DEL MODELO “MUEBLE” AL MODELO “ALTAR” Hiper-paternidad, hipo-hijos y super-niños Dr. Marino Latorre Ariño ORCID: 0000-0002-7076-4458 Universidad Marcelino Champagnat, Lima, 2021
En el siglo XXI se ha cambiado la crianza de los hijos. Si antes a los niños se les dejaba más a su aire, con cierta independencia, se les hacía, más bien, poco caso y, cuando se ponían pesados, se optaba por ignorarlos, “como si fueran muebles”, hoy la crianza opta por la veneración, colocándolos en un altar. Así, en dos o tres generaciones hemos pasado, en la educación de los hijos, del modelo “mueble” al modelo “altar”.
La hiperpaternidad, los hipo-hijos y los super-niños En muchas familias encontramos con la hiperpaternidad, que es el término utilizado en EE.UU., y ahora extendido por todo el mundo, para definir “una crianza obsesiva de los hijos, basada en la sobreprotección y supervisión de los hijos y en la saturación de sus vidas con múltiples actividades” y, producto de ello, con los “hipo-hijos y los “super-niños”. De esta manera aparecen varios tipos de padres. Los padres helicóptero –que sobrevuelan constantemente sobre la vida del hijo, pendientes de sus menores deseos y necesidades--, los padres apisonadora –que allanan su camino para que sus hijos no encuentren dificultades-- o los padres guardaespaldas-susceptibles ante cualquier crítica a sus hijos o si se les toca, aunque sea levemente. Por otra parte, los niños, mientras son niños, son como los cisnes: perfectos, preciosos y con vidas glamorosas, pero solo en apariencia. Son muy narcisos – el yo, yo, yo… egocéntrico de Jean Piaget…-- y al mismo tiempo muy inseguros. Necesitan un adulto que les solucione todas las cosas. Por eso se les llama "hipo-hijos". Les falta autonomía y les da miedo equivocarse y no ser perfectos (Millet, 2018). Pero al mismo tiempo hay tantas expectativas puestas en ellos, se ha invertido tanto en su breve vida y se les ha dicho tantas veces que son los
"reyes de la casa" –son los hiper-niños--, que no se les permite fallar ni equivocarse y, en consecuencia, tienen baja tolerancia a la frustración. Estos padres ignoran que el error es una excelente fuente de aprendizaje, siempre que cumpla una condición: solo se aprende de la experiencia y de los errores cuando son reflexionados, analizados y aceptados como tales, para no volver a incurrir en ellos. Y todo vivido sin angustia ni frustración, sino como algo necesario y conveniente en la vida de las personas. Solo entonces los errores se convierten en profesores excelentes del que los cometió.
El error es parte del aprendizaje Thomas Alva Edison, antes de descubrir la lámpara incandescente, fracasó más de 1.000 veces. Cuando presentó su invento ya logrado, una persona le dijo: - Sr. Edison, ¡cuántos fracaso ha tenido antes de llegar a este resultado…! - Edison contestó tranquilo: ¿Fracasos? Ninguno. - No he fracasado mil veces, sino que he aprendido más de mil maneras de cómo no fabricar la lámpara. Este ha sido un experimento que tenía más de mil pasos; nada más. Walt Disney, tenía un espíritu emprendedor. Los inicios de su carrera estuvieron llenos de dificultades y fracasos. Como nota indicativa, el famoso parque de diversiones de Disneylandia en california fue rechazado 302 veces antes conseguir financiamiento. Otro gran fracasado con éxito fue Steve Jobs, inventor de las computadoras Apple. Él dice: “El error más importante que puedes cometer en la vida, es dejar de aprender de los errores cometidos”. “Yo fracasé y fracasé… pero aprendí, por eso tuve éxito” Michael era estudiante de un colegio en EE.UU. le apasionaba el basket; quería estar en la selección de su colegio, pero el entrenador, año tras año, no lo seleccionaba. Habló con el entrenador y le dijo que quería estar con la selección para apoyarla, aunque fuera de ayudante, utillero, para llevar los equipos, hacer labores de asistencia, etc. Lo que fuera, con tal de estar con el equipo. El entrenador lo aceptó.
