La toma de decisiones

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LA TOMA DE DECISIONES1 _____________________________________________________________

La experiencia real es mucho más específica y rica que lo que de ella representan nuestros conceptos. Los conceptos clarifican y delimitan algunas facetas de la experiencia. Lo más probable es que antes de que conceptualicemos la experiencia, esa faceta no emerja por sí misma de forma separada y sea parte de un verdadero laberinto junto con otras muchas facetas distintas. La experiencia viva es un rico tejido que no puede ser enmarcado en conceptos. Ella sólo se puede tener de forma corporalmente sentida. Cuando decimos, por ejemplo, que tenemos miedo ante una situación dada, hay que distinguir dos cosas. Por un lado puede que para nosotros el miedo sea indiscutible. Pero para otro, puede ser que no tengamos tan claro qué faceta de la situación es la que nos hace experimentar el miedo y cómo lo hace. Desde el sentimiento, la situación entera se vive tal y como la estamos sintiendo. Si tenemos una sensación dolorosa o problemática sobre una situación, eso significa que algunos aspectos de esta situación no salen fuera del modo correcto. La situación vivida así no es buena. Requiere algún cambio, alguna acción posterior, algún pensamiento más … algo… Sucede a menudo que cuando encontramos lo que nos preocupa, la sensación molesta desaparece. Comprendemos lo que es, y tan pronto lo vemos, podemos empezar a buscar la respuesta. Es obvio que no tenemos ninguna oportunidad de hallar una solución mientras no conozcamos qué nos preocupa. Podemos pensar en todo tipo de consejos sabios, en principios, en hechos objetivos… sin tocar esa faceta de la situación que nos causa el problema. Es como leer un libro de consulta en busca de una respuesta a una concretísima pregunta, que desconocemos. Tanto las situaciones como las sensaciones que experimentamos en ellas son únicas para cada persona. La resonancia de temor que una situación puede provocar en dos personas es cualitativamente distinta en cada una de ellas. 1

Condensación de Eugene T. Gendlin (1971), On Decision-making, en B. Marchall (ed), Experiences in Being, Books-Cole, Belmont, Ca., pp. 65-74. 1


Una vez que hemos detectado esa faceta personal que nos mantiene “bloqueados”, todo lo que pensemos sobre ella es completamente distinto de cuanto habíamos pensado antes del proceso. Nunca sabremos cómo aplicar convenientemente nuestros principios y convicciones morales al proceso de decisión a no ser que busquemos antes la clarificación del sentimiento de indecisión. La decisión nunca estará bien hecha mientras haya sentimientos no resueltos, poco claros, que provoquen tensión. Cuando estoy indeciso es porque, de algún modo, mi sensitividad no acaba por unificarse en una sensación o vivencia. El objetivo es encontrar el porqué y el cómo de esa no unificación y pensar, sentir, vivir, a partir de ese punto bloqueado. Es inútil discutir con un sentimiento, especialmente cuando no desaparece después de que uno ha discutido con él durante horas y días. Se debe ir con él, ver qué hay en él. Y para esto no es nada bueno recurrir a un modelo de hombre ideal que seguro no tendría tal sensación. Si existe ese hombre alegrémonos por él pero el hecho es que yo vivo esa sensación que me problematiza. También es un error etiquetar los sentimientos (“infantil”, “egoísta”, …). Cualquiera que sea su etiqueta, el sentimiento está allí, permanece allí y uno debe acompañarlo, ir dentro de él, sentir lo que hay en él. Sólo entonces nuestras opciones valorativas podrán convertirse en reales. Es evidente que si valoro la libertad y la independencia, sentiré consternación al descubrirme dependiente y afectado en mi juicio por la valoración que hagan de mí los demás. Ese enojo es también una sensación, y será parte de algo más significativo que desconozco sólo si me propongo sentir cualquier cosa que sienta. Mis valores serán parte de ese proceso. Nuestros valores son sólo una parte de nuestros sentimientos, tanto de los irresueltos como de los definidos. Cualquier cosa que se sienta como irresuelta debe permitírsele ser sentida de manera que podamos acompañarla y ver su interior. De otro modo estaremos viviendo otra vida absolutamente distinta de la que pensamos que vivimos. No debo utilizar mis valores para regular un sentimiento. Lo puedo intentar, pero si después de hacerlo cientos de veces aún persiste, entonces tengo que olvidarme de mis valores, internarme en la sensación y ver qué hay dentro de ella. No decidiré hacer aquello en lo que no creo o admitir que algo equivocado es correcto, justamente porque tengo una sensación que así me lo indica. Mientras sienta que algo es erróneo, ese sentimiento es un bloqueo, un tema que me incomodará y que me impedirá tomar una decisión en paz. 2


