Filo de Palabra N° 10

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ISSN: 2027-906X


Comunicación y humanidades

Facultad de Ciencias Sociales y Humanas Programa de Comunicación Social y Periodismo Filo de Palabra Nro. 10 ISSN: 2027-906X Manizales, Julio de 2011 Rector Guillermo Orlando Sierra Sierra Decano Ricardo Celis Pacheco Director de Programa Diego Enrique Ocampo Loaiza Director Carlos Fernando Alvarado D. Comité Editorial Ángela María Bohoórquez Adriana M. Ángel B. Carlos Fernando Alvarado D. Diseño y diagramación Gonzalo Gallego González Edición de Ilustración Mónica Arango Arango Impresión Centro de Publicaciones Universidad de Manizales

Nota: Los textos que se publican en esta revista, no comprometen el pensamiento ni las políticas institucionales de la Universidad de Manizales, así como tampoco los de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. Son de exclusiva responsabilidad de sus autores.

Los textos pueden reproducirse siempre y cuando se cite la fuente. (Ley 23 de 1982. Art. 31: Derechos de autor).

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Sumario

Contenido Página Presentación................................................................................... 5 Carlos Fernando Alvarado Duque El poder de los medios y las audiencias: Una aproximación desde la economía política de la comunicación................... 8 Adriana María Ángel Botero, Traducción: Carlos Fernando Alvarado Duque Hacia una hermenéutica de la comunicación........................................... 16 María Andrea Gómez Gómez Implicaciones epistemológicas de la fotografía y su influencia como dispositivo panóptico en la cultura digital........................... 25 Andrés Uriel Pérez Vallejo Teorías de la comunicación y educación Plasticidad académica y flexibilidad curricular......................................... 33 Carlos Fernando Alvarado Duque El uso de internet en la configuración de las prácticas políticas de jóvenes universitarios............................................ 40 Edwin Arcesio Gómez Serna Ángela María Londoño Jaramillo La influencia educativa de la televisión en el desarrollo moral de los niños televidentes.............................................. 49 Ángela María Bohórquez Oviedo El neo-espectador en la electro-escena.................................................. 64 Wilson Escobar Ramírez Ensayando sobre el ensayo................................................................. 71 Luís Felipe Valencia Tamayo

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Presentación

Presentación El presente número de Filo de Palabra quiere ofrecer a sus lectores parte de la producción reciente de los profesores del Programa de Comunicación Social y Periodismo adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Manizales. Así, se desea hacer énfasis en que desde el año pasado nuestra antigua Facultad de Comunicación, pasó a ser parte de una nueva Facultad, orientada por la discusión sobre lo social y sobre el hombre mismo, para responder a la dinámica de campos de conocimiento. Por ello, este número sale a la luz dentro de una nueva estructura académica - administrativa que significa un reto respecto a todo tipo de producción, destacando aquí la intelectual. En este sentido, los trabajos aquí reunidos no responden a una construcción monográfica, sino a la expresión de algunos de los procesos que, en medio del cambio, anticipan la importancia del trabajo transdisciplinar, y los procesos que hacen codiciar nuevas formas de asociar el saber. Nuestro programa, articulado en seis diferentes áreas, se interesa por pensar fenómenos no sólo comunicativos, sino propios de lo que, en ausencia de un mejor termino, podríamos llamar el mundo socio-cultural. El equipo de profesores, convencido de la importancia de pensar la comunicación como una dimensión que configura dinámicamente la Cultura realiza grandes esfuerzos por expandir una región del saber o quizás un fenómeno natural, hacia nuevos confines. Todo ello con la esperanza de evitar la hiperespecialización y buscar modos de desplegar un modelo de trabajo capaz de articular distintos ángulos de la realidad. Los trabajos reunidos en este número se podrían catalogar en dos grandes grupos, si bien sabemos lo artificial y provisional de toda clasificación. El primero de ellos se interesa por la exploración conceptual sobre problemas de discusión propios de las tradiciones teóricas de y cercanas a la comunicación. Allí, desde líneas diferentes, reconstruyen y proponen modos novedosos de pensar cuestiones afines. El segundo de los grupos se caracteriza por pasar de la pretensión académica pura al análisis de fenómenos, casos, situaciones, escenarios, actores que circulan en el universo comunicativo. Por eso, desde la lógica de investigación o desde los diseños de procesos de produccion, se procura hacer del saber una herramienta concreta, aplicada a los lugares que inquietan la vida propia del Programa. Los tres primeros trabajos podrían incluirse en la primera categoría por su marcado acento académico su búsqueda crítica de nuevas líneas de pensamiento, articuladas con las perspectivas más contemporáneas. El trabajo de la profesora Adriana María Ángel nos introduce en la discusión sobre el concepto de poder al interior de los estudios de medios. Dicha búsqueda se hace a partir de la reconstrucción de una de las principales teorías en este campo, denominada Economía Política de la Comunicación. En este recorrido, no sólo ofrece el modo de comprender el concepto desde las bases de una teoría que supera el modelo crítico de la Escuela de Frankfurt, sino que hace un contrapunto con otras teorías de la comunicación y apotra a la construcción interteórica.

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Comunicación y humanidades El segundo de los textos es un ejercicio crítico sobre las lógicas modernas que han dado pie a los fundamentos de estudio de la comunicación. La profesora María Andrea Gómez despliega una serie de cuestionamientos sobre el tipo de trabajo que responde a un intento por convertir la comunicación en un reflejo del mundo social como si se tratara de una gran estructura. En lugar de ello, apunta a la hermenéutica como ruta de estudio y como rasgo ontológico del hombre. En tal sentido se regresa a una dimensión simbólica que conecta con las condiciones atávicas de nuestra especie para pensar la comunicación en un horizonte más amplio que no la reduzca a un ejercicio disciplinar. El tercer y último trabajo de este primer grupo de escritos, es fruto de las auscultaciones que el profesor Andrés Uriel Vallejo viene desarrollando, tanto en el mundo de la imagen fotográfica, como de las Nuevas Tecnologías, en tanto soportes de otros modos narrativos. Su trabajo pretende desplegar las líneas generales para una epistemología de la fotografía aunada al impacto social que ésta, como dispositivo, posee para dar forma a lo real. Por ello, se discute cómo la imagen tiene la capacidad de ofrecer una nueva materialidad en el mundo digital, al igual que las vinculaciones con el Panóptico de Bentham que tiene ecos en el mundo icónico. En el segundo grupo de trabajos que se interesan por acercarse a fenómenos, escenarios, actores, etcétera, y propiciar un tipo de lectura constructiva, se presenta un trabajo que analiza y muestra el modo en que nuestro programa articula curricularmente la enseñanza de las Teorías de la Comunicación. Partiendo de la consideración de enfoques que reagrupan las teorías, y de la orientación que sugieren los momentos clásicos de todo proceso de comunicación (Producción - Sentidos - Lecturas), se ilustran las lógicas de la malla curricular, la apuesta pedagógica del área, y los impactos formativos esperados al interior de un contexto cinglado por el interés de impactar los modos de producción de medios, el trabajo en organizaciones y los procesos de desarrollo social. El siguiente trabajo presenta los avances de la investigación que lideran los profesores Ángela María Londoño y Edwin Gómez sobre las prácticas políticas de los jóvenes en Internet. Su esfuerzo va dirigido a la reconfiguración de los modos tradicionales de comprender las prácticas políticas, en especial al considerarlas como un nuevo escenario en el cual la red determina espacialmente nuevas lógicas de congregación. En los acercamientos al mundo de los jóvenes se vislumbra una interesante vitalización del papel de las nuevas generaciones que, asociadas a dinámicas como las redes sociales, hacen eco de otros modos de participación. El escrito también presenta el referente teórico que orienta la investigación, al igual que el cuerpo de trabajo, algunos casos piloto del estudio y las estrategias metodológicas adoptadas. El siguiente trabajo de la Profesora Ángela María Bohórquez aborda el mundo de las audiencias infantiles a partir de una lectura aplicada del modelo de Desarrollo Moral de Kolhberg. Dicha lectura toma como escenario a la televisión, quizás el medio que ha recibido mayor atención desde la investigación por su fuerte impacto en las audiencias. En esa medida, se adelantan discusiones sobre el modo en que los contenidos propios de la narrativa de este medio no sólo replican conflictos morales sino que implican que los niños sean nuevos agentes en las preocupaciones

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Presentación y responsabilidades éticas tanto de los modos de producción de medios, como de las familias y las mismas narrativas que circulan al interior de la pantalla. El penúltimo trabajo del profesor Wilson Escobar recupera el territorio de las nuevas tecnologías para meditar sobre las transformaciones que sufren las artes escénicas. Por ello, le interesa analizar el tipo de cambios que el teatro sufre a partir del uso de técnicas digitales, pantallas, ordenadores, etcétera. Pero tal análisis no sería completo, y lo sabe muy bien el profesor, sin estudiar al nuevo tipo de público que emerge con dichas variaciones. Por ello, el problema de la interactivdad en el mundo artístico se vuelve un objeto privilegiado de su estudio. Los conceptos que orientan su trabajo ya desde el título anticipan este nuevo espacio de discusión: neo-espectador y electro-escena. El último de los trabajos que cierra este número, corresponde a un ejercicio que se destaca por un doble esfuerzo. Es un ensayo sobre el ensayo, es decir una reflexión que tiene la naturaleza del ensayo y versa sobre el ensayo como objeto de discusión. Esta doble lógica es de una coherencia contundente porque a medida que se recorren sus líneas, todas sus tesis, posturas y propuestas, cobran forma en el acto, en la escritura que sostiene la argumentación. Por decirlo con simpleza, la propuesta de lo que debería ser un buen ensayo, está en obra en este singular trabajo ensayístico del profesor Luís Felipe Valencia. De este modo, esperamos que este esfuerzo refleje el trabajo de un programa que adscrito al ámbito de las Ciencias Sociales y Humanas, y que cree en la potencia de los puentes académicos y del trabajo en contexto. Carlos Fernando Alvarado Duque

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El poder de los medios y las audiencias:

Una aproximación desde la economía política de la comunicación (Media and Audiences Power: An Approach from the Political Economy of Communication) Adriana María Ángel Botero1 Traducción: Carlos Fernando Alvarado Duque2

Introducción En su libro Orientalism, Said (1978) afirma que los medios de comunicación han contribuido en la construcción de la imagen que tenemos de los orientales como “jinetes de camellos, terroristas, hombres de narices aguileñas, con hemorroides”. En el mismo sentido, para la mayoría de las personas es natural asociar pobreza con África y corrupción con Suramérica. ¿En qué medida hemos obtenido estas imágenes de los medios de comunicación? De ser así ¿son tan poderosos 1 Comunicadora Social y Periodista. Profesora del Área de Formación Básica y Disciplinar, y de Investigación del Programa de Comunicación Social de la Universidad de Manizales. Candidata a PhD en Communication Studies en Ohio University, USA. angeladri@hotmail.com 2 Comunicador Social y Periodista. Profesor del Área de Ciencias Humanas y Sociales del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. cfalvarado@ umanizales.edu.co

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los mass media para crear una representación tan vigorosa para sus audiencias? En efecto, estas dos preguntas están relacionadas al problema de la influencia y, específicamente, al problema del poder de los medios. Es cierto también que, al estudiar la comunicación, hemos formulado el mismo tipo de preguntas desde el comienzo del siglo pasado, con la intención de comprender qué son los efectos de los medios masivos. En este ensayo, deseo analizar la cuestión del poder de los medios y las audiencias desde un punto de vista diferente al utilizado usualmente. A diferencia del funcionalismo americano que se concentra en los efectos, mi interés es explorar el poder de los medios desde la perspectiva que ofrece la Teoría de la Economía Política de la Comunicación (EPC). Este análisis del poder de los medios de comunicación puede aplicarse a cualquiera de los medios existentes; sin embargo, estoy específicamente interesada en el caso de la televisión. Como afirman Abercrombie y Longhurst (1998), a partir de la historia de las teorías de la comunicación podemos observar dos grandes tendencias en el

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Poder, medios y audiencias panorama teórico; por una parte, una que da preponderancia al dominio de los medios y textos como objeto de estudio; y por otra, una que se centra en el dominio de las audiencias como privilegio de análisis. Dado que estos dos paradigmas son radicales, prefiero considerar una concepción intermedia representada por la teoría de la EPC, la cual ayuda no sólo a evitar la dicotomía, sino a ser más rigurosos al analizar el tema del poder de los medios. Por lo tanto, presentaré las razones por las que considero el modelo de la Economía Política como el más apropiado para analizar los problemas del poder. Para hacerlo procederé de la siguiente manera: primero, describiré qué es la EPC; luego, explicaré cómo puede entenderse el concepto de poder desde esta perspectiva; finalmente, analizaré la posibilidad de conexión entre EPC y los Estudios Culturales para comprender el poder desde una perspectiva multidisciplinar, la cual introduce categorías tradicionalmente separadas, como cultura y clase social.

Economía Política de la Comunicación (EPC) Según Mosco (2009), la Economía Política es: “El estudio de las relaciones sociales,

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en particular las relaciones de poder que, juntas, constituyen la producción, distribución y consumo de recursos, incluidos los recursos comunicativos” (p.2). En el caso específico de los medios de comunicación, esta perspectiva implica “un campo de estudio en el cual la investigación posee una relación directa e importante con las políticas y estructuras que dan forma a los medios y a la comunicación y su influencia en la sociedad”. (McChesney, p. 51). Como su nombre lo indica, este enfoque utiliza a la política y a la economía para comprender las prácticas comunicativas. En relación con la política, la EPC hace uso de la ciencia política para analizar el papel del poder en los procesos de comunicación; y, en relación con la economía, la EPC estudia la comunicación como un proceso de: a) construcción de sentido de lo producido por las industrias culturales, y b) el consumo de productos culturales que realizan las audiencias. Como señala Kellner (1997): “La referencia a los términos ‘Política’ y ‘Economía’ pone de relieve el hecho que la producción y distribución de la cultura tiene lugar dentro de un sistema económico específico” (p. 104). En la sociedad contemporánea el sistema económico es de naturaleza capitalista, y como tal, la producción cultural debe ser

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Comunicación y humanidades lucrativa y orientada al mercado. En este sistema-mercado, como afirma Garnham (2007), la industria cultural responde a las necesidades de la gente y, por lo tanto, ajusta sus ofertas a los deseos del público. Una consecuencia menos obvia de este enfoque orientado al mercado, es la necesidad de que los productores culturales ajusten su producción a los parámetros del capitalismo. La EPC habla de Industrias Culturales porque la producción cultural es el resultado de los procesos de estandarización, homogenización y racionalidad instrumental, típicos de la producción industrial. Bajo este enfoque, por ejemplo, la similitud entre géneros televisivos es, en parte, explicada en términos de racionalidad económica y producción industrial. En este sentido, Mosco (2007) afirma: “Cómo, a partir de la Economía Política, los contenidos de comunicación, la audiencia y el trabajo se convierten en productos comercializables”. Por lo tanto, una de las tareas de la EPC es examinar la manera en que la economía soporta prácticas de consumo cultural. El trabajo inicial de la EPC comienza aproximadamente en 1960 tanto en Europa como en Norte América (Mosco, 2009). Dallas Smith y Hebert Schiller son los fundadores en Norte América; basados en sus ideas, otros académicos se han centrado en el estudio, por encima de otros aspectos, del poder mediático de las corporaciones transnacionales en Canadá y Estados Unidos. Europa, por otra parte, ha tenido una fuerte tradición en el uso de la EPC para comprender los problemas de la producción y el consumo cultural. Los principales representantes en el viejo continente han sido Nicholas Garnham, Graham Murdock, Peter Golding y Armand Mattelart. Aunque con algunas diferencias teóricas entre ellos, estos autores han centrado sus análisis en las relaciones

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entre Estado, economía, instituciones y prácticas sociales, cultura y medios (Kellner 2007). Una de las principales diferencias que permite distinguir la visión europea de la americana, se encuentra en la inclusión de la clase social como categoría de análisis. Si bien regresaré sobre este tema, por ahora basta con decir que a razón de este fuerte énfasis en la economía, el enfoque europeo de la EPC ha sido mucho más reconocido y utilizado alrededor del mundo. En Suramérica la llamada Teoría de la Dependencia (Gumucio & Tufte, 2006) ha incorporado algunas de las ideas tanto del enfoque europeo como del americano, que tratan sobre problemas del monopolio, el mercado, la ideología, el capitalismo y sus relaciones con los medios. Autores como Mattelart, Escobar, Pasquali y Beltrán han sido cruciales en el desarrollo de este enfoque, que usa las categorías economía y política para explorar las dinámicas de producción y consumo de los medios en los países suramericanos en vía de desarrollo (Mattelart, 1996). El trabajo realizado en Suramérica a partir de la Teoría de la Dependencia, constituye un ejemplo de lo que Mosco denomina globalización de la investigación en la EPC. De hecho, Mosco afirma que el número de investigaciones a partir de la EPC está aumentando en todo el mundo gracias al interés que presta a la relación entre economía, política y campos culturales. Hasta el momento, he reseñado la definición, la creación y los principales problemas de estudio de la EPC. Antes de terminar esta sección, es importante examinar las concepciones epistemológicas y ontológicas que subyacen a esta teoría. Si utilizamos la clasificación de los diferentes paradigmas en ciencias sociales de Burrell y Morgan, podemos decir que

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Poder, medios y audiencias desde el punto de vista epistemológico la EPC implica una concepción realista del mundo. En otras palabras, quienes estudian la EPC consideran que existe una realidad externa independiente de la realidad personal o individual, y, por lo tanto, hay una separación entre el sujeto que conoce y el objeto que es conocido. Esto no quiere decir que la EPC abrace una perspectiva empirista, dado que reconoce la influencia de las condiciones materiales en la superestructura. Como neomarxistas, los teóricos de la EPC destacan el rol de las condiciones materiales en la configuración de la realidad. En este punto es importante decir que, contrario a una perspectiva ingenua, los teóricos de la EPC rechazan cualquier forma de esencialismo y de determinismo económico negando la influencia unilateral y exclusiva de la infraestructura sobre la superestructura. Desde un punto de vista ontológico, los teóricos de la EPC también se han esforzado por evitar el estructuralismo radical afirmando que, debido a los constantes cambios en las estructuras, es preferible enfocarse en el estudio de las prácticas (Mosco, 2009). Dichas características ontológicas y epistemológicas ilustran las diferencias entre la llamada Escuela de Frankfurt y la EPC. Mientras que la primera abraza la Teoría Crítica según la perspectiva del marxismo clásico, la segunda opta por una lectura alternativa de la Teoría Crítica. Un ejemplo de las diferencias entre estos enfoques es el concepto de cultura: mientras la Escuela de Frankfurt divide la cultura en alta, de masas y popular, y critica las dos últimas, la EPC no aplica estas distinciones, y más importante aún, no hace juicios sobre la calidad o el valor estético de la producción cultural. Por lo tanto, aunque la Escuela de Frankfurt constituye la fuente más importante de la EPC, es, como Mosco (2009) afirma, “sólo un punto de

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partida” (p. 93) que ha sido criticado y analizado por los teóricos de la EPC. Finalmente, las investigaciones contemporáneas desarrolladas por la EPC se han concentrado en problemas como el activismo político, la propiedad intelectual, el consumo de las audiencias, las nuevas tecnologías y el poder de los medios. Entre estos temas diferentes me concentraré en el poder de los medios, que es precisamente el tema central de la siguiente sección.

El poder de los medios: el enfoque de la economía política de la comunicación Como podemos ver, el concepto de poder es el núcleo de la definición de la EPC. Independiente de las diferencias existentes entre enfoques y autores, el poder es un tema central al interior de la tradición de esta teoría. ¿Cómo se define la idea de poder? Existen varios niveles en los cuales puede ser comprendida esta idea. El primer sentido es expuesto por Couldry y Curran (2003) como: “El resultado de la organización de los recursos de la sociedad de manera que el sector de los medios de comunicación adquiere un importante papel de negociación, independiente del poder, sobre y contra otros sectores claves de la misma” (p. 3). El poder de los medios es definido aquí con relación al poder de otros campos y empresas de negocios. Un segundo significado se relaciona con el poder que las instituciones de medios poseen en términos de selección de contenidos, fuentes, géneros, formatos, etcétera. Una tercera idea es el poder de la representación, que es, el poder de los medios para representar la realidad. En palabras de Curran (1992):

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Comunicación y humanidades “Además de proporcionar una ‘ventana hacia el mundo’ ofrece diferentes perspectivas de cómo los medios crean significados e interpretaciones. También proporciona marcos de explicación explícitos, al igual que comprensiones tácitas basadas en la asociación de ideas, imágenes evocadoras, formas ‘naturales’ del pensamiento. Por igual, ofrece los códigos para toda clasificación, por ejemplo, al distinguir entre lo normal y lo anormal, lo natural y lo artificial” (p. 163).

palabras, siempre y cuando las estructuras de poder medien la producción cultural, los analistas de la comunicación prestarán atención a las consecuencias de estas dinámicas en las audiencias que consumen la cultura.

Así, el poder es relacionado con efectos a largo plazo por lo que los medios crean rutinas en las audiencias e influencian sus visiones de mundo.

En conclusión, de acuerdo con la EPC, los medios son poderosos porque influencian los puntos de vista de las audiencias. Los Estudios Culturales han criticado esta idea afirmando que si los medios tienen poder, las audiencias poseen la habilidad de resistir su influencia. Desarrollaré brevemente esta idea en la siguiente sección.

Dicho poder de la representación es llamado por Bourdieu (1991) poder simbólico, y es definido como “el poder de construir la realidad, que tiende a establecer en un orden gnoseológico: el significado directo del mundo (y en particular del mundo social)…” (p. 166). Éste, como afirma Hall, se ejerce a través de discursos y signos, y no a través del uso de la fuerza física. Los enfoques del poder que abraza la EPC son muy diferentes de las perspectivas empíricas americanas. El problema no es si los medios ejercen efectos a corto plazo sobre sus audiencias, la cuestión real es que los medios reproducen ciertas visiones del mundo que las audiencias no pueden resistir. Además, a diferencia de la Escuela de Frankfurt, el interés no es si los medios tienen intenciones de manipulación maquiavélicas de los públicos; de hecho, el asunto es que los medios de comunicación son industrias y, como tales, trabajan bajo la lógica del capitalismo. Como Kellner (1997) señala: “La economía política llama la atención sobre el hecho que la cultura es producida desde las relaciones de dominación y subordinación, y por lo tanto reproducen o resisten las estructuras ya existentes de poder” (p. 105). En otras

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El poder de los medios: el enfoque de las estudios culturales Aunque no puedo hacer aquí una presentación detallada de la Teoría de los Estudios Culturales, es importante mencionar algunas de las ideas principales sostenidas por los autores de esta tradición. Mosco (2009) define los Estudios Culturales como: “…un movimiento intelectual que se interesa en la construcción del significado en textos, que en términos generales incluyen todas las formas de comunicación social” (p. 18). Aunque los Estudios Culturales representan un paradigma diferente, podemos decir que los medios son concebidos como instituciones poderosas, mientras las audiencias son individuos con poder que activamente consumen me-

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Poder, medios y audiencias dios. Basados en la tipología de las lecturas de Hall, la mayoría de los autores de los Estudios Culturales consideran que las audiencias son capaces de resistir y negociar las lecturas hegemónicas propuestas por los medios. Algunos de estos autores han hecho incluso referencia a la existencia de una democracia semiótica y una audiencia dominante (Fiske) dado que los públicos son activos, críticos e inteligentes, y por lo tanto, pueden rechazar el poder de los medios. La manera en que los Estudios Culturales y la EPC asumen el problema del poder marca una notable diferencia entre ambas teorías. Así, mientras los Estudios Culturales se concentran en categorías como cultura popular, género y entretenimiento, la EPC se enfoca en clase social, economía y política. En este contexto el problema del poder de las audiencias se convierte en uno de los tópicos más controversiales para los estudiosos de la comunicación. Mientras que los Estudios Culturales afirman que las audiencias son activas y pueden oponerse y negociar las lecturas, autores pertenecientes a la EPC como Garnham responden: “Sí, las personas no son manipuladas de forma sencilla. Sí, las personas pueden, y a menudo lo hacen, reinterpretar y usar para sus propios intereses el material cultural… Pero quien ha producido un texto o una forma simbólica ¿cree que su interpretación es completamente aleatoria? Si el proceso de interpretación fuese totalmente al azar, y, por ello, tuviése-

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mos que renunciar por completo a la idea de intencionalidad en la comunicación, la especie humana habría dejado de serlo hace mucho tiempo” (p. 60). La EPC reconoce el proceso de interpretación que puede realizar la audiencia. Sin embargo, las interpretaciones y lecturas están siempre basadas en los signos ofrecidos por un mensaje; ningún texto puede ser completamente abierto (Eco, 1976) o polisémico. Cloud (1994) explica claramente esta idea: “Si alegremente aceptáramos que las audiencias pueden realizar lecturas críticas, dichos momentos de conciencia crítica en nada cambian las estructuras de poder” (p. 151). La idea de que las audiencias sean activas no implica que sean al mismo tiempo poderosas. El poder no se manifiesta sólo cuando los públicos decodifican mensajes, ya que posee un largo espectro de influencia. Algunos autores (Carey, 2007; Matellart, 2006) sostienen que la causa de la diferencia radical entre los Estudios Culturales y la EPC subyace en el manera en que ambas teorías comprenden la dimensión económica de la realidad y, específicamente, el concepto de clase social. Como apunta Mosco (2009): “…tal como sucedió en Estados Unidos, los Estudios Culturales se retiran de la discusión de clase y de la conexión general entre desigualdades materiales y poder social” (p. 233). Por lo tanto, el estudio del poder se dejó en manos de los investigadores de la EPC. En este sentido, para los autores de la EPC, la noción de clase social es capital para comprender los problemas de producción y consumo cultural (Williams, 1959). Para los Estudios Culturales, por otro lado, es el concepto de cultura el que explica estos procesos culturales (Carey, 1997). El único modo en que los Estudios Culturales han abordado la idea del poder

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Comunicación y humanidades de la audiencia ha sido en términos del poder de la cultura popular, que implica que la experiencia estética de las audiencias tiene lugar cuando se consumen productos culturales. De acuerdo con Ferguson & Golding (1997), los Estudios Culturales han olvidado estudiar el poder “a partir del análisis detallado de los epifenómenos de la cultura popular y las prácticas cotidianas en que las dinámicas del poder, la desigualdad y la opresión se oscurecen” (p. XXV). Esta división entre Estudios Culturales y EPC se ha convertido en una dicotomía difícil de superar. Sin embargo, algunos intentos se han puesto en marcha, especialmente en cabeza de autores de la EPC y la rama británica de los Estudios Culturales (Ferguson & Golding, 1997). Considero que la reconciliación teórica entre estas tradiciones es necesaria para generar una mejor comprensión de los procesos de producción y consumo cultural en nuestra sociedad. Tal es la idea que intentaré desarrollar en la siguiente y última sección de este ensayo.

