R E V I S TA D E L A C A R R E R A D E C I E N C A S D E L A C O M U N I C A C I Ó N DE LA UNIVERSIDAD PRIVADA DEL NORTE AÑO XI | N°74
| OCTUBRE 2011
Museo del Juguete
Director Luis Eduardo García AÑO 11 | Nº 74 | Octubre del 2011
Revista Editada por la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte
Editor Aquiles Cabrera Coordinadora General Ana Rita Cabeza Diseño y Diagramación José Carlos Castillo Editor Gráfico Omar Miñano Concepto de portada Diego Torres Columnistas Richard Licetti Alfieri Díaz Orietta Brusa Redactores Emilie Kesch Ángela Mariñas Boris Baltodano Kattia Quintanilla Romy Frantzen Autores Fátima Madi Luck Ana Lucía Gómez Claudia Edwards Julissa Tafur Chía Morales César Miraval Fotógrafos Alejandra Capurro Renato Barrantes Luis Tantajulca Rafaela Mesones Las opiniones vertidas en los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente las opiniones y juicios de díatreinta.
octubre 2011 • díatreinta
CUADERNO DEL TRIBAL
Luis Eduardo García
El estilo Jobs as manzanas mueven el mundo. La de Eva, por ejemplo, cambió la relación entre Dios y el hombre; o mejor: dividió al hombre entre el ser consciente y el inconsciente. La segunda, la de Newton (que todo apunta a ser más una leyenda que una realidad) le dio un giro de 180 grados al conocimiento científico: los cuerpos caen por una fuerza gravitacional superior que los atrae. Y la tercera, la del mordisco emblemático, introdujo una revolución en las tecnologías de la información: las computadoras son también fuente de belleza. Con la muerte de Steve Jobs desaparece una época a la que él le imprimió un estilo y una estética muy personal. Los productos Apple son inconfundibles porque su estilo era inconfundible. A diferencia de Bill Gates, Jobs ponía mucho énfasis en el diseño y presentación de los productos. Jobs y Gates han sido para el mundo de las telecomunicaciones lo que Maradona y Pelé para el fútbol, lo que García Márquez y Vargas Llosa para la Literatura o lo que Sartre y Camus para la filosofía; es decir, modelos contrapuestos, maneras de ser, modos de imponer una visión de la realidad. Jobs por cierto no era un santo ni mucho menos un ser intocable. ¿En qué consistía el estilo Jobs? Si algo lo distinguía era el minimalismo que aplicó al diseño de computadoras, teléfonos móviles y tabletas digitales. Fue minimalista porque reducía sus creaciones a lo esencial o porque se declaró enemigo del ornamento. Las líneas suaves y las superficies limpias del
iPhone o iPad son más que elocuentes. Se podría decir que detrás de su propuesta tecnológica había también una especie de reformulación de la vida moderna. Los aparatos creados por él proponían indirectamente una filosofía de vida que se centraba en lo importante y descartaba lo innecesario, lo cual proporcionaba en cierta forma una idea de felicidad. Millones de personas se acercaron a los productos Apple con la certeza de que su vida sería diferente o más reconfortante. Espejismo de la postmodernidad. Cantos de sirena del capitalismo salvaje. Aunque el mérito de inventar no es exclusivamente suyo, bajo su batuta se crearon sin embargo una serie de herramientas sin las cuales la informática simplemente no existiría. Por ejemplo, el mouse, que es una especie de mano dentro de la computadora; el sistema de ventanas, que evitó que el tráfico informativo se convirtiera en un caos; y, sobre todo, hizo las cosas más fáciles a los internautas. Según su concepto, la manipulación de una computadora debía ser como la manipulación de un juguete: fácil y divertido. «Una computadora es una de las herramientas más sobresalientes que se han creado. Es la bicicleta de nuestras mentes», dijo en cierta ocasión Steve Jobs. El impulsor del iPod, el iTunes, el iPhone y el iPad representa a la sociedad de consumo en su versión más exquisita y sofisticada, aquella de los ídolos que hacen fortuna de la nada. Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Jack Dorsey —creadores de Microsoft, Apple, Facebook y Twiter respectivamente — representan en cierta forma la versión digital del sueño americano, aunque también los paradigmas de la tecnología al servicio de la banalidad. Es sintomático además que el ex líder de Apple haya sido hijo adoptivo de un obrero de Silicon Valley, el centro neurálgico de la tecnología digital de Norteamérica. Jobs hacía y decía cosas interesantes, sin embargo pocos conocen su faceta de hombre cruel, autoritario y ambicioso; esa parte que al imaginario colectivo le importa poco o lo considera solo un dato más de la leyenda. Es curioso, pero al leer sobre el deceso de Jobs en los diarios, mi mente inmediatamente extrajo del fondo de su almacén la imagen de la computadora personal Macintosh de los 90. Esa cajita cuadrada de la informática se parecía a todo: a una caja de cartón, a un televisor de cocina, a una alcancía. Nadie imaginaba que ese año empezaba un largo camino que aceleraría el desarrollo humano, la utopía de las masas, la democratización del conocimiento y la construcción de la biblioteca universal.
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CULTURA ALEATORIA
Boris Baltodano
Las canciones más pegajosas de la historia Un grupo de científicos de alguna de esas universidades a las que les gusta publicar este tipo de cosas, elaboró un listado de las canciones con más pegada, esas que a las personas les gusta corear a nivel mundial. Para este ranking, encabezado por We are the champions de Queen, seguido de Y.M.C.A de Village Poeple se basaron en 4 características:
Trivia literaria Gracias a nuestro querido Castellano ocupamos el cuarto lugar en la historia de los Premios Nobel de literatura. Gabriela Mistral fue la primera latinoamericana en recibir ese galardón. A continuación, un inventario de los ganadores en lengua castellana de este reconocimiento (como para presumir en ciertas reuniones): - España: José Echegaray (1904). - España: Jacinto Benavente (1922). - Chile: Gabriela Mistral (1945). - España: Juan Ramón Jiménez (1956). - Guatemala: Miguel Ángel Asturias (1967). - Chile: Pablo Neruda (1971). - España: Vicente Aleixandre (1977). - Colombia: Gabriel García Márquez (1982). - España: Camilo José Cela (1989). - Mexico: Octavio Paz (1990). - Perú: Mario Vargas Llosa (2010).
1° Es importante la cantidad de aire que tome el intérprete para cantar los versos de la canción, mientras alargue más las palabras, es más sencillo que la gente coree con él. 2° Cuanto mayor sea el número de sonidos y matices, más pegadiza será la canción. 3° Las canciones con voces agudas y grandes esfuerzos vocales transmitirían grandes dosis de energía. 4° El sexo del vocalista. Según los psicólogos, siempre buscamos, inconscientemente, seguir canciones interpretadas por hombres. Cabe declarar que en este listado no encontramos canciones de cierto género de moda asociado a los caninos.
La muerte de Sherlock Holmes Sir Arthur Conan Doyle nunca fue muy aficionado a su propia creación literaria. Una de las cosas que siempre anheló fue matar a Sherlock Holmes luego de todas las aventuras que lo hizo vivir. Cuando finalmente lo logró, miles de fanáticos vistieron de luto y gran porcentaje de los suscriptores del diario en donde su publicaban las historias cancelaron sus suscripciones. Las cartas de sus lectores, muchos de ellos seguidores antiguos, no cesaron de llegar pidiéndole que resucitara al mejor detective de todos los tiempos.
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Verne, el visionario
Un signo vale más que mil palabras
He aquí, lector, una lista de inventos que Julio Verne imaginó mucho antes de que la ciencia si quiera los considerase: - Armas de destrucción masiva. - Helicópteros. - Naves espaciales. - Grandes Trasatlánticos. - Internet. - Submarino. - Ascensor.
Victor Hugo se encontraba ansioso por saber si su obra, Los miserables, sería publicada. Resolvió enviarle una carta a su editor cuyo único contenido era un signo de interrogación (?), a lo que el destinatario, consciente de que se encontraba ante uno de los Greatest Hits de la literatura universal, respondió con una misiva cuyo mensaje era un signo de admiración (!).
Del paraíso al Averno Llegó un momento en el que Oscar Wilde disfrutaba de fama y fortuna (además de ciertos excesos que sólo los genios con algo de loco se pueden permitir), la gente admiraba sus escritos y su persona con igual efervescencia, pero bastó una palabra para derribar al gigante: “sodomita”. El escritor fue encarcelado a raíz de las acusaciones en contra suya por prácticas sexuales que atentaba contra la moral y las buenas costumbres (cuando no, los perros del hortelano), de un momento a otro se vio en reclusión, abandonado por su esposa e hijos y despojado de cualquier tipo de afecto. La sociedad que alguna vez lo reclamaba como hijo ahora lo expulsaba con el más cruel de los desprecios.
Borges y el admirador Estaba Borges en una de tantas firmas autógrafos en una de tantas librerías. Se le acercó un joven admirador con Ficciones bajo el brazo. Una vez cara a cara, el fanático, exclamó lleno de emoción: “Maestro, usted es inmortal” a lo que el gran Borges contestó: “Vamos, hombre. No hay que ser tan pesimista”.
El lado emo de la tecnología Esta es una nota para los que escuchan alguna emisora de baladas. Cuando experimentamos sentimientos de tristeza, el cuerpo segrega una hormona encargada de producir el efecto psicológico de consuelo. Algunas personas son capaces de generar esta hormona en cantidades más grandes que el resto, de modo que al escuchar canciones tristes, experimentan el consuelo de forma más intensa. Así tenemos a los que andan siempre con canciones cortavenas en el ipod, mp3 o dispositivo de su preferencia.
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Historia abreviada del Carlos A. Mannucci ¿Por qué los propietarios de una exitosa empresa de venta de automóviles comprarían un equipo provinciano de fútbol? Aquí la historia de una aventura que el imaginario ha convertido en tradición. Escribe: César Miraval | Fotos: Archivo
FOTO 1: El equipo de vóley celebra la obtención del primer campeonato de la liga local. Trujillo, diciembre de 1960. FOTO 2: 1968. Equipo campeón de la primera edición de la Copa Perú (revista Ra!!!) FOTO 3: Comité del ex equipo de vóley del Hospital Lazarte que luego se convertiría en el club Carlos A. Mannucci. Trujillo, 1959. FOTO 4: Trujillo, 1961. Reunión del Comité del recién formado equipo de fútbol. FOTO 5: Salón Consistorial del Municipio de Trujillo. El Alcalde, Guillermo Larco Cox, premia a los campeones. 1968.
