En 1971 la historiadora de arte Linda Nochlin escribió ¿Why have there been no great women artists?, que constituye un importante estudio en la historia del arte occidental. Incómoda, Nochlin sostiene que el sistema del arte ha construido categorías de productos artísticos que privilegiaron de manera directa algunas formas de producción frente a otras; sin embargo, en el siglo XX se proclamó que “el arte no tiene sexo” pero, paradójicamente, solo admitiría como canónicas las obras de mujeres que pudiesen recibir el calificativo de “viriles”. Así mismo la crítica y teórica Griselda Pollock en su texto Visión, voz y poder, señala que la creatividad fue asumida como un componente de la masculinidad. A finales del siglo XIX un escritor lo hizo ver: “A medida que una mujer artista se abstiene de des-sexualizarse, se le deja chapotear en la nada; la mujer con genio no existe, y cuando lo hace es un hombre”.