DISPEDAGOGÍA Y DISPEDAGOGENIA Dr. Marino Latorre Universidad Marcelino Champagnat Lima, octubre, 2019
El concepto dispedagogía hace referencia a la práctica pedagógica inadecuada llevada a cabo por quienes tienen la función de “educar” o “formar” al ser humano. Su significado etimológico es “pedagogía inadecuada o contraria a la pedagogía correcta”. Esta práctica pedagógica inadecuada por parte del profesor es la que produce en los estudiantes un aprendizaje insuficiente o inadecuado. El concepto se refiere tanto a la acción inadecuada del docente (dispedagogía, la causa), como a la falta de aprendizaje del estudiante (la “dispedagogenia”, que designa las secuencias negativas de la inadecuada práctica pedagógica o didáctica; el sufijo “-genia” colocado en posición yuxtapuesta y pospuesta al lexema, añade la idea de proceso que da lugar o que genera un resultado negativo, pues la pedagogía inadecuada siempre supone un vacío en el aprendizaje del estudiante que tarde o temprano le puede conducir al fracaso escolar. En consecuencia “dispedagogenia” (“dis-“,“-pedagogía-“ y ”-genia”) son las secuelas negativas producidas por la dispedagogía (pedagogía inadecuada), algo parecido a la “didactogenia” que son las secuelas negativas de una mala práctica didáctica (Moreno, 2011). Según lo anterior podemos decir que la dispedagogía, es un problema de los maestros que tienen una incorrecta forma de enseñar. La dispedagogenia es un problema de los estudiantes que, como consecuencia de la actuación inadecuada de los maestros, presentan problemas al aprender. Por eso “el concepto de dispedagogía apareció como un cuestionamiento necesario a quienes postulan que el problema del aprendizaje está en el estudiante, llamando problema de aprendizaje a lo que, en realidad, es un problema de enseñanza” (como se citó en Fernández, 2016).
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La pedagogía como ciencia y como arte Un maestro que tiene, de manera permanente, dificultades para enseñar, -cualquiera que sea la causa--, contribuye a la dispedagogenia, que es la causa del fracaso escolar de muchos estudiantes. Cuando un docente se acostumbra a improvisar en la clase -- ¿A ver lo que sale hoy? -- se convierte en un dispedagogo. Como todo aprendizaje exige actividad mental (sinapsis de las neuronas) la mejor forma de aprender es a través de la actividad física y metal de los estudiantes; “Aprender haciendo”, decía Dewey. Es el “aprendizaje con las manos” que decía Kerschensteiner, a través de la reflexión personal y del trabajo colaborativo. Es necesario despertar la motivación --pues no hay aprendizaje sin emoción-- y el interés del estudiante por aprender, pues el aprendizaje no se produce cuando alguien quiere enseñar (el docente) sino cuando alguien (el estudiante) quiere y puede aprender. El acto volitivo de querer abre la puerta del aprendizaje y los conocimientos previos necesarios para aprender y disponibles en el estudiante permiten entrar en el recinto del mismo. El maestro es realmente sabio cuando no busca que sus estudiantes entren en el dominio de su sabiduría, sino que los guía hasta el umbral de la suya propia (Kahil Gibran), pero el estudiante es quien debe franquear ese umbral. Y el proverbio chino los confirma: “Los maestros son los que abren la puerta, pero son los discípulos los que deben atravesarla”. Hay tres preguntas sencillas que debe hacerse todo docente en el dintel de la puerta de entrada a la clase; son las siguientes: ¿Qué tienen que aprender hoy los estudiantes? ¿Qué tienen que hacer los estudiantes para aprender lo que tienen que aprender? Como docente, ¿qué medios-objetos, etc. o situaciones de aprendizaje tengo que proporcionar a los estudiantes para que hagan lo que tienen que hacer para que aprendan lo que tienen que aprender? Hay que reconocer que pedagogías que fueron útiles, valiosas e interesantes en un pasado no muy lejano son hoy día inútiles, cuando no perjudiciales para los estudiantes. Porque el escenario social ha cambiado y cuando cambia el escenario cambia todo. Cambia la forma de pensar y de actuar de los estudiantes, cambian sus necesidades, sus intereses, su forma de aprender y de relacionarse, etc.