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l primer balón de fútbol llegó al litoral peruano a finales del siglo XIX, cuando unos marineros británicos enseñaron a jóvenes pescadores este nuevo deporte. En poco tiempo alcanzó muchos adeptos, tantos que se fueron organizando clubes en distintas partes de Lima y el Callao. Según Don Jorge De Orbegoso en su trabajo “Apuntes para la Historia del Deporte Trujillano”, el fútbol en Trujillo se inicia a finales del siglo XIX con la llegada de pastores evangélicos a la ciudad. En su relato indica lo siguiente: “Un buen día los pastores se presentaron en el Colegio Nacional San Juan e invitaron a los alumnos al campo de Mansiche para recibir lecciones de juego, lo que dio lugar a la formación del primer club (de este deporte), que se llamó Unión Sanjuanista”. En poco tiempo muchos jóvenes aprendieron las reglas básicas del fútbol, permitiéndose el desarrollo de pequeños campeonatos y torneos en diversas zonas de la ciudad. El fútbol trujillano creció en los años 40. Muchos hacendados y empresas grandes apostaron por invertir en los clubes, que con mucho esfuerzo ganaron la confianza de las personas de la ciudad y la admiración de los equipos del resto del país, en especial las escuadras capitalinas. En esa época destacaban el Club Sport Carlos Tenaud, Alfonso Ugarte de Chiclín y sin ninguna duda El club Carlos A. Mannucci.
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INICIOS DE UNA TRADICIÓN LLAMADA MANNUCCI A finales de los años 50, un grupo de jugadoras de vóley del Hospital Víctor Lazarte combinaban su trabajo (como enfermeras o doctoras) con el deporte. Un día, sin embargo, el director del hospital, que desinteresadamente apoyaba al equipo, falleció repentinamente, dejando en el aire la participación del equipo en la liga. Toda esta situación dejo sin ánimos a las jugadoras, mas aún cuando la nueva directiva les comunicó que dejaría de apoyarlas por problemas financieros. En ese momento el director del equipo, Luis Ramos de Rosas (esposo de la capitana del equipo, la señora Lucrecia de Ramos), propuso buscar un respaldo económico para afrontar la campaña deportiva. Tocaron varias puertas sin éxito, hasta que decidieron pedir la ayuda de una familia tradicional de Trujillo y dueña de una de los grupos empresariales boyantes: los Mannucci. Según lo recuerda Alejandro Rodríguez Villanueva (trabajador del consorcio Mannucci en aquella época y posteriormente uno de los fundadores del club), Luis Ramos de Rosas se acercó a la oficina de la empresa ubicada en la calle Pizarro frente a lo que hoy es el Club Central y pidió una cita con Laura Vega de Mannucci, presidenta de la empresa. La señora Laura, sin pensarlo dos veces, concedió la cita en la que participaron dirigentes del equipo y personal escogido de la empresa, como observadores. El señor Luis Ramos expuso un plan de trabajo muy bien estructurado, con metas claras y ambiciosas, mientras Laura Vega quedaba impactada por la propuesta del equipo de vóley. Sin dudarlo, aceptó el proyecto y pidió que el nombre del equipo sea cambiado por Club Carlos A. Mannucci, en memoria a su esposo (filántropo trujillano). De esta -8-
manera, se acordó que el 16 de noviembre de cada año se celebraría el aniversario del club rememorando el nacimiento de Carlos Alberto Mannucci Finochetti. En su primer año, el nuevo club tuvo una gran participación en la liga trujillana de Vóley, participando en tres categorías diferentes. Alejandro Rodríguez cuenta que en varias oportunidades tuvo que reclutar jugadoras de distintas partes del país (Chocope, Chiclín, Chiclayo y la siempre poderosa Chincha). En un momento, el equipo de vóley llegó a ser tan exitoso que se codeaba con los equipos capitalinos. Al poco tiempo, el club decidió participar en la liga trujillana de básquet femenina y ganó la copa por dos años consecutivos. El equipo de básquet masculino participó en la copa de honor (campeonato donde participan los mejores equipos del país), quedando entre los mejores cuatro equipos. Con un gran prestigio ganado en las disciplinas del vóley y básquet, el club entró en un ambiente de incertidumbre, debido a que la mayoría de los socios eran hombres y querían participar en alguna disciplina deportiva. El fútbol en aquella época era practicado por los hombres de la ciudad, sobre todo por los obreros. Muchas veces llegaban a la oficina del club peticiones para poder incursionar en el fútbol, pero no había una respuesta alentadora. Sin embargo, la gran oportunidad llegó en 1961, cuando el entonces club Mariscal Ramón Castilla, participante de la primera división del fútbol trujillano, se encontró en crisis financiera. Enterado de la noticia, Alejandro Rodríguez Villanueva tomó una decisión que cambiaría el rumbo del club: “Muchos compañeros me pedían que juguemos fútbol en el club y justo leímos en los periódicos que el club Mariscal Castilla estaba en crisis. Así que me aproximé a conversar con “Don Pepo”
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para poder comprar la categoría del Mariscal Castilla y empezar con el fútbol”. “Don Pepo”, como lo llama cariñosamente, es nada menos que Carlos José Mannucci Vega, heredero de los Mannucci y un destacado corredor de autos. Carlos José era en ese momento responsable principal y financiero del consorcio, ya que Laura Vega se encontraba de viaje en Japón. Las conversaciones con “Pepo” fueron largas. Alejandro Rodríguez Villanueva presentó un proyecto muy ambicioso para no solo participar en el torneo, sino para tener un gran protagonismo y llegar al descentralizado profesional. “Pepo” aceptó la propuesta y se apresuró a conversar con los dirigentes de Mariscal Ramón Castilla. Las negociaciones fueron rápidas y concretas; el consorcio Mannucci desembolsó una fuerte suma de dinero adjudicándose con la categoría del Ramón Castilla e incursionando de esta manera en el fútbol trujillano. Sin embargo, se tenía que tomar una drástica decisión: abandonar el vóley y el básquet, porque el fútbol representaba una fuerte inversión y el consorcio solo se enfocaría en esa disciplina. El club Carlos A. Mannucci empieza oficialmente a participar en la liga trujillana en 1962. Los colores que el club empezó a usar en su indumentaria fueron el negro (polo y pantalón), en honor a los jugadores de futbol de la selección de Italia, desaparecidos cuando su avión cayó en una gira. La participación del club en los primeros tres años fue muy destacada. Lo integraban jugadores de Trujillo y de algunas provincias cercanas. Siempre se mantuvo entre las primeras ubicaciones de la tabla de posiciones, atrayendo poco a poco a más hinchas. En aquel entonces el club más popular entre los liberteños era el Alfonso Ugarte de Chiclín. Para poder incrementar el nivel futbo-
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lístico del club, los dirigentes decidieron hacer una gira nacional en 1965, jugando con equipos de Iquitos, Tarapoto y Lima. Para esto se prepararon mucho durante el verano. Los directivos contrataron jugadores de otros departamentos (Lima y Piura) y otros países (Argentina y Uruguay). El equipo destacó en cada uno de sus encuentros. La empresa disponía de cuatro buses para que el club llevase a sus hinchas a otras ciudades para alentarlo. Alejandro Rodríguez afirma que “los hinchas hacían grandes colas para poder entrar en el bus. Muchos se quedaban sin asiento, pero esto no les impedía viajar, porque se alquilaban autos y se iban en grandes caravanas para alentar al equipo”. Con un gran respaldo de aficionados, el club Mannucci empezó la temporada del año 1967 con un equipo cuyo objetivo era ganar la liga de Trujillo. Para ese entonces, el C.N.D. (Comité Nacional de Deporte) organizó un campeonato para que los equipos de provincias pudieran ascender al campeonato nacional descentralizado. Este campeonato es llamado hasta la actualidad “Copa Perú” o, en términos coloquiales, “fútbol macho”. “En esos años el trabajo fue diferente a los demás. Se entrenaba todas las tardes de lunes a viernes, luego se concentraban los sábados en una casa ubicada en la calle San Martín, frente a lo que conocemos hoy como el “Rincón de Vallejo”. Y finalmente se jugaba los domingos con la consigna de ganar cada partido “sí o sí”, afirma Rodríguez. A finales de 1967, después de un excelente trabajo en la liga de Trujillo, el Club salió campeón. La celebración de este acontecimiento fue a lo grande, los hinchas iban en grandes caravanas por varios días, alentando y mostrando su cariño a los jugadores. Sin embargo, conseguir el éxito significaba avanzar en la famosa y tan anhelada Copa Perú, que se desarrollaba en la ciudad de Lima. El torneo tenía
como objetivo reunir a los campeones de las diferentes regiones del país (Costa, Sierra y Selva). En la edición de 1968 participaron las escuadras del Melgar (Arequipa), C.N.I. (Iquitos), Cienciano (Cusco), Aurora (Chancayllo), Sport Chorrillos (Talara) y Carlos A. Mannucci (Trujillo). El campeonato se realizó entre abril y mayo del 68 en Lima. Tuvo un ingrediente especial, debido a que casi el 80% de los jugadores eran estudiantes y en su mayoría universitarios, siendo el fútbol para los participantes un pasatiempo. Por esta razón, la Copa Perú es conocida también como “fútbol amateur”. El inicio del torneo para el club trujillano fue un poco accidentado, debido a que la asociación de árbitros mandó un comunicado anunciando que se debían cambiar los colores de la indumentaria (negro fosforescente) por su parecido con la de ellos. De esta manera, lo dirigentes determinaron que los colores que acompañarían en adelante al club fuesen el rojo, azul y blanco. En Lima, la Asociación de Fútbol ofreció hospedaje para todos los equipos, pero esto no agradó a Carlos José Mannucci, quien pensó que su equipo necesitaba más tranquilidad para poder concentrarse. Herbert Vílchez, uno de los jugadores de aquel equipo que disputó la Copa Perú, conocido como el “Perro Vílchez” por comerse toda la banda derecha del campo, como los grandes laterales de la historia, recuerda muy bien ese momento: “El señor Pepo llegó al hotel que ofreció la Asociación de Fútbol, vio que todos los equipos participantes se alojarían en ese mismo lugar, y nos dijo que cojamos nuestras cosas para ir a un mejor lugar. El hotel donde nos llevó era de tres pisos, muy grande y cómodo. La motivación que el señor Pepo nos inyectó fue muy grande y eso lo reflejamos en la cancha”. Con muchas armas y excelente trabajo por parte de los dirigentes, los jugadores
