EL AUTOAPRENDIZAJE Dr. Marino Latorre Ariño ORCID: 0000-0002-7076-4458 Universidad Marcelino Champagnat, Lima, 2021
Hoy se disponen de medios para acceder a toda clase de información, como nunca ha tenido la humanidad. En internet encontramos una gran cantidad de recursos educativos abiertos para aprender casi cualquier tema que nos interese; la información y el conocimiento están al alcance de un clic de dedo de la mano derecha de cualquiera persona que tenga un dispositivo electrónico conectado a la red y sepa utilizarlo. Pero para estar a la altura de lo que exige el siglo XXI necesitamos no solo nuevas ideas sino reinventarnos y actualizarnos nosotros mismos una y otra vez. “Hay que correr mucho para poder mantenerse en el mismo sitio”, es la regla de la Reina de Corazones, en Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carrol. Lo importante no es disponer de los medios sino el saber utilizarlos adecuadamente. El subdesarrollo no es la carencia de recursos y de tecnología sino la nula o mala utilización de los que hacemos de los. En eso se distinguen los países educados y los subeducados o poco educados. ¡Cuántos estudiantes empiezan a navegar por internet y a los poco minutos ya han naufragado...! Se pierden en la abundancia de información que reciben. En esta situación nos preguntamos: ¿Cuál debe ser el rol del maestro? Denyer (2007) señala que en una pedagogía por competencias el discurso magistral debe ser sustituido por la acción magistral. Esta acción magistral tiende a: 1) orientar, rectificar y modelar procesos de resolución de una tarea 2) aportar, hacer buscar, encontrar y hacer construir los conocimientos. Puede utilizar la lección magistral, si el caso lo requiere, pero se utiliza con la intención de que el estudiante aprenda y no solo reciba pasivamente la información. Corresponde al maestro discernir las situaciones. El maestro puede proponer modelos, propiciando la reflexión previa sobre la acción; de este modo favorece la reflexión durante la acción movilizando los
recursos cognitivos, pone en acción los conocimientos teóricos y prácticos -pensar con las manos-- y posibilita la transferencia de lo aprendido hasta llegar a la autonomía del estudiante en la realización de la tarea de forma comprensiva y significativa. Es decir, que llegue el momento en el que el estudiante puede prescindir del apoyo del maestro. Pero si debe cambiar el papel o rol de los maestros también debe cambiar el de los estudiantes; hoy más que nunca el estudiante debe ser responsable de su propio aprendizaje, disciplinarse en el desarrollo de las actividades diseñadas por el profesor y, sobre todo, ser reflexivo, analítico y crítico en cuanto a su propio proceso de aprendizaje. ¿Cuál es el rol del estudiante? El estudiante debe aprender y organizar sus conocimientos. Aquí es clave la arquitectura del conocimiento de la que se habló en la inteligencia escolar. Morin, (2000) dice que “una mente bien ordenada es una mente apta para organizar los conocimientos y de ese modo evitar la acumulación estéril de los mismos”. Las tareas que el estudiante debe realizar tienen que ser cada vez más complejas para desarrollar al máximo sus competencias. El término complejo no quiere decir, en este contexto, difícil o complicado. Cuando hablamos de situaciones complejas queremos decir que son situaciones en las que intervienen más de una variable --cognitiva, práctica, emocional, procedimental, contextual, temporal, etc.--. Se trata de situaciones que favorecen un “aprendizaje integrador de conocimientos complejos y vitales que contribuyan a formar al estudiante integralmente […] el estilo cognitivo, las estrategias que utiliza, manejo de emociones y motivaciones, etc.” (Oliver, 2007). Si hasta ahora el papel del estudiante era “ser memorizador o repetidor de contenidos y procedimientos” aprendidos en situaciones predecibles, ahora su rol es el de ser solucionador de situaciones cada vez más complejas e impredecibles, lo que requiere que el estudiante adquiera conocimientos transferibles a situaciones distintas a los que los aprendió. El objeto último del aprendizaje es estar capacitado para actuar de manera autónoma en situaciones diversas.
