cuenca
entre sus colores y texturas…
Juan Carlos “Tuga” Astudillo S.
Cuenca, entre sus colores y texturas… Cuenca es una ciudad con identidad, con un sabor específico, una textura y un color que la definen y sobre las cuales descansa esa belleza única que le ha valido el reconocimiento del mundo entero y la atención de profesionales y aficionados de la fotografía que encuentran en ella un universo de posibles, de certezas, de extremos que reclaman ser capturados.
“Hay básicamente tres temas fotográficos: la gente, las cosas y los lugares. El fotógrafo americano Lee Friedlander dijo una vez que le interesaba la gente y las cosas de la gente, pero solía expresar dichos intereses mediante la representación de lugares…” (Guerry Bagder, 2009)
Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad para la UNESCO, desde 1999, la otrora Guapondelig (Cañari), Tomebamba (Inca) y Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca (desde su fundación española), ha sido reconocida a nivel internacional en múltiples ocasiones posicionándose como un tesoro andino que debe ser aprehendido, explorado, experimentado y, claro, fotografiado. Ciudad cosmopolita, desde sus inicios, Cuenca ha sabido hibridar con sutil perfección lo más trascendente de las culturas que se han sucedido en este valle, dibujando un “ethos barroco”, como dijera Bolívar Echeverría, que pone en escena el abanico de formas y expresiones que resultan en una ciudad de hablado alegre, gente amable, cuatro ríos y todas las orillas que se puedan imaginar. Dueña de un centro histórico icónico gracias a sus cerca de 200 hectáreas de construcciones coloniales, de tipo colonial y por el afrancesamiento de su arquitectura republicana, Cuenca posee un encanto que bien podría graficarse en el tejado de doble agua que marca su paso y las cerca de 20 torres o campanarios y-o iglesias que se levantan ratificando esa magia de una ciudad profundamente artística, espiritual. Ciudad activa, llena de recovecos y sinuosidades que hacen de ella un “hipo planetario” y en donde el transcurso del sol desde el solsticio de verano hasta el de invierno (que se evidencian en las montañas que se levantan al sur-oeste) y el juego de luces y sombras con que bañan al valle resultan una invitación para hacer fotografía porque, ante lo dicho, simplemente resulta natural. Y es que la luz en esta ciudad y sus cerros tutelares pareciera trazar los caprichos de la forma como buscando la autenticidad del instante, ese devenir poético que conlleva toda creación artística, como diría Octavio Paz y que, en la fotografía, cobra la posibilidad de congelar el vértigo que nos rodea: “para cualquiera que vea de verdad, la fotografía es una prueba de que se ha vivido…” (Strand, citado por Bagder, 1967).
Concepto, redacción y fotografía: Juan Carlos “Tuga” Astudillo. Diseño y diagramación: Gustavo Corral.
Pero ¿cómo abarcar, es decir, cómo experimentar una ciudad como la que estamos delineando, en aras de comprender la totalidad de sus tantos reconocimientos internacionales y lo que los mismos significan para su posible desarrollo a través de un turismo de fotografía pensado y planificado?, pues, me parece, es necesario empezar por sentar las bases sobre las cuales se levanta, en este sentido, desde su Fundación y la traza urbana a la que responde, eco del sueño y la utopía que simbolizan. Es sabido, hasta el lugar común, que tras la Conquista la distribución espacial en tierras americanas obedeció a lo que occidente entendía como la “forma correcta” de urbanizar o mejor, ese ensueño del orden social plasmado en su forma física. Así, esta Santa Ana de los Cuatro Ríos nace a través del damero y la cuadrícula como una malla que se expande desde su punto central establecido en el Parque Calderón y, los poderes religiosos, ejecutivos, judiciales y punitivos, alrededor. A partir de esta cuadrícula habría de expandirse el resto de la ciudad, dejando hacia las afueras a los barrios de indios y las edificaciones más próximas a la plaza central reservadas para los españoles y sus descendientes; lo cual es fácil de observar en las diferencias entre el tipo de construcciones monumentales como palacetes de varios pisos, en las inmediaciones al Parque Calderón, con aquellas casitas pequeñas, de un solo piso y una modesta belleza, de las “afueras” lo cual, sobra decirlo, ofrece una mirada única para el fotógrafo ávido de encontrar los contrastes que conviven, armónicamente, en una ciudad que engloba todas las posibilidades. La historia de la urbe y su desarrollo ha estado siempre acompasado por un constante e intenso intercambio con el “primer mundo”, sobre todo con la “ciudad de la luz”, a donde y, tras el boom económico de las exportaciones de cascarilla y sombreros de paja toquilla (siglo XIX), las clases pudientes enviarían a sus hijos a educarse, por lo cual, a su regreso, introdujeron la influencia arquitectónica a la que nos referimos líneas atrás y que incluirían, en nuestra realidad, elementos que a la hora de ser capturados fotográficamente ofrecen una inúmera cantidad de planos y detalles que, sumados a la luz de la cual platicamos, abren regalos para el ojo atento. Un hermoso pueblo con aires cosmopolitas (parafraseando a María Augusta Vintimilla); una ciudad que encanta, en el literal sentido del término, por aquella posibilidad de encontrar en ella, hoy por hoy, todo lo que hacen tanto de la herencia cuanto de la contemporaneidad un lugar mejor para vivir y, todo, en una extensión que puede ser recorrida a pie, en un solo día; Cuenca es una oferta abierta para el turista y el fotógrafo en búsqueda de una opción que permita satisfacer todas sus inquietudes, rebasando en su belleza las expectativas que pudieren haberse formulado: “En