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del Club salieron a disputar cada encuentro como si fuera el último, con resultados airosos en sus primeras presentaciones que le valieron llegar a la final, que disputó con el Melgar de Arequipa. Los encuentros con este equipo fueron intensos. Los aficionados abarrotaron el estadio, llenándolo de serpentinas y alegorías que alentaban a sus equipos. El Melgar de Arequipa se adelantó en el marcador, dejando helados a los hinchas del Mannucci. Herbert Vílchez lo recuerda con claridad: “La presión que teníamos en esos momentos era muy grande, el estadio estaba tan lleno que parecía que jugábamos de local. Sin embargo, nadie se desesperó, jugamos pensando en que todo iba a salir bien, solo con paciencia y buena estrategia pudimos remontar el marcador”. En la segunda mitad del partido, la escuadra tricolor empató el marcador y faltando pocos minutos para el término anotaron el gol de la victoria. A los pocos minutos, el árbitro sentenció el final del encuentro, coronando al cuadro trujillano como campeón nacional y nuevo integrante de la elite del fútbol peruano. Una vez campeones, los jugadores querían retornar los más rápido posible a Trujillo y celebrar la victoria que se había conseguido. Carlos José Mannucci pagó el retorno en avión, haciendo más rápida la llegada del equipo. Herbert Vílchez recuerda esas horas apoteósicas: “La llegada fue espectacular, hubo muchos hinchas que no dejaban de alentar nuestros nombres. Yo sabía que mi familia estaba ahí esperándome, pero no los podía ver cuando bajé del avión por la gran multitud. Tardé mucho en encontrarlos”. Al llegar a la oficina principal del club en Trujillo, los dirigentes ofrecieron un gran banquete para conmemorar la victoria de los jugadores, que también fueron premiados por el alcalde de la Municipalidad Provincial de Trujillo, el ingeniero Guillermo Larco Cox. -9-
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VIAJE AL FONDO DE LA NOCHE En relación a los sonámbulos se tejen toda clase de mitos: que caminan como equilibristas o que jamás se les debe despertar. Lo cierto es que se trata de un trastorno grave que puede incluso conducir a un crimen involuntario. Escribe: Fátima Madi Luck | Fotografía: Luis Tantajulca
l sonambulismo, también conocido como noctambulismo, es un trastorno del sueño que se caracteriza por la realización de actividades mientras se duerme. El sonámbulo puede caminar, orinar, limpiar, mover objetos, conducir un vehículo, tener relaciones sexuales y hasta matar sin estar consciente. Al día siguiente de realizados los actos, el sonámbulo no los recordará en absoluto. Se calcula que estos episodios pueden durar desde unos pocos segundos hasta unos 30 minutos. Asimismo, se cree que el trance del sonambulismo ocurre más en hombres que en mujeres y que el factor genético podría ser uno de los causantes. Un estudio científico publicado en la revista americana Neurology comparó el ADN de diversos miembros de una familia norteamericana y descubrió que nueve del número total de la estirpe sufrían de sonambulismo. Según declaraciones hechas para el diario El Mundo, el director del Instituto de Investigación del Sueño de Madrid, Diego García Borreguero, entre el 15% y el 25% de niños de 4 a 13 años padecen de sonambulismo, mientras que el 3% sucede en -11-
los adultos. Añadió que este tipo de trastorno es cada vez más frecuente en la población mundial. En una entrevista para agencia Andina, Isabel Tagle, jefa del Servicio de Neurofisiología del Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas, reveló que el 19% de la población peruana padece de sonambulismo, especialmente los niños y adolescentes. En Trujillo, conforme con el Registro de Morbilidad de Enfermedades de la Gerencia Regional de Salud de La Libertad, en el periodo 2001- 2010 se contabilizaron 30 casos, de los cuales más del 50% se presentaron en hombres, en el grupo de 5 a 9 años.
DIFÍCIL DESPERTAR Carlos Vega (nombre ficticio con el que se llamará al protagonista, quien prefiere mantener el anonimato) es un joven de 21 años que, aunque ya no es noctámbulo, vivió la mitad de su existencia siéndolo. Carlos recuerda que a los 6 años se despertaba en un lugar distinto al que había usado para acostarse. Algunas veces se vio sentado frente a la pantalla encendida del televisor y con el control remoto en la mano. Otras veces en el sofá de su sala o en el piso de alguna de las habitaciones de su casa. No entendía qué pasaba, pues estaba seguro de que se había echado en su cama antes de dormir. Cuando miraba a su entorno, descubría cosas que parecían haber sido movidas minutos antes de escaparse de los brazos de Morfeo. Esta costumbre la llevó a cada vivienda a -12-
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«Mucho se ha dicho de los sonámbulos. Que caminan con los brazos extendidos y que jamás se les debe despertar». la que se mudaba —se trasladó cerca de 30 veces—. El mal lo acompañó durante 16 años y la situación más extrema la vivió cuando se despertó sobre la arena de la playa que estaba cerca de su casa. Además de levantarse en lugares diferentes, Carlos amanecía con hematomas y cortaduras. En una ocasión, las sacudidas del automóvil en el que se encontraba lo despertaron. Entendió que lo estaban llevando al hospital, ya que junto a él estaba su madre sumamente consternada sosteniéndole la mano derecha pues una aguja había atravesado su dedo pulgar. No sintió dolor ni repulsión. Tampoco comprendió cómo había llegado a herirse. Un día a los 13 años se levantó tras un sueño profundo, se cambió de ropa, desayunó, cogió su mochila y se dirigió a su centro escolar. Cuando llegó al colegio, se dio con la sorpresa de que estaba cerrado pues era demasiado temprano. Miró a todos lados y comprendió que eran las tres o cuatro de la mañana. Entonces emprendió el regreso a casa con pasos largos. La puerta estaba abierta. La cerró como si nada hubiera pasado y decidió dormir las horas que faltaban. Esta experiencia “traumática” —como él la llama— se la contó hace poco a su madre, pues asegura que si lo hubiese hecho en aquella época, ésta lo habría atado con varios candados a su cama.
RECUERDO GÉLIDO Los paseos nocturnos de Andrea Marín en su hogar eran algo cotidiano. Desde los 8 hasta los 10 años, se levantaba sonámbula cada noche e iba directamente a la cocina. Su madre siempre la veía dirigirse allí con su oso de peluche en los brazos. Una vez que llegaba a la estufa, dejaba a su amigo de felpa junto al balón de gas y se iba a la cama. Otras veces su progenitora tenía que conducirla del brazo hasta la cama pues temía que se hiciera daño.
Preocupada por la parasomnia de su hija, la madre de Andrea optó por una estrategia: puso un dispositivo en la cerradura, de modo que cada vez que su hija intentara abrir la puerta esta emitiera un ruido. Una noche de verano, sin embargo, alguien olvidó echar llave a la puerta y Andrea sin ninguna dificultad se dirigió a la cocina. Esa vez no cargaba ni su peluche ni tenía el propósito de dejarlo sobre el contenedor del gas. En esta ocasión se dirigió al refrigerador. Cuando su madre la encontró se horrorizó: Andrea dormía con la mitad de cuerpo dentro del frigorífico. Apenas amaneció, la madre acudió presurosa al mercado para comprar hierbas estimuladoras del sueño y poder dárselas antes de que ella se fuera a la cama. Diez años después, Andrea confiesa que ya no ha vuelto a sufrir de sonambulismo. Lo que presenta ahora es otro tipo de trastornos con los sueños: estos le parecen reales. Por ejemplo, cuando está durmiendo la despierta el supuesto sonido del timbre de su domicilio, pero después comprueba que nadie ha llamado, que todo es producto de su imaginación.
AFECTO PELIGROSO Estefanía Madi no está muy segura si fueron los viajes que realizaba cada temporada de vacaciones a la casa de su tía o si se trató de alguna cuestión genética lo que generó que durante su pubertad tuviera trances de sonambulismo. Pero de lo que sí está convencida es que durante esos años pudo haber cometido un crimen. Al terminar su sexto año escolar, Estefanía viajó con su padre a Trujillo para visitar a la familia a la hermana de su padre, quien vivía con su esposo, sus hijos y su madre. Un día, al caer la noche, su prima Rocío notó que Estefanía estaba caminando por el pasadizo del segundo piso. Cuando llegó a su lado, vio que tenía los ojos cerrados y que estaba profundamente dormida. Además, se percató de que tenía la intención de bajar por las escaleras, pues estaba cogida de la baranda. Rocío la tomó del brazo y la condujo al dormitorio. Esa noche durmió con ella. El suceso se repitió un par de veces más, hasta que, en una ocasión, en vez de dirigirse hacia las escalinatas, Estefanía enrumbó al dormitorio de la abuela quien dormía de costado con el cuerpo frente
a la pared. Estefanía trató de echarse a su lado mientras le daba un abrazo. Sin embargo, el espacio que había entre la espalda de su abuela y el borde de la cama era muy reducido. Para evitar la caída —pues estaba con mitad del cuerpo afuera— se sujetó del cuello de la anciana. Los gritos de auxilio alertaron a la prima. Si esta no acudía en su ayuda, probablemente la abuela hubiera podido morir ahorcada. Al día siguiente, Estefanía no recordaba lo sucedido. Durante el desayuno, los familiares murmuraban y ella no sabía nada. Más tarde le explicaron entre bromas y risas lo sucedido. Desde aquella vez no ha vuelto a ser sonámbula, quizás el incidente con la abuelita la inhibió para siempre.
DE VUELTA A LA REALIDAD Mucho se ha dicho de los sonámbulos. Que caminan con los brazos extendidos y con los ojos cerrados. Que jamás resultan con golpes o fisuras por más que suban escalones o caminen al filo de una navaja. Que realizan los movimientos físicos de lo que están soñando. Y, principalmente, que jamás se les debe de despertar. No obstante, tales afirmaciones no han sido más que mitos infundados. Una persona sonámbula se desplaza como suele hacerlo —con las extremidades superiores a cada lado— y, puede o no, que mientras lo haga sus ojos permanezcan cerrados. Además, como se puede comprobar en el caso de Carlos Vega (protagonista de la primera historia aquí narrada), un noctámbulo puede resultar con graves cortes o moretones. Igualmente, este trastorno se presenta durante la fase del sueño —etapa 3 o 4, denominadas de ondas lentas o sueño profundo— en la que aún no suelen mostrarse las imágenes oníricas. Con respecto a la última idea errada, no es peligroso desadormecer a un noctámbulo, aunque al principio se muestre confundido o desorientado. Si los familiares o amigos de un sonámbulo desean impedir que éste se lastime durante sus recorridos nocturnos, pueden adoptar ciertas medidas de seguridad que ayudarían a mantenerlo a salvo. Entre otras se sugiere mover la ubicación de muebles, cables eléctricos u otros obstáculos para sortear una posible caída o bloquear el acceso a puertas y escaleras; también que evite la fatiga, el estrés, la ansiedad y los conflictos, pues estos podrían empeorar su condición, así como el consumo de alcohol o de alguna clase de ansiolíticos en el caso de un adulto. -13-
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CRÓNICAS MARCIANAS
ORIETA BRUSA
Comentarios reales
l término real nada tiene que ver con la realeza, pero sí mucho con la realidad. De hecho, difícilmente los que manejan el poder (reyes, presidentes, empresarios, papas y/o cardenales, autoridades en general) tienen un concepto adecuado de la realidad. Es como si al lado de las dimensiones paralelas existieran realidades paralelas que, por supuesto, nunca se encuentran. Será porque ellos y los comunes mortales no viven en el mismo plan existencial.
