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Oikomania, deseo de estar en casa
Mara es una chica solitaria que vive junto a sus padres en un pequeño pueblo aislado de las ciudades. Antes de llegar al pueblo, vivía en una cuidad enorme y moderna, tenía una vida escolar muy buena, sin muchos amigos, pero sus notas eran excelentes, y se sentía muy cómoda en su casa. Ahora viviendo en su nuevo hogar siente que tardará en acostumbrarse, tanto al lugar, como a su colegio. A pesar de haberle pedido a sus padres no mudarse, no lo logró, y ahora se siente molesta con ellos con la razón de no sentirse muy a gusto estando en un nuevo lugar. A la semana de haber llegado al pueblo, Mara descubre una increíble mansión antigua al otro lado de un lago. Es una tarde soleada cuando la encuentra, la marea está baja, así que cruza hacia el otro lado con facilidad. Observa toda la mansión por fuera y trata de abrir las puertas. Esto probablemente está prohibido, y era arriesgado si alguien la descubría, pero de todas maneras lo hace. Sigue explorando, y viendo por las ventanas lo que hay dentro de la vivienda. Decide que era hora de regresar a casa cuando el cielo ocupa un tono azulado, dándole a indicar que la noche se acercaba, y su madre seguramente debía estar muy molesta, ¿por qué?, bueno, Mara nunca le avisó que iría a otro lugar o saldría de casa, pero estaba segura que si le hubiera avisado no le daría permiso de ir. Baja las gradas de la entrada, y... ¡Oh, no!, la marea ha subido bastante, y obviamente necesita pasar por el lago para regresar a su hogar. -Increíble. - dice con bajos ánimos. Sabe que no puede pedir ayuda, porque no hay nadie cerca con un bote o algo parecido, y dudaba que alguien la escuchara si grita. Ahora no tiene nada que hacer más que esperar. Se sienta y recuesta su cabeza sobre una grada. Pasa demasiado tiempo y aún no logra ver a nadie por la otra orilla del lago. Sus párpados pesan, y los cierra con lentitud. Cae, cae, cae. Está totalmente oscuro. - ¿Hay alguien? -Gritó Nadie responde. - ¿Qué lugar es este?, ¿Cómo llegue aquí? Camina, camina y sigue caminando. El camino no parece acabar nunca ¿Por qué sigue caminando entonces?
Se detiene y ahora entiende dónde está. Es un túnel. Un túnel largo y oscuro, que parece tener un final, porque hay una luz a lo lejos. Es tanta oscuridad que es difícil pensar. - ¿Por qué estoy en un túnel que parece infinito? ¿Cuál fue el último lugar donde estaba? Recuerda vagamente la mansión y el cielo gris azulado. Sigue pensando y por fin se acuerda que se recostó sobre la grada. - ¡Ya sé, es un sueño! - grita emocionada de haber encontrado la respuesta. Se pellizca, pero no despierta. Se sienta a esperar levantarse, pero sigue sin despertar. Alto... ¿Acaso esas son voces llamando su nombre? ¡Si! Definitivamente. Distingue que solo es una voz, que repite su nombre al final del túnel. Mara intenta gritar, pero su voz está apagada. ¿Qué está pasando? La voz está empezando a sonar cada vez más fuerte. - ¡Mara! Despierta de golpe con su corazón a mil. Está completamente empapada, el cielo está oscuro, es de noche y está lloviendo. El agua del lago casi, casi le llega a sus pies que están sobre la grada. Un hombre con barba se encuentra en un bote, cerca suyo y le repite: - Mara, ¿tú nombre es Mara? Mara asiente rápidamente. - Tus padres te están buscando, sube. -dice el hombre con un tono neutral. Se levanta y sube al bote. Llegan a la otra orilla, y agradece al hombre antes de salir corriendo a su casa. En el camino ya imaginaba la regañada que le iban a dar sus padres, en especial su madre. Cuando por fin llega a su casa, se encuentra con sus padres hablando con unos oficiales en la entrada. En cuanto se acerca a ellos, su madre la mira con el ceño fruncido. - ¿Dónde estabas metida? -dice su padre preocupado, agarrándola de los hombros- ¿Por qué tienes la ropa empapada? ¿Estuviste bajo la lluvia? - pregunta su madre- Dios mío, ¡te vas a enfermar! Entra, y cámbiate la ropa, luego hablaremos. Después de darse una ducha y cambiarse, su madre le dio una charla muy larga sobre por qué debía obedecer, y lo peligroso que es salir sola por el pueblo. Mara se dirigió a su habitación, en ese momento solo quería tirarse a llorar un rato sobre su almohada, para después empezar con sus tareas. Cae la noche, y Mara había prometido que terminaría con toda su tarea que tiene pendiente, pero simplemente ya no puede, era mucha y está cansada.