El autoaprendizaje es una competencia básica para los ciudadanos actuales. La pandemia de la COVID-19 lo ha dejado muy claro pues cada vez nos enfrentamos a escenarios más inciertos y cambiantes. Nuestra capacidad para sobrevivir, como personas, inclusive como especie, está en la habilidad para adaptarnos a las realidades que vivimos y aprender por nosotros mismos, El autoaprendizaje es una habilidad que todos los ciudadanos actuales debemos tener y los sistemas educativos deben poner énfasis en las políticas educativas que lo fomenten. Algunas de las habilidades que necesitamos para aprender por nosotros mismos son: la realización de búsquedas efectivas de información en fuentes confiables, habilidades de lectoescritura para comprender de la información recabada, capacidad de comprensión --análisis-síntesis, interpretación-- para transformarla, comunicarla y aplicarla en la resolución de un problema o situación cotidiana. Otra habilidad más es la autorregulación en el aprendizaje, antes, durante y después de haber aprendido, esto significa que debemos ser capaces de ponernos metas, diseñar estrategias llevarlas a cabo, así como evaluar los resultados obtenidos para mejorar. Desde mi punto de vista, el desarrollo de estas habilidades en los estudiantes debe ser un objetivo primordial a lo largo de todos los niveles educativos, de manera que los estudiantes sean capaces de aprender de forma autónoma. Si esto se logra no habrá límites para ellos y podrán enfrentar el cambio continuo y acelerado que caracteriza la sociedad actual y aprender al ritmo necesario para mantenerse actualizados y vigentes en un mundo impredecible, incierto y turbulento. Los profesores deben diseñar en el aula actividades de aprendizaje que fomenten en los estudiantes el aprendizaje autónomo y colaborativo, que permitan a los estudiantes contrastar sus respuestas con las de otros compañeros o expertos para ver si son correctas, que identifiquen en qué se equivocaron, las corrijan y reflexionen sobre lo que tienen que hacer para mejorar. ¿De qué tipo de actividades hablamos? “Las tareas son un conjunto de actividades, secuenciadas y estructuradas que permiten organizar la acción. Las tareas organizan la experiencia y estimulan y posibilitan el aprendizaje del estudiante…”. Las tareas auténticas tienen que ser “generadoras de aprendizaje” y de desarrollo de competencias y para ello deben
ser creativas, complejas, y desafiantes. Podemos decir que las tareasactividades se convierten en “estrategias de aprendizaje diseñadas por el profesor para que el estudiante aprenda conocimientos y desarrolle habilidades cognitivas y emocionales mientras las realiza” (Román y Díez, 2004). Las tareas son utilizadas y diseñadas por los docentes como estrategias de aprendizaje para que el estudiante las realice en el aula o fuera de ella a fin de que consiga adquieran conocimientos, desarrollo de habilidades cognitivas y emocionales y con ello la formación integral de la persona. Para Ravela, Picaroni y Loureiro (2017) las tareas auténticas son un conjunto de actividades que permiten al estudiante el desarrollo de habilidades cognitivas y emocionales; la activación de procesos de trabajo como el uso de sus saberes previos, analizar, sintetizar, interpretar, explicar, argumentar, realizar trabajo colaborativo, etc. Las tareas auténticas parten de una situación lo más real posible, del contenido que se está trabajando en la asignatura, guardan relación con los intereses personales del estudiante y pueden trabajarse de manera interdisciplinaria. Las tareas auténticas se diferencian de otras por su complejidad y por ser retadoras. Estas tareas combinan la teoría con la práctica, teniendo en cuenta aspectos relevantes y contextualizados, son exigentes porque retan a los estudiantes para que enfrenten a situaciones vivenciales y las actividades planificadas van más allá de las paredes del aula, permitiendo a los estudiantes proponer cambios en su entorno (Pedreira & Cantons, 2017). Las tareas auténticas Sintetizamos las características que cita Ravela et al. (2017), cuando habla de tareas o actividades auténticas: a) Realistas y posibles; parten de la realidad, teniendo en cuenta situaciones del contexto en el que vive el estudiante y se pueden llevar a cabo por ellos mismos. b) Complejas y desafiantes; son actividades retadoras y globalizadoras y los estudiantes tienen la oportunidad de investigar y poner en práctica su creatividad, no tratan de conocimientos aislados y obligan al estudiante a desarrollar diversas actividades.
