APRENDIZAJE, CLARIDAD Y EMOCIÓN

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APRENDIZAJE, CLARIDAD Y EMOCIÓN El secreto de la buena pedagogía: Para dar en el blanco hay que verlo.

Dr. Marino Latorre Ariño ORCID: 0000-0002-7076-4458 Universidad Marcelino Champagnat, Lima, 2021

Quiero empezar esta reflexión contándoles un cuento; lo he leído en un libro de Paulo Coelho. El yogui Raman era un maestro en el arte del arco y de la flecha. Un día invitó a su discípulo predilecto a presenciar una demostración de su talento. Se dirigieron al bosque. Al llegar frente a un viejo roble, Raman tomó una rosa que llevaba en su collar, y la puso en una de las ramas del árbol. Después abrió su alforja y extrajo tres objetos: un arco de madera, una flecha y un pañuelo blanco. El yogui se situó a cien pasos del árbol, se volvió en dirección del blanco y le pidió a su discípulo que le vendase los ojos con el pañuelo. El discípulo hizo lo que el maestro le había mandado. Con los ojos tapados por el pañuelo, el yogui Raman afianzó los pies en el suelo, tensó el arco con toda su energía y apuntando hacia la rosa colocada en la rama del árbol y disparó. La flecha cortó el aire, provocando un silbido agudo, pero no dio en la rosa pasando a gran distancia. - ¿He dado en el blanco?, preguntó Raman, quitándose el pañuelo de los ojos. - No, respondió el discípulo. - Ahora te voy a dar la lección más importante, respondió Raman. “Cuando quieras una cosa, concéntrate solo en ella; nadie será capaz de dar a un blanco, si, primero, no lo consigue ver”. Si apuntas a ninguna parte, siempre acertarás, porque “para barco sin rumbo todos los vientos le son favorables” (Séneca, carta a Lucilio, nº 71). En cambio “si quieres hacer recto el surco de tu vida, ata tu arado a una estrella” (proverbio oriental).


En educación es esencial que el docente tenga claro lo que deben aprender los estudiantes. Cuando un docente entra por el dintel de la puerta de la clase debe saber con claridad las tres ideas siguientes: ✓ Qué quiero que aprendan los estudiantes en esta sesión de clase. ✓ Qué tienen que hacer los estudiantes para aprender lo que tienen que aprender. ✓ Qué insumos, medios o situaciones de aprendizaje tengo que proporcionar, como docente, para que los estudiantes hagan lo que tienen que hacer, a fin de que aprendan lo que tienen que aprender. Está claro, profesor: ¡Ten siempre a Ítaca en la memoria. Llegar allí es tu meta! (Kavafis, Ítaca). En estos tres principios se resume toda mi pedagogía. No se puede ir a clase a ver lo que pasa o lo que salga. “La educación comienza por la acción, continúa por la acción y concluye por la acción” decía John Dewey. ///////////////////////////////////////////////// Hay dos conceptos esenciales en la docencia del profesor y en el aprendizaje de los estudiantes: la claridad y la pasión-emoción. 1. La claridad “La claridad es la cortesía del filósofo”, decía José Ortega y Gasset. Filósofos difíciles de entender como Kant, Fiche, Hegel, etc. ¿por qué lo fueron?, se pregunta Ortega. Y responde: Porque ninguno de ellos vio nunca con plena claridad lo que decían haber visto y entendido. Mario Bunge, epistemólogo argentino, nunca toleró a los posmodernos y criticó agudamente a filósofos como Heidegger. “Los posmodernos paralizan el pensamiento, decía Bunge, cuando repiten frases imbéciles de Heidegger o demenciales como las de Husserl o muchas de Hegel. Heidegger dijo en su libro Ser y el tiempo: “El tiempo es la maduración de la temporalidad”. En su Carta sobre el Humanismo dice: “El ser es ello mismo”. El mismo autor define el concepto de estar prevenido frente a las influencias del mundo y de los demás, como “pre-serse en el ser, estar ahí junto a los entes que están frente a nosotros en el mundo” (Ser y el tiempo). Para completar estos mensajes tan profundos de filosofía habría que añadir el aporte del filósofo peruano (jugador de futbol, por cierto): “La U es la U”. “El futbol es el


