La cultura de la pregunta en el aula

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La cultura de la pregunta en el aula Dr. Marino Latorre Ariño ORCID: 0000-0002-7076-4458 Universidad Marcelino Champagnat, Lima, 2021

1. La pregunta Hablando con unos colegas docentes sobre ciertos personajes de la cultura, del periodismo y de la política se hizo el siguiente comentario: “Fulano de tal… ya siendo niño hacía preguntas inteligentes”. “Cuando él levantaba la mano para preguntar sobre algo había un momento de expectación en la clase, entre sus propios compañeros y también por parte del docente…”. Quiere decir que la calidad de las preguntas que se formulan es un buen indicador para saber la inteligencia de quien formula la pregunta. Es lo contrario de lo que habitualmente creemos: no son las mejores respuestas las que expresan la mejor inteligencia, sino las mejores preguntas, aunque, a veces, no tengan respuesta concreta. Personalmente, en mi clase con los estudiantes de posgrado les acostumbro a pedir que, después de haber estudiado el tema que se va a tratar en la clase, traigan una pregunta inteligente sobre el tema para poder discutirla en la clase. La experiencia me indica que casi todos los estudiantes tienen dificultad para formular la pregunta, pues tienen miedo a que la pregunta que formulen pueda no ser tan inteligente como ellos pensaban. Para desarrollar la competencia de aprender a aprender es necesario hacer y hacerse buenas preguntas. Es básico para abandonar el cómodo aprendizaje superficial y aventurarse en la indagación, el descubrimiento, la investigación y el análisis crítico, que supone el aprendizaje profundo. No es sencillo extraer del estudiante sus mejores preguntas durante los procesos de aprendizaje. Pero el objetivo es que aprendan a hacérselas ellos solos. La clave de los procesos educativos basados en la pregunta es ofrecerles contexto y ambiente adecuados y fijar mecanismos, habilidades, conocimientos de procesos, para saber encontrar las preguntas que los lleven a ideas, conclusiones, soluciones o conceptos no evidentes de forma directa. Las cuatro preguntas maestras del docente a los estudiantes son: • ¿Qué piensas sobre…? ¿Qué más…? • Quién.


• ¿Cómo lo podemos hacer? • Dónde y cuándo. Hay quien añade: ¿Por qué? ¿Para qué? Estas preguntas tienen un componente más filosófico, axiológico y existencial que puede rebasar la capacidad de los más jóvenes. Formular preguntas respetuosas y adecuadas es un excelente medio que tiene un gerente o líder de una institución para mejorar la empresa. De igual manera sirve la para el docente y los mismos estudiantes para “la empresa del aprendizaje”. Las tres preguntas que formulaba mes tras mes el jefe de una empresa a los empleados y que hicieron que duplicara en dos años sus ingresos, fueron estas: ✓ ¿Qué estás haciendo? ✓ ¿Qué no está funcionando? ✓ ¿Qué está funcionando? El comandante de la Marina de EE.UU., Machael Abrashoff, que comandaba el portaaviones más moderno de USA hacía estas tres preguntas a su personal que él escuchaba con atención y luego actuaba en consecuencia: 1. ¿Qué es lo que más te gusta de este barco? 2. ¿Qué es lo que menos te gusta? 3. ¿Qué cambiarías si estuviera en tus manos? No olvidemos que en magia hay que preguntarse no solo como se hace el truco sino cómo se motiva (a veces también se engaña) a la gente. El aprendizaje es, sobre todo, un camino para fomentar la curiosidad y la indagación. Es un proceso en el que los estudiantes exploran lo desconocido a través de sus sentidos tanto con las habilidades sensoriales y motoras como con las intelectuales. Estar involucrado y comprometido en la tarea de aprendizaje es la clave para un viaje de aprendizaje de calidad y para obtener este tipo de compromiso por parte de los estudiantes. Por otra parte, los profesores necesitan generar un ambiente de aprendizaje donde los estudian-tes asumen la responsabilidad como tales, pues “el docente indica hacia dónde hay que mirar, pero no lo que tienen que ver”.

