INNOVACIÓN: TECNOLOGÍA Y METODOLOGÍA

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INNOVACIÓN: TECNOLOGÍA Y METODOLOGÍA

Dr. Marino Latorre Ariño ORCID: 0000-0002-7076-4458 Universidad Marcelino Champagnat, Lima, 2021

0. Innovación La innovación es un mantra de todas las industrias, incluyendo aquellas que tienen poco que ver con lo que asociamos con las tecnológicas. La innovación está relacionada con la creatividad. Innovar es buscar soluciones nuevas, inéditas, creativas y funcionales a problemas o situaciones. Es inventar algo que resulte útil y novedoso para el bien y progreso de la sociedad. Imaginemos el avance tecnológico que supuso el invento de la rueda, de los barcos, de la electricidad, de las máquinas a vapor, de las máquinas industriales, de los medios de comunicación físicos y digitales, de la computadora, etc. La innovación tiene como característica principal la novedad; algo que no existía comienza a existir y esto puede advertirse en grandes novedades o en pequeños cambios a veces imperceptibles. Innovar es, de hecho, una necesidad vital que realizan los seres humanos con el fin de progresar. Como la innovación consiste en utilizar los conocimientos para hacerla posible la frecuencia e intensidad con la que se realizan los procesos de innovación depende tanto de las circunstancias que afectan a la persona, como a los conocimientos que posee, su inteligencia, situación económica, social, dificultades a las que hace frente, etc. La innovación tiene un coste, no es gratis. A pesar de esto, el coste de hacer innovación siempre es inferior al coste de no hacerla. En definitiva, innovar es una actitud, una creencia de que para mejorar la situación actual hay que hacer algo diferente para hacer posible un futuro mejor que el presente. Un caso típico de creatividad lo tenemos en la técnica utilizada por Dick Fosbury en el salto de altura. Hasta los Juegos Olímpicos de 1968 para realizar el salto alto, lo normal era saltar hacia adelante. Se había llegado a la máxima posibilidad


en función de la longitud de las piernas del saltador y de cuánto podía elevarse para saltar la altura. Hasta que, en 1968, Dick Fosbury, innovó la manera de saltar con un salto de espaldas y consiguió la medalla de oro en salto de altura en los Juegos Olímpicos. La exigencia, los límites y topes de los procedimientos anteriores le ayudaron a innovar. Se había llegado al límite y había que buscar una solución. Como dice Erich Fromm: “El medio que aviva las ideas singulares acostumbra a ser un medio adverso”. 1. Innovación educativa Sabemos que el escenario mundial ha cambiado y cuando cambia el escenario todo cambia: cambia la realidad, las necesidades, las respuestas a las necesidades, cambia el futuro. También cambia la educación, pues uno de sus fines es dar respuesta ajustada a las necesidades de los estudiantes. El punto de partida para la innovación en educación es la reflexión sobre los cambios que se producen en la sociedad, la práctica pedagógica, los saberes docentes y las necesidades educativas que hoy requieren las nuevas generaciones. La práctica educativa de muchos centros escolares, está asociada a un pensamiento tradicional, convergente y basado en la enseñanza. Pero existen algunas escuelas que están apostando a las innovaciones educativas con nuevos métodos que fomentan el desarrollo del pensamiento divergente, la creatividad y factores específicos de la Inteligencia de los estudiantes. El pensamiento divergente es un término ocupado por el psicólogo Joy Paul Guilford (1951) y profundizado posteriormente, con el nombre de pensamiento lateral, por Edward de Bono, en su libro The Use of Lateral Thinking (1967). La propuesta divergente está asociada a una línea de pensamiento, con la que se desarrollan nuevas estrategias para resolver problemas y abordar situaciones. La proposición del pensamiento divergente sugiere que la persona es capaz de buscar varias soluciones, en función de conocimiento, ideas, analogías y nuevas interconexiones. La formulación de nuevas soluciones es un reflejo de ideas creativas. Apoyados en el pensamiento divergente, las soluciones generadas se estructuran y formulan para poder concretarlas. La educación tradicional, centrada en el programa, en la enseñanza, se enfoca en la trasmisión pasiva de conocimientos (Dewey, 1967). Los planteamientos de Guilford (1951) y Sternberg (1988), resitúan los conceptos de inteligencia, las