También porque la realidad se describe y define con palabras y las palabras son productos de “clase”. Hace unos años que, desde arriba (¿Dios, la Real Academia, los medios de comunicación?) han llegado a la humanidad términos como perdedor, motivación, autoestima, etc., usados en muchas y distintas ocasiones. El término más ambiguo, pero encantador, es “Responsabilidad social”. Sería un concepto útil si el hombre común y corriente tuviera esta responsabilidad (junto con la capacidad de manejarla), pero no, este es un asunto que manejan los empresarios. O sea los que, desde siempre, para llevar la metáfora al mundo animal, estuvieron en la cima de la cadena alimenticia: como si, en el océano, los tiburones llevaran esta alta labor entre la fauna íctica, con el consiguiente gran júbilo de atunes, focas y sardinas. Con la cuidadosa cancelación de cualquier rastro de historia en la conciencia de la humanidad, hemos olvidado que el progreso de la especie ha sido marcado por el pensamiento y los descubrimientos de algunos pocos héroes que impusieron su poder con largas y feroces revoluciones. Estas rebeliones no eran debidas tanto a la maldad de los pueblos, cuanto a la terquedad de los poderosos que se resistían a los cambios que favorecían a las mayorías. De pronto, en este siglo feliz, hemos descubierto que los mismos que hasta ahora han empobrecido poblaciones enteras, provocado hambruna, muerte, genocidios, declarado guerras en nombre de la paz, causado la destrucción de un entero ecosistema, criado unas generaciones ignorantes y sin sentido crítico, provocado la alienación consumista en pro de las exigencias de los negocios, se han vuelto concienzudos y desprendidos como misioneros. Acá, en el Perú que avanza, bien pegadito a la sagrada constitución fruto de un golpe, que salvaguarda los derechos de la empresa y minimiza los de los trabajadores, los empresarios, con la complicidad de los políticos, se comprometen con la responsabilidad social. Lo peor es que todo el mundo se lo cree como si no hubiera otra alternativa. En una Europa, otrora tierra feliz, existía una clase empresarial siempre lista para conseguir sus intereses; una clase trabajadora de la misma manera ocupada en salvaguardar los suyos; y partidos y sindicatos comprometidos con la defensa de sus propios intereses. -14-
Las cosas eran claras, sin mentiras o hipocresías. Se mediaron exigencias y propuestas y, con mucha buena voluntad, huelgas, paros, manifestaciones y leyes favorables a los trabadores; se obtuvieron derechos como educación y salud gratuitas, beneficios sociales y una semana laboral de 40 horas y casas populares a muy bajo costo. Todas estas ventajas costaron centenares de vidas humanas. Ahora estamos convencidos, con una visión bastante paternalista, que los mismos que tienen como objetivo existencial el éxito económico, se van a preocupar del bienestar de sus trabajadores y de la salvaguardia del ambiente. ¿No han sido ellos los explotadores y contaminadores? ¿Cómo se puede confiar en gente que maneja un sistema donde el 40% de la población vive en la pobreza? Un sistema donde, con toda la plata que según Alan García entraba hasta ayer en el Perú no hay ni autopistas decentes ni infraestructuras sociales a excepción de las “grandes” ciudades. ¿Dónde estuvo todos estos siglos la Responsabilidad Social de la clase dirigente? Y si es dudoso demandar esta tarea a los tiburones sociales, ¿cómo confiarla a nosotros, la gente común y corriente, que se deja manejar como títeres sin cerebro? Vivimos en ciudades donde barrios enteros no tienen agua corriente ni desagüe, pero sí paseos con “circuito de las aguas” (huachafos) que la prensa alaba, la misma prensa que cada verano lanza el alarma-dengue. Ahora esta misma estructura, sierva alquilada del poder, con suma frivolidad e inconsciencia y apoyándose en la falta de sentido crítico y egoísmo ha desatado una cruzada contra las palomas, estos pájaros exóticos y desconocidos que nunca estuvieron en Perú, supuestos portadores de enfermedades y causantes de muerte de seres humanos que, sin ellas, no tendrían problemas, sobre todo en un país donde las medidas higiénicas fueron recién estrenadas en siglo XV y todavía no se han actualizado. Hasta donde se sabe, hubo una (1) muerte sospechosa por causas avícolas. De allí, la decisión de exterminar a todas estas aves. Sabia medida, pero será más efectiva cuando eliminemos también a gorriones, canarios, picaflores, cóndores y, sobre todo, pollos. ¿O estos no son portadores de criptococosis? En un solo fin de semana hubo 15 muertos por la conducta criminal de choferes presionados por sus horarios y la competencia por un solcito más. Para salvar a los humanos, sería justo también exterminar a todos los que tienen el brevete, comenzando, por supuesto, por los choferes de los medios públicos. Sin animales y sin choferes, la Tierra se volvería un nuevo Edén. Ojalá no sobreviva ninguna serpiente.
Cuando el servicio ha superado a la publicidad tradicional, cuando los volantes, spots y el merchandising sobrepasan el presupuesto de los empresarios informales, queda otra forma de hacer negocio: el “floro power”. Escribe: Ángela Mariñas Lázaro | Fotografía: Alejandra Capurro
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«Esa sensación de sentirte importante, amado, querido y necesitado cuesta un sol».
n el Perú, a partir de los 50, la industrialización llegó con nuevas formas de hacer negocio a la costa. La gente de la sierra con las justas pudo treparse a este vagón y trajeron sus propias formas de negocio en música, turismo, venta de jugos, peluquerías, etc. Asimismo, el país vivía bajo las formas más implacables del capitalismo. Los horarios eran sumamente rígidos igual que el pago. Los migrantes tuvieron que hacer labores simbólicas. Modificaron las horas laborales a su favor y crearon nuevas formas de subjetividad, prácticas de consumo y unidades económicas. Así nacieron las pymes de empresarios dueños de la papa. Ganar mucho dinero con la mezcla de dos ingredientes: creatividad y emprendimiento.
DE LA PROHIBICIÓN NACE LA CREATIVIDAD Ir al mercado Central, donde todo es barato, rico y abundante, significa levantarte temprano e ir en ayunas. Ya adentro, se siente el olor al café, se saluda al Señor de los Milagros, y antes a Santo Tomás de Villanueva, que hace pocos meses desapareció. Se le rezaba tres padres nuestros y nos asegurábamos, de paso, que el dinero nunca faltara. En todo ese trance no se deja de sentir el olor a café negro que poco a poco levanta el ánimo. De pronto, el piso es rojo y de gamuza, una luz alumbra. Es la pasarela central. Se escucha el susurro de la voz de una señorita que de lejos te dice “Amigo, amiguito”. Entonces volteas. La ves. Notas su frente morena brillando por el sudor recogido por un pañuelo en su cabeza. Has empezado a caminar hacia ella, pero te has estacionado observando el mandil que bordea lo que ha dejado de ser su cintura. Cuando caes en cuenta estás sentado en la banca de madera de patas altas, mera copia de la moderna arquitectura. -16-
Ella ahuyenta el sueño: “¿Qué vas a pedir guapo, hermoso?”. Se escucha una mezcla de cacareo con voz femenina. El batir de la licuadora produce sed. Ves servir las cucharadas de jugo de manzana, piña y papaya. En dos segundos se han mezclado y te lo sirve en un vaso largo de fonda. Es tu combinado. Si lo tomas de un solo tiro puedes pedir yapa. Esa sensación de sentirte importante, amado, querido y necesitado cuesta 1 sol. El BTL se implanta en el corazón del cliente a través del insight. El insight lo llevamos dentro, es una costumbre o palabra o sonido que está impregnado en nuestra cultura. No lo palpamos, pero lo sentimos. Las jugueras llaman a sus comensales así: “hermoso, amiguito, guapo”. Con esa voz aguardentosa, voz uniforme que todas ellas poseen. Si eres guapo o feo, para ellas serás el querido y adorado comensal que disfrutará de su combinado. Además ofrecen mechado de pollo, pan con hot dog y queque. Existen cuatro puestos en ese mismo espacio. En cada puesto hay de cuatro a siete mujeres bien maquilladas con pañuelo en el cabello y solo un hombre, quien casi siempre cobra. Uno de ellos le dice a mi acompañante que esta forma de llamar nació de la prohibición. Está prohibido jalar a los clientes, pero ellas inventaron esa forma de llamarlos con cariño. Funciona. Rosita, una juguera de 17 años, asiente convencida, mientras prueba el jugo desde la licuadora con una cañita.
GASEOSA O CHOCOLATE: PELUQUERÍA “ÉL” “Él” acaba de cumplir 19 años. Si fuese una persona, no tendría 19 sino 40. En su espacio se lucen espejos con marcos de madera y sillas al estilo clásico. El piso es una mota negra de cabellos canos y negros que son removidos permanentemente. ¿Quiénes cortan? Señoritas de 30 en mandil. Utilizan tijeras y rasuradoras para hermosear al caballero en menos de 5 minutos. Lo mejor de esta peluquería es el tumulto de gente que cada domingo espera ansiosa su turno. Un señor con muy poco cabello en un rincón frente a una mesita de madera está esperando recibir sus 3 soles de pago; a cambio de ello te da a escoger: ¿Chocolate o gaseosa?
octubre 2011 • díatreinta
“Los premio por venir a mi casa”, dice Lucio López, contador y ex trabajador de Sider Perú por 24 años. Los grandes cargos que desempeñó en esa empresa y los años de servicio le facilitaron unos ahorritos. Con ellos fundó una peluquería y “por fin pudo descansar”. La llamó “Él” en honor a su segundo hijo, Eduardo López. “Empezamos como una peluquería para caballeros aquí en la calle Orbegoso”. Descubrió que era rentable, pero necesitaba un plus. Para mantener contento al cliente empezó a premiarlo con un chocolate o gaseosa. Desde entonces ha recibido amenazas de sus competidores, pero no les hace caso. Sus rivales han aplicado cuánto benchmarketing se les ocurre y copiado la estrategia de Lucio, pero no les ha funcionando. “Hasta de rodillas se han puesto para que suba su precio. No deseo competir con nadie. No me hago problemas y vivo tranquilo”, dice López. Entonces llega un cargamontón de chocolates: Bombones, Golpe y Mecano. Puedes escoger. Eso es outsourcing, terceros que trabajan para él. Lo proveen de chocolate, el factor principal de éxito de su peluquería.