futbol” decía Vujadin Boskov, entrenador. Palabrería sin contenido. Lo más claro que hay es la tautología o la confusión. Cuán ciertas son las palabras de Nietsche: “Hay filósofos que enturbian sus aguas del pozo de su saber (sus ideas) para que parezca que es más profundo”. Pero, podemos tomar a broma o a ocurrencia las frases a los personajes del mundo del deporte, pero ¿cómo se nos va a ocurrir levantar la voz contra los “grandes maestros” que ni ellos mismos entendían lo que decían y muchos otros de los admiran y pretenden explicarlos? Definitivamente, gran parte de la filosofía del siglo XX y lo que va del XXI se reduce a un “juego de palabras” para ocultar la verdad o la ignorancia; es la filosofía de la posmodernidad. Pero ese sería tema de otra reflexión. Muchos docentes van a la escuela cada día pensando qué les voy a decir a los estudiantes o qué voy a hacer para que aprendan. Gran equivocación. “Cuando vayas a clase no te preguntes: ¿Qué voy a decir a los estudiantes?; pregúntate, más bien, ¿qué voy a pedir que hagan los estudiantes?” (Meirieu, 2011, p. 56). Si no se tiene bien claro el blanco no podremos apuntar correctamente y nunca daremos en él. Claridad es lo que necesitan muchos docentes en su intervención pedagógica en el aula y fuera de ella. 2. La pasión en la vida y el aprendizaje La palabra Ikigai es una palabra japonesa que se compone de dos palabras (vida y merecer la pena). Expresa “que la vida tiene sentido o asigno sentido a la vida”. Es la pasión que uno descubre en sí mismo que le permite asignar un sentido a su vida para así beneficiar a la sociedad. Es reconocer que vale la pena vivir. Se ha comprobado que las personas más ancianas del Japón viven en Okinawa y tienen un gran IKAGAI. Robin Sharma (El monje que vendió su Ferrari) dice: “Existe una palabra sencilla que sintetiza todo el sentido de la vida: pasión. Debemos llevarla grabada en la frente siempre porque el fuego sagrado de la pasión es el combustible más potente para nuestros sueños. Si queremos tener una vida miserable hagamos las cosas por obligación, olvidémonos de la pasión, dejad que el entusiasmo penetre todo lo que hacemos. Cuando tal cosa sucede no pensamos en el


pasado ni en el futuro, solo pensamos en el preciso instante que estamos viviendo”. Aplicando estas reflexiones al mundo de la educación podemos decir que, en una tarea tan difícil y poco apreciada socialmente como es la educación, nada se puede hacer sin pasión y vocación. Quiero compartir dos textos antiguos que son muy ilustrativos, sobre la conducta de los niños y su educación, hace miles de años. El primero es un texto chino del Nei Ching, --colección de textos de la dinastía Chou (1030 al 221 a. C.)-- que recoge las reflexiones del sabio Ch’i Po: “[…] antes se vivía según las reglas de la templanza en el comer y en el beber, y los jóvenes iban a dormir pronto y se levantaban temprano. No como ahora. Ahora la gente joven bebe y adoptan maneras de vivir muy descuidadas […] Solo se preocupan de divertirse; se van a dormir tarde y se levantan a cualquier hora. Está claro que así solo podemos vivir la mitad de los cien años que vivían antes. ¡Estamos degenerando!” He aquí otro texto sumerio de hace 3700 años que narra una disputa entre un padre y un hijo adolescente (Cardús, 2011, p. 34): - ¿De dónde vienes?, pregunta el padre. - De ninguna parte, responde el hijo. - Déjate de tonterías y vete ahora mismo a la escuela y preséntate ante el maestro. Espero que lleves los deberes hechos y que no haya ninguna queja de tu comportamiento. Cuando acabes de la escuela ven directamente a casa sin entretenerte por las calles. ¿Me has entendido? - Sí, sí que he entendido. Si quieres te lo repito. - Pues ya me lo puedes repetir. - ¿Qué crees? ¿Qué no te lo puedo repetir? - ¡Venga, pues, empieza...! - Lo haré cuando quiera. - ¡Venga…!. La discusión entre el padre y el adolescente continúa durante 17 tablillas y varios fragmentos. Los estudiantes adolescentes, cuando están pasando por el tsunami de esta etapa de crecimiento, siempre han sido difíciles. Ahora, parece que más que