Superar la diferencia Como expliqué en la sección anterior, existe una dicotomía entre el enfoque de los Estudios Culturales y el enfoque de la EPC. Sin embargo, más allá de considerarlas teorías opuestas, debemos esforzarnos por articular algunas de sus ideas con la intención de comprender la producción y el consumo cultural desde un punto de vista integral. Mientras los Estudios Culturales deben considerar las categorías: economía y política, la EPC necesita poner más atención a la dimensión cultural de las prácticas mediáticas. Sobre esta separación, Kellner (1997) afirma: “…esta división (entre Estudios Culturales y Economía Política de la Comunicación) es artificial, sus raíces

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se encuentran en una disyunción propia del trabajo académico, ya que el estudio de los medios y la comunicación se ha nutrido mediante la labor de ambas tradiciones” (p. 102). Considero que el concepto de capital cultural de Bourdieu puede ser usado para eliminar la dicotomía entre Estudios Culturales y EPC. Este concepto hace referencia a los conocimientos y habilidades adquiridos a través de la educación formal o gracias al trasfondo social que determina a cada individuo (Bourdieu, 1991). Como afirma McQuail (1997) la inclusión de esta noción puede ayudar a los analistas a superar el enfoque clásico de cultura reproducido por la Escuela de Frankfurt, en el cual sólo es considerada auténtica la cultura alta y la cultura baja es asociada a las personas de bajos recursos y carentes de educación. Al mismo tiempo, es importante que los Estudios Culturales apropien la noción de clase social y la articulen al concepto de capital cultural. Como apunta Mosco (2009) incluir la categoría de clase social puede ayudarnos a demostrar “como las élites mediáticas producen y reproducen su control sobre el negocio de la comunicación” (p. 190) y cómo los procesos de división e integración existen desde la élite de los medios.

A manera de conclusión Me he esforzado por presentar la importancia de los estudios del poder de los medios y las audiencias. También, he introducido a la EPC como el paradigma adecuado para estudiar este concepto. Además, he argumentado que los estudiosos de la comunicación deben construir un puente que una a los Estudios Culturales y la EPC con la intención de ofrecer una mejor comprensión inherente a la producción y consumo de medios.

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Hacia una hermenéutica de la comunicación María Andrea Gómez Gómez1 Al hablar de la comunicación desde un abordaje disciplinar, es decir, epistemológico en su adscripción a un discurso fundamentado en las ciencias positivas modernas, desde las matemáticas, pasando por la física y la estadística, se delimita su campo de discusión a un conjunto de principios y teorías que dan cuenta de tal desarrollo sólo a partir de lo que ha sido la historia unitaria del pensamiento racional de occidente y su tradición del conocimiento social. Al mismo tiempo, pareciera ponerse límite a las posibilidades de abordar el fenómeno de la comunicación desde una mirada diferente que, conociendo el trasegar de los modelos tradicionales sobre lo que se ha denominado “ciencia de la comunicación o de la información”, cuestione y ponga en sospecha las estructuras y fundamentos bajo las cuales, lenguaje y realidad han sido condicionados por las lógicas científicas; lógicas que imponen una claridad, una veracidad, una objetividad como ética comunicativa de un sujeto reificado en el laboratorio de la academia, de un saber fosilizado en las jerarquías lingüísticas, anclados todos ellos: lenguaje, realidad, sujeto y saber, al constructo de un proyecto humano 1 Comunicadora Social y Periodista. Profesora del Área de Formación Básica y Disciplinar del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. mariandreago@ hotmail.com

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progresivo, lineal, gramatical, tecnocrático de la sociedad. Discurso legitimador de un poder dominante y de una mirada calculada, fría y distante de la vida humana y sus múltiples posibilidades de ser, darse y transformarse en el mundo desde el lenguaje y la cultura. Los modelos representacionales de las ciencias humanas tradicionales encuentran su mitin en las nuevas tecnologías de la información, que tras el telos de las formas realistas, figurativas de una sola realidad y de una sola historia, la historia unitaria de la ciencia moderna, publicitan la imagen exacta del mundo, la imagen científica del sujeto universal ideal. Las mismas tecnologías de la comunicación avanzan gracias a las fórmulas políticas y estratégicas que militares y gobiernos han impuesto para el acecho y la totalización, para el dominio y para la guerra, de la cual somos nosotros sus herederos más cómplices y cercanos, pues trabajamos con sus mismas armas de propagación, legitimando todas las otras formas de violencia implícitas en el discurso de la unidad, de la integración y el concilio. Desde este origen, se estima oportuna una revisión hermenéutica al saber de la comunicación hoy, no tanto en la lógica de las ciencias sociales tradicionales, humanistas y humanitarias, sino como escenario de conocimiento, de convergencia entre saberes y experiencias sociales, comunitarias, culturales,

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Hermenéutica y comunicación urbanas, creativas, humanas; todas ellas al fin y al cabo, formas vivas de la comunicación y de sus procesos urgentes de transformación y cambio.

ve confinado por tener que servir a las adecuaciones normativas de una sola verdad en el marco diferenciado del entendimiento racional.

El camino de reflexión lo abrieron Adorno (2009) a partir de la Teoría Crítica de la sociedad y la propuesta de razón comunicativa (Habermas, 1985) como ideal integrador en el progresivo desarrollo de la modernidad. Tales discursos, amparados aún en los ideales hegelianos de identidad, semejanza y reconciliación, bajo los cuales se devela cómo el lenguaje sirve, o bien para normatizar un estado de realidad por adecuación, o para establecer los acuerdos políticos bajo los cuales se rige un estatuto de poder, son rebatidos por pensadores que ven dentro de estas teorías de la transparencia algunas disonancias que no permiten abordar el fenómeno del entendimiento comunicativo en su compleja conformación y desarrollo.

Será tarea de la comunicación comprender cómo su saber y su práctica, ligadas estrechamente con el uso y la manipulación de las tecnologías de la información, se han revertido en el espacio de las grandes configuraciones de los modelos de sociedad, acechando sin medida hasta los espacios más íntimos y personales de los sujetos y grupos que la conforman. Ha sido responsabilidad de las ciencias humanas y sociales objetivar el conocimiento y cosificar lo humano, sirviendo de vehículo al crecimiento de las irrefrenables economías de mercado; en eso consiste su positividad, en su capacidad de aislar los hechos humanos como si fueran naturales, para fortalecer las lógicas de una razón instrumental al servicio de los poderes transnacionales del comercio con la vida.

La crítica y la sospecha hermenéutica (Vattimo, 1991) van de la mano con una multiplicidad de argumentos que intentan y ensayan disponer, no una nueva teoría de la comunicación a la manera de una ley física o una fórmula establecida y totalizante, sino por el contrario, un camino que amplíe la mirada y el abordaje sobre lo que se presenta hoy como un contexto social difuso en el cual los ideales de una comunidad ilimitada por vías de la comunicación se evidencian irrealizables. Un saber comunicativo y no una ciencia de la comunicación, reconoce la incomodidad a la que se

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Gramáticas del poder Estructuralismo, funcionalismo, lingüística están en los confines de la cientificidad, en la seguridad de la certeza de un método unitario para todas las ciencias sociales y humanas; ya Raymond William (1965) y Michelle Mattelart (1982) advierten cómo, tanto los conceptos como los modelos sobre los que se han basado estas teorías, han sido acuñados por una “cultura superior” que no resulta ser más que una élite de científicos y

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Comunicación y humanidades políticos sociales que, en busca de un gran público final, intentan moldear lo que ellos mismos denominan una sociedad de masas, a lo que la comunicación de masas corresponde con sus prácticas y estudios de efectos y recepción. El mismo ideal de la comunidad ilimitada de Apel y Habermas es sin duda un modelo basado en el de la comunidad de los investigadores y científicos a los que hacía referencia Pierce (1974) al hablar de socialismo lógico. Todas estas corrientes y teorías encontraron su auge luego de que la segunda guerra mundial trajera consigo el perfeccionamiento en los aparatos informáticos necesarios para su despliegue; con ello fortalecieron los enfoques tecnológicos del comportamiento humano, a la vez que constituyeron los principios conceptuales de las ciencias humanas, bajo la influencia política de un poder autoritario y manipulador relacionado con las sociedades capitalista más avanzadas, que miden su desarrollo a través de las tecnologías de información de las que disponen (McLuhan: “la aldea global”) conformándose así, una esfera tecnocrática de burócratas propietarios de la ciencia y la técnica instalados en el poder. Varios son los ideales que presuponen la creencia en un gran sujeto universal que puede consolidarse por medio de la razón científica que lo precede bajo las formas de la comunicación social y sus soportes tecnológicos. Ya la conocida fórmula emisor-canal-mensaje-receptor se ofrecía como el esquema exacto desde el cual capturar una sincronía que permitiera excluir los problemas del intercambio de información, eliminando la ambigüedad y aumentando la cuantificación económica de los servicios ofrecidos por la compañía telefónica que impulsó la utilización del esquema propuesto por Shannon y Weaver (1981). Teoría que

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tiene su origen en las matemáticas y que se convirtió en lugar común y obligado para los estudios en comunicaciones. Las revoluciones industriales y massmediáticas pronto se convertirían en las circunstancias predominantes para instaurar una lógica comunicacional proveniente de un modelo cuantitativo: transmitir el máximo de información con el mínimo de unidades (palabras o códigos) evitando al máximo los niveles de “ruido”, es decir, borrando todo “obstáculo” en el envío y llegada del mensaje. De esta manera, el ideal normativo de la transparencia rige para todos los procesos de transmisión lingüística, donde la progresividad, la continuidad ininterrumpida del lenguaje y la historia, coinciden con el ideal moderno del progreso y el ascenso de las sociedades de la comunicación ilimitada de Habermas, sociedad de la comunicación generalizada, infinita, continua. Vattimo (1996) advierte sobre la confusión entre comunicación y massmediación que entraña este ideal normativo, a la vez, que desenmascara la estrategia de sustentar un sujeto universal y una verdad absoluta tras la consolidación de una gran comunidad de interlocutores hablantes, donde toda diferencia y conflicto debe ser resuelta por vía comunicativa. Este ideal político del acuerdo y el consenso busca eliminar lo distinto, entendido como “obstáculo” que no permite la veracidad en el lenguaje, ni la transparencia en la comunicación. La transparencia como ideal implica una actitud de tipo científico; es decir, el sujeto debe actuar objetivamente sin permitir que nada se interponga entre su razón y los hechos reales. Momento en que la comunidad de la comunicación, que constituye el sujeto trascendental de la ciencia, se convierte al mismo tiempo en el objeto de manipulación

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Hermenéutica y comunicación científica: sujeto absoluto, positivo, que demuestra la verdad de la ciencia. El despliegue de la sociedad moderna en sus aspectos comunicativos constata la “positividad” a la que se ha volcado el conocimiento humano. Asistimos hoy a la conformación de una sociedad de la comunicación generalizada, determinada por las tecnologías de la información y por el auge de las ciencias humanas, intensificadas al interior de su mismo desarrollo técnico y científico. El ideal social de la modernidad, reflejado en la utopía de la transparencia, señala el papel que tales ciencias, desde la psicología hasta la antropología, tienen en la constitución de un saber objetivo que permita universalizar un ideal normativo concentrado en las formas informáticas de la comunicación, pero sobre todo, en el allanamiento de su herramienta principal: el lenguaje. De esta manera, ser consciente de sí mismo, la autoconciencia social, la del sujeto universal, implica mantener un principio de realidad donde entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, haya una coherencia tal que no de cabida ni al error ni al azar (o lo que sería la “opacidad”, el “obstáculo”, el “ruido” que hacen que la comunicación sea imperfecta). Adecuación del lenguaje y de la realidad conforme a los caprichos de la mente, a las exigencias de la razón. Tal ideal asigna tanto a la comunicación social como a las ciencias humanas un carácter no sólo instrumental, sino de alguna manera, final y sustancial. Así, las ciencias humanas o sociales son la condición positiva que haría posible una autoconciencia social. Hacia esta dirección apunta el ideal normativo de Pierce cuando dice que todo acto lingüístico se desarrolla siempre en el horizonte de una comunidad ideal

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de dialogantes que exige una veracidad del lenguaje para que haya consenso sin disonancias. Alimentadas por las matemáticas, la Teoría de la Información hace un uso racionalista de la palabra en tanto código numérico, palabra que en el universo científico se remite al lenguaje de la prueba y la fundamentación: principio único, claro, evidente y distinto. Teoría que hace del mundo y del hombre mismo algo calculable y dominable al saber científico tradicional. Objetos de saber: cosas. La linealidad a la que corresponde una gramática moderna, que viene en su decurso histórico de la tradición oral y escrita de la educación ilustrada de occidente, ha marcado los lineamientos que rigen el dominio sobre el conocimiento de las sociedades modernas desde hace algo más de 250 años. Las ciencias sociales y humanas, que han laborado sus principios, han correspondido siempre a un sistema de poder que rige los lenguajes para su entendimiento, difusión y adopción en una interiorización trascendental = la autoconciencia Hegeliana.

Debilitamiento de las fórmulas racionales Si el lenguaje es algo que más allá de la lengua, comprenderíamos cómo los sistemas lingüísticos gramaticales, impuestos desde la ciencia occidental, en cuanto “imagen exacta del mundo”, chocan cultural y simbólicamente con los propios de otras latitudes como las nuestras, donde reproducimos parte de su misma lengua (impregnada violentamente) y quizás su misma forma de difundirla; pero no, su misma manera de asumirla, de entenderla, ni de recrearla, agotándose una cerrada estructura lingüística que no puede ponerse al plano de lo real-social y menos, de

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Comunicación y humanidades situaciones culturales complejas donde la técnica, la racionalidad y lo humano se entremezclan en una ironía social desestabilizante. “La diferencia entre las lenguas no es de sonidos o de signos sino de perspectivas cósmicas o visiones del mundo” (Garroni, p. 36). Las gramáticas textuales ceñidas al habla y a la escritura racional-conceptual, se agotan en sus estructuras sistémicas de lectura frente a una realidad social atravesada por una profunda tradición mítica-poética y simbólica que despierta frente al escenario global que la circunda. Y aunque tanto la lingüística como la semiótica parten de la interpretación, su criterio de arquitectura del lenguaje no les permite rebasar su análisis más que en un tipo de datos y de competencias del habla, como una taxonomía del lenguaje. Tales disciplinas se valen del valor idiomático de la lengua a la que se le puede atribuir cierta organización gramatical, sígnica que la hace tangible, reduciendo la experiencia del lenguaje sólo a un sistema, a una categorización que relaciona objetos entre sí gracias a un enunciado. Reducción del fenómeno del lenguaje sólo a una función de su expresión: el habla y su organización en un conjunto de reglas que son extrapoladas a la escritura. Así, todo lenguaje debe ser susceptible de leerse bajo los códigos de sus elementos materiales dados por la comunidad idiomática de una lengua determinada. Pero no es esta materialidad la que constituye el sentido del lenguaje y menos la que da expresión humana a la vida cotidiana; su capacidad de ser sensible y espontáneo lo dota de un simbolismo que rebasa la mera experiencia práctica y autoconsciente a la que se ve supeditada por tener que ser el objeto de entendimiento de un proyecto social y

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político global. Se podría comprender entonces el giro que dio paso a la semiótica para flexibilizar la disciplina y poner el acento en el sujeto de la enunciación, concesión de la misma lingüística para tratar de ponerse a tono con las transformaciones sociales que le asechaban. Aún hoy, la disciplina semiótica persigue su cientificidad de manera laboriosa, pero sin quererse salir del concepto asegurado de su propio método y verdad. Si el lenguaje es una creación social humana, no tiene por qué reproducirse bajo los códigos de una realidad impuesta como representación verosímil de una presunta verdad; mucho menos debe enclaustrar al lenguaje bajo normatividades de la palabra, ley y norma de la ciencia. La palabra, el lenguaje, o como diría Heidegger “la casa del ser”, no puede perder su sentido simbólico ni su sentido y condición humana para crear y re-crear la realidad social a la que pertenece a través de su expresión; es decir, la del espacio y el tiempo del hombre y de la mujer reales, concretos, de la vivencia cotidiana, de la experiencia ordinaria, trivial, cómica o trágica de la vida humana y de la cultura que la constituye. El panorama tecnológico ante el cual se enfrentan las sociedades actuales, nos pone frente a fenómenos expresivos que desbordan las linealidades a las que se adecuan las producciones comunicativas con sus lógicas violentas de realismo, representación y verosimilitud. Las tecnologías de la imagen son el producto revolucionario por excelencia de la ciencia informática, y ellas, más que subordinar las subjetividades a una racionalidad tipificada en parámetros hereditarios e idiomáticos, se suma a la gama de herramientas con la que se expresan las múltiples voces que reconstruyen los senderos culturales con sus propias

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imágenes y realidades, como resultado de las reconfiguraciones sociales que los nuevos aparatos han dispuesto dentro de los espectros e imaginarios de unas nuevas relaciones entre el saber, el conocer y el pensar contemporáneo.

Subjetividades estéticas El mundo de las imágenes al que nos vemos abocados, no habla en sentido literal a la manera de los discursos articulados, se proyecta mejor a la manera de una nueva visibilidad en tanto compresión; visiones del mundo que son resignificadas en relatos y narraciones que no tienen la obligación de dar cuenta de una realidad objetivada por su inmediatez, escritura hermenéutica que no busca la verdad de la ciencia por una imitación del exterior como método para elaborar datos observa- b l e s que delimiten sus hipótesis frente a supuestos hechos, que en su análisis verbal se quedan en la obviedad. El trabajo interpretativo de la visión, implica descubrir territorios de significación desconocidos, singularidades ocultas, experiencias concretas no reducibles a meras codificaciones lingüísticas, como lo dice Emilio Garroni (1981, p.37). Christian Metz (1981) en su reflexión sobre el lenguaje cinematográfico nos dice

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que el único lenguaje en sentido propio es el lenguaje hablado, y que por ello, la expresión lenguaje cinematográfico es una metáfora que intenta designar semejanzas y diferencias entre la expresión cinematográfica y el lenguaje verbal; aun así, el uso de la metáfora designa un sentido simbólico que sólo puede ser traducido en el pensamiento y en l a e x presión humana, en el lenguaje en cuanto creación abierta a todas sus posibilidades de exteriorización y creación determinadas por el sujeto y su historia. “Todo nombre es una transferencia metafórica, una manera indirecta de describir las palabras y las cosas… ideas imaginarias que lo representan a manera de conceptos…Si el lenguaje nombra la realidad no es para compararla ni para enunciarla, sino para crearla” (Casirer, 1996, p. 51). Ante un nuevo escenario protagonizado por estos avances, sus usos alternos y reconfiguraciones sociales contribuyen a la desmonopolización del dominio de la verdad científica, que según Vattimo

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Comunicación y humanidades pone al discurso dominante en los vaivenes de una supuesta realidad social y cultural. Crisis de la imagen tecno-científica del mundo; es decir, derrumbamiento de los ideales comunicativos, de la transparencia en la evidencia de la opacidad, del sentido afectivo y no efectivo del lenguaje. La función social del lenguaje es la de expresar sentimientos y pensamientos humanos que puedan ser intercambiados y transformados en la interacción que funda imaginarios colectivos y metafóricos, y no la de imponer una forma de vida y entendimiento intersubjetivo mediado por los intereses de una élite dogmática y acomodada en las fórmulas del conocimiento y el poder burocrático de la ley y la norma = lógica de relación entre quien manda y quien obedece. Por el contrario, nombrar el mundo es crear un universo de sentido común sin jerarquías de dominación y control. La palabra trasciende en la imagen su función de sonido=concepto y potencia su dimensión simbólica, remitiendo su sentido a sus orígenes metafóricos, donde el mito y la poesía organizaban los sentimientos y los pensamientos con los que se fundan realidades posibles, imaginadas. Los imaginarios simbólicos del mundo son los que generan la red de sentidos que permiten el reconocimiento de una colectividad, y por lo tanto las bases para la transformación social y cultural. La comunicación, como proceso social, se articula sobre la dinámica de las narraciones donde, según Silva, se integra el habla, el gesto, la mirada, el espacio interpersonal, la proxémica y el contexto, dando cuenta de entornos comunicativos en los cuales se produce el sentido y el diálogo social, sin dejar de evidenciar la fractura del ser humano y las heridas que la razón instrumental ponen al descubierto sobre un cuerpo, hasta ahora, vuelto a su lugar.

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Una hermenéutica de las imágenes del mundo posible, desde una disyunción interpretativa, permite desplegar la posibilidad creativa del lenguaje para potenciar la simbología sobre una realidad propia que se va construyendo en medio de un contexto social donde el metarrelato de la realidad, de la verdad y de la historia, está puesto en cuestión gracias a la diversidad de los lenguajes como consecuencia de la explosión de la realidad en el expandirse de los aparatos y las imágenes que los soportan. Silva expone cómo el desafío para las ciencias sociales se inscribe dentro del estallido de las fronteras y los contornos difusos; cambios que atraviesan el desorden, la vida urbana y el desajuste entre identidades, territorios, sensibilidades, creencias y comportamientos. En esta medida, Derrida (1991) percibe la comunicación en una función que va más allá del transporte de una información o un saber, sino que busca entablar ciertas relaciones que aparecen con otras posibles finalidades en el plano de los sentidos, de lo sensorial, de lo corporal, pero también en el plano de lo simbólico y lo imaginario. Lugares para el relato menor, para la subjetividad. Los mismos movimientos sociales aparecen bajo la construcción de relatos que asocian intereses de reivindicación común, donde la democracia se produce de manera directa: mujeres, etnias, homosexuales, colectivos y grupos urbanos, en la búsqueda de una alternativa a las formas hegemónicas y la legitimación de su intervención activa como actores sociales muy diversos de un proceso de comunicación humano con la necesidad de reconocer en el otro un problema decisivo para su saber. En este nuevo sistema de valores, las perspectivas subjetivas del mundo se traducen a manera de “visiones” o “fabulaciones”

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Hermenéutica y comunicación en la medida en que no hay hechos sino interpretaciones; esto es a lo que Nietszche (1999) llamó “realidad del mundo”. Tematizar el contexto de las múltiples fabulaciones es precisamente la tarea y el significado de las ciencias humanas, diría Vattimo. Las narraciones son producciones simbólicas históricas; es decir, están situadas dentro de coordenadas sociales que las presentan explícitamente en su carácter de relato plural, transformadas como elementos de liberación ante la rigidez de los metarrelatos que condicionan las singularidades y las diferencias humanas, asumiendo distintos modos de comprendernos y representarnos desde la especificidad de las culturas, los géneros y los diferentes lenguajes como manifestaciones del universo de la subjetividad. La experiencia estética en su relación con el entendimiento comunicativo (Honneth, 2009) abre el espectro de los referentes y los puntos de vista hacia otras formas de lo realposible, ofreciendo una validez empírica no equiparable al posicionamiento racional en el habla discursiva, sino que, en su capacidad de producir conocimientos, abre nuestra relación con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea mediante la vivencia e interpretación de tales experiencias. Estas narraciones producto de las manifestaciones de las subjetividades y

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el choque cultural que las atraviesa, proponen un telos escénico, un telos de coexistencia que critica el telos rígido, unívoco, intencional y naturalizado como verdadero de las teorías idealistas y de las ciencias del espíritu. En vez de una proxémica identitaria, transparente entre los seres, la interpretación de tales narraciones y experiencias, da como resultado la puesta en obra de universos colectivos que se entrecruzan por el paso desestabilizante de la creación, de la invención de mundos y realidades que se comparten colectivamente, y se cuentan, no a la manera natural del mito, sino como construcciones sociales históricas que se transforman en referentes distintos de realidad, en aperturas de miradas locales mínimas; micro-relatos que desde la hermenéutica ponen en evidencia los errores sociales de la propuesta moderna, altamente benéfica para el conocimiento científico y la economía global, pero insuficiente en sus alcances para cubrir la deuda social del estado, de la empresa y del capital burgués. La tarea para nosotros se presenta ardua, aunque más allá de las teorías y las discusiones académicas, la emergencia por la expresión social desborda los análisis y desde cierta marginalidad legitima lenguajes construidos en la opacidad, la diferencia y el renacer de la sensibilidad corporal de los sujetos y la urbe.

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Comunicación y humanidades Referencias bibliográficas Adorno, T. y Horkheimer, M. (2009). Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid, España: Trotta Editorial. Cassirer, E. (1996). Antropología de las formas simbólicas. México, México: Fondo de Cultura Económica. Derrida, J. (1991). La Torre de Babel. Madrid, España: Cátedra. Garroni, E. (1981). Los lenguajes no verbales. Barcelona, España: Fontanella. Habermas, J. (1985). Teoría de la acción comunicativa. Madrid, España: Taurus. Honnet, A. (2009). Patologías de la razón. Buenos Aires, Argentina: Katz Editores. Mattelart, M. (1982). Tecnología, cultura y comunicación. Barcelona, España: Mitre.

