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2.7. Subclase de capacidad de uso

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6. REFERENCIAS

6. REFERENCIAS

casi planos, demasiado húmedos o pedregosos o rocosos, para ser cultivados por los métodos tradicionales. Están condicionados a inundaciones frecuentes y prolongadas. Cuando son planos inclinados o llamados también de pie de monte y que por factores climáticos no tienen posibilidad de cultivarse, pero pueden emplearse en la producción de praderas (Coronel, 2005). Los suelos aptos para pastoreo y forestación, pero con susceptibles a la erosión o llamados de clase VI, son suelos inadecuados para los cultivos agronómicos y su uso está limitado para pastos y forestación. Los suelos tienen limitaciones continuas que no pueden ser corregidas como pendientes muy pronunciadas de hasta un 30%, alta susceptibilidad a la erosión o efectos severos de ella, suelos muy delgados o pedregosos, con un drenaje pobre a muy pobre, muy baja capacidad de retención de humedad, clima desfavorable especialmente en durante la estación de crecimiento (Coronel, 2005). Los suelos de uso restringido para el pastoreo y de uso principal para la forestación o llamados de clase VII, tienen limitaciones muy severas que los hacen inadecuados para los cultivos agronómicos. Su uso fundamental es pastoreo y forestación. Las restricciones que presentan estos suelos son más severas que los de a clase VI con limitaciones que no pueden corregirse, en los cuales las pendientes son muy pronunciadas de hasta un 60%, topografías muy irregulares y disectadas, suelos muy delgados, con suelos muy delgados, humedad excesiva es decir son pobremente drenados, con una baja capacidad de retención de humedad y un clima muy desfavorable durante la estación de crecimiento (Coronel, 2005). Las tierras sin uso agropecuario y forestal o llamadas también de clase VIII, están limitados solamente para la vida silvestre, recreación o protección de hoyas hidrográficas y cauces de ríos y esteros, no tienen valor agrícola, ganadero o forestal (Coronel, 2005).

2.7.Subclase de capacidad de uso

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Una subclase agrupa a suelos dentro de una misma clase que poseen similares factores limitantes y riesgos en su uso. Cada una de las clases excepto la clase I se subdivide en subclases según el tipo de limitación. En cada nivel de subclases, se tiene 4 tipos de limitaciones. Éstas son susceptibles frente a la erosión, así como también efectos de erosión pasada, limitando la capacidad de uso del suelo lo cual exige prácticas especiales de manejo. Presentan problemas de exceso de humedad o de mal drenaje externo llamado también apozamientos, o internos los llamados niveles freáticos superficiales que son terrenos sujetos a inundaciones (Coronel, 2005).

Las limitaciones de suelo, reducen o restringen el crecimiento y producción de las plantas de cultivo, como son las piedras abundantes en el perfil, baja capacidad de retención de humedad, baja fertilidad inherente, exceso de sales, entre otras. Los factores del clima que limitan el desarrollo de las plantas son las bajas temperaturas o falta de humedad en la estación de crecimiento. Esta subclase se utiliza cuando es el único factor limitante de

importancia (Coronel, 2005). Finalmente, cuando existen conflictos de uso de suelo, se puede establecer que los conflictos de uso de la tierra fueron calificados tras analizar la información de capacidad de uso con su respectiva cobertura, que refleja que el 28% del área nacional continental se encuentra intervenida en actividades agro productivas (Coronel, 2005). Para la definición de los conflictos de uso de las tierras se utilizó la metodología propuesta por el Instituto Espacial Ecuatoriano (IEE) en el año 2011, modificada por el programa El Sistema Nacional de Información y Gestión de Tierras Rurales e Infraestructura Tecnológica (SIGTIERRAS), en la cual se analiza la oferta biofísica expresada por la capacidad de uso de las tierras con su respectiva demanda actual que hace referencia a las actividades que desarrolla el hombre sobre los recursos, expresada como cobertura y uso de las tierras, determinando finalmente los conflictos de uso de las tierras, mediante la aplicación de los criterios basados en tierras sin conflicto de uso, denominado también uso adecuado y tierras con conflicto de uso o denominados uso inadecuado. Éstas a su vez, se clasifican en tierras en conflicto por subutilización y tierras con conflicto por sobreutilización que a su vez se subdividen en tierras en conflicto por sobreutilización de ligera intensidad, tierras en conflicto por sobreutilización de moderada intensidad y tierras en conflicto por sobreutilización de severa intensidad (Sanchez, 2017). En el programa SIGTIERRAS señala que el Instituto Geográfico Militar (IGM) determinó en el año 2017 que la superficie territorial continental de Ecuador con conflictos de uso de tierras es de 248,983.96 km2; sin embargo, la superficie territorial según los datos de los conflictos de uso de tierras hace referencia a 248,852.21 km2 , como resultado del cálculo de áreas a la escala señalada. Como muestra la figura 1.

LEYENDA

Uso adecuado Conflicto por subutilización Conflicto por sobre utilización ligera Conflicto por sobre utilización moderada Conflicto por sobre utilización severo

FIGURA 1. MAPA DE CONFLICTOS DE USO DE LAS TIERRAS EN EL ECUADOR FUENTE: MAG-SIGTIERRAS (2017).

En las prácticas de manejo y conservación de suelos, La conservación del mismo tiene, entonces, como finalidad el mantenimiento y la recuperación de su calidad. Y para lograr es preciso considerar a la degradación de suelos como un problema social, que parte del tipo de manejo y de factores culturales, sociales y económicos que determinan la decisión de conservarlos o degradarlos. Según el enfoque de manejo integral de cuencas hidrográficas, es una alternativa para determinar en forma participativa y a diversas escalas, acciones integrales que contribuyan a la conservación de tan fundamental recurso (SEMARNAT, 2015). Los sistemas de producción, comprenden una serie de prácticas aplicadas a la conservación de suelos, las cuales deben responder a la identificación de las causas de los factores sociales y ambientales de la degradación. Para lo cual es necesario el entendimiento del problema desde sus orígenes como son los conflictos sociales, la tenencia de tierra, los arreglos institucionales y las políticas públicas pasadas o presentes, las presiones del mercado, los procesos de migración y el abandono de tierras, los cambios de sistemas de producción y otras más que indiquen el detonador de las decisiones de manejo del territorio y la degradación (SEMARNAT, 2015). Una visión común de la conservación de suelos, es identificar estos problemas fundamentalmente conociendo la percepción de los propietarios de la tierra, de una forma participativa para conciliar la visión científica con la visión local y a partir de ahí construir una visión común de la conservación de los suelos abarcando los tres tipos de prácticas como son las agronómicas, las vegetativas y las mecánicas o estructurales (SEMARNAT, 2015). Las prácticas agronómicas buscan disminuir el impacto de las actividades agrícolas y/o pecuarias en la calidad del suelo a través de modificaciones en los métodos agrícolas o pecuarios. El laboreo intensivo y el uso de agroquímicos disminuyen la cobertura vegetal natural y agotan los suelos y su capacidad de recuperarse. Con estas prácticas se incrementa la capacidad de humedad del suelo y la resistencia a perderse por la erosión (SEMARNAT, 2015). Las prácticas vegetativas son las que incorporan vegetación, mejorando la capacidad productiva, incrementando la biodiversidad, el contenido de materia orgánica y reduciendo la pérdida de suelo. Este tipo de prácticas son muy importantes para proteger al suelo con la intercepción de las gotas de lluvia y del viento por árboles, arbustos o pastos (SEMARNAT, 2015).

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