teorías de aprendizaje y consideran el pensamiento divergente como una entidad propia, reconstruyendo los conceptos de creatividad. Para estar a la altura de lo que exige el siglo XXI necesitamos no solo nuevas ideas sino reinventarnos y actualizarnos nosotros mismos una y otra vez. “Hay que correr mucho para poder mantenerse en el mismo sitio”, es la regla de la Reina de Corazones, en Alicia en el país de las maravillas. “El acto educativo promueve nuevos hallazgos. Abre así las puertas a mundos desconocidos e imprevisibles para cada uno. Y cada uno tendrá, en ese sentido, que inventar(se) allí” (Núñez, citado por Cáceres, 2020). No olvidemos nunca que un libro, un lápiz, un niño y un maestro pueden cambiar el mundo (Malala Yousafzay, discurso ante la ONU). Ya lo decía Eric Hoffer: “En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe”. Es oportuno preguntarnos: ¿qué sucede en nuestro escenario actual, en relación con el proceso de aprendizaje-enseñanza? Las sociedades cambian a un ritmo más rápido que la escuela y esto produce un aislamiento de la cultura escolar, que no se abre a la dinámica de la creación cultural de la sociedad y a los problemas sociales y de los hombres. Esta desconexión entre la escuela y la sociedad explica la obsolescencia de muchos de los contenidos curriculares. Vivimos tiempos en los que la información es perecedera y el aprender ya no es apropiarse de ciertos conocimientos sino desarrollar ciertas habilidades mentales y emocionales (capacidades-destrezas y valores-actitudes) que permitan aprender los contenidos de hoy y seguir aprendiendo durante toda la vida los nuevos contenidos que continuamente se producen. Se trata de que el docente genere en el aula situaciones que hagan pensar, de crear desequilibrio y conflicto cognitivo en el aula, problematizar, discutir, hipotetizar, criticar, enseñar a aprender; en definitiva, aprender a aprender. Ya no es válido que el docente sea el depositario del conocimiento que lo reparte y dosifica día tras día a cuentagotas a los estudiantes. El auténtico protagonista en el aula ya no es el docente sino el estudiante. El que tiene que aprender es


el discente ayudado por el docente que, se supone, sabe más y conoce la progresión y coherencia de los conocimientos que el estudiante debe aprender. Pero, en esta situación, el profesor debe ser considerado siempre como un mediador, como un apoyo, nunca como una amenaza. Educar en el siglo XXI exige dar respuesta a las necesidades de los estudiantes de estos tiempos. En otras palabras: “No podemos enseñar a los estudiantes del siglo XXI con docentes del siglo XX y métodos del siglo XIX”; es necesario enseñar utilizando otras estrategias y metodologías, crear nuevas formas de actuar didácticamente en el aula. La didáctica trae la realidad del mundo al aula para comprenderla, organizarla y así después, cada estudiante tiene la posibilidad de transformarla, desde sus competencias, capacidades e inclinaciones. Hay quien piensa que la enseñanza del docente produce de inmediato el aprendizaje del estudiante. El docente, cuando enseña, siempre tiene la intención de que el estudiante aprenda, pero, sabemos por experiencia que esto no siempre es así. La misión del docente no es enseñar sino poner al estudiante, cognitiva y emocionalmente, en situaciones en las que pueda aprender. Si el estudiante no aprende ¿quién es el responsable? No siempre es el estudiante, pero tampoco lo es siempre el docente. Hay un conjunto de variables que intervienen en el proceso de aprendizaje-enseñanza. El contexto en el que se vive, la salud física y emocional del estudiante, los conocimientos previos, la motivación personal para aprender, los estados emocionales del estudiante y del docente, la metodología utilizada, el clima creado en el aula o en el colegio, etc. son algunos de estos factores. En educación hay que tener en cuenta las características de los educandos y la diversidad con la que llegan a las aulas: situaciones socioculturales, económicas, discapacidades, experiencias escolares anteriores, situaciones de vida emergentes, etc. que hacen que la educación brinde la oportunidad y la posibilidad de aprender de la mejor manera que cada sujeto pueda, superándose y aprendiendo a hacerlo en el transcurso de su vida. Todo estudiante es un huésped, un invitado a participar de los acontecimientos educativos. Nadie, por derecho puede quedar excluido a la educación (Cáceres, 2020). No se trata, aquí, de culpabilizar a nadie, sino de acostumbrarnos a reflexionar sobre la práctica educativa, a comenzar a deconstruir nuestras seguridades


