Cigoto
Capítulo II Luchador social y literato Rowena Bali
En el infinito un instante puede ser tan largo como para escribir un libro. Yo sé que ustedes no creen que un cigoto pueda escribir: piensan que desconozco el lenguaje, y tienen razón. Pero he prestado atención por generaciones y generaciones al ruido continuo de las voces del pasa do, tanto así que se ha grabado como un mantra en mi interior. Y es que en efecto; el sonido continuo de una lengua desconocida es un mantra. En un mantra se concentran claves de conocimiento profundo, que es el que provoca que miles de cigotos de todo el universo puedan escribir. Mis antepasados, además de ser grandes esper matozoides y guerreros, también fueron grandes literatos. No crean que por ser un simple cigoto no entiendo de asuntos sexuales, ni crean que no comprendo las acciones criminales que detonan la muerte de millones de los míos. Sé que entre ustedes bromean sobre nuestra existencia, les parece chistoso dejarnos morir de frustración entre esas ridículas bolsas de látex que se inventaron para no contagiarse de todas las porquerías que nunca podrán dejar de hacer. Nunca entenderán la importancia que esta carrera desesperada tiene para nosotros. Negarnos la posibilidad de ser un solo triunfador, o con suerte dos y más triunfadores, es un acto despiadado y perverso, que algún día han de pagar.
98 CULTURA URBANA
Sí. Seguro van a decir que soy un conservador ¡Y lo soy! Soy un cigoto devoto a la palabra y la ley de Dios. Fui diseñado por una tecnología que ustedes pretenden vencer con sus bolsas de látex. No tienen una idea de lo fuertes que algunos de nosotros nos volvimos gracias a sus artimañas para matarnos: sus horribles espermaticidas, sus dispositivos intrauterinos, y todas las sucias patrañas para asesinarnos sin piedad justo para colocarle la macabra cereza al pastel de su cochinada. Mi padre es un hombre bueno, que se unió a una santa mujer. Ellos se amaron y no pusieron trampa alguna a este cigoto que ahora está hablando con ustedes. Mi momento es brevísimo y vertiginoso, con este vértigo escribo lo que escribo, porque sí, porque soy un cigoto devoto y guiado por sus palabras escribo esto que ahora ustedes leen con toda la lentitud que los caracteriza. Ustedes son de veras distintos a mí, pero parecidísimos. Yo tengo un limen por delante, en un instante me dividiré, dejaré de ser uno para volver a ser muchos. Primero uno, luego muchos. Cada vez que esos muchos confluyen en uno solo un gran cisma se ge nera, ese uno empieza entonces a inventar cómo dividirse para encontrar a su nuevo objeto de penetración. Pronto tendré un gustoso periodo de descanso. Una vez que haya librado la batalla de
mi definición me tocará crecer. En este momento de mi existencia lo sé todo. Puedo recordar perfectamente lo que se siente crecer dentro de una madre: tengo la memoria repetitiva de mis ancestros. Toda experiencia de crecimiento es distinta e invaluable. Por eso me indigna saber que ustedes cometen el grave pecado de no respetar las otras formas de vida. Piensan que los moscos, por ejemplo, son criaturas menores, no sólo eso: lo dan por hecho, como si fueran capaces de entender una pizca de lo que significa para un mosquito poseer la existencia que posee. Como si pudieran comprender aquel veloz batir de alas. Ustedes todo lo están haciendo mal. No han podido concebir un lugar para todos, una vida equilibrada y feliz en la que ningún individuo deba morir para que otro viva. Las leyes bajo las que se rigen son inhumanas. Deberían ser rediseñadas para proteger a su progenie, no para destruirla. El Divino les mandará una catástrofe. Ese plan forma parte de todos los planes que forman parte de todos los planes habidos y por haber en el universo. Nosotros redimiremos a la nueva humanidad, impondremos un nuevo carácter a su existencia nula. Somos las nuevas generaciones. Seres evolucionados que construirán un mundo mejor. Donde todo lo inventado por ustedes, ineptos, sea destruido. ¡No quere-