EL APRENDIZAJE Y LA ENSEÑANZA ES EL ARTE DE SABERSE MOVER EN LA ZDPróx
Dr. Marino Latorre Ariño Universidad Marcelino Champagnat, Octubre, 2019
El aprendizaje no se produce cuando alguien quiere enseñar –el docente-- sino cuando alguien (el estudiante) quiere y puede aprender. En consecuencia, para que una persona aprenda un conocimiento significativo es necesario que se cumplan dos condiciones: que el que aprende quiera aprender y que el que quiere aprender pueda aprender. 1. Querer aprender. Esta condición es indispensable pues el aprendizaje es un acto intencional y requiere un conjunto de acciones mentales –cognitivas-- como la planificación anticipada, la autorregulación del proceso, la reflexión sobre los procesos del propio aprendizaje y aplicación de los aprendizajes en la vida real. Este acto intencional procede de la voluntad del que aprende que debe ser alimentada con la motivación y el interés. La motivación es el combustible que proporciona energía al estudiante para aprender y que procede del sentido y la satisfacción que encuentra en el acto del aprendizaje. En consecuencia, son importantes la selección del tipo de actividades que se proponen a los estudiantes, pues deben estar a la altura de su nivel de desarrollo cognitivo; las actividades deben ser creativas, desafiantes y posibles de realizar por el estudiante a través del trabajo personal y colaborativo con otros compañeros. Todo lo dicho es de suma importancia para poder generar en el estudiante la motivación intrínseca, el interés y el deseo de aprender. Por otra parte, sabemos que se aprende haciendo aquello que queremos aprender de manera consciente e intencional. Es el “aprender haciendo” con sentido, de que habla Dewey. El psicólogo húngaro Csikszentmihalyi (1997) habla de una “experiencia óptima”
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de aprendizaje. También la designa como “actividad autotélica1” de aprendizaje que es “aquella actividad en la que la recompensa obtenida se deriva del mismo acto de realizar la actividad y recae sobre el sujeto que la realiza”. Es decir, la atención de quien la experimenta se centra en la actividad en sí misma y en el hecho de realizarla y no en otras posibles consecuencias.
Las competiciones deportivas son una forma corriente de encontrar desafíos que pueden estimular la actividad, pero cuando vencer al adversario se vuelve más importante que lograr el mejor desempeño posible, entonces el disfrute tiende a desaparecer. Una competición es agradable cuando se la percibe como un medio para perfeccionar las propias habilidades --experiencia autotélica--, pero no cuando es asumida como un fin en sí misma. Csikszentmihalyi (1997) lo argumenta así: Un desafío requiere ciertas habilidades. El disfrute en una actividad llega a su punto máximo cuando la actividad realizada se encuentra en el punto de equilibrio entre el desafío y las habilidades personales. Ejemplo: Cuando un tenista hábil se enfrenta en un juego con uno mucho menos diestro que él, éste se aburre, mientras que el segundo se siente ansioso y frustrado. El disfrute sólo aparece cuando se logra el punto medio entre el aburrimiento y el desafío. Esto explica por qué una experiencia óptima de aprendizaje o actividad autotélica conduce al aprendizaje significativo y funcional –aprendizaje profundo--, al desarrollo cognitivo y al descubrimiento; nadie puede disfrutar haciendo lo mismo durante mucho tiempo; siempre debe haber nuevos desafíos alcanzables gracias a la utilización de las habilidades cognitivas y emocionales que la persona posee y desarrolla. Para que la actividad educativa sea satisfactoria debe ser desafiante y para que sea desafiante debe ser alcanzable con un esfuerzo razonable; en consecuencia, la actividad no puede estar ni muy por abajo ni muy por encima de las posibilidades del estudiante, pues si está por abajo se aburre y si está muy por arriba se frustra. La situación óptima se encuentra en un punto tal que las habilidades y los desafíos estén en equilibrio; mejor si los desafíos están un poco por encima de las habilidades. El gráfico siguiente lo expresa con claridad. La habilidad del estudiante (punto 1) para resolver el desafío, es proporcionada con el desafío al que se enfrenta (punto 2). En ese equilibrio se alcanza el disfrute máximo en la realización de la actividad. A medida que aumente el desafío irá desarrollando mayor habilidad. La satisfacción que obtiene el sujeto al realizar una tarea es el combustible que alimenta su actividad y el deseo de continuar en ella durante mucho tiempo sin aburrimiento ni estrés.