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Metz, C. (1981). Cine y Lenguaje. Barcelona, España: Fontanella. Nietzsche, F. (1999). Estética y teoría de las artes. Madrid, España: Tecnos. Peirce, C. (1974). La ciencia de la semiótica. Buenos Aires, Argentina: Nueva visión. Shannon, C. y Weaver, W. (1981). Teoría matemática de la comunicación. Madrid, España: Forja. Vattimo, G. (1991). Ética de la interpretación. Barcelona, España: Paidós. Vattimo, G. (1996). Las sociedades transparentes. Barcelona, España: Paidós. William, R. (1965). Cultura. Sociología de la comunicación y del arte. Barcelona, España: Paidós.

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Fotografía y cultura digital

Implicaciones epistemológicas de la fotografía y su influencia como dispositivo panóptico en la cultura digital Andrés Uriel Pérez Vallejo1

Introducción Los principales estados de convergencia de la fotografía como generadora y transformadora del conocimiento se ven en el análisis de su aplicabilidad en la comunicación visual. Por tal razón se toman dos líneas principales de estudio. Primero, una dirigida a sus implicaciones epistemológicas, en la cual se articula la fotografía como un dispositivo que analiza, describe e interpreta. Otra, dirigida a su condición panóptica, siguiendo a Foucault (1976)2: se reconoce en la fotografía como dispositivo que vigila, democratiza y denuncia; y al mismo tiempo arraiga características para el ejercicio del poder.

La fotografía entendida desde una teoría del conocimiento (episteme), se promueve en la circunstancia de verla y entenderla como agente generador de nuevos conocimientos. Lugar de donde se desprenden dos vertientes fundamentales para su análisis: su posibilidad científica y acientífica en términos de Villafañe y Minguez (1996, p. 17)3. Científica por su implicación como herramienta de experimentación y verificación, y acientífica por su implicación directa con las ciencias humanas, especialmente con el arte y el diseño. Así, se abre un análisis a la interdisciplinariedad de la fotografía, a su manipulación como potencial heurístico en la comunicación visual, a su convergencia en el diseño y arte, y a la simulación que permite en la imagen digital.

1 Maestro en artes plásticas. Profesor del Área de Lenguaje Audiovisual del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. Profesor del Departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Caldas. andresuriel7@yahoo.com

La funcionalidad panóptica de la fotografía, generada principalmente por la evolución de la observación, se da en su incorporación como instrumento de control y vigilancia. Asimismo, el retrato

2 A través del análisis de los espacios arquitectónicos, diseñados por Bentham, se categoriza una nueva perspectiva social de la época que evidencia la funcionalidad y la estrategia del Estado para controlar y ejercer poder en los cuerpos sociales.

3 Este concepto hace referencia a las ciencias humanas como parte de las ciencias de la cultura, a las que corresponde la interpretación, en contraste con lo científico que le corresponde la observación.

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Comunicación y humanidades fotográfico según Freund (2006)4 se convierte en un principio democratizador de la experiencia visual y, por tanto, de distinción social. La fotografía, a través de las problemáticas de género y una reconocida sostenibilidad ambiental5, se presenta como un recurso para la crítica y la denuncia. En últimas se defiende que la fotografía es una pieza que trasforma la historia por medio del conocimiento y el poder, que se expande en las posibilidades de interacción en el ciberespacio y en los albores, en palabras de Lister (1997, p. 14), de una era posbiológica. De este modo, se reconocen los fundamentos de la expansión de la mirada en la cultura digital.

inestabilidad conceptual en la naturaleza de una imagen. En esta medida, la filosofía del conocimiento establece una lógica y una epistemología de los conceptos. La lógica conceptual que tiene dos partes: la sintaxis, orientada al estudio de la estructura, y la semántica, que se ocupa de la connotación de los conceptos y de su denotación. La epistemología de los conceptos, por su parte, se ocupa de la función que éstos cumplen en el proceso del conocimiento, y es aquí donde se evidencia el problema al que nos referimos, ya que de nada sirve contar con un gran número de conceptos respecto a la imagen si estos:

La fotografía como dispositivo. Fundamento epistemológico

a. No están internamente jerarquizados.

La fotografía nace y se desarrolla en una continua pretensión epistemológica por conocer y manipular el funcionamiento de lo real. Villafañe y Mínguez (1996), a través de una teoría general de la imagen, describen cinco exigencias del método científico para que los conceptos sean eficaces en el desarrollo de una teoría, y son estas mismas las que crean

d. No se han formulado con el suficiente grado de abstracción.

b. No aclaran sus relaciones de dependencia. c. No están conectados entre sí.

4 Este autor menciona que el retrato fotográfico corresponde a una fase particular de la evolución social: el ascenso de amplias capas de la sociedad hacia un mayor significado político y social. 5 La fotografía como documento social de crítica y denuncia permite explorar un sinfín de significados sobre el concepto de género, por lo que arguye Scott, que través de las diferencias entre sexos se crean en la sociedad símbolos culturalmente disponibles que evocan representaciones.

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Fotografía y cultura digital e. No se refieren a propiedades fundamentales u originarias que puedan dar razón del mayor número de propiedades derivadas. Si se enfrentara la imagen fotográfica a estas condiciones, seguro se entraría en una compleja y dificultosa definición científica, en palabras de Mínguez y Villafañe: “Conviene establecer el mapa de dependencia científica de la teoría de la imagen, sobre todo para poder abordar a continuación la cuestión de los límites interdisciplinares” (1996, p.20). La fotografía constituye una herramienta que entra a revalorar las disciplinas, y es en esta estancia donde la cuestión es imprecisa, no se ha podido definir dónde termina la teoría. Por tanto, su pretensión epistemológica, su heurística teórica, apunta a la creación de conocimiento nuevo, que se da en la potenciación y en la intrincación interdisciplinar. Lugar para entender que la fotografía funciona como base teórica de todo cuestionamiento técnico y conceptual de la imagen visual.

De esta manera, es como se desprenden dos causales que impregnan este discurso. Una epistemología de la fotografía científica y una no científica que tiene su principal dominio en las ciencias humanas, lugar de donde se desprenden procesos socioculturales, estéticos y visuales.

Convergencia de la fotografía en el diseño y el arte La fotografía como dispositivo de creación se convierte en un potente recurso estético que transforma el desarrollo del arte y el diseño. A través de técnicas de manipulación de la imagen fotográfica nace el collage a finales del siglo XIX y se consolida con los cubistas en el siglo XX. El fotomontaje y la manipulación aparecen en el ámbito artístico y al mismo tiempo se incorpora en el diseño gráfico y la publicidad. La manipulación se convierte en un potente recurso expresivo que media en su aplicación al diseño y el arte, por lo que es aceptada como medio de producción en el desarrollo estético y comercial. Si bien aquí la fotografía es presentada como medio creativo que emancipa la mirada desde su función en diferentes disciplinas, éstas reaccionan a sus posibilidades de representación. Desde un ámbito publicitario Raúl Eguizábal menciona que “…en la publicidad se funden las grandes corrientes de la fotografía documental, de modas y artística. Información, pero también seducción y, en los mejores casos, inspiración” (2001, p.11). El diseño se presenta aquí en la función de diferentes disciplinas que se mueven entre lo informativo y estético. Estas posibilidades de correspondencia visual entre las disciplinas y el adelanto

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Comunicación y humanidades tecnológico se hacen más amplias en el aspecto de lo mediático, donde la miniaturización y la multiplicación de las máquinas hacen más versátil el control de la información visual. Machado, argumenta que la fotografía se encuentra en un estado continuo de expansión en el aumento de sus posibilidades expresivas y en su conceptualización teórica (2007, p.117). Esto gracias a la incorporación de cámaras digitales y software del procesamiento. Machado propone aquí la fotografía como un encuentro entre las posibilidades creativas y heurísticas. Así su idea es que la fotografía, al sufrir estas consecuencias de expansión y al estar inserta en las disciplinas del diseño y el arte, hace que se explore en sus mismas consecuencias investigativas y productivas.

La fotografía en la cultura digital Potencia e información, son dos factores en donde la electrónica ha conducido la imagen fotográfica por un camino infinitamente explorable. De esta forma, el mundo real se relaciona y se interconecta con el mundo virtual, dando lugar a un nuevo modo de fluir en la sociedad actual. Las tecnologías de la imagen toman un rumbo diferente en estos espacios electrónicos, pues en una revolución visual, usuarios y consumidores, buscan la inmaterialidad de la imagen. La fotografía pensada a través de una cultura digital explora nuevas posibilidades de comprender la realidad y en consecuencia propone otras formas de asumirla. Ordenadores y usuarios, hardware y software, interfaces cada vez más interactivas suplen los deseos de la simulación en el ciberespacio.

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Edward Barret lo describe así: El ordenador es un ángel de la historia. Lo textualiza todo, reduce el multimedia al unimedia, una corriente bits colapso de espacio y tiempo. El ordenador clasifica y categoriza, duplica y trasmite este texto unidimensional, da forma, filtra y contextualiza cualquier cosa que pueda ser grabada y reflejada. Cada contextualización implica una narrativa, una historia, una interpretación. El ordenador es lenguaje: encarna y modula nuestro pensamiento. A través suyo hablamos con nosotros mismos y con los otros (1997, p.22). Ante tales consecuencias, en una cultura digitalizada, se somete a lo que Kevin Robins (1997), llamaría “La muerte de la fotografía”. No es difícil pensar que el paso de la fotografía a la posfotografía está mediado por el revalúo que sufre la imagen en su cambio de condición química a la digital. La imagen fija se simula diferente al verla en la pantalla electrónica, recodificada numéricamente fluye entre archivos, entre software y hardware, y más allá, en el ciberespacio, puede ser vista, copiada y manipulada por otros usuarios.

La fotografía y los dispositivos de control social Foucault dedica parte de su obra al análisis histórico de la criminología y el derecho en los sistemas penales y carcelarios, para mostrar un panorama de los cambios y reformas de una sociedad industrial, y concluye que los cambios de los sistemas carcelarios pertenecen, al mismo tiempo, a las transformaciones

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Fotografía y cultura digital de una sociedad democrática naciente. Asimismo, a través del análisis de la obra arquitectónica de Bentham contempla todo un acoplamiento de una sociedad que se transforma y se somete a un dispositivo que busca la perfección del poder. La arquitectura de Bentham cambia todos los sistemas de control en las cárceles, hospitales e instituciones en donde su configuración espacial de vigilancia permite el control absoluto del poder. Es un dispositivo que transforma el modo de ver y ordenar la mirada, un mecanismo que vigila y castiga, informa y advierte, como circunstancias que garantizan el funcionamiento automático del poder. El Panóptico de Bentham, según Foucault, es la figura arquitectónica de la composición de la sociedad restrictiva, controladora, atrás enunciada. Ella se fundamenta en el conocido principio arquitectónico del autor: en la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tienen dos ventanas, una que da al interior, correspondiente a las ventanas de la torre, y la otra que da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una parte a otra. Basta entonces con situar a un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un escolar. Por efecto de la contraluz, se puede percibir desde la torre, recortándose perfectamente sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas en las celdas de la periferia (Foucault, 1976, p. 200). En esta medida, John Tagg en El peso de la representación advierte que Foucault ve este principio como la matriz central, de la que se derivan los procesos con-

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cretos de la formación científico-jurídica actual. Ahora bien, la Europa de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX propone nuevos discursos de control y poder, herramientas que a partir de la instauración de la fotografía funcionan como dispositivos que automatizan y ejercen valores de control en los aparatos del Estado y poder que configuran los mecanismos ópticos de vigilancia. La fotografía se acopla perfectamente al razonamiento de Bentham en hallar una configuración espacial capaz de ejercer control. En el panorama actual, la fotografía se encuentra en una oleada tecnológicamente incesante. El paso de la fotografía química a la imagen digital afecta el significado del cambio cultural y tecnológico; representación que se expande hacia una cultura digital que presupone la muerte de la fotografía y la entrada a una era tecnológica de los medios y los hipermedios. En esta compleja hiperrealidad de la simulación virtual, la imagen fotográfica se nutre de representaciones a través de dispositivos móviles multimedia, cámaras compactas, profesionales, satélites de observación espacial de alta resolución. El control de la sociedad se ve afectado por el efecto panóptico y retórico de la imagen que explora la expansión de la mirada en la cultura digital.

Retrato fotográfico, principio democratizador de la experiencia visual La democratización y el orden que busca el bienestar social a través del nacimiento del capitalismo burgués, se convierten

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Comunicación y humanidades en el contexto que idealiza la fotografía como un dispositivo, un medio automático de reproducción visual que evoluciona para hacer mutar el retrato en una variable de distinción, para instaurarse como signo de reconocimiento fisiológico. Otra variable es el abaratamiento sustancial del retrato dado por los adelantos de procesos técnicos de la fotografía. Estas variables hacen que la fotografía y el retrato se acondicionen a una etapa de la revolución humana afectada por el contexto político, científico y social. Por estos aspectos es posible analizar tres enfoques fundamentales que unen la fotografía y el retrato para su efecto democratizador: 1. La representación. 2. El reconocimiento. 3. El concepto de temporalidad. 1. La representación permite un principio de interacción entre el referente y su imagen, la simulación de una condición analógica a la realidad, pues éstos adquieren un consenso utilitario que sólo es posible a través de un común acuerdo en la experiencia visual. La representación varía según su uso científico, documental, estético. 2. El reconocimiento contextualiza y permite entrar en el signo fotográfico para ser decodificado. Constituye la experiencia a través de su interpretación. Mientras el retrato fotográfico se convierte en un fenómeno de distinción individual ante el colectivo, el reconocimiento se contextualiza en la posibilidad de la fotografía de cristalizar el movimiento facial. La expresión facial, los rasgos y su vulgarización a través de la imagen fotográfica son los elementos que otorga el rostro para explorar sus infinitas posibilidades. Es aquí donde el retrato busca un orden de interpretación a través de la expe-

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riencia visual. La distinción que produce el retrato fotográfico ante la masa social hace que se convierta en un recurso de ordenamiento. 3. La temporalidad entrega la posibilidad de que el individuo tenga un sentimiento de permanencia para ser parte de la historia. En esta medida, el afán de prevalecer en el tiempo se hace claro cuando la fotografía logra representar a ese sujeto para resignificar y recontextualizar al individuo en el colectivo social; poder que la convierte en un medio capaz de unir a la humanidad para articular sus experiencias visuales en un solo lenguaje: la retórica visual. La representación y el reconocimiento del rostro en el retrato, permiten globalizar la idea del ser ante el mundo; mostrar el efecto cronológico del tiempo e inmortalizar las experiencias. Tagg argumenta que el retrato es un signo cuya finalidad es la descripción de un individuo como la inscripción de una identidad social “… pero al mismo tiempo, es una mercancía, un lujo, un adorno, cuya propiedad en sí misma confiere una posición” (2005, p.53).

Fotografía y activismo: nuevas estéticas y posibilidades de ver el mundo Determinados usos y prácticas de las nuevas tecnologías impulsan una mayor capacidad de los grupos activistas de todo el mundo a la hora de difundir información, convocar actividades y organizar estrategias (Marzo, 2006, p.9). La imagen fotográfica, el activismo, el género y la vulnerabilidad del cuerpo

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Fotografía y cultura digital frente a la sociedad son quizá los aspectos más generalizados en las últimas dos décadas en el desarrollo del lenguaje visual. La fotografía es usada como medio de crítica a la sociedad postindustrial. Su posibilidad creativa se activa en su propia detracción en la que la violencia del género y los problemas ambientales son los factores más sobresalientes. Sus medios de interacción en periódicos, revistas y noticieros televisivos son sustituidos por las posibilidades de interacción entre el ordenador y la red. La denuncia ya no es manipulada por las grandes cadenas políticas y comerciales. Por lo que a través de las redes y comunidades virtuales se propaga la información, la denuncia y la crítica de la sociedad se convierte en un recurso diferenciador de condiciones. Según Marzo: “El acceso que proporciona Internet a la multiplicidad informativa y organizativa ha facilitado nuevos recursos a la hora de negociar una idea determinada de lo real” (2006, p.10). La realidad se democratiza en las posibilidades de la red. La fotografía expande sus posibilidades hacia la crítica social. Marzo (2006) dice que: El activismo nace más de lo que habitualmente se piensa de la necesidad de articular mecanismos de autogestión y redes de socialización política que respondan a las ver-

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daderas necesidades de una comunidad, de una sociedad determinada, con lo que de flexibilidad y de adaptación conlleva eso, pues, aunque a muchos les pese, las sociedades son contingentes y se negocian constantemente. La fotografía se convierte en un dispositivo que pone en cuestión la realidad e intenta su renovación. El debate de lo real se da por las posibilidades de proliferación de la imagen, y los fotógrafos buscan la legitimación de la verdad y la denuncia, como agente crítico de las experiencias sobre el debate de lo real y lo objetivo concepto que es discutido por Marzo:

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Comunicación y humanidades “Muchas prácticas activistas han mostrado sin tapujos la necesidad de subvertir las jerarquías que modelan los valores referenciales, no solamente en el sentido de reconstruir el discurso vertical de la sanción social de lo “verdadero” que aún sigue imperando en los discursos institucionales, sino en su alusión a la urgencia de reconstruir el marco, el contexto en el que las imágenes cobran protagonismo social o político” (2006, p.13).

Conclusiones La cámara fotográfica y sus imágenes son el producto de una expansión mecánica del ojo, porque se han desarrollado junto a una sociedad industrializada que encuentra en su utilidad y significado la necesidad de emular lo material en la imagen. Su posibilidad automática de captura permite ser una herramienta eficaz de registro y verificación del comportamiento humano. El rostro y su fotografía son tal vez unas de las categorías expresivas, generales y características que reúnen y

promueven un concepto globalizador de las experiencias del individuo ante la sociedad. El retrato adquiere un consenso de incidencia ante el cuestionamiento de identidad frente al mundo circundante, mediatizado por la experiencia visual de reconocer el rostro ante estas categorías de distinción social. La fotografía proporciona esta posibilidad ante las experiencias, confirma y estetiza la realidad. Cuando dichas circunstancias se revaloran en el ordenador, éste lo contextualiza en un entorno interactivo transformador, en una cultura digital inmersa en el cuestionamiento de los límites del cuerpo y la razón, límites que se ven evidenciados en una revolución visual que surgen por la interrelación diseño-arte-ciencia-tecnología, convergencia que transforma e interactúa en las posibilidades de nuevas estéticas producidas en espacios virtuales. Del paso de la revolución industrial a la posindustrial se genera el panorama cultural de una sociedad que interactúa en el poder tecnológico de la imagen.

Referencias bibliográficas Barrett, E. y Redmond, M. (1997). Medios contextuales en la práctica cultural. Barcelona, España: Paidós.

La Ferla, J. (2007). El medio es el diseño visual. Manizales, Colombia: Editorial Universidad de Caldas.

Eguizábal, R. (2001). Fotografía publicitaria. Madrid, España: Cátedra.

Lister, M. (1997). El uso de la imagen fotográfica en la cultura digital. Barcelona, España: Paidós.

Foucault, M. (1976). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Ciudad de México, México: Siglo XXI Editores. Freund, G. (2006). El mundo y mi cámara. Barcelona, España: Ariel. Gombrich, E.H. Hochberg. J, Black. M. (1993). Arte, percepción y realidad. Barcelona, España: Paidós.

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Marzo, JL. (2006). Fotografía y activismo, textos y prácticas. (1979-2000). Barcelona, España: Gustavo Gili. Tagg, J. (2005). El peso de la representación. Barcelona, España: Gustavo Gili. Villafañe, J. y Mínguez, N. (1996). Principios de la teoría general de la imagen. Madrid, España: Ediciones Pirámide.

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Teorías de la comunicación Teorías de la comunicación y educación:

Plasticidad académica y flexibilidad curricular Carlos Fernando Alvarado Duque1. Uno de los retos que supone la enseñanza de las teorías de la comunicación en la actualidad es el amplio panorama de movilidad conceptual en el que deben navegar los diseños académicos de los programas de comunicación social. Teniendo en cuenta el hecho de lo reciente de este campo dentro de los estudios disciplinares, su dependencia a discursos de otras profesiones y el valor que ha cobrado la interdisciplinariedad en los últimos años, las áreas de teorías dentro del espectro académico deben pensar cómo organizar curricularmente tal panorama para favorecer el proceso de aprendizaje de los estudiantes. En el presente documento se explorará, por una parte, el criterio de selección que el área de teorías del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales utiliza para escoger los contenidos académicos que ponen al estudiante en contacto con la tradición teórica, considerada propia de la comunicación, al igual que disciplinas cercanas que han ampliado dicho objeto de estudio sin estar interesadas directamente en su análisis; y por otra parte, el criterio curricular que, amparado en 1 Comunicador Social y Periodista. Profesor del Área de Ciencias Sociales y Humanas del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. cfalvarado@ umanizales.edu.co

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la idea de flexibilidad en el proceso de enseñanza, se ha implementado dentro del área permitiendo a los diferentes actores: profesores, investigadores, estudiantes y administrativos, desarrollar el trabajo de manera complementaria e integrada.

Teorías de la comunicación: la comunicación como proceso Quizás uno de los más incólumes esfuerzos de los últimos años, conceptualmente hablando, ha sido el formar una disciplina encargada de hacer de la comunicación un objeto de estudio propio. Dicho cometido supone, en principio, la creación de un método propio de trabajo. Sin embargo, el recorrido histórico ha puesto en evidencia que éste, a la vez viejo y nuevo objeto de análisis (viejo dado el hecho de que acompaña el proceso de hominización y nuevo a partir de la dimensión que crean los medios masivos en el siglo XX), puede abordarse desde muy diversas estrategias y soportes teóricos, sin que sea posible una especificidad disciplinaria o un método distintivo. Tendría que decirse entonces, que las teorías de la comunicación son parasitarias de teorías propias de otras disciplinas. Así, la denominada comunicación

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Comunicación y humanidades interpersonal que tal vez fue de interés directo de la psicología en primer lugar, supuso pensar un proceso donde dos interlocutores bajo la cercanía espacial y la relación cara a cara, interactuaban mutuamente, al igual como la comunicación de masas fue, en un momento inicial, interés de la sociología que estudiaba las transformaciones que los nuevos medios introducían en el seno de la sociedad. De este modo, desde sus orígenes se reconoce la influencia de otros campos disciplinares en la formación de la teoría de la comunicación. En gran medida incluso la hipótesis que podría suponerse actualmente es que la comunicación es un centro de confluencia de muy variadas miradas teóricas, de diversas disciplinas, desde la psicología y la sociología, hasta la lingüística, la semiótica, la cibernética, la biología, la neurociencia o la filosofía. En palabras de Armand y Michele Mattelart, el estudio de la comunicación aparece como un campo fragmentario que “....históricamente se ha situado en tensión entre las redes físicas e inmateriales, lo biológico y lo social, la naturaleza y la cultura, los dispositivos técnicos y el discurso, la economía y la cultura, las micro y macro perspectivas, la aldea y el globo, el actor y el sistema, el individuo y la sociedad, el libre albedrío y los determinismos sociales” (1997, p. 10). En estos momentos el área de teorías de la comunicación del Programa ha decidido aplicar como criterio de trabajo la

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interdisciplinariedad sobre el proceso de producción, configuración y recepción de mensajes comunicativos como eje cardinal de trabajo. Es decir, del amplio panorama que ofrecen los estudios de comunicación se seleccionan diversos enfoques, disciplinas, problemas, abordajes que entreguen al estudiante una mirada compleja al modo como se construyen los procesos comunicativos. En palabras de Torrico: “…el objeto comunicacional no puede ser uno u otro componente aislado del proceso sino el proceso mismo (...) así el objeto de estudio de la comunicación es el proceso social de producción, circulación mediada, intercambio desigual, intelección y uso de significaciones y sentidos culturalmente situados...”(2004, p. 21). Así, tiene cabida el análisis de la producción tanto industrial de los medios masivos como la que se desarrolla en las redes virtuales; el análisis de las estructuras que configuran los mensajes y textos, sean estos desde el lenguaje verbal, hasta los no verbales o multimediales; al igual que el análisis del proceso de recepción como acto de lectura o como experiencia del consumo cultural de los contenidos de medios. El trabajo desarrollado en el área de teorías supone cierta plasticidad en su organización, por eso la estructura que emula la relación emisor-mensajereceptor permite dar coherencia a las distintas matrices, enfoques o problemas que articulan las teorías de la comunicación. En alguna medida, la analogía utilizada implica una relación

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Teorías de la comunicación de concordancia entre el emisor de un mensaje como productor, el mensaje mismo como contenido y el lector como receptor, para ordenar lo teórico a partir del énfasis en cada uno de estos lugares capitales a cualquier fenómeno comunicativo, sea este interpersonal o masivo.