Tal esfuerzo es necesario para la secuencia lógica, externa y asociativa de nuestro pensamiento. Una secuencia lógica se mueve de proposición en proposición por lo que se deduce conceptualmente. Sin embargo, los sentimientos ligados a las connotaciones personales que puede tener el pensamiento no se siguen lógicamente de los sentimientos ligados a otras connotaciones personales contenidas en el pensamiento. Lo mismo puede decirse respecto a la secuencia de los sucesos (“… y entonces ella dijo, y luego yo dije, y entonces fueron y luego…”) si lo que ella dijo me llegó de un modo especial, continuar con la historia es alejarme del punto de interés. Las sensaciones no son entidades intra-psíquicas; son nuestro sentido de la situación real, apuntan a cómo está uno en la situación y los demás en ella. Tengo que asirme al entretejido de sensaciones que subyace al punto problemático. Si centro mi atención en esto, todo marchará bien si toda suerte de pensamientos imágenes y asociaciones fluye alrededor. Lo realmente significativo se reconocerá porque toca el punto sentido que me tiene bloqueado. El resto puede desestimarse. Tomar una decisión sin percibir el sentimiento concreto de lo que a uno le bloquea es inútil. Nunca acabaremos por decidirnos si no focalizamos nuestra atención sobre lo que nos bloquea y trabajamos con y en la tal sensación. Pero ¿qué significa trabajar en ese sentido? No se trata simplemente de pensar sobre nuestro bloqueo. En el proceso del pensamiento cada paso se sigue lógicamente del anterior. En la dinámica de los pasos-de-la-sensación, o sentimiento, la sensación corporal de “qué es lo que…” se clarifica a sí misma y entonces lo que uno dice ahora puede que no se siga en absoluto de lo que uno dijo anteriormente. El fallo radica en pensar que la voluntad de hacer algo es lo mismo que conseguirlo. Yo quiero ser libre de lo que piensen los demás, excepto cuando puedan ayudarme a ver algo nuevo. Pero para hacer que esa voluntad sea efectiva, debo prestar atención a mi sentimiento de preocuparme por lo que alguien pueda pensar (cuando siento que me preocupo) hasta que de hecho pueda resolverlo tanto desde el sentimiento como de la voluntad. Pero los sentimientos no cambian sólo porque lo queramos; tampoco mediante la exhortación o empujándolos afuera. Así, el sentimiento volverá de nuevo en unos pocos segundos, prácticamente igual que como estaba antes. Tomar decisiones que sean correctas en general (para cualquiera), ignora el hecho de que yo no soy “cualquiera”, yo soy una persona específica con la sensación experiencial específica que soy. El principio general es sólo una regla, aunque sea cierta. Lo que este principio significa en esta ocasión sólo 3


puede encontrase dentro de los sentimientos de esa situación. Pero esta ocasión no es la situación general a la que se enfrentan otros, sino mi situación, lo que es para mí en esta situación. Y si esto no se resuelve, si no me siento pleno, claro y en paz ahí, entonces habrá una o dos razones que lo expliquen. Ninguna generalización, nada que sea verdad para todos los hombres me mostrará esa razón, igual que tampoco me ofrecerá luz sobre la manera de superarlo. La experiencia es mucho más específica que los conceptos. Toda forma de decir cualquier cosa es general. La importancia de las palabras es que vienen a ser la respuesta específica final, pero con respecto a los sentimientos, éstos se pueden diferenciar de forma mucho más específica. Las palabras vienen de las sensaciones. Hay una diferencia entre decirte a ti mismo algo y escuchar las palabras que vienen de ti. Pero si te pones a escuchar, surge todo tipo de palabras. Escuchar según la técnica del focusing es prestar atención sobre la sensación específica que nos problematiza y las palabras relevantes brotarán de esa sensación. Los pasos que proponemos fundamentalmente los siguientes:

para

realizar

el

focusing

son

1. El problema implica naturalmente miles de facetas que no podemos tratar inmediatamente. Pero sí podemos sentir la globalidad del asunto inmediatamente. Permítete sentir esa ‘totalidad’ durante unos segundos. 2. Sin decidirte por lo que es más importante, pregúntate cuál es el principal problema. Pregúntate eso y espera. No te apresures a responderte con las palabras que ya conoces. Espera, en silencio interior durante unos 30 segundos más o menos. Espera a que un sentimiento concreto o quizás unas palabras, aparezcan como lo que tú sientes que es el principal problema. 3. Acepta cuanto venga, incluso si el sentimiento es uno que no respetas o si sientes que estás “por encima de eso” o si las palabras que vienen son estúpidas o carecen de sentido. 4. Dale seguimiento con tu atención al sentimiento más problemático esperando a que sea más claro y más definido y a que manifieste aquello de lo que realmente trata. 5. No deberíamos distraernos. Debemos siempre traer la atención a la sensación específica que se liga al problema principal. Muchos pensamientos, algunos buenos y otros estúpidos, inevitablemente nos 4


vienen, pero sólo les será permitido “pasar” por nosotros, porque la atención la tenemos en otro sitio. Si la sensación específica –o el sentimiento- cambia, es buena señal. Espera una sensación aún más definida, o bien una ligera variación en cómo lo sientes, o un frase que te dirá cuál es la verdad del asunto. Esa frase, si aparece, hará que sientas un cambio. Cuando focalices tu atención sobre la sensación ligada al principal problema, espera a que cambie, a que se relaje, a que se defina, o a que de alguna manera señale la diferencia entre todos los buenos pensamientos que no le son relevantes y esa frase que aparece y que toca el quid del problema. 6. Hay un movimiento en zig-zag desde la sensación hacia las palabras y viceversa. Si tienes una frase, siente lo que te produce. Luego deja que la sensación genere una nueva frase. Entonces siente lo que la frase nueva te produce. Otro modo de hacerlo es buscar tentativamente sinónimos hasta encontrar el adecuado. 7. Cuando encuentras las palabras exactas sentirás una relajación, una concentración o un cambio. Este proceso de búsqueda de las palabras adecuadas no es un proceso de etiquetamiento. Se trata de un proceso en el que uno tiene la cereza y la adecuación de la frase durante unos segundos, se disfruta de la sensación de relajación que trae esa certeza o adecuación (incluso si lo que dice no es en absoluto algo feliz)… y de inmediato uno tendrá una sensación ligeramente alterada que puede producir palabras nuevas… Frecuentemente sucede que estas palabras nuevas no se siguen de las anteriores. Incluso pueden parecer como contradictorias. Los sentimientos cambian al acompañarlos, al enfocarlos. 8. De vez en cuando, detente, siente de nuevo la globalidad de todo el problema y espera a que surja una nueva frase. 9. Cuando se ha conseguido una notable relajación o se ha encontrado una nueva verdad, puede ser el momento para parar, pero ahora con la seguridad de que se tiene una frase que describe muy bien el problema sentido. La frase deberá tener un efecto de clarificación que pueda sentirse. No es bastante permitir que una decisión resuelta y “totalmente clara” descubra exactamente dónde y por qué todavía no estás decidido, y qué te

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hará superar ese punto. Pregunta “¿Por qué no puedo superar esto?”, o “¿De qué va ahora esto que todavía me para?” No sólo se puede preguntar ¿qué es esto? Igualmente se puede preguntar: ¿Por qué es esto? O ¿por qué esto aún me molesta?” o “¿qué podría solucionarlo”? El punto radica en no apresurarse a responder, sino esperar atendiendo a la sensación que surge como respuesta y dejar que las palabras emanen de esa sensación. Más adelante se podrá preguntar: “¿Es correcto?” “¿Hay algo más?” (silencio, la sensación surge). Se puede encontrar cierto “esto”, y “¡Oh sí, eso!”, cosas que puedes manejar bien. “¿Algo más?” Puede que se sienta cierta paz y alegría a medida que se repasa para ver si hay algo más y averiguar que, a este respecto, las cosas están en armonía.

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