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Artista gráfico chileno obsequió un gallo rojo al PCV Algunas características temáticas de la literatura rusa

A principios de este año, la Fundación Salvador Allende presentó en Santiago de Chile la imagen conmemorativa del 50º aniversario del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, la cual fue creada por el destacado artista visual. ■

HACKEAR EL SISTEMA!

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La historia del software libre (II)

Luigino Bracci Roa Lbracci@gmail.com

«Como casi todos saben, la mayoría de ustedes roba el software. El hardware se tiene que pagar, pero el software se comparte. ¿A quién le importa si no se les paga a las personas que trabajaron en el software?»

Así decía la «Carta abierta a los aficionados», de Bill Gates, publicada en 1976, cuando él tenía 20 años y estaba lejos de ser millonario. En ese año aparecían las primeras computadoras personales: aparatos del tamaño de una nevera, con luces LED, sin teclado ni pantalla. Se programaban con interruptores, eran muy costosas y sólo las entendían expertos en electrónica y computación: los entonces llamados «aficionados».

Antes de eso, una computadora era un equipo inmenso sólo usado por militares y universidades. Sólo se vendían unas pocas al año. Pero las nuevas computadoras personales prometían cambiarlo todo: habría una en cada hogar y oficina. Gates lo sabía y quería venderles su software a todos los que compraran un computador.

Yury Weky Silva Profesora de literatura

Como toda tradición literaria, la literatura rusa tiene su origen en la oralidad. De esa oralidad recordamos a los skomorojis, quienes fueron como los conocidos juglares en España que cantaron al Cid Campeador en la Edad Media, o como los bardos, poetas ambulantes de la antigüedad griega quienes cantaron a la Guerra de Troya. Así como los juglares glorificaron al Cid, los skomorojis cantaron bylinas para enaltecer las hazaña de los bogatyrí que defendieron su territorio contra los pechenegos y cumanos.

La oralidad es la cuna de la palabra escrita. Es el primer escalón de la producción literaria así como las pinturas rupestres lo han sido para el posterior desarrollo del arte pictórico. Sólo cuando aparece el alfabeto, la escritura hace su gran epifanía. No obstante, hay diversos autores como Ramón D. Perés que no dudan en ubicar los inicios de la literatura rusa en el siglo XIX. Occidente no solamente ignoraba la creación literaria rusa, sino que la excluía. Con la aparición de autores como Gogol, Turgeniev, Dostoievski y Tolstoi se produce el milagro del reconocimiento por el carácter innovador de su lenguaje, por su tratamiento de los personajes y por toda la forma y estructura de su narrativa. La lectura de algunas de sus obras nos permite identificar algunas características temáticas que enunciaremos brevemente:

LA DENUNCIA SOCIAL

Esto lo podemos observar en Pushkin, quien utilizó sus versos para acusar a la tiranía y la opresión que se vivía en 1800; léase a Eugene

Onegin. También Gogol hace una sátira en Almas muertas, obra en la que se muestra cómo los siervos de las haciendas podían ser comprados y vendidos. Después de ellos, esa denuncia social la encontramos en Dostoievski (Crimen y castigo, Memorias del subsuelo) y en Máximo Gorki, con su obra Los bajos fondos, donde refleja la vida en un albergue para personas de la calle. Se podría decir que esta característica nos lleva a un realismo social que veremos posteriormente en autores de Europa occidental y Latinoamérica.

LAS PREGUNTAS DE LA IMPORTANCIA DE LA EXISTENCIA

Vemos esta interrogante en La guerra y la paz de Tolstoi; el personaje Andréi Volkonski cuando cae herido se pregunta antes de morir sobre el sentido de la vida. Igual hace Iván en su lecho de muerte en la obra La muerte de Iván Ilich. Él sufre una enfermedad y está consciente de que va a morir, pero ante el miedo a la muerte se pregunta sobre el sentido de la existencia. No podemos obviar que el autor se ha convertido al cristianismo y estas dudas se ven reflejadas en el personaje.

LA EPOPEYA

La epopeya es sintomática de un escritor cuya obra está impregnada de la atemporalidad y cuyos temas se transforman en universales. De allí el triunfo de la literatura rusa en el siglo XIX que lleva a que el catedrático Serrano Poncela se pregunte: ¿De dónde provenían escritores y escrituras de semejante vigor y madurez? Los autores rusos clásicos plantean temas que son de la humanidad entera. Sus dudas, sus temores, sus cavilaciones y sus conductas.

En las universidades existía la cultura de los «hackers», entendida no como la práctica de delincuentes que roban información, sino de informáticos que resuelven problemas. Entre ellos era normal compartir el software con su código fuente; lo revisaban para entender cómo funcionaba, y si tenía un error, lo solucionaban y explicaban a otros cómo modificar el código fuente para corregirlo.

Así como una obra musical tiene una partitura que indica a cada músico qué instrumentos tocar y qué notas ejecutar, de la misma manera todo programa de computadora tiene su código fuente que indica cómo debe funcionar el programa.

Los buenos informáticos disfrutan resolviendo problemas: así demuestran ser buenos en su oficio y obtienen el reconocimiento y la valoración de otros. Además, así ayudan a otros, lo que forma parte de la esencia humana. Lo mismo que compartir.

Pero Gates estableció en su carta que compartir es sinónimo de robar. Esa carta gritó a viva voz lo que muchas corporaciones informáticas pensaban en voz baja. Redactaron contratos, licencias y «acuerdos de no divulgación» que los programadores debían firmar cuando eran contratados o cuando compraban un software, comprometiéndose a no difundir ni compartir el código fuente.

Así, el software dejó de ser libre. Tal vez la mayoría de los informáticos no tienen mucha formación política, pero su intuición les decía que algo en ese procedimiento no era correcto: ¿por qué impedir que la gente colabore y comparta sus experiencias y conocimientos libremente?

Apenas 10 años después de escribir la carta, Microsoft (la empresa fundada por Gates) ya era dueña del monopolio del software en el mundo.

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