nunca; la tecnología los ha empoderado y las pantallas han adormecido su voluntad y van como zombis por el mundo. Ante ellos deben enfrentarse los profesores. Lo ilustro con este relato. El estudiante presuntuoso Un presuntuoso estudiante que se encontraba en un autobús lleno hasta los topes, comenzó a explicarle a un señor mayor, sentado a su lado, por qué le es imposible a la vieja generación comprender a la suya, la nueva. "Usted creció en un mundo diferente, realmente casi un mundo primitivo", dijo en voz lo suficientemente alta para que lo escucharan alrededor. Y continuó: "Los jóvenes de hoy crecimos con televisión, Internet, el teléfono celular, los aviones a reacción, viajes al espacio, el hombre caminando sobre la luna; nuestras sondas espaciales han visitado Marte; tenemos naves con energía nuclear y coche eléctrico y de hidrógeno; computadoras con procesos a la velocidad próxima a la de la Luz, y muchas cosas más que no quiero contarle". Después de un breve silencio, el señor mayor respondió con serenidad y amabilidad, lo que sigue: “Tienes razón, hijo mío. Nosotros, cuando éramos jóvenes, no tuvimos esas cosas, así que, como no las teníamos, las inventamos”. Ahora dime, amigo mío, ¿qué estás haciendo tú por la próxima generación?" ////////////////////////////////////////////// Los docentes, o están pertrechados de una vocación y pasión a prueba de adolescentes o bien caerán en la depresión o en el síndrome ya famoso en los profesores: el burnout (el profesor quemado-fracasado). "Cuando un profesor cree que los estudiantes son un problema para él, es hora de que deje su trabajo como profesor y se dedique a otra cosa", decía Deborah Meier. Un educador que va cada día a su trabajo con la sensación de estar quemado, ya no tiene nada que ofrecer a nadie, empezando por sí mismo. No tiene nada que ofrecer mientras se sienta de esa manera. Y si el "burnout" es definitivo, debe irse para siempre de la escuela. No puede quemar a los demás con su quemadura.


¿Qué salida podemos encontrar frente a esta situación? Encontrar sentido a lo que hacemos; encontrar nuestro ikigai. Todos hemos oído hablar de la famosa frase latina que fue el eslogan de la Ilustración, propuesta por Kant: Sapere aude! Incipie!1 (¡Atrévete a saber! ¡Empieza!). La nueva escuela y el nuevo profesor Hemos de refundar la escuela. Queremos transformar la educación) que conocemos por otra en la que creemos. Refundar la escuela es construir una escuela que no existe, para los estudiantes que abandonas esta escuela que existe hoy. A los estudiantes, como a las personas en general, les apasiona el aprendizaje, cuando están aprendiendo algo que, realmente, les apasiona. Ken Robinson escribió un libro titulado “El elemento”. ¿Qué es el elemento? Según el autor es el punto de encuentro entre las aptitudes naturales y las inclinaciones personales. Cuando una persona ha encontrado su elemento hace lo que le gusta y al hacerlo se siente feliz; el tiempo transcurre de manera diferente y se siente más viva, más centrada y llena de vida que en cualquier otro momento. Cuando una persona está en su elemento establece contacto con algo fundamental que es su sentido identidad, su ikigai, sus objetivos y su bienestar. Experimenta quién es realmente y qué debe hacer con su vida. Para llegar a encontrarse en su elemento es necesario que concurran varias condiciones: 1. Tener las capacidades y aptitudes naturales para algo: capacidad es la facilidad natural para hacer o entender una cosa; es una percepción intuitiva o una comprensión de qué es algo, cómo funciona y cómo utilizarlo. 2. La pasión y vocación-afición por hacer ese algo para lo cual tengo aptitudes: Estar en tu elemento es apasionarte por algo. Las personas que están en su elemento encuentran gran deleite y placer en lo que hacen. Cuando una