Abordajes teóricos: el modelo de Torrico Esta propuesta adoptada por el área de Teorías no desconoce muchos de los esfuerzos por ordenar las teorías de la comunicación, por utilizar un criterio para sistematizar este movimiento iniciado el siglo pasado con cierto afán de carácter epistemológico. Entre muchos de estos esfuerzos se destaca el trabajo de Erick Torrico Villanueva, que al ofrecer una clasificación por abordajes teóricos entrega un panorama en el cual puede inscribirse el trabajo gestado en el Programa. Quizá lo más ingenioso, y a la vez valioso del trabajo de Torrico, es el intento de recuperar la clasificación que tradicionalmente ha brotado de las disciplinas, dando cuerpo a paradigmas sociales de investigación en comunicación bajo la propuesta de Kuhn (2000), para desarrollar un trabajo que supone una relación con eventos de carácter histórico- estructural. En otras palabras, su trabajo utiliza la fusión de un análisis sincrónico a partir de matrices donde se ubican los diferentes paradigmas: estructuralfuncionalista, crítico, estructuralista y sistémico, con un análisis diacrónico a partir de rasgos históricos al ubicar el enfoque difusionista (1927-1963), el enfoque crítico (1947-1987) el enfoque culturalista (1987-2001) y el actual (2001 al presente). En este último trabajo de naturaleza diacrónica intervienen fac-

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tores como la guerra fría, el atentado del 11 de septiembre y la publicación de obras claves en el ámbito de la comunicación como La Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer (1994) o De los medios a las mediaciones de Martín-Barbero (1998). El resultado que interesa destacar en este texto es la propuesta por abordajes donde se pueden reconocer ya sean las matrices clásicas presentes en otros trabajos como los de Mauro Wolf (1987), Miguel de Moragás (1981) o el interesante trabajo de la pareja Mattelart (1997), de suma vigencia gracias al hecho de servirse de un criterio de naturaleza histórica, como los periodos teóricos que el mismo autor construye, hasta problemas que son desarrollados de manera particular por otras disciplinas. El resultado del trabajo de Torrico es una clasificación de cuatro abordajes en los cuales puede situarse, sin mayores inconvenientes, el desarrollo del área de teorías construido sobre el eje producción, configuración y recepción de mensajes comunicativos. Los abordajes del autor son a saber: abordaje pragmático: “...cuya preocupación central son los efectos prácticos de los procesos de comunicación” (2004, p. 123), y que supone un análisis desde la afectación de los públicos masivos hasta el acto de lectura de materiales mediáticos; abordaje socio-técnico que implica un análisis de las consecuencias de las infraestructuras tecnológicas “...sobre la estructuración de la vida social y sobre la naturaleza y características del propio proceso de comunicación” (Torrico, 2004, p. 123); cabe en este análisis el reconocimiento de cómo se transforman los modos de producción a partir de nuevos soportes técnicos, como los modos de estructuración de contenidos y consumo; el abordaje crítico inspirado

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Comunicación y humanidades en la relación entre las superestructuras y las prácticas de medios que “...asume la comunicación como un lugar y un componente de la lucha por la liberación y las transformaciones sociales” (Torrico, 2004, p.123), con ello se profundiza fundamentalmente en los soportes ideológicos que condicionan los modos de producción de medios; por último, el abordaje político-cultural cuyo trabajo de carácter expansivo se inscribe en los modos de lectura de la comunicación en el marco de las sociedades contemporáneas y “...se preocupa por los vínculos entre comunicación y cultura de la recepción re-semantizadora de los contenidos masivos o además en ocasiones por la democracia comunicacional” (Torrico, 2004, 124). De esta manera, el trabajo que ha desarrollado el área de teorías responde a una idea de plasticidad desde la óptica de la flexibilidad académica en tanto se permite un desplazamiento interdisciplinar por diversas fuentes que enriquecen el análisis de la comunicación como objeto, sin que se pierda de vista un eje propio de la construcción de contenidos comunicativos que permea todos los procesos que se constatan en las sociedades contemporáneas. Dentro del proceso de enseñanza en un programa de Comunicación Social sólo es posible esta labor si los contenidos articulan la plasticidad académica con lo que Mario Díaz Villa (2002) ha denominado Flexibilidad Curricular. La combinación entre el trabajo de plasticidad académica y los denominados currículos flexibles es la que permite soportar la experiencia del área dentro de un programa de formación de estudiantes de pregrado, respetando los esfuerzos epistemológicos como el antes reseñado de Torrico Villanueva.

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Flexibilidad curricular: la movilidad de las teorías La discusión curricular se traduce en a un proceso de carácter técnico que implica la construcción de mallas-soporte del trabajo académico. En tal esfuerzo se le presentan al estudiante contenidos, didácticas, formas de evaluación, etcétera, que varían según sea la orientación epistémica que se privilegie. Así pueden aparecer mallas curriculares articuladas a partir de disciplinas, áreas, problemas, núcleos o diferentes criterios de distribución. Sin embargo, esto no quiere decir que el trabajo técnico se reduzca a una labor instrumental de organización. Todo lo contrario, pensar el currículo supone una labor compleja de traducción de una finalidad de formación en una coordenada temporal para dar vía libre a aprendizaje de los estudiantes. En esta medida, el interés no es entrar a discutir una filosofía curricular de la Educación Superior, sino mostrar, a manera de ejemplo, la labor curricular que el área de teorías de la comunicación ha desarrollado para poner a funcionar el modelo de enseñanza de las teorías a partir del esquema de producción, construcción y recepción anteriormente reseñado. Sin embargo vale la pena llamar la atención sobre un aspecto que permite anclar el trabajo de carácter plástico sobre el campo teórico en que se sostiene la labor del área y la materialización curricular a la que se apuesta en el Programa de Comunicación. Quizás por ello el concepto clave sea el de flexibilidad; pieza que ha venido a desempeñar un rol fundamental en la educación superior para adaptarse a un modelo pedagógico que permita reconocer la capacidad de

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Teorías de la comunicación desarrollar competencias de diferente naturaleza en los estudiantes. “La flexibilidad como concepto aplicado a los procesos de formación constituye uno de los principios fundamentales de cualquier transformación académica y curricular (…) debe generar acciones que convoquen a la reflexión sobre el sentido y propósitos materializados en modelos académicos y curriculares abiertos, pertinentes, coherentes y personalizados” (Díaz, 2002, p. 116). En esta medida, el trabajo desarrollado por el profesor Mario Díaz Villa sobre la flexibilidad en la educación contemporánea permite reconocer cómo este concepto posee una notable resonancia plástica, que lo hace operar al interior de las instituciones en cuatro instancias o niveles diferentes: la flexibilidad pedagógica, que supone la búsqueda de múltiples modos de disponer de la relación enseñanza aprendizaje más allá del modelo memorístico, la flexibilidad académica, que implica un trabajo de naturaleza interdisciplinar en el que opera la complejidad de enfoques para el trabajo conceptual; la flexibilidad curricular que permite la movilidad dentro de las mallas

curriculares y por fuera de ellas, lo que posibilita que el estudiante acceda a otros programas; y por último, la flexibilidad administrativa concentrada en el trabajo de las instituciones a favor de un modelo horizontal, que conlleva a un intercambio liviano entre todos los miembros de las academias educativas. Interesa, entonces, la relación entre flexibilidad académica y flexibilidad curricular. En alguna medida, el tipo de trabajo interdisciplinar que el área de teorías de la comunicación ha desarrollado, en un intento de replicar el trabajo sobre los abordajes que describe Torrico, tiene como base la flexibilidad académica que permite el contacto entre diversas disciplinas y la relación transversal del proceso de comunicación en sus diversas instancias. Este rasgo es el que se ha sincronizado con la flexibilidad curricular para posibilitar la relación enseñanza aprendizaje al interior del programa. La malla curricular, por una parte, supone para el área de teorías de la comunicación, cuatro asignaturas distribuidas en los cuatro primeros semestres del programa: y por otra, dos asignaturas posteriores en la modalidad de seminario, destinadas a la enseñanza de la investigación que complementa el proceso de formación disciplinar previo. Desde el punto de vista de la movilidad curricular, el estudiante debe cursar de manera obligatoria la primera de la asignaturas que le ofrece un panorama del campo de las teorías, donde se utilizan diversos criterios de clasificación para que reconozca la complejidad disciplinar de la comunicación como

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Comunicación y humanidades objeto de estudio. En esta etapa, se espera una familiarización con un campo de formación, paradójicamente reciente, si se considera que la discusión sobre la comunicación se encuentra presente ya en la Grecia clásica. Luego de ello, las tres asignaturas restantes pueden ser cursadas sin un orden preestablecido, a elección del estudiante, incluyendo la posibilidad de verlas simultáneamente. Este rasgo de flexibilidad curricular corresponde a la idea plástica de estudiar como objeto de las teorías de la comunicación la totalidad del proceso de producción, construcción y recepción de mensajes. En esta medida cada uno de los tres cursos se concentra en una parte del proceso que ha de ser articulado con las restantes luego de pasar por las tres asignaturas. En esta perspectiva, cada una de las asignaturas se concentra en trabajar una parte del proceso comunicativo, valiéndose de la interdisciplinariedad para ofrecer una visión multidimensional donde entran en juego los diversos abordajes en la óptica de Torrico. Por ejemplo, el curso destinado a la producción se vale del abordaje crítico para mostrar la construcción ideológica tras los medios como industrias, al igual que el abordaje socio-técnico para señalar el determinismo tecnológico en la transformación del orden productivo. En el curso dedicado a la configuración se reconoce el abordaje pragmático para revisar las estructuras de los mensajes como el abordaje político cultural para apreciar las transformaciones mediológicas de la transmisión de contenidos. Por último, el curso dedicado a la recepción utiliza el abordaje político cultural para estudiar las formas de consumo, los ritos de lectura, como el abordaje crítico para estudiar la manipulación colectiva o la imposición hegemónica. El

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trabajo curricular supone por último un ejercicio de aplicación en la formación en investigación en los dos seminarios obligatorios luego de cursar las cuatro asignaturas dedicadas a las teorías de la comunicación. En ellos se plantea una investigación que debe soportarse conceptualmente con los aprendizajes adquiridos sobre el campo de la comunicación como objeto de estudio. Así, el trabajo de las teorías de la comunicación y el proceso curricular ha tenido un anclaje que responde a la postura del grupo que conforma el área y que da cuenta de la complejidad del fenómeno de estudio y de la necesidad de actualizar permanentemente las discusiones teóricas. Por ello es factible transformar los contenidos curriculares y ubicarlos dentro de cada una de las asignaturas en relación con los intereses formativos permanentemente. Como bien señala Luz María Nieto Caraveo: “La evaluación curricular pone en juego sistemas de valores de muy diferente naturaleza, a través de las posiciones que asumen los actores involucrados, en todos los niveles de pre-acción e interacción curricular, no sólo durante la reestructuración de un plan de estudios (…) sino también a nivel de programas e interacción cotidiana” (Nieto Caraveo, 1999, p. 3). Es importante señalar que este proceso se complementa con el rol de los docentes-investigadores que se convierten en actores claves del proceso curricular. El trabajo de investigación se vale de la discusión desarrollada en el área como soporte para estudiar la amplia gama de fenómenos contemporáneos donde se juega la comunicación como proceso y se reconoce que el trabajo curricular no se reduce a la ubicación de contenidos en una malla al diseñar los planes de estudio de un programa académico.

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Teorías de la comunicación Referencias bibliográficas Díaz Villa, M. (2002). Flexibilidad y educación superior en Colombia. Bogotá, Colombia: Instituto Colombiano para el fomento de la educación superior, ICFES.

Moragás, M. (1981). Teorías de la Comunicación: investigaciones sobre medios en América y Europa. Barcelona, España: Gustavo Gili.

Horkheimer, M. y Adorno, T. (1994). La dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid, España: Trotta.

Nieto Caraveo, L.M. (1999) La evaluación y el diseño curricular como construcción social del currículum. Extraído el 23 de marzo de 2008 desde: http://ambiental. uaslp.mx/docs/LMNC-PL-9900-CurrProceso.pdf.

Kuhn, T. (2000). La estructura de las revoluciones científicas. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica. Martín-Barbero, J. (1998). De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. Bogotá, Colombia: Convenio Andrés Bello. Mattelart, A. y Mattelart, M. (1997). Historia de las teorías de la comunicación. Barcelona, España: Paidós.

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Torrico Villanueva, E. (2004). Abordajes y períodos de la teoría de la comunicación. Bogotá, Colombia: Norma. Wolf, M. (1987). La investigación de la comunicación de masas. Críticas y perspectivas. Barcelona, España: Paidós.

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El uso de internet en la configuración de las prácticas políticas de jóvenes universitarios Edwin Arcesio Gómez Serna1 Ángela María Londoño Jaramillo2

Introducción La nueva red de relaciones y comprensiones que se vienen estableciendo en las últimas décadas en la sociedad, producto de la aparición de nuevos adelantos tecnológicos, ha generado nuevas relaciones en la comunicación, tanto en los medios de comunicación, como en la configuración de lo humano desde una perspectiva política. Cambios que han llevado a una transformación de los escenarios políticos tradicionales, dando como resultado la emergencia de nuevas prácticas políticas en las cuales, los jóvenes emergen como actores. 1 Licenciado en Filosofía y Letras. Profesor del Área de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Manizales. Profesor de la Facultad de Cultura Física y Deporte de la Universidad Santo Tomás. Integrante de los grupos de investigación: Perspectivas políticas, éticomorales de la niñez y la juventud (Cinde-U.de Manizales) y Centro de Investigación de la Comunicación social (Universidad de Manizales). edargos@gmail.com 2 Comunicadora Social y Periodista. Profesora del Área de Formación Básica y Disciplinar, y Coordinadora del Centro de Investigación de la Comunicación del Programa de comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. Investigadora del Observatorio de Juventud de Caldas (U. de Manizales). anmaloja@gmail.com

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Uno de estos nuevos escenarios es Internet, no sólo entendido como medio de comunicación, sino como un nuevo espacio de socialización. En este sentido, hechos públicos que configuran las prácticas políticas, la acción colectiva y los movimientos sociales, entre otros, se desarrollan hoy desde la pantalla del computador. Realidad que instaura un nuevo campo de estudio, de tipo multidisciplinar, que piensa la relación entre éstos conceptos y las nuevas herramientas tecnológicas en la comunicación. En esta medida, uno de sus desarrollos claves es la reflexión sobre la influencia de nuevos procesos comunicativos, específicamente aquellos que se dan a través de internet, en la construcción de la categoría prácticas políticas. Este texto hace una presentacion del proceso actual de una investigacion que, como se mencionó, venimos desarrollando sobre las prácticas políticas de los jóvenes en Internet. El interés es presentar el objetivo del trabajo, los referentes teóricos en que se apoya, algunos avances a partir de casos de estudios y la estategia metodológica adoptada. Hoy, es posible estudiar a profundidad cómo la aparición e implementación de Internet y su uso afectan diversos aspectos de la vida de las personas, y en este orden de ideas, el interés de éste trabajo es iniciar una reflexión sobre la influencia del Internet en la re-construcción de una categoría fundamental de

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Internet y prácticas políticas la reflexión política actual: la práctica política. En la lógica de este proyecto, la práctica política será entendida como: “Las formas de acción propias a partir de las cuales (los individuos) configuran y viven en su cotidianidad el hacer parte de una comunidad política en construcción” (Londoño. A.M. y Pinilla V.E., 2009. P. 85). Los medios de comunicación son escenarios para la configuración y organización de un nuevo “ágora”, en especial Internet3, ya que representan un espacio de discusión y reflexión, en la medida que permiten a los jóvenes intercambiar ideas, opiniones y argumentos con respecto a las decisiones públicas e incidir en la configuración de las relaciones políticas al interior de las comunidades, entre otros procesos. En este ejercicio, los jóvenes universitarios están asumiendo una actitud crítica ante los grandes discursos e ideologías abarcativas de tiempos anteriores. Éste nuevo modo de expresión se pone en escena en Internet y configura nuevas formas de relación entre las personas. Es en este marco donde se inscribe la propuesta de investigación: El uso de internet en la configuración de las prácticas políticas de jóvenes universitarios que busca comprender cómo, a partir del uso de Internet, se configuran ciertas prácticas políticas de los jóvenes universitarios. Para lograr esto, la propuesta se orienta a caracterizar las prácticas reconocidas como políticas por los jóvenes universitarios, e identificar los discursos, constituidos desde el uso de internet, que inciden en la configuración de dichas prácticas. 3 Cabe decir que los escenarios públicos “tradicionales” siguen siendo válidos y pertinentes en las relaciones políticas actuales.

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Sobre el origen de la propuesta de investigación En el campo de las ciencias sociales, gran parte de los procesos investigativos nacen de una necesidad concreta identificada en una comunidad o de la identificación de un problema que “emerge” a partir de nuevos procesos sociales, que generan transformaciones en dichos colectivos. Es por esto que se hace necesario mostrar la emergencia de esta investigación en el contexto propio de la vivencia académica e investigativa que desarrollan los autores y participantes del proceso.

1. Jóvenes y política Desde el Centro de Estudios Avanzados en Educación, Niñez y Juventud (Alianza CINDE-Universidad de Manizales) se han venido desarrollando, por más de 20 años, proyectos de investigación y desarrollo orientados a resolver problemáticas en la niñez y juventud latinoamericana en condición de vulnerabilidad. Producto de estos procesos, se consolida al interior del Centro de estudios avanzados el grupo de Investigación: Perspectivas políticas, éticomorales de la niñez y la juventud que aporta al desarrollo investigativo del Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud y a la Maestría en Educación y Desarrollo Humano. Como uno de sus ejes clave de desarrollo aparece estudiar la problemática sobre las formas en que los jóvenes hoy se asumen como sujetos políticos y ciudadanos en ejercicio en la compleja situación que ha vivido nuestro país (conflicto armado, violación de derechos humanos, vulnerabilidad social de diferente tipo,

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Comunicación y humanidades etc.). Producto de este proceso se han desarrollado investigaciones y proyectos que se orientan a entender -desde el plano teórico- los fenómenos de la socialización política, la construcción de la subjetividad, la participación política, la relación entre la ética-moral y la política, la construcción de ciudadanía, entre otros. En el plano contextual, el interés del Centro se concentra en “dar la voz” a quienes han sido silenciados, no sólo por el violento contexto colombiano, sino por una visión adultocéntrica con respecto a las temáticas y metodologías de estudio sobre jóvenes en Colombia y Latinoamérica. Diversos autores latinoamericanos: Botero, Ospina, Gómez y Gutierrez (2008), Alvarado, Martínez y Muñoz (2009), Botero y Torres (2008), Reguillo (2003), Hopenhayn (2004), Balardini (2005), entre otros, están haciendo evidente que los jóvenes hoy están estableciendo nuevas formas de relacionarse, participar e incidir en los escenarios políticos. Procesos basados en la vinculación partidista, el voto directo, la confrontación ideológica en la plaza pública, y los mecanismos legales de participación ciudadana (enmarcados dentro del ordenamiento constitucional) se han convertido en insuficientes, ineficientes y “aburridos” para los jóvenes quienes ven con desconfianza, malestar y apatía lo que ellos mismos denominan “política tradicional”. Las nuevas generaciones se sienten afectadas, motivadas y vinculadas por las problemáticas sociales y políticas a partir de nuevas situaciones: el calentamiento global, el maltrato a los animales, la penalización o no del aborto, la legalización de la droga, la ausencia de oportunidades laborales, los problemas asociados a la migración intra y trans-

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continental, la persecución a las barras bravas, la educación de calidad, etc. Intencionalmente se utilizan en la primera parte de éste párrafo palabras que hacen referencia a emociones, sentimientos y redes sociales; en la medida que es a partir de estos elementos que hoy los jóvenes se sienten identificados, afiliándose a propuestas por espacios de tiempo esporádicos y en los cuales la permanencia y constancia no es una condición necesaria para hacer parte de dicho universo político.

2. Jóvenes, comunicación e internet Postman (1991, citado por Morató, 2008) considera que es posible establecer diversos niveles de integración entre las sociedades y las herramientas que se construyen y apropian, estableciendo una clara diferencia entre la tecnología (Internet) y el medio que dicha herramienta va consolidando a través de su uso. El nivel de cobertura e integración que han venido logrando estas nuevas tecnologías de la comunicación (específicamente los sistemas de ordenadores y celulares) por medio de la confluencia, inmediatez y acceso permanente que se logra a través de la red ha generado lo que en dichos autores es una “tec-

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Internet y prácticas políticas nópolis”, en donde: “desaparece la tradición, porque, aunque siga ahí, se vuelve invisible. La tecnópolis redefine lo que se entiende por religión, por arte, por familia, por política, por historia y por verdad, para que las definiciones sociales se adapten a sus exigencias. Tecnópolis es una tecnocracia totalitaria (Postman, 1994, pp. 36-38), y ninguna de sus manifestaciones escapa a su capacidad de redefinir lo preexistente (Morató, 2008, p. 74). En este mismo orden de ideas, Castell sostiene que: “Internet es el tejido de nuestras vidas en este momento. No es futuro. Es presente. Internet es un medio para todo, que interactúa con el conjunto de la sociedad y, de hecho, a pesar de ser tan reciente, en su forma societal (…) no hace falta explicarlo, porque ya sabemos qué es Internet” (1999, p. 1). Internet se ha convertido -en gran parte de las sociedades que están masificando su uso- en un sinónimo de interactividad, participación, creatividad, asociación. El uso de la red está asociado a la posibilidad de crear contenidos, colgarlos en diversos espacios para compartirlos con otras personas, tanto en forma sincrónica como diacrónica. Las transformaciones que se han venido dando en áreas específicas de la comunicación, como el acceso de la información, la influencia de los medios de comunicación en la vida de las personas y la capacidad de control de la información por parte

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de organismos institucionalizados hace que esta herramienta ya no sea estudiada como una tecnología, sino como un medio, como un escenario de socialización: “Las llamadas tecnologías de la información están produciendo una revolución que está cambiando nuestros comportamientos, alterando en más de un sentido nuestras sociedades, y que acaso acabe incidiendo de manera relevante en nuestras democracias” (Morató, 2008. p. 72) La irrupción de esta nueva forma de comunicación que aglutina otras herramientas y opciones de comunicación (texto impreso, sonido, imagen) tiene una característica nueva y fundamental: la capacidad de unir en un sólo escenario a diversos elementos (confluencia) y la desaparición de la tradicional división comunicativa emisor-receptor, lo que necesariamente se convierte en un nuevo orden frente al poder y control de la información. Aún en discusión por muchos investigadores, la transformación que se viene gestando en función del uso y vivencia del Internet, está generando cambios en las formas de ser, de representarse, de identificarse y de socializarse. Producto de esta situación, el Centro de Investigaciones de la Comunicación de la Universidad de Manizales ha venido desarrollando desde hace varios años una constante e interesante reflexión sobre las implicaciones de la tecnología, sus desarrollos e implementación en la sociedad frente a los procesos comunicativos. Es por esto que desde hace aproximadamente dos años se ha iniciado un proceso de revisión conceptual y contextual relacionada con estos temas que da origen a esta propuesta de investigación.

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Comunicación y humanidades 3. Los últimos acontecimientos Desde el segundo semestre del año 2008, se ha venido desarrollando un ejercicio de investigación formativa en donde los anteriores elementos se han puesto en confluencia: El Seminario de Investigación III4 permite que estudiantes universitarios adscritos al Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales participen en diferentes procesos investigativos relacionados con temáticas propias de su área de formación. Aunque inicialmente la propuesta investigativa que se presentó al Centro de Investigaciones se orientó al desarrollo de temáticas propias de una visión tradicional y adultocéntrica sobre la relación Internet – Política: ciudadanía, participación política institucionalizada, mecanismos de participación mediados por las redes, etc.; el diálogo -y hasta la confrontación- entre las visiones de los investigadores principales y los estudiantes comenzaron a generar una movilización de los intereses investigativos hacia perspectivas más abiertas, menos consolidadas teórica e investigativamente sobre estos temas. Emergie4 El Seminario de Investigación III es una de las opciones que tienen los estudiantes de la Universidad de Manizales para acceder a su título profesional como Comunicadores Sociales y Periodistas. A partir de un ejercicio investigativo de carácter formativo, el estudiante participa (cómo mínimo, durante 6 meses) en algunos de los procesos relacionados con una investigación realizada por un docente o colectivo adscrito al Centro de Investigaciones de la Comunicación. Al final de dicho proceso debe presentar un ensayo final de corte argumentativo, que debe ser evaluado positivamente por jurados externos, además de ser sustentado en forma pública.

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ron preguntas de carácter investigativo como las siguientes5: • ¿Cómo se da la relación entre juventud, participación, usos, consumo y tecnología? • ¿Es claro que los jóvenes están construyendo nuevas formas de interacción, de socializarse y de vivir su ciudadanía por medio de este nuevo “mundo” (refiriendo a Internet)? • ¿Por qué los universitarios murcianos se interesan por estas páginas de la red6 y qué puede proporcionarles a ellos, como ciudadanos y futuros profesionales de la región; qué es lo que les inquieta y cuáles son los motivos que los animan? • ¿Cómo son nuestras lecturas en la red y cómo con ellas cambiamos la lectura de otros? ¿Internet ha modificado la lógica de articulación clásica entre las esferas pública y privada? ¿Se constituiría el ciberespacio como un nuevo ámbito de acción política en la sociedad civil? 5 Es necesario hacer dos aclaraciones con respecto al siguiente punto: a. Las preguntas que se presentan son el producto de la discusión entre el asesor del proceso de Seminario (docente investigador) y el estudiante, quien debe asumir una posición propia, crítica argumentada respecto a un tópico específico que se relacione con las temáticas de la investigación principal. b. En el caso específico de esta experiencia, se participó (tanto en forma presencial como a distancia) con jóvenes que se encontraban en diversos países y ciudades del país: Manizales, Cartagena, Medellín, Ciudad de México (México), Murcia (España), París (Francia) lo que enriqueció necesariamente el análisis y la construcción de los estudiantes, al hacer lecturas contextuadas de los fenómenos. 6 Páginas juveniles de los partidos PP y PSOE, en la región de Murcia, España.