c) Con un propósito definido; una tarea auténtica pretende alcanzar un producto, en una situación real o simulada, por ejemplo: elaborar un artículo de opinión, participar en una mesa redonda sobre temáticas sociales, en un debate, hacer un monólogo sobre un personaje destacado de su comunidad, elaborar un texto argumentativo que le permitan presentar sus posiciones frente a una problemática real, realizar un mapa mental sobre un tema determinado y explicarlo, etc. d) Restricciones e incertidumbres; las tareas auténticas que se propongan a los estudiantes se deben caracterizar porque ellos deben emplear su creatividad, conocimientos y habilidades, para dar solución a éstas, evaluando alternativas de solución para optar por las más factibles. A veces no tienen solución o tienen varias. e) Repertorio variado de estrategias; es importante que el estudiante ponga en práctica todas las estrategias que maneja para desarrollar su tarea de la mejor manera, tales como investigar, probar diferentes soluciones, revisar el trabajo, explicarlo ante los compañeros, etc. f) Contextos colaborativos; es recomendable que las tareas se desarrollen primero de forma personal y después en trabajo en grupo pequeño, en los centros de labor o de estudios superiores, donde gracias al trabajo colaborativo, los productos se construyen mucho mejor. Hay que recordar que no todas las tareas permiten desarrollarlas en grupo. g) Autoevaluación y la coevaluación; una tarea auténtica es tal porque el estudiante autoevalúa el producto que elabora, teniendo en cuenta los criterios del instrumento de evaluación que el docente le ha dado a conocer con anticipación; también puede hacerse la coevaluación puesto que permite que se brinden aportes o recomendaciones de mejora entre pares o en equipos de trabajo, acerca de las evidencias presentadas. En un diseño de “tareas pobres”, cognitivamente hablando, las actividades son poco relevantes, poco creativas y son repetitivas, lo que no permite desarrollar el pensamiento creativo, crítico, la investigación, la creación de conocimiento, etc. Si una tarea no se concibe con potencialidad para generar aprendizaje, -actividades generadoras de aprendizaje-- no puede integrarse en la pedagogía activa sino dentro de la lógica de la pasividad. El trabajo del profesor no es solo “diseñar tareas-actividades” sino “imaginar tareas con carácter potencial para ser generadoras de aprendizajes, lo que implica realizarlas de tal manera que la potencialidad se convierta en realidad” (Goñi, 2005, p. 124).