2. El respeto Hay que construir una comunidad de aprendizaje con el grupo de estudiantes del aula en la que todos aporten, cada uno según sus posibilidades y saberes. Hoy se habla de ambientes o ecosistemas resonantes. Un ambiente resonante es una situación


psicológica y sociológica en la que viven las personas tal, que les impulsa a dar lo mejor de sí mismas. Hacen su trabajo no como una penosa obligación, sino como una gozosa necesidad. “Yo no hago nada sin alegría”, era la divisa de Miguel de Montaigne. Solo así se puede realizar un aprendizaje de calidad y solo así se puede practicar el aprendizaje a través de preguntas inteligentes. Los estudiantes se apasionan con su aprendizaje cuando están aprendiendo algo que les apasiona. Pero para que en un aula exista la cultura de “la pregunta inteligente” es necesario, como condición indispensable, el respeto al otro y a los otros. Todas las personas son respetables y la mayor parte de sus ideas también. Digo que las personas siempre son respetables, pero no siempre sus ideas, porque hay ideas que van contra la naturaleza de la persona, contra la vida, contra los derechos humanos fundamentales, etc. Esas ideas no se pueden respetar; hay que combatirlas. Imagínense, por poner un ejemplo, que alguien quisiera hacer una apología y justificar las prácticas de los campos de exterminio y concentración nazis, o de los Gulags de la Rusia comunista, de las prácticas de los jemeres rojos de Camboya, y de las prácticas de cualquiera de las dictaduras que existen o han existido. Para que exista y se desarrolle la cultura de la pregunta inteligente en el aula debe haber respeto, colaboración, deseo de aprender. Si surge algo gracioso en la pregunta o en las respuestas hay que ser capaz de reír con los otros y no reírse de los otros. La pregunta siempre encierra en sí ya la respuesta; pero es una respuesta que hay que descubrir. Para ello hay que pensar, relacionar la pregunta con los conocimientos previos de que se dispone, ser capaz de elaborar un discurso coherente, lógico y bien estructurado que encarne las ideas y las haga presentes en el auditorio. Todo eso es aprendizaje de alta calidad. “Un hombre es sabio por las preguntas que hace, no por las respuestas que da”, escribió Nguib Mahfoud, premio nobel de Literatura, 1988.

3. Pregunto, luego aprendo La utilización de la pregunta en educación es muy antigua. Sócrates utilizaba el método heurístico (la mayéutica y la ironía) para estimular la actividad reflexiva del estudiante y orientarlo en la búsqueda de la verdad, el bien y la belleza. Mediante la formulación de preguntas el estudiante aprendía a distinguir entre el error y las verdades parciales y era conducido a descubrir la verdad, el bien y la belleza como fruto de una conquista personal. Era el aprendizaje por descubrimiento, del que hoy habla Jerome Bruner.


Es esencial desarrollar los estudiantes, al concluir sus estudios generales y más aún profesionales, algunos rasgos de carácter e inteligencia. Son esenciales la reflexión, el pensamiento lógico, coherente y autónomo, el pensamiento divergen-te, creativo y la expresión-comunicación. Todo ello requiere realizar ciertas actividades que permitan a los estudiantes desarrollar y fortalecer su actividad reflexiva y comunicativa. Saber formular preguntas e intentar responderlas de forma ajustada y coherente es una forma. Realizar ciertas actividades con los estudiantes que les permitan reflexionar sobre lo que está pasando en ellos y en su entorno social o en una situación específica, no es perder el tiempo. Les proporciona herramientas que serán muy útiles para su vida y su profesión futura. Las preguntas son llaves que abren los corazones y las mentes. No se trata de saber las respuestas correctas, cuanto de formular las preguntas adecuadas. Las preguntas mantienen motivados y alertas a los estudiantes pensando y buscando respuestas. No aprendo nada hablando, solo aprendo cuando hago preguntas (Lou Holtz, entrenador de futbol americano). Cuando dejamos de hacer y de hacernos preguntas empezamos a ser tontos (Charles Steinmetz, ingeniero informático). Las preguntas sobre la vida, la sociedad, el mundo, la realidad, nosotros mismos, etc. son el principio de todo conocimiento, de la verdad y de la falsedad, de lo sagrado y de lo profano, de lo posible y de lo imposible. El preguntar es el árbol del conocimiento del bien y del mal del hombre. El preguntar es la esencia de la curiosidad humana, es lo que nos acerca o nos aleja de Dios, cualquiera que sea la idea que tengamos de Él. “Una buena pregunta es una semilla que debe sembrarse para que produzca más semillas, con la esperanza de reverdecer el paisaje de las ideas” (John Ciardi). “Aprender es nacer a otra cosa; es descubrir mundos que hasta entonces desconocíamos”, dice el gran pedagogo francés Meirieu (2011, p. 26). En historia preguntarse por las causas y las consecuencias; en ingeniería, cómo y por qué funcionan las cosas, en física y química cuál es la teoría que fundamenta algo, en política el por qué y el para qué, etc. “Socializar con los estudiantes para que puedan hacer de forma independiente buenas preguntas es la mejor definición de la enseñanza efectiva”, concluye Finley. A veces el silencio ya es una pregunta y cuanto más prolongado sea más significativa será la respuesta.

