013) y aparece en la antología de escritores queretanos Largo sueño de las cifras (IQCA, 2014). Actualmente, es profesor de Literatura, Historia del Arte y Ciencias Sociales en la Preparatoria del Tecnológico de Monterrey, Campus Eugenio Garza Lagüera (Monterrey) y colabora en el Colectivo Resortera, un espacio de divulgación literaria juvenil. Daniel Herrera (Torreón, 1978) es escritor, profesor y periodista. Ha publicado en distintas revistas nacionales y es autor de los libros: Con las piernas ligeramente separadas (ICOCULT, 2005), Polvo rojo (Ficticia, 2009) y Melamina (Tierra Adentro, 2012). Horacio Lozano Warpola, (México D.F.,1982), Es autor de Neónidas: 2006 -2008 (Herring Publishers, 2009), Lago Corea (Herring Publishers, 2011), y Física de Camaleones (Calygrama, 2013) y en fue incluido en Besar de lengua: antología poética queretana (2011). Es fundador de los proyectos Ciudad Q / Inventario Territorial, Cine Panorama y Laboratorio Murciélago. Imparte talleres de creación literaria a jóvenes escritores y es profesor de Literatura e Historia del Arte a nivel preparatoria. Actualmente colabora en distintas revistas bajo el seudónimo de Jänko Erwin y fue ganador del IX Festival Internacional de Escritores y Literatura en San Miguel de Allende 2014 en la categoría de poesía.
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imágenes Oswaldo García (Querétaro, 1989) Es Restaurador de Pintura de Caballete por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro, fotógrafo independiente con experiencia en espectáculos, documental, comercial y fotografía de autor. Ha sido corresponsal en México para SPIN Earth, y trabajado con medios electrónicos locales e internacionales. Cuenta en su trayectoria con tres exposiciones individuales y participación en varias colectivas, un premio por selección y una residencia en la School of Visual Arts en Nueva York. Anna Styczynska (Polonia,1980) es antropóloga, editora y traductora. Coordinadora del proyecto institucional en la Organización Nacional de Activistas por la Emancipación de la Mujer, Bolivia (2011). Editora de la primera revista sobre el trabajo sexual, Emancipación, en Bolivia, 2011. Traductora de La fiebre blanca de Jacek Hugo-Bader (2014). Actualmente está trabajando en la colección de ensayos, Mino Bimaadiziwin/El arte del eterno renacer. Calabora en La mirada salvaje traduciendo Bajo la mirada del león de Maaza Mengsite. Émerson Zárate, (Ciudad de México, 1984) es Director de Fotografía en Cine por la Escuela Superior de Artes y Espectáculos (TAI) en Madrid, España. Ha realizado varios cortometrajes entre los que se destacan Muñecas Rusas (España, 2007) seleccionado por el festival de Valladolid, 2007; Los predilectos de la luna, (México, 2009); El regreso (México,2012), Libre (México, 2011) Actualmente trabaja en la postproducción del cortometraje Oluya, (Bosnia & Herzegovina, 2014)”. Leonardo Carmona Güemes (México,1974) es biólogo, fotógrafo, actor y director de teatro. Fue comunicador social en la Organización Nacional de Activistas por la Emancipación de la Mujer, Bolivia (2011). Editor de la primera revista sobre el trabajo sexual, Emancipación, Bolivia (2011). Colaborador en la mirada salvaje.
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