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Decide parar por un momento, se levanta de la silla y comienza a hacer pequeños estiramientos que la relajan. Su cuerpo estaba cansado de estar durante tanto tiempo en la misma posición. La secundaria era pesada, lo sabía desde el primer día en el que puso un pie en ella. Estaba muriendo poco a poco de estrés debido al sinfín de tareas. Eran las 10 y 45 de la noche y aún le faltaban unas 2 tareas por completar. Se encontraba totalmente concentrada en terminarlas, pero un grito la hace pegar un brinquito. - ¡Mara! ¿Qué no ves la hora? ¡Ya duérmete! -dice su madre abriendo la puerta de la habitación - Órdenes son órdenes, si su madre le ordenaba algo, lo mejor era obedecerla, no le gustaría tener de nuevo una charla sobre la obediencia. Su madre se va, Mara se levanta de su escritorio y ordena sus cosas que se encuentran sobre este. Una vez que termina, va a la cama. Se encontraba tan cansada que apenas posó su cabeza en la suave almohada su cuerpo se relajó y cayó rendida al sueño. Al siguiente día fue a su colegio como acostumbraba. Siguió su rutina de todos los días, excepto que, al terminar sus clases, se arriesgó a ir al muelle frente a la gran mansión. Sus padres no la recogían del colegio, así que pensó que no habría problema. Aquella mansión le causa una asombrosa curiosidad, desea mucho ver cómo es por dentro. Aprecia el paisaje antes de alejarse y dirigirse a casa. En la noche está decidida a escaparse a ver la mansión, ¿La razón? Tuvo una pequeña pelea con su madre sobre la mudanza. Se coloca un buzo blanco y unos pantalones negros junto a un gorra gatsby gris, algo abrigado para la noche. Tiene que ser cuidadosa para que sus padres no la escuchen al salir por su balcón. En este momento no siente ni una pizca de arrepentimiento ni empatía por sus padres. Parece ser que sus padres no se dieron cuenta que salió ya de casa. Da una mirada rápida a todo su hogar y corre hacia el muelle. No hay nadie cerca, piensa que es algo obvio, es más de media noche y nadie estaría ahí. Mira la mansión, y hay algo extraño. Hay luces encendidas dentro de la casa, ¿Alguien se mudó recientemente allí? Por suerte la marea no fue afectada por la luna, así que pudo cruzar. Sube las gradas y entra en la Mansión. - ¿Hay alguien aquí? Al parecer no.
Revisa por toda la casa, y nada, no hay nadie. Mara se encuentra feliz, y un poco temerosa, aunque no lo quiera admitir. En el lugar se la pasa viendo las decoraciones, muebles y objetos empolvados. Se siente cansada, ¿estaría bien quedarse a dormir allí? No está segura, pero el sueño se apropia de ella lentamente, así que decide acostarse sobre el sillón para poder dormir una pequeña siesta. Cae, cae, cae. Se encuentra nuevamente en el mismo túnel oscuro, pero más cerca de la salida. Esta vez, decidida, cruza el túnel y se encuentra con un hermoso campo verde, el cielo está despejado y es de día, el campo se divide, tiene un pequeño río y un puente rojo sobre él. Cruza el puente, y se encuentra con una "pequeña ciudad". La pequeña cuidad tiene una diversidad de tiendas y lugares en casetas. Curiosea en las tiendas, y se detiene frente a una casa. - ¡No puede ser! ¡Es mi antigua casa! -Exclama Mara muy contenta- Se adentra y encuentra todo ordenado como lo tenía siempre. No sabe cuánto tiempo pasó allí, pero se empezaba a sentir sola dentro de la casa. -No se siente como siempre. - Dice desanimada. Sale de la casa, y se pasea nuevamente por las tiendas. Tiene un sentimiento de angustia en su pecho, cerca de su corazón. Ahora sabe lo que le falta a la casa. No, a la casa no, a ella. Son sus padres. Sin ellos se ve y se siente tan sola. El lugar donde está es bello, pero no es acogedor, y no se siente totalmente segura. Es momento de regresar. Quiere volver a casa. Cierra sus ojos con fuerza, y se repite que quiere despertar. Abre sus ojos segura de que estará de nuevo en el lugar donde se durmió. Y sí, logra despertar, pero no en el sillón de la mansión. Se encuentra en casa, en su habitación, en su cama. Lleva puesta su pijama, mientras que el buzo, la gorra y su pantalón están tendidos sobre la silla junto a su armario. ¿Nunca huyó de casa? No le decepciona, en absoluto, se siente mejor al saber que no lo hizo. Ahora entiende la preocupación de sus padres por ella, se ha enojado con ellos por algo insignificante. Se siente inmadura. Ahora lo único que quiere es disculparse con ellos. Y lo hará en cuanto amanezca. Después de esto, sabe que sus padres son la definición más clara de la palabra "hogar" para ella, de eso no hay duda.