¿De qué hablamos cuando hablamos de belleza?

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sergio cĂłrdoba ar anguren

ÂżDe quĂŠ hablamos cuando hablamos de belleza? Cinco personajes, cinco retratos

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Para mi madre. Que aunque a veces no estĂŠ, siempre estĂĄ.


Bogotá D.C. - Colombia Noviembre de 2015 Autoría: Sergio Córdoba Aranguren Dirección del trabajo: Carolina Venegas Corrección de estilo: Paola Sánchez Diseño y diagramación: Daniel Lara

Trabajo de grado para optar por el título de Comunicador social


Índice |5| Introducción

|8| Cuando el cisne no está en su lago

| 25 | La belleza en la lupa del científico

| 31 | Querer ser el hombre más feo de Colombia

| 41 | La belleza inesperada

| 48 | Una cita con la memoria


Introducción ¿De qué hablamos cuando hablamos de belleza? comenzó con la historia de Mónica, una reina de belleza orgullosa de su título, pero que cuestiona, sin titubeos, la corrupción y la superficialidad de estos certámenes. Cuando estaba haciendo el reportaje sobre este personaje, me pregunté qué era eso que me causaba tanto interés por su vida. Leí las preguntas que yo había hecho en un guión de entrevista y veía que muchas estaban encaminadas en un mismo descubrimiento, el descubrimiento de la belleza. Quería saber, de cerca, cómo y cuál era la presencia de ese tema en su vida. Si ser bella tenía algún poder en su cotidianidad. Deseaba conocer el significado que tenía para ella haber ganado una corona por su belleza física. Quería sumergirme en todo eso. Después de esa reflexión, comprendí que la belleza es un tema que se puede concebir desde varias aristas y sobre el que se puede decir mucho, a partir de distintos oficios o experiencias de vida.

espejo, espejo en la pared, pues la belleza es poder como el dinero es poder y un arma es poder”. Creo absolutamente en esto. En ese libro hablan de belleza en gran parte refiriéndose a la apariencia física, teniendo en cuenta que la protagonista comienza a emprender una vida con muchos contrastes porque recibió un ataque de ácido. Lo interesante es ver cómo le cambió la vida a esa mujer tan bella, después de quedar con el rostro irreconocible y con una apariencia desagradable al ojo humano. Considero que el ser humano desde pequeño desarrolla un gusto por la belleza en todos los sentidos. Yo me maravillaba cuando escuchaba un saxofón y, por supuesto, aún lo hago. Uno puede encontrar belleza y fealdad en casi todo lo que existe en el mundo. Yo encuentro belleza en el silencio en un mundo que está lleno de tanta basura auditiva por cierta música y por todo los sonidos que uno escucha cuando sale a la calle en una ciudad como Bogotá. Encuentro belleza en el funk y en el jazz. Bueno, creo que esa lista como la lista

Una frase famosa en Monstruos Invisibles, de Chuck Palahniuk, dice: “Todo es | 5 |


introducción

de muchas personas sería interminable. Ahora, también encuentro belleza en la apariencia de las personas y es algo que he admirado, de manera especial, desde que tengo memoria. Yo creo que por eso es que me gustan tanto los reinados de belleza. Yo creo que la belleza debe tener mucho poder para que en pleno siglo XXI todavía haya concursos en donde se eligen a la más bella, la banalidad de la banalidad en apariencia.

es un retrato del encuentro con el personaje, de la conversación que se dio, de preguntas y respuestas alrededor de eso que llamamos bello o feo. En ¿De qué hablamos cuando hablamos de belleza?: Santiago Harker, un fotógrafo paisajista, reflexiona sobre la relación con la belleza en su profesión; Mónica Restrepo, una Miss Mundo Colombia, relata la satisfacción e inconformidad que trae consigo ser una reina de belleza; Roberto Amador, un experto en neuroestética, habla sobre cómo el cerebro humano entiende la belleza; Ricardo Cruz, “King Kong”, cuenta qué es ser el segundo hombre más feo de Colombia. Y, junto con estos personajes, María Jiménez Pacífico revela los estándares o no estándares de una modelo de tallas grandes que lidera el movimiento de modelaje plus size en Colombia e Islandia.

