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SANEAR LA ECONOMÍA
Que la economía también se enferma, es un hecho, pues casi todas las actividades humanas están relacionadas al tema económico y sobre todo aquellas que tienen que ver con la salud y la vida de las personas. Hay que tener en claro que, cuando la salud de las personas se deteriora, también lo hace su economía, personal y familiar, mientras más fuerte es la dolencia, mas fuerte es el deterioro económico, es el aferrarse a la vida y empiezas a tocar los ahorros o el patrimonio familiar, que, asimismo, representa un ahorro en forma de activo, luego de extinguir el ahorro la decisión pasa por generar deuda o dejar de lado pagar impuestos y conseguir liquidez.
El contexto que relatamos escenifica el aspecto de la microeconomía, que es la economía del consumidor, de las empresas, de los hogares y fácilmente podemos darnos cuenta de lo endeble que resulta enfrentar, desde este espacio, una amenaza tan grande como una pandemia como el COVID-19, que aplasta toda expectativa de los hogares ya que mientras menos tengas, más fácil serás aplastado. Es aquí que urge la intervención del Estado, como de alguna forma lo vienen haciendo los estados, obligados por su propia responsabilidad constitutiva; para ello recurren a mirar aspectos de la economía del país, su macroeconomía, renta nacional, empleo, inversiones, importaciones y exportaciones, que no es otra cosa que la acumulación de microeconomías y si lo más débil se afecta, también lo hará aquello que agrupa esas debilidades.
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Enfrentar situaciones donde ocurren un conjunto de alteraciones que se producen como respuesta a determinados fenómenos como los que nos aquejan en tiempos de pandemia requiere medidas que permitan aliviar el impacto que aquellas producen. Pero, ¿qué pasa si los recursos son escasos o inexistentes? Pues, hay que apelar a medidas ingeniosas que permitan atender con solvencia lo necesario para las personas, para las empresas, para el país.
¿Dónde poner el paraguas?, la respuesta es obvia, cubriendo a las personas, son las personas las que deben ser priorizadas, sin ellas no hay empresas ni nación, ni estado.
Ejercicios llevados a cabo por gobiernos frente a crisis económicas, independientemente de cómo se generan, nos muestran planes que hay que tener en consideración, cuando los ahorros se van agotando o no hay bolsillo de donde sacar, hay que aplicar medidas de estímulo, contención y recuperación, por ejemplo ante la crisis económica y la recesión que arrastraba EEUU en el año 2009, el presidente Obama, por consejo de sus asesores económicos consideró oportuno aumentar las compras del Estado para estimular la economía, el presidente y sus asesores propusieron un considerable programa de estímulo para aumentar la demanda agregada. El programa propuesto costaría a la Administración Federal alrededor de 800.000 millones de dólares, es decir, alrededor de un 5 por ciento del PIB anual, contenía algunas reducciones de impuestos y un aumento de las transferencias, pero la mayor parte consistía en un incremento de las compras de bienes y servicios por parte del Estado. (Heather Long, 2016). Los defensores del plan sostenían que era mejor aumentar el gasto que reducir los impuestos, ya que, según la teoría keynesiana clásica, el multiplicador de las compras del Estado es mayor que el multiplicador de los impuestos. el multiplicador de las compras del Estado es 1,57, mientras que el de los impuestos es 0,99 solamente. Sostenían que el incremento del gasto público en carreteras, escuelas y demás infraestructuras era la mejor medida para aumentar la demanda agregada y crear empleo, antes de reducir impuestos. El tema pasa por la asignación que se entregue como estímulo de la economía, si es muy pequeña, el impacto será pequeño y no generará el número de empleos suficientes frente al desempleo producido por la crisis. La recuperación económica puede parecer lenta, pero es preferible.
Imponer impuestos, a quienes gozan de una envidiable posición económica, producto de la acumulación de riqueza, es factible, en tanto operan tales recursos en el país que les ha brindado ene posibilidades de enriquecimiento, y sin entrar en particularidades las fortunas que se conocen son caracterizadas en cuasi monopolios o situaciones de envidiable privilegio, ahí cadenas de negocios que el Estado y gobiernos corruptos pusieron en bandeja de plata y con demanda obligada, tipo aportantes AFP.
En ese contexto, el gobierno necesita recursos, hacer caja para manejar la crisis, ha echado mano de lo que tiene, ahorros; impondrá, de considerarlo, un impuesto
legítimo a las fortunas tras facultades que le otorgue el Congreso de la República, y se ha endeudado a largo plazo, aunque con timidez ya que las condiciones de bajo interés son propicias, para conseguir esos recursos. Aquí está el coctel para responder a la pandemia COVID -19. Ese plan debe contener además una recomposición de operadores, que respondan con eficiencia para lograr los objetivos nacionales, con efectivo control y drasticidad contra la corrupción.
Es necesario para un país como el nuestro, que aún clama por ver realizadas sus obras programadas, sumar aspectos que consideren un real reconversión del rol del estado, ese estado que penosamente piensa que desarrollar industrias y empresas productoras de bienes y servicios es ir contra el sector privado, cuando de lo que se trata es de competir y ofrecer mejores condiciones para la población generando además empleo digno, implantar un serio programa de investigación y desarrollo de lo investigado, potenciar fuertemente el sistema estatal único y universal de salud y asumir que se debe dotar de mayores recursos a la educación con uso intensivo de TICs y potenciar la agricultura desde una visión expansiva y protectora de la frontera agrícola rural. Nueva visión para nuevos resultados.