pedagógicas del pasado para dar nuevo sentido y orientación a la práctica docente. “La creatividad requiere tener el valor de desprendernos de las certezas”, decía Erich Fromm. Para ello el docente debe tener motivación y creatividad. La vida de las escuelas y del docente tiene una organización y una estructura de horarios, dinámicas, de control de los estudiantes y de los docentes. Es una organización en la que todo está predeterminado, todo es previsible, y parece que no hay margen para la improvisación y la creatividad. La creatividad posibilita dar lugar a lo diverso, lo diferente, lo creativo que surge de tener en cuenta la singularidad de cada sujeto, aún en medio de esa organización milimétrica de horarios y secuencia de clases. 2. Calidad de la educación y educación de calidad La innovación educativa está ligada a la calidad en educación. Lo que se necesita hoy, más que calidad educativa, es una educación de calidad, que no es lo mismo. El término calidad alude a técnicas, indicadores, instrumentos de enseñanza, instalaciones, etc., en cambio educación de calidad habla de la eficiencia, de lo que ocurre en el aula y en la mente de los estudiantes, es decir, en brindar una educación integral y de calidad a la mayor cantidad de estudiantes posible. No se trata de tener una escuela disciplinada, ordenada, con mucha tecnología, etc. Podemos tener una escuela llena de un bosque de tecnología y ser un desierto en humanidad. Una educación de calidad es otra cosa. Una educación de calidad debe incluir instituciones educativas que piensan sus organizaciones como el resultado de procesos de participación y toman en consideración la presencia real de aquellos que las integran: estudiantes, docentes, familias, comunidad. Una educación de calidad supone docentes con saberes académicos y disciplinares actualizados que tengan como meta ser mediadores entre el conocimiento y los estudiantes; mediando en los aprendizajes para que la comprensión, el conflicto cognitivo, la problematización sean sus herramientas usuales. Una educación de calidad lleva a la concepción de estudiantes activos y participantes, que desplieguen su curiosidad por saber y conocer; que más que aprender respuestas, se abran a las preguntas, comprendiendo que son ellos los sujetos de sus trayectorias de vida y actores de las transformaciones en la sociedad (Cáceres, 2020).