Michael comunicó orgulloso a sus padres que estaba en la selección del colegio. Un día fue su padre a ver el partido, esperando ver a su hijo jugar, pero vio cuál era su misión. Michael se sintió defraudado por haber mentido a sus padres. Pero en lugar de desanimarse y abandonar el basket, Michael se propuso el reto de ser el mejor y estar en el equipo el año siguiente. Entrenó 8 horas diarias durante un año. Al año siguiente fue elegido entre los jugadores del equipo. Este Michael, llegó a ser Michael Jordan, una leyenda en el basket de EE.UU. Moraleja: Las grandes cosas se consiguen con trabajo duro, con esfuerzo y con tesón y venciendo los fracasos… Cuando se planta la caña de bambú, se le riega, se abonas, etc. pero los primeros años solo aparecen pequeñas hojas. Así, durante cuatro años. Uno sigue regando y abonando sin desanimarse. Cuando llega al final del quinto año el bambú llega a crecer casi un metro por día. Todo el esfuerzo se ve recompensado al final de cinco años. El esfuerzo no ha sido inútil. ¡Saber postergar la gratificación es señal de madurez personal…! Es la procrastinación…
Aplicación a los padres Cuando los padres resuelven todos los problemas de los hijos, --aún aquellos que podrían resolver ellos mismos—los vuelven incapaces e inútiles porque no han aprendido a resolver sus pequeños problemas, ya que nunca se les ha dado la oportunidad de hacerlo. Esta falta de autonomía se traduce en tener miedo a todo, en tener inseguridad y dependencia, pues no son capaces de tomar decisiones y arriesgarse por no cometer errores. A los niños sin autonomía, la vida pronto les pasa factura pues el miedo provoca que el niño no desarrolle su identidad personal, le impide ser él mismo y a partir de esto, empiezan otros problemas como la falta tolerancia pues no saben hacer frente a la frustración.
La vida tiene dificultades; son inevitables. Hay que enseñar a los hijos que cuando se caen miren dónde y porqué se han caído y aprendan a levantarse, pero no deben impedir el riesgo y quizá la caída pues, en la reflexión de esa experiencia, está el aprendizaje. Los padres tienen que saber que sobrepro-teger a los hijos es desprotegerlos. Cuando el niño va a la escuela o sale de ella no hay que llevarle la mochila, como si el que le acompaña fuera su criado o niñera. Si pesa demasiado, se sacan algunos libros y que él lleve lo que pueda llevar o se compra un carrito ad hoc. Es la manera de hacerlo responsable de sus cosas. Una estudiante de secundaria se quedó atrapada en un ascensor y en vez de tocar la alarma del ascensor, pidiendo auxilio, llamó a su madre que estaba a miles de kilómetros de distancia para que le resolviera el problema. A la sobreprotección de los padres podemos añadir que una de las características de la hiperpaternidad es la constante justificación de los hijos: ¡Mi hijo no ha podido hacer eso! ¡Habrá sido un mal momento, pues es un niño…! ¡Es que tiene baja tolerancia a la frustración! Pues, si tiene baja tolerancia, hay que entrenarlo y tendrá más y así se preparará para las múltiples frustraciones que le va a proporcionar la vida. Una actitud típica de los hiperpadres es que “la culpa siempre la tienen los otros”. Es una actitud sorprendente que pone de manifiesto que hoy en día muchos padres están muy desorientados. Algunos andan tan ocupados que no tienen, literalmente, tiempo para educar a sus hijos. De ahí que compensen –para calmar su mala conciencia-- la escasez de tiempo con la abundancia de regalos y excesiva protección. Como vemos, alrededor de estos hijos perfectos –hiper-niños-- orbitan los “hiperpadres” o “padres-helicóptero” que ejercen una crianza basada en estar siempre encima de los hijos, anticipándose a sus deseos, resolviendo todos sus problemas. Los padres-madres helicóptero confunden la necesidad con el capricho y dejan al hijo abandonado “a su libre desarrollo”. Esta forma de educar –deseducar, digo yo-- confunde lo que el hijo quiere con lo que el hijo necesita; hay una falta la distinción entre deseos del niño y necesidades, y de esa forma el proceso educativo queda a merced de las infinitas veleidades del capricho de un menor de edad.