4. ¿Cómo son las preguntas poderosas? ¿Cuáles son sus beneficios? •

Son preguntas abiertas y cortas, que no se responden con sí o no.


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Las preguntas poderosas empiezan por: qué, para qué, quién, cómo, cuándo y dónde. Se evita utilizar el “por qué” con el fin de fomentar soluciones en contraposición a las causas. Generan consciencia y no juzgan, nacen de la escucha. Evitando así dañar la autoestima. Orientan al grupo de estudiantes y crean un clima agradable. Descubren habilidades-destrezas, actitudes y aptitudes de los estudian-tes. Promueven la reflexión y la capacidad de análisis, no se responden rápidamente. Obligan a concentrarse más de lo habitual. Desarrollan la responsabilidad y el empoderamiento. Fomentan el pensamiento proactivo y la creatividad. Enriquecen el vocabulario con las respuestas. Preparan al estudiante para la apertura a lo nuevo y desarrollan su capacidad de asombro. Predisponen al aprendizaje y alejan al estudiante de la verdad absoluta.

Las preguntas poderosas favorecen la autoestimulación del aprendizaje (el aprender a aprender) y hacen que los estudiantes se sientan protagonistas del proceso de aprendizaje. Además, ayudan al docente a conocer el nivel de dominio de un estudiante sobre algún concepto o materia concreta, a centrar la atención de la clase, les implica en debates y discusiones y elevan la conciencia y responsabilidad del estudiante. “Las preguntas poderosas son una manera de educar, fomentar el aprendizaje y el desarrollo del pensamiento crítico”. Barry Barish, Premio Nobel de Física en 2017, cuenta que cuando tenía 10 años pregunté a mi padre: - Papá, ¿por qué flota el hielo? Mi padre me contestó: - “Ve, averígualo y después ven a me lo cuentas”. Una pregunta excelente para un niño de 10 años y mejor repuesta del padre. La pregunta más incorrecta es: ¿Cuándo van a decirme qué es lo que está pasando?

5. Técnicas de preguntas abiertas Las destreza y arte del docente para formular preguntas poderosas es fundamental. Si las preguntas son triviales las respuestas también lo serán. Para cultivar este arte, el docente tendrá en cuenta:


✓ Formular la pregunta adecuada (ajustada) sobre el contenido que trata en su asignatura u otra próxima en temática. ✓ Conocer a los estudiantes y crear un clima resonante y respetuoso en el aula. ✓ Formular la pregunta adecuada en el momento preciso; no se trata de formular preguntas y más preguntas. ✓ Estimular a los estudiantes más tímidos a que formulen preguntas y respondan, sin miedo. ✓ Velar por el respeto a todos los participantes y evitar todo enojo, burla o desprecio cuando surjan respuestas incorrectas. Una escuela justa –con igualdad de oportunidades-- no puede añadir al fracaso la humillación del estudiante (Meirieu, 2011, p. 65). Según un documento autoría del Ministerio de Educación de Venezuela (¿año?) las preguntas se clasifican en. 1. Preguntas limitadas. Requieren bajo nivel de pensamiento, son estructuradas, cortas y predecibles, y fáciles de responder. Son preguntas memorísticas y preguntas convergentes que se responden relatando algo, dando un dato, dando una explicación coherente sobre algo que ha ocurrido, etc. 2. Preguntas abiertas. Exigen un nivel más alto de razonamiento y que el estudiante piense y razone. Exige del estudiante analizar, interpretar, inferir, comparar, especular, emitir opiniones argumentadas y valoraciones. Son las preguntas poco estructuradas, las divergentes y las evaluativas. Requieren creatividad e imaginación, que el estudiante juzgue, valore, argumente, defienda una posición determinada, etc. El Nondestructive Testing Resource Center recomienda a los profesores estas técnicas para promover discusiones efectivas. De las siguientes técnicas sugieren especialmente utilizar con más frecuencia las tres primeras: Describir: “¿Qué observaste…?” Buscar evidencia: “¿Qué te hace pensar que…?” Explicar: ¿Cuáles son algunas de las causas que llevan a…?” Relacionar conceptos, ideas y opiniones: “Eso que has dicho, ¿cómo se relaciona con…?” Predecir: “¿Qué harás después?” Las preguntas deben estar bien formuladas. No se puede preguntar a un estudiante: ¿Sabe Ud. la capital de Francia? Puede responder sí o no; las dos respuestas serán válidas.


