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Edmundo Torrejón Jurado

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Anexo

Anexo

exacto. En libro para Borges, es uno de los instrumentos más asombrosos que el hombre ha creado. Es la extensión de la memoria y de la imaginación. Hay que agregar que es también un formidable instrumento de transformación.

El libro es un capital que crece para el que quiera llenarse de riqueza intelectual. El libro es la suprema fuerza de la inteligencia que se hace humilde, en un manojo de hojas y tapa. Dispuesta al lector que quiera explotarlo, o, mejor dicho, disfrutarlo y proyectarlo como un puente entre su estado actual al estado deseado del conocimiento, para lograr descubrir los misterios del universo, de la realidad, del presente y el porvenir o simplemente para mejorar su rendimiento académico.

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EDMUNDO TORREJÓN JURADO (Bolivia)

Nació en Tarija, Bolivia el 17 de junio de 1945. Médico, poeta, escritor, historiador y gestor cultural boliviano. Forma parte de la Academia Boliviana de Cirugía y del Colegio Internacional de Cirujanos. Médico de Juan Pablo II, en Tarija. Fue presidente de la Sociedad de Escritores de Bolivia, ahora es su secretario de Relaciones Internacionales. Presidente PEN Tarija. Curador de ocho Ferias Internacionales del Libro de Tarija. Representante de varias organizaciones literarias del mundo. Su obra fue traducida en 7 idiomas: inglés, francés, italiano, portugués, polaco, árabe e indonesio. Ganador de varios premios nacionales e internacionales de poesía y ensayo. Libros recientes. Por su participación poética internacional virtual ha recibido bastantes distinciones de organizaciones de escritores del mundo en el año 2021. Ensayo: Complicaciones del megacolon chagásico. —clínica quirúrgica— (1997). Poesía: Shalom (2011), Crisol del ángelus (2013), Patrón San Roque al Alimon (2014), Sonajero de estrellas. Poesía para niños (2016), Mesones de alba (2016), El ritual de las huellas (2019). Cuento: Memorias de un río (2016), Historias sin tiempo/Stoires senza tempo. Edición bilingüe español-italiano (2018).

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TERTULIA A TU BLASÓN Para Sergio Bernardo Torrejón Edmundo Torrejón Jurado

Hijo cuando al orbe eche a andar tu cause y zarpes de este oasis: —Espigones de espíritu y de fuego— , vehemente raciocinio que esculpí en tu sino:

¡Sé ante todo libre!

Ignora todo código que pretenda anclarte a la pequeñez de nadie.

Encuentra aún, gentil, en el río sutil de las desesperanzas la aurora de tu paz

y siempre tus verdades.

(El temple de la roca es inmortal hasta que el hombre—genio modela sus estirpes)

Objeta siempre el cause de los discretos pasos y la ineptitud eterna de los susurros cautos.

Esgrime las palabras con la Cruz de frente; el dogma y el ritual son sólo circunstancias:

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¡La arena del océano!...

Encuentra tu solaz sobre el pupitre del profundo quehacer de los sentidos y heredarás un tiempo de cobijar banderas.

Registra el agrio cálculo recordando siempre

que a pesar del axioma —teorema del sofisma— habrá perpetuo trigo espigando sus dones y habrá niños bebiendo

la eternidad de un pecho.

Y cuando el sordo pan se transmigre en misterio para las muchedumbres y para algunos sea

tal vez un simple acaso superficial y absurdo,

agradece varón por ser un convidado ¡en la rústica mesa de los desamparados!

Habita el hombre—artífice —mansiones sin frontera— —agreste sucesión de signos interiores— y tu siembra traerá el fruto sempiterno de la palabra plena.

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Cuando el tarot del triunfo pretenda interrogarte, pesca la cábala en tus redes y séllala en la Biblia del labrar sencillo.

Huye de los límites absurdos, insaciables; tal vez fue el pecado capital del hombre poner límite a su pan y sus alforjas.

Atrapa los designios en las arias del viento que nunca es igual ni siquiera a sí mismo ni marca el mismo día en ningún calendario.

Y cuando el tiempo sea apenas un arpegio, de vientres en potencia, reclama de las vides: la vida, el canto frágil, el paso substancial, ¡La alianza de los brazos!...

Aclama el silabario de la letra estricta y estalla tu crucial envergadura en el mar de algún canto que justifique el hombre.

Y cuando al final del tiempo encuentres el Grial,

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