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Internet y prácticas políticas • ¿Son las redes sociales un “espacio” para la participación política de los jóvenes? • ¿Qué relaciones pueden establecerse entre las nuevas formas de emisiones de información y los procesos de participación de los jóvenes a través de los medios virtuales, en condiciones excepcionales? En el plano contextual, durante estos dos años de la investigación, ocurrieron ciertos eventos -relacionados con temáticas políticas y de movilización juvenil- que afectaron las construcciones y discusiones frente a las categorías investigativas inicialmente identificadas: • La elección del actual presidente de Estados Unidos -Barac Obama- y el papel jugado por Internet y las redes sociales. • Las marchas en contra de las FARC y los secuestrados (4 de febrero de 2008). • La conocida “Ola Verde” que se dio durante el segundo semestre del año 2009 y la primera del año 2010, con los candidatos presidenciales del partido Verde y su contraofensiva en la campaña de Santos. Aunque los resultados de las anteriores experiencias fueron diversos (dos de ellas fueron consideradas un éxito, la tercera se “desinfló” en las elecciones de Mayo y Junio de 2010), fue posible identificar en la vivencia de los jóvenes que hacían parte del proceso y de los resultados de sus productos de investigación formativa: 1. Una “lectura” diferente del Internet: Es claro que generacionalmente quienes vivieron la transformación social que se dio a partir de la masificación de Inter-

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net7, a quienes ya llegaron al mundo con el Internet “ahí” hacen una apropiación de la herramienta y una reconstrucción del medio diferente. La facilidad de manejo de la red, la positiva valoración de ésta por su capacidad de ofrecer información -con los consabidos riesgos de veracidad y honestidad que conlleva)- y la facilidad de crear nuevos escenarios de intercambio de información: redes sociales, blogs, páginas de videos, etc., entre otros elementos. 2. Una nueva visión del escenario político, mediado por este tipo de tecnologías: Se reconoce una relación entre los procesos comunicativos y el desarrollo político de una nación, la categoría “comunicación política” hoy es de uso frecuente en los escenarios investigativos y teóricos. Sin embargo, la irrupción y masificación de Internet ha establecido nuevos criterios de análisis con respecto a esta relación entre los procesos comunicativos, la vivencia de lo político y las nuevas generaciones. Los jóvenes consideran la red como una prolongación de los escenarios públicos de debate, sienten que es más válido y pertinente -en función de sus intereses- el “colgar” sus opiniones, videos, adhesiones y críticas en la red que por los medios clásicos: la plaza pública, el encuentro en colectivo, la vinculación partidista, etc. No se quiere expresar que han sido “eliminados” estos escenarios de socialización y construcción política, más bien que se viene dando una inte7 Es necesario aclarar aquí que se reconoce que hoy, en nuestras sociedades Latinoamericanas la brecha tecnológica es una realidad evidente y clara, sin embargo, el contexto vivencial y de desarrollo de los jóvenes que hacen parte de este proceso, dicha brecha tecnológica es mínima -comparada con los contextos del primer mundo- e inexistente -en el caso de los estudiantes del Seminario III.

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Comunicación y humanidades resante mezcla de procesos: Una marcha que fue convocada por Facebook, pero que tuvo una manifestación concreta en las calles; una movilización política acentuada por las redes que llevó a un partido “nuevo” a ser el segundo en la votación presidencial, entre otros, son ejemplos de la capacidad plástica de los jóvenes para vincular lo “viejo” con lo “nuevo”. 3. Una comprensión diferente de la vivencia política, producto de la lectura crítica de estas situaciones y fundamentos conceptuales: Por lo menos los jóvenes que han venido participando en la propuesta investigativa -hasta ahora- han evidenciado una re-lectura más crítica, reflexiva e histórica de estos procesos. Se ha pasado de una confianza casi mesiánica en la Red a una apropiación mediada por los espacios, los públicos y los contextos sociales. De una creencia ciega en la capacidad del medio para cambiar la realidad, a una comprensión del fenómeno en su justa medida e impacto social. Sin embargo, es común en los jóvenes universitarios el convencimiento de que este nuevo escenario de socialización llegó “para quedarse” y transformar nuestra vivencia, no sólo de lo político, sino de toda nuestra vivencia de la realidad. Es por esto que, luego de madurar por dos años la propuesta en sus versiones iniciales, incluir a más de 10 estudiantes de pregrado por medio de sus escritos, opiniones, y la vinculación de dos estudiantes de posgrado y nuevos investigadores, se considera “madura” este proyecto investigativo: el cual se concentrará en responder, en forma cualitativa y comprensiva la siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo se configuran las prácticas políticas de los jóvenes universitarios a partir del uso de internet?

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Para lograr resolver la anterior pregunta central, se han venido construyendo las siguientes preguntas orientadoras: • ¿Cómo interpretar la categoría prácticas políticas a la luz de los nuevos procesos de socialización realizados en internet? • ¿Qué tipo de prácticas realizadas en internet son reconocidas como políticas por los jóvenes? ¿Qué las caracteriza? • ¿Cómo afecta el uso de Internet el discurso de los jóvenes sobre temas relacionados con la política?

4. Sobre la propuesta metodológica La investigación de tipo comprensivo (desde un enfoque eminentemente hermenéutico) permite que la pregunta de investigación se comporte en forma orgánica, es decir, que vaya creciendo y ocupando su propio nicho. La construcción de las ciencias sociales se propone hacer de ellas, ciencias comprensivas e interpretativas, a diferencia de la propuesta explicativa. Desde esta perspectiva, dichas ciencias deben tener un fundamento epistemológico basado en significados culturales, a diferencia de las ciencias naturales que estudian hechos “externos” al sujeto. La acción fundamental de las ciencias sociales es la búsqueda de la comprensión de las diferentes expresiones humanas. La comprensión es posible porque el objeto de estudio no es algo externo al hombre sino que forma parte de su experiencia, ya que la historia y la cultura es primordialmente una construcción humana que hace parte de su esencia. En este sentido, las ciencias sociales se constituyen en el análisis de los fenómenos como categorías de significación cultural, que se construyen desde las

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Internet y prácticas políticas valoraciones de los sujetos hacia los diferentes eventos de la realidad, tanto física como cultural. En consecuencia, el investigador en ciencias sociales se interesa por comprender los diversos sentidos y las significaciones de un fenómeno social determinado, vinculando tanto los efectos como las causas mediante el uso de explicaciones enmarcadas en las dinámicas históricas y culturales. Es por esto que la hermenéutica debe estar en la base y en el fundamento de los procesos investigativos humanos; en este sentido, la hermenéutica gana en profundización y comprensión ya que es una estructura fundamental del ser humano, de su proceso de reconstrucción de conocimiento. En consecuencia, realizar una investigación desde el terreno de las ciencias sociales, específicamente desde una perspectiva hermenéutica, implica establecer cuáles son los percepciones, criterios y sentidos que componen el orden de lo humano, así como también comprender la lógica del proceso, que se ha edificado para producir, intencionada y metódicamente, conocimiento

sobre ciertos aspectos de la realidad. He aquí que en este orden de ideas, una primera aproximación metodológica a esta investigación, se orienta a: 1. Realizar una delimitación del marco teórico y del área problémica en torno a los tópicos iniciales. Prácticas políticas (la política, público - privado, participación política y acción colectiva), jóvenes entendido desde las nuevas identidades juveniles, y comunicación e internet (internet como medio de comunicación, como espacio de socialización, y la realidad virtual - virtualidad real). 2. Luego, se buscará la delimitación de la unidad de análisis y unidad de trabajo. Acorde a los objetivos planteados se determina como unidad de trabajo a jóvenes universitarios que realicen prácticas políticas a través del internet, para realizar una caracterización de dichos usos. 3. Consolidada la unidad de análisis, se procederá a la construcción de instrumentos, teniendo en cuenta el contexto de la investigación, se requiere la construcción de instrumentos que permitan una lectura de las categorías teóricas a la luz de la información que se encuentra en estos escenarios, unidos a estos instrumentos se desarrollarán guías que permitan la caracterización de los jóvenes que consumen internet y la comprensión que ellos tienen sobre la prácticas política en la red. 4. La recolección de la información se realizará a partir de los instrumentos diseñados en la fase anterior, los cuales permitirán seleccionar datos en torno a las prácticas políticas e internet. Se propone que, como complemento, se realicen entrevis-

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Comunicación y humanidades tas a profundidad, seguimiento de páginas, seguimiento a registros mediáticos, informáticos y fuentes de segundo orden que se constituyan en evidencia de las prácticas políticas a través de la red. 5. En un primer análisis de la información, se buscará hacer una lectura de las categorías emergentes y una re-lectura de las categorías teóricas inicialmente construidas. Para luego devolver dicha información a los sujetos del proceso, compartiendo las interpretaciones realizadas con el

grupo de jóvenes que hacen parte del proceso, para verificar la concordancia con la realidad y complementar el análisis. 6. Por último, y luego de realizar por lo menos dos procesos de análisis y devolución de la información, se propone la presentación de resultados ante comunidades académicas: en esta fase, se hará la presentación de la investigación y los resultados finales ante comunidades académicas del orden regional y nacional.

Referencias bibliográficas Alvarado, S., Martínez, J. y Muñoz, D. (2009). Contextualización teórica al tema de las juventudes: una mirada desde las ciencias sociales a la juventud. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, vol. 7(1), 83-102. Balardini, S. (2005). ¿Qué hay de nuevo viejo?: una mirada sobre los cambios en la participación política juvenil. Nueva Sociedad, vol. 200, 96-107. Recuperado el 20 de enero, 2009 URL http://www. nuso.org/upload/articulos/3299_1.pdf Botero, P., Ospina, H. F., Gómez, E. A. y Gutiérrez-Ospina, M. I. (2008). Condiciones de participación y formación política de jóvenes colombianos constructores de paz. Magis, Revista Internacional de Investigación en Educación, vol. 1, 81-94. Botero, P. y Torres, J., (2008). Perspectivas teóricas para comprender la categoría participación ciudadana-política juvenil en Colombia. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, vol. 6 (2), 565-611. Castell, M. (1999). Internet y las Sociedad Red. Lección Inaugural del programa

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Influencia educativa de la TV

La influencia educativa de la televisión en el desarrollo moral de los niños televidentes* Ángela María Bohórquez Oviedo1

Introducción La televisión se ha instalado en la intimidad de los hogares hasta transformarse en una herramienta vital de distracción y entretenimiento diario en las sociedades modernas. Para los niños, la pantalla chica es una compañía que brinda diversión, pero, sin saberlo, al mismo tiempo se enfrentan a una herramienta de poder. Es indudable la capacidad de difusión que tiene este medio, no sólo para transmitir una programación a los pequeños, sino también contenidos con una carga moral específica. Por esta razón, nace la preocupación por analizar la influencia educativa de la televisión sobre el desarrollo moral de los niños televidentes a partir de la teoría de Lawrence Kohlberg, desde los estadios y los niveles de la evolución moral. Es así como se estudiará la función que ejercen la familia y la escuela para que los pequeños aprendan a asimilar los contenidos que se emiten en la televisión. * Este ensayo es un análisis paralelo a la investigación Procesos de identificación en niños a partir de programas de televisión infantiles animados, realizada por Luis Fernando Cuervo, Adriana María Ángel y Julián Burgos. 1 Comunicadora Social y Periodista. Profesora del Área de formación Básica y Disciplinar y Coordinadora del Observatorio de Medios y de Opinión del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. anmabo@gmail.com

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Un encuentro con la moral y la ética La entrada de los medios de comunicación a la intimidad de los hogares ha llegado a transformar los hábitos y las costumbres de los individuos. Ante este panorama se han planteado investigaciones que permiten observar el rol y la tarea de los medios en su estrecha relación con la infancia. El impacto de la televisión se ha estudiado desde 1960, cuando Shramm, Lyle y Park encuestaron a seis mil infantes y concluyeron que: “…a los tres años, los niños le dedican 45 minutos por día, tiempo que se incrementa con la edad de tal modo que a los cinco años ya emplean más de dos horas diarias en ver televisión (…) El sueño es la única actividad que recibe más horas de atención que la televisión” (Shramm, Lyle y Park citados por Vilches, 1999, p. 51). Mientras tanto en Colombia, luego de realizar un rastreo de las investigaciones sobre televisión infantil, Omar Rincón señala que quedaron plasmados los vacíos del estudio acerca de la evolución moral del niño, sus implicaciones y la influencia educativa de la televisión en la vida del menor durante este proceso. Según Rincón (2002, p. 42), la mayoría de estos análisis se dedican a investigar sobre sexo, educación, violencia y niños como audiencia, pero se olvidan del desarrollo moral.

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Comunicación y humanidades De esta forma, surge la necesidad de reflexionar sobre la influencia educativa de los contenidos de la televisión en el desarrollo moral del niño televidente, en una época en la que la sociedad es abatida con nuevas tendencias, modelos, y problemáticas políticas y sociales. Si se tiene en cuenta que los mensajes de los medios de comunicación influyen desde la niñez en la construcción de la escala de valores de las personas, se podría decir que la televisión le ha dado la oportunidad a la audiencia infantil de conocer otras problemáticas y soluciones en diferentes contextos, personas y pueblos. Esto se debe a que “la televisión es una arma poderosa de concienciación y de sensibilización” (Ferrés, 1994, p. 81). Sin embargo, con la inmediatez y el afán por incrementar las ganancias en los medios, al parecer aún no se percibe una preocupación por reflexionar desde la ética y la moral sobre los contenidos que se emiten a los niños, y sus implicaciones en el desarrollo. Cuando se investiga sobre la relación del pequeño y la televisión, por lo general el sujeto se analiza desde una perspectiva consumidora y no como un individuo en pleno desarrollo.

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Estos análisis mediáticos necesitarán también de una postura crítica y especializada que aporte otras miradas desde diferentes campos, como la psicología, la comunicación social, el trabajo social, entre otros. Además, se requiere de una justificación desde el conocimiento científico para hacer un análisis detallado de las causas y las consecuencias de este proceso evolutivo de los infantes influenciados por los medios. Para iniciar, se debe conocer el significado de Ética y Moral. Adela Cortina expresa en su libro El mundo de los valores, que el término Ética tiene su origen griego en Ethos, y Moral en el latino Mos (1998, p.41). Desde su etimología, estos dos conceptos significan prácticamente lo mismo: carácter y costumbres. Las dos expresiones se refieren a un tipo de saber orientado al ser humano para forjarse un carácter que le permita enfrentarse a la vida. Para estudiar este tema, la autora diferencia la moral y la ética en la siguiente reflexión: “…la moral entonces es un tipo de saber, encaminado a forjar un buen carácter, que ha formado y forma parte de la vida cotidiana de las personas y de los pueblos. Por eso podemos decir

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Influencia educativa de la TV que no la han inventado los filósofos, mientras que la ética, por contra, sería filosofía moral, es decir, una reflexión sobre la moral cotidiana hecha por filósofos” (Cortina, 1998, p. 42). De manera que la Ética estudia la reflexión sobre la Moral. No obstante, Cortina aclara que se debe reflexionar primero sobre qué rasgos deben reunir los valores, las normas o los principios para que se llamen morales. La autora explica que las personas y las sociedades no nacen con una conciencia hecha, sino que se conforma por medio de un proceso de aprendizaje, el cual abarca la biografía personal o la historia. Cuando el ser humano recorre el camino de su vida, prueba qué valores se adecuan mejor a su existencia y también decide cómo ponerlos en práctica. Sin embargo, en la actualidad no sólo siguen vigentes la Ética y la Moral, sino que también se habla del surgimiento de un nuevo ethos sociocultural que influye en el desafío educativo de la televisión. Fuenzalida (2005, p. 48) indica que sus características son la revalorización de la vida cotidiana en el hogar y la familia, la calidad de las relaciones afectivas, el placer, la lucha por mejorar la vida en su dimensión de consumo de bienes materiales en compañía de bienes afectivos y estéticos. Con los factores que implica la evolución de la vida moderna en los diferentes planos sociales, culturales y humanos, como se describe anteriormente, es vital que se empiece a reconocer el impacto de la ética y la moral en la formación de las perspectivas morales de los actos de los individuos. Con los avances tecnológicos y la potencia difusora que ha adquirido la televisión, se ha reafirmado que son dos elementos fundamentales

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para construir el Desarrollo Moral y las escalas de valores.

El desarrollo moral Aunque en la sociedad algunos individuos observan el Desarrollo Moral como una evolución abstracta, este proceso se mantiene vigente en cada hecho de la vida diaria, pues cada acción puede llevar una carga moral. Para Kohlberg, esta teoría “…es socialización, es decir el aprendizaje o internalización del niño o del adolescente de las normas de la familia o de la cultura” (1992, p. 43). Además, considera “…que en la conformación de la conciencia es central la evolución que se produce en el plano cognitivo, es decir, en el modo de razonar sobre las cuestiones morales y de juzgar sobre ellas” (Kohlberg, 1992, citado por Cortina, 1998, p. 58). Así es como Kohlberg inicia un camino hacia el análisis del crecimiento moral de la persona. Cortina enuncia que en esta teoría se tiene en cuenta cómo se formulan juicios sobre los que es justo o correcto. Por eso, este psicólogo establece el Desarrollo Moral con una secuencia de tres niveles y seis estadios, dos por cada nivel, en la evolución moral de la persona desde la infancia hasta la edad adulta. Desde la visión de Kohlberg, las normas y los principios morales surgen a través de las experiencias de interacción social, más que de la interiorización de normas externas. Por lo tanto, los estadios morales no se definen por estas reglas externas, sino por las estructuras de interacción entre el yo y los otros. Con esta teoría se expresa la importancia de llegar al consenso y de contemplar la posibilidad de cambiar las normas en función de su utilidad o por consideraciones sociales.

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Comunicación y humanidades Si el influjo de la televisión se analizara en las nuevas generaciones desde las ideas propuestas por Kohlberg, se podría observar una creación de percepciones e interacciones sociales. Los niños pueden expresar estos factores en los comportamientos individuales y colectivos, pues la televisión les sugiere funciones socializadoras en las que “… proporcionan elementos comunes de significados, proponen valores e ideales adecuados para situaciones determinadas, suministran definiciones y proveen información” (López de la Roche, M. 2000, p. 47).

raciones aprendan a asumir sus propias posiciones frente a la pantalla chica.

Los contenidos televisivos también transmiten, tácitamente, cargas morales en unos cuantos minutos de duración del programa. Así, el niño televidente se enfrenta a una discusión en su proceso de construcción como ser humano, pues se encuentra con dos realidades: la que vive a diario en su entorno y la que le proyectan los programas de televisión.

Con ayuda de los niveles y de los estadios de la Teoría del Desarrollo Moral, se puede explicar la manera como el niño entiende las normas y las reglas sociales de su entorno. Además, si se aplicaran las ideas de Kohlberg, se observaría la forma en que cambia la apropiación de estos principios según el progreso de la capacidad cognitiva del niño.

Es importante tener en cuenta que la televisión transmite valores positivos y negativos en sus programas, como la sensibilidad y la insensibilidad, y además, es una herramienta mediática de gran difusión desde temprana edad. Sin embargo, los adultos no pueden pretender que sus contenidos eduquen, pues su finalidad sólo es entretener a la audiencia. Por eso, es vital que se tenga en cuenta su influencia en las ideas de lo moral en los niños y su materialización en la vida diaria.

Esto no quiere decir que los niveles se conviertan en una camisa de fuerza para los infantes, sino que, por el contrario, esta teoría da luces para que los padres comprendan que según el desarrollo del niño y su asimilación del mensaje difundido en televisión, el infante se ubica en su contexto inmediato.

Pese al desconocimiento que parece reinar en la sociedad moderna sobre la importancia del Desarrollo Moral, esta teoría es fundamental para aprender a crear los juicios y las decisiones morales del ser humano. Los adultos tienen la tarea de aprender a multiplicar sus conocimientos con autonomía e independencia, para que las nuevas gene-

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Como primera medida para emprender ese reto, es necesario entender la teoría propuesta por Kohlberg desde los niveles y estadios del Desarrollo Moral, con el fin de realizar un mejor seguimiento y para reflexionar sobre el objetivo de este ensayo.

Niveles y estadios del desarrollo moral

Desde esta teoría, el Desarrollo Moral de las personas depende de niveles y estadios. Cortina explica que los niveles definen las perspectivas de razonamiento que la persona puede adoptar con relación a las normas morales de la sociedad. Por otro lado, los estadios expresan los criterios con los que la persona emite su juicio moral (1998, p. 58-59). “Este proceso se conoce como Desarrollo Moral y se entiende como el progreso hacia la madurez moral” (Villegas, 2002, p. 2). La televisión como medio de comunicación envuelve diferentes valores en

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Influencia educativa de la TV la creación, difusión y recepción de los contenidos de los programas entre los infantes. En ocasiones, como la Ética y la Moral se han quedado en un segundo plano por ser entes abstractos, al parecer se ha olvidado que son los motores de la formación humana y de lo moral. Por eso, para reflexionar sobre la lógica de esta situación, se empezará por analizar los niveles y estadios correspondientes de la Teoría del Desarrollo Moral.

dominante en la mayoría de los pensamientos de los adultos. Si no se supera, “…supone plegarse a lo que el grupo desee, lo cual tiene serios peligros, porque los grupos tienden a generar endogamia, prejuicios frente a los diferentes e intolerancia ante los que no se someten al rebaño” (Cortina, 1998, p. 60). En esta etapa, ser bueno es importante y significa tener buenas intenciones al preocuparse por los demás.

- Nivel Preconvencional

- Nivel Postconvencional

En la Teoría propuesta por Kohlberg se deben tener en cuenta tres niveles (cada nivel lo componen dos estadios. Según Kohlberg). El primer nivel es el Preconvencional y está conformado por los estadios uno y dos. Este lugar es ocupado por la mayoría de los niños menores de nueve años, y algunos adolescentes y adultos.

Este último nivel lo componen los estadios cinco y seis. Cortina explica que cuando el individuo llega a este punto distingue entre las normas de su sociedad y los principios morales universales. Precisamente es allí donde enfocará sus problemas. Para Cortina (1998, p. 60), cuando el ser humano llegue a este lugar, reconocerá los principios morales universales en los que se debería basar una sociedad justa, y con los que cualquier persona debería comprometerse para orientar el juicio y la acción.

En este nivel el niño tiene el egoísmo como principio de justicia. Aquí se representa la forma menos madura de razonamiento moral y la persona enjuicia las cuestiones morales desde la perspectiva de sus propios intereses. De manera que “…la persona tiene por justo lo que le conviene egoístamente” (Cortina, 1998, p. 59). - Nivel Convencional Está compuesto por los estadios tres y cuatro. En este punto se llega al conformismo y al mantenimiento de las normas sociales, expectativas y acuerdos. Cortina expresa que los individuos que se encuentran en este nivel, enfocan las cuestiones morales de acuerdo con las normas, expectativas e intereses que convienen al orden establecido. Su principal interés es ser aceptado por el grupo, y por eso está dispuesto a acatar sus costumbres. Para Kohlberg, este nivel surge normalmente durante la adolescencia y es

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Según Kohlberg, lo ideal es que la persona sea conciente de que la gente mantiene una variedad de valores y opiniones. Además, que la mayoría de las normas son relativas al grupo. Sin embargo, añade que estas deberían mantener un interés imparcial y el acuerdo social. Por eso, “…los principios son principios universales de la justicia: la igualdad de los derechos humanos y el respeto de la dignidad de los seres humanos como personas individuales” (Kohlberg, 1992, p. 189). Para este autor, la perspectiva del Nivel Postconvencional se genera desde un punto de vista moral, porque se deriva un acuerdo social, pues cualquier individuo racional reconoce la naturaleza de la moralidad. Cortina expresa que para Kohlberg, este último nivel surge

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Comunicación y humanidades en la adolescencia o al iniciar la edad adulta, y caracteriza el razonamiento de una minoría de adultos. Además, es el menos frecuente. Cortina (1998, p. 62) explica que según el orden descrito por Kohlberg en la teoría, un individuo ha madurado cuando, situado en niveles posteriores, comprende el criterio para juzgar de los primeros niveles y esto le parece insuficiente. Si la situación es contraria, lo más probable es que, sin percatarse, los pequeños y los adolescentes educados sin filtrar la información que reciben de la televisión, se preparen para que los demás juzguen por ellos y hasta les formen una errónea idea sobre los valores y su desempeño en la sociedad.

Las dos caras de la televisión Los resultados de las investigaciones realizadas sobre el campo de la televisión infantil le permitieron vislumbrar a Rincón (2002, p. 134) que así como la pantalla chica es difusora de valores como la tolerancia, la honestidad y la igualdad, también puede transmitir una imagen opuesta de deshonestidad, intolerancia y desigualdad. Según Corominas (1999, p.100), antiguamente los modelos de valores se imponían desde la escuela, la familia, la iglesia o el gobierno, por medio de adoctrinamientos o coerciones con el fin de regular todos los aspectos de la vida, ya fueran personales o sociales. Para el autor, en la actualidad este panorama ha cambiado porque se ha desarrollado una moral que se llamaría de Valores Relativos, de acuerdo con los criterios subjetivos de las personas. No obstante, así como el medio televisivo ha querido incursionar con un nuevo

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modelo educativo, esconde paradojas sobre su funcionamiento. Como Ferrés lo destaca, el medio sensibiliza en temas como la contaminación, la desigualdad social, la corrupción política, entre otros; pero también señala que insensibiliza en otros aspectos fundamentales. Desde su óptica, el exceso de contenidos transmitidos en la televisión puede generar insensibilidad ante la saturación de información, por su irrelevancia o porque el espectador empieza a ver que se delegan las responsabilidades morales a otros entes, o a instituciones. Para Ferrés (1994, p. 83) esto se debe a que el niño receptor trata de sobrevivir entre un mar de informaciones, pero acaba por ahogarse porque parece que es incapaz de controlar el flujo de las mismas. Como valor agregado, Ferrés (1994, p. 34) dice que esa cantidad de información descubierta por los niños hace que las representaciones mediatizadas sustituyan el contacto directo con la realidad. De esta manera, los pequeños empiezan a tener acceso a la información reservada para los adultos y como consecuencia, Ferrés afirma que el medio tiende a eliminar los signos característicos de la infancia. Con este panorama se refleja que la pantalla chica cumple con varios roles como acompañante del desarrollo de los infantes, y al mismo tiempo, como lo señala Ferrés: “…es un espejo deformante cuando refuerza estereotipos negativos, puede ser también un medio integrador si presenta de manera positiva a personajes pertenecientes a grupos minoritarios” (1994, p. 85). La televisión se basa en su capacidad de penetrar la esfera cultural y moral de los receptores para afianzar la creación y consolidación de estereotipos sociales. Para Ferrés (1994, p. 84), el estereotipo

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Influencia educativa de la TV es un recurso eficaz que logra cautivar a los receptores con ciertos contenidos, y también manipular, porque supone una simplificación de la realidad. Ferrés, apoyado en los resultados de algunas investigaciones, señala que los estereotipos pueden crear la realidad social de los pequeños y determinar los roles sexuales, sociales y profesionales. Como consecuencia, explica que los niños televidentes en medio de su proceso de formación se pueden identificar con los personajes o estereotipos de los programas que les atraigan por su gracia o inteligencia. A partir de estas dos caras de la televisión, que difunde tanto valores positivos como negativos, se pueden analizar también algunas problemáticas de la vida diaria, como la violencia, que se emiten en los contenidos de la pantalla. Para Bruno Bettelheim, aunque se viva en una sociedad donde predominan estas acciones, debe haber una preocupación por construir modos de comportamiento adecuados, un análisis del contexto sobre estos hechos y así, enseñar a canalizar la energía violenta a través de otros mecanismos. Ante esta dualidad de la pantalla chica, la televisión se encarga de transmitir las diferentes temáticas sociales, culturales, humanas y psicológicas creadas en los contenidos de los programas. En cumplimiento de su labor mediática de entretener e informar, emite una explosión de mensajes que mezcla estos valores positivos y negativos sin ninguna regulación. Por eso, lo ideal sería que los televidentes aprendieran a ver estos programas, pero sin que esto implicara una visión ‘cuadriculada’ de la televisión, en la que se deba cuestionar segundo a segundo una secuencia audiovisual.