1 Auto = sobre uno mismo; telos = finalidad.
2
Desafío
Disfrute máximo
2
1
Habilidad
Gráfico: Actividad autotélica, según Csikszentmihalyi 2. Poder aprender. Para cumplir esta condición es necesario que el desafío propuesto en el aprendizaje esté al alcance del sujeto que aprende. Para ello necesitará poseer los conocimientos previos necesarios para que el nuevo aprendizaje se engarce en ellos de forma significativa y el nuevo conocimiento conseguido sea también significativo y funcional. Es lo que expresa Vygotsky (1986) en el paradigma sociocultural al hablar de la zona de desarrollo real (ZDR) y zona de desarrollo potencial (ZDPot) y zona de desarrollo próximo (ZDPróx). - Zona de desarrollo real (ZDR) expresa el conjunto de funciones que un sujeto puede hacer por sí mismo, sin ayuda de nadie, pues son acciones ya consolidadas en sus esquemas mentales. - Zona de desarrollo potencial (ZDPot) pone de manifiesto las funciones que están en proceso de maduración y define la posibilidad que un estudiante tiene de lograr los objetivos de aprendizaje con la ayuda y/o interacción de otros compañeros o del maestro. La relación que se establece entre ambas zonas de desarrollo, se define como la zona de desarrollo próximo (ZDProx) que es “el espacio o distancia que hay entre la zona de desarrollo real o efectivo del alumno y la zona de desarrollo potencial”. El avance a través de la ZDProx es expresión de cambio cognitivo del sujeto a través de la apropiación de las herramientas de la cultura –modo de pensar y razonar, lenguaje, conciencia de sí mismo, etc.), de este modo el cambio cognitivo posibilita la transformación de la ZDPróx en ZDR.
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ZDPot ZDR
ZDProx
La escuela y el aprendizaje solo podrán contribuir al desarrollo de las capacidades intelectuales del estudiante en la medida en que este pueda hacer hoy, con ayuda de los adultos, lo que mañana podrá hacer por sí solo,
El arte del profesor, en su práctica pedagógica, es poner al estudiante en situaciones de aprendizaje que se encuentren en el límite exterior de su zona de ZDR para que, a través de las actividades que realiza en el aula, pueda seguir avanzando hacia la ZDPróx.
A eso es lo que llamamos el “arte de saberse mover” en la ZDPróx.
En síntesis No hay aprendizaje sin emoción y no hay aprendizaje sin conocimientos previos. La motivación-emoción posibilita “querer aprender” y los conocimientos previos posibilitan “poder aprender”.
Solo se aprende aquello que se ama (Mora, 2013). El mismo autor sigue: “…es esencial conocer el mundo de las emociones para captar la esencia de la enseñanza. La elaboración de las emociones corresponde al sistema límbico o cerebro emocional. La emoción es la energía que mueve el mundo. Su importancia principal radica en que lo que se ve, se oye, se toca, etc., tras ser analizado sin significado emocional por las áreas sensoriales de la corteza cerebral, pasa por el filtro del sistema emocional y es allí donde a esas percepciones sensoriales, ya creadas, se las acuña con la etiqueta de bueno o malo, atractivo o rechazable interesante o soso. Después esa información se colorea con un significado emocional y de ahí pasa a las áreas de la corteza cerebral donde se construyen los procesos mentales, de razón y pensamientos y se elaboran las funciones ejecutivas complejas. […] Cognición-emoción es un binomio indisoluble que nos lleva a afirmar que no hay razón sin emoción.