Lo que rebela esta actitud paterno-maternal es una gran dosis de inseguridad e incapacidad por parte de los padres para tomar decisiones, envuelta bajo un manto de amor. Los niños crecen y deben ser formados de la misma manera como el mar ha hecho los continentes: retirándose de forma progresiva. La educación exitosa es la que consigue que los hijos puedan prescindir cuanto antes del manto protector de los padres, pues educar es abrir ventanas y enseñar a volar. La familia no puede ser una dictadura, pero sí es una sociedad jerarquizada, donde los padres, por su propia naturaleza, están en la cima. Dejemos, pues, de preguntárselo todo a los niños: "Quieres dormir?", "¿Quieres comer?", "Quieres un helado?" La familia no es una institución democrática”; la familia es una institución jerarquizada (Millet, 2016). Todo lo anterior se aplica, naturalmente, a “niños” o “adolescentes”, no a hijos que ya son mayores de edad. Naturalmente, con ellos se debe dialogar y consensuar decisiones para el bien de todos los miembros de la familia. Una corriente educativa que elimina el esfuerzo, el autodominio, la regulación personal en el aprendizaje y en la vida, etc. –el hedonismo pedagógico-- no es educación. Soy partidario de una pedagogía del esfuerzo adecuado a la edad y de la responsabilidad personal; hay que intentar que los niños y jóvenes adquieran un carácter y una voluntad firmes, una conciencia moral equilibrada y valores sólidos con los que puedan enfrentarse a la vida. En la educación de los hijos, tan importante es el darles amor como el poner los límites, y una forma de expresar el verdadero amor es poniendo límites razonables. “Los padres quieren lo mejor para sus hijos, pero a veces el instinto de protección es tan intenso que acarrea consecuencias negativas. La nueva hiperpaternidad ve a los hijos como seres intocables, que tienen más miedos que nunca” (Millet, 2016). Capítulo aparte, --que no vamos a tratar aquí--, es la sobreprotección de los abuelos. Como ahora ambos padres trabajan, los nietos pasan muchas horas con los abuelos, sea a lo largo del año o en vacaciones. Los abuelos necesitan afecto y compañía y no se complican la vida corrigiendo a sus nietos; en definitiva, dicen: “Nosotros no somos los padres de mis nietos; que los corrijan sus padres”. Y así no hacen más que completar el panorama con la aparición de la hiper-abuelidad.
Un cóctel formado con ingredientes como, la estimulación super-temprana, las agendas de los niños repletas de actividades, la tolerancia cero a la frustración y los enfrentamientos con los maestros o educadores que osen cuestionar las maravillas del niño o la niña, no puede producir más que hijos infelices y mal educados (Millet, 2016). El popular juez de menores de Granada, España, Emilio Calatayud, conocido por sus sentencias educativas y orientadoras, ha publicado un libro: “Reflexiones de un juez de menores”, en el que inserta un 'Decálogo para formar un delincuente'. Es muy interesante, y dice así: 1. Comience, desde la infancia, dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece. 2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente. 3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas. 4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad. 5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes… Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás. 6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura. 7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre. 8. Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar. 9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones. 10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo. “Y cuando su hijo sea ya un delincuente, proclamad que nunca pudisteis hacer nada por él”, así concluye el decálogo. No olvidar que el guion de la película de nuestra vida está escrito a los seis años.