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Desde otro ángulo, García (2000, p. 81) propone que la violencia televisiva se apoya en el refuerzo de los valores sociales que los infantes observan en los contenidos transmitidos por la pantalla chica. Según la autora, esto se debe al tiempo que el niño gasta en ver televisión, a la actividad mental paralela a la recepción, a las creencias y a los valores aprendidos de los padres. Asimismo, García (2000, p. 41) anota que los personajes de los programas pueden resolver problemas por medio de la violencia y esto puede ocasionar una consolidación indirecta de valores. Por eso los pequeños pueden comenzar a creer que esa conducta es una manera moralmente aceptable para solucionar los conflictos y se puede llegar a consolidar como una forma de percepción de la realidad del infante. Para Bettelheim, una medida preventiva para evitar estos acontecimientos es dominar los impulsos internos y aprender a encontrar las verdaderas soluciones ante las frustraciones del mundo. De esta forma, se impediría la vinculación de nuevas problemáticas infiltradas en el hogar por la televisión, y así el desarrollo de la moral del infante no sufriría ninguna alteración. El panorama ambivalente de la televisión tiene una cara esperanzadora según el uso que se le otorgue. Ferrés manifiesta que el medio puede “… contribuir también a la formación de una sociedad más humana y pluralista ayudando a los niños a asumir la realidad en toda su complejidad” (1994, p. 85). Esta doble función de la pantalla chica implica un seguimiento de los adultos para revisar su impacto sobre la moral y una reflexión sobre los comportamientos violentos de los niños, en vez de que los padres repriman a los

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Comunicación y humanidades infantes contra la violencia televisiva sin ninguna explicación. Los adultos comprenderían la influencia de las inclinaciones televisivas de los niños según su capacidad de razonamiento durante el crecimiento de lo moral, y de acuerdo con sus perfiles los podrían ubicar en los niveles propuestos por Kohlberg.

En busca de explicaciones a los dilemas morales En la sociedad moderna, los programas televisivos arrojan durante las 24 horas del día toda una serie de componentes de diferentes realidades, y los padres, debido a sus ocupaciones laborales, no siempre se pueden mantener al lado del infante y frente a la pantalla chica. Ante esta situación surge como interrogante si los adultos se han detenido a pensar en las características de los contenidos de televisión que les gustan a los niños. Si la televisión se pensara desde la Teoría del Desarrollo Moral, se podría aplicar en una sociedad con sólidas bases educativas para fomentar el fortalecimiento de normas desde las primeras etapas de vida. Para esto, los programas de la pantalla chica se tendrían que observar como una herramienta de entretenimiento e información, pero también como una oportunidad audiovisual que si tiene suficientes argumentos educativos y culturales, puede llegar a fortalecer ciertos valores y conductas en los niños. No obstante, primero sería necesario que la sociedad se interrogara si los niños buscan contenidos morales en los programas. En la actualidad, los infantes, con el fin de entretenerse y experimentar otras

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emociones con los programas, buscan contenidos para saciar sus necesidades y su curiosidad, aunque el pequeño no sea consciente de esta actividad. En su interior, se puede percibir que el niño se interesa por aclarar sus dilemas morales, pues según los análisis realizados por Rincón (2002, p. 133) en la investigación Televisión infantil: voces de los niños y de la industria televisiva, les gustan los programas que trabajan con los mensajes de las dualidades de la vida: el bien y el mal, la honestidad y la deshonestidad, la pureza y lo equívoco, lo feo y lo bello, lo moral y lo inmoral, lo virtuoso y lo pecaminoso, el consumo y la libertad. Estos resultados también indicaron que valoran los mensajes que promueven la alegría, el afecto, la fraternidad y la amistad. Sin embargo, en este seguimiento se encontró que los infantes se inclinan también por programas en los que se caracterizaba “…la presencia de la estética de los ricos y bellos como sinónimo de felicidad y la belleza promovida como ideal de vida” (Rincón et al. 2002, p. 134). Aunque el encuentro de los niños con estos contenidos televisivos es fortuito, al parecer los mensajes de televisión se podrían convertir en un mecanismo de formación de rasgos fundamentales para vivir en sociedad, ganar reconocimiento, autonomía, fortalecer compromisos y hasta fomentar la formación de un acuerdo social entre ciudadanos. Esta necesidad del infante también puede estar gestada por la televisión, un medio que fue creado para transmitir diferentes elementos fragmentados en los mensajes de los programas. Desde esta perspectiva, algunos autores como Antonio García se han referido al poder del medio en la actualidad y alertan

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Influencia educativa de la TV programas basados en la competencia, la importancia de sus metas sin importar los demás, sino sólo su bienestar personal. Desde las ideas propuestas por Kohlberg, esto explicaría que el infante se siente motivado para tomar esa elección porque quiere satisfacer las necesidades correspondientes a su Nivel Preconvencional de desarrollo moral. Éste es un punto esencial para la reflexión porque los programas de televisión preferidos de los niños son la muestra de sus experiencias y del ritmo de su evolución interna. Su selección televisiva es la materialización visual del nivel moral en el que se encuentra ubicado o en el que desea estar. Sus dobles elecciones con cargas morales distintas no son gratuitas; por el contrario, exigen un estudio más riguroso para comprender sus orígenes.

sobre su potencial educador, que se enfrenta a los valores posicionados en la sociedad. Para esto menciona en su libro a Margarite Rivière para ilustrar que: “… Para esta autora, los medios suministran una verdadera educación permanente que transmite valores como el dinero, la competición obligatoria, el miedo a perder la capacidad competitiva, la prevención obsesiva, la búsqueda de seguridad material, la necesidad de autodefensa frente al enemigo, la evasión programada, la delegación del pensamiento propio en los medios, entre otros factores” (García A. , 2003, p. 63). Ante estas paradojas que rodean la televisión, y la búsqueda del niño por los valores posicionados en la sociedad, con la teoría de Kohlberg se pueden analizar casos como el de un pequeño que busque

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Las dualidades que rodean las elecciones de los niños y la televisión, también pueden ser una respuesta ante las necesidades del contexto, la cultura, las costumbres, entre otros. La reunión de estos elementos es importante porque le pueden indicar el camino que debe seguir para alcanzar plenamente el Desarrollo Moral, aprender a vivir en sociedad bajo principios universales y concebirse como un individuo con una mirada más amplia ante la información que le brindan los medios de comunicación. No obstante, la dinámica de la pantalla chica, al parecer, ha olvidado su responsabilidad social como acompañante y constructora de realidades. Por esto, es necesario plantear una televisión con un objetivo pedagógico y moral que apunte a las necesidades de los infantes, en vez de que se analicen como una masa, y sin olvidar que la esencia de este medio es entretener.

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Comunicación y humanidades El dolor de cabeza de los padres La meta ideal de algunos padres de las nuevas generaciones sería que sus hijos aprendieran a elegir y a comprender los programas, sus componentes audiovisuales y temáticos de lo que se transmite en televisión, basados en el diálogo y en el juicio crítico. Esta tarea implicaría que se dejara a un lado la función básica por la que se creó la pantalla chica, que es entretener e informar, para convertirla en una actividad compleja y aburrida porque sería netamente reflexiva y temprana para la edad de los pequeños. No obstante, es importante que las nuevas generaciones aprendan a ver televisión, pero sin que los padres olviden su nivel de desarrollo, su edad y su capacidad de reflexión. Lo esencial es que los niños sepan cómo entretenerse y sean capaces de reconocer sus gustos televisivos, pero los adultos no deben olvidar que es su tarea analizar las temáticas de los contenidos que observan los infantes durante su proceso de formación.

de otro punto de vista educativo, cultural y moral para analizar los cambios mediáticos, el impacto que puede generar la televisión en otras esferas evolutivas y los aportes que puede hacer en los niveles de Desarrollo Moral del niño. Con esta fórmula los padres encontrarían la manera adecuada para enfrentarse al desorden gestado por la pantalla, que explicaba Fuenzalida (2005, p. 23), la cual emite sus contenidos con una estratificación diferente a la escuela, pues en las aulas de clase los niños son organizados por la edad y el sexo. En la televisión, a la hora de transmitir un programa, no se discrimina por cifras o perfiles de audiencia; por el contrario, se emiten los mismos contenidos para todos los receptores. Esta situación exige más compromiso de parte de los adultos para que les enseñen a los pequeños a ver los contenidos de los programas, e implica una posición más reflexiva frente a la pantalla porque los niños no sólo observan los contenidos que los adultos les aprueban.

Pese a que la familia y la escuela son esenciales para esa labor, estas mismas instituciones han señalado al medio como el culpable de las presuntas crisis familiares, la rebeldía juvenil, las nuevas tendencias y las problemáticas como el consumo de drogas y el alcohol en los jóvenes. Algunas veces las acusaciones son sostenidas con argumentos, pero en otras sólo con juicios de valor.

En la actualidad, el niño ha roto con antiguos mitos sobre su pasividad frente a la pantalla. Hoy las hipótesis han dado un giro y se han esfumado las antiguas conjeturas en las que se creía que los medios producían un estímulo generalizado cuando toda la masa recibía los contenidos mediáticos de la misma forma. Según Rincón (2002, p. 180), los infantes ya no son sólo televidentes frágiles y pasivos dedicados exclusivamente a consumir.

El medio que en sus inicios apareció como una caja difusora llena de experiencias enriquecedoras, se ha convertido, al parecer, en un dolor de cabeza para los educadores y los padres. Frente a este panorama, es urgente que los padres amplíen su visión sobre el medio a partir

Si estos pasos se siguieran, el abismo educativo en que se ha convertido la televisión para algunos padres desaparecería junto a la retórica moralista, como Rincón ha llamado a esta relación entre la televisión y los padres. Se tendría que buscar otro discurso para justificar las

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Influencia educativa de la TV falencias educativas, y los padres dejarían de “ensuciar moralmente” (Rincón et al. 2002, p. 184) el medio, pues se dedicarían a fomentar el diálogo con los niños para explicar las prohibiciones de ciertos contenidos. Los tres niveles del Desarrollo Moral y sus seis estadios son un camino para que los padres empiecen a comprender la dinámica de la moral en formación. Además, esta teoría les puede ayudar a comprender que de acuerdo con la capacidad de comprensión de los niños, estos se ubican en diferentes niveles de desarrollo. Por eso, los infantes son capaces de disfrutar de sus programas de televisión con diferentes temas, problemáticas y personajes. El acompañamiento de los adultos es esencial para que se regule la entrada de la explosión de mensajes televisivos y para que los niños empiecen a formar sus propios criterios sobre los programas que les ofrece la pantalla chica. De esta forma, cuando los infantes se encuentren con las imágenes violentas, estarían en condiciones de decidir de qué manera las observan, si como una característica de la temática del programa para señalar la fuerza y la brutalidad, o tan sólo es un rasgo ético, como la llama Rincón, porque rompe con la reflexión de la moral cotidiana. Desde una perspectiva crítica, los padres pueden contribuir al crecimiento de todas las esferas de desarrollo del niño y así entenderían por qué los pequeños fortalecen determinados valores morales, y por qué les gusta ver los programas para los adultos, como se concluyó en la investigación sobre televisión infantil. De hecho, según los datos de sintonía en 1999: * Los niños preferían los programas para adultos a los dirigidos para ellos.

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* Los niños preferían telenovelas por encima de todos los géneros. * Los programas infantiles hechos en Colombia no tienen mucha sintonía. * Los dos programas colombianos diferentes de telenovelas que tenían mayor aceptación en el público infantil eran un concurso sobre lo ridículo y una comedia ligera (Rincón et al. 2002, p. 120). De esta manera, las instituciones sociales pueden aterrizar y preparar a los niños para un mundo en el que no sólo se les prohíban el sexo y la violencia por sus presuntas consecuencias, sino que también se les genere inquietud sobre otros factores, como la guerra, la corrupción, la traición, la mentira y las demás problemáticas actuales. De lo contrario, explica Rincón (2002, p. 188) como consecuencia se puede incentivar a la formación de comportamientos de doble moral y conductas similares de temprana edad.

Un desafío educativo Entre los avances tecnológicos y los contextos mundiales, las opiniones sobre la función de la televisión han tomado un rumbo distinto. Las instituciones gubernamentales, las productoras, la escuela, la familia y los ciudadanos se han visto involucrados en el desafío educativo de este medio, con el que se supone la necesidad de preparar a los receptores para atender a las exigencias de la cultura, los conflictos de su entorno y la educación. Para Pérez (1994, p. 27), la primera tarea de este desafío es acabar con la separación de la televisión y la educación. Desde una perspectiva más allá de las aulas escolares, el autor expresa

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Comunicación y humanidades que esto quiere decir que la educación no sólo se debe enfocar en dar clases magistrales, sino en ayudar a las nuevas generaciones a enfrentarse con el mundo, conducir, guiar, procurar, inculcar un sentido crítico y una imaginación activa. En este sentido, la educación abierta al mundo televisivo puede enriquecer las relaciones sociales y morales de los futuros espectadores, tanto individual como socialmente. La televisión es una herramienta mediática que acompaña tácitamente el proceso de crecimiento de los niños en todas las etapas de su vida, desde la escuela hasta la adolescencia, cuando empieza su interacción con el entorno. Para Fuenzalida, los programas de televisión le proponen al infante esquemas lúdico-dramáticos para fortalecer la autoconfianza y para superar las adversidades de la vida cotidiana. Al contrario de las formas de conocimiento analítico que difunde la escuela, Fuenzalida (2005, p. 106) agrega que estos esquemas de programación lúdico-dramáticos transmiten un mensaje de aprendizaje afectivo con humor, identificación emocional y conocimiento anecdótico. Aunque al parecer a la televisión se le ha observado desde una perspectiva reduccionista por su presunto impacto negativo en la audiencia, tiene funciones latentes, pero esenciales que contribuyen al desarrollo del individuo. Por ejemplo, para Pérez este medio puede ser una fuente de conocimiento porque cuenta con la capacidad de registrar acontecimientos que conducen a la audiencia al pasado, al presente o al futuro, como una máquina generadora de otros mundos posibles. Como un valor agregado, la televisión brinda a las nuevas generaciones una

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exploración de lo real. Por eso, se requieren unos principios educativos para que se regule la ampliación de estos conceptos que se adquieran por medio de la pantalla, y que en ocasiones pueden romper los límites del espacio y del tiempo. Los contenidos tienen la posibilidad de conectar al receptor con otro punto de la tierra diferente al que se encuentra y con otra época, ya sea el pasado o el futuro. Es así como se gesta un “…nuevo lenguaje para el conocimiento” (Pérez, 1994, p. 99). Sin embargo, para comprender este despliegue de información, Pérez explica que es necesario aprender a observar los programas televisivos a partir de lecturas críticas y analíticas: “Una educación ante la televisión obliga a formar en la libertad en el uso del medio: en la libertad que provoca la comprensión inteligente, libertad asociada a la posibilidad de recreación de sentidos y de reinterpretación de los mensajes” (Pérez, 1994, p. 138). Para que la televisión alcance esta meta, Orozco sugiere una alfabetización sobre el lenguaje de la imagen, en la que el espectador se prepare para enfrentarse a las presuntas manipulaciones y estereotipos creados en los programas de televisión. Así, los potenciales televidentes no estarían desarmados y, por el contrario, podrían reconocer los intentos de seducción en los formatos que se les venden diariamente. No obstante, la idea de este autor sería arriesgada porque si la audiencia se prepara siempre con una visión analítica y crítica frente a los contenidos, se perdería la magia y el sentido ficticio de la televisión. A pesar de los prejuicios persistentes entre el público, al parecer “…la televisión educa y seguirá haciéndolo, aunque no se lo proponga; las audiencias aprenden

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Influencia educativa de la TV de la televisión y lo seguirán haciendo aunque no se percaten de ello” (Orozco, 2001, p. 110). Aunque algunos adultos se opongan a la televisión, este medio tiene la capacidad de crear hábitos de comportamiento, fomentar valores, adquirir conceptos y en todas las edades adoptar actitudes frente al mundo.

A manera de conclusión La televisión y los medios de comunicación, además de aprovechar su capacidad de difusión entre la sociedad, se han convertido en una puerta que se abre a la representación de problemas sociales en los contenidos de sus programas, como la guerra y la corrupción, valores positivos como la tolerancia, y negativos como la insensibilidad. La mayoría de las audiencias buscan entretenimiento y diversión en la pantalla, pero sin saberlo se enfrentan a algo más que imágenes audiovisuales. Se puede observar, como primera medida, que la televisión es un medio privilegiado que se puede utilizar en ocasiones como un espejo de la realidad social, política y económica, porque proyecta más que ficción. Es un mecanismo que goza de tanta potencia que hasta puede ser aprovechado para crear otras realidades, mostrar las dualidades de la vida, mover sentimientos profundos en la audiencia y fomentar la creación de percepciones de lo ético y lo moral. En este punto de encuentro con la televisión, sería importante que la sociedad se planteara bajo cuáles escalas de valores, de Ética y Moral se están formando las nuevas generaciones: si estos datos demuestran una generación sedienta de afecto, si se identifican con la violencia, si se consideran víctimas

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de la intolerancia o si por el contrario, les divierte enfrentarse a la doble cara de la vida porque en la pantalla pueden ver reflejada la situación que se vive a diario en sus hogares. Durante unos cuantos minutos, los programas televisivos son capaces de jugar con el tiempo, el espacio y la imaginación del espectador, pero el éxito de este objetivo dependerá de la formación integral del televidente. Por eso, como segunda medida, aunque la pantalla no se enfoque en educar a su audiencia, puede llegar a transformar algunas condiciones sobre el entorno cultural, moral y hasta ético de los niños. Por ejemplo, la fiebre que se presentó hace algún tiempo por las telenovelas como El cartel de los sapos y Sin tetas no hay paraíso, del Canal Caracol, que en su momento las ubicó en los primeros lugares de sintonía entre los niños de los hogares colombianos, demostró que al parecer existe una necesidad de los infantes por identificarse culturalmente y por formar su propia representación del país en que viven, a partir de estas historias crudas y reales. Este panorama implica la realización de una radiografía sobre la influencia de la televisión en el estado de los demás valores intrínsecos que se proyectan en un programa, como la primera telenovela enunciada. Asimismo, su impacto en el proceso de crecimiento moral de los niños y sus aportes a las etapas del Desarrollo Moral. Otro ejemplo claro puede ser el manejo de las cualidades como la fealdad y la belleza en las telenovelas, porque a veces en sus contenidos, la televisión los convierte en valores negativos. Como sucedía con los programas Patito feo y Betty La Fea, en donde las protagonistas sufren el rechazo y la intolerancia por su supuesta fealdad física, y en el

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Comunicación y humanidades argumento del programa se demostraba una lucha constante contra su imagen, pese a sus cualidades. No obstante, al finalizar la historia, las sufridas protagonistas tienen que convertirse en mujeres bonitas para alcanzar el éxito y el respeto de la sociedad. Por lo tanto, no conservan su esencia humana. Esta situación puede suponer el enfrentamiento a un dilema moral en el que se pueden fragmentar los valores, porque el niño debería ser aceptado, dentro de la sociedad creada por la televisión, por su belleza física en oposición a los valores inculcados por la familia y la escuela, con los que se pretende llegar a la tolerancia. Los niños extraen indiscriminadamente los valores que les emite la televisión, para saciar su gusto por el entretenimiento, pero no distinguen si estos elementos contribuyen a su desarrollo. Con el ritmo de vida actual los padres se han visto obligados a trasladarle a la televisión la obligación de entretener y de cuidar a sus hijos, sin la supervisión de un adulto que filtre el valor de los mensajes. Por eso, un tercer punto de estas conclusiones es que la academia y la escuela promuevan y enseñen a los adultos la importancia del diálogo y la comunicación, para que ellos sean los primeros en aprender a ver televisión, y luego sean capaces de presentar con argumentos sus percepciones y posturas frente a la pantalla.

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Si sobre los programas de televisión se reflexionara a partir de la Teoría del Desarrollo Moral, se evitarían la estigmatización y la satanización de su imagen como una pantalla que transmite miedo a las audiencias. Al contrario, lo ideal sería reconocerla como una herramienta complementaria que puede fortalecer la promoción de una educación moral de los infantes. De esta forma, los principales benefactores de este cambio serían las relaciones sociales, la convivencia social y el establecimiento de principios morales universales para conseguir la madurez moral, como llamaba Kohlberg al último paso de sus etapas evolutivas. Es hora de que el pequeño aprenda a analizar, pese a su corta edad, o por lo menos a aprovechar aquellos programas que sí le pueden aportar a su crecimiento personal. El entorno de los niños estaría rodeado de alternativas actuales y críticas para permitir la entrada de los aportes educativos, que para bien o para mal puede llegar a brindar la televisión. En otras palabras, como cuando Ferrés retoma a Umberto Eco para señalar que: “… la actitud más adecuada es la aceptación crítica, el equilibrio entre el optimismo ingenuo y el catastrofismo estéril, el equilibrio que asuma la ambivalencia del medio, sus posibilidades y limitaciones, sus contradicciones internas” (Ferrés, 1994, p. 19).

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El neo-espectador en la electro-escena Wilson Escobar Ramírez1 Que el teatro de hoy se esté reconfigurando en el horizonte tecnológico ha dejado de ser una hipótesis formulada para responder a una moda que se evidenció con mayor claridad en el período de entresiglos, y ha pasado a convertirse en una tendencia de gran expansión que está afectando sensiblemente las poéticas de la escena, tanto como la manera en que los espectáculos se están confrontando con el público. Se trata, sin lugar a dudas, de un nuevo escenario mediado por paisajes visuales y paisajes sonoros en el cual confluye por igual el frío de la máquina y la calidez que proyecta el cuerpo del actor. Resultado de ello es una exquisita dialéctica que arroja a la escena contemporánea cuerpos electrónicos, cuerpos interactivos, pantallas digitales que comparten espacios con objetos tradicionales, y se expanden en una suerte de viaje de emociones y sensaciones de la realidad a la virtualidad y viceversa. El impacto que están teniendo estos nuevos modelos perceptivos y mediáticos (es decir, aquellos que se basan en los medios de comunicación como el cine, el video, la televisión, la computadora, la internet y todos sus derivados) sobre el actor y sobre el espectador, es el eje de las investigaciones que ahora 1 Licenciado en Filosofía y Letras. Profesor del Área de Lenguaje Escrito del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. wilsonescobar@gmail.com

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inician. “¿Hasta qué punto sus cuerpos han quedado afectados y modelados por las nuevas tecnologías?” se pregunta el semiólogo francés Patrice Pavis (1998, p. 258), al modo del Dios protético que expone Sigmund Freud en su obra El malestar de la cultura; un hombre que ha perfeccionado sus órganos motores y sensoriales en gracia de la incorporación a su vida cotidiana de la máquina de motor, las gafas, el telescopio, el macroscopio, la cámara fotográfica, el gramófono, el teléfono, la escritura misma, y más recientemente –no avizorados por Freud– en la era digital: la computadora personal, el teléfono celular, las tabletas electrónicas, entre otros dispositivos digitales. Esta confrontación permanente, cotidiana, con los medios de comunicación, necesariamente influye en la manera como se percibe y se conceptualiza la realidad, tanto como se percibe la realidad espectacular o los espectáculos mismos. Estas mutaciones perceptivas son más visibles en las últimas dos o tres décadas en la justa medida en que la producción escénica ha venido insertando los medios de comunicación, tanto los tradicionales como los nuevos, y los ha integrado a la escena cada vez con mayor propiedad y naturalidad. En la evolución teatral de finales del siglo pasado y el que ahora se desanda, dicha dinámica ha traído consigo una dimensión más ampliada del espectáculo; incluso ha introducido un nuevo tipo de espectáculo que confronta al tradicional, y sus pliegues los encontramos en

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Teatro y espectadores lo que se ha dado en llamar “electrónica sonora” (Pavis, 1998). En efecto, Pavis distingue dos tipos de espectáculo: el literario, centrado en el texto y el sentido teatral, al modo más convencional de una representación que parte del texto y llega a la escena elaborando sentidos y signos desde una realidad mimética. Y el espectáculo asociado a la electrónica sonora que está descentrado y desconectado de la realidad mimética. En el teatro, tal y como se concibe en Occidente, ya desde los griegos, el texto expresado o transpuesto en la escena, ofrece al espectador una correlación de los distintos signos (visuales, sonoros, rítmicos, gráficos…) cuya resultante global es comprensible por todos los espectadores (en diversos grados, valga decir). Una tarea similar supone la correlación voz y cuerpo en la escena tradicional, cuya solidez torna inexistente la posibilidad de que uno sobreviva en la escena sin el otro, al mismo modo en que el sonido y las imágenes están integrados dentro de un sistema de signos y perviven en la escena gracias a su sincronización. En este denominado espectáculo literario significante y significado se expresan ante el lector/analista sin equívocos ni imprecisiones, lo que precisamente supone la presencia de un receptor centrado y unificado, es decir, un suje-

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to consciente de su papel como observador de la escena, atento a que el espectáculo acontezca en su experiencia como individuo. Pero en el espectáculo mediado por la electrónica sonora,la realidad y su puesta en escena nos obligan a cambiar de percepción, en tanto la mirada y el cuerpo mismo ya no constituyen la experiencia convencional. Una nueva síntesis corporal se produce en el sujeto que presencia-vivencia este tipo de representaciones, cuando su sistema habitual de referencia cimentado en la alianza tiempo-espacio-cuerpo, se ve alterado por la descentración de alguno de esos componentes: la descentración del espacio, o la del tiempo a través de un personaje que pasa de un estado físico a uno virtual a través de la proyección en imágenes de su acción en otro lugar y en otra temporalidad; o la descentración del espectador cuando es subido virtualmente a la escena a través de la proyección en vivo y se contempla en su doble presencialidad en el entorno del espectáculo.