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Quinto Horacio Flaco († 8 a. C). Dimidium facti, qui coepit, habet; sapere aude! Incipe! (“Quien empieza, tiene la mitad de la obra; ¡atrévete a saber! ¡Empieza!”). Epístola II, de Epistolarum liber primus.


persona está dominada por una pasión pone todos los medios para conseguir lo que quiere y al final lo consigue. 3. El contexto que proporciona la oportunidad: Las aptitudes solo se manifiestan si tenemos la oportunidad de utilizarlas. Descubrir el elemento depende del contexto cultural en que vivimos, de las oportunidades que tengamos, de las que creamos nosotros, de si las aprovechamos, etc. A menudo, estar en tu elemento significa relacionarte con otras personas (las de la tribu) que compartan las mismas aficiones. Esto significa tratar de encontrar oportunidades que te permitan explorar tu aptitud en campos diferentes. La secuencia es más o menos así: lo entiendo >>>>>> me encanta >>>>> > lo quiero >>>>> ¿dónde está? Cuando estas tres condiciones se dan en una persona, en un momento y contexto determinados se llama “el punto”: lugar de encuentro de una persona con aptitudes y capacidades para hacer algo, pasión por hacerlo y contexto que se lo permita hacer. G. F. Haendel el día que compuso el Alleluya de su célebre oratorio El Mesías, descendió de su sala de trabajo a comer a las 6 p.m. – cuando siempre lo hacía a las 12 horas en punto--; entró en el comedor diciendo a su sirvienta: ¡He visto a Dios! Había terminado de componer, en ese día, su Alleluya. Todo el día había estado en estado flow, en su elemento. La célebre deportista Mónica Seles dice: “Cuando juego mi mejor tenis me siento en la zona –en mi elemento--. Pero en cuanto piensas que estás en la zona, sales de ella”. Sophia Loren dijo una vez: “Existe la fuente de la juventud; se trata de tu mente, de tus talentos, de la creatividad que lleves a tu vida y a la de aquellos a los que amas. Cuando aprendas a conectar con esa fuente, habrás vencido realmente a la edad”. El mejor educador será el que sabe manejar el arte de hacer que todos los estudiantes de su aula se encuentren el mayor tiempo posible en su elemento, mientras aprenden.


En educación, muchas veces, hacemos las cosas al revés. Primero pensamos en lo que tienen que aprender los estudiantes (los conocimientos) y en algún caso qué habilidades van a desarrollar y luego buscamos cosas útiles e interesantes para hacer con lo que hemos aprendido. La forma sensata, la mejor, es comenzar con algo que valga la pena hacer, que queramos hacer y luego, movido por un fuerte deseo de hacerlo, se adquirirán con facilidad los conocimientos y las habilidades necesarias. Es el proceso inverso. Hoy se habla de “aprender a aprender” como muna competencia transversal para aprender hoy y durante toda la vida. El aprender a aprender no se refiere al aprendizaje directo de contenidos, sino al aprendizaje de habilidades con las cuales se aprenden contenidos (Monereo, 1997). [En] “el método tradicional, el chico debe decir algo que simplemente ha aprendido. Existe toda la diferencia en el mundo entre tener que decir algo y tener algo que decir” (John Dewey). La pasión y la emoción Cuando queremos aprender algo bien aprendido, hay que hacerlo con alegría; se aprende cuando da gusto aprender (Mora, 2018). Es verdad que para enseñar hay que conocer la didáctica y al niño que se está enseñando. Hay que conocer, también, cómo funciona el cerebro de ese niño, --por lo menos de forma elemental-- porque “intentar enseñar sin conocer cómo funciona el cerebro, es como intentar diseñar un guante sin nunca haber visto antes una mano”. No hay aprendizaje sin emoción. En el futbol y en la literatura y en todo en la vida, sin pasión, sin ética ni disciplina, no se consiguen grandes cosas (Juan Jesús Armas Marcelo). La emoción es el sustrato que hace que el cerebro funcione y funcione bien. El cerebro trabaja constantemente, aunque sea inconscientemente. Lo hace por el camino que mejor sabe, por seguridad, para salvaguardar la vida. Pero las emociones nacieron en los mamíferos hace unos 200 millones de años a lo largo del proceso evolutivo. Investigaciones recientes indican que, posiblemente en los invertebrados ya había emociones hace 450 millones de años. Recordemos que nuestra especie, el homo sapiens sapiens, solo tiene 150.000 años de vida. Comparad eso con 450 millones (Mora, 2018). La emoción es lo que lo guía todo, pues los humanos somos animales emocionales y racionales con capacidad de pensar y hablar. La palabra emoción viene del latín (emocio-emocionis) significa movimiento en cualquiera de sus expresiones.