La belleza para mí no es un asunto banal en sí mismo, aunque es un adjetivo que siempre ha cargado la belleza para muchas personas. Es curioso verlo así cuando es algo que nos mueve tanto. Todos hemos visto como los hombres son tan dóciles ante la belleza femenina y las mujeres no lo son tanto con respecto a la masculina, pero en ellas mismas se ve la consciencia por la importancia de guardar una armonía y llegar a ser cada vez más bellas. No creo en absoluto que sea algo que esté mal, hace parte de ser mujer: la vanidad.

En estas páginas no se habla de belleza en todas las formas posibles en las que se puede hablar de ello, quise aproximarme solo a algunas maneras en las que esto se puede hacer y para eso acudí al perfil, la entrevista y lo que pueda resultar como híbrido entre esos dos géneros, en cuanto a modelo narrativo se trata. Al final, la belleza también es un pretexto para hablar de otras cosas y eso, tal vez, el lector lo sabrá con certeza al cerrar la puerta de cada capítulo.

Yo hubiera podido hacer un libro en el que hablara solo sobre reinas de belleza o modelos, pero tal vez habría resultado aburridísimo. Yo quise hablar de la belleza en el sentido más amplio que pude. Cada lector se encontrará con cinco voces de personajes que tienen algo que decir sobre belleza, por su oficio o su naturaleza. Cada capítulo | 6 |


introducción

Para elegir a los personajes que serían los protagonistas de las historias, comencé con un listado amplío de posibles candidatos en el que tenía en cuenta variables como: nombre, oficio y una justificación de por qué es interesante y pertinente para mi trabajo. En conversación con mi directora de tesis pudimos determinar cuáles serían las mejores opciones, por lo que esa lista se fue reduciendo cada vez más. Al principio fue difícil buscar esos nombres porque pensaba en qué tan accesibles podían ser para mí, pero no me dejé llevar por eso porque al final el periodista en su oficio debe tener ambición, incluso a pesar de los deadlines. Por esto fue importante contar con varios candidatos, pues en caso de que alguno me dijera que no podía o no quería, podía recurrir a otros personajes.

sonas. Me encontré con varios “no” como respuesta, pero también me encontré con personas que me dijeron que aceptaban que los retrata desde el primer momento. En el periodismo es importante, también, ser consciente del valor de la insistencia. Con la mayoría de personajes puedo decir que fui afortunado por la pronta respuesta afirmativa que me brindaron, pero no fue fácil lograr que Mónica, por ejemplo, aceptara mi propuesta de perfilarla a pesar de que ya la conocía. En general, las personas piensan que sacrifican mucho de su tiempo por algo gratuito y que nos le va a hacer útil de alguna manera, al menos, en un primer momento. De igual manera, considero que las personas guardan mucho su privacidad y, si son figuras públicas, solo quieren que se siga conservando una versión de ellos mismos. Todo esto lo tomé como un panorama de retos y no de problemas. Al final fue una bonita travesía, a la que usted se aproximará con estos retratos.

Una de las conversaciones que tuve con mi asesora, quien siempre me apoyó en la edición de este producto, fue alrededor de la naturaleza de los personajes. En un principio busqué personas que se relacionaran con la belleza, pero solo con una parte de esta. Realmente los candidatos que estaba presentando solo relacionaban con la belleza que retrata la moda, así que repensé los personajes para que realmente reflejaran la diversidad de ángulos y perspectivas que podían mostrar respecto a la belleza.

Sergio Córdoba Aranguren

Todo este trabajo surgió, en parte, a raíz de mi gusto por escuchar y estudiar per| 7 |


Cuando el cisne no está en su lago r e t r ato d e u n e n c u e n t r o c o n m ó n i c a r e s t r e p o

— Tú tienes novio, pero igual tendrás muchos admiradores…

vicios, no me voy de fiesta y no me voy de paseos con gente. No soy ni mejor ni peor persona por eso, pero soy diferente. Es como he vivido toda mi vida. Y la gente me pregunta: “¿Vamos a tomar?” y yo no quiero irme a tomar nada. Si salgo con alguien es porque vale la pena o porque me va a aportar algo, pero no quiero salir por salir, para volverme mierda y emborracharme. La gente quiere eso, una novia para salir y para ir a bailar y yo no soy así, entonces cuando ya saben cómo soy me dicen: “¡Uy no, eres súper aburrida!”.

