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Roberto Agreda Maldonado

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Anexo

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ROBERTO ÁGREDA MALDONADO (Bolivia) Nació en Quillacollo, Cochabamba, Bolivia el 29 de abril de 1966. Abogado, pedagogo, cientista social, escritor, crítico literario, antólogo y editor boliviano. Magíster en Docencia Universitaria. Doctor (Ph. D.) en Ciencias de la Educación. Docente de grado y posgrado de Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Cofundador y primer presidente de la Sociedad Científica de Doctores en Educación (SCDE) y de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo (2000-2020).Formó parte de la directiva de Escritores Unidos (ESUN). Integra ESUN. Fue distinguido por el Concejo Municipal de Quillacollo el 2008 y por la Brigada Parlamentaria de Cochabamba de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia (2013 y 2014). Por sus actividades literarias y de editor de libros digitales fue distinguidos por varias organizaciones de escritores de Latinoamérica. Sobre lo anterior, la escritora Gaby Vallejo Canedo, recientemente en el WhatsApp de Escritores de Cochabamba, le dijo: “Felicidades infatigable promotor de lectura y escritura” . Autor y coautor de más de 100 publicaciones físicas y digitales. Libros de literatura. Poesía: Susurros de versos —poesías de 1991 a 2015— (2ª ed., 2016). Cuento: Lo inevitable y otros cuentos (2013). Novela: Dos niños en la incertidumbre (2016). Antología: Antología Comentada de la Poesía Boliviana —con la UPEQ y ESUN— (2010), Cien escritores bolivianos (2017). Lexicografía: Diccionario de Literatura y ciencias afines (2014), Diccionario de filosofía (2018), Diccionario de psicopedagogía y neurociencias (2021).

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ODA A MI PADRE A mi padre, Celestino Agreda Chacón (cuando estaba vivo)

Roberto Ágreda Maldonado

Papá, has luchado toda tu vida, y hoy cosechas la alegría de vivir.

Papá, es curioso decir que la fortaleza que tuviste en los momentos de mayor conflicto en la vida se refleja en mí. Y no es en vano que tengo en mi voz, tu voz, y en mi piel, tu piel; y la templanza de tu fuerza para perder y ganar batallas en esta guerra que es la vida.

Papá, recuerdo con nostalgia cómo junto a ti y por ti forjé el hábito de leer y ese hábito que me hace capaz de conocer el mundo, querer transformarlo, y escribir sobre él.

Papá, rememoro cómo caminamos junto a mis hermanos los caminos espinosos e interminables para llegar a Quillacollo,

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como héroes de la Independencia.

Papá, sonrío luego de tanto sufrimiento y dolor, de superar más de 4.500 metros sobre el nivel del hambre y después de habernos salvado de tantas muertes que el destino jugó con nosotros cuando éramos niños (tus hijos).

Papá, sonrío triste por haber transpuesto miles de kilómetros de soledad y oscuridad de conocimiento para ser lo que soy.

Papá, no ha sido fácil leer, estudiar y obtener títulos y estar, ahora donde estoy; pero hay gente que no estudia; y para otros “elegiditos” no es tan difícil ser todo lo que quieren ser, y por ello subestiman a los demás.

Papá, trabajamos juntos horas y horas, días y días, semanas y semanas, meses y meses la casa, el presente y el porvenir y ahora tenemos la paz del guerrero que recuerda sus éxitos y sus fracasos.

Papá, ¡tengo la nostalgia

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de leer esos libros nuevos que tu festejas y los libros viejos que tú desdeñas; pero días íntegros como lo hacía antes, cuando vivía en casa papá!, sin otras obligaciones que un breve descanso con refresco y comida rica.

Papá, ya sé, que es hora de trabajar más que de leer, pero sé que es difícil entender que mi trabajo consiste en hablar, y no se puede hablar sin leer, reflexionar y escribir cotidianamente.

Papá, ahora Tengo trabajo, esposa, hijos y más libros que nunca, pero no tengo mucho tiempo para leer y escribir.

Y no es que me queje papá, sólo es una nostalgia de la vida en la “casa paternal” —como te gustaba decir—, con todo el tiempo para leer, donde aprendí tanto, tanto.

Papá, quiero leer y escribir como nunca, como un poseído y me falta aire y la misma vida de vivir el lenguaje de la creación y el cambio permanente.

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EL LIBRO (ensayo) “Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría” (Vargas Llosa, M. Discurso Nobel).

Roberto Ágreda Maldonado

En las instituciones de educación, en los diferentes niveles y ciclos se suelen predicar que es necesario leer, estudiar, escribir, que es producir en el campo intelectual; pero el fomento es una buena intención lanzada al viento.

Es más, muchas veces hasta se combate a los que escriben, de una u otra manera. En vez de valorar, fomentar su lectura y su discusión para destacar cuánto aporta a un campo del saber o en general, al desarrollo de la literatura de un país. Este hecho se produce en razón subyacente de que no se respeta y comprende en su verdadera magnitud lo que es la cultura y su expresión más importante: el libro. Un amigo que no traiciona; un amor que no abandona; un tesoro que no se agota; un instrumento intelectual para viajar a los espacios estelares y platicar con los clásicos, que no cuesta una fortuna.

El libro, un producto cultural que desarrolla la inteligencia, la imaginación y la creatividad del que lee, un cofre de secretos para vencer dificultades y alcanzar el éxito.

Y, ¿qué dice el gran Borges, en su Tomo IV de sus Obras Completas, sobre el libro?: “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación” (Borges 2007:197). Lo que es matemáticamente 28

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