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Si enseñamos a los estudiantes de hoy como les enseñábamos ayer, les estamos robando su futuro (Dewey). Les estamos preparando para un mundo que ya no existe, pues les estamos preparando para dar respuestas a preguntas que ya no se formulan. En la modernidad teníamos respuestas para casi todas las preguntas, ahora nos hemos que dado sin respuestas porque nos han cambiado las preguntas (Mario Bendetti). Estamos en la sociedad de la posmodernidad, globalización, sociedad de la información y de la incertidumbre. Ante esta realidad no se puede enseñar trasvasando conocimientos del docente al estudiante –el docente explica y el estudiante intenta recoger los conocimientos que puede para repetirlos cuando se los pregunten en un examen memorístico-- sino que hay que desarrollar una serie de habilidades cognitivas y emocionales que permitan al estudiante aprender cualquier contenido en el presente y durante toda la vida. Se precisa desarrollar una serie de competencias personales y profesionales –genéricas y específicas-- para que la persona llegue a ser un buen ciudadano y un excelente profesional. Para ello hay que reinventar la escuela, la universidad; los docentes tienen que adoptar una actitud abierta y disponible para desaprender, aprender, desaprender y reaprender, etc. durante toda su vida. “Los analfabetos del nuevo milenio no serán los que no saben leer y escribir sino los que no están dispuestos a aprender, desaprender y reaprender” (Alvin Tofler). Hace 60 años se podía sobrevivir, como profesional, con los conocimientos que se habían aprendido durante los cinco años de carrera porque los conocimientos eran relativamente estables. Hoy sufrimos el síndrome de la infoxicación pues, se producen tantos conocimientos y recibimos tanta información cada día, que no somos capaces de procesarla; hay que seleccionar y procesar, pero para ellos se necesita la capacidad de comprensión, analizar críticamente, sintetizar, interpretar, argumentar, explicar, producir, etc. a fin de lograr pasar de la información al conocimiento. Esa es una de las misiones importantes de la escuela y de la universidad.
¿Y el docente, qué? La responsabilidad del docente puede ser por su falta de metodología, por ir demasiado deprisa o demasiado lento en el ritmo de las clases, porque no sabe moverse en la ZDPróx, porque no se adapta a las necesidades de los estudiantes o no es capaz de motivarlos. A veces el docente se ve
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presionado por las autoridades académicas y por los padres de familia para cumplir con el currículo académico del año, pues consideran que esto es más importante que preocuparse por el ritmo de aprendizaje de cada niño. De este modo el escolar no puede adelantarse o atrasarse, con las consecuencias que esto tiene para su futuro. La solución a este problema de falta de aprendizaje profundo de los estudian-tes es darles una educación integral, pero con una pedagogía flexible, en la que puedan aprender de forma significativa y funcional, al ritmo de cada uno y según sus posibilidades. Muchos colegios priorizan el seguir el plan propuesto al inicio del año escolar, al aprendizaje verdadero de los estudiantes. Es más importante la programación y el desarrollo del cronograma propuesto que el aprendizaje. ¡“Lo importante es acabar el libro” ...! Por desgracia hemos organizado la pedagogía cuando deberíamos haber pedagogizado la organización. Hemos burocratizado la educación en lugar de haber educado a la burocracia.
La pedagogía adecuada o inadecuada La educación tiene como fin formar a la persona humana de forma integral, proporcionándole habilidades cognitivas –capacidades-destrezas-- y emocionales --valores y actitudes—que le permitan aprender conocimientos para llegar a ser en la vida un buen ciudadano y un excelente profesional. Si esta intervención educativa sobre el ser humano no es adecuada, puede tener efectos y consecuencias negativas sobre la persona durante toda la vida. Platón dice que “hay algo peor que ignorar alguna cosa, es haberla aprendido mal o de forma equivocada”. La dispedagogía no solo produce aprendizajes deficientes en los estudiantes, además, al obtener bajos resultados en sus notas, causa baja autoestima, disminuye el deseo de aprender, conduce al fracaso escolar, desmotivación, problemas con los padres, además de conflictos en las habilidades sociales, problemas emocionales y orgánicos en el estudiante, etc. El papel de los padres es fundamental para detectar a tiempo la situación, apoyar a sus hijos identificando qué deben exigir a sus hijos, e informar ante las autoridades de la escuela la situación de los estudiantes.
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La dispedagogía no es solo responsabilidad del docente o de una escuela en particular, sino que refleja un mal funcionamiento del sistema educativo en su conjunto.