infinitas fotografías se suceden infinitos silencios, todos distintos, desde el instante detenido. Pues todo instante que se detiene, calla, mientras la vida muestra cómo el silencio es la más vigorosa forma de comunicación…” (Cordero, 2007). Y es que, sin caer en la exageración, se puede afirmar que en Cuenca conviven en armonía los extremos: una traza urbana que responde al período colonial y las huellas profundas de la arquitectura del período republicano (centro histórico) más una armoniosa estética moderna y contemporánea tanto para las edificaciones cuanto para el urbanismo en sí que comparten el mismo valle. La seguridad de una ciudad relativamente pequeña (menos de medio millón de habitantes); cuatro ríos ejemplarmente cuidados por la importancia que revisten para la salud tanto física cuanto anímica de la identidad del cuencano; una industria floreciente con altos índices de exportación y, en fin, una realidad que podría resumirse en los números que la grafican: dos catedrales en una plaza central, una iglesia por cada dos cuadras (aproximadamente), más de 20 museos, de 70 hoteles, hostales y hosterías y sobre los 100 restaurantes con oferta para todos los gustos (desde la típica y tradicional, pasando por japonesa, árabe, mexicana, argentina, hindú, vegetariana, etc.) y, de la misma manera, una vida nocturna intensa con una oferta variada que va desde los pequeños cafés-libro, un museo-bar reconocido en el país por su propuesta extrema de arte urbano y teatro experimental, una iglesia colonial convertida en museo de arte religioso en donde se ofrecen recitales de la Orquesta Sinfónica y músicos de cámara, bares especializados en diferentes estilos musicales como el jazz, la música tropical, el rock y la electrónica (entre otros) que han hecho que, en esta urbe apacible e intensa, a la vez, se den paso a festivales nacionales e internacionales que han puesto a Cuenca en el foco de la escena a nivel mundial: el Festival de la Lira, la Bienal de Arte Contemporáneo, el Festival de la Orquídea, el Festival de las Artesanías de América CIDAP, el Día de la Música, el qf Cuenca y el Roto Fest, etc.
BIBLIOGRAFÍA Bagder, Gerry: La genialidad de la fotografía. Cómo la fotografía ha cambiado nuestras vidas. BLUME. España. 2009. Corral Vega, Pablo: Pablo Corral Vega. LATINA EDITORIAL. Ecuador, 2007.
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Panorรกmica de la ciudad, desde el mirador de Turi, al anochecer
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Diferentes 谩ngulos de la Catedral de la Inmaculada Concepci贸n.
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Iglesia de San Francisco.
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Ejemplos de arquitectura republicana afrancesada en el Centro Hist贸rico.
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La Espadaña del Monasterio de Nuestra Señora de la Concepción.
Fachada de la Iglesia de Santo Domingo.
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El majestuoso río Tomebamba, sus camineras y el moderno edificio Paseo del Puente.
Pirotecnia: el Castillo. Las ciclo rutas al margen del río Tomebamba en el Paseo 3 de Noviembre, reconocido a nivel internacional por la UNESCO.
La familia Vanegas representando la cultura vernácula, a través de la danza, música y pirotecnia.
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El Museo Municipal de Arte Moderno.
Una de las construcciones coloniales del Centro Hist贸rico.
Edificio del Hotel El Dorado.
Detalles del casco colonial.
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El edificio de la Corte Provincial del Azuay, en el coraz贸n de la ciudad (Parque Calder贸n).
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Iglesia de Todos Santos.
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Detalles de la arquitectura cuencana republicana.
El edificio del colegio Benigno Malo.
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Interior de la Iglesia de Santo Domingo.
Panor谩mica de la avenida Solano y parte del centro Hist贸rico.
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25 Vendedora de flores en la plazoleta.
La Plazoleta de las Flores y el Monasterio del Carmen de la Asunci贸n. Vendedora de hornado en un mercado local.
El plato de hornado con sus guarniciones: llapingacho, mote y encebollado.
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Culturas urbanas, expresiones artĂsticas y turismo: danza en tela-aro; break dancers; mochileros y skaters.
La Plaza 9 de Octubre.
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29 Arquitectura de tipo colonial.
La calle Rafael María Arízaga, uno de los barrios que marcan el fin del centro histórico-colonial.
Panorámica del valle de Cuenca, al amanecer y desde el mirador de Turi.
Ejemplo de arquitectura Neoclásica.
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El río Tomebamba, la Iglesia de Todos Santos y el Puente Roto, íconos de la ciudad. Campus Central de la Universidad de Cuenca, el Puente Roto, malabaristas y estudiantes en las orillas del río Tomebamba.
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Interior de la Catedral Vieja, actual Museo de Arte Religioso, en la celebración de los 90 años de fundación de Diario El Mercurio.
Fachada del Monasterio de Nuestra Señora de la Concepción.
Edificio de la Alcaldía.
Las cúpulas de la Catedral de la Inmaculada Concepción, al atardecer.