Clases de tareas: a) Según el objeto o finalidad de la acción. Centradas en la finalidad de conocer el entorno social, el mundo, desde la óptica epistemológica de su asignatura. Son tareas que implican el conocimiento del mundo o bien las que buscan desarrollo de habilidades para solucionar situaciones sociales complejas, realizar acciones de desarrollo de habilidades de interpretación, memorización, valoración, expresión, etc. b) Según el carácter de desempeño comprensivo o que posibilitan la inteligibilidad del mundo. Entender es la capacidad de actuar y pensar de manera flexible frente al conocimiento que se posee. ✓ Las tareas de inicio se refieren a que el estudiante sea consciente de lo que está haciendo: situarse frente a…, activar conocimientos previos, --ubicar, localizar, secuenciar, buscar el origen de… la situación-- crear el conflicto cognitivo, que posibilite su posterior solución. ✓ Las tareas de desarrollo permiten la adquisición de habilidades y competencias y el aprendizaje de los contenidos. ✓ Tareas de síntesis tienen carácter integrador, de resumen e interrelación de contenidos y posibilita la transferencia de los mismos. ¿Qué características deben tener las tareas-actividades? Tienen que ser potencialmente formadoras de competencias. Según Denyer (2007), las tareas tienen que ser complejas --que relacionen varias destrezas y conocimientos--, interactivas, abiertas, inéditas, construidas, etc. - Tareas complejas: que relacionen lo cognitivo, lo afectivo, lo procedimental, que requieran demanda de recursos internos --habilidades, actitudes, conocimientos, el uso de distintas fuentes, etc.--. Así se convierte en una tarea integradora que no se limita a preguntas segmentadas y esquemáticas y menos a preguntas de verdadero-falso, de respuesta múltiple, etc. - Tareas interactivas: que ponga al estudiante en relación con el entorno sociocultural.
- Tarea abierta: quiere decir que debe estar diseñada de tal modo que deje margen a la incertidumbre, al pensamiento alternativo, más allá de las verdades que dejan las verdades acabadas, por lo general las que ofrecen libros de texto. - Tareas inéditas: es lo opuesto a tareas de ejercicios mecánicos, y memoriza-dos. Se trata de superar el pensamiento reproductivo para entrar en el pensamiento generativo, crítico, creativo y productivo, exigido por la tarea. - Tareas construidas: son tareas que para realizarlas hay que tomar decisiones propias, pues ello desarrolla la búsqueda propia y creativa. La habilidad se consigue por automatización, en cambio la competencia requiere ciertas habilidades para resolver problemas complejos. Una tarea construida permite al estudiante interactuar con el medio y dialogar con la realidad cotidiana. - Tareas generadoras poseen un gran poder motivador; desarrollan la curiosidad, relacionan conceptos y realidades; para ello hay que hacer que las tareas sean creativas, que posibiliten el aprendizaje colaborativo, que predominen tareas creativas de aprendizaje conceptual, con autonomía en el trabajo, que el estudiante cuente con indicadores precisos sobre la calidad del trabajo y sus progresos (Román y Díez, 1999, p. 210). El aprendizaje personal y colaborativo Si un miembro del grupo conoce mejor un tema determinado, puede explicarlo al resto de los compañeros, de manera que todos aprenden bajo la supervisión del profesor. El trabajo colaborativo presencial o a distancia, es otra opción para enfrentar la nueva normalidad, se pueden realizar diversas actividades como presentaciones, mapas mentales, wikis, diagramas, infografías, historietas, cuadros comparativos y ensayos, etc. La variedad de herramientas tecnológicas y estrategias de aprendizaje mediadas por TIC es enorme, no podemos limitarnos a las videoconferencias para simular una clase presencial. Es indiscutible que para que los profesores estemos en condiciones de usar de forma inteligente las TIC requerimos una formación docente adecuada a los nuevos tiempos y a los nuevos desafíos. Aprender haciendo y hacer aprendiendo Dewey (2007) fue el que formuló el eslogan fundamental del aprendizaje: “Aprender haciendo”. Ya Aristóteles lo había dicho hacía siglos: “Lo que hay que aprender a hacer se aprende haciéndolo”. Ambas frases encierran una gran