Prácticas pedagógicas inadecuadas Cuando un profesor hace su clase a base de exposiciones y, simplemente, manda copiar a los estudiantes en un cuaderno lo escrito en la pizarra y en el libro, o cuando imparte sus clases sin preocuparse de que los estudiantes asimilen de forma progresiva los conocimientos, está practicando la dispedagogía. Si el docente no es capaz de moverse en la ZDPróx del estudiante y las actividades que propone son repetitivas (pertenecen a la ZDreal) y no generativas de conocimiento y desarrollo de habilidades, este docente está practicando en el aula la dispedagogía. Cuando el docente no retroalimenta a los estudiantes, informándoles de sus aciertos y de sus errores en las actividades que realiza en el aula, este docente está practicando en el aula la dispedagogía. Cuando el docente no acepta, respeta y quiere a sus estudiantes –sean como sean y estén en la situación en que estén—y no se produce una relación de conexión empática con ellos de forma habitual, está practicando en el aula la dispedagogía. "Cuando un profesor/a cree que los estudiantes son un problema para él o ella, es hora de que deje su trabajo como profesor/a y se dedique a otra cosa" (Deborah Meier). Un educador que va cada día a su trabajo con la sensación de estar quemado, ya no tiene nada que ofrecer a nadie, empezando por sí mismo. No tiene nada que ofrecer mientras se sienta de esa manera. Y si el "burnout" es definitivo, debe irse para siempre de la escuela. No puede quemar a los demás con su propia quemadura… Todo eso requiere para el docente, vocación, compromiso, trabajo, dedicación, e invertir tiempo para preparar las clases y corregir los ejercicios, pero es la única
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manera de que los estudiantes aprendan. Si no es así los estudiantes pasarán de grado o curso, pero no habrán aprendido.
Relación entre la dispedagogía y la dispedagogenia Moreno (2011) relaciona los dos conceptos. Como ya hemos indicado antes La dispedagogía hace referencia a las prácticas pedagógicas inadecuadas llevadas a cabo por quienes tienen la función de “educar” o “formar”. Ahora bien, ¿quién tiene la obligación de educar? Los primeros educadores de los hijos son los padres y, en segundo lugar, y de forma subsidiaria, la escuela. Ambas instituciones tienen la obligación de incorporar al niño, de forma gradual, a través de vivencias, la asunción de valores, actitudes, conocimientos, tradiciones familiares y sociales que influirán en la vida del niño y que posibilitarán que desarrolle una biografía feliz. No queremos hablar ahora de la influencia negativa de la sociedad y de los medios de comunicación (dispedagogía social), puede ser objeto de otro estudio. a) La familia: Los padres o los tutores delegados de estos, son los primeros educadores, así como los miembros cercanos de la familia, como los abuelos, tíos, etc. Es una gran responsabilidad pues, como dice Michael Levine: “Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que tener un piano en casa no lo convierte a uno en pianista”. La evolución que el modelo clásico de familia está sufriendo en los tiempos presentes hace más complicada la educación de los hijos por parte de los padres dando como resultado que los padres no sean los únicos educadores de los hijos. Hoy en día los abuelos han adquirido un papel importante como suplentes de la acción de los padres que, debido al trabajo tienen poca presencia temporal y poco contacto vivencial con sus hijos. También hay que pensar en las personas que no pertenecen al ámbito familiar pero que se han convertido en “educadoras de los hijos”, como las “nanas” o los llamados “canguros”, etc. Las personas cercanas a los niños se convierten en sus referentes de conducta y valores y su influencia sobre ellos es determinante, sobre todo cuando tienen poca edad. Puede haber criterios permisivos, rigoristas, conductas inapropia-das de violencia doméstica, por parte de los padres y de los que los suplen durante muchas horas al día y convertirse en fuente de situaciones dispedagógicas.