20 soles. Hasta este momento ya hemos llegado a la combi. “Salimos en media hora, si quieres puedes pagarme aquí”. Le digo que por ahora no, que prefiero regresar con toda mi familia para viajar juntos. Entonces Jesús Flores no tarda en ofrecerme el “tour Moche familiar” para apreciar a la Dama de Cao, el cual incluye una visita al pueblo de Magdalena de Cao, el museo de sitio y mucha artesanía. Me dice que cuando esté segura de hacer un pequeño viaje le escriba a su mail de “Arco Iris Travel, agencia de viajes y turismo”. Me lo dice mientras me señala con un dedo la dirección correcta. Me despido. Él, amablemente, me dice que espera que regrese. Adiós, Jesús. Suerte. Es parte de la peruanidad. Si los viajeros no van a ti, intercéptalos, trátalos bien y oblígalos a ir en tu combi. Sin embargo, y con justa razón, las leyes se vuelven a interponer. Según la subgerente de turismo de la Municipalidad Provincial de Trujillo (MTP), Angélica Villanueva Guerrero, las agencias clandestinas e informales están prohibidas de contratar jaladores. Esto debido a que no está verificado si esos jaladores son delincuentes, secuestradores o simples bricheros.
¿TE JALO? Nueve de la mañana en la Plaza de Armas. Un muchacho de polo blanco y jeans desgastados que parece no encontrar cuerpo al que pegarse se aproxima a mí cuando me ve pasar por el jirón Pizarro. Me intercepta. Yo llevo mochila y polera. Me hago de la vista gorda. De pronto aparece caminando a mi lado. Me ofrece sus ofertas de viaje. Le digo que sí, que me interesaría hacer un tour por Chan Chan, pero me ofrece algo más completo: El “tour Moche” que me llevará por la campiña, las huacas del Sol y de la Luna por sólo
VIRREY, REY DE LA ROPA EXCLUSIVA Y A BUEN PRECIO Tercer piso del Centro Comercial Virrey. Pedro Rivas, polo pegado al cuerpo y jeans apretados habla de negocios por nextel. Este moreno agarrado vende Glamour y Seducción, el nombre de su “boutique”. Luego de ofrecerme un banquito para conversar, me dice que no siente que tenga grandes competidores y que, si los tiene, en todo caso estos son los que venden en otros puestos de este centro comercial, pero Saga (Sociedad Andina de
los Grandes Almacenes S. A.) y Ripley no compiten con él. “El problema con ellos es que fabrican mucha ropa en serie y las chicas odian vestirse iguales”. Además, puede que la producción esté en manos de otras compañías y lo único que se venda sea la marca, y por eso cuesta más caro. La esposa de Rivas viaja cada mes a Miami y los fines de semana a Gamarra para traer exclusividades. Dice que las chicas están contentas con su ropa. Vende muchísimo los fines de semana, cuando se ponen sexy, listas para ir a las discotecas. Rivas no invierte en publicidad, pero me enseña un folleto en el cual aparece su logo: “Lo mando a hacer en una imprenta”. Este folleto tiene tantos elementos y tantos colores que estoy segura de que antes de llegar a casa, lo perderé. Me despido. Rivas me deja de lado y lanza el anzuelo a una clienta: “Hola flaquita, ¿qué te muestro amiguita?”. Ella solo responde: “Estoy viendo”. Ambos sonríen. Cuando las grandes corporaciones han dejado de tener éxito, se reinventan: reingeniería. El secreto está en acabar con la burocracia, lo que incluye las demoras, los permisos y tantos procesos que terminan por aburrir al consumidor. Satisfacer al cliente desde que llega hasta que se va, es el último grito del mercado. Ya nadie tiene tiempo para esperar. Para las grandes corporaciones es un proceso un tanto difícil, pero para las pymes es más sencillo, puesto que siempre se están reinventado y adaptándose con rapidez a las necesidades de los clientes. Los empleados han dejado de trabajar para los supervisores y gerentes. Ahora se trabaja para el cliente, tal como lo hacen las jugueras en el mercado Central, el dueño de la peluquería “Él” y los vendedores de El Virrey. Sin embargo, caer en la informalidad es casi siempre su gran defecto y parte de su gran éxito. -17-
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El tranvía del museo El Museo del Juguete está lleno de objetos muy preciados, pero hay uno que nos saca de la imaginación para conducirnos nuevamente a ella: un tranvía. Gracias a él, los visitantes pasan, como por arte de magia, de una casa de muñecas a un mundo fabuloso e inolvidable de formas y colores. Texto y fotos: Claudia Edwards
l origen del museo está en el museo. En la esquina de Junín con Independencia se encuentra el Museo del Juguete, y dentro de él, su historia. En una de las vitrinas que guardan numerosos carros antiguos se esconde el origen del peculiar museo: un carro pequeño, el obsequio más preciado de Gerardo Chávez, el primer juguete de la colección de su fundador. Sin embargo, nadie sabe cuál de todos es aquel carrito que dio origen a la gran colección. Pero lo que Wilder, Gerardo y los visitantes no saben es que el juguete más preciado no está detrás de las vitrinas, sino fuera de él. Wilder Vera, quien conoce a Gerardo Chávez desde hace 22 años, me cuenta la historia sentado frente a las casas de muñecas. Acompañó al “gran artista”, como él lo llama, durante todo el proceso de creación del lugar. Dice tener casi completa seguridad de saber cuál es el carro con el que nació todo aquello, pero no me lo dice. No quiere traicionar el deseo del fundador, quien guarda el secreto bajo siete llaves. Es cierto que Chávez fue muy humilde, tuvo una infancia triste y no recuerda haber tenido un juguete. Después de aquel carro, vinieron muchos más juguetes antiguos y esto, de algún modo, compensaba las carencias de la infancia. Cuando esto sucedió, él ya era un artista y conocía el valor sentimental y artístico de piezas como aquella. Empezó a coleccionar juguetes y convocaba a personas y amigos que quisieran hacer donaciones. Pero, llegó un momento en que sintió que valía la pena que otras personas aprendieran a darle valor a esos juguetes y decidió compartir lo que tenía a través de un museo. Wilder cuenta que le tomó siete años hacerlo realidad. El museo funcionaba, al principio, en una casona casi a punto de caerse. El Instituto Nacional de Cultura era muy cauteloso con los permisos de remodelación, aunque la intención del artista nunca fue modificar la casona, sino mantener su originalidad para “crear la atmósfera”. En 1994 se empezó el arduo trabajo para convertir -19-
díatreinta • octubre 2011
la antigua casona en el primer museo del juguete de Latinoamérica. El 18 de mayo del 2001, tras una ardua labor y miles de coordinaciones, el Museo del Juguete abrió sus puertas. Gerardo Chávez y Wilder sabían que a partir de ese día todos los años tendrían doble motivo para celebrar: ese día se conmemora también el día internacional del juguete. El mundo interior del Museo es mágico. Las escaleras que te conducen a sus puertas suenan al pisarlas como si se tratara de
una mansión de las que aparecen en un film de terror, de lo antiguas que son. Una vez arriba, una puerta de vidrio y madera —con una pita que al jalarla hace sonar un timbre muy peculiar— nos recibe en la entrada. Wilder aparece sonriente del otro lado. Si es domingo, su sonrisa es más ancha todavía. Al fondo suena la Marsellesa cantada por Edith Piaf o alguna canción antigua que sirva para transportar a los visitantes al mundo del juguete. Es un ambiente un poco oscuro, iluminado de forma natural y con un ligero olor a vie-
Gerardo Chávez. Del Museo del Juguete parte un simpático vehículo que nos conduce al Museo de Arte Moderno. En realidad no es un tranvía, es un bus adaptado a esos viejas formas de transporte que aún se siguen utilizando en muchos países. Hace tres años fue reformado de manera artística. Se empleó madera y bronce. Gerardo Chávez es un artista y, como tal, no podía transportar a los visitantes en un carro que los alejara del mundo en el que ya se habían sumergido en el Museo. Al parecer, la idea la tomó de uno similar que vio en Los Ángeles en uno de sus constantes viajes. El chofer es Julio Calle, quien, irónicamente, pasa todas las mañanas en la calle manejando el tranvía de marras. Hace un año que lo conduce y hacerlo, dice, le permite retroceder en el tiempo. Casi cantando, pues su dejo piurano sale a relucir, cuenta que una vez se perdió en la ciudad, pues aún no la conocía muy bien. Ahora, en cambio, de lo experimentado que está, puede llegar a ciegas a su destino. Julio se siente parte del mundo mágico no solo por los juguetes, sino también por el minotauro guardián —emblema del Museo de Arte Contemporáneo— que se encuentra al lado de su timón y en cada una de las cortinas del tranvía.
«En 1994 empezó el arduo trabajo para convertir la antigua casona en el primer museo del juguete de Latinoamérica».
jo. “El resto es pura imaginación”, repite constantemente nuestro guía. Hay de todo ahí dentro: muñecas, casitas, aviones, trenes, caballos y, por supuesto, carros. Cada cierto tiempo llegan visitantes, nacionales y extranjeros. Cada vez que esto sucede, es muy gracioso escuchar a Wilder decir las mismas palabras con la misma entonación. Sin duda es un discurso muy bien ensayado. “(…) Se puede hacer fotografías en todo el museo, con excepción del salón rojo: hay que conservar las piezas arqueológicas (…)”. Es la parte que no olvida, ni puede olvidar. Algunas veces pregunta a los visitantes de dónde son y cómo es que saben de la existencia del museo. Ellos vienen de Cajamarca, Chiclayo, Lima y conocen el museo gracias a la televisión o los volantes. Muchos trujillanos ignoran la existencia del juguete más grande que tiene el museo: el tranvía. Gracias a este se puede llegar a otro museo, también creado por el pintor
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Una casona vieja llena de juguetes y un tranvía sí son cosas de otros mundos. Para volver realidad todo esto, Chávez visitó muchos centros semejantes esparcidos por el orbe. Lo demuestra la pared detrás del escritorio de Wilder. Está plagada de afiches de museos. Se puede leer “Spielzeug Museum”, en alemán, o “Musée du Jouet”, en francés. Todos, museos de juguetes de lugares muy lejanos en donde los visitantes también transportan a su gente a un mundo diferente y fantástico. “El juguete no es necesariamente algo físico, o que se haya creado como tal, sino que nace en la mente y en la imaginación de cada persona”, dice Wilder. Mientras él sigue conversando sobre los juguetes, se acerca una señora con el cabello ya gris por la edad. Sonriente, toma su mano y le dice cariñosamente: “Gracias por traerme mis recuerdos”. Wilder me mira conmovido y está dispuesto a seguir conversando, pero el peculiar timbre de la vieja casona vuelve a sonar y tiene que acudir al llamado. Ya es tarde, es hora de tomar el tranvía y dejar volar otra vez la imaginación.