verdad porque “solo sabemos lo que sabemos hacer y utilizar en la vida y en la profesión y solo sabemos hacer y utilizar lo que sabemos”. El aprendizaje activo significa “aprendizaje cognitivamente activo”, que es estar pensando sobre aquello que se aprende. Desde esa perspectiva, leer un libro puede ser aprendizaje activo, el lector, va parando y pensando sobre lo que eso significa, qué ejemplos o comparaciones se le ocurren, qué cosas de la vida conectan con lo que lee, qué consecuencias tiene lo que se lee, etc., pero es activo porque las neuronas están activas y ocurren sinapsis. Albert Einstein, en su oficina de patentes de Ginebra, a comienzo del siglo XX, se quedaba concentrado mentalmente (las neuronas activas al %) pensando en cómo se comportaría los fenómenos físicos en el mundo, si los observara montado sobre un rayo de luz y transportándose a esa velocidad. Estaba con el cuerpo inmóvil, pero con la mente trabajando en profundidad. Hay docentes que confunden e identifican la actividad corporal –hacer mover físicamente a los estudiantes-- con la actividad mental. El ejemplo de Einstein es revelador. Desde el punto de vista del docente, si una clase magistral produce todo esto es valiosa. El dilema es si la clase magistral posibilita la actividad mental de los estudiantes o los vuelve más pasivos. Desde el punto de vista del docente un aprendizaje es activo cuando incorporamos actividades en las que obligan a los estudiantes a pensar sobre lo que aprenden. Si se quiere promover el aprendizaje activo, hay que asegurarse de que los estudiantes van a pensar y estar activos mentalmente, y, por lo tanto, hay que hacer algo más que proveer de información para que aprendan, aunque esto también es importante pero no suficiente. El docente no solo debe ofrecer una rica comida al estudiante, sino tiene que suscitarle apetito para que él la coma y se alimente. El aula debe convertirse en un taller. Un taller mecánico tiene tornos, martillos, yunques, destornilladores, sierras, etc. Son las herramientas que utiliza el mecánico para hacer las tareas de su oficio. En educación, el aula debe convertirse en una aula-taller en la que el mecánico-docente ponga a disposición de los estudiantes ciertas herramientas –en este caso manuales y mentales-para que los estudiantes puedan aprender lo que tienen que aprender. Esta aulataller se convierte en un ecosistema o entorno de aprendizaje en el que se encuentra lo que el estudiante debe aprender y cómo lo debe hacer.
El taller es “un lugar donde se trabaja, se elabora y se transforma algo para ser utilizado”. (Ander-Egg, 1999, p. 14). Es un espacio de reunión y creación, ya sea el de un mecánico, el de un ceramista, el de un carpintero, el de un artesano joyero engarzando minúsculas piedras preciosas, el de una modista, cosiendo parte por parte el vestido, etc. (Ander-Egg, 1999, p. 12).
Freinet (2004, p. 107) se pregunta: La escuela será ¿templo o taller? Si es solamente taller, ¿no traicionará el esplendor de la ascensión hacia las cumbres del pensamiento (metafísica) y del espíritu humano? -
La escuela será ¿taller o exposición? La escuela será ¿cuartel o taller? La escuela será ¿invernadero cálido o aire libre? En la escuela seremos ¿jardineros o ganaderos?
“La escuela tradicional no prepara para la vida; no está orientada hacia el porvenir, ni apenas para el presente; se obstina en mirar hacia el pasado ya obsoleto… Esta escuela ya no prepara para la vida, ni sirve ya a la vida, siendo ésta su condenación definitiva y radical” (Freinet, 2004, pp. 17-18. Por una escuela del pueblo). Lo importante, como afirma Schön, (1998) es que reflexionemos sobre la acción, sobre lo que sucede en el ámbito del aula, lo que sucede más allá de nuestro conocimiento y lo que vemos replicado y reconstruido luego, en cada uno de los trabajos de los estudiantes. Recordamos al viejo Geppetto, del cuento “Las aventuras de Pinocho” (Collodi, 2003), quien, con unas cuantas herramientas básicas de carpintero, intenta dar vida a un muñeco, para que lo acompañe. Con sólo un tronco como materia prima puede darle vida a esa marioneta que lo acompañará en su solitaria vida. Es una buena alegoría sobre la educación y de lo que sucede en las aulas. Ponemos a disposición de los estudiantes espacios y herramientas para que construyan sus aprendizajes, inventen su mundo y aprendan a volar por la vida.