La información entra por los sentidos y después de un proceso que pasa a través del cerebro emocional llega a los, lóbulos prefrontales (neocortex) que analizan y elaboran la información. Solo cuando se ha elaborado el proceso de pensamiento se toman decisiones, se actúa. Eso es lo que nos diferencia de los animales. En definitiva, la emoción lo embebe todo. Sin emoción, no hay pensamiento coherente y bien ensamblado. No se puede pensar. Sin emoción, no hay forma de tomar decisiones acertadas. Sin emoción, no hay memoria sólida, ni voluntad fuerte (Mora, 2018). El papel del maestro en este proceso Podemos preguntarnos: ¿Cuál es su función del maestro en la educación de estos estudiantes? Hoy las tecnologías lo invaden todo, son herramientas poderosas, con un valor extraordinario, pero nunca pueden sustituir al maestro. El maestro debe ser la joya de la corona de un país. Él solamente es quien puede transmitir humanidad en la educación. No lo esperes nunca que una máquina, una tablet, una computadora trasmita humanidad. Su función es otra (Mora, 2018). Albert Camus fue Premio Nobel de Literatura en 1957. Era joven, pues tendía solo 44 años. Los primeros días después de recibir el premio (19 de noviembre de 1957) escribió a su maestro de Primaria, Sr. Germain: Querido señor Germain: “[…] cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, […], sin su enseñanza y ejemplo, nada de esto hubiese sucedido. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero me ofrece la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Le abrazo con todo mi corazón. Albert Camus.