octubre 2011 • díatreinta
CAUSA PERDIDA
RICHARD LICETTI
Elogio de la Pizza avid Schuler, 51 años, es un residente del poblado de Madison, en el sureño estado de Mississippi, que hace algunas semanas emprendió un viaje de más de cuatro mil kilómetros en pos de la que debe ser una pizza que trasciende, en su caso, la función pedestre de aportar nutrientes y calorías al organismo. Schuler, que no fue por una sino por ciento cincuenta pizzas que convenientemente congeladas e ingeridas con moderación podrán durarle un año, asegura que no ha encontrado pizza con mejor salsa ni punto exacto de crocancia que la del Town Spa Pizza, un pequeño local de Stoughton, Massachusetts, donde sólo se sirven pizzas thin crust y debe pagarse en efectivo. Fue en este local donde el señor Schuler comió pizzas hasta los trece años, y sin la menor duda en su paladar perviven sabores que han traspuesto el tiempo y la distancia. A inicios de la década del 70, las pizzerías limeñas se contaban con los dedos de las manos. Comer pizza podía ser visto entonces como un arrebato de esnobismo, del mismo modo en que la búsqueda de una papa a la huancaína en San Isidro o Miraflores tenía el carácter de un antojo fuera de lugar. Lejos estaba todavía la “calle de las pizzas”, espacio que si bien representó un impulso en favor de la popularización de esta preparación originaria del sur italiano, a la postre, desnaturalizó su estirpe artesanal y emparentó su consumo con otras formas aparatosas de gastronomía nacional, verbigracia una pollada. Aunque hubo un precedente que reclama con justicia un origen acorde con las fuentes: el Pozo de San Ramón. Estaba ubicado en el pasaje del mismo nombre, muy cerca de Diagonal, y visitarlo era todavía más agradable cuando subía la brisa de la costanera. El local era mínimo, apenas una barra con media docena de bancos desde donde la mirada del comensal se posaba inevitablemente en un rudimentario horno de barro, foco de la cocción sin prisa ni pausa de toda buena pizza. Tampoco podía hablarse de variedad: jamón, salame y hawaiana era
«A inicios de la década del 70, las pizzerías limeñas se contaban con los dedos de las manos».
todo lo que la carta ofrecía. Pero era suficiente. Al cobijo de ese local sin ostentaciones y la fragancia persistente de la masa tomando punto, tengo la seguridad de haber sellado para siempre mi fascinación por la pizza. Tiempo después tuve la suerte de estar en un restaurante que me reveló otros encantos de la pizza. Fue en la ciudad de Pasadena, en California, y la primera novedad para mí fue que todas las órdenes eran antecedidas por un colorido antipasto, estupendo entremés de vegetales para unas pizzas que además de la insustituible mozzarella venían con unos puntos de queso cheddar, un aliado delicioso del primero cuando se fundían con los ingredientes cárnicos. Y así, probando una aquí y otra allá, la pizza ha seguido ocupando un lugar especial en mis preferencias culinarias. En el Perú la pizza cuenta con seguidores y detractores. Es claro que más de los últimos. Los críticos más acres piensan que optar por una pizza cuando existen inconmensurables y maravillosas alternativas nacionales es una excentricidad. Puede ser. Sin embargo, hay preparaciones que ocupan un lugar distinto del estómago. Tal como debe ocurrir con el señor Schuler, se trata de algo que va más allá de la mera función alimenticia. Son por supuesto los sabores, pero también los momentos, la gente, los recuerdos, cosas que también ayudan a vivir. -21-
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La pasarela Unión No es Gamarra, pero se le parece. No es una tienda exclusiva, aunque tiene exclusividades. No tiene maniquíes, pero la figura es lo de menos. Les presentamos al mercado más grande de ropa usada en Trujillo: La pasarela Unión. Escribe: Chía Morales | Fotografía: Rafaela Mesones
abía llegado. Bajé del taxi con dos bolsas de Ripley que derramaban ropa y con una empalagosa sensación de miedo. Mi objetivo era vender mi gastada indumentaria y conocer al gran emporio de ropa usada. Solo bastó entrar a uno de los tantos cubículos textiles para descubrir en qué lugar me había metido. La regla más importante en este emporio comercial es única e inamovible: Prohibida la talla S y sus derivados XS y 16X. La vendedora me argumentó: “No, pues, amiguita, aquí todos somos gorditos y panzones”. La L es la voz. ¡Eureka! Este significativo detalle, dicen, nos identifica como marca Perú, nos diferencia de los competidores internacionales y, sin duda alguna, nos hace únicos. ¿Verdad? ¿No dicen que en EE.UU. más de la mitad de la población es obesa? Nunca a los monstruos Saga Falabella, Ripley y Topitop se les ocurriría, pienso con el perdón de todos los seres humanos subiditos de peso, promocionar tal barbaridad. Es un insulto que ni el dios material –dinero– podría perdonar. -23-
díatreinta • octubre 2011
aproximadamente 3 metros de ancho y 6 de largo, pintado con colores sicodélicos que han perdido su intensidad por los efectos de la mugre. Allí verás a una saleswoman que no deja de hablar jamás. “Mire esta casaca, una pituquita me dijo que su mamá se lo trajo de Canadá, nadie en todo el Perú tiene una igual…” La habladora anfitriona tiene razón, esa casaca —por lo que puedo ver a primera vista—podría ser única en el país. Esto sí que es tener exclusividad. Y, lo mejor de todo, conseguirlo por sólo diez luquitas. I’m sorry Ripley y Saga, ustedes no dan más que la trampa del .99 y el disgusto de encontrar a alguien más usando tu “exclusiva” prenda.
Este informal mini-mall se ubica en la intersección de las calles Rímac y Santa, detrás del mercado Unión, y ocupa una cuadra llena de stands de ropa usada. La ropa se exhibe en cerros, los polos están tirados por doquier, sobre un asimétrico plástico azul, las casacas colgadas de los techos y los zapatos, bien lustrados, sobre tarimas de maderas. A veces, el viento empuja la ropa, pero no cae, está bien asegurada.
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tocas, automáticamente una voz entre metálica y seca te dice: “Cinco fichas por cada uno, escoja, hay de todo”. Efectivamente hay de todo: con elegantes efectos lejía, con talla ‘mantel’, con estampados delirantes; algunos pocos han perdido su forma y lucen muy “jetudos”. Sobre una especie de red de pescadores cuelgan “blue jeans”. Si los tocas, otra vez la voz metálica y seca te dice: “Ocho fichas, hay de todo”.
En casi todos los stands se repite el mismo ‘formato’ profesional. Además, al interior de estos hay siempre una máquina de coser, carretes de hilos, tijeras y una “modernísima” plancha. ¡Genial! Allí no trabajan solo comerciantes de ropa, sino también remendadores. La ropa que llega con roturas o costuras deficientes es reparada al instante. Supongo que lo mismo harán con los zapatos porque se ven relucientes y sin magulladuras.
Esta improvisada pasarela de moda no necesita mostrar sus mejores prendas en maniquíes, como lo hacen las tiendas formales con sus altas, menuditas y patilargas muñecas marketeras. Su mejor estrategia es la frase: “Pruébatelo, flaquita, para que veas cómo te queda”. Esta frase es tan real, tan sincera. Claro, es todo lo contrario a las perfectas muñecas que con solo mirarlas nos convencen que las prendas nos quedarán igual de bien que a ellas. En cambio, en las tiendas de la pasarela Unión te vuelven a la realidad. Tú tienes que probártela para ver cómo te queda, pues podrías verte panzona, voluptuosa o algo “rolludita”, Claro que las vendedoras estratégicamente te llamarán todo el tiempo “flaquita”.
Con lo primero que uno se encuentra en las tiendas es con una colorida caja de cartón donde se acumulan toda clase de polos y camisetas. Si los
No hay nada mejor que sentirse exclusivo. Las tiendas de pasarela Unión te brindan esto y mucho más. Un largo paseo por los puestos te conduce de todas maneras a un pequeñísimo espacio de
En todo lugar siempre existe el meromero, el as y el maestro. En este caso, hablamos de la mera-mera de la ropa usada: “la Martha”, la empresaria más exitosa de la comarca Unión. Es una robusta mujer morena que tiene un laberinto como tienda. Su local no está entre la serie de ‘stands Pandora’ (los más fashion) Su tienda está cerca a estos y lejos del grupo de principiantes que no le llegan ni a sus gordos talones. Nadie tiene tanta ropa, zapatos y accesorios como “la Martha”. Nadie sabe cómo ni quién le consigue tan envidiable mercadería. Ella es un misterio, pero es la maestra, así que mi reverencia. Su tienda es un laberinto en miniatura. Paredes plagadas de ropa te succionan como arena movediza, miles de casacas parecen cobrar vida, te abrazan, y un exagerado color a colonia barata te marea. Así de c huachafo es el mini mundo de la Martha. Es como un respetable monumento de la compra y venta de ropa reciclable. A ella se le mira, pero no se le toca. Con ella sólo es posible la negociación. Trujillano pituco, aquí tienes una opción de conseguir dinero si te cancelan la tarjeta de crédito. Es un nuevo sistema de cajero rápido: mete tu costosa ropa y tendrás cash al instante. Trujillano astuto: no tengo por qué presentarte a este conocido amigo. Tujillanos de toda raza y especie: les presento al mercado fashionista más creativo, sincero y económico que puedan imaginar.
En el siglo XVII una muralla cercĂł a Trujillo para defenderla de piratas. Trescientos aĂąos despuĂŠs, esa muralla sigue dividiendo a la ciudad en el imaginario: de un lado, un mundo post-criollo que se resiste a morir y, de otro, un mundo emergente, informal y mestizo que no sabe nada del pasado. Escribe: Emilie Kesch | Fotos: Archivo
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esde hace más de dos siglos, Sudamérica fue el escenario de miles de batallas para conseguir la independencia de cada uno de los países del continente. En Brasil se rebelaron contra Portugal, en Argentina, Chile, Bolivia, Colombia y Perú, la pelea fue contra España y, décadas después, las Guayanas lograron librarse de Francia. No importa cuáles fueron los verdaderos intereses de los libertadores, tampoco quiénes los financiaron: nuestro continente rugía como una bestia que echaba a sus depredadores de su territorio. Era el comienzo de una nueva era, de decenas de jóvenes repúblicas que a partir de ese momento debían sobrevivir en medio de la ruina y las deudas que les dejaron – a modo de herencia o de castigo- sus colonos. Todas las ciudades se levantaban orgullosas y miraban de reojo a sus antiguos esclavistas. Todas, menos una. A orillas del Pacífico y ligeramente al norte del continente, una ciudad enfureció para siempre. Aunque su independencia fue celebrada en plena Plaza de Armas, y sus grandes criollos seguían jactándose de la nobleza de sus apellidos y disfrutando de los privilegios ganados en el Virreinato; la incertidumbre y el miedo comenzaba a escurrirse bajo las almohadas de sus señores feudales: España no demoraría en abandonarlos por completo.
