Los TRABAJADORES, la LIBERACIÓN NACIONAL y la TRANSICIÓN al SOCIALISMO Ponencia el aborada ppoor el Instituto de E olí os y SSo ocia le olív ara el M nti ela Esstudios P Po líttic icos ciale less «B «Bo lívaar-M -Maarx» x»,, ppa Móódul uloo «A «An tiiimperialismo deológ y ppeers pecti nV el a», ddee ssu us C urs os ddee FFoormación P Veenezu zuel ela», Cu rsos Poolíti ticco-I o-Id ógiica. rsp tivva SSoocialista een 0. Introducción Con alguna frecuencia observamos entre las y los revolucionarios la tendencia a asumir que la condición antiimperialista de cualquiera de nuestros aliados garantiza su coincidencia plena con la lucha por el socialismo, o al menos un alto grado de afinidad con los objetivos estratégicos de quienes nos planteamos la perspectiva socialista. Y observamos también, especialmente entre sectores de la llamada «ultraizquierda», la tendencia contraria, a rechazar cualquier alianza con quienes no compartan plena y abiertamente la propuesta programática del socialismo, incluso a pesar de que, objetivamente, estén tan interesados como nosotros en confrontar el imperialismo, al menos dentro de los límites de un determinado momento o período histórico. Ambas tendencias son, como explicaremos más adelante, políticamente peligrosas además de conceptualmente equivocadas. El primer error puede conducir a que las y los revolucionarios, ingenuamente, bajen la guardia ante aliados tácticos en la lucha antiimperialista quienes, por su naturaleza de clase, llegarán a ser inevitablemente enemigos en la lucha por el socialismo; el segundo error puede conducir, por efecto del sectarismo y el aislamiento, al rompimiento innecesario o apresurado con fuerzas genuinamente interesadas en participar en la alianza antiimperialista, y esto a su vez debilita la alianza y puede llevar a la derrota del esfuerzo de liberación nacional. Detengámonos a considerar con algún grado de rigor estos conceptos y otros relacionados a fin de prevenir tales confusiones dañinas y peligrosas. 1. Imperialismo El término «imperialismo» se ha hecho en los últimos tiempos moneda corriente entre las y
los revolucionarios de nuestro país, pero no siempre es usado con corrección y precisión. Es frecuente, por ejemplo, que, en lugar de «imperialismo» se hable de «imperio»; es común, igualmente, que por «imperialismo» se entienda «gobierno de los Estados Unidos»; y es habitual, asimismo, hacer referencia a Simón Bolívar y otros héroes históricos del siglo XIX como «antiimperialistas». Todos estos, y muchos otros ejemplos similares, son equivocaciones mayúsculas. Tomemos la última afirmación, acerca del supuesto carácter antiimperialista de Bolívar, como punto de partida para desarrollar nuestra explicación. Bolívar, como bien lo establece el historiador cubano Francisco Pividal, puede ser legítimamente considerado como «precursor del antiimperialismo», mas no propiamente como antiimperialista. Debe recordarse que el imperialismo es «la fase superior del capitalismo» (V.I. Lenin), y que, en consecuencia, sólo aparece en condiciones de altísimo desarrollo capitalista. En tiempos de Bolívar, el primer tercio del siglo XIX, la tendencia dominante del capitalismo, particularmente en Estados Unidos, todavía era la de la libre concurrencia, aunque ya se mostraban algunos elementos de la espiral de monopolización y concentración de capitales que conduciría más tarde a la plena aparición del imperialismo. No había en ese momento imperialismo en América, ni lo hubo hasta varias décadas más tarde. Había, desde luego, colonialismos, tanto el de viejo cuño ejercido por las potencias europeas en decadencia, como el de nuevo cuño que ya buscaba ejercer Estados Unidos. Y había imperios a la usanza antigua, como los hubo en todo el mundo desde tiempos remotos hasta el desarrollo avanzado del capitalismo, con ocupación militar permanente de los territorios conquistados, con anexión e incorporación de éstos al imperio una vez consolidada la dominación, y con establecimiento de autoridades políticas que ejercían el gobierno bajo control directo de la metrópoli.
Pero no había imperialismo, que es un fenómeno característico y exclusivo de la última y más elevada fase del sistema capitalista, y que tiene un carácter más difuso y sutil que el de los imperios clásicos; que usa primordialmente instrumentos de dominación económica y sólo recurre a la fuerza militar en circunstancias excepcionales; y que raramente busca la anexión política o el control gubernamental directo de los territorios sobre los que ejerce su dominio económico. Se trata de una precisión que no es simplemente teórica o académica, y que tiene graves implicaciones políticas concretas. Afirmar que Bolívar era antiimperialista conduce a equiparar el imperio español –contra el que el Libertador sí combatió–, con el imperialismo moderno, que ni siquiera llegó a conocer. Y no son lo mismo ni remotamente, aunque podamos establecer algunas analogías entre ambos fenómenos, como lo hizo el propio Lenin para ilustrar o ejemplificar algún punto. El hecho central es que ni Bolívar luchó contra el imperialismo ni nosotros luchamos hoy contra imperio alguno, y que por lo tanto no debemos ni podemos extraer de la experiencia histórica bolivariana conclusiones válidas directamente aplicables a nuestra circunstancia actual. Las diferencias de fondo entre los conceptos «imperialismo» e «imperio», son numerosas y de gran peso. Como consecuencia de la primacía que ha alcanzado el capital financiero, del grado de concentración del capital resultado de la progresiva monopolización, y de la sustitución de la exportación de bienes por la exportación de capitales, fenómenos todos que han ocurrido en el curso de menos de siglo y medio, el imperialismo moderno se diferencia radical y profundamente de los imperios que lo precedieron al estilo del romano, el austro-húngaro o el español. Continua en la página 2 y 3.