Caperucita Roja
Proyecto editorial:
Umugani
Fecha:
Mayo 2012
Colección:
Historias del día
Textos e Ilustraciones: Carlos Jiménez García e Isabel Martínez Montes Maquetación:
Carlos Jiménez García e Isabel Martínez Montes
Tipografía:
Mountains of Christmas
Copyright(c)2010,TartWorkshop(tartworkshop.com)
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons ReconocimientoNoComercial CompartirIgual 3.0 Unported.
Caperucita Roja
Había una vez una niña que era tal monería que todo el mundo la quería y por ser la puñetera tan adorable, su abuela le regaló un impermeable tan precioso y colorado que “Caperucita Roja” la llamó el poblado.
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Un día le dijo su mamá -“Ven aquí Caperucita y llévale esto a tu abuelita” y le dió una cesta con vino y una trucha para su abuela, enferma y pachucha. -“Vete ahora y camina cual doncella, vaya a ser que se te rompa la botella.
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Caperucita le dijo -“No te preocupes que haré bien todo” y se colgó la cestita del codo. La abuelita vivía en un palacete afrancesado, como a un kilómetro de su adosado. Al entrar en el bosque, Caperucita se encontró con un lobo cosmopolita.
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-“Bonjour, dijo el lobo” y como Caperucita estaba en babia no se enteró de que tenía la rabia. -“Buenos días, amable lobo” dijo presta y él le preguntó que a quién llevaba la cesta. -“A casa de mi abuelita” dijo ella -“A dos horas de la señal aquella”.
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El lobo pensaba -“Qué tonta es esta mozuela, !Hoy me como a la niña y a la abuela!”. Pero debía actuar de forma astuta y le sugirió a caperu que llevara fruta. Le pareció bien a la muy majadera y se fue a por fresas a la pradera.
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El lobo llegó a casa de la abuela -“¿Quién viene?” preguntó desde la camita. -“Caperucita” contestó con voz de niñita. Ágil el lobo abrió la puerta agitado y se tragó a la abuela de un bocado. Luego se puso su camisón y su toquilla y en la cama a esperó a la chiquilla.
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En la dichosa pradera Caperucita ya tenía la cestita repleta de sabrosas y dulces fresitas y viendo que se hacía tarde recogió y corrió rápida y pizpireta. Al entrar en la casita su abuela tenía una pinta muy rarita.
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Preocupada, le preguntó a su abuela -“Oh! abuelita, menudas orejas te has puesto”, -“Tranquila, son para oir a Camilo Sesto”. -“¿Y esos dientes que tienen abrillantador?” contestó -“¡Son para comerte mejor!” Entonces el lobo saltó rápidamente y se comió a la niña dulce e inocente.
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Con el estómago lleno, el lobo pensó en echarse una siesta y dormir a pierna suelta. Un cazador le escuchó roncar y se acercó a mirar. No le fue difícil entender lo que el bicho acababa de hacer.
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El cazador que era muy listo, abrió la tripa a la fiera antojadiza con su afilada navaja suiza y de ella salieron la abuelita y su nieta, la pequeña Caperucita. -“Gracias por sacarnos gentil cazador, ese lobo malo olía a alcanfor”.
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El cazador quiso darle al lobo una lecci贸n y le llen贸 de piedras la barriga para que se sintiera pesado cual viga. Cuando se despert贸, aparte de la pesadez, el pobre sinti贸 una horrible sed, y al inclinarse a beber en el arroyo la pobre fiera se fue al hoyo.
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Y colorĂn colorado, este cuento se ha acabado.
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