Nativos de la escena Conviene pues examinar ese nuevo espectador que dialoga con este tipo de espectáculos, para intentar acercarnos a esa dialéctica de la también llamada “electro-escena”.

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Comunicación y humanidades El nuevo espectador (Nativos Digitales les llama Marc Prensky al referirse a comienzos de este siglo a los nacidos en un mundo ya digital, situados en la década de los años 90) llega a la sala embebido y sorprendido con las recientes tecnologías; recala en un patio de butacas oscuro, nada fascinante desde su imaginario digital, pleno de luces multiformes. Por mucho que ha intentado dejar su atención zapping, propia de su morada tecnológica, ha llegado con ella al patio de butacas; intenta cambiar de canal pese a la magia del suceso escénico que acontece frente a él. Tiene una emotividad ligera, cambiante. Intenta entonces, chatear o jugar con el personaje o los personajes, decirles que está allí para ser él –posiblemente– su avatar, como si se tratara del videojuego que ha debido dejar en casa. Quiere estar en el escenario aunque se le antoje extraño aquel habitat de rituales anacrónicos. Es que el ritmo de aquel teatro le es extraño, distante, ajeno, lento, casi ensoñador. Es un espectador que dispone de muchas más fuentes de información que la generación anterior; actúa e interactúa con ella de tal manera que ésta les imprime un carácter muy particular. Como lo advierte María Teresa Quiroz: “…la actualidad está marcada por la rapidez, la eficiencia, la celeridad de las imágenes” (2003), al modo en que se mueven los personajes de las películas Corre Lola Corre, Matriz o la Trilogía Bourne, por citar algunos referentes de estas narrativas frenéticas. Y es con esa información pluridiversa que llega a una sala de teatro que le resulta incómoda y lenta en su manera de percibir y apropiarse del mundo. Entonces ese espectador recapacita. Se sabe un sujeto híbrido. Se mira en aquel reducido espacio del patio de butacas y busca afanosamente una interfaz que le

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permita simularse desde adentro d e l espectáculo para apropiarse de un lenguaje que le es natural: la inmersión, la interactividad. Ahora toma el control del escenario. Ese nuevo espectador abocado al teatro ha tomado conciencia de la interactividad que, no como metáfora, sino como su propio modo expresivo, se edifica ante sus ojos.Ha comprendido que el teatro es un juego de simulación que, al igual que la pantalla de su computadora, es completamente interactivo y le permite acercarse a otra experiencia perceptiva emocional de la realidad y la virtualidad. Creer que la realidad virtual sólo está en las máquinas es un error frecuente en el cual suelen caer muchos en su afán por resistirse a la grandilocuencia de las nuevas tecnologías, por creer ciegamente que éstas no afectarán su nicho cognitivo. En el primer manifiesto del teatro de la crueldad, Artaud hace un llamado por recuperar el lenguaje específico del teatro, romper la sujeción del teatro al texto, recobrar la noción de una especie de lenguaje único a medio camino entre el gesto y el pensamiento. Esta postura obliga a “encontrar, además, nuevos medios de anotar ese lenguaje, ya sea en el orden de la trascripción musical o en una especie del lenguaje cifrado” (Artaud, 1978).Desde luego la voz del dramaturgo francés nos está hablando hoy de una noción que para entonces no se asumía: la interfaz.

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Teatro y espectadores Se trata de una concepción que el lenguaje de los nuevos medios se apropió desde el momento en que se hizo necesario hablar del interactor, como lo llama Johannes Birringer; es decir, del papel activo del espectador en tanto sujeto que hace parte de un diálogo con el objeto percibido. La interactividad supone un diálogo y una metamorfosis material producida, no ya por un espectador pasivo en el espacio y el tiempo, sino por un sujeto activo que propone, configura y re-configura simbólica y materialmente, en el caso del teatro, una escena.Si bien es cierto que el teatro, al contrario de lo que sucede con el cine y la música, se ha visto revalorizado por su calidad de espectáculo en vivo frente a la gran oferta doméstica digital, también lo es que se ha nutrido con el uso de dichas tecnologías. Como lo recuerda el dramaturgo argentino Mauricio Kartún, a su paso por el Festival de teatro de Manizales (2007): “El teatro siempre ha poetizado a partir de diferentes soportes y, antes, el único posible era la memoria”, y admite que en el siglo XX han aparecido infinidad de nuevos soportes. Todos son poetizables. Esta capacidad de adaptación del teatro habla de su superviviencia; es cierto, pero también habla de su metamorfosis como suceso en la butaca. En las vanguardias teatrales del pasado siglo podremos encontrar los antecedentes de lo que hoy conocemos como

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interfaz, que en la especificidad del teatro se hace visible en obras abiertas a la participación del espectador, como sucede en el teatro dadá o en el teatro laboratorio de Grotowski, en las provocaciones de Tadeusz Kantor o en las del mismo Bertolt Brecht. Las obras del llamado arte participativo (performances, happenings, instalaciones) surgidas en los albores de los años sesenta y setenta, se suman para construir esa nueva tradición interactiva en la experiencia teatral viva.Tendríamos entonces que esta noción de interfaz asumida en el lenguaje de los nuevos medios como un conjunto de comandos y métodos que facilitan la intercomunicación entre programas y entre éstos y los sujetos, ya era propia del lenguaje escénico en tanto su praxis escénica ya buscaba disrrupciones temporales y espaciales en su permanente preocupación vanguardista por comunicarse con el otro, por desafiar la aparente pasividad y el estatismo del espectador.

Tensiones fronterizas Esta última década ha supuesto una suerte de retos y desafíos para las artes que como el teatro suceden en el aquí y el ahora. Una ola de lenguajes combinados que mixturizan el modo expresivo de cada arte en particular y reducen sus fronteras narrativas y estéticas, ha generado una suerte de palingénesis o regeneración de la escena contemporánea: teatro en, desde y por Internet; teatro que narra al modo en que las nuevas tecnologías vienen construyendo la dinámica cotidiana de los seres, cine que reniega de su potencial efectista y revisita sus raíces para hacerse pasar por teatro como lo vemos en el movimiento danés Dogma 95 y su derivación hacia obras que evocan el teatro filmado: Do-

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Comunicación y humanidades gville (2003) y Manderlay (2005) de Lars von Trier, hasta la perturbadora y conceptual Inland Empire (2006) de David Lynch; estos son apenas recursos expresivos que dan cuenta de la lucha no sólo por enfrentarse al monstruo electrónico sino por reivindicar viejos recursos para dotarlos de nuevos sentidos. Las ya extensas relaciones y fricciones que ha mantenido el teatro con el cine, por ejemplo, desde la invención de éste en 1895, han generado muchos estudios que no es del caso revisar en este escrito, pero sí es importante señalar cómo cada vez estas imbricaciones cambian de apariencia con los renovados retos que traen consigo las nuevas tecnologías. Más allá de esta intermedialidad que se ha consolidado en las extensas relaciones entre el cine y el teatro, hoy asistimos también a lo que algunos han dado en llamar Teatro desde la Internet o teatro–blogger. Un ejemplo de ello es Bagdad Burning, una obra teatral presentada en el prestigioso Festival de Edimburgo en una edición reciente y basada en un blog de un iraquí de 26 años que narra su vida cotidiana en un país invadido. O Bloggers. Real Internet Diaries, una versión de Monólogos de la Vagina que, en este caso parte de un puzzle de 10 blogs personales elegidos entre más de 10 mil páginas electrónicas. El reto de Olivar Mann, su co-creador (no sería válido hablar de dramaturgo, como veremos más adelante) consistió en no agregar palabras distintas a las que aparecieron originalmente en la blogósfera clasificada. ¿Teatro desde la Internet? He aquí otra tensión fronteriza: el sentido de la teatralidad desde el cual se fundan estos formatos se pierde en el instante en que la intermediación tecnológica absorbe el aquí y el ahora de lo actuado o representado. Ya no estaremos hablando de teatro, sino de video con sentido

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teatral. Una vez convertido el formato en soporte dramatúrgico textual éste abre las puertas para reconfigurar el teatro propiamente dicho y con él la experiencia aurática de copresencia entre el actor y el espectador, siguiendo el pensamiento de Jorge Dubatti. Veamos un concepto intermedial más ajustado al hecho teatral, al hic et nunc. Se trata de Musicall (2003) de las compañías Illana - Lóm Imprebis. Desde su mismo título, su director Santiago Sánchez, sugiere un juego de palabras que podría significar Llama la música. En efecto, el espectador de Musicall no debe apagar su celular, por el contrario, ese prohibido objeto, reducido al silencio y a la inutilidad en la oscura sala, ha llegado al patio de butacas y ha cobrado una nueva función en la construcción de sentido de la obra: desde él se deben enviar mensajes de texto que aparecen al instante en una pantalla dispuesta en el fondo y centro del escenario, acompañada por una especie de biombo que rompe la desnudez completa del espacio escénico. La obra ha iniciado. El espectador se sabe parte de ella. Su pensamiento, su completud emocional, entendida como esa máquina de deseos de la que habla Deleuze, se ha desdoblado hacia la escena por arte de la imagen electrónica. En el recordado monólogo Primer amor de Samuel Beckett, escenificado por el teatro Fronterizo de la Sala Beckett de Barcelona (1985), José Sanchís provoca al espectador con una cuerda casi imperceptible que atraviesa de lado a lado el patio de butacas en sus primeras filas. Ya sobre el escenario un cartel anuncia: “Para que actúe tire de la cuerda”. Un espectador avisado percibe la cuerda y toma la decisión de tirar de ella. Al hacerlo suena una campana y con el tin-

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Teatro y espectadores tineo, el personaje se incorpora desde el centro de la escena.

con la jerga digital de la web semántica, o 3.0.

En ambas obras, tanto en Primer amor como en Musicall, el espectador hace parte de la interfaz interactiva, se sabe un sujeto actuante en la butaca; pero en la obra de Beckett la posiblidad de interactuar –léase dar una orden al actor para que actúe– está reducida a un espectador por cada escena o fragmento del unipersonal. Es una interactividad individual. En tanto, Musicall, apoyada en la masificación de los mensajes de texto, pone en cada función un número considerable de espectadores a decidir en forma simultánea sobre lo que verá.

En palabras de Marcellí Antúnez Roca, estaríamos en frente de una sistematurgia, un neologismo que adhiere los términos sistema y dramaturgia para referir la pregnancia de la interfaz en la construcción del espectáculo, dígase un ordenador, una CPU y sus periféricos. De esta forma, como lo explica Antunez Roca, las interfaces traducen, a través de la computación, las órdenes de los actuantes y/o el público a los medios de representación, tales como la imagen, el sonido, la mecánica y la robótica. Lo que diferencia la sistematurgia de otras formas de creación escénica, es que la computación y las interfaces son elementos consubstanciales.

¿Qué sucede entonces en el escenario de Musicall? Los textos están en el espacio escénico (proyectados desde la pantalla) y los actores-músicos eligen al azar -como en una especie de lotería con balotas- uno de ellos para improvisar acciones en clave musical. El salto de una experiencia escénica a la otra, más que cuantitativo, es cualitativo. El texto elegido permanece proyectado en el escenario mientras sucede la acción dramática. Le recuerda a los actores y al propio público cuál es la línea de acción que deben construir los personajes. El texto electrónico se ha convertido en un objeto-personaje que preside la escena como una especie de memoria superior, vigilante, que va dando cuenta de la dramaturgia allí en construcción. Estos ejemplos, el del llamado teatro blogger, o el de Musicall, ponen de presente una nueva forma dramatúrgica que pasa por la creación colectiva y recala en la noción tan propia de la Internet: creación colaborativa, una especie de Wiki-texto si no queremos desentonar

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Las artes plásticas y las visuales asisten con más arrojo y menos conservadurismo que el teatro a esta regeneración de sus formas expresivas; procedimientos de realidad virtual, realidad aumentada, inteligencia artificial, sistemas de algoritmos genéticos, bioarte, son apenas designaciones semánticas de un horizonte de mutaciones en cuyo centro está un sujeto ya no de simples percepciones, sino de emociones vívidas que estructuran de forma singular o colectiva la experiencia escénica. Entre estas mutaciones podemos identificar la idea del tiempo real y ralentizado, el espacio físico y presencial, la fragilidad del medio tecnológico, la interacción, la telepresencia, la influencia de la audiencia y el cambio de paradigma del espectador, acaso mejor llamarlo “espectactor”, como bien lo denominó el dramaturgo brasilero Augusto Boal.

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Comunicación y humanidades Referencias bibliográficas Antúnez Roca, M. (2009). Sistematurgia. http://www.marceliantunez.com Artaud, A. (1978). El Teatro y su doble. Barcelona, España: Edhasa. Kartún, M. (2007). Diálogo con Wilson Escobar en el marco del I Congreso Iberoamericano de Teatro. 29 Festival Internacional de Teatro de Manizales.

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Pavis, P. (1998). Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología. Barcelona, España: Paidós. Quiroz, M. (2003). Aprendizaje y Comunicación en el siglo XXI. Bogotá, Colombia: Norma.

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Ensayando sobre el ensayo

Ensayando sobre el ensayo Luís Felipe Valencia Tamayo1 No es extraño que de vez en cuando los estudiantes y hasta los mismos profesores nos veamos asaltados por la urgencia de escribir un ensayo. De hecho, académicamente hablando, este género se ha tornado en una herramienta mediante la cual se pretenden calificar tanto los procesos de estudio y aprendizaje como también los de investigación y proyección docente, por lo que su mención regular viene a ser como la invocación de una condición de la actual vida universitaria. El joven llega a casa después de una jornada de estudios y a la pregunta de sus padres por qué tiene que hacer, la respuesta está clara: tengo que estudiar y escribir un ensayo. El profesor pasa fines de semana sentado en su escritorio bajo la premisa de que tiene que escribir un ensayo. La expresión, de tanto mentarla, suena a muletilla en nuestros corredores. Al parecer, todos andamos ensayando. Sin embargo, una lectura de lo que muchas veces presentan estudiantes y docentes como ensayos brinda la oportunidad para preguntarse ¿qué es, en últimas, lo que se ha estado haciendo? Descontando los ya tristes y repetidos casos de copie y pegue, de plagios desvergonzados y costuras de 1 Licenciado en Filosofía y Letras. Profesor del Área de Ciencias Sociales y Humanas del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. Escritor. lufevata@ hotmail.com

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ideas ajenas que muchas veces terminan contradiciendo el sentido de los discursos que se querían presentar, la escritura de ensayos pasa por ser una fuente de desprestigios frente al género. Y es que hay un olvido mayúsculo a la hora de hacerlos consistente en el abandono de las formas literarias y la despreocupación por encontrar en la escritura un tono que pueda evitar las tergiversaciones. En otras palabras, hemos desatendido el hecho de que, pese a estar tan académicamente acreditado, el ensayo es un género literario y, como tal, su pasaporte expira cuando la documentación presentada no es más que un galimatías ostentoso o una jerigonza sin ritmo alguno. Jóvenes y veteranos presentan ideas brillantes todos los días, realizan investigaciones a diestra y siniestra, dan la talla a la hora de realizar exposiciones en Power Point y desconcertar con la elaboración de diagramas estadísticos llenos de colorido y dinamismo, pero a la hora de encontrarnos con sus trabajos escritos nos despachan con la indelicadeza de su pobre léxico y una prosa pasada de amarga. Con lamentos nos despedimos de lo que pudo ser una pieza mucho más grata si tan sólo quien la realizó hubiera puesto un poco más de voluntad. Así se han perdido los testimonios de trabajos que sin duda pudieron haber cosechado mejores frutos en sus lectores, sin dejar de contar entre este público a los que, algún día, echarán un vistazo sobre lo que se hizo en nuestro tiempo. Además, para consolarnos como tontos, el caso

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Comunicación y humanidades no es sólo de la escritura académica; continuamente salen al mercado obras históricas, científicas, biográficas, por mencionarlas a ellas, que, pese a sus rimbombantes bibliografías y encomios investigativos, dejan mucho que desear en su estilo y presentación. Recuerdo que alguna vez, leyendo un ensayo de Aldous Huxley sobre Beethoven, recriminaba a uno de los muchos biógrafos del compositor el hecho de que hubiera trabajado tanto y durante tanto tiempo en la escritura de su libro para simplemente mostrar una serie de datos curiosos y algunas correcciones necesarias. Aunque suene irónico, una obra monstruosa como la que aquel biógrafo pudo haber realizado, quedaba reducida a su cruel prosa que no la dejaba ser otra cosa sino una gran investigación. Romain Rolland, premio Nobel de Literatura en 1915, escribió una obra sobre el mismo músico, si se quiere mucho menos ampulosa, pero lograba atraer y contagiar el ánimo de sus disertaciones sobre Beethoven, mérito obtenido por su conjugación de la admiración y el deseo de transmitir sus ideas con las expresiones al uso. Huxley, justamente, cerraba su crítica a la insufrible pero valiosa biografía de aquel investigador infatigable con la idea de que todo lo había hecho muy bien pero le faltó la pasión y el verdadero amor por Beethoven. Si realmente lo hubiera querido no hubiera escrito así, se quejaba Huxley. No por cuestiones menores se han dejado de recriminar las obras de grandes hombres de ciencia y pensamiento. Baste recordar que también Arthur Schopenhauer tomaba por indigesta la lectura de Hegel. Y si eso lo decía él que leía al filósofo en su misma lengua, ¿qué podemos decir nosotros que lo leemos traducido? En estas cuestiones se entiende el hecho de que el estilo y la claridad

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tengan también que asumirse con la responsabilidad necesaria que comporta a las ideas y a las investigaciones que se quiere expresar. Después de ello se pueden decir muchas cosas, como que la obra no gusta o no agrada, en el plano eminentemente humano de que ciertas cosas nos gusten más que otras. Así, por ejemplo, lo expresaba Wittgenstein al referirse a Shakespeare: “Entiendo que alguien lo admire y pueda llamarlo arte supremo, pero a mí no me gusta”.Es este un fenómeno completamente distinto. Lo menciono para evitar confusiones: hay obras muy buenas, responsables en forma y en fondo, pero que nos desagradan porque, como todo lo que ocurre bajo este cielo, no acabamos de contentarnos con el plato excelentemente servido. Pero precisamente son estas las obras que se buscan en la creación

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Ensayando sobre el ensayo de ensayos, muy a pesar de cualquier desencanto. Piense para ello en aquella película que todo el mundo decía que a usted debería gustarle y, sin embargo, no le tocó el alma. Ocurre también que al más ligero reclamo frente a un ensayo su autor se defienda sosteniendo que su intención no era hacer literatura. En este sentido, lo que está mal es la noción de literatura que maneja el ofendido escritor de malos ensayos. Si bien trabajar en el género no es poetizar ni hacer ficciones, sus planteamientos caben todos en el manejo de la prosa. De hecho, puede llegar a ser tan buen escrito que, sin importar si ha nacido en laboratorios o en plazas públicas, termina siendo modelo literario de comprensión, claridad y respeto por todos sus posibles lectores. Es lo obligado, es lo justo dentro de los lineamientos del ensayo. Así debemos ir manteniendo las pautas en la escritura de este tipo de textos, vindicando en su nombre el saludable vínculo con la iluminación más que con la oscuridad. En muchas ocasiones, como ha escrito Gabriel Zaid, “la transparencia vale infinitamente más que los datos acarreados. Datos, por lo general, obsoletos al día siguiente: sin embargo, perennes en la sonrisa de un paseo de lujo”. Sobre este simple aspecto, el de la iluminación de un viaje escrito en ensayo, vale incluso hacer una pequeña aclaración. Así como no se espera que un burro entienda de matemáticas, no es muy natural que todos los hombres conciban la idea de claridad con la misma nitidez. Recuerdo, por el mismo tono, un viejo refrán: “Puedes llevar un caballo a través del agua, pero no puedes igualmente hacerlo beber”. Dentro de ciertos círculos, los ensayos sobre ciencia y arte, por citar sólo dos referentes, pueden ser absolutamente

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oscuros aún para sus adeptos. La novedad conceptual, el manejo inquieto y necesario de formulaciones y tablas, y el reconocimiento de un tratamiento que no de otra forma podría llamarse riguroso hacen que ciertos escritos se despedacen en nuestras manos como si hubiéramos estado cargando un par de toneladas en su lectura. Pero sabemos bien que para manejar pesos hay que ir trabajando los músculos y que en la aventura del conocimiento no quedamos exonerados de penalidades y sanciones fruto de nuestras insuficiencias. Todo tiene su proceso, y así como hay ensayos que son ilegibles inicialmente, no es difícil encontrar aquellos que brotan como guías en el camino para ubicarnos y llevarnos a lugares desde los cuales podemos divisar mejor los espectáculos del conocimiento humano. No por ello debe dejar de insistirse en que el empeño por transmitir las ideas con la mayor claridad sea un principio rector en nuestras disquisiciones, bien que, habiendo textos que no pueden ser más que oscuros a nuestro entendimiento, también los hay que vuelven sombrías y agrias hasta las ideas del Quijote. En todo ocurre como quien llega extranjero a tierra en que se habla extrañamente: primero el desconcierto de no entender más que alguna seña universal, luego una leve familiaridad fruto de uno que otro benefactor que se toma un instante para denotarnos sentidos y una voluntad nuestra de querer comprender mejor el entorno y, por último, el descubrimiento de que hay unos que no hablaban bien, que gagueaban y nos confundían. El panorama de la escritura de ensayos que hoy en día habitamos no se desentiende de la imagen que acabo de presentar al lector. Por ello no es justo el desánimo que a veces frecuenta a la humanidad por parejo cuando la incom-

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Comunicación y humanidades prensión parece ser una fuerza ingrata entre sus disposiciones. Contentándonos sólo con existir, nada sería comprensible. El acento hay que ponerlo entonces en la voluntad de aprender. Así pues, los viajes en cualquier disciplina comienzan con el desconcierto de que las cosas se difuminan y nada parece juzgarse con claridad, pero esos primeros pasos resultan necesarios para que luego se den con mayor seguridad. Si usted, inexperto, toma una revista de divulgación científica o de medicina, o, para no ir tan lejos, de tecnología, habrá lecturas que lo rechazarán como si estuviera leyendo al mismo Hegel. Nada extraño. Pero lo raro sería que usted, todo un entendido en una materia, sintiera la misma aspereza que un neófito. Y, lastimosamente, ocurre no con menos frecuencia y es allí donde el reclamo por la claridad se torna mucho más puntual: quienes escriben deben saber de qué están hablando y cómo lo están expresando. El desequilibrio es pecaminoso: saber mucho de lo que se está hablando sin determinarse a hacerlo con sencillez. Ya que, como ha escrito Alfonso Reyes, “El ensayo es el centauro de los géneros”, debe ser tocado con talento en el reconocimiento de la lengua y los ritmos del idioma en que se escribe. Todas las disciplinas se le acercan y, como género literario, se da el gusto de ser uno de los medios más queridos para transmitir cuanto se piense. Los temas habidos y los que vendrán, tienen un lugar asegurado en sus extensas filas. Pueden encontrarse ensayos que invocan alguna minucia del pasado, como una vieja escena en galerías palaciegas, como otros que se atrevan a explorar los oscuros laberintos del cerebro y la conciencia. De una tarde dominical de fútbol o de un acontecimiento histórico, el ensayo se escribe con la frescura de

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una vida que siempre se sorprende e intenta aclarar sus enredos. Al ensayo no le gusta hacerse siempre el rimbombante, el que conjuga toda una biblioteca como bibliografía o el que se extiende bosques enteros. Los hay tan breves y profundos como amplios y delicados. En tratados morales, correspondencias aleccionadoras, análisis del mundo de la ciencia y las ideas, comentarios a otras vidas, a otros libros y a otras culturas, autores de diversas inteligencias y talento han dado muestras de la eficacia de entregarse a la escritura de lo que, desde la misma palabra, es un intento, tranquilo, de mente despierta y pasión, por comprender la vida. El ensayo no es nunca una conclusión anticipada en un proyecto de trabajo. Encontrándose tan cerca de quien opina como de quien censura desde una cátedra, es un género en el que la escritura está próxima a disfrutar más del viaje que del lugar de llegada. Aún las palabras de Montaigne, a su manera el padre del género en nuestra más moderna tradición literaria, se mantienen como parte de su columna vertebral: Esto es puramente el ensayo de mis facultades naturales, y no, en absoluto, de las adquiridas; y quienquiera que me sorprenda en ignorancia nada ha de hacer contra mí, pues difícilmente sería yo responsable por mis ideas frente a los demás, yo, que no soy responsable ni estoy satisfecho por ellas ante mí mismo. A quienquiera que busque el conocimiento, séale permitido pescarlo donde éste habite; no hay nada que yo profese menos. Éstas son mis fantasías, por las cuales intento dar un conocimiento no de las cosas, sino de mí mismo.

