Daniel el Astuto
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Era el último día de clase, Daniel y su hermano Mateo estaban reunidos con todos sus compañeros y padres en el salón de actos del colegio. La directora tenía algo importante que comunicarles: ‐ ¡Este año habéis sacado unas notas buenísimas! ‐ Por eso hemos decidido celebrarlo organizando una carrera de piraguas, en una playa de Portugal.
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En ese momento, viendo el reloj que le había regalado su tío Carlos y que tanto le gustaba, se le ocurrió una gran idea. ‐ TIC TAC y vuelve a remar, TIC TAC y vuelve a remar… ‐ empezó a cantar. Mateo comprendió lo que intentaba hacer Daniel, ¡le estaba marcando el ritmo con la canción! En seguida los dos empezaron a remar de forma perfectamente sincronizada. ‐ TIC TAC y vuelve a remar, TIC TAC y vuelve a remar… ‐ iban cantando los dos y rema que te rema.
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Su piragua empezĂł a ir rapidĂsimo y al poco tiempo se pusieron terceros. Y rema que te rema avistaron a las otras dos piraguas que iban en la cabeza de la carrera.
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Mateo y algunos de los otros participantes comenzaron a golpear al pulpo con sus remos pero no estaba sirviendo de nada, la piel del pulpo gigante era demasiado dura. Entonces a Daniel se le ocurrió otra idea. Ató su chaleco salvavidas reflectante en la bandera de su piragua y le dijo a Mateo: ‐ Vamos a remar en dirección contraria a la meta, hacia el puente natural que hemos pasado al salir de la playa de Baleal. ¡Tenemos que conseguir que el pulpo nos siga!
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El pulpo mordió el anzuelo y se sintió tan atraído por el brillo del chaleco que soltó a todos los niños que había capturado y se dirigió a toda velocidad hacia la piragua de Daniel y Mateo. ‐ TIC TAC y vuelve a remar, TIC TAC y vuelve a remar… ‐ iban cantando los dos mientras llevaban al pulpo pisándoles los talones.
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Para cerrar el día hicieron una gran fiesta. La directora del colegio estaba contentísima y además tenía una sorpresa preparada: los tíos de Daniel y Mateo darían un concierto de reggae en la celebración. ‐ Esta canción va por ti, Daniel el Astuto ‐ gritó su tío Mario desde el escenario. Fue a partir de ese momento, cuando a Daniel empezaron a llamarle “Daniel el Astuto”.
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De camino a casa pasaron con el coche al lado de donde habían atrapado al pulpo Paulo. Daniel se acordó de él y sintió lástima. ‐ Papá, paremos el coche para ver cómo está el pulpo ‐ le sugirió a su padre. ‐ Creo que no es buena idea dejarle atrapado para siempre.
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Daniel y Mateo se subieron a sus tablas y, para despedirse, el pulpo Paulo empezó a mover sus tentáculos de arriba a abajo creando las olas más divertidas que jamás hubieran surfeado ambos hermanos, ¡como se lo pasaron!
Finalmente se subieron al coche y volvieron a casa. El verano no había hecho más que empezar, ese año lo hizo de una forma que Daniel y Mateo nunca olvidarían.
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