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Y tenían razón. Un siglo y algunas décadas después, Trujillo se partió en dos. Los nostálgicos españolizados se aferraron y se apolillaron en el centro de la ciudad, mientras que en la periferia, los cholos, mestizos, zambos, serranos, negros y chinos conquistaron el desierto y construyeron su futuro sobre una nueva religión: el sueño norteamericano. Los del centro tenían el apellido y los bolsillos vacíos, los de afuera eran huérfanos amnésicos que poco a poco se convertirían en la masa pujante y emergente del país. Para ellos, España era solo un mito, un borrón en el pasado, incluso una piedra en el zapato. Pero los hijos de Pizarro y Almagro no se quedaron de brazos cruzados: si Europa los había abandonado, ellos la fabricarían a sus gustos y conveniencias. El resultado fue escalofriante: una gama de fiestas y costumbres descontextualizadas comenzaron a invadir el calendario de la ciudad. Las bisnietas del Virreinato se disfrazaban de majas españolas, mientras que algunos trujillanos cualquiera se batían en duelo con vaquillas escuálidas que hacían el rol de toros embravecidos. Por otro lado, las desenfadadas y provocativas danzas de los negros y mestizos, fueron relegadas por el discreto coqueteo de la marinera norteña. Además, se excusó la ausencia de estaciones climáticas en la ciudad, argumentando de un modo casi
esquizofrénico que Trujillo era el único lugar en el mundo donde la Primavera era eterna. Era el inicio del segundo virreinato de la ciudad.
MURALLA IMAGINARIA A fines del siglo XVII, el ingeniero italiano Joshep Formento entregó y firmó el plano de una gigantesca muralla que rodearía a la ciudad y la protegería del ataque de los corsarios y piratas. El documento fue recibido por el Cabildo de Trujillo y, posteriormente, remitido al excelentísimo Duque de la Plata, Príncipe de Massa y Marqués de Tolva. Meses después, la carta sería devuelta con la aceptación de las autoridades españolas correspondientes. El Cabildo acordó que el financiamiento de la construcción correría a cuenta de los bolsillos de los grandes personajes y hacendados de la ciudad, mientras que la mano de obra sería una obligación de los indios robustos de Moche, Mansiche, Cao y Huanchaco. Por cada ochenta y cinco adobes, se les pagaría tres reales. Era 19 de febrero de 1687 y una decena de indios se reunían en la periferia de la ciudad para empezar con la jornada de trabajo. Rodeados de adobes y bajo la supervisión de los alcaldes Bartolomé
Martínez de Jarabeitia y Fernando Ramírez de Orellana, y el ingeniero Formento, trabajarían días enteros cargando y superponiendo gigantescos bloques de adobe, para luego pintarrajearlos y pulirlos según el diseño. Algunos se encargarían de levantar los muros, mientras que otros edificarían las bases y las columnas para las quince torres que vigilarían la ciudad. Por otro lado, un último grupo se ocuparía únicamente de talar, pulir y colocar los cinco portones que abrirían el paso a nobles forasteros y lugareños, y se cerrarían en las narices de sus propios constructores. Luego de más de dos años, el proyecto fue inaugurado entre ovaciones, vítores y detalles sin concluir. Mientras que las murallas recorrían como serpientes la distancia entre cada torre, los frentes de defensa permanecían relegados a una función puramente estética. Los fosos y terraplenes jamás fueron construidos. Al mismo tiempo, la arquitectura barroca y rococó envolvía como un cordón gigantesco a la ciudad y vigilaba con desprecio a los pueblos vecinos. No importaba si Trujillo seguía desprotegido frente a un posible asalto de piratas y corsarios. Ahora podía defenderse de la invasión mestiza, zamba, negra y mulata. Era el comienzo del exilio.
«¿La muralla todavía sigue existiendo de un modo imaginario? Al parecer sí, y encierra lo tradicional en Trujillo. Es el muerto que se esfuerza por resucitar pero ha perdido cualquier importancia».
¿La muralla todavía sigue existiendo
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de un modo imaginario? Al parecer sí, y encierra lo “tradicional” en Trujillo. Es el muerto que se esfuerza por resucitar, pero que ha perdido cualquier importancia. En el mapa actual de la ciudad, la avenida España se configura como un cordón invisible ubicado en el mismo lugar donde hace más de trescientos años se construyó la Gran Muralla. Ahora, a un poco más de un siglo de la destrucción de la gigantesca fortaleza, España sigue protegiendo a sus tataranietos y sus casonas. Una escuálida callecita desconectada de la avenida España comienza a abrirse casi a oscuras, hasta conectarse con la avenida Juan Pablo II. Es la calle Torre Tagle, bautizada así en honor al hombre que proclamó la independencia de Trujillo. Todo parece indicar que los huérfanos de España castigaron al libertador por su atrevimiento, y lo expulsaron fuera del cadáver de la antigua muralla y, consecuentemente, del centro histórico de la ciudad. Entre tanto, en el interior de la agónica fortaleza, los apellidos Pizarro y Almagro se han convertido en las calles principales del centro histórico. Trujillo ha idolatrado a los genocidas que asesinaron el pasado pre histórico del incanato y esclavizaron a los verdaderos dueños del país. Los mismos que aparecen como incómodos antepasados en el árbol genealógico de ese Trujillo criollo que, aún ahora, se atrinchera dentro de sus casonas y de su nostalgia por esa Europa que lo abandonó sin piedad.
Paralelamente, a las afueras de los antiguos portales, el nuevo enemigo de los trujillanos españolizados ha instalado sus propias fortalezas de cemento, eternit, plástico o triplay. No se trata de una banda de piratas, tampoco de los indios o campesinos de Mansiche, Moche y Cao. Por el contrario, la nueva amenaza es capaz de mover más dinero que el oxidado aristócrata y de levantar negocios del mismísimo polvo. Este es el descendiente directo del peruano ignorado que migró a la costa soñando con un mejor plato de lentejas. He aquí el comerciante emergente que ha dominado las orillas de la avenida España con sus colosales mercados mayoristas y sus emporios comerciales plagados de colores chillantes y vendedores informales. Quizá ellos no conozcan de pasados, mucho menos de la existencia de un Pizarro, un Almagro o incluso un Colón. Pero es justo esta masa de ciudadanos la que en los últimos veinte años ha comenzado a mover cerca del 95% de la micro-economía del Perú y ha patentado el nuevo motor del aparato empresarial de nuestro país: la micro empresa. A modo de consuelo, los apolillados herederos de España encuentran refugio en el carnavalesco abanico de fiestas, desfiles y ceremonias creadas por y para ellos, a partir de una extraña simbiosis entre algunas costumbres españolas y el ingenio local.
«Las desenfadadas y provocativas danzas de los negros y mestizos fueron relegadas por el discreto coqueteo de la marinera».
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LA ESPAÑA ALEGÓRICA En el mes de marzo, un pedazo de España cae estrepitosamente sobre el balneario preferido de la aristocracia trujillana. El fenómeno se escurre en cada rincón del pueblo. De pronto, las casas se salpican de rojo y en las veredas ancianas, adultas, adolescentes y niñas se convierten en majas españolas que blanden sensualmente sus abanicos, al mismo tiempo que disparan un arsenal de sonrisas pícaras y disforzadas contra sus galanes. Ellos, vestidos de jeans, bermudas o shorts, polos blancos y un característico pañuelo rojo rodeándoles el cuello, beben cervezas a barriles y juran batirse en duelo con los embravecidos toros que serán soltados gracias a la cortesía de alguna empresa de embutidos. Por un momento, pareciera que el Perú contemporáneo ha sido trastocado por un nuevo mestizaje entre trujillanos de clase media - alta y españoles de comienzos del siglo pasado. Luego del galanteo y las bebidas a cuenta de la casa, una decena de gritos de alar-
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ma se estrellan contra los tímpanos de los asistentes: ¡La Pamplonada!, ¡Comenzó la Pamplonada! Súbitamente, una veintena de vaquillas escuálidas y veteranas corren aterradas por la pista del balneario, mientras los nobles caballeros huyen sobre las graderías, los muros o los balcones de las casonas. Ha comenzado el reto entre el hombre y la bestia. El espectáculo principal de la Feria de San José. El desenlace de tan temible duelo se desarrollará en la arena del coliseo.
Allí, una decena de adolescentes de cada playa aldeana pretenderá esquivar con una capa roja de toreo a la vaquilla de turno. Después de marear al flacuchento cuadrúpedo, un torero criollo aprovechará el pánico para asestar la estocada final. Simultáneamente, la tribuna entera se levantará y coreará sedienta de sangre una ovación al valiente tauromaniaco. El siguiente paso será mutilar una oreja del animal y, con esto, consagrar a los asistentes como los verdaderos herederos de una España tan desfigurada como descontextualizada.
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Los olvidados | FotografĂas de Omar MiĂąano |
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ENTRE ALACRANES
ALFIERI DÍAZ
La objetividad ja-ja-ja i hubo alguna vez en el Perú algo parecido a periodismo objetivo, ahora se encuentra en franca extinción. El periodismo lorcho es subjetivo cuando no mermelero. La subjetividad hace precisamente que el concepto de libertad de expresión en nuestro medio se tergiverse y se entienda como defensa de los intereses de los medios de comunicación y de sus auspiciadores (y grupos de Poder). Periodista que no desea claudicar a sus principios profesionales simplemente es expectorado bajo la excusa de no compartir la línea editorial y política de la empresa. Para muchos periodistas contemporáneos, la objetividad es una falacia, un albur como lo fue en su momento la búsqueda de la panacea o la piedra filosofal. Dicen los que defienden esta corriente “contraobjetivista” que a diferencia de las ciencias exactas como las matemáticas, la física o la química, cuyos postulados son exactos y universales en todo el orbe, el periodismo —que tiene muy poco de ciencia— es un oficio susceptible a diversas interpretaciones. Los periodistas son seres humanos y como tales pueden tener un punto de vista diferente, una manera distinta de encarar la noticia, ya que a la formación pe-
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riodística siempre quedará en off-side ante los valores, la psiquis, la cultura, los prejuicios y sentimientos de la persona. El periodismo entonces, es para los “contraobjetivistas” una actividad subjetiva y por ende no toman en serio lo que sostienen los teóricos y los académicos. Como sostiene el personaje de Gianfranco Brero en Tinta Roja, “en la praxis el periodismo es otra cosa, por eso a los nuevos periodistas hay que borrarles todas las cojudeces que aprendieron en la universidad”. Personalmente como comunicador social y aficionado al periodismo —profesión que ejercí con entusiasmo en mis primeros años de egresado— pienso que en la vertiente “contraobjetivista” hay ciertamente una lectura cínica, una postura conformista cuando no acomodaticia e irresponsable, una actitud de lavarse las manos antes que de practicar un sincero mea culpa. Puede que la búsqueda de la objetividad en el periodismo sea una tarea utópica e infructuosa, pero curiosamente es una labor que enriquece profesionalmente y que distingue a quien lo practica en comparación a los que se dejaron tentar por las trampas del subjetivismo. El periodismo, a Dios gracias, no es una ciencia exacta, ni tiene por qué llegar a serlo. El periodismo es como el derecho penal, una profesión ejercida por seres racionales que deben dejar sus subjetividades de lado para emitir un fallo objetivo e imparcial ya que si no se conducen así estarían cometiendo una injusticia. Desde el punto de vista ético, la objetividad de un periodista está relacionada con planteamientos morales y epistémicos, asociada a la imparcialidad o impersonalidad. Para informar uno debe dejar de lado ideas, creencias o preferencias personales, llegar a lo que Thomas Nagell definía como “el punto de vista de ninguna parte” (the view from nowhere). El periodista tiene licencia para ser subjetivo sólo cuando opina, editorializa o emite juicios de valor. No existe el periodista que no haya caído en la subjetividad. Ni siquiera las ‘vacas sagradas’ o aquellos que se ufanan de su credibilidad. El periodista que aprende y se fija como norte alcanzar la objetividad así no lo alcance jamás, ya de por sí se redime de la subjetividad, se convierte en un cazador de la veracidad, que si bien no es lo mismo que la objetividad, son dos conceptos que van de la mano.
