Mateo el Grandull贸n
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Érase una vez un niño llamado Mateo, que destacaba por lo grande y fuerte que era. Sus padres, que habían sido muy viajeros, siempre le estaban contando historias de sus viajes. En el pueblo todos querían mucho a Mateo por su buen corazón. Mateo quería mucho a sus padres y, aunque no quería separarse
de
ellos,
cada
vez
tenía
más
ganas
de
conocer todos los lugares del mundo de los que le habían contado historias. Un día les pidió permiso para iniciar un largo viaje. Sus padres, que no querían perderse ni un minuto de su hijo, entendían que era bueno que conociera otros estilos de vida y decidieron darle permiso.
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Caminó muchos días sólo, hasta que vio a los lejos un leñador que estaba arrancando pinos con las manos y le dijo: - Amigo, ¿qué haces ahí? - ¡Trabajando! - contestó él - Arranco pinos con
las manos para crear un camino desde
aquí hasta allí. - ¿Y cómo te llamas? - preguntó Mateo. - ¡Arrancapinos!
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Mateo, viendo que también era una persona muy fuerte como él, pensó que podrían ser buenos compañeros de viaje y le invitó a que fueran juntos a conocer mundo. Arrancapinos aceptó y comenzaron a andar
y…
“anda
que
andarás
que
pronto llegarás” y “anda que andarás que pronto llegarás”…
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Un día de invierno, abandonada
y
vieron una casa
pensaron
que
les
resguardaría del frío viento y de la lluvia. Decidieron cobijarse en ella y tan a gusto
pasaron
la
noche,
que
decidieron quedarse una temporada. Todas
las
mañanas,
Arrancapinos
salían
a
Mateo
y
trabajar
al
bosque y Chef se quedaba haciendo la comida.
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Al poco rato llegaron sus amigos. Mateo le pidió a Arrancapinos que arrancara la parra para capturar tirar
y
al de
duende. repente
Arrancapinos
empezó
se
voz
oyó
una
a
grave
diciendo: - ¿Quién me tira de los cabellos que ni son blancos ni son negros?
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Los tres se miraron asombrados. Arrancapinos decidió tirar con más fuerza y se volvió a oír la extraña voz diciendo: - ¿Quién me tira de los cabellos que ni son blancos ni son negros? Mateo decidió ayudar a Arrancapinos y entre los dos consiguieron arrancar la parra dejando un inmenso y profundo agujero.
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Un día aparecieron en el pueblo Arrancapinos y Chef y preguntaron por Mateo hasta dar con él. - ¡Mateo! ¡Que alegría volver a verte! - dijeron sus amigos. - ¿Alegría? – respondió Mateo - ¡si me abandonasteis en el agujero! - ¡Qué va! La voz que salía de la parra nos hizo creer que el gigante del agujero era invencible – dijo Chef – Fuimos a buscar ayuda pero cuando volvimos y bajamos ya no estabas. -
¡Llevamos
dos
años
buscándote!
Hemos
traído
nuestra parte del tesoro para compartirla contigo – dijo Arrancapinos. Entonces Mateo comprendió que había dudado de sus amigos injustamente. Les perdonó e hicieron una gran fiesta a la que asistió todo el pueblo y brindaron por el futuro que se les presentaba.
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Y colorĂn colorado, este cuento se ha acabado.
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