El jueves de compadre

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ELJUEVES DE COMPADRE De los escritos de Pedro Rodríguez Horrillo “Cosas de mi pueblo”. La fiesta del Jueves de Compadre, como todos sabéis y, si no, os lo digo yo, tiene lugar dos meses antes -jueves- del Domingo de Resurrección, por eso es movible. ¿Su origen? No lo sé. Parece que se pierde en la noche de los tiempos. Esta fiesta está tan arraigada en el alma popular que en dicho día no queda un vivo en el pueblo, incluidos los ancianos y los niños. Menos los enfermos y los familiares que cuidan de ellos, todo el mundo se va al campo. Cierran los comercios, las entidades bancarias, los bares en evitación de posibles altercados por la ingesta de alcohol, los niños no asisten a la escuela ... Todos al campo. No importa que llueva o haga frío. Con la profusión de chalés que hay hoy en día por dondequiera, no es problema. Qué fuerza tiene la tradición. Ante esta situación el Ayuntamiento no ha tenido más remedio que declarar el Jueves de Compadre fiesta local. No le quedaba otra alternativa. Hace ya muchos años, cuando todavía no existían los chalés y no había más de ocho o diez vehículos de motor -coches-, la mayoría de los jóvenes (chicos-as) se dirigían a pasar la fiesta del Jueves de Compadre al puente de tres ojos, a la aldea de La Guarda o a estación dé ferrocarril, casi siempre en las proximidades del puente de hierro, desde donde el paso de los trenes tiene un encanto especial. No es lo mismo ver pasar los trenes desde la estación que desde el puente de hierro, dígase lo que se quiera. Es la fiesta en la que más me he divertido. Las chicas se mostraban más accesibles de lo que entonces era habitual. Ellas eran las que llevaban la “compadrá”, que estaba compuesta por las clásicas “regeñias” y los típicos rosquetes, el salchichón de matanza casera -mi debilidad-, el chorizo, las chuletas de cordero tierno rebozadas con huevo, las costillas de cerdo fritas, el lomo recién sacado de la orza, la tortilla de patatas y otras muchas cosas, todas ricas, ricas. Entre las bebidas predominaba el vino de pitarra, de excelente calidad, bebido en bota. El Jueves de Compadre del año 1942 o 1943 -no lo recuerdo- con exactitud- lo pasé en el cortijo de la finca El Coto, que era propiedad de Don Aquilino Barquero Gómez-Coronado, con un grupo de muchachas, entre las que se encontraba la que después sería mi mujer. Ya estaba yo enamorado de ella. Se cubría la cabeza con una pañoleta de diversos colores anudada debajo de la barbilla para protegerse de las inclemencias del tiempo, que realzaba, si ello era^ posible, su natural belleza. Estaba guapísima. Huelga decir que esté fue el mejor Jueves de Compadre que he pasado en mi vida. En aquella época había la costumbre (no sé si aún subsiste) de que los padres del novio invitaban a su futura nuera a la “compadrá”. La colmaban, como no podía ser de otra manera, de toda clase de atenciones y agasajos. Era una forma de darle carácter oficial al noviazgo, que nada tenía que ver con la petición de mano o el petitorio. No hay duda: la fiesta del Jueves de Compadre, aparte de la tradición, tiene embrujo.


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