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LA VALQUIRIA DE RICHARD WAGNER EN VIVO DESDE LA MET DE NUEVA YORK
from Capitel. Fuerza
En Pantalla Gigante De Alta Definici N
TEMPORADA 2018–2019
por Carlos O. Noriega
La Valquiria de Richard Wagner se presentó en la Metropolitan Opera House de Nueva York a finales de marzo y se reprodujo simultáneamente en el Auditorio Nacional.
El 30 de marzo, un estruendo sacude la Metropolitan Opera House de Nueva York y el aplauso reverbera en la gran pantalla del Auditorio Nacional de la Ciudad de México.
Los cornos retoman el crescendo de las cuerdas para dar inicio al primero de los tres actos que componen La Valquiria de Richard Wagner (1813-1882), dirigida por Philippe Jordan y producida por Robert Lepage.
La escenografía de Carl Fillion pasa de ser un bosque en la tormenta al interior de una casa en la que penetra Sigmundo (Stuart Skelton), exhausto, consiguiendo huir de sus enemigos. Allí, Siglinda (Eva-Maria Westbroek) recibe con un tarro de aguamiel al fugitivo.
—”¿Quién me ha restaurado la fortaleza?”— canta Sigmundo.
Se enamoran, pero el cortejo se rompe en cuanto llega Hunding (Günther Groissböck), esposo de Siglinda, quien con desconfiada cortesía invita al desconocido a pernoctar, éste, a su vez, descubre con temor que su anfitrión es pariente de sus enemigos. Se detona un duelo a muerte al amanecer.
En el segundo acto, la escenografía se convierte en un inmenso ojo y recuerda el anillo que une toda la historia. Wotan (Greer Grimsley), rey de los dioses, discute con su esposa Fricka (Jamie Warton), diosa del matrimonio. Luego de esa discusión, Wotan le ordena a su hija, la valquiria Brunilda (Christine Goerke), que proteja a Sigmundo en el duelo contra Hunding. Sin embargo, la valquiria desobedece a su padre y Sigmundo muere. En consecuencia, Wotan se ve obligado a matar a Hunding y a dirigir su furia hacia Brunilda.
La experiencia de la gran pantalla del Auditorio Nacional es magnífica por su definición y calidad de sonido. La vivencia se transmite y la energía se comunica entre dos ciudades con tanta riqueza cultural. La Met y el Auditorio Nacional se convierten en un puente antiguo, histórico y profundamente artístico para que La Valquiria de Wagner consolide el mito antiguo. El canto y la fortaleza poética detonan la imaginación del espectador. La búsqueda de Wagner por la “obra de arte total” (Gesamtkunstwerk) como ecuación perfecta entre expresiones artísticas diversas, se logra unificar en algo sublime. La Valquiria es una experiencia enriquecedora, bella y accesible para el público en general.
Se apagan las luces del escenario y comienza el tercer acto. Emerge un sonido sutil, luego envolvente. Suenan flautas, oboes, clarinetes, fagots, cuerdas, timbales, platillos, trompetas, galopes frenéticos. Es La cabalgata de las valquirias.
Encaramadas en sus caballos, ocho valquirias se alejan del escenario, se acercan al proscenio, saludan, ríen encantadoras. Tensan las bridas y generan la ilusión de emerger de la gran pantalla, de galopar por el público, mientras otras cumplen con su función ancestral: conducir las almas de los guerreros muertos al Valhalla.
Se encuentran Wotan y Brunilda al pie de una montaña. Por haber desobedecido a su padre, ella ha sido condenada a descender a la condición humana, al sueño eterno, hasta que el hombre más valiente la despierte para desposarla.
Un suspiro recorre el Auditorio Nacional, en el momento en que Wotan besa los ojos de Brunilda antes de dormirla. Luego le pide a Loge, dios del fuego, que la rodee con su poder.
A las tres de la tarde salgo a Reforma, las jacarandas de marzo relucen en todo su esplendor. Recuerdo una escena de La Valquiria, la primavera y el matrimonio como metáforas: la tierra y el cielo comprometidos en torno a un contexto, se convierten en impresiones comparativas del amor, enmarcadas por el Auditorio Nacional de la Ciudad de México y la Metropolitan Opera House de Nueva York.