¡Eso no se puede decir a una máquina! Eso se le dice un ser humano a otro ser humano y lo dicho está cargado de emoción y agradecimiento. Esa grandiosidad tiene que estar ahí. El colorido emocional, la empatía, con que se pintan la enseñanza de las ciencias y las letras, así como los valores, no pueden enseñarlos una tablet o un robot. En Camús y el Sr. Germain se cumple he dicho: “Para el mundo, puedes ser alguien, pero para alguien, puedes ser el mundo” (autor desconocido). Hoy se habla de educación inclusiva. La inclusión es de todos y para todos, no solo para los que tienen habilidades diferentes. Todos tenemos habilidades distintas de los demás y todos tenemos alguna discapacidad, (aunque no sea física), puede ser cognitiva o emocional. El niño Albert Camús puedo ser un genio de la literatura y un niño poco dotado para las matemáticas o la física. Lo importante es saber que, en todo ser humano hay una grandeza que hay que descubrir. Esa es la tarea del docente. Se cree habitualmente que “solo son normales un tipo de personas", el resto tiene que parecerse a ellas para ser normal, y, si no lo hacen, no les dejamos ser ellos mismos. Las diferencias son enriquecedoras. Mozart, Picasso, Newton, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, etc. ¿Qué hubiera sido de ellos si los hubieran obligado a ser todos iguales? Conseguir el máximo desarrollo de cada uno de los talentos de cada persona, eso se llama educación inclusiva. Por justicia y por ética es imprescindible permitir todas las personas lleguen a ser ellas mismas. ¿Cómo atendemos esa vulnerabilidad? Hay una palabra que creo que nos puede servir: alteridad, que es “la condición de ser otro y diferente” (Elizondo, 2021). Cada uno es uno mismo, (“Yo soy yo, y mis circunstancias, pero si no salvo a ellas, no me salvo yo”, Ortega y Gasset). Para el autor la vida se compone de dos ingredientes: del yo más las circunstancias en que vive el yo; yo soy yo y mi medio, no puedo separar el medio en que vivo, del yo que soy. Hay un mito que habla del concepto de normalidad. La normalidad no existe. “Este cerebro es normal y este no”, eso no existe. No hay ningún cerebro, de los más de 8000 millones que ya pueblan el planeta Tierra, de seres humanos. Ocho mil millones de seres humanos. No hay ninguno cerebro idéntico. Ni en los genes, ni en el sistema inmunológico, ni en la conducta, ni en la nariz, los pies, ni en las orejas. En ninguna parte. Pero, desde luego, en el cerebro particularmente. Y no hay ningún diseño que nos permita decir: “Este es normal


y este no lo es”. Siempre se acude a la normalidad en referencia a la conducta: “Este está loco de remate. Este tiene que tener un cerebro agujereado comparado al que no tiene los síntomas”. Pero cuando ves los cerebros te das cuenta que cada uno es único, singular e irrepetible (Mora, 2018). La educación puede ayudarnos a descubrir todo esto. “El acto educativo promueve nuevos hallazgos. Abre así las puertas a mundos desconocidos e imprevisibles para cada uno. Y cada uno tendrá, en ese sentido, que inventar(se) allí” (Núñez, 2020). Las grandes pasiones del profesor excelente son: amor al saber y amor a los estudiantes (Meirieu, 2011, p. 22). ▪ Los profesores que se divierten enseñando, consiguen que los estudiantes ¡se diviertan aprendiendo! ▪ La clase debe ser una fiesta, pero en la realidad (en la vida de todos los días), cuando hay fiesta, no hay clase (Meirieu, 2011, p. 37). Los estudiantes están esperando que haya fiesta para no ir a clase (¿paradoja?). ¿Por qué será? ▪ El buen profesor es exigente con sus estudiantes; el profesor excelente les propone desafíos. El buen profesor castiga de vez en cuando al estudiante; el profesor excelente le hace reflexionar sobre su conducta. El buen profesor se gana la vida con la educación; el profesor excelente gana la vida de los demás, a través de la educación. ▪ “Nada vale que el entendimiento se adelante si el corazón se queda atrás” (Baltasar Gracián). ▪ “Cualquier clase de enseñanza que separa la cabeza del corazón, traiciona el fin mismo de la educación”, decía Alexander S. Neill, fundador de la escuela Summerhill. ▪ El docente, a través de la motivación, debe conseguir que los estudiantes vayan en busca del conocimiento, no que el conocimiento vaya en busca de los estudiantes. Para ello es indispensable que el aprendizaje se considere como un regalo y una oportunidad; no como una penosa obligación, sino como una gozosa necesidad. ▪ En contexto de aprendizaje es el aula, el docente y los compañeros –y el ambiente creado en ella-- pues y el aula efectiva es el aula afectiva” (Laura Luengo).