¿Y el docente? Uno de los cambios más necesarios en el aprendizaje es el de fomentar la gestión, metacognitiva del aprendizaje de los estudiantes, es decir enseñarles a que sean ellos mismos quienes gestionen su aprendizaje, que no solamente aprendan memorísticamente los contenidos. Se trata de que desarrollen habilidades cognitivas y emocionales que les permitan aprender por sí mismos cualquier contenido. En definitiva, avanzar en un aprendizaje mucho más autorregulado por los propios estudiantes. Esa es la labor de los docentes hoy en día; su misión no es enseñar sino poner a los estudiantes en contextos y situaciones en los que pueda aprender. Si quieres que tus estudiantes aprendan deja de enseñar. Muchos profesores están demasiado ocupados en enseñar y poco en ayudar a aprender. Están preocupados por las olas, sin ocupase de la marea y, más aún, del tsunami que puede llegar. Crear un clima resonante en el aula en el que el estudiante perciba emocionalmente que es capaz de aprender, que tiene potencialidades que le permiten ser excelente en algo. “El aula efectiva es el aula afectiva” (Laura Luengo). Es muy acetada la viñeta de Fratto (Francesco Tonuchi): “Yo creo que se tendría que poder aprender sin odiar lo que estudiamos”. “La enseñanza debe ser tal que pueda ser recibida como el mejor regalo y no como una penosa obligación” (Albert Einstein) y el docente debe ser considerado siempre por el estudiante como un apoyo, nunca como un enemigo. El docente debe estar convencido de que “en todo ser humano hay grandeza; lo importante es descubrirla…”. Esa es la tarea del maestro-educador. Lo que sucede es que muchos docentes tienen el impulso de controlar lo que pasa en el aula y lo que hace cada estudiante; quieren ser ellos los que regulen el aprendizaje de los estudiantes y no estos regular su propio aprendizaje. Si a esto añadimos los controles de exámenes calificatorios muy frecuentes, etc. la labor se hace imposible. El profesor se siente mucho más seguro, cuando el currículum fija los contenidos y lo cierra, en lugar de abrirlo. Pero en un mundo globalizado, cambiante e incierto los estudiantes están expuestos a espacios muy abiertos, en los que
ellos deben tomar decisiones sobre qué quieren ver y hacer. No puede haber una contradicción entre la vida y el aula. Digámoslo de una vez: los grandes cambios en el aprendizaje se producen cuando el control del aprendizaje pasa del docente al estudiante; el control que adquirió el estudiante es el que perdió el docente; entonces se produce el milagro del aprendizaje porque es el estudiante el que aprende porque quiere y puede aprender y cuenta con el apoyo del docente, cuando lo necesita. Para concluir podemos decir que el mejor aprendizaje, --aunque no siempre es el más fácil--, es el autoaprendizaje. Toda heterodidáctica tiene que conducir a la autodidáctica y todo aprendizaje al autoaprendizaje. Es lo que llamamos “aprender a aprender”. La educación reglada, tanto básica como superior, busca desarrollar personas autónomas, autodirigidas, capaces de tomar decisiones y resolver los problemas que la vida y la profesión les presente. ¿Qué cambios se pueden ver en el aula cuando el estudiante empieza a tener control de sus aprendizajes? Se produce el verdadero aprendizaje, el aprendizaje significativo y funcional, el aprendizaje reflexivo, reproductivo y profundo. Creo que el cambio educativo no vendrá por incorporar más las pantallas en el aula, sino por desarrollar las dinámicas que están detrás de ellas y que las favorecen a través del aprendizaje personal y colaborativo. “El buen docente es el que continúa aprendiendo, no sólo sobre los temas que enseña sino sobre la propia forma de aprender” (Carlino, 2005, p. 172).
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