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Según los neurocientíficos procesar la información sin sentir ninguna emoción va en contra de la naturaleza misma del aprendizaje, pues no hay aprendizaje a sangre fría. No hay aprendizaje sin emoción pues el aprendizaje sin emoción es un plato frío difícil de tragar y digerir. Al fin y al cabo, el cerebro cognitivo es muy joven (unos 30-40 mil años) en comparación con el emocional, que tiene millones de años.
Robinson (2009, p. 19) en su libro “El elemento”, define el concepto elemento como el punto de encuentro entre las aptitudes naturales y las inclinaciones de una persona. Cuando una persona ha encontrado su elemento hace lo que le gusta y al hacerlo se siente a sí mismo en ella; el tiempo transcurre de manera diferente y se siente más viva, más centrada y llena de vida que en cualquier otro momento. Cuando una persona está en su elemento establece contacto con algo de sí mismo que da sentido a su identidad, a sus objetivos y a su bienestar. Experimenta quién es realmente y qué debe hacer con su vida. Se encuentra feliz haciendo lo que hace, está en su elemento, y pasa horas y horas haciendo lo que le apasiona de ese modo aprende con facilidad. Todo fluye sin esfuerzo pues la dopamina, oxitocina y serotonina hacen su trabajo. Así se desarrolla la inteligencia y el talento de forma natural.
Estar en su elemento conduce a encararte con lo más profundo de uno mismo. Cuando se está en su elemento, se vive el momento, pues se hace lo que ama, uno se entrega totalmente a ello y da lo máximo de sí mismo sin esfuerzo. Es como si se fundiera con lo que realmente es, en esencia, y ahí, todo fluye con suma facilidad.
Cuando estamos en nuestro elemento, sentimos que estamos haciendo lo que se supone que tenemos que estar haciendo y siendo lo que se supone que tenemos que ser. Cuando se está conectado de esta manera con nuestros más profundos intereses y nuestra energía natural, el tiempo tiende a pasar más rápido, con mayor fluidez. Uno entra en un cierto tipo de “meta-estado” donde las ideas aparecen más rápidamente, como si estuvieses conectado a una fuente que hace que sea significativamente más fácil lograr el cometido. Cualquier cosa que se esté realizando resulta sencilla porque se unifica la energía con el proceso y con el esfuerzo que se está haciendo. Se siente que las ideas fluyen a través y fuera de uno mismo, y que, de alguna forma, las ideas se están estás canalizando; está el sujeto siendo un instrumento de realización, en vez de obstruirlas o de empeñarte en alcanzarlas, afirma Robinson (2009).
La célebre tenista argentina Mónica Seles dice: “Cuando juego mi mejor tenis me siento en mi elemento. Pero en cuanto piensas que estás en tu elemento, sales de él”. Haendel el día que compuso el Alleluya de su célebre oratorio El Mesías, descendió de su sala de
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trabajo a almorzar a las 6 p.m. –cuando habitualmente lo hacía a las 12 horas en punto--; entró en el comedor diciendo a su sirvienta: ¡He visto a Dios! Había terminado de componer, en ese día, su famoso Alleluya. Todo el día había estado en “su elemento” y en “estado flow”.
Es fácil encontrar ejemplos de personas exitosas en la vida profesional que supieron encontrar su elemento. Entre ellos son emblemáticos Steve Job, Bill Gates, Matt Groening, creador de la serie Los Simpsons, que decidió no seguir los consejos de sus padres que le decían que tenía que dedicarse a “una carrera de verdad”, en lugar de pasarse el día dibujando e inventarse historias cómicas para divertirse.
Pero, ¡ojo!, dedicarse a lo que realmente uno ama y tiene aptitudes, no significa que se vaya a estar siempre en “su elemento”. Siempre existen tareas relacionadas con lo que se hace a diario, a través de la cuales no se fluye, o simplemente puede ser que “hoy no sea un buen día”.