El corazón no solo es el lugar de las emociones, es, sobre todo, el lugar de las decisiones. Por eso Marina (2015, p. 37) ha definido la inteligencia como “la capacidad para gestionar las propias ideas, sentimientos, decisiones y acciones”. Antonio Damásio (2013), neurocientífico portugués de las emociones, ha escrito un libro titulado “El error de Descartes”. El autor invita a reflexionar sobre la emoción, la razón y el cerebro humano. En su libro desmantela la dicotomía razón-emoción, argumentando que la racionalidad proviene de la emoción y que la emoción proviene de las sensaciones corporales. El gran error de Descartes fue identificar el pensar con el ser, --“cogito, ergo sum”, pienso luego soy-existo (soy persona) --, cuando se trata justamente de lo contrario; primero fue el ser animal emocional, después se convirtió en un ser racional --en el humano, animal racional que piensa y habla--; somos animales racionales, luego pensamos y no al revés. El segundo error fue dejar la inteligencia emocional al margen y priorizar la inteligencia cognitiva. Damásio descubrió que “la razón sin la emoción es paralítica y la emoción sin la razón es compulsiva”. Conclusión El ser humano es lo que la educación hace de él. Tan es así que, si hoy una familia pudiera adoptar un niño de la Antigua Roma, 2500 años, y nada más nacer lo pusiéramos en una familia actual, la maestra de Inicial no sabría distinguirlo de un niño nacido hoy en día. ¿Por qué? Porque los genes de la especie humana apenas han cambiado desde esa época. Lo que ha cambiado es el ecosistema cultural en el que vivimos. Somos lo que somos por esa capacidad plástica que tiene el cerebro de transformarse con las palabras, con las experiencias, con las emociones y con los sentimientos. Es lo que nos hace ser lo que ahora somos. Somos lo que la educación y la cultura hacen de nosotros. Ya lo dijo Jean Rostand: “Si la cultura es lo que el nombre añade al hombre, la educación es el acuñamiento de lo humano allí donde solo existe como posibilidad. Lo propio del hombre no es tanto el mero aprender como el aprender de otros hombres y ser enseñado por ellos”. Eso se llama educación.


Yo creo en la “Pedagogía de la Esperanza” de Paulo Freire. Tengo esperanza, porque la esperanza lleva a pasar a la acción, lleva al compromiso personal. No hay mejor prueba de esa esperanza que nuestra propia forma de actuar. “La esperanza no es la convicción de que las cosas saldrán bien, sino la certidumbre de que algo tiene sentido, sin importar el resultado final” "Perturbar la Paz" (1986) (Vaclav

Havel). Lo importante no es tener éxito en lo que hacemos, sino encontrar sentido a lo que hacemos (Vaclav Havel). Concluyo con este pensamiento poético y alentador de Walt Whitman: “Hoy, antes del alba, subí a las montañas, miré los cielos llenos de luminarias y le dije a mi espíritu: “Cuando conozcas todos los mundos y el placer y la sabiduría que contienen, estarás tranquilo y satisfecho? Y mi espíritu respondió: No. Ganaremos esas alturas solo para seguir adelante”. REFERENCIAS

Cardús, S. (2011). Los laberintos de la educación. Barcelona: Gedisa, que cita a Luri, G. en La escuela contra el mundo (2010, p. 273). Barcelona: CEAC Damásio, A. (2013). El error de Descartes. Libros VIP. Recuperado de https://libros.vip/el-error-de-descartes/ Elizondo, C. (2021). Las tres dimensiones para la inclusión son las culturas, las políticas y el profesor en su clase. Recuperado de https://www.elplural.com/buenas-noticias/puedes-hablar-educacionalumnado-personas-vulnerables-permites-mismas_265060102 Marina, J. A. (2015). Familia y educación, en Los laberintos de la educación. Barcelona, España: Gedisa. Meirieu, Ph. (2011). Carta a un profesor joven. ¿Por qué enseñar hoy? Barcelona, España: Graó. Monereo, C. (1997). Profesores y alumnos estratégicos: Cuando aprender es consecuencia de pensar. Madrid, España: Pascal.


Mora Teruel, F. (2018). Somos lo que la educación ha hecho de nosotros. Conferencia. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=ETagN9TDZJI Núñez, V. (2020). Innovación y creatividad en el campo educativo en tiempos revueltos. Recuperado de http://formacionib.org/noticias/?Innovacion-ycreatividad-en-el-campo-educativo-en-tiempos-revueltos &&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&


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