Según Fidalgo (2014) hay dos tipos principales de innovación: la tecnológica -innovación en las tecnologías-- y la metodológica --innovación en los procesos de aprendizaje-enseñanza--. La innovación tecnológica se basa en utilizar las tecnologías existentes mejorándolas o en crear nuevas. Gran parte del profesorado no acostumbra a hacer innovación tecnológica en la educación. La innovación metodológica se basa en crear nuevos procesos de aprendizajeenseñanza o mejorar los que ya existen. Para ello pueden utilizarse ciertas herramientas tecnológicas. Esta innovación es producto de la creatividad de los profesores y no tanto de las tecnologías. Las tecnologías digitales pueden ser una buena excusa para seguir haciendo en el aula lo mismo que cuando no existían. Las tecnologías son herramientas al servicio de la educación. No son fines en sí mismas sino medios que ayudan al proceso educativo. Lo importante es que el docente sepa utilizar la tecnología adecuada en el momento oportuno del aprendizaje y siempre con una finalidad pedagógica concreta. Hay que tener claro lo que realmente estamos haciendo, ya que en caso contrario “el árbol de la tecnología no nos dejará ver el bosque de la innovación”. Para dar con la flecha en el blanco hay que verlo. Pero recordemos que no es fácil dar en el blanco, pues el aprendizaje es un objetivo en movimiento. Hay que aprender a ajustar la conducta durante el vuelo (metacognición y autorregulación durante el proceso aprendizaje-enseñanza). Bauman (2013, p. 24) dice que se ha producido un cambio social acelerado que influye sobre el maestro y los estudiantes. El misil clásico y tradicional, en el momento que sale ya está decidida su velocidad, su altura y alcance. Si el objetivo está fijo, dará en él, con un mínimo error. Estos misiles sirven para un objetivo fijo. Pero hoy la sociedad cambia rápidamente --el objetivo es móvil-- y de nada sirven los misiles clásicos. El objetivo está en movimiento, cambia continuamente de posición, y se hace necesario construir un misil nuevo –inteligente-- que cambia su curso en pleno vuelo dependiendo de la trayectoria del objetivo. Mientras vuelan procesan la información para seguir su objetivo; para dar en el objetivo se necesita que estén


actualizados y corregida su trayectoria en todo momento, sobre la marcha. Los objetivos son seleccionados mientras el misil está en vuelo y toma la mejor decisión en función de los medios de que dispone. En los nuevos misiles “las balas aprenden sobre la marcha”, para ello tienen que aprender y aprender rápido pues disponen de poco tiempo para dar en el blanco. El mejor misil será el que mejor se adapte a las circunstancias que ocurren durante su vuelo y tome la mejor decisión. Toda información que se recibe es fungible en poco tiempo, por lo que lo que los cerebros de los misiles no deben olvidar es que “los conocimientos que adquieren son desechables” y sirven solo durante un breve espacio de tiempo y son útiles hasta que llegue un nuevo aviso; son útiles por breve tiempo. Los docentes de la escuela clásica-tradicional eran lanzadores de misiles clásicos. Los docentes modernos son lanzadores de misiles inteligentes y para ello deben dar una educación “para toda la vida” aprendiendo, desaprendiendo, reaprendiendo, etc. Ya lo decía el proverbio oriental: “Si haces planes para un año, planta maíz. Si haces planes para tres décadas planta árboles y si haces planes para la vida educa a las personas”. “Cuando tenga 80 años plantarás un olivo” (Hilmet) indica que hay que tomarse la vida en serio. Sócrates un día antes de su muerte estaba aprendiendo a tocar la flauta. Cuando hacemos innovación educativa integramos tecnologías en las metodologías con el objetivo de mejorarlas. Dicho de otra forma, utilizamos tecnologías para mejorar metodologías a fin de conseguir mejores aprendizajes. Sin embargo, la revolución tecnológica es efímera, tan efímera como tarda en salir una nueva tecnología. Cuando hablamos de innovación educativa el énfasis lo solemos poner en las tecnologías que utilizamos --no en los resultados--; pero lo que realmente estamos tratando de hacer es mejorar la metodología docente para favorecer los procesos de aprendizaje y conseguir mejores resultados. Las tecnologías son un medio para conseguir la mejora metodológica y los resultados son una consecuencia de esa mejora.


Cuando realicemos innovación educativa centrémonos en la innovación basada en el proceso, en la mejora de la metodología. Utilicemos los resultados obtenidos como prueba de la mejora conseguida y la tecnología como el medio a través del cual hemos mejorado la metodología. 3. Las tecnologías Las tecnologías tienen un valor extraordinario, pero nunca pueden ser un sustituto del maestro. El maestro debe ser la joya de la corona de un país. Lo que hace el maestro no lo puede hacer una máquina. Solamente la humanidad del maestro puede transmitir humanidad a los estudiantes pues el profesor enseña tanto por lo que sabe, como por lo que es (Mora Teruel, 2019). ¿Y la tecnología? Juega un papel fundamental; dependiendo de si la tecnología es adecuada o no, puede hacer que se consiga ese cambio cultural y metodológico de forma más fácil. “De lo que estamos hablando es de un cambio cultural y metodológico. No se trata de tecnificar la escuela, sino de escolarizar la tecnología” (González, citado por Fidalgo, 2014). La tecnología tiene que verse como una herramienta, no como un resultado o como la expresión del aprendizaje (Tourón, Santiago y Díez, 2014). No se trata, naturalmente, de utilizar la tecnología porque sea una exigencia de lo moderno y actual, más bien se trata de ver cómo la tecnología se puede poner al servicio de un diseño pedagógico que promueva unos aprendizajes a la altura de las necesidades de la educación y la sociedad actuales. Lo que hay que preguntarse es ¿qué modelo de escuela queremos o necesitamos? Y a continuación, ¿cómo o qué tecnologías pueden favorecer dicho modelo? 4. Aprendizaje colaborativo En el trabajo colaborativo se cumple este error matemático: 1+1 = 3. El trabajo individual de dos personas cuando se comparte en un trabajo colaborativo produce mayor rendimiento. El todo es mayor que la suma de las partes. Cuando regalamos un producto nos quedamos sin él. En educación existe un recurso que ni se desgasta ni se estropea con el tiempo; si lo regalamos no nos quedamos sin él, cuanto más lo usamos más tenemos y si lo compartimos, mejora. Ese producto es el conocimiento y las sinergias que produce cuando se comparte.


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Compartir el conocimiento contribuye a mejorarlo. Usar el conocimiento contribuye a que se genere más conocimiento. El conocimiento no se agota al darlo. Colaborar en su creación lo perfecciona y todos los que colaboran se lo llevan.

Un ejemplo de la propiedad “sinergética” del conocimiento se encuentra en las comunidades virtuales de aprendizaje. Si los miembros de una organización comparten la información --en algunos casos conocimiento--, ésta se enriquece.


REFERENCIAS Bauman, Z. (2013). Sobre la educación en un mundo líquido. Paidós Cáceres, Ó. (2020). Innovación y creatividad en el campo educativo en tiempos revueltos. Avia Terai – Chaco, Argentina. http://www.formacionib.org/noticias/?Innovacion-y-creatividad-en-elcampo-educativo-en-tiempos-revueltos De Bono, E. (1967). The use of lateral thinking. Paidós. De Bono, E. (1986). Pensamiento lateral. Paidós. Dewey, J. (1967). La concepción democrática en educación. Losada. Fidalgo, A. (2014). ¿Por qué hablamos de tecnologías cuando lo que hacemos es trabajar con metodologías? https://innovacioneducativa.wordpress.com/2014/08/25/por-quehablamos-de-tecnologias-cuando-lo-que-hacemos-es-trabajar-conmetodologias/ Fidalgo (2014). Escolarizar la tecnología. https://innovacioneducativa.wordpress.com/2014/07/28/escolarizar-latecnologia/ Guilford, J.P. (1951). Creativity. American psychologist, 5. Guilford, J.P. (1977). La naturaleza de la inteligencia humana. Paidós. Mora Teruel, F. (2019). Somos lo que la educación ha hecho de nosotros”. Conferencia. https://www.youtube.com/watch?v=ETagN9TDZJI Sternberg, R. J. (1988). The nature of creativity: Contemporary psychological perspectives. Cambridge University Press. Tourón, J.; Santiago, R. & Díez, A. (2014). The flipped classroom. Cómo convertir la escuela en un espacio de aprendizaje. The flipped classroom. How to make the school a learning environment. Digital-text.


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