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Las preguntas deben ser breves y concisas, expresadas de forma clara y sin ambigüedades para que el estudiante las recuerde y pueda responder. Deben adaptarse al nivel de conocimiento de los estudiantes y utilizar el lenguaje adecuado a ese nivel. Deben ser preguntas retadoras y estimulantes, que sorprendan al estudiante. Evitar las preguntas irrelevantes y rutinarias. El secreto (el arte) del buen pedagogo es proponer a los estudiantes “preguntas y actividades desafiantes, pero accesibles y “accesibles pero desafiantes” (Meirieu, 2011, p. 57). Solo así el “acto pedagógico” es un momento en el que se produce el milagro de lo increíble (Meirieu, p. 65). Se produce delante de nosotros y a veces no nos damos cuenta. Las preguntas no deben contener la respuesta de forma implícita. Por ejemplo: “No le parece que…” Las preguntas deben exigir respuestas amplias, no un monosílabo: sí o no. Evitar preguntas vagas, como: “Hábleme sobre la luz”; “hábleme sobre el imperio romano”, etc.

Una de las características de la cultura de la pregunta es la indagación. Se pueden formular preguntas y dejar uno o varios días para que indague la respuesta. El aprendizaje basado en la indagación es esencial para el desarrollo de las habilidades más solicitadas del siglo XXI: la resolución de problemas y el empleo de los pensamientos crítico y creativo. El concepto de indagar se refiere: • al “conjunto de investigaciones que se llevan a cabo para conocer datos o informaciones y a partir de ahí, producir conocimiento”. A la acción de inquirir, explorar y descubrir, hacer preguntas, que permitan abrir, ver y explorar nuevas posibilidades de conocimiento; indagar es averiguar algo por medio del diálogo o con preguntas. Es una técnica metodológica que permite a los estudiantes plantear un tema, discutirlo en grupo, argumentar sus ideas, formular hipótesis y encontrar respuestas a las preguntas formuladas y trabajar en equipo. Esta técnica metodológica prepara para la realización de investigaciones científicas posteriores realizadas con mayor extensión y rigor. En el Aprendizaje Por Indagación (API) el tema se plantea en forma de una proposición. Las técnicas del Aprendizaje Basado en Problemas (ABP) y las del API son similares, con la diferencia que el ABP el problema que se quiere resolver se plantea en forma de pregunta y en el API en forma de una proposición. En ambos casos la metodología permite desarrollar en el estudiante habilidades cognitivas y emocionales y realizar un “aprendizaje profundo”, activo, significativo y transferible.


Enseñar a los estudiantes a hacerse buenas preguntas es empoderarle en el autoaprendizaje, es poner los cimientos para que los estudiantes aprendan a aprender, en cualquier contexto, situación o época de su vida. Una escuela diferente, nueva y transformadora tiene como misión dotar a los estudiantes tanto de herramientas que les hagan capaces de cuestionarse el mundo cambiante en el que viven como de recursos para encontrar respuestas con base argumental, científica, inteligente, que les ayuden a mejorar su vida. Las respuestas deben servir como andamiaje de un nuevo cuestionamiento, de una nueva búsqueda y de una nueva respuesta que satisfaga la incertidumbre que les haya motivado. En general, los estudiantes no se cuestionan y menos aún cuestionan la realidad. El reto está en conseguir una disposición hacia la búsqueda de soluciones necesarias para aprender en esta educación de las buenas preguntas. Guiar a través de preguntas es todo un arte. La capacidad de plantear la pregunta de modo constructivo y de colaborar en hallar la solución al dilema, problema o misterio conceptual, es clave para nuestros estudiantes, pues sabemos que siempre se asigna más valor al significado que uno mismo descubre que a un significado transferido. En este sentido, las llamadas “preguntas poderosas o inteligentes” cobran relevancia, así como conocer y aplicar adecuadamente diferentes maneras de preguntar y así modelar una forma de aprender a preguntarse. Si las preguntas son importantes también lo son las respuestas; hay que estar atento a la respuesta verbal, pero también a la no verbal: el tono, los gestos, las emociones. Las emociones que hay detrás son de vital importancia y dan mucha información sobre lo que hay en el interior del que habla. Es indispensable no hacer juicios de valor sobre las respuestas. De esta manera, lograremos respeto y empatía en la relación docente-estudiante. REFERENCIA Meirieu, Ph. (2011). Carta a un profesor joven. ¿Por qué enseñar hoy? Barcelona, España: Graó. Ministerio Educación Venezuela (¿?). Técnica de la pregunta. Recuperado de file:///C:/Users/Usuario/Desktop/DOC-tecnica_de_la_pregunta.pdf ///////////////////////////////////////////////////////////


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