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Refiriéndonos a la familia, supongamos que un niño percibe con frecuencia actitudes violentas en su padre hacia la madre; es fácil que este niño cuando llegue a ser adulto repita la misma conducta observada en su casa. Esta práctica ha ocasionado en la madurez una dispedagogenia o secuela negativa teniendo como origen una situación dispedagógica en la familia. Por suerte, no siempre ocurre así, pero algunas veces sí. b) La institución escolar tiene una responsabilidad subsidiaria en la educación. Representa a la sociedad y su misión es formar a los estudiantes de manera integral para se incorporen de forma progresiva en la sociedad como buenos ciudadanos y profesionales. El ámbito escolar es para el niño total-mente diferente del familiar: espacios más grandes, muchas personas desconocidas, horarios rígidos, contacto diario con niños y personas descono-cidas, los materiales que utiliza en la escuela son diferentes a los de su casa, y el hecho de ir diaria y obligatoriamente a la escuela cinco días a la semana es algo que impresiona al niño de pocos años y puede ser fuente de problemas hasta que se adapta (Polaino, 2004, p. 134 y ss.). Nosotros partimos de la hipótesis que todo escolar que encuentre un entorno favorable para el desarrollo de sus capacidades debe tener un rendimiento adecuado a sus posibilidades. El bajo rendimiento o el fracaso escolar es un desajuste entre lo que esperamos y lo que acontece. Hay que investigar cuáles son las causas que lo producen y creemos que en la mayor parte de los casos se debe a la práctica inadecuada del docente, a una dispedagogía que genera la dispedagogenia, es decir, el bajo rendimiento escolar del estudiante. Lo que acabamos de decir no se aplica a casos en que un profesor excelente advierte ciertos problemas en un determinado grupo o clase para seguir la materia y tienen un bajo rendimiento general; puede deberse a falta de conocimientos previos sobre la materia, falta de acople entre la didáctica correcta del profesor y la forma de aprender de los estudiantes, a que exista una cierta prevención sobre la asignatura o el docente por parte de los estudiantes que ocasionan inhibiciones o rechazos masivos. Sin embargo, hay que distinguir las características del centro escolar, con su cultura organizacional y su influencia sobre el estudiante, de la acción pedagógica de cada docente que trata con los niños; la influencia de estos últimos puede ser determinante en el desarrollo y el aprendizaje de los estudiantes pues son para ellos referentes adultos significativos. Aquí es donde
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se puede dar, con mayor amplitud, la dispedagogía o práctica inadecuada de la docencia y el trato improcedente de los estudiantes. Las consecuencias negativas que produce la dispedagogía se considera como un factor de riesgo que puede dar lugar a secuelas negativas para el estudiante; es lo que llamamos dispedagogenia en la que se concreta y materializa la dispedagogía. El hecho de que la persona desarrolle cuando es adulto conductas inapro-piadas y no sea capaz de superar ciertas carencias psicológicas con altera-ciones de conducta puede deberse a la influencia escolar. Supongamos que un adulto tiene dificultad para expresar su opinión en público, es inseguro y carece de confianza en sí mismo, puede ser debido a que en su infancia en la escuela un profesor concreto le pidió hacer una exposición de un tema y mientras la hacía con ciertas dudas y falta de fluidez verbal, etc. propias de un estudiante que expone ante sus compañeros, el docente le interrumpe y lo deja en ridículo. Si ese mecanismo se repite una y otra vez –dispedagogía-puede originar que, cuando ese niño o adolescente sea adulto, tenga inseguridad o temor para dar su opinión en público. Es una dispedagogenia escolar (Crocier, et al., 2001) Muchas de estas situaciones también se manifiestan en edades tempranas; las revueltas de los estudiantes en colegios y universidades se deben a que no han sido escuchados por mucho tiempo y se ha ido incubando un malestar contra un docente o todos los docentes y directivos de la institución educativa y esta dispedagogía o disdidáctica crean un sentimiento de rechazo y rebelión. La revolución estudiantil en Francia del Mayo del 68, puede ser un ejemplo, aunque en ese caso hubo un componente ideológico manifiesto. Hay dispedagogenias que afectan al rendimiento escolar. Este es un tema muy preocupante en todos los niveles de educación. Hay ocasiones que el origen del problema está en el estudiante, pero en muchas otras el origen está en los docentes y en su práctica educativa (Olaya, et al. 2000). Igual que el adulto puede sufrir situaciones en su trabajo que reduzcan su rendimiento laboral, por el mal clima laboral, los abusos y le produzcan estrés, malestar, sensación de ser explotado y exigido más de lo soportable, también el estudiante puede pasar por situaciones en las que su rendimiento no sea el que puede dar debido a actuaciones dispedagógicas, como utilización de una