Así como hay actividades que no nos gusta hacer y nos hacen “sentir su peso” dejándonos sin fuerzas, aquellas que nos encanta hacer, lejos de quitar energía, la dan. Esto suele ser un claro indicativo de que nos encontramos en nuestro elemento. Por eso es vital que encontremos nuestro elemento. Y no hay una fórmula fija para encontrarlo, ya que existen tantas posibilidades de estar en la zona como personas existen en el planeta. Se trata de algo muy personal.
Robinson indica las maneras de descubrir nuestro elemento. Para ello plantearse las siguientes preguntas:
Si pudieras dedicar tu vida a hacer cualquier cosa, sin impedimentos económicos,
físico, o sociales ¿qué harías? ¿En qué tipo de tareas sueles involucrarte sin necesidad de hacerlo, es decir, por puro placer? ¿Cuáles son tus áreas de interés, las que absorben tu tiempo sin darte cuenta? ¿Qué habilidades tienes o que los demás creen que tienes? Para que una persona llegue a “encontrarse en su elemento” es necesario que concurran varias condiciones:
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1. Tener capacidades y aptitudes naturales para algo. Entendemos por capacidad o aptitud la facilidad natural para hacer una cosa; es una percepción intuitiva o una comprensión de qué es algo, cómo funciona y cómo utilizarlo. 2. Tener pasión y vocación-afición por hacer algo relacionado con las aptitudes personales. Para estar en tu elemento necesitas apasionarte por algo. Las personas que están en su elemento encuentran gran deleite y placer en lo que hacen. Cuando una persona está dominada por una pasión pone todos los medios para conseguir lo que quiere y al final lo consigue. 3. Estar en un contexto que proporciona la oportunidad de desarrollar las aptitudes. Las aptitudes no llegan a hacerse patentes a menos que se tenga la oportunidad de utilizarlas. Descubrir nuestro elemento depende mucho de las oportunidades que tenemos, de las que creamos nosotros, de si las aprovechamos y de cómo lo hacemos. A menudo, estar en tu elemento significa relacionarte con otras personas que compartan las mismas aficiones (entrar en la tribu). Esto significa tratar de encontrar oportunidades que te permitan explorar tu aptitud en campos diferentes. La secuencia para alcanzar el estado flow es más o menos así:
lo entiendo >>>>> me encanta >>>>> > lo quiero >>>>> ¿dónde está?
Cuando estas tres condiciones se dan en una persona, en un momento y en un contexto determinados se ha llegado al “el punto”, lugar de encuentro de una persona con aptitudes y capacidades para hacer algo, pasión por hacerlo y contexto que se lo permita hacer.
En conclusión, el mejor profesor no es el que prepara mejor a sus estudiantes para un examen, sino aquel que suscita en ellos el deseo de aprender, y en consecuencia, el mejor servicio que un profesor puede prestar a un estudiante es enseñarle a aprender a aprender por sí mismo, entusiasmarle por el aprendizaje y crecimiento personales, ayudarle a desarrollar un conjunto de habilidades cognitivas –capacidades-destrezas-- y emocionales –valores-actitudes-compromiso personal y auto-regulación emocional-- para que pueda utilizar lo aprendido y desarrollar una actitud de aprendizaje en las diferentes experiencias de la vida. Solo esto le permitirá ser un profesional excelente y un buen ciudadano, desarrollando, así, una biografía feliz.
Para ello es necesaria la colaboración del estudiante, pues como ya hemos dicho, “el aprendizaje solo se produce cuando el estudiante quiere y puede aprender”.
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REFERENCIAS
Csikszentmihalyi, M. (1997). Fluir (flow): Una psicología de la felicidad. Barcelona, España: Kairós. Mora, F. (2013). Neuroeducación. Solo se puede aprender aquello que se ama (6ª edic.). Madrid: Alianza.
Robinson, K. (2009). El elemento. Descubrir tu pasión lo cambia todo. México D. F.: Grijalbo. Vygotsky, L. (1986). Desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Buenos Aires, Argentina: Pléyade.
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