¿Por qué han aparecido los hiperpadres? Hay muchas razones, pero las más importantes son: ✓ Hoy en día hay muy pocos hijos en las familias, en comparación con 50 años atrás. ✓ Por ser “hijos casi únicos” son superespeciales, únicos, maravillosos, y en consecuencia deben ser “el centro del universo”. ✓ “En el planeta Tierra solo existe un niño/a maravilloso, hermoso, inteligente, bondadoso, etc. y ese único niño/a es ¡el hijo de cada madre!... ✓ Todo tiene que ser perfecto: la casa, el coche, el atuendo, los materiales escolares, los dientes, la forma corporal, etc. ✓ Antes las familias eran extensas y todos –abuelos, tíos, primos, etc.— participaban en la educación, pero ahora el círculo se ha cerrado y está blindado, y no se admiten críticas “de la tribu” y si vienen de fuera se consideran ofensas. ✓ Ahora los padres tienen hijos cuando ya son más mayores (más de 30 años) y los tienen que educar mientras trabajan. ✓ Los padres consideran a los hijos como un signo de su estatus social; son la proyección de ellos mismos; son su fruto y su futuro. Las metas de los hijos son sus propias metas. ✓ Cuántos padres quieren que su hijo aprenda a leer a los tres años para poderlo exhibir ante sus amigos – como un monito de circo—ante sus amigos cuando llegan a su casa. Si a eso añadimos que le hemos obligado a aprender cierto instrumento musical, --al estilo Mozart, cuyo padre lo extenuaba a los cuatro años tocando el piano 6 horas diarias-enseguida se convierte en un “genio”. El mensaje subliminal que se quiere mandar a los amigos en estas situaciones es: ¡Si mi hijo es así, cuánto más seré yo, que soy su padre!
La hiperactividad y la ansiedad Hemos definido antes el concepto de hiperpaternidad como “una crianza obsesiva e intensiva de los hijos, basada en la sobreprotección y en la saturación de sus vidas con múltiples actividades”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), calcula que entre un 10-20 % de niños y adolescentes, en todo el mundo, experimentan trastornos mentales; el más común es la ansiedad. La ansiedad es una emoción misteriosa, muy difícil de definir; es aquello de “no sé qué me pasa, pero no estoy bien”. El miedo es causado por una cosa concreta, tangible, pero la ansiedad es también “el miedo al miedo”. Sentir cierta ansiedad es algo normal de la vida. Pero la ansiedad persistente, manifestada a través de miedos intensos, excesivos y objetivamente injustificados, puede degenerar en enfermedad y sobre todo en una fuente de infelicidad. Los síntomas pueden empezar en la infancia o la adolescencia y continuar hasta la edad adulta. El origen puede estar acumula-ción de estrés; el niño al estar ocupado todo el día con múltiples tareas y actividades extraescolares, no tiene tiempo para descansar, jugar, dormir, etc. Si a esto añadimos el sentimiento de no poder cubrir las expectativas que sobre él tienen los mayores, el cuadro está completo. Esta ansiedad de las familias para que su hijo sea el mejor es transmitida a los hijos que se ponen ansiosos y esta ansiedad puede manifestarse con TDH. Actualmente en muchos países europeos (2018) el ansiolítico diazepam es la primera droga de uso de los jóvenes de 12 a 16 años, por encima del tabaco y el alcohol. Es decir, los jóvenes se han tomado antes un diazepam que una cerveza. Los ansiolíticos funcionan bien, actúan directamente sobre el sistema nervioso y te calman, pero son una ayuda puntual, no puede ser permanente. La hiperpaternidad es el combustible que genera y alimenta la ansiedad Esta idea de estar encima del niño para que no le pase nada y que triunfe en todo lo que hace y llegue donde yo quiero que llegue, es un gran generador de ansiedad. Millet (2016) dice: "Prefiero que mi hijo aprenda a decir buenos días y gracias, que no que sepa tocar el piano a los 5 años". Yo, corrigiendo a Millet, diría que “prefiero que mis hijos sepan decir buenos días y gracias y, al mismo tiempo, --si les gusta-- que empiecen a tocar un instrumento a los 5 años, con un buen maestro”. Hay padres que están obsesionados y empeñados en que sus hijos sean un Mozart, Beethoven, César Vallejo, Lope de Vega, Ronaldo, Nadal, o el malogrado Kobe Bryant, jugador de basket. Les están robando la infancia, que es el tiempo del juego y les han robado el aburrimiento que es el mejor momento para que puedan desarrollar la creatividad. Los niños están hartos de tanta
academia precoz que les va matando las ganas de aprender y la curiosidad natural que tienen. La crianza de los hijos reproduce el sistema competitivo de la sociedad neoliberal; como ahora hay muy pocos niños en cada familia, el niño es considerado como un producto que tiene que ser de la mejor calidad, y para ello hay que darle todo lo necesario: estimulación temprana, aprendizajes a presión, actividades sin límites, lactancia sine die, co-lecho1, portarlos en brazos cuando ya pueden andar, etc. Son expresiones de la hiperpaternidad y los padres que no actúan así se sienten culpables. Lo importante es crear un vínculo y se puede crear igual dándole biberón a cierta edad que dándole de lactar hasta los dos años. El vínculo se puede conseguir sin tanta intensidad física; es algo espontáneo y no puede ser cuantificado. Lo importante es que los hijos sepan y experimenten que sus padres los quieren, pero esta expresión de amor no es un reflejo de un determinado método para engendrarlos, ni de las horas que lo han cargado a hombros o de si ha dormido con ellos. Es dedicarles tiempo, afecto y corrección respetuosa o enérgica, cuando sea necesaria.
