Te quiero pedir que revises esta historia y detectes los elementos del Enfoque Bio-Espiritual que en ella se encuentran registrados, tanto en cuanto a las indicaciones para llevar a cabo el ejercicio, como los pasos o movimientos de Enfoque Bio-Espiritual dados por María, llevando la vivencia traumática a su resolución. ***** ESTRÉS, FUENTE POTENCIAL DE SALUD Y DESARROLLO Una historia de estrés postraumático agudo y su resolución Bajamos por la estrecha carretera de regreso de un paseo dominical. Nuestros amigos lo han hecho minutos antes; después de una curva veo su automóvil varios metros fuera de la carretera. Ellos han salido ilesos, pero están lívidos por el inesperado suceso. Un pesado vehículo a gran velocidad los ha envestido por detrás y echado fuera, después de dar “trompos” sin control sobre la cinta asfáltica. Llevamos a nuestra amiga -a quien llamaremos María- y a su hija a su casa en el auto. Los demás se quedan ahí para hacer los trámites del seguro automotriz. Yo voy viendo a María por el espejo interior; está pálida, nerviosa, con sus ojos muy abiertos, comentándonos con agitación lo que les acababa de ocurrir: el sorpresivo impacto, el haber patinando y dado de vueltas sobre la carretera, que casi chocan con los autos que venían en el otro sentido, que le parecía que se iban a la barranca de la izquierda, que al salir de la cinta asfáltica sentía inminente el choque contra los árboles de la derecha; lo que les pudo haber pasado… Al verla tan impactada le digo: “Sé de un ejercicio que tal vez te pueda ayudar; si te parece bien podemos intentarlo”. Me dice que sí y siguiéndola por el espejo interior –ella iba en el asiento posterior, junto a la puerta derecha- le hago las siguientes preguntas y le ofrezco las propuestas e indicaciones abajo anotadas: Tómate unos momentos para sentir tu respiración, sólo experimentándola. Lo hace en unos cuantos ciclos y enseguida le digo: quiero que veas si puedes darte cuenta dónde se siente todo lo relacionado con lo que acabas de vivir incluyendo lo que estás compartiendo; ve si puedes encontrar en qué parte de tu cuerpo lo sientes. Tómate un tiempo para buscar el lugar en el que tu cuerpo lleva este acontecimiento completo y dime si lo encuentras. Pasan unos 20 segundos de búsqueda y con los ojos cerrados, me dice tocándose con su mano: “Sí, aquí, en el cuello… duele”. Le pregunto si siente que allí recibió el impacto del choque y me dice que no, que no recibió ningún impacto físico; que sintió el golpe que le dieron al coche por detrás y las vueltas que dio sobre la carretera, pero que ella no resultó con ningún golpe. Entonces le sugiero que vea si puede ir allí donde está la sensación física de lo sucedido. Se trata le digo-, de darle a ese lugar una compañía respetuosa, delicada, cariñosa; ve si puedes estar con ese lugar de una manera que le haga saber que quieres estar realmente presente para él, que de verdad te importa... Tal vez puedas hacerle sentir que no está sólo, con tu mano ahí tal vez le puedas decir que tú estás allí con él, que lo acompañas, que estás abierta por si quiere decirte
algo. Se queda en silencio intentándolo y tiempo después me dice calmadamente que lo está haciendo. Mientras sigo conduciendo –precavidamente- mi automóvil, voy viéndola por el espejo retrovisor interno y tratando de atender sus respuestas. Entonces escucho un: “¡Ay!”; su cara expresa que ha surgido algo inesperado. Le pregunto si ha venido algo, tal vez una palabra, una imagen, un recuerdo, alguna otra sensación o algún sentimiento que conecte con lo físicamente sentido, y me dice, muy impresionada: “¡Acabo de volver a vivirlo todo!, ¡exactamente como sucedió!” La invito a mantenerse acompañando unos momentos cómo esto que ha venido se siente ahora. Lo hace y tras unos cuantos segundos me dice medio confundida, como no pudiendo entender lo que ha pasado: “Realmente me siento mejor…”, y como buscando algo en el cuello continúa “Ya no está el dolor… y como constatándolo consigo misma me dice: ¡creo que ya todo está bien! Entonces, muy admirado, le pedí que tratara de darse cuenta cómo se sentía ella ahora contrastándolo con cómo se sentía antes de iniciar el ejercicio. Al referirme, sonriente, la diferencia, le pedí que permaneciera saboreando eso y que viera si se sentía adecuado dar gracias por el cambio experimentado con su ejercicio de Enfoque. Lo hizo, y a partir de ese momento María ya no volvió a tocar el tema del accidente, regresó el color sonrosado a su cara y se vino comentando animosamente muchas cosas durante el trayecto hasta su casa. Yo me decía: ¡pareciera que no hubiera pasado nada! Mientras seguía escuchándola y viéndola por el retrovisor, yo no lo podía creer. Nadie hubiera pensado que había estado en riesgo su vida y la de su familia hacía sólo unos minutos. También me llamó la atención que nadie más que yo parecía tomar conciencia del cambio en su semblante, en su conversación y en el ambiente dentro del coche, ¡ni ella misma! María tenía programada una intervención quirúrgica ginecológica el siguiente sábado, seis días después de estos hechos. Yo estuve –discretamente- pendiente para ver si reaparecía el dolor del cuello o si surgía alguna otra manifestación física del suceso, lo que no se presentó. Ella no necesitó analgésicos, “collarín”, ni ningún otro cuidado o tratamiento. Llegado el momento, ella pudo recibir la analgesia quirúrgica sin ningún problema, el trans y el postoperatorio fueron muy llevaderos (agregar al estés agudo el estrés pre, trans y postquirúrgico es, muchas veces, un excesivo reto para el sistema psico-neuro-inmuno-endocrino). Por algún tiempo, nunca le oí a nuestra amiga ningún comentario acerca de estos hechos. Cuando le hablé a María del Enfoque Bio-Espiritual y le comenté que para animar a un amigo a enfocar –quien tras haber entrado en conflicto con una persona que llevaba una relación significativa para él, había destrozado su auto en un accidente- el doloroso asunto que traía cargando, le compartí su historia de Enfoque y que gracias a eso, mi amigo se había puesto a enfocar. María estaba muy impresionada al darse cuenta de lo que aquél ejercicio le había beneficiado a ella y de cómo su historia le había ayudado a otra persona a resolver su propio problema.
Yo me había quedado con que lo que hicimos minutos después del accidente, le permitió a María procesar inmediatamente el estrés agudo generado por el angustioso e inesperado acontecimiento. Su evolución me lo confirmó. De esa manera su cuerpo ya no tuvo que llevar irresuelto aquél suceso, liberándolo del estrés subsecuente a corto y a largo plazo, que todo eso es acumulativo y potencialmente destructivo. Juan B. Prado Flores