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TRASCENDER EN LA NUBE: UNA REALIDAD VIABLE, ¿DE DUDOSA ÉTICA?
por Maria Baeta
Trascender más allá de nuestra experiencia física es un anhelo de muchas personas. No hace falta creer en el Más Allá para pensar que es posible que una parte de nuestro ser permanezca: a la larga, la tecnología podría tener la capacidad de crear versiones sintetizadas de todos nosotros.
Cuando pensamos en la Inteligencia Artificial nos viene a la cabeza la creación de nuevas conciencias basadas en experiencias colectivas pero, ¿no sería posible reproducir una mente humana concreta?
No es descabellado pensar que se podría generar una personalidad virtual de alguien utilizando una mezcla de todo el contenido digital que esa persona ha generado en su vida (publicaciones en redes sociales, chats, notas de voz…) combinado con datos que podrían aportar sus seres queridos, por ejemplo, recuerdos íntimos.
De hecho, ya hay quien lo ha intentado. Eugenia Kuyda, una programadora rusa, creó en 2018 un chatbot basado en un amigo fallecido.1 Para ello utilizó 10 mil textos de conversaciones de chats. En todo momento fue consciente del experimento y las experiencias le sirvieron para mejorar proyectos de su empresa; la idea jamás fue comercializar la “resurrección”.
Pero, ¿y si alguna empresa tecnológica se atreviera a ir más lejos que Kuyda y prometiera la resurrección virtual de nuestros seres queridos?
A principios de 2020 se supo que uno de los grandes gigantes tecnológicos, Microsoft, había registrado la patente para un chatbot con esta finalidad. La idea era usar imágenes, grabaciones de voz, publicaciones en redes sociales y mensajes de correo electrónico para crear un avatar virtual que se asemejara lo más posible a la persona fallecida.
Un representante de la empresa no tardó en desmentir que esta patente significase el desarrollo de un producto real:2 la compañía simplemente patentó esta tecnología en 2017 pero sin ánimo de dar vida a los muertos de forma virtual… ¿Quizás pretendían que otras compañías hicieran mal uso de una idea así?
Si bien la idea de resucitar a nuestros muertos, tecnología mediante, pueda resultar tentadora, implica una serie de cuestiones morales, legales y éticas que conviene considerar. Para empezar, ¿querría esa persona muerta verse “resucitada” en la nube? Supongamos que en vida dio su consentimiento. Ahora bien, ¿sería la versión virtual de esta persona lo bastante veraz para no desvirtuar su memoria?
Al fin y al cabo, esta personalidad en la nube no sería más que la versión que terceras personas proyectaron de la persona homenajeada, mezclada con todo el contenido que en vida publicó en redes sociales, conocidas por mostrar la realidad tras un cristal lleno de filtros.
Más allá del derecho al honor de la persona fallecida, ¿qué hay de la legalidad?, ¿quiénes podrían socializar con esa IA?, ¿quién mantendría el legado de la persona fallecida, evitando, por ejemplo, que terceros pudieran modificar la IA a su antojo?
Además, por ahora todas las pruebas han sido por medio de chatbots pero los avances en robótica harán que tarde o temprano veamos robots de apariencia humana más allá de las ferias tecnológicas. ¿Hasta dónde podríamos llegar con seres cuyo aspecto y personalidad sea el de una pareja, un amigo o un familiar fallecido?
Esto último nos hace entrar en la cuestión ética. Las IA actuales no son perfectas, es por ello que la antes citada Kuyda era consciente de que la IA que desarrolló tan sólo era un chat que repetía expresiones de su amigo muerto. Pero las IA futuras podrán llegar a un alto grado de veracidad. ¿Podría toda persona que hable con seres virtuales basados en gente fallecida ser consciente en todo momento de la simulación?, ¿dónde está el límite?, ¿acaso hay que ponerlo?
2 Tuit de @_TimOBrien. 22 de enero de 2021. Recuperado de https://twitter.com/_TimOBrien/status/135264595231043993 6 (verificado el 16 de agosto de 2021).
Si bien estamos aún lejos de que las IA alcancen tal grado de complejidad, técnicamente llegará un momento donde será posible. Entonces habrá que plantearse un debate real y multidisciplinar sobre la ética y legalidad de esta tecnología y sus límites.
Maria Baeta es Licenciada en comunicación audiovisual por la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente dirige el equipo editorial de Preventor (empresa especializada en contenidos e-learning para personas que trabajan) y escribe Me va de Cine, su proyecto de divulgación cinematográfica.
Thorsten Drewes es un artista e ingeniero mecánico alemán (Kirchberg, Hunsrück). Por medio del diseño gráfico, crea imágenes que exploran la estética de la falla y la distorsión y reflexionan sobre la trascendencia de la experiencia humana y los espacios transitivos de ésta. Instagram @ wer.wo .was