La generación consentida Es el título de un libro de Sigman (2009). El autor afirma que los niños británicos son los más infelices de Occidente, según un estudio de UNICEF que abarca los 21 países más industrializados del mundo. Estados Unidos le sigue de cerca. Un estudio financiado por el gobierno inglés prueba que el número de niños con enfermedades psiquiátricas se ha duplicado en los 30 últimos años. Uno de cada diez niños sufre desórdenes como la depresión, anorexia, ansiedad o conductas antisociales. Un hecho constatado es que hoy en día, en las sociedades occidentales más “avanzadas”, existe un clima político y cultural superprotector de los derechos de la infancia. No estoy en contra de ello, pero el resultado, es que estamos formando una generación consentida de niños y jóvenes que son tiranos en sus hogares e inviables socialmente. Sufren el “síndrome del emperador”; el problema está en que cuando desde niños son los emperadores del hogar, 1
Co-lecho es dejar dormir a los niños con los padres, habitualmente.
cuando crecen es muy difícil destronarlos. Los profesores de los centros educativos –a todos los niveles, pero sobre todo de secundaria-- se muestran incapaces de establecer límites e imponer su autoridad a niños y jóvenes malcriados. El Dr. Sigman, es Fellow de la británica Royal Society of Medicine y de la British Psychological Society y es padre de cuatro hijos, explica con datos científicos y estadísticos, las causas de esta situación: padres estresados por el trabajo que apenas les permite dedicar tiempo a sus hijos; familias desechas y rehechas, en las que los hijos aprenden a chantajear emotivamente a padres que se sienten culpables; clima cultural que homogeniza el papel del padre y de la madre, confundiendo así la psicología de los niños que necesitan roles complementarios y no “dos madres”, una titular y otra ayudante; déficit de paternidad en las familias; exceso de atención delegada en instituciones externas a la familia (guarderías, colegio, personal de servicio) debido a las condiciones laborales de los padres; padres desorientados en su papel de formadores por influencia de ideologías educativas libertarias asumidas socialmente de modo acrítico, etc. El factor “medios de comunicación” Los “medios de comunicación”, --no utilizados adecuadamente--, tienen una gran influencia y amplifican los factores explicados anteriormente. George Gerbner – citado por Sigman-- que ha investigado sobre la influencia de los medios de comunicación social en la familia y en los niños, afirmaba: “Por primera vez en la vida del hombre las historias acerca de la gente, de la vida y los valores familiares de los antepasados, no son contadas por los padres, la escuela, la religión, etc. en la comunidad, como algo importante que decir, sino que son narrados por un grupo distante que tienen algo que vender”. “En términos freudianos –dice Sigman--, las solicitaciones compulsivas de los medios electrónicos estimulan el yo de los niños, el área de gratificación instantánea y del impulso de placer, base de los tres estratos de la personalidad. Así, con-vierten las inclinaciones en expectativas, distorsionando, en consecuencia, su desarrollo”. Estudios recientes demuestran que la actividad neuronal del lóbulo frontal del cerebro, ligada a la toma de decisiones y al control de los impulsos y de la conducta, disminuye en aquellos niños y adolescentes que ven más escenas violentas en TV e incide, por tanto, sobre la conducta agresiva, especialmente en
