192 belleza del matrimonio

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HOY HE VUELTO 1. Cuántas veces, siendo niño, te recé, con mis besos te decía que te amaba. Poco a poco, con el tiempo, alejándome de ti, por caminos que se alejan me perdí. /(bis) Hoy he vuelto, Madre, a recordar, cuántas cosas dije ante tu altar, y al rezarte puedo comprender que una madre no se cansa de esperar 2. Al regreso, me encendías una luz, sonriendo desde lejos me esperabas, en la mesa la comida aún caliente y el mantel, y tu abrazo es mi alegría de volver. / (bis) 3. Aunque el hijo se alejara del hogar, una madre siempre espera su regreso, que el regalo más hermoso que a los hijos da el Señor, / es su madre y el regalo de su amor. / (bis)

ORACIÓN Señor concédeme: - Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. - Valor para cambiar aquellas que sí puedo cambiar. - Sabiduría para conocer la diferencia. Oh Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre: - lo que debo pensar, - lo que debo decir, - como debo decirlo, - lo que debo callar, - lo que debo escribir, - como debo de obrar, para procurar tu Gloria, el bien común de todos y mi propia santificación. Espíritu Santo ilumina mi entendimiento, fortalece mi voluntad, y dame tu equilibrio divino. Amén.

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192. LA BELLEZA DEL MATRIMONIO Audiencia del yo lo refiero a Cristo y a Papa Francisco la Iglesia” (Efesios 5, 32). Miércoles 6 de mayo Inspirado por el Espíritu de 2015 Santo, Pablo afirma que el amor entre los Queridos hermanos y cónyuges es imagen hermanas: del amor entre Cristo y Hoy trataremos de la Iglesia. la belleza del matrimonio cristiano. Esto no es sencillamente una ceremonia que se hace en la Iglesia, con las flores, el vestido, las fotos… El matrimonio cristiano es un Sacramento que tiene lugar en la Iglesia, y que también hace la Iglesia, dando inicio a una nueva comunidad familiar. Es lo que el apóstol Pablo resume en su célebre expresión: “Es este un gran misterio: y

y sus pecados, la hicieron realidad. San Pablo, al hablar de la Vida Nueva en Cristo, dice que los cristianos, todos, están llamados a amarse como Cristo los amó, es decir, “sumisos unos a otros” (Efesios 5, 21), que significa los unos al servicio de los otros. Y aquí introduce la analogía entre la pareja marido-mujer y Cristo-Iglesia.

Una dignidad impensable. Pero en realidad está inscrita en el designio creador de Dios, y con la gracia de Cristo innumerables parejas cristianas, incluso con sus límites,

Está claro que se trata de una analogía imperfecta, pero tenemos que captar el sentido espiritual que es altísimo y revolucionario, y al mismo tiempo sencillo, al alcance de cada hombre y mujer que confían en la gracia de Dios.


El marido, dice Pablo, debe amar a la mujer “como cuerpo suyo” (Efesios 5, 28); amarla como Cristo “amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (Efesios 5, 25-26). Vosotros maridos que estáis aquí presentes, ¿entendéis esto? ¿Amáis a vuestra esposa como Cristo ama a la Iglesia? Esto no es broma, son cosas serias. El efecto de este radicalismo de la entrega que se le pide al hombre, por el amor y la dignidad de la mujer, siguiendo el ejemplo de Cristo, tuvo que haber sido enorme en la comunidad cristiana misma.

El Sacramento del Matrimonio es un gran acto de fe y de amor: testimonia la valentía de creer en la belleza del acto creador de Dios y de vivir ese amor que impulsa a ir cada vez más allá, más allá de sí mismo y también más allá de la familia misma. La vocación cristiana a amar sin reservas y sin medida, es lo que, con la Gracia de Cristo, está en la base del libre consentimiento que constituye el matrimonio. La Iglesia misma está plenamente implicada en la historia de cada matrimonio cristiano: se edifica con sus logros y sufre con sus fracasos.

indisoluble de la historia de Cristo y de la Iglesia con la historia del matrimonio y de la familia humana? ¿Estamos dispuestos a asumir seriamente esta responsabilidad, es decir, que cada matrimonio vaya por el camino del amor que Cristo tiene con la Iglesia? ¡Esto es algo muy grande! En esta profundidad del misterio creacional, reconocido y restablecido en su pureza, se abre un segundo gran horizonte que caracteriza el Sacramento del Matrimonio.

La decisión de “Casarse en el Señor” contiene también una dimensión Esta semilla de la misionera, que significa novedad evangélica, que tener en el corazón la ¿aceptamos hasta las restablece la originaria reciprocidad de la entre- últimas consecuencias, disponibilidad a ser intermediario de la nosotros mismos, ga y del respeto, fue bendición de Dios como creyentes, madurando lentamente y de la gracia del y como pastores en la historia, y al final Señor para todos. también, este vínculo predominó. Pero tenemos que preguntarnos con seriedad:

En efecto, los esposos cristianos participan como esposos en la misión de la Iglesia. ¡Se necesita valentía para esto! Por ello cuando saludo a los recién casados, digo: “¡Aquí están los valientes!”, porque se necesita valor para amarse como Cristo ama a la Iglesia. La celebración del sacramento no puede dejar fuera esta corresponsabilidad de la vida familiar respecto a la gran misión de amor de la Iglesia. Así, la vida de la Iglesia se enriquece con la belleza de esta “alianza esponsal”, así como se empobrece cada vez que la misma se ve desfigurada. La Iglesia, para ofrecer a todos los dones de la fe, del amor y la esperanza, necesita también de la valiente fidelidad de los esposos a la gracia de su sacramento.

El pueblo de Dios necesita de su camino diario en la fe, en el amor y en la esperanza, con todas las alegrías y las fatigas que este camino comporta en un matrimonio y en una familia.

suficientemente valientes para llevar este tesoro en las frágiles “vasijas de barro” de nuestra humanidad.

Cristo no cesa de cuidar a la Iglesia: la ama siempre, la cuida siempre, como a sí mismo. Cristo no cesa de quitar del rostro humano las manchas y las arrugas de todo tipo.

Pidamos para que el matrimonio y las familias sean un reflejo de la fuerza y de la ternura de Dios en nuestra sociedad.

Estos hombres y estas mujeres tan valientes, son un recurso esencial De este modo, la ruta para la Iglesia, y también está, marcada para siem- para todo el mundo. pre, es la ruta del amor: Que Dios los bendiga se ama como ama mil veces por esto. Dios, para siempre.

Es conmovedora y muy bella esta irradiación de la fuerza y de la ternura de Dios que se transmite de pareja a pareja, de familia a familia. Tiene razón san Pablo cuando escribe: “esto es precisamente un “gran misterio”. Hombres y mujeres, lo

Muchas gracias. Papa Francisco


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