Proyecto editorial: Colección: Fecha:
Umugani Historias a la carta Abril 201 3
Textos: Edición de textos: Ilustraciones y Maquetación:
Fernando Domínguez Tijero Carlos Jiménez García e Isabel Martínez Montes Carlos Jiménez García e Isabel Martínez Montes
Tipografía:
Fragment Core Font Copyright (c) 2009, Shuji Kikuchi (sugargliderz.com)
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A menudo, la gente piensa que el Rey de la sabana es el león. Esto ha sido así durante mucho tiempo, en el que bravos y justos leones se ocupaban de que reinara la paz entre los animales de la sabana y cualquiera que fuera el problema, el Rey lo resolvía de forma justa.
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Pero el tiempo pasรณ y le llegรณ el turno a Kiru, un leรณn un poco perezoso aunque muy simpรกtico, que fue coronado Rey de la sabana. Como en todo reinado, llegaron momentos de escasez y empezaron a surgir problemas que necesitaban del consejo del Rey.
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El primero en pedir ayuda al Rey Kiru fue el señor Leopardo, que le suplicó: - ¡Oh mi Rey! Los hombres están persiguiéndonos y cazándonos por nuestras pieles. ¿Qué podemos hacer? ¿A dónde podríamos huir?
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El Rey se quedó meditando durante un buen rato y finalmente contestó: - ¿Huir dices? ¡Pero, tú eres uno de nuestros más fieros y fuertes depredadores! ¡Quédate y hazles frente! Eli la elefanta pasaba por allí y miró al Rey sorprendida por su consejo ya que hacía mucho tiempo los leones se habían refugiado de los cazadores en las montañas del norte.
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Durante el caluroso verano, el hipopótamo y el cocodrilo se presentaron frente a Kiru muy enfadados el uno con el otro: - ¡Este cocodrilo no para de morderme el culo mientras me baño! El cocodrilo no pudo dejar escapar una sonrisa y dijo: - ¡Es que es de lo más divertido!
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A Kiru le hizo gracia la situación y, entre risas, les dijo: - Ese es vuestro problema, aunque está claro que si no pasaras tanto tiempo en el agua, el cocodrilo no te mordería el culo. La elefanta ya era asídua a las absurdas audiencias del Rey. Pensó que lo más correcto sería establecer turnos para el baño, pero prefirió callarse por si Kiru, el Rey, se enfadaba con ella.
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Otro día llegó un grupo de gacelas frente al Rey. Todas ellas se quejaron de los leones que no paraban de cazarlas y ya sólo quedaban unas pocas en toda la sabana. El Rey les explicó que las cazaban porque su carne es deliciosa y que deberían sentirse halagadas.
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La elefanta no pudo reprimirse y le dijo al Rey que debería cazar otras especies aparte de gacelas. Además sería bueno para su salud tener una dieta variada. Un tanto indignado, Kiru gritó: - ¡Me gustan las gacelas y no hay más que hablar!
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A continuación, se acercaron unos pájaros a hablar con el Rey. Las serpientes se estaban comiendo sus huevos y, si seguían así, tendrían que abandonar la sabana. El Rey tenía mucho sueño, ya que acababa de comer, e ignoró a los pequeños pájaros.
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Viendo que el Rey no les daba ninguna solución, Eli la elefanta decidió hablar con los pájaros y con las gacelas. - ¡S e me ha ocurrido una idea! Lo que tendríais que hacer es cuidar los unos de los otros. Las gacelas podrían cuidar de los huevos y cocear a las serpientes que se acerquen. Luego, mirando a los pajaritos, Eli la elefanta continuó: - Vosotros, los pájaros, con vuestra buena vista, podrías avisar cuando los leones estén al acecho. Los pájaros y las gacelas sonrieron por la buena solución que acababan de escuchar y se marcharon contentos a su casa.
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Llegó un buen día en el que Kiru se levantó con mucha hambre. Como las leonas estaban cuidando de los cachorros, pensó que lo mejor sería ir él mismo a cazar una gacela para desayunar.
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Kiru se acercó hacia un grupo de gacelas pero, cuando estaba todavía muy lejos, un pájaro dió la voz de alarma y las jóvenes y rápidas gacelas echaron a correr. Después de horas de persecución, el Rey estaba hambriento, sediento y lejos de casa.
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Desesperado, buscó un río para saciar su sed y justo cuando estaba llegando a uno que conocía cerca de allí, escuchó un "¡B ANG!" , se giró pero no vió nada. El siguiente estruendo se transformó en un dolor en el rabo y entonces cayó en la cuenta de que se trataba de disparos de cazadores.
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Echรณ a correr lo mรกs rรกpido que pudo hasta refugiarse en el rio. Sediento y aterrorizado, bebiรณ y bebiรณ hasta que llenรณ su gran tripa. Una vez saciada su sed, no se le ocurriรณ otra cosa que meter su rabo en el agua para calmar el dolor. Nada mรกs ver el culo del leรณn en la superficie del rรญo, el cocodrilo sonriรณ y le diรณ una dentellada.
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Al verlo, el hipopótamo, se partió de risa. Kiru se fue corriendo para no volver y se dió cuenta un poco tarde de que los problemas de los demás, por pequeños que le parecieran, habían acabado siendo sus problemas.
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Cuando la noticia se difundiĂł entre el resto de los animales, se sintieron aliviados y decidieron coronar a la elefanta que habĂa sabido escuchar y solucionar sus problemas. Desde entonces, los nobles y justos elefantes han reinado en la sabana.
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¡Y quién sabe si algún día no le tocará el turno a las gacelas, a los leopardos o incluso a los pequeños pájaros! Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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