aquellos jóvenes diagnosticados de DBD (desórdenes perturbadores de la conducta). Las áreas cerebrales ligadas a la empatía, --tan importantes para la comprensión de las emociones ajenas y por ende para la convivencia--, no son estimuladas cuando se navega en Internet (Sigman, 2009, p. 121). Se observa, en conjunto que, ya a partir del año 2000, las personas dedican más tiempo al mundo virtual que a las relaciones reales con otras personas. Ignoramos qué consecuencias puede tener esto en la conducta y en el desarrollo de los niños. Ciertamente los millenials serán distintos. El refrán dice que “los ojos son las ventanas del alma”, y ahora se puede asegurar que “los ojos son las ventanas del cerebro emocional”. Un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Diego en California afirma: “La comunicación cara a cara –que es afectada por la oxitocina-- es decisiva para la comunicación emotiva, en todo tipo de emociones, sean de amor, miedo, confianza y ansiedad”. ¿De qué manera las pantallas y las redes sociales influyen en la ansiedad de los jóvenes? Las pantallas de cualquier tipo son grandes generadores de ansiedad, debido a su componente adictivo. Las redes sociales, los juegos de ordenador, etc. están diseñados para enganchar, y cuando no puedes consultar el móvil o no puedes jugar a un juego porque no tienes batería, esto hace que se genere estrés y ansiedad. Lo dicho antes es la actividad puramente biológica, física, pero ligada a ésta se encuentra la parte que afecta más a los adolescentes, que es la ansiedad por la necesidad de agradar a los demás, que te acepten, de ser reconocido, de no hacer el ridículo y de conseguir más likes. Comer juntos y salud mental Un estudio de la Universidad de Columbia (Nueva York) dice que “la presencia habitual de, al menos, un padre en el momento de la cena impide la depresión, la ansiedad y el consumo de sustancias perjudiciales de los niños, quienes obtienen además resultados académicos mejores, comparados con quienes cenan solos”. Los mismos o parecidos resultados arrojan otros estudios (citado por Sigman, 2009. pp. 125 y ss.)
Esto lo han conocido todas las culturas desde hace miles de años. La socialización es el mejor medio de personalización y el vivir juntos y compartir diariamente ciertos rituales ayuda a socializar a la persona y a educarla. Así, comer, hablar, jugar, estar juntos el mayor tiempo posible en familia, humaniza, civiliza y es expresión de cultura. Hoy en día sabemos que siempre hay un invitado inoportuno en estas reuniones familiares que pide paso a cada momento: son las pantallas de todo tipo. Sigman (2009) propone en su libro un argumento excelente. Ningún padre, en su sano juicio, pondría un frigorífico lleno de alimentos en la habitación del niño con problemas alimenticios de salud para que administre su propia dieta alimenticia. Sin embargo, muchos padres delegan a sus hijos la dieta mediática que consumen en su propio cuarto delante del televisor o de la computadora conecta-da a Internet.
El estilo de vida El estilo de vida frenético que estos niños llevan es una consecuencia de la hiperpaternidad. Los niños hacen lo mismo que los adultos: no paran. Los hay que están haciendo vidas de miniadultos y tienen una agenda de ministro. Las múltiples actividades escolares y extraescolares, generan estrés al niño. En consecuencia “los niños del siglo XXI no juegan ni pueden jugar; sus agendas de ministro no se lo permiten” (Millet, 2018). La educación familiar hoy está pidiendo una “sana desatención”, que consiste en tener una paternidad y una maternidad más relajadas, con tiempo para estar en familia, sin mil planes por delante. Tiempo para que los hijos jueguen y también para que se aburran; para que prueben, se equivoquen y vuelvan a probar y adquieran responsabilidad y la autonomía necesaria para su existencia. Lo más importante es que hay que confiar en ellos y acompañarlos en su desarrollo con amor y respeto, sin miedo a sus errores y a sus equivocaciones.
REFERENCIAS Millet, E. (2016). Hiper-paternidad. Del modelo “mueble” al modelo “altar”. Barcelona: Plataforma Editorial. Millet, E. (2018). Hiper-niños: ¿hijos perfectos o hipo-hijos? Barcelona: Plataforma Editorial. Sigman, A. (2009). The Spoilt Generation. Why Restoring Authority Will Make Our Children and Society Happier. London, GB: Piatkus. Recuperado de https://www.familyandmedia.eu/es/libros/la-generacion-consentida/
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