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pedagogía pasiva y memorística, sobrecarga de deberes y trabajos, mal ambiente en el aula, trato inadecuado del docente, etc. Polaino, (2004), escribe “lo que para el adulto es su empresa, su trabajo, el contexto donde se desenvuelve de forma habitual su trabajo –con las implicaciones que ello tiene para sus relaciones sociales, su familia y su prestigio personal--, en el ámbito de la sociabilidad del niño es la escuela”. ¿Cuántas personas tienen aversión a las matemáticas, la física y química, el inglés, etc. porque tuvieron la desgracia de tener un profesor en un año clave que le infundió ese sentimiento por su dispedagogía? También ocurre lo contrario, en este caso producido por docentes excelentes que saben motivar a los estudiantes y encender en ellos el deseo de aprender su asignatura. Esos docentes no tienen precio, pues el mejor profesor no es el que mejor prepara sus estudiantes para los exámenes, sino aquel que es capaz de encender en ellos el deseo de aprender. Una causa frecuente de las dispedagogía es la falta de adaptación por parte del docente a la edad y desarrollo psicológico del estudiante, sobre todo en edades tempranas. Hay que conocer la pedagogía evolutiva para saber adaptarse a los que los estudiantes pueden hacer y aprender en función de sus posibilidades y conocimientos previos. Hay que tener en cuenta la cantidad de información que debe asimilar, la complejidad de la misma, el grado de desarrollo de sus habilidades cognitivas y emocionales, la capacidad y tiempo de atención, las condiciones ambientales y materiales, etc. Hay otras que hay que tener en cuenta causas para no caer en la dispedagogía, (Sánchez, 2003) como la fatiga mental del estudiante, falta de alimentación adecuada, anemia, insomnio y otras alteraciones de tipo somático como mareos, problemas digestivos, bajadas de tensión, hipoglucemias, disminución de la motivación, una irritabilidad excesiva, problemas y preocupaciones que tienen poca relación con las exigencias escolares, sensación general de desánimo, de carencia de los recursos necesarios repercute en un sentimiento de inutilidad del esfuerzo. etc. Las reflexiones anteriores ayudan a poner remedio a las dispedagogía.
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Orientaciones para evitar la dispedagogía Vamos a acabar con algunas orientaciones para evitar la dispedagogía y la dispedagogenia en clase: Crear un ambiente resonante. Ser claros y precisos en las consignas e indicaciones sobre lo que tiene que hacer el estudiante y cómo lo tiene que hacer para aprender. Crear un ambiente de interés y colaboración. Erradicar el miedo al error, considerándolo como parte del proceso de aprendizaje. Diseñar situaciones de aprendizaje en las que el estudiante sea el protagonista. Valorar el esfuerzo y el trabajo del estudiante y no tanto el éxito de los conseguido. Proporcionar momentos de recuperación y refuerzo si los necesita y que perciba que siempre tiene la posibilidad de alcanzar sus objetivos. Elogiar y hacer comentarios positivos ante los trabajos bien realizados que ayuden a que el estudiante vaya aumentando su autoestima y sienta que el esfuerzo realizado tiene sentido y valor. Mostrar una actitud del profesor tal que lleve a los estudiantes a percibir que comparte con ellos sus afanes, que existe una vinculación individual entre el estudiante y el docente, una sensación en el estudiante de: “No puedo fallarle a este profesor que se interesa por mí y me ayuda y me estimula” (Hernández, et al., 2001). El arte de enseñar es el arte de dar oportunidades de aprender… Creo que es necesario insistir en el tema del ambiente resonante en el aula. Los profesores excelentes crean un ambiente resonante en el aula que permita a todos --docente y estudiantes-- dar lo mejor de sí mismos. “El ambiente resonante es el contexto o ámbito en el que una persona se siente motivada a dar lo mejor de sí mismo” […] Es un ambiente en el que las personas quieren y pueden compartir sus talentos y sus pasiones”. El docente resonante, sintoniza con los sentimientos de sus estudiantes y los encauza en una dirección emocionalmente positiva; este docente logra conectarse con sus interlocutores y es fácil de advertirlo por el optimismo, el entusiasmo, el brillo en su mirada y en su rostro, etc. Ahí es donde se produce el “milagro del aprendizaje”, pues cuando el docente disfruta enseñando, el estudiante apren-de disfrutando.