Una chica que se cura del acné con preparados naturales, una señora que toma hierbas para calmar los nervios y alguien que se “pasa” el cuy para neutralizar el susto. Los doctores dicen que todo es obra de la voluntad, no de la chamanería. Escribe: Ana Lucía Gómez Tesén | Fotografía: Renato Barrantes
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u existencia se remonta muchos años atrás. Al menos eso es lo que se dice. Pueden ser plantas, flores, objetos como una vela o un periódico, o incluso animales como los cuyes. La medicina popular ha existido desde los tiempos de las primeras culturas en el Perú y hasta la fecha se mantiene a pesar del escepticismo que causa en algunos. Camina. Sigue de frente. Un vigilante está afuera. Ni se inmuta con tu presencia. Quieres preguntarle dónde queda lo que buscas, pero él está gritándole a un taxista, mejor avanza. Llegaste a la sección de carnes. No, este no era. Voltea a la izquierda. De frente. Encontraste a uno de ellos. Pero solo uno. Sigue el recorrido. Algo huele, pero no, otra vez te equivocaste. Es el pasillo de las flores. Sigue caminando. Vuelve a voltear. Esta vez aciertas, el olor es indiscutible. Por fin llegas. Bienvenido al pasillo de la medicina popular o tradicional. “Señorita, tome asiento. Le leo el pulso, señorita. Le va a hacer bien”. La fecha de nacimiento es inexacta. El alcance que tiene, inmenso. El porqué de esta popularidad: el paso de generación en generación. La medicina popular es una de las formas de curación más conocidas en el mundo y a nivel del Perú, acorde con el estudio de Journal of Ethnobioligy and Ethnomedicine publicado en el 2006, la medicina tradicional peruana es una de las más vastas en el continente. El susto, el florecimiento, los amarres y las brujerías. Palabras que en algún momento el peruano promedio ha escuchado, se han convertido a veces en las más importantes de su vida. Sin embargo, la medicina popular es algo más que esto.
DEL ESCEPTICISMO A LA CREENCIA Maricarmen Rodríguez, (20) creció yendo a curanderas. No obstante, ella no creía en la medicina tradicional, pues consideraba que se trataba en su mayor parte de charlatanería y lucro. No obstante, su visión respecto a este tipo de medicina cambió luego de una experiencia con un médico popular. “Mari”, como le dice su madre y sus amigas, padece de un severo problema de acné. Desde hace algunos años, el problema se agravó y tuvo que empezar a tomar medicamentos prescritos por un dermató-34-
logo. Estuvo seis meses tomándolos. No obstante, dejó de hacerlo debido a que le traía contra efectos y perjudicaba su salud. Semanas después de dejar la medicina, su tía, que vive en Santiago de Chuco, le mandó un curandero de la zona. La mamá de Maricarmen lo recibió con fe; ella se mostró escéptica. Después de examinarla, el médico le recetó distintas hierbas medicinales. Ella no se acuerda del nombre de éstas, pero refiere que se debían hervir. Algunas eran para tomarlas y otras para frotárselas en la cara. El médico le pidió que las probara. Su madre le pagó un poco, y él dijo que regresaría luego a cobrar la otra mitad si es que las medicinas surtían efecto. “Mari” decidió darle una oportunidad al curandero. Siguió su tratamiento al pie de la letra. Con el paso de las semanas, su acné empezó a bajar y poco tiempo después desapareció por completo conforme se terminaba la medicina. “A mí me pareció muy raro todo porque en verdad siempre he sido muy desconfiada de este tipo de cosas, pero decidí probar suerte. Y sí, me terminó dando efecto. Entonces si bien no soy muy confiada de los brebajes que preparan algunas curanderas, en las hierbas que te brindan o te recetan sí creo más”.
DE BRUJERÍAS, MALDICIONES Y OTROS SABORES Nancy León Linares (50 años) lee el periódico. Son las 10 de la mañana y la vida
en el pasillo acaba de comenzar. A su lado, su sobrina de corta edad está jugando con una muñeca mientras el resto de sus vecinas acomodan sus stands o conversan entre ellas. Solo una se encuentra ocupada, unos clientes acaban de llegar y le piden una receta para los nervios. El lugar donde trabaja es el pasaje E del mercado Mayorista de Trujillo. Está todos los días de la semana. Llega a las 9 de la mañana y se marcha a las 7 de la noche. La rutina del resto de sus vecinos, dice, es muy similar a la de ella. Nancy acaba de recibir un potencial paciente. Es una señora de cabellos oscuros y tez morena. Necesita algo para los nervios. Nancy le dice que puede tomar el líquido de un frasquito o sino hojas de toronjil, las cuales ayudan a tratar este tipo de problemas. La señora opta por lo segundo. Nancy lleva 30 años trabajando en la venta de estos productos y ya sabe “al ojo” qué darle a los clientes. “Me metí en esto por mi abuelita, quien me influenció mucho. Es cierto que no preparo los brebajes o las bebidas que vendemos aquí. A nosotros ya nos las dan preparadas y en el caso de las hierbas las traen de Otuzco o Huamachaco; pero el creer y saber del beneficio de este tipo de medicina me lo inculcó mi abuelita. Ella era la más apegada a esto y de ella aprendí”. Las medicinas que se encuentran a la vista del público son diversas. Algunas están colgadas en un escaparate ubicado encima
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del stand, y otras en unas cajas de cartón al frente. “Los productos que más vendo son los asociados con los riñones, las inflamaciones y los nervios. Por ejemplo, las chanca piedras o las colas de caballo son dos de las plantas más pedidas. Y claro, luego están los paquetes para baños de rituales que se usan, especialmente en año nuevo”. Baño especial para FLORECIMIENTO. Ese es el rótulo que llevan estos paquetes. ¿Su composición? Las mejores hierbas de las Huaringas y de las lagunas de Huancabamba. “Esta clase de paquetes se venden bastante en año nuevo debido a que ayudan a quitar las malas vibras y además traen buena suerte. Ayudan a relajar el organismo, pero parte de la mejoría que ocasionan proviene de la propia voluntad del paciente. Este tipo de medicina es para mí un complemento de la medicina que se usa ahora. No son mentiras, son cosas que vienen desde hace mucho tiempo. Desde el origen del mundo”, revela Nancy. No obstante, Nancy admite que a pesar de sus creencias hay algo en lo que no tiene fe. En las brujerías. “Yo vendo remedios contra la brujería y los amarres, pero como dije, a mí me dan los productos y los vendo. Acá vienen personas, hombres y mujeres convencidos de que les han hecho una brujería y piden los productos que la neutralice.”
MEDICINA POPULAR VS MEDICINA COMPLEMENTARIA La medicina popular peruana tiene por igual defensores y detractores. “En primer lugar, debemos aclarar que la medicina tradicional o popular son todos aquellos conocimientos sobre la salud que se han transmitido de generación en generación, como el uso de ciertas hierbas para determinadas situaciones. Son conocimientos recogidos que tienen como base las experiencias, y son validadas por esta”, explica el doctor José Luis Fernández, del departamento de Medicina Complementaria de EsSalud. “La medicina que nosotros hacemos aquí, denominada complementaria, en cambio tiene como base el sustento científico y es realizada por profesionales”. No obstante, a pesar del significado que tiene la medicina tradicional, Fernández considera que, desafortunadamente, en el Perú es muy mal vista debido a un motivo: los charlatanes. “Personas que no saben nada y se hacen pasar por chamanes dejan muy mal parados a estos”. Un chamán según el diccionario de la Real Academia Española es un “Hechicero al que se supone dotado de poderes sobrenaturales para sanar a los enfermos, adivinar, invocar a los espíritus, etc.”. “Los supuestos “chamanes” de ahora son personas que realizan prácticas inadecuadas y lo único que logran es que cada vez se les pierda más el respe-
to. Un chamán es un médico tradicional de una población, un personaje sumamente respetado y con conocimientos sustentados”, dice Fernández y admite tener mucho respeto por la medicina tradicional. “Por algo ha sobrevivido tanto tiempo. No son charlatanerías”. No obstante, al igual que Nancy, admite no creer en las llamadas brujerías. “No”, dice mientras mueve la cabeza. “No creo en las brujerías ni en los rituales del huevo, cuy o de la vela. Imagina que viene una persona con una roca y con diversas palabras te logra convencer que si te pasas esa piedra todo va a mejorar. Y tú como has quedado convencido de que esa roca en verdad te hace efecto, pues te la pasas y te mejoras. Pero no se dan cuenta de que no te has mejorado por la roca si no porque tú te convenciste de que te ibas a mejorar.” La medicina tradicional o popular sigue siendo una de las formas de tratamiento más antiguas del Perú. Las opiniones respecto a ella todavía son diversas: están quienes la defienden afirmando que las hierbas usadas por los curanderos cumplen con su fin para ayudar en la salud de la persona, y otros afirman que solo es cuestión lucrativa. No obstante, en cuanto a brujerías, mal de ojo y temas relacionados, el asunto es más complicado. Algunos sostienen que no existe y otros que sí. La decisión de creer en ello o no, por cierto, es personal. -35-
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