— No, cero. Oye, ¿te cuento algo? Cuando la gente se da cuenta de quién soy, se abren. — ¿Por qué? — Porque sí. Nuestra generación es muy rara o yo soy la rara. La gente puede dejarse llevar por una imagen. Que a uno le hablen por publicar una foto es horrible. Pienso: “Pobre man, no quiero hablar con él”. Yo no soy de salir, no tomo trago, no me he emborrachado jamás, no tengo

Yo soy aburrida para todo el mundo, no soy la clase de mujer que buscan los hombres

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Me vi con Mónica en Santa Bárbara, un barrio en el norte de Bogotá donde ella vive hace diez años. Me citó en Friday’s, pero luego me dijo que la buscara en Archie’s. Al final ella almorzaría allí. Yo solo me preguntaba cómo una modelo puede escoger entre comer en un restaurante de comida americana, en el que ningún plato tiene menos de trescientas calorías, o hacerlo en un restaurante de comida italiana, en el que la harina ejerce su dictadura con total libertad.

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Ambas competencias otorgan el título de ser la mujer más bella del mundo a la participante ganadora, después de evaluar su belleza física, porte, oratoria y pasarela. Mónica tiene una piel cuidada, pelo abundante, rasgos bien hechos, pestañas espesas, es delgada y tiene una figura parecida a la que se ve en las fotos que le tomaron para la revista Soho. Sin embargo, estas características las cumplen miles de colombianas más. Su belleza, tal vez, es la armonía que transmite su apariencia y la actitud que tiene de no saber que es linda, aunque lo sepa.

Cuando llegué a Archie’s, la que había sido Reina Niña de la Policía, la que había sido Campeona Nacional de Natación, en modalidad fondo, y la que había sido Miss Mundo Colombia, me saludó con un abrazo. Su cordialidad se debía a que nos conocíamos por un trabajo que tuve en una revista durante algunos meses. Ya sabía que me iba a encontrar con una mujer que sí tiene estampa de haber conseguido un título de belleza. La recordaba como una Miss Mundo Colombia, pero cuando la vi me sentí al frente de una Miss Mundo, quien tiene la misma categoría en los concursos de belleza de una Miss Universo. Miss Mundo es un concurso de belleza que se creó en Londres en 1951 y es popular en Asia, África y gran parte de Europa. Miss Universo se originó en 1952, en Nueva York, y es un certamen conocido, sobre todo, en América y Asia.

Mónica Restrepo nació en Bogotá, en junio de 1990. Vivió con sus padres hasta cuando tenía diez años, luego su papá hizo un hogar aparte. Su mamá es una abogada muy trabajadora, con quien tiene una relación cercana y de confianza. La Miss Mundo Colombia 2011 cuando tenía doce años no jugaba con coronas, ya se las ganaba. En sus vacaciones de colegio viajó con su familia al Club Militar en Girardot y allí fue donde se alzó como la Reina Niña de la Policía en el 2002. Sin embargo, nunca hizo parte del grupo de niñas que jugaban a ser princesas, prefería los carritos y el Nintendo. Desde ese entonces cree que tiene más desarrollada su parte masculina que femenina.

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Aunque sí le gustaban los reinados, nunca se vio como una reina. Al final, parecía que solo hubieran transcurrido minutos desde que fue al casting de Miss Mundo Colombia, en el 2011, hasta que representó al país en Londres, en el mismo año. Mónica ya tiene veinticinco años y dice que ve la vida de una manera muy distinta a como la percibía cuando fue reina hace cuatro años. Cuando ya tenía un sí en el casting de Miss Mundo Colombia, le asignaron representar a Bogotá en el certamen. La misma organización de Miss Mundo Colombia es la encargada de elegir qué candidata representa a qué departamento o ciudad. Esto es contrario a lo que pasa en el Concurso Nacional de Belleza, pues en este certamen cada comité departamental envía a su candidata a competir en Cartagena. Mónica, en parte, también se ganó su cinta porque ya había desfilado en varias ocasiones y su carrera de modelaje había comenzado en la universidad, cuando un grupo de estudiantes de diseño le propusieron desfilar su ropa en el Círculo de la Moda de Bogotá. Antes de que llegara la noche en la que la coronaron como Miss Mundo Colombia en el auditorio William Shakespeare del Colegio Anglo Colombiano en Bogotá, la organización hizo varios concursos: mejor cuerpo, mejor cara, mejor pelo, mejores piernas, mejor cola, mejor sonrisa, mejor boca. Casi que cualquier rasgo o poro de las candi-

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datas merecía ser reconocido. A Mónica la premiaron por tener el mejor pelo. En la noche final todas las candidatas están vestidas por el mismo diseñador. A cada una le dan la indumