F17 cómo puden los adultos

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INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN EN BIO-ESPIRITUALIDAD

CÓMO PUEDEN LOS ADULTOS ESCUCHAR A LOS NIÑOS A LA MANERA DEL ENFOQUE BIO-ESPIRITUAL

ENTREVISTA A

GLORIA BRUINIX

EDWIN M. McMAHON, Ph. D. PETER A. CAMPBELL, Ph. D.

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CÓMO PUEDEN LOS ADULTOS ESCUCHAR A LOS NIÑOS A LA MANERA DEL ENFOQUE

Gloria Bruinix (G) se dedica a la Ludoterapia en Otherways Inc., un modelo alternativo de la Agencia de Salud Mental para niños en la provincia de Ontario, Canadá. Ella utiliza el Enfoque (Focusing) en su trabajo con niños. Edwin M. McMahon (Ed) es co-director del Instituto para la Investigación en Bio-Espiritualidad.

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PARTE I Presentación: Ed: Le pedí a Gloria que se presentara para este folleto. No sintió adecuado mencionar el currículo que siempre utiliza, lo que sintió pertinente en cambio, fue contar una historia para niños. G: “Había una vez una pequeña niña que sentía que todos, incluyéndose ella, eran especiales aunque las personas a su alrededor no parecían pensar lo mismo, pues la molestaban mucho y la llamaban ruidosa, tonta, cabezona. Tampoco le permitían sentirse triste o enojada. Uno de sus maestros le apodaba ‘La floja’. Dentro de ella, sin embargo, había una voz que le decía exactamente lo que ella requería. Ella necesitaba que la escucharan y la aceptaran como realmente era. Quería hablar acerca de sus sentimientos y no fingir que estaba contenta cuando no lo estaba. Quería ser real, pero todos a su alrededor fingían y poco a poco esa niña llegó a pensar que la única forma de ser amada era fingiendo también. Como quería ser amada aprendió a fingir como los demás y se acoplaba bien. Pero dentro de ella, hizo una promesa a aquella voz que escuchaba en su interior: ‘Un día voy a escucharte en la forma en que quieres ser escuchada.’ Esa niña creció y tiempo después llegó a tener un hijo y una hija. Pero los trataba como a ella la habían tratado y eso la entristecía. Sabía que estaba mal, por lo que decidió buscar una mejor manera de escucharlos. Entonces investigó e investigó; aprendió y aprendió. Y un día, cuando descubrió el Enfoque (Focusing), la vocecita interna le dijo: ‘Así es como se escucha a los niños. Esto es lo que has deseado toda tu vida.’ Entonces trabajó y escuchó; escuchó y trabajó, y aprendió cómo escuchar a los niños de la misma manera que de niña, ella quería que la escucharan. Ahora también sabe cómo quiere vivir el resto de su vida: ayudando a los niños a re-encontrar esa parte especial de sí mismos, simplemente escuchándolos como son.” Fin.

Ed: Gloria, ¿podrías empezar compartiendo tu aprendizaje más importante como ludoterapeuta? ¿Qué es lo que más debemos saber nosotros como adultos para ayudar a nuestros niños a crecer? G: Tenemos que enseñar a los niños a darse cuenta que hay un lugar especial dentro de cada uno que tiene las respuestas que buscan. Allí es donde nuestra enseñanza debe enfocarse: hay un lugar especial dentro de cada niño, dentro de cada uno de nosotros a donde podemos ir, escucharlo y recibir respuestas –respuestas que son muy diferentes a las que normalmente se nos dan desde el exterior. Estas respuestas las sentimos correctas para cada uno de nosotros. Son nuestras propias respuestas personales.

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Ed: Dices esto muy convencida. Suena como si hubieras tenido experiencias infantiles propias que de alguna manera obstaculizaron el que estuvieras dentro de ese lugar especial de respuestas dentro de ti misma. G: Así es. Para ilustrar este punto voy a darte un ejemplo de algo que hice con mi hija. Cuando yo era niña tenía rizos largos. Yo no quería tener el pelo largo pero mamá sí. Cuando tuve a mi hija me dije a mí misma: “No voy a hacer que ella tenga el pelo largo como me lo hicieron a mí”. Desgraciadamente mi hija quería tener el pelo largo, pero yo no podía escucharla porque hubiera tendido que enfrentarme al dolor que sentí de niña cuando no fui escuchada. Por eso es tan importante para nosotros como adultos, que antes de enfocar con niños, estemos con cómo queríamos que las personas estuvieran con nosotros cuando éramos pequeños. De otra manera, no seremos capaces de escucharlos.

Ed: Me parece que estás diciendo dos cosas. No fuiste escuchada cuando niña y eso fue doloroso para ti. Pero aún más doloroso fue, quizá, el hecho de que no eras capaz de escuchar y apoyar el lugar interno de tu hija debido a que la situación traía de nuevo mucho de tu dolor inconcuso. G: Sí Ed. Yo quisiera que padres, maestros, trabajadores sociales, terapeutas, entendieran que las barreras que cargamos dentro de nosotros obstaculizan el hacer realmente efectivo el Enfoque con niños. Creo que todas las personas entrenadas para hacer Enfoque deben permanecer un tiempo con cómo les hubiera gustado ser escuchados de niños. Si saben cómo se siente no ser escuchado en esta forma y lo atienden a la manera de Enfoque, podrán entonces hacer Enfoque con niños. Hasta que realmente sepan lo que querían para sí mismos, no serán capaces de escuchar a un niño cuando este quiera lo que ellos querían. Quizás puedan escuchar muchas cosas en un niño -como lo hice yo-, pero si el dolor del niño es acerca de algo que les faltó, no podrán escuchar nada de esto hasta que escuchen lo que está inconcluso en sí mismos ahora como adultos.

Ed: Al enfocar acerca de tu propia experiencia de la infancia de no haber sido escuchada, ¿has descubierto algunas pistas que nos puedan guiar para escuchar mejor a los niños? Por ejemplo, ¿has podido identificar algo de que te ha llevado a defenderte de experiencias dolorosas? G: ¿Cómo me alejé de mí misma como niña? Yo no sabía cómo escuchar a mi cuerpo, sólo sabía cómo actuar mis sentimientos. Esto me llevó a tener problemas porque mi ‘actuar’ era lo que llamaba la atención de los adultos. Entonces tuve que decidir si renunciaba a la parte de mí que aún sabía lo que yo quería o renunciaba a otra parte de mí misma. Debido a que no me sentía muy brillante en la escuela, decidí renunciar a mi inteligencia. Esta parecía ser mi atributo menos importante, así que decidí volverme tonta en lugar de actuar todo el tiempo. Nadie podría cambiarme si era tonta y así podría mantener la parte de mí misma que sabía lo que yo quería. Sacrifiqué mi inteligencia para poder, un día, sentirme íntegra con esa parte especial que sabía lo que yo necesitaba. ¡Valía la pena para mí!

Ed: Esa es una decisión importante para haber sido hecha por alguien tan joven. Me pregunto cuántos niños se ven orillados a decisiones similares para poder sobrevivir cuando desde el principio son alejados de su propia dirección de vida y realmente les es negado su propio espíritu. G: Así es como los niños pierden la sensación de su “yo mismo”. Les decimos cómo deben sentirse, cuando deben sentirlo y por qué. A veces inclusive les decimos lo que deben de estar sintiendo. Todos nosotros empezamos la vida estando realmente en contacto con nuestros cuerpos. Éramos capaces de llorar cuando teníamos hambre, de reír cuando algo era gracioso, de alegrarnos cuando alguien nos respondía, de expresar molestia cuando algo no nos gustaba. Entonces venían los adultos

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a decir cosas como: ‘estas echando a perder a ese niño’, ‘él gobierna en esta casa’. Y en vez de responder al niño empezaron a tratar de saber ‘lo que es mejor para él’. Eso es lo que aprendimos, y así, cuando llora porque tiene hambre le decimos: “Lo siento, hasta que pasen cuatro horas”, o “acabas de comer, no puedes tener hambre”. O quizás el niño llora porque quiere que lo carguen y consuelen, pero nosotros no queremos ‘echarlo a perder’, por lo que lo dejamos llorar. Si yo fuera con mi familia o con amigos y les dijera: “me siento sola y quiero compañía, ayúdenme a reír y a sentirme mejor”. O si les dijera: “No me siento muy bien, no sé qué tengo pero me gustaría que me abrazaran ahora”, creo que me escucharían y me responderían de alguna manera aunque sólo fuera para darse cuenta cómo me estoy sintiendo. No siempre les damos a los pequeños este respeto. Decimos: ‘eso los echa a perder’.

Ed: Debe ser emocionante y un gran privilegio ayudar a los niños a volver a asumir su espíritu, su particular sensación corporal de descubrirse a sí mismos. G: Estoy muy emocionada por lo que ha estado pasando con los niños con quienes trabajo. En ocasiones recientes inclusive me han pedido que los trate “de tú a tú” para poder hablar. Están empezando a entender que de alguna manera se siente mejor cuando están en contacto con sus cuerpos. Dos personas que trabajan donde yo trabajo también han hecho Enfoque con niños. Una de ellas lo ha hecho con su propio hijo. Él estaba atorado en un trabajo escolar. Entonces ella le ayudo a enfocar y él se dio cuenta de que el tema que había escogido le aburría. Entonces lo cambió por otro que le emocionaba y todo empezó a fluir fácilmente. Dibujos, palabras, diagramas, vinieron alrededor del proyecto. Pudo hacerlo muy bien, rápidamente y con satisfacción y placer. ¡Qué diferencia! Lo único que tuvo que hacer fue escuchar lo que era importante para él conforme lo sentía en su cuerpo.

Ed: Para los adultos es emocionante y de mucha ayuda el darse cuenta de cómo el simple hecho del cambio a estar en contacto con sus cuerpos puede ayudar a los niños a aprender en forma más rápida y efectiva. ¿Me puedes dar otro ejemplo de cómo el Enfoque ha hecho una diferencia en la vida de un niño? G: Voy a transcribir un diálogo grabado hace poco tiempo, cuando estuve un tiempo trabajando con Jacklin, una niña de ocho años. La sección que voy a mostrar es la mitad de su tercera sesión de dos horas. Su mamá me pidió que trabajara con ella porque estaba reprobando el año. Acaban de recibir la semana pasada la noticia de que aprobó. Pueden notar en este diálogo las increíbles diferencias que hizo el Enfoque en su vida. Creo que es maravilloso escuchar lo que Jacklin aprendió con el Enfoque. También la claridad que tiene consigo misma desde el Enfoque. Transcribo también mis respuestas para que puedan darse cuenta de lo sencillo que es el enfocar con niños. Lo único que se necesita es estar con una presencia cálida para ayudarlos a conectarse con la sabiduría que su cuerpo ya tiene disponible para ellos.

Jacklin: Aprendo mucho estando aquí contigo. Gloria (G): ¿De verdad? ¿Puedes hablar acerca de eso? Jacklin: Sí. Aprendo acerca del dolor. Aprendo acerca de escuchar. Aprendo acerca de mi cerebro. Aprendo acerca de mi corazón. Aprendo acerca de mí misma. G: ¿Sólo aquí? Jacklin: Sí, sólo aquí en el Centro. Es la primea vez que tengo mis sentimientos así, grabados en una cinta. G: ¿La primera vez que tienes sentimientos?

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Jacklin: Sí grabados en una cinta como esa. He aprendido a respetarme a mí misma. Simplemente aprendiendo acerca de mí, del dolor, de escuchar, del cerebro y todo eso. G: Aprendiste a tener respeto por ti misma. ¿Puedes sentir eso en tu cuerpo? Jacklin: Sí puedo sentirlo en todo mi cuerpo. Hasta mis pies. G: ¿Qué quiere decirte este respeto? ¿Quiere contarte una historia? ¿Quiere decirte algo acerca de Jackie? Jacklin: Sí. Me quiere decir: ‘debes estar orgullosa de ti porque tienes respeto para ti misma’. Porque hace un tiempo, antes de venir al Centro me filmaron. No quería ni lavarme los dientes, ni peinarme o lavarme la cara y las manos. G: ¿No tenías respeto por ti misma? Jacklin: No. Pero aprendí que necesitas respeto por ti misma para hacer cosas especiales, tener premios y todo eso. Realmente no necesitas premios. G: No, sólo tener cosas especiales para ti, ¿verdad? Jacklin: Y adivina qué. En el fin de semana, en el primer día del fin de semana tenía que hacer tres hojas de matemáticas para emparejarme y las hice todas ¡en un día! G: ¿Tres hojas en un día? Jacklin: Tres hojas en tres minutos. En tres minutos estaba hecho todo. G: ¿Cómo hiciste eso? Jacklin: Debido a que estaba poniendo atención a mi trabajo en vez de estar perdiendo el tiempo. Estaba aprendiendo a tener respeto haciendo mi propia tarea. G: ¡Eso es increíble! Aprendiste el respeto haciendo tu propia tarea en vez de estar perdiendo el tiempo. Jacklin: Y cuando llegue a casa después de estar aquí, voy a hacer mi tarea. G: ¿La vas a hacer? ¿Eso es difícil? Jacklin: No. Pero las matemáticas sí son difíciles. G: Entonces vas a hacer tu tarea cuando llegues a casa. ¿Cómo se siente eso dentro de ti, Jackie, porque siempre ha sido difícil para ti? Jacklin: Cuando acabo mi tarea me siento muy orgullosa de mí misma. Pero cuando tengo que ir a la escuela sin terminar mi tarea, no me siento tan bien. G: ¿No te sientes tan bien? Jacklin: No. Pero cuando acabo mi tarea, me siento orgullosa dentro de mí. G: Orgullosa. Orgullosa es la palabra que usas ¿verdad? ¡Qué diferencia! Jacklin: Sí.

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Ed: Puedo imaginarme a una persona normal al escuchar esta cinta y tratar de entender qué es lo que hace la diferencia en la forma en que le respondes a Jackie. Tus respuestas parecen tan comunes, tan simples. ¿Puedes compartir algo de ti misma acerca de cómo eres con Jackie que permita ver lo que hace la diferencia? G: Cuando niña podía sentir dos niveles para estar con las personas. Uno es que yo quería que las personas estuvieran conmigo. Puedo recordar una situación con mi hijo Michael de dos años y medio cuando yo era una mamá muy ocupada: él sentado en su cama y yo poniéndole los calcetines. Sus pies podrían haber sido los de cualquier persona. Yo estaba simplemente poniendo unos calcetines. Qué diferente hubiera sido para los dos si yo hubiera estado con él al ponerle los calcetines. ¡Lo habríamos estado haciendo juntos! Es el darnos cuenta de la otra persona lo que verdaderamente importa, no tanto la acción. Cuántas veces hacemos cosas para los niños porque estamos ocupados o porque queremos ser buenos padres o por cualquier otra razón. Se necesita más que eso para estar CON un niño, pero es mucha la diferencia dentro de uno mismo. El CON, nos une a los dos. Pude haber dejado a Michael subirse los calcetines solo y verlo cuando lo hacía. Pude haber escuchado lo que decía al hacerlo. Cuando yo lo hacía por él, no podía escuchar lo que él tenía que decir. Era una tarea más. Los dos perdimos. Pero como madre yo debí haber sabido cómo estar presente. Lo extraño de esto es que no habría estado tan cansada al final del día porque la tensión de estar haciendo cosas para la gente no hubiera estado allí. Hubiera recibido algo también. Es muy vacío el sólo HACER.

PARTE 2 Ed: ¿Podrías decir algo más acerca de estar CON un niño? ¿Cómo se siente eso dentro de ti como adulto? G: Una de las preguntas que me hago a mí misma es: ¿estoy permitiendo a este niño que se exprese o se lo estoy impidiendo? Si estoy estorbando me prometo a mí misma estar con esto más tarde en una forma de Enfoque. Si le estoy permitiendo estar con lo que es real dentro de sí mismo entonces mi siguiente pregunta es: ¿cómo puedo hacer que lo sienta dentro de él? Una de las cosas más difíciles para nosotros los adultos es ver a lo niños como son. Uno de los reclamos más importantes de mi niña interior es ¿no puedes ver quien soy? ¿No puedes sentir quien soy? En la escuela nos enseñan a pensar, pero si nos hubieran enseñado a aprender cosas con todo nuestro cuerpo involucrado no tendíamos que ir sólo a nuestra mente. Toda mi vida quise aprender a bordar, pero cada vez que lo traté de hacer las instrucciones me hacían sentir totalmente abrumada – cadenas, dobles cadenas… Traté muchas veces pero me di por vencida. Entonces, hace un par de semanas mi hija Jennifer estaba tejiendo y le dije cuánto quise hacer eso siempre. Ella me dijo: mira como muevo la aguja y dime lo que ves. Le contesté: le envuelves el hilo, la insertas en el orificio, la envuelves, le quitas dos puntadas, la envuelves dos puntadas y luego lo haces de nuevo. Estoy haciendo mi primera cobija y se siente maravilloso que mi hija me escuchó al nivel que necesitaba ser escuchada. Ella me dio un gran regalo. De alguna manera sentí que tenía que esperar toda la vida para esto y ahora no me siento tan impaciente conmigo misma. Si no lo logro es porque simplemente no he escuchado lo que necesito escuchar a ese nivel. Ahora puedo dedicar energía buscando dentro de mí en vez de estar peleando conmigo misma por ser inepta. ¿No sería maravilloso si se enseñara a todos los niños a su nivel?, ¡qué fácil sería la escuela para ellos! Ed: Simplemente sería el respetar el nivel de aprendizaje corporal de cada niño –que en sí mismo es un don. ¡Si únicamente más padres pudieran reconocer esto en sus hijos y en ellos mismos! ¿Qué has aprendido, Gloria, de tu propio nivel de aprendizaje corporal? G: “¡Soy un lápiz!” Te comparto un enfoque que tuve conmigo misma. No quería ser un lápiz. Quería ser una computadora que es complicada; tiene que ser arreglada, tiene magia dentro que hace

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a la gente difícil estar con ella. O por lo menos quería ser una pluma fuente con una maravillosa punta. Algo con clase. Un lápiz es algo tan ordinario, tan mundano, tan aburrido. ¡No un lápiz! Pero la imagen no se iba sin importarle cuanto quería yo cambiarla. Entonces permanecí con “soy un lápiz” por un momento. Hubo un cambio para mí y pude ver la imagen de una niña muy pequeña utilizando un lápiz, otra, de una persona mayor utilizándolo, y todos de diferentes edades que eran capaces de utilizar un lápiz. No era como una computadora con la que se requiere cierto nivel de inteligencia y energía eléctrica. No era como una pluma fuente donde se necesita tener tinta. Cualquiera puede usarlo, y si cometes un error lo puedes borrar rápidamente. No me congelaba en el frío ni me derretía en el calor. Cuando niños muchas veces se nos pedía ser radicalmente diferentes de lo que en realidad éramos. Nuestra propia individualidad se nos quitaba y se ignoraba. Se esperaba que nos conformáramos a algo externo, de manera que no se nos permitía ser quienes realmente éramos. El Enfoque me ha dado la posibilidad de regresar y escuchar mi dolor y mi enojo por ser tratada así. Puedo ahora regocijarme en “ser un lápiz”. ¡Qué diferencia ha hecho el Enfoque en mi vida!

Ed: Gloria, ¿podrías decir algo acerca de cómo haces Enfoque con niños en tus sesiones de terapia de juego? G: Generalmente comienzo con los niños nuevos diciéndoles algo acerca de mí. Hago esto porque frecuentemente, en mi caso, los padres o el maestro mandan al niño conmigo para que “lo arregle”. No pueden manejar la conducta del niño por lo que quieren que yo la cambie. Le digo al niño: “Cuando yo era pequeña tenía muchos sentimientos, pero nadie quería escucharlos, especialmente aquellos como tristeza o enojo. A veces me portaba en forma que me metía en problemas pero no entendía por qué lo hacía. Entonces tuve un sueño. Era que cuando creciera aprendería a escuchar a los niños y ayudarles a entender por qué hacen las cosas. No me enojaría con ellos, sólo los escucharía (un niño de ocho años me dijo: Yo soy parte de tu sueño)”. Les digo entonces que he encontrado un lugar especial dentro de mí que me ayuda a sentirme bien conmigo misma y que también me da respuestas. Luego digo que le pregunto a mi cuerpo si está bien estar con lo que estoy sintiendo y si la respuesta es “no”, entonces le pregunto a mi cuerpo si está bien atender el cómo se siente ese “no”. Después les digo que siempre voy a tratar de escucharlos, pero que si no lo hago deben decírmelo, porque a veces no oigo muy bien (frecuentemente ríen cuando digo algo como eso). También les digo que pueden comenzar o parar cuando quieran y que me pueden decir ‘no’ cuando lo sientan; que estoy aquí simplemente para escucharlos. Entonces hablamos, dibujamos o usamos barro. Si escucho “el camión de bomberos” cuando un niño está diciendo algo que se siente que necesita ser escuchado en forma de Enfoque, le pregunto si puede permanecer unos momentos con eso. Si es algo que le es molesto le pregunto si necesita ponerlo lejos de él/ella por unos momentos –imaginando que lo puede poner a distancia. Si se siente adecuado le pregunto si le puede decir adiós con la mano o darle un abrazo de despedida. Después le pregunto si tiene alguna imagen o recuerdo que surja de lo que siente. Si dice ‘no’ le pido que esté con cualquier sentimiento que surja cuando dice ‘no’, o con cualquier otra cosa que haya dicho. Cada sugerencia que hago va después de preguntar: ¿Está bien estar con esto? debido a que pienso que a los niños les cuesta trabajo decir “no” a los adultos y fácilmente se fuerzan para complacernos. Si el niño quiere, volvemos a repetir el proceso, pero generalmente se hace una sola vez. Creo que ellos no han creado sacos tan grandes como para tener muchos asuntos a la vez. Lo que se siente más importante es invitarlos a ser gentiles con lo que sienten y ayudarles a escuchar lo que luego podrán verbalizar.

Ed: El Enfoque Bio-Espiritual debe proveerte de una gama más amplia de opciones en la forma en que puedes estar con los niños –y aun contigo misma- al ayudarles a crecer. G: La forma en que llevo a cabo los grupos de ludoterapia es muy diferente ahora. Cuando un niño no quiere regresar a su escuela, puedo estar con él para que permanezca con: ‘cómo se siente estar en la escuela’. Quizá tiene algún asunto con los maestros o los compañeros, o inclusive con el trasporte escolar. Antes pensaba que yo tenía que arreglar todas las cosas en su vida, pero ahora puedo dedicar tiempo a simplemente escucharlos, dejando que sientan por sí mismos lo que realmente sienten. ¡Esto es tan gratificante! ¡Da tanta alegría! Cada vez que un niño comparte algo de

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esto conmigo es como un pequeño milagro. Siempre he sabido que no puedo cambiar sus situaciones, pero el ayudarlos a saber cómo se sienten acerca de esa situación y cómo se sienten acerca de sí mismos cuando se conectan con ese lugar especial dentro de ellos, es algo único y vale la pena para mí.

Ed: Sabes Gloria, hay mucho respeto hacia el niño en lo que estas haciendo. Honras la vida interior del niño. ¡Eso es tan poco frecuente! Me recuerda una carta que acabo de recibir. Es de una mujer que escribe historias para niños. Su nombre es Dorothy Hass y ha asistido a nuestros talleres de BioEspiritualidad a través del Enfoque. A lo largo de los años nos hemos cuestionado acerca de enseñar a los niños a hacer Enfoque Interior; deja que comparta un párrafo de una de sus cartas más recientes. Ella escribe: “He pensado mucho acerca de la mejor manera de enseñar a los niños a hacer el Enfoque. Lo primero que pensé fue que podía ponerlo en forma de cuento, pero honestamente pienso que eso está mal. No respeta al niño hacerle pensar que le contamos un cuento para divertirlo, para que después se dé cuenta de que la intención era enseñarle una lección –como dar las gracias o que está mal decir mentiras. ¿Recuerdas Ed haber sido decepcionado en esa forma? Yo sí. Entonces no les hago eso a los niños. Pero hay algo más. Si mezclas la ficción con los hechos, ¿cómo va el niño a separar una de otros? La ficción debe ser claramente tratada como ficción y los hechos como hechos. Eso es lo que considero respetar las mentes jóvenes.” Es maravilloso escuchar esto y saber que hay personas que saben respetar a los niños. Parte de ese respeto parece ser la honestidad. La comunicación auténtica. Esto es importante para los adultos, pero doblemente importante cuando ellos se relacionan con niños. G: Cuando niña, recuerdo, haber sido abierta y querer compartir mi ser con otras personas, pero a veces no querían que lo hiciera. Yo no podía ver que sus vidas iban en otra dirección, pero eso no tenía nada que ver con si me amaban o no. Lo que yo sabía era que yo quería compartir mi ser con ellos y ellos me decían: “No”. Quizá estaban leyendo un libro o se sentían cansados, pero los adultos rara vez les dicen a los niños en dónde están. Simplemente les dicen “no”. Estando leyendo una revista en la que una madre joven revisaba libros infantiles, ella escribió acerca de un libro que era el favorito de su hija. Para ilustrar lo frecuentemente que su hija leía ese libro, ella contó una historia. Su hija quería que se lo leyera otra vez, pero en el artículo la madre confiesa que lo había leído tantas veces que ya no quería volver a hacerlo. Lo que trajo lágrimas a mis ojos fue lo que le dijo a su hija: “Siéntate en esa silla y lee el libro como una niña grande”. Qué mensaje tan confuso para la niñita. Su madre podía haberle compartido que no quería leer el libro ese día por tantas veces que ya lo había hecho, pero que quizá otro día se sentiría diferente. Esto deja a la niña la decisión de leer el libro sola o negociar con su madre algún otro libro que sí le quisiera leer. ¡Quizá lo que la niña quería era compartirle algo suyo a su mamá!

Ed: Cuéntame algo acerca de la clase de cosas que suceden dentro de ti al estar con los niños a la manera del Enfoque, particularmente algunas de las frustraciones que sientes o las dificultades que encuentras. G: He hecho bastante Enfoque conmigo misma alrededor de la emoción que a veces me hace perderme el Enfoque del niño y también acerca de otros asuntos que surgen. Uno de esos asuntos fue videograbar a un niño llamado Dan. Quería estar segura de que no lo estaba usando, pero él ha accedido que use el filme cada vez que le pido permiso. Un área que encuentro particularmente problemática, involucra mi frustración acerca de no tener mis propias respuestas rápido o al perderme una oportunidad obvia cuando la veo después en la cinta. Mi cuerpo conoce el Enfoque tan bien que espero que mi cerebro lo haga igual. Al enfocar con esto la imagen que surgió para mí fue la de jugar tenis. Al principio mandaba la pelota por cualquier parte. No esperaba tener todos los tiros perfectos desde la primera lección. Después de esto me sentí mucho más relajada al perderme de algunas de mis respuestas; entonces era capaz de ver lo que sucedía con los niños sin que me estorbara mi “tú debes saberlo”.

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Otras lecciones que he aprendido con dificultad es lo importante que es que yo que me escuche a mí misma así como al niño. No hice eso la vez pasada cuando tuve a Christopher en su sesión. Tengo que subir la cámara tres pisos de escaleras para llegar al cuarto de juegos, y algunas semanas simplemente estoy muy cansada. No había grabado la sesión anterior y me sentía muy cansada para hacerlo esa semana, sin embargo pasé sobre mi cansancio porque quería grabarla. Pero si no me escucho a mí misma, no escucho a nadie más. Por eso me sentí muy frustrada después de la sesión con Chris. No estaba con él porque no estaba conmigo.

Ed: Debido a esa experiencia con Christopher, él te ha impulsado a hacer tu propio Enfoque. G: Sí. Sentí frustración después de esa sesión con Christopher. Pude sentir lo incómoda que estaba con lo que hacía y lo ineficaz que era. Bill, mi esposo, me preguntó si quería estar con esto a la manera del Enfoque y le contesté que sí. Pude ver a Christopher sentado en un castillo con paredes de cristal. Podía ver claramente lo que estaba pasando con él. Pero no podía penetrar las paredes. ¡Todo estaba allí para que yo lo viera, pero no lo podía atravesar! Después de permanecer un rato con este sentimiento sentí un cambio. ¡Voy a romper las paredes! Pude entonces sentir lo débil que yo era. Entonces levanté un mazo y pedí a diez vikingos que me ayudaran a atravesar la pared de cristal. Estaban dispuestos a ayudarme; corrimos todos a la puerta y la rompimos. ¡Victoria!, ¡había ganado! Busqué a Christopher y me horroricé de ver que ya no estaba. Lo habíamos asustado. Sentí total desaliento. El objetivo del ejercicio era estar cerca del niño, pero lo asusté tanto que desapareció. Los vikingos y yo cerramos la puerta y nos fuimos. Nos sentamos fuera del castillo completamente desmotivados. Yo me sentía muy tonta. ¿Por qué no me di cuenta? ¿Cómo fue qué no pude ver el daño que hacía? ¿Cómo pude estar tan ciega? Escuché un ruido y miré hacia arriba. No podía creer lo que veía. Christopher había abierto la puerta, el solo. Me sentí tan humillada. En toda mi arrogancia y seguridad de que sabía lo que era correcto, había olvidado el elemento más importante. Este no es mi castillo. Estas no son mis paredes. No tengo derecho de atravesar las puertas. Si le enseño al niño la técnica para abrir la puerta, el niño la abrirá cuando esté bien para él. Tomará su propio camino y tendrá su manera propia de estar en ese camino. Sólo tengo que enseñarle acerca de ese especial lugar dentro de él que puede decirle lo que necesita saber. Puedo enseñarle a escuchar ese lugar que conoce y dar gracias a ese lugar que sabe que somos únicos y maravillosos.

Ed: ¿Qué sucede, Gloria, cuando un niño se porta mal y por tener orden tienes que intervenir con algún tipo de disciplina? ¿Cómo haces esto de manera que respetes los sentimientos de un niño? G: Una de las frases que utilizo cuando un niño se está portando mal es: “No te culpo por lo que estás haciendo, pero estoy confundida acerca de lo que necesitas. ¿Puedes preguntarle a ese lugar dentro de ti lo que quiere decirte”? Si siento muy largo decir la parte de ‘no te culpo’ simplemente empiezo con “estoy confundida” o directamente digo “¿qué necesitas?” La llave para cualquier cambio en la conducta destructiva, es estar con lo que el niño siente en su cuerpo. “¿Qué necesitas?” Cuando hay conflicto en un niño hagan esa pregunta. ¡Están luchando por algo importante para ellos igual que ustedes! El preguntar qué necesita ayuda a negociar en vez de ordenar o confrontar. El negociar siempre toma en cuenta a ambas personas, lo que es muy diferente a que uno gane y otro pierda. Una señora que conozco hizo Enfoque con un niño, y simplemente por quedarse con lo que sentía en su cuerpo, el pequeño no destruyó los juguetes en la forma en que acostumbraba hacerlo. En vez de esto arregló otro de sus juguetes. Antes de eso estaba muy frustrado, pero cuando pudo estar en contacto con lo que realmente le importaba y con cómo eso se sentía en su cuerpo, ya no quiso destruir nada. La violencia es una forma no verbal de expresar nuestra rabia ante lo que nos está sucediendo. Si permitimos a los niños que verbalicen su violencia ayudándolos a enfocar con cómo sus cuerpos llevan dicho enojo y frustración, no tienen que recurrir a la violencia hacia otros o hacia sí mismos.

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Ed: Al recordar tu propia experiencia de mala conducta cuando niña ¿qué aprendizajes puedes obtener de esto? ¡Sé lo me hacía portarme mal de niña! No se me permitía decir: “No” Pero aun así tenía el ‘no’ dentro de mí. Entonces no tuve otra opción que encontrar una ruta alternativa de manera que pudiera decir mi ‘no’. Oímos a los niños cuando están pasando por ‘los terribles dos’ (años) decir ‘no’, y todo mundo dice que no debemos dejar que se salgan con la suya, estamos entrenados a no escuchar por no haber sido escuchados cuando teníamos su edad. Así es que empezamos a perdernos a nosotros mismos. Nuestro ‘no’ es fuerte pero si lo decimos nos metemos en problemas. Hice un Enfoque. Sentía un vacío en el estómago. Era como una pelota grande. Estaba haciendo espacio mediante un Inventario, así que pregunté si estaría bien poner eso a un lado por unos momentos. Entonces vino un cambio, pero al moverse, pude escuchar un grito terrible que provenía de debajo de eso. Pronto lo puse de nuevo donde estaba, pero era demasiado tarde. Había escuchado el grito y la palabra que yo estaba gritando era: “¡NO!” ¿Cuántas veces cuando niña quise decirle a la gente “no”? No, no quiero hacerlo o no quiero ir allá o no quiero portarme de esa manera. Se sentía como si todas las veces que quise decir ‘no’ estuvieran debajo de esa pelota y ahora hubieran formado ese tremendo grito. Tengo problemas con mi peso y sé que es porque cómo la comida que no debo, pero si cuando niña no pude decir ‘no’ cuando quería, no puedo ahora decirme ‘no’ como adulta. O puedo o no puedo decir ‘no’. No hay forma que yo me diga ‘no’ a mí misma, a menos que pueda decirle ‘no’ a las personas que me rodean. Si entierro el ‘no’ que les quiero decir, no me estará disponible para que me lo pueda decir aún cuando quiera y necesite decírmelo. La próxima vez que un niño se esté portando mal, piensa en lo que ha pasado recientemente cuando él hubiera querido decir ‘no’ o cuando alguien le dijo a él/ella ‘no’. Puede haber sido algo sencillo, como decirles que ‘no’ tomen una galleta o que tienen que irse a dormir a determinada hora. No estoy diciendo que no debes decirle que no a los niños, sino que tienes que reconocer cuándo tienen un ‘no’ dentro que no están diciendo y dejarlos que lo digan. Permíteles estar con el ‘no’ y que sepan cómo se siente dentro. Pregúntales si estaría bien estar un tiempo con ese ‘no’ o con cualquier otra frase equivalente en forma gentil. Luego pregunta si ese ‘no’ tiene algo que decirles. Esto es ayudarles a conectarse con ese más que todos necesitamos experimentar dentro de nosotros. No queremos estar atorados en nuestras conductas o solamente sentir nuestros sentimientos. Queremos conocer nuestra propia historia, el ‘más’ de nosotros que nos dice quienes somos; por qué nos comportamos así. Esta es una parte importante de nuestras vidas y nosotros podemos ayudar a los niños a estar allí con sólo escucharlos en sus conductas en forma diferente, en lugar de ver únicamente lo que hacen y reaccionar a ello. Podemos saber que están tratando de decir ‘no’ y podemos ayudarlos a buscar sus propias palabras para decirlo. Esto es lo que estuvo ausente en mi historia y yo estaba buscando desesperadamente a alguien que me ayudara. Los niños no pueden estar con eso por sí solos porque a los dos años ya los hemos entrenado para que no lo estén. En todas partes y por todo el mundo hay niños que dicen ‘no’ y nadie siquiera se percata de ello. Ed: Como adultos, constantemente luchamos con asuntos de ‘bueno’ y ‘malo’; de ‘sí’ y ‘no’. Comunicar esto de forma acertada a los niños debe ser aún más difícil. G: Bueno/malo. Bueno es cuando un niño hace lo que quieres que haga. Malo es cuando hace lo que no quieres que haga. Si mi madre hubiera sido así de clara cuando yo era niña, puedo imaginarme diciéndole después de que me dijera que no estaba haciendo lo que ella quería que yo hiciera: “estoy tomando un descanso de hacer lo que tú quieres en este momento”. Creo que las dos nos hubiéramos reído y hubiera sido muy diferente del castigo que generalmente recibía cuando hacía yo algo ‘malo’. ¡Qué diferencia!

PARTE 3

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Ed: Una de las cosas más desmotivantes que he vivido es cómo las familias siguen transmitiendo formas destructivas de estar consigo mismos y con los otros. Es como un virus. G: He soñado que había un hombre en una embarcación, lo mantenían allí atrapado con esposas. Estaba en el agua y podía oírlo gemir de dolor. Miré el bote y quienes lo aprisionaban habían puesto un calentador en el fondo de aluminio, por lo que su fuente de comodidad se convertía en su fuente de dolor. Necesitaba el calor para sobrevivir pero lo torturaba el calor abrasador. De vez en cuando iba a un lado para asearse. Le llevaban comida regularmente. Cuando lo capturaron, al principio se sentaba en la orilla del barco cuando prendían el calentador. Después, conforme transcurría el tiempo, su espíritu se volvió cada vez más afligido y cuidaba cada vez menos de sí mismo hasta que finalmente se acostaba en el fondo del bote y no hacía sino quejarse. Pienso que esto es lo que sucede con las familias. La familia es la única fuente de satisfacción para las necesidades del niño en circunstancias comunes. Si es muy doloroso para el niño vivir en esa familia, se agota tratando de encontrar formas de no sentir más el dolor. Como no lo puede hacer, lo soporta hasta que puede tener una vida propia. Cuando encuentra su propia vida no tiene otra opción más que mantener el dolor, porque su espíritu está tan alejado de él que ya no tiene otra alternativa.

Ed: ¿Hay algún área en la experiencia de algún niño que hayas encontrado importante considerar para ayudarte a aprender cómo estar con los niños en forma de Enfoque? G: Bill y yo hemos pasado mucho tiempo escuchando las pesadillas que teníamos de niños y ambos hemos crecido al escucharlas. Nuestras pesadillas realmente encajan en nuestras vidas y las luchas que hemos tenido a través de ellas. Por ejemplo, mi pesadilla era un miedo terrible a los zombis. Me petrificaba al pasar por donde yo pensaba que ellos pudieran estar. Vivían en nuestro jardín y arriba de las escaleras. Estaba garantizado que estaban allí, pero también podían salir de cualquier parte y en cualquier momento. Como niña me manipularon para no expresar mi enojo o mi tristeza. Esto hizo algo muerto en mí. ¡Los zombis son muertos vivos! Ahora puedo decirme a mí misma: ¿Me estoy comportando como zombi aquí? Mi cuerpo sabe cuándo no me estoy permitiendo sentir todo lo que siento, pero antes de haber estado un tiempo sintiendo mi pesadilla a la manera del Enfoque no me daba cuenta de que estaba matando algo en mí. Ed: Dinos algo más acerca de las pesadillas ¿Cuál es el significado en la vida de un niño –y en nuestra vida de adultos- en relación a esto? G: Creo que las pesadillas de los niños son la última oportunidad del cuerpo para mantenerlos en contacto consigo mismos. Mi cuerpo se daba cuenta de que ésta era la última oportunidad para atraer mi atención y ayudarme a escucharme de nuevo. Si no escuchaba, ¡no tenía otra opción más que convertirme en lo que era mi pesadilla! Mi cuerpo quería que yo le diera la oportunidad de estar él y yo juntos de nuevo, entonces me dio esas pesadillas como pista.

Ed: ¿Cuál es tu aprendizaje más importante acerca de las pesadillas de los niños? G: Mi contacto conmigo misma es a través de las experiencias cotidianas, y hasta que aprenda a escuchar a mi cuerpo, no tengo otra opción más que repetir alguna experiencia inconclusa una y otra vez hasta que de alguna manera cambie la forma en que la lleva mi cuerpo. Aun si escucho mi vida como es ahora, todavía eventualmente tengo que regresar a donde me separé de la sabiduría de mi cuerpo y decidí seguir las reglas de la sociedad o de la familia. Creo que todos, especialmente los niños, nos podemos beneficiar de escuchar nuestras pesadillas. En un Enfoque con un niño de siete años le pregunté si se sentía lo suficientemente seguro como para contarme sus pesadillas. Dijo que sí, por lo que le pregunté qué tan lejos tenía que poner su pesadilla para no sentirse atemorizado por ella. Dijo que la pondría en su closet con sus luchadores y ellos se encargarían de ella. Permaneció con esto un minuto y le pregunté si estaría bien traer a sus

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luchadores y a la pesadilla fuera del closet. Dijo que sí. Le dije ¿estaría bien ponerla en la mesa? Me contestó que sí. ¿Podrías darle un abrazo como lo harías con tu peluche favorito? Me contestó: Sí. Después me dijo que el sueño era acerca de alguien que venía a cortarle el brazo a su papá. Siguió con lo mucho que le asustaba cuando su papá bebía alcohol. Este sueño vino tres veces. “La gente no debería manejar cuando está borracha”, dijo. A la siguiente semana le pregunté acera de la pesadilla y me dijo que ya no había vuelto y que ya podía dormir solo y no, a causa del miedo, con su hermano mayor.

Ed: Estás dándoles vida a los niños al ayudarles a aprender a encontrar sentido y dirección en su dolor, en vez de huir de él. G: Cuando niña podía ver el dolor que mantenía a mi familia donde estaba. Todo mundo piensa que está escapando del dolor al no sentirlo. Pero al no sentirlo, el dolor dirige tu vida. Hice Enfoque con un dolor en mi vientre. La imagen que surgió fue que yo estaba en una prisión húmeda y oscura. Podía sentir en mi cuerpo el: “¿Por qué yo?” Fui gentil y cariñosa con eso y cuando entró el guardia voltee hacia arriba. El guardia era yo. Estaba dentro de la prisión porque no quería sentir. Al mirar hacia la ventana me di cuenta que no tenía barrotes. Mi miedo más grande es tener cerca de mí la libertad pero sin ser capaz de ser libre. Yo era prisionera de mi propio dolor, pero pensaba que era libre al no sentirlo. Es exactamente al revés. Sólo tenemos libertad cuando nos permitimos sentir el dolor. De lo contrario somos prisioneros de nosotros mismos. Tú eres el peor guardia imaginable porque sabes perfectamente con qué puedes torturarte más. Para mí ver la libertad es peor que cualquier dolor que puedo imaginar. Nos hacemos esto a nosotros mismos porque se requiere de este tipo de dolor para que pongamos atención. Si fuera menos intenso, lo podríamos tolerar y hasta ignorar. Tiene que ser justamente un dolor diabólico para nosotros. Y sólo nosotros sabemos cómo ser los guardias de eso. Maravilloso ¿no? No pude haberlo hecho mejor en ese Enfoque. Se nos enseña a alejar nuestros peores miedos, pero creo que ellos son la forma en que nuestro cuerpo nos dice LO QUE NOS ESTAMOS HACIENDO A NOSOTROS MISMOS. Si escuchamos a nuestros más grandes miedos, entonces sabremos cómo estamos perpetuando la miseria en nuestras vidas. Esos miedos son nuestros amigos, no nuestros enemigos.

Ed: Debe ser muy satisfactorio acompañar a los niños con sus sentimientos verdaderos y no estar obligados a ‘salvarlos’ o a ‘arreglar’ sus vidas. Ellos, probablemente saben muchas de sus propias respuestas. Estoy seguro que muchas veces encuentras gran sabiduría en un niño. G: Sí. Justamente hoy hice un Enfoque con un niño llamado Scot. Él pudo hablar desde su interior acerca de su abuelo que está en el hospital por un ataque cardíaco y de lo asustado que estaba de que muriera. Intenté un acercamiento del tipo de ‘sólo los dos haciéndole compañía a ese sentimiento’; después de permanecer un rato con esto pudo verbalizar: “a veces me veo en el espejo y me digo ¿por qué yo?” Permaneció unos momentos con esto y luego comenzó a hablar de una película y de un programa de televisión en que alguien muere y otra persona se culpa a sí misma de ello. Nos quedamos sentados en silencio con esto y entonces él dijo: “realmente no hay nada que yo pueda hacer”. Definitivamente algo había cambiado en él.

Ed: Qué importante fue esa experiencia para Scot. Todos sabemos que los niños tienden a culparse a sí mismos de la muerte, del divorcio y de otros problemas y traumas familiares. Muchos, cuando adultos, aún cargan esa culpa dentro por muchos años más. Esto afecta sus relaciones, a veces por el resto de sus vidas. ¿Podrías hablar acerca de algo novedoso que estés experimentando actualmente para ayudar a los niños a conectarse mejor con el conocimiento de su cuerpo? G: Hay un área que ha llamado mi atención recientemente. Pensando que hay mucha gente que no conoce nada del Enfoque pero que le gustaría escuchar a los niños, me pregunté cómo podría facilitar eso. Entonces se me ocurrió la idea de “los actos buenos”. Cuando yo era muy joven pertenecía a las niñas scout y parte del hecho de pertenecer al grupo era el hacer mi obra buena cada día. Me sentía

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muy conectada conmigo misma cuando la hacía y muy conectada también con mi entorno. Como tenía que buscar diariamente una, me tenía entonces que dar cuenta de lo que sucedía a mi alrededor (tenía suerte, porque si había un día en el que no podía encontrar una obra buena que hacer, a mi mamá le encantaba que le cepillara el pelo. Entonces me podía sentar en una silla detrás de ella en la tarde y cepillarle el pelo y esa era mi obra buena del día). Creo que podemos entrenar a las personas para que le enseñen a los niños a hacer obras buenas. No solamente para otros sino para sí mismos. Esto puede ser el primer paso hacia enseñarles a ser gentiles y cariñosos consigo mismos. Esto también lo puede aprender cualquiera de nosotros. Ed: ¿Cómo le enseñas a los niños acerca de las ‘obras buenas’? G: Primero les explico lo que es una obra buena y luego les pregunto ¿Puede alguien pensar en alguna obra buena que pudiera hacer para sí mismo o por alguna otra persona hoy? Luego: ¿Alguien ha hecho una obra buena hoy? Después empiezan a conectar con cómo se siente en su cuerpo cuando hacen una obra buena. Este tipo de discusión puede guiarnos hacia el tema de las pesadillas. Frecuentemente los niños tienen miedo de hablar acerca de sus pesadillas, pero como lo dije antes, aquí es donde el cuerpo nos trata de decir que nos estamos desconectando. Muchas veces la gente en las pesadillas es el padre o el hermano y los niños temen decirles a sus propios padres los sueños que tienen con ellos. El simple hecho de decirles que está bien que tengan pesadillas, que eso es normal, les ayuda mucho. Entonces pueden encontrar que pueden ser gentiles con ellas y ésta es una forma de conectarse consigo mismos.

Ed: Para terminar, Gloria, ¿hay algo más que quieras agregar a lo que ya has compartido; alguna reflexión o experiencia personal? G: Ayer que estaba con mi hija Jennifer en el hospital, pude realmente apreciar el valor del Enfoque y la Bio-Espiritualidad. Me sentí como si estuviera en tres niveles. En uno quería ser madre para Jennifer: protegerla, consolarla, acariciar su cara y decirle lo impotente que me sentía de no ser capaz de aliviar su dolor. En el segundo nivel era rabia por no haber tenido una madre para mí cuando la necesité. En el tercero veía a mi madre en su cama sufriendo y yo sintiéndome impotente, pero sin saber cómo decirlo. Se sintió muy bien poder poner el segundo y el tercer nivel en la parte de atrás y estar realmente presente para mi hija. Me quedé un rato con como todo esto se sentía y surgió la frase: “Gloria, ¡me dejas sin aliento! Haces lo que tienes que hacer con todo y el dolor. Sabes que el ser madre para Jen duele, pero aun así, lo haces”. Pude maravillarme del valor que tuve para estar allí con mi hija, sabiendo cuánto me dolía. Sentí aprecio por mí misma por saber lo que era correcto y por hacer lo correcto, sabiendo que me dolería mucho más darle la espalda a mi hija que enfrentar el dolor por lo que yo no tuve. Entonces me pregunté: “¿Qué clase de dibujo habría hecho si alguien que conociera el Enfoque me hubiera ayudado en ese momento?” Lo que surgió fueron llamas y el demonio con su trinche en la esquina. Hubiera dibujado el infierno. Así es como vivo cuando no puedo decir lo que tengo que decir y que duele tanto dentro de mí. Podía sentir también que era un buen momento para dejar de dibujar y poder pasar un tiempo viviendo la realidad de mi vida. Entonces le pido a quien hace Enfoque con los niños que por favor revise con el niño y consigo mismo(a) cuando llegue a un dibujo ‘displacentero’ o ‘feo’, si quiere seguir o detenerse. Me siento muy bien de parar y de darme cuenta que tengo mucho que escuchar acerca del infierno en el que he vivido y que hubiera estado mal precipitarme hacia un ‘mejor’ lugar. Por favor, por favor, como facilitadores, siempre estén en contacto consigo mismos todo el tiempo, ya que tienen una responsabilidad tremenda por el bienestar del niño con el que están, estando con él en lo que él está. Si se sienten incómodos con lo que el niño dibuja, sean conscientes de eso y digan a ese lugar dentro de ustedes que van a volver y escúchenlo tan pronto como les sea posible. Después escuchen de nuevo al niño. Estén realmente presentes –no fuercen, no se preocupen. Donde ellos están es bastante cómodo a menos que nosotros, como facilitadores, estemos estorbando. Recuerden, el cuerpo es muy sabio y no nos va a dejar en lugares que no podamos manejar a menos que seamos forzados por alguien con un itinerario diferente al nuestro.

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Después de esto me estiré y se sintió como si hubiera despertado un gigante que dormía. Le estaba agradeciendo a ese lugar especial dentro de mí y pensé que había acabado cuando me di cuenta que estaba la imagen de un corcho en el área de mi pecho. Sentí una gran tristeza dentro de mi pecho. Vino la frase: “Me siento triste”. “Mamá murió, no la voy a ver y nunca voy a recibir abrazos y cariños de ella. Era con ella con quien me permitía llorar y ahora no hay nadie”. Empecé a llorar y me permití estar con mis lágrimas por un rato. Vinieron a mi imaginación todas las personas a las que pude haber ido y dicho esta frase si sólo se me hubiera permitido decir lo que necesitaba decir cuando niña, pero estaba atorada detrás del dolor de no haber tenido permiso de hablar; atrapada por las reglas que tuve que cumplir. Si alguien que conociera el Enfoque hubiera estado allí, ¡qué diferencia hubiera hecho para mí! En cambio, tuve que construir una pared alrededor de mí porque quería decir esas frases con tal intensidad que pensaba que explotaría y que no podría dejar de llorar haciendo el ridículo delante de todos. Habría estado fuera de control y me asustaba pensarlo. Había construido tanto dentro de mí que no podía decir la frase que necesitaba decir para liberarme. Hubo personas en mi vida que me hubieran escuchado y hasta abrazado, pero el dolor era demasiado para manejarlo y muy, muy atemorizante para haberme acercado a él yo sola. Me di cuenta después que todas las personas a las que pude haber acudido eran mujeres. Mi padre me había enseñado muy bien a no esperar consuelo de un hombre. Sería muy doloroso para él, y muy incómodo. Mientras permanecía con el sentimiento de todo esto, vino el recuerdo de cuando yo tenía unos tres años y me emocionaba. Mamá decía. “Vamos a tomar el camión a Bournemouth”. Este lugar está a siete millas de donde yo vivía. Yo corría, cantaba y me sentía llena de vida porque iba a ver el mar. Entonces le ayudaba a mamá para tener lista a mi hermanita. Al llegar a Bournemouth íbamos a la punta de la colina Bath y allí estaba el mar: brillante, azul, enorme, maravilloso. Nunca ha dejado de quitarme el aliento, sin importar la estación o el clima. Me encantaba en tormenta cuando las olas eran altísimas y hacían gran estruendo al romper, mojándonos completamente la brisa aunque estuviéremos paradas lejos. Poder ir en verano cuando podíamos nadar era el éxtasis. Los papás sentados en las sillas con pañuelos en sus cabezas amarrados en las esquinas para que no se les volaran. Yo cavando en la arena o jugando en el mar hasta ponerme azul y que mi madre tuviera que sacarme. Tengo una foto con mi sombrero y un abrigo por el frío que hacía. Este era un lugar de asombro y maravilla para mí. Si teníamos suerte habría un helado que me daría un inmenso placer el paladearlo. Mi hermana Paula y yo veíamos quien podía hacer que el suyo durara más. A veces estaba el show de Punch y Judy y lo podíamos ver. Me asustaban un poco los títeres, pero las historias me fascinaban. Yo me emocionaba y entonces mi madre se cansaba. Decía: “Me cansas de verte, Gloria; ¡para!, ¡detente!, ¡estate quieta!” Yo la veía cansarse. Entonces ella solía decir: “no puedo ir a Bournemouth, no tengo fuerzas”. Pero podíamos ir a Winborne -que estaba a cinco millas. No era tan emocionante, pero había un mercado donde vendían animales y flores y tenían una camioneta donde podías conseguir una taza de té y un bollo. Pero no era lo mismo que el mar para mí y me sentía muy triste de haber echado a perder mi oportunidad para ir a él. Sin embargo, cuando íbamos a Winborne estaba también emocionada y corría por todas partes. A veces mi madre podía decir: “Estoy demasiado cansada para ir a Winborne. Pero podemos ir a Cannon Hill”, así que teníamos un día de campo con los osos de peluche. Yo disfrutaba mucho esto también, pero no era lo mismo que ir a Bournemouth. Poníamos a mi hermana en la carreola y caminábamos como una milla al bosque cercano, llevando comida extra para que los osos de peluche que vivían allí pudieran tener también su día de campo. Les haríamos saber que había comida extra para ellos, mientras tomadas de la mano cantábamos la canción ‘de el día de campo de los osos de peluche’. Esto era muy divertido también. Yo estaba segura que vivían allí porque la comida ya no estaba la siguiente vez que íbamos. Algunos días mamá estaba muy cansada aún para esto, porque yo la había agotado corriendo y brincoteando. Entonces diría: “Ahora estoy muy cansada. Vamos a ir al Campo Verde”. Esto estaba al final de la calle. Yo sabía que las hadas vivían allí, por lo que también era un lugar especial para ir. Era de un color verde muy hermoso y el único sitio que tenía esa tonalidad en todo el alrededor, por lo que venía la sensación de que las hadas, los gnomos y los duendes vivía allí. Pero mi deseo más grande era poder ir a Bournemouth. Es tan fácil culpar a los niños por cómo nos sentimos y por lo que tenemos que hacer por ellos. Después de un tiempo dejé de demostrar que estaba emocionada y trataba de contenerme para que mamá no se cansara. Traté de aprender a caminar despacio y a hacer sólo las cosas que ella quería que yo hiciera. Aprendí a no querer nada para mí misma porque podría obtener lo que

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realmente quería, ya que cuando no hacía lo que mamá quería yo me sentía culpable de verla cansada, enferma o simplemente desgastada. Era mi culpa; entonces trataba de controlar las cosas buenas en mi vida portándome bien y obedeciendo mejor. Eso no era agradable, ya que faltaba una parte de mí. Pasé un tiempo enfocando con cómo era estar en esos diferentes lugares, y lo que hacía Bournemouth y el mar tan especiales era la conexión con mi cuerpo. Cuando miraba el mar algo dentro de mí decía: “Esto es vida. Así es como la vida realmente es. Solo va y va. A veces con furia, a veces con calma. Naces y mueres”. Era tan tranquilo y real escuchar y sentir esto dentro de mí. No se sentía de la forma usual, nerviosa y petrificante. Me sentía real allí. Allí podía escuchar el Más de mí misma. En otros lugares estaba con gente, pero en Bournemouth estaba conmigo misma y escuchando el Más en mí. Es por eso que era tan especial. Podía allí sentir lo especial que yo era. Ed: Esto suena como que terminamos donde comenzamos Gloria, con ese “lugar especial dentro de nosotros”. G: Sí. Recuerdo la primera vez que en uno de tus talleres enfoqué con ese lugar especial interior en cada uno. Lo que vino y conectó con cómo me sentía, fue un desfile. Había bandas tocando, militares marchando; gente que pasaba en carros y a caballo. Tambores, cornetas y clarines con grandes multitudes alineadas en la calle. Había aplausos, gritos, bailes y serpentinas que caían desde cientos de ventanas. El mensaje fuerte y claro era: “Gloria, dentro de ti, la guerra, ha terminado”. Mi más grande sueño es que un día, los niños puedan enfocar unos con otros. Entonces, las guerras habrán, en verdad, terminado.

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