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Para concluir no hay que olvidar que cada estudiante es único e irrepetible desde el punto de vista genético, morfológico y psicológicamente hablando, y en consecuencia tiene su propia manera de entender e interpretar el mundo y producir el aprendizaje. Se pueden hacer programaciones y actividades generales, pero después el acompañamiento del aprendizaje del estudiante es personal (Izquierdo, 2005). Esto implica que el docente debe conocer y dominar de forma excelente la materia de conocimiento que imparte y además tener creatividad, capacidad de observación y de reacción para tomar decisiones en todo momento, manejar diversas estrategias pedagógicas, mostrar empatía hacia los estudiantes, tener capacidad de planificación, equilibrio y control emocional y convencimiento de que su labor es importante para la sociedad. La profesión de educador no solo para ganarse la vida de uno mismo, sino, y sobre todo, para ganar la vida de los demás. Características del maestro desde la visión Marista Marcelino Champagnat consideraba la educación como un verdadero ministerio. Educar no es "un oficio rudo", sino un "ministerio religioso y un verdadero apostolado"… “porque el educador que ama e imita a Jesucristo, adquiere todas las virtudes de su maestro” … “Marcelino Champagnat habla de las cualidades del educador. Expresan un gran sentido común (Escudero, 2012, cap. 1°) y son las siguientes: 1. Amor y exigencia (autoridad). El niño se forma con una mezcla bien dosificada de exigencia-responsabilidad y de ternura-amor. Considerando la escuela como una prolongación de la familia, el maestro cultivará estas dos cualidades de todo padre-madre. 2. Sentido práctico--sentido común. Implica criterio recto, prudencia y habilidad para manejar a los estudiantes y las situaciones. Sabrá dirigir debidamente al grupo de alumnos de la clase, considerará las circunstancias de sus estudiantes, valorará sus esfuerzos cuando no haya podido obtener buenos resultados, etc. ¿Cuál es la mejor metodología para aplicar en el aula? La mejor metodología es la ABSC: el aprendizaje basado en el sentido común. Aplíquelo en cada caso y llegará a la excelencia.
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3. Firmeza y disciplina razonables. Expresada por la decisión, constancia y vigilancia. "Sin orden y disciplina razonables no hay instrucción ni educación posibles…" (M. Champagnat). 4. Bondad. Supone paciencia, indulgencia y buen carácter. "Para educar a los niños no basta ser piadoso y virtuoso; se necesitan, además, formas exteriores que agraden y atraigan" (…) “El espíritu de la escuela debe ser un espíritu de familia…” La neurociencia lo confirma cuando dice que: No hay aprendizaje sin emoción. 5. Orar con cierta frecuencia por los estudiantes. Implica tener fe, --ver la vida desde la óptica de Dios-- vocación, entusiasmo y abnegación (cuando educamos no estamos amontonando piedras más o menos regulares, estamos construyendo una catedral). Únicamente el sentido espiritual infunde el amor sobrenatural a la niñez y la constancia necesaria para soportar las penas, dificultades y molestias inherentes a la educación. 6. Capacidad profesional y dominio de la asignatura o materia que enseña y de su metodología. Abarca la aptitud pedagógica y la cultura personal. El maestro ilustrado goza de gran autoridad; todas y cada una de sus palabras son recibidas cual rayo luminoso. Su influencia moral aumenta con toda la autoridad que le merece su saber y su saber hacer y su saber ser. Exige una actualización constante a lo largo de toda la vida. 7. Ser creativo y eficiente en su trabajo con los estudiantes. La creatividad la desarrolla desde lo más profundo y desde su propia confianza; se atreve a ser él mismo en los aspectos más personales, está abierto a la innovación de la modernidad, sin perder lo valioso de la tradición. BIBLIOGRAFÍA Crocier, W. et al. (2001). Diferencias individuales en el aprendizaje: personalidad y rendimiento escolar. Madrid: Narcea. Escudero Vidal, J. (2012). Guía del Maestro, capít. 1º. Publicaciones Universidad Pontificia d esalamanca. Fernández, A. (2016). ¡La buena educación contra la dispedagogía! Recuperado de https://www.neuropedagogia.pe/la-buena-educacioncontra-la-dispedagogia/
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Hernández, J. et al. (2001). Evaluación y aprendizaje: una propuesta para mejorar el rendimiento escolar. Valencia: Nau Llibres. Izquierdo, C. (2005). Técnicas de estudio y rendimiento escolar. Alcalá de Guadaira: Mad. Moreno Oliver, F. X. (2011). La dispedagogenia. Recuperado de https://docplayer.es/2179844-La-dispedagogenia-francesc-xaviermoreno-oliver.html Olaya, M.D. et al. (2000). Determinantes del rendimiento escolar, el problema de la repetición. Albacete: Morales Polaino, A. (2004). Familia y autoestima. Barcelona, Ariel, Sánchez, P. (2003). Influencia del autoconcepto en el rendimiento escolar. Murcia: Ed. Sánchez Álvarez.
VV. AA. (1996). Gran diccionario de la lengua española. Barcelona, Larousse, Planeta.
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