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Ensayando sobre el ensayo Sé que estas palabras, soltadas así, a un lector medianamente académico y que tenga del ensayo una idea mucho más sofisticada, pueden terminar alborotándole la úlcera. Sin embargo, están en la razón de ser del ensayo tanto como en su etimología. En un mundo que no debe acabar de sorprendernos, el ensayo no pretende instaurar últimas palabras. La vida de los Ensayos de Montaigne es una cordial muestra de ello. La savia del querido y malentendido género no se advierte en una fría presentación de propósitos por desplegar ni conclusiones que, como certificados, muestren el final de un camino. Ensayar es eso: probar, investigar nuevas formulaciones habitables por la lectura, nuevas posibilidades de ser leyendo -expresa el ensayista mexicano Gabriel Zaid en su breve texto dedicado a Alfonso Reyes: ‘La carretilla alfonsina’-. El equívoco surge cuando el ensayo, en vez de referirse, por ejemplo, a ‘La melancolía del viajero’, se refiere a cuestiones que pueden o deben (según el lector estrecho) considerarse académicas. Surge cuando el lector se limita a leer los datos superables, no la prosa insuperable. Bien puede ser que los terrenos en los que se labra el ensayo pueden ser tan diversos como los mismos asuntos en los que se inmiscuye; bien que ajenos a la lectura y distantes de interesantes producciones intelectuales nos topemos con un panorama en el que las ideas de Montaigne suenen escandalosas, resulta difícil que alguien con los mismos propósitos del escritor francés logre cuajar cuando menos un párrafo de nítidas reflexiones personales. Y el comentario cabe incluso si tomamos como

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referencia a los más valiosos hombres del Renacimiento. Escribir, pensar el mundo, producir una serie de obras que determinen su época y las que vendrán, viene dado por una cadena de condiciones y un ambiente propicio para que se fecunden el pensamiento y la cultura. Que un autor nos diga hoy en día que lo que escribe llega como inspiración de sus facultades mentales nos suena ridículo, tanto como atrevido. Para ello se necesita hoy el diploma, la certificación de un doctorado o una maestría, cuando menos un diplomado que corrobore que hablar de humanidades pasó a ser parte de un grupo de elegidos.¡Pero cuánto pudiera darse hoy para que algunos de nuestros doctores escribieran como los indoctos hombres que nos han precedido! A veces pareciera que el paso por sus programas de estudio les marchitó la inspiración y la necesidad de conocerse más a sí mismos. Habría que calar profundamente en la necesidad de que nuestros estudios en humanidades se sostengan en sus senderos clásicos, de donde en realidad nacieron, para reivindicar su papel en las sociedades actuales, sin necesidad de que el marchamo de otros lineamientos, muchas veces escrupulosamente científicos, les dé su valía y sus razones de ser hoy. Es por ello que el tipo de ensayo que leemos hoy termina degenerado en informes. Y no está mal el proceso de llevar actas e informes de lo que se hace, que es tan conveniente como el lavado de manos antes de alimentarse, pero en exceso ha conducido a confusiones en profesores y estudiantes de humanidades por parejo. Un informe, como les que solicitan en todos los cursos de filosofía, literatura, política, artes, cultura, comunicación, y todas las disciplinas agrupadas como familia en los caminos

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Comunicación y humanidades de las humanidades, es un escrito que pretende dar cuenta de lo que se encontró en una lectura; para el profesor tiene que ver mucho con la noción de que el estudiante, al menos, leyó lo que se le pidió y da cuenta de ello en un escrito breve que recoja los contenidos fundamentales y las inquietudes despertadas tras el paso por el texto. Lo que no se comprende importa poco porque será motivo de mayor análisis dentro de las clases y llevará al estudiante a darse cuenta de que en realidad lo oscuro era mucho más simple. Los informes no son para que el profesor sepa de qué hablar sino para que el estudiante sepa cómo va su propio proceso de aprendizaje. Desafortunadamente, el ánimo de que este proceso sea siempre ponderado por buenas notas ha llevado a que el aprendizaje pase a ser un elemento curioso y no vital en la formación. Aquí empiezan a hacerse frecuentes los encargos de trabajos a terceros, la copialina y, tras ella, la intención de hacer pasar por propias las tareas que ya hicieron otros. Un tipo de escrito que vive particularmente ligado al informe de lectura es la reseña. Sin embargo, aunque similares en apariencia, la reseña se perfuma en esencias de mayor conocimiento y solidez en la presentación de las ideas propias. Caer en cuenta de ello se mide por lo que uno espera o brinda en cada trabajo. Si el profesor recibe una reseña en lugar de un informe el estudiante ha hecho mucho más de lo que se le ha pedido. La reseña asume la invocación de que quien la escribe conoce el mundo sobre el cual subraya, no se reduce a comentar lo que ha leído, visto o aprendido sino que logra insertarlo a su propio acervo de conocimientos sobre el tema para darle una mirada que brinde al lector un nuevo horizonte de reflexión y de decisiones particulares. Así, la re-

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seña también resulta particularmente afín al artículo de opinión o al artículo tipo crítica, los mismos que observan el paso de la vida y las manifestaciones humanas con la contención del aplauso y el pulso firme, a veces, apunto de disparar. Para todos estos, excepto para el mentado informe, es justo un encuentro con el tema del que se habla y una necesidad imperante de querer expresar lo que se dice en la brevedad de un par de columnas o, como se habla en los corredores de prensa, en un par de cuartillas, a lo mucho una, por favor. Así, desde semanarios y otras publicaciones periódicas es fácil encontrar reseñistas de muy diverso interés que aplican su conocimiento y criterio a la orientación y divulgación de todas las ramas del conocimiento. Allí palpita el ensayo, por supuesto. Del sencillo y útil informe de lectura a la crítica de arte y de literatura, pasando por las más variopintas disertaciones, discursos, correspondencias y artículos, florece un género que a todos los contiene y que en pizcas reducidas, como el ligero paso por el fuego en la cocción, a todos influye. Ofreciendo de la literatura toda una historia y del mundo humano todas sus transformaciones, el ensayo cristaliza como el modelo de escritura que mejor permite, en medio de las ficciones cotidianas, el acercamiento humilde a la realidad y a las ideas de verdad que de época en época nos condenan o sublevan. De la literatura usualmente se espera que sea una ventana abierta a las expresiones personalísimas de los poetas que instauran realidades con sus metáforas, también se puede esperar que nos invite a traspasar las fronteras de la cruda realidad para recorrer sendas y aventuras insospechadas de la mano de héroes hasta del futuro. Pero de todo lo que se espera de la literatura, sólo el

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Ensayando sobre el ensayo ensayo gana al lector como su interlocutor, lo inserta por unos momentos en una visión del mundo y lo ubica, sin intentar engañarlo, en una dimensión de la vida desde la que puede mirar con ojos más prudentes la realidad de las cosas. De ahí que también el ensayo tenga elementos tan cercanos a los del periodismo, sobre todo en su intención de no inventar y no pretender que el lector se quede deslumbrado ante la presentación de verosímiles ideas. En el mundo de las ficciones literarias, el ensayo es un ancla que hace que las naves no escapen de este mundo. El legado de grandes ensayistas, cuando nos hablan de la vida, el arte o la ciencia, es poner estas áreas de la realidad del hombre en un punto de mayor comprensión: es un trabajo solidario por hacer del hombre un ser más sabio y del mundo un lugar más sereno. Los ensayos no han querido ser novelas ni cuentos, mucho menos poesía, sino sus correlatos en la interpretación del paso de las realidades humanas a través de la historia. Se hacen notables sus parecidos con la crónica y con el reportaje. Y es que una vez más, el ensayo permite que todas las formas de escritura lo toquen y le reclamen parentescos; así es este centauro de los géneros en el que por caber de todo y hablar de todo, también todo se acepta. No se haga raro que leyendo ensayos el lector encuentre fragmentos de entrevista, otros de la prensa y artículos de opinión que han servido para, de lo breve, acabar el lápiz. Alguien podrá reclamar que no sea del todo exacto que el ensayo no se permita coqueteos con la ficción y, por supuesto, habrá que reconocer en el reclamo una dosis de verdad: tan sencillo es encontrar disertación de ideas filosóficas en personajes imaginarios, como bien lo hizo Leibniz, por ejemplo; o sin irnos tan lejos, nuestros ensayistas

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latinoamericanos han logrado insertar invenciones dialogadas en medio de sus anclajes, como Alfonso Reyes en algunos de sus ensayos. En otro contemporáneo, Juan José Millás, los artículos periodísticos afloran en el reclamo de sus talentos literarios como articuentos y, sin dejar de mencionarlo, en muchos de sus cuentos Borges y Cortazar han dejado escapar ideas, citas y menciones que serían más propias de los ensayos. En un ya clásico escrito de la norteamericana Susan Sontag, El hijo pródigo, ella ha expresado contundentemente su apreciación de este hecho: “Ningún poeta tiene problemas a la hora de decir: soy un poeta. Ningún escritor de ficción duda al decir: estoy escribiendo un cuento. El ‘poema’ y el ‘cuento’ son formas y géneros literarios todavía relativamente estables y de fácil identificación. El ensayo no es, en ese sentido, un género. Por el contrario, ‘ensayo’ es apenas un nombre, el más sonoro de los nombres que se da a una amplia variedad de escritos”. No es de extrañar entonces que existan confusiones en la solicitud desmedida de ensayos que atestiguamos en la actualidad: suena a que se pide mucho, pero a la vez suena a que no se pide literatura, por lo menos no a que se esté pidiendo una novela o un cuento para la próxima clase. Mas hay quienes en la confusión se contentan y pidiendo ensayos esperan informes de lectura o un breve artículo de opinión. Hicieron bien, todos, en clarificar lo que buscan y, si así lo discriminan, pedir entonces el tipo de escrito que quieren leer sin atenerse a que la palabra ensayo obre por sí sola el milagro. Como hay para tantos tonos y extensiones, como para asuntos y paladares, no se hace extraño que buena parte de las obras de filosofía tengan como género de

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Comunicación y humanidades expresión el ensayo. Voluminosos libros pasan entre sus títulos por ser ensayos sobre el conocimiento, el entendimiento y las razones de la vida, así como tantos otros, no menos preclaros, se intitulan tratados; y los hay hasta sobre la desesperación, como el clásico libro de Sören Kierkegaard. Pero todos, casi amén de Montaigne, son ensayos que ejercen sobre el papel la búsqueda de respuestas a preguntas que subyugan a indóciles espíritus. Aquí hay en parte una clave acerca de los verdaderos ensayos y por qué es bueno distinguirlos de otros: el ensayo no se fuerza, sencillamente se impone sobre la voluntad con el deseo de referir a nuevos lectores aquella disposición natural a pensar y ejercer lo que Susan Sontag dulcemente ha llamado nuestra libertad intelectual. Por fuera de este territorio nos acostumbramos a leer muchos ejercicios escritos pero pocos esfuerzos mentales nacidos de la urgencia de comprender todas las cosas. La distancia que hay de los ensayos académicos y los escritos que brotan en aquella vocación de la libertad intelectual se siente apenas se leen los primeros párrafos. En su fuerza, en su entereza, en sus ataques y reservas, los ensayos reales llegan a ser un modelo continuo de cómo vérselas cara a cara con los pensamientos que día y noche cruzan la mente. Esa pasión que no germina en tantos y tantos ensayos de hoy en día se debe a que se asumen como un trabajo extenuante que quita tiempo, que impide hacer cosas más productivas y que no tendría eco en ninguna parte. La pasión que nos transmite la lectura de ensayos culmen del género, en todos los tiempos y de todas las lenguas, viene dada por el convencimiento de que cumplen una función profundamente humana, productiva, necesaria para aclarar

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espíritus y, por ello, exonerada de las penalidades y fatigas propias del amor. Por ello, lo mejor que puede hacer quien quiera escribir y que pretenda, a la vez, que a sus escritos se les dé el nombre de ensayos es recorrer miles de páginas en la lectura de los maestros. Están para ello como también para iluminar nuestras vidas con la profundidad de sus pensamientos sobre tantos temas. Mantener un libro de ensayos sobre el nochero o en el maletín, por breve que sea, es permitirse ratos de saludable conversación con aquellos hombres que tomaron al género, y como centauro, lo fueron amaestrando. Es mucho más que probable que si usted tiene un tema de interés, que alguno debe tener, encuentre libros de ensayos sobre ese especial gusto. Es el camino que debe empezar a recorrer si quiere lograr algo por sus habilidades de escritura. Las palabras y las lenguas son herramientas a disposición de todos y se ajustan bien con el frecuente trato. Hablar bien y escribir bien no es una cuestión de talento, la disposición juega gran papel en ello. Condenados a hablar y escribir mal no puede socorrerse la escasa voluntad como si hacerlo bien fuera una cuestión exclusiva de unos pocos nacidos con extraordinaria aptitud para lograrlo. Como en todo, la imitación es un comedido principio por el que van cuajando nuevas formas de decir y de hacer: nada irrumpe en absoluta originalidad. Aunque, como bien lo escribió David Lodge recientemente en un ensayo dedicado a la obra de Evelyn Waugh, “… los grandes escritores no se limitan a copiar a otros escritores; toman prestados los trucos que les parecen admirables y los transforman”. Debe, asimismo, llegarse a la gran virtud de los mejores ensayos: el tono personal. Tan distinguido como el manejo de

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Ensayando sobre el ensayo la voz en una disertación pública, la línea personal de escritura es una forma en la que los ensayistas nos dan su visión de las cosas haciendo que el paso por sus páginas no sea tanto una ostentación de virtudes como una saludable muestra de cariño por los lectores. En este

sentido, Latinoamérica ha sido un crisol particular de voces que han encontrado en el centauro de los géneros uno de sus mejores medios de expresión. Ha sido el instrumento para que muchas de nuestras ideas políticas alcanzaran

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decente revuelo. En dos siglos de independencia, la imitación de las ideas que nos llegaron del Renacimiento, la Ilustración y el Romanticismo buscaron urgidas respuestas en el corazón de los intelectuales del continente para dar una noción sobre lo que somos los americanos en el mundo. Se aunaban en condiciones ya harto extrañas el fervor político e intelectual reclamando de nuestros ancestros una correspondencia en la pasión por nuestra propia forma de ser. Ahora de un político no se hace más que el remedo de un simio. Mencionar, por sólo citar algunos, a Andrés Bello, a Domingo Faustino Sarmiento o a José Martí, era dar una idea de esa búsqueda de respuestas en los urgentes horizontes del siglo XIX. Expandidos nuestros horizontes y respaldados por pocas pero pujantes publicaciones muchas más plumas se fueron acercando a la fiesta del ensayo durante todo el siglo veinte. La sola figura de Alfonso Reyes ha podido dar para todo tipo de reflexiones sobre nuestra intelectualidad y cultura aplicadas a la asistencia de todos los fenómenos como repitiendo la clásica sentencia de Terencio de “humano soy y nada de lo humano puede serme ajeno”. Desde América, el ensayo habla de lo que nosotros somos, cómo y por qué somos. Más que el discurso filosófico, el ensayo es patria de nuestro pensamiento. Así lo supo Germán Arciniegas cuando hablaba de nuestros hombres y de nuestra geografía en “Nuestra América es un ensayo”. Muchos han sido aquellos que desde cualquier rincón del continente, cuando no en el éxodo, exploraron y aún exploran en el ensayo el sabernos advertidos de nuestra condición: crisol, morada de dioses, ángeles y demonios en donde nada muestra su último rostro. Nuestra necesidad consiste en reconocernos y desnudarnos ante

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Comunicación y humanidades el mundo en las páginas de los ensayos y la obra literaria defendiendo nuestras diferencias, rasgos que tan bien le dan devenir al mundo. Así como en nuestro mundo se conjugan tan variados elementos, iniciando el siglo veintiuno el ensayo adopta las disertaciones sobre el mundo que nos ha tocado en suerte. Nuevas generaciones alistan sus plumas para dejar sentir sus reclamos, críticas y risotadas frente a nuestros vericuetos. Hay tiempo para engrandecer el alma en el elogio de nuevas obras maestras y para aclarar el pensamiento en la comprensión de los desenfrenos sociales en los que nos hemos ido metiendo sin darnos cuenta. La publicación periódica de ensayos en revistas virtuales, algunas con sus presencias reales en el papel, nos abre un panorama de orientaciones prosísticas del que jamás se tuvo precedente. En medio de tantas cosas es posible que se termine leyendo mucho texto inocuo, pero en cuestiones de alcanzar el criterio cada quien se va regocijando en su propia historia de formación. Sin embargo, mientras algunos tienden a hacer pálido el género, no sólo desde la academia, sino también desde publicaciones a veces respetables, no dejan de aparecer los que conversan con el lector y le dan el placer de sentarse a su lado para contarle lo que piensa. Por ello cuando alguien me pregunta cómo escribir un ensayo inmediatamente pienso en una buena conversación en la que el lector, aunque silente, se regocija, asiente, se refrena, piensa, se confunde, vuelve a preguntar y termina con nuevas ideas en la cabeza. El don de la conversación, del que nuestro querido Luís Tejada ha dicho que no es simplemente hablar porque es un paraíso artificial de curiosidad intelectual

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incluso por las cosas más inútiles, es una de mis metáforas preferidas al pensar en un ensayo. Huxley alguna vez escribió que para conversar bien no sólo bastaba con tener buena voz, en el sentido de una voz hipnótica, también había que agregarle una sólida formación intelectual que no se ufanase de lo poco que en últimas conoce sino que, humildemente, otorgue luces con el capital de la cultura. Así arribamos a ese paraíso escrito que nos hechiza mientras lo leemos. En ese paraíso están las cosechas de un pensamiento que se deshace de vanidades y se congratula en participar a todos una dosis de humanidad. Afincados en las planicies de las ciencias naturales y sus progresos, muchos han creído que escribir para las mal llamadas ciencias humanas consiste en programar una lectura de demostraciones, libre de todo juego y conversación, evitando las digresiones y el buen humor propio de las buenas conversaciones optando mejor por la seriedad regia del trabajo científico. Pero seguro usted no espera que al ir a conversar agradablemente con un amigo éste lo sorprenda con una afirmación como la siguiente: “El propósito de la siguiente conversación es demostrarte por qué x por medio de las siguientes premisas. Espero que al final de este café que nos vamos a tomar, logres caer en cuenta de que es así y no hay de otra forma. Punto.” Usted no lo espera, es cierto; sin embargo, es este el tipo de “ensayo” que ha querido pasar sin ningún otro documento de presentación, salvo el interés de hacer parecer ciencia a la literatura, por nuestras comunidades académicas y por algunas de las más ingratas revistas. Ingratas, por supuesto, para los lectores. Así las cosas, la página en blanco no duele tanto como parece; usted ensaya conversar con conocimiento y sin me-

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Ensayando sobre el ensayo lindres. Cuando usted se sienta a tomar un café con un amigo con el que se la lleva bien, la preocupación por las cosas que va a decir desaparece y fluyen los términos de todos los temas. La gran diferencia entre la grata conversación entre buenos amigos y la conversación que surge en el buen ensayo se altera sólo en que para éste usted espera que lo iluminen un poco más, mientras se puede divertir leyendo. La conversación puede ir de chisme en chisme y de burla en burla, sin alcanzar la finura de una vela encendida. Me podría detener en la muestra de ejemplos con la forma en que escriben ensayos tanto los clásicos como los agradables contemporáneos, pero me satisfaría aún más que usted lo hiciera por su propia cuenta, querido lector. En ellos surge lo anecdótico como principio de grandes disertaciones, una llamada, un libro, una sugerencia, una casualidad dan pie a que se exploren miles de asuntos, así como cuando usted llama a un buen amigo a contarle algo que lo ha dejado pasmado. Pero no basta la intención de querer ser un tanto frugal en el manejo de temas que bien podría ser espinosos. La voluntad de querer conversar con el lector exige también la voluntad de querer manejar mejor nuestros idiomas. La indiferencia con las lenguas sólo ha llevado a que no digamos lo que realmente queremos decir, lo que genera toda suerte de mal entendidos. Recuerde que todas tienen su gramática y sus dimensiones, sus monotonías y extravagancias, sus palabras bellas y sus vulgaridades. Así como un músico de jazz requiere el conocimiento de escalas, armonías, manejo de tonalidades, química con el instrumento, pasión por recorrerlo, así el escritor requiere el manejo de un buen repertorio de herramientas a veces olvidadas de lo cercanas que están. La

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ortografía, el buen aliento de la escritura, como dice Héctor Abad Faciolince, y el manejo de figuras literarias y posibilidades narrativas no le frenan su creatividad, antes se la enriquecen. El error en el que sin fundamento se ha insistido consiste en acercarse al aprendizaje de otras lenguas sin el conocimiento adecuado de la nuestra. Sin el valor que tienen nuestras formas, por ejemplo, en el manejo de verbos, conjugaciones, adjetivación y alteraciones sintácticas, se hace más difícil comprender lo que en otras lenguas representan sus propias normas; para no ir muy lejos, como en las declinaciones. La frescura en el tratamiento de la lengua exige, contrario a lo que se puede pensar intuitivamente, toda una seriedad en los procesos de aprendizaje. Traducir los pensamientos a un tono sobrio y agradable, hacerse entender sin enredar todas las frases significa apreciar las posibilidades estilísticas que hay a disposición en todo idioma. No obstante, otro fenómeno curioso ha ocurrido en los últimos años como para acabar de socavar la idea que se maneja de ensayo. Tal anomalía es la creciente adjudicación de bibliografía y notas de pie de página en todos nuestros escritos. Despreocupados por la expresión hemos caído en la excesiva intranquilidad por quiénes nos dan su visto bueno para pensar como pensamos y cuáles son las extensiones, los lineamientos, las márgenes, las citas y las normas aceptadas para que un texto quede bien presentado. Una pregunta frecuente: “Profesor, ¿usted sabe cuáles son las normas APA o cuáles son las normas ICONTEC? Es que me pidieron escribir un ensayo y tiene que tener esas normas”.Tal preocupación ha caído como un caso más de nuestras degradantes burocracias, rebajando a instructivo lo que puede ser

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Comunicación y humanidades una aventura mucho más profunda de escritura. Cayendo en cuenta de estos fenómenos, hace algún tiempo he venido leyendo en ciertas convocatorias para la escritura de ensayos un requisito puntual que dice: “En cuanto al formato (notas de pie de página o al final, bibliografía, etcétera), debido al gran número de formatos que se emplean en distintas naciones, no especificamos ninguno”. Así lo hace claro por ejemplo una convocatoria de la Universidad de East Carolina, en los Estados Unidos. Creo que se entiende muy bien que, en este punto, también se reseña una crítica. Es hora de ocuparnos pues del ensayo en toda su amplitud haciendo gala de lo que significa: ensayar, pensar, intentar decir algo con base en algo. En nuestras universidades debe capacitarse para que esta práctica, tan exigida semana tras semana como forma de trabajo, deje de cargar con errores que han condenado a estudiantes a no saber ni lo que dicen y a profesores a creer que ensayo es mucho menos de lo que piensan. La lectura y la pasión por el género pueden llevarlo a apreciar mejor a este hijo pródigo, como lo ha llamado Susan Sontag. Una de las recomendaciones que me gusta recitar de vez en cuando viene dada por uno de los más grandes maestros del género en Latinoamérica, Alfonso

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Reyes. Tomando la vida gastronómica en su esencia de darle no solo alimento al mundo sino sabor, el mexicano nos habla de lo que ha sido para él escribir, más que sobre el escritorio, junto a la alacena. Receta de escritura para que veas, querido lector, el escribir en su verdadera dimensión: Tómese una emoción, cuélguesela de una pata hasta que esté bien manida, hasta que la pata se rompa sola y la emoción se nos caiga al suelo; sométasela al fuego de la imaginación voluntaria. (Todo cocinero literario sabe encender este fogón en tres tiempos). Empápesela poco a poco en salsa de lecturas oportunas, bien maceradas; salpíquesela con un pellizco de especias, como que somos muy pillines, como que se nos ocurren muchas cosas y no las decimos por modestia; déjesela reducir varios días; sáquesela del fuego y pruébesela de primer intento, a ver lo que sale; sacrifíquese con la primer lectura a algún amigo paciente, y hágase caso de su consejo; añádase esto y quítese esto otro; y un ramito de lechuga por aquí, y un rabanito tajado en flor por allá; y cátala en letras de molde para estómagos fatigados.

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Comunicación y humanidades Palabras para la academia Sumario Página Presentación................................................................................... 5 Carlos Fernando Alvarado Duque El poder de los medios y las audiencias: Una aproximación desde la economía política de la comunicación................... 8 Adriana María Ángel Botero, Traducción: Carlos Fernando Alvarado Duque Hacia una hermenéutica de la comunicación........................................... 16 María Andrea Gómez Gómez Implicaciones epistemológicas de la fotografía y su influencia como dispositivo panóptico en la cultura digital........................... 25 Andrés Uriel Pérez Vallejo Teorías de la comunicación y educación Plasticidad académica y flexibilidad curricular......................................... 33 Carlos Fernando Alvarado Duque El uso de internet en la configuración de las prácticas políticas de jóvenes universitarios............................................ 40 Edwin Arcesio Gómez Serna Ángela María Londoño Jaramillo La influencia educativa de la televisión en el desarrollo moral de los niños televidentes.............................................. 49 Ángela María Bohórquez Oviedo El neo-espectador en la electro-escena.................................................. 64 Wilson Escobar Ramírez Ensayando sobre el ensayo................................................................. 71 Luís Felipe Valencia Tamayo Filo de Palabra es un foro abierto para el libre debate de las ideas afines a la comunicación y las humanidades, fruto del pensamiento colectivo de académicos del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. Su pretensión, además, es que también sirva como material de consulta para los docentes y la comunidad académica en general.

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