EL PODER DEL AMOR Y EL AMOR “AL PODER”

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EL PODER DEL AMOR Y EL AMOR “AL PODER” Dr. Marino Latorre Ariño Universidad Marcelino Champagnat Junio – 2019

1. Introducción Jorge Lozano (2019) ha producido un corto video de tres minutos; en él expresa ideas interesantes. Trata del cambio que sucede en las personas cuando tocan poder o ascienden en la escala social. Al hilo de sus ideas y con lo que han evocado a mí, escribo este breve texto. Empecemos diciendo que poder y autoridad no son conceptos sinónimos. La autoridad se mueve siempre en la línea de la excelencia, del ayudar a crecer (auctoritas viene del verbo augere = crecer); auctoritas es una palabra de origen romano y se refiere a la división de poderes en la primitiva sociedad romana; el rey tenía el poder ejecutivo pero sus decisiones debían estar de acuerdo con la voluntad de los dioses que solo conocían los augures. El rey tenía la potestas (poder), los augures tenían la auctoritas; en la República romana el poder ejecutivo lo tenían los cónsules y las legiones –el imperium y la fuerza-- y la autoridad –auctoritas-- la tenía el senado. El emperador Julio César Augusto (27 a.C.--14 d.C.) unificó en su persona la potestas y la auctoritas, iniciando así el Imperio romano. En su testamento César Augusto dejó escrito: “No he tenido más potestas que el resto de mis colegas, pero he tenido más auctoritas”. La auctoritas de César Augusto es la que marcó la diferencia para ser proclamado emperador y acabar con la República. César Augusto supo unir los argumentos de la fuerza con la fuerza de los argumentos. Como vemos la autoridad está más allá del poder; el poder se recibe con un nombramiento, pero la autoridad es una conquista. Autoridad es un derecho legitimado para usar el poder, un poder reconocido, justificado y aceptado, por eso el que tiene poder aspira a tener autoridad. Cuando obedecemos por miedo al castigo, estamos sometiéndonos al poder a quien manda, pero no a su autoridad; cuando obedecemos aceptando o reconociendo un valor y un derecho al que manda, le estamos otorgando autoridad. La autoridad conlleva un proceso largo en el tiempo donde se demuestra la capacidad y la valía de las personas en la gestión que realizan; esa muestra de capacidad le da la autoridad. El líder es capaz de equilibrar el binomio poder-autoridad, rodeando-se de colaboradores capaces que, a su vez, también muestran autoridad con su manera de proceder. El poder es capacidad de una persona o de un grupo para controlar e imponer su voluntad sobre los otros. Lamentablemente, muchos de los que tienen poder,

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cuidan de mantenerlo y no facilitan que otros lo puedan ejercer. Se cumple el dicho: “al poder le ocurre como al nogal; no deja crecer nada bajo su sombra” y lo que deja crecer a su alrededor son pequeños arbustos para que no le hagan sombra o para que alaben su benevolencia y pueda utilizarlos cuando los necesite. “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, dijo Lord Acton. Cuando el jefe puede lo que quiere, corre el riesgo de que quiera lo que no debe querer. Hay gente a la que no se le puede dar poder porque se marea; no se le puede aupar sobre un ladrillo porque se vuelve soberbio o corrupto. Hay personas que eran normales, pero empezaron a tener comportamientos nonormales cuando se les dio una onza más de poder del que podían manejar. Antes eran buena gente --atentos, sencillos, simpáticos, de buen corazón-- pero en cuanto tuvieron un puesto más alto, más dinero, más influencia, más poder y amistades más influyentes, etc. ni saludan, ni miran a los amigos, ni se acuerdan de ellos. León Tolstoy escribió: “Hay muchos tipos de conocimiento, pero hay uno que es mucho más importante que los demás: es el conocimiento de cómo aprender a vivir; y ese conocimiento, muchas veces, se menosprecia”. Hay personas que cuando adquieren cierto estatus o poder olvidan de dónde son y de dónde vienen. Venden en rebajas sus valores y su brújula moral.

2. Las tres lecciones que hay que aprender Jorge Lozano afirma que las personas deben aprender tres lecciones de la vida:

a) La lección de la humildad La palabra humilde viene de humus (tierra negra y fértil). El humilde es fértil y el orgulloso es estéril. Nadie está tan vacío como aquel que está lleno de sí mismo. Michelle Obama dejó escrito: “Ser presidente de EE.UU. no cambia quién eres, pero sí lo revela”. Estoy de acuerdo: el poder desenmascara. Si quieres conocer a una persona, dale poder e influencia y observa lo que hace. Dicen que el poder cambia a las personas; lo que sucede es que el poder permite revelar lo que han sido siempre esas personas. El que cree que puede pisotear a las personas porque tiene poder, no es más que un payaso al que se le quedó grande el circo. El poder es peligroso a menos que se tenga humildad. Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse y recuperarse después de una caída. San Agustín dijo: “La soberbia no es grandeza, sino hinchazón”. Lo que está hinchado parece grande, pero está enfermo. Donde hay soberbia hay ignorancia y donde hay humildad hay sabiduría. Los principios para vivir bien incluyen la

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capacidad de encarar los problemas con coraje, las decepciones con alegría y los logros con humildad, pues sin humildad no puede haber humanidad y no se puede desarrollar una biografía feliz. Hay grandes hombres ante los cuales los demás se sienten pequeños, pero su verdadera grandeza consiste en hacer que todos cuantos están a su lado se sientan grandes, pues la humildad nos convierte en personas buenas. Esas son, precisamente, las personas que todo el mundo quiere tener a su lado. Hay tres palabras maravillosas que toda persona –más aun la que tiene autoridad-- debe tener siempre en los labios: ¡Gracias, por favor, perdón…! Este ramillete de vocablos expresan, gratitud, humildad y entendimiento.

b) La lección del agradecimiento El agradecimiento es la memoria del corazón, pues se produce cuando los hechos se almacenan en el corazón y no en la mente. El que ha alcanzado grandeza y poder no la ha alcanzado solo. Recordar, agradecer y retribuir a quienes han hecho que haya llegado donde estoy, es ser agradecidos. “Cuando bebas agua, recuerda la fuente”, dice un proverbio chino. Hay que saber elogiar y agradecer al puente que nos permite pasar sobre él y llegar a nuestro destino. Ortega y Gasset dijo: “El hombre no es nunca un primer hombre; comienza a existir sobre una cierta altitud de un pretérito amontonado. Romper la continuidad con el pasado y querer comenzar de nuevo, es aspirar a descender y plagiar al orangután”. ¡De bien nacidos es no olvidar nuestro pretérito amontonado…! Hay que encontrar tiempo para pensar y agradecer a las personas que han marcado la diferencia en nuestra vida. La gratitud se asemeja a la electricidad; para darnos cuenta de que existe debe producirse, descargarse y agotarse. La gratitud da sentido a nuestro pasado, trae paz a nuestro día y nos permite ver el futuro con paz y con optimismo. A veces nuestra vanidad profesional nos hace sentir que la sociedad debe valorarnos, pagarnos mucho más, para que financiemos nuestro estatus y nuestro poder, sin darnos cuenta que ese reconocimiento debía ser para todas las personas que nos han ayudado a llegar a ser lo que somos y a tener lo que tenemos.

c) La lección del servicio No es lo mismo grandeza que arrogancia. Hay gente que sube a un ladrillo y se marea. Lo peor es la gente influyente que, pudiendo hacer mucho bien por los demás, lo hace para sí mismo.

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Es lícito disfrutar de los éxitos personales, pero si se quiere saborear la vida, es necesario poner el poder, los bienes y las influencias en servicio de la sociedad. Cuando se defienden causas buenas la vida lo devuelve centuplicado. “La felicidad es como una mariposa, cuanto más la persigues, más te eludirá. Pero si vuelves tu atención a otras cosas –las causas buenas--, vendrá y suavemente se posará en tu hombro” (Thoreau). El problema siempre es el mismo: colocamos nuestros valores en cosas equivocadas y eso nos conduce a una vida llena de desilusiones. ¿Cómo formarse para servir con excelencia? Con educación, --escogiendo bien lo que queremos hacer-- y con vocación, --pensando más en la realización personal y en el compromiso social que en el estatus personal--, y todo ello con rigurosidad, esfuerzo, trabajo bien hecho y honestidad. La clave del éxito en la vida se apoya en tres pilares: esfuerzo y trabajo bien hecho, talento y humildad. Junto a esto tener un sentido ético y un compromiso social que nos permita aprender a vivir con las personas. Eso nos lleva a crecer como personas, pues cada vez que nos donamos, crecemos. Es un crecimiento interior; nos humanizamos cuando nos damos al prójimo y, de esa manera, somos mejores personas y mejores profesionales. El mundo de hoy vive en tensión debido a los recurrentes casos de corrupción, conflicto de intereses, tráfico de influencias, rupturas familiares, guerras, delitos, crisis moral, crisis política y económica. La crisis se expresa en el aislamiento, individualismo y materialismo. Vivimos un tiempo en el que los bienes materiales se sobreponen al valor del bien, de la verdad y la belleza del ser humano. Información es dinero; cocimiento es poder, --dijo Locke--; verdad y sabiduría son virtud y felicidad, dijo Sócrates. Pero en el siglo XXI ha surgido un problema: “Cuando se ha descubierto que la información es un buen negocio, la verdad ha dejado de ser importante” (Ryszard Kapusconski, poeta y ensayista polaco). “Estamos en una crisis moral, porque la gente ha utilizado la codicia de manera imprudente, haciéndose daño a sí misma y a los demás. Muchas instituciones han caído y mucha gente está en la ruina” (Amartya Sen, refiriéndose a la crisis mundial del 2008). Ya lo decía Miguel Ángel Buonnarroti: “Hoy en día es un pecado actuar honestamente…”. El gran desafío actual es “pasar de la indignación al compromiso”. Recordemos las palabras del escritor Gabriel García Márquez: “No esperen nada del siglo XXI; es el siglo XXI el que lo espera todo de ustedes”. “El cambio no llegará si esperamos a otra persona u otro momento. Somos nosotros los esperados; nosotros somos el cambio que buscamos” (Barack Obama). Solo cuando el poder del amor supere al amor al poder, las personas, las familias, los países y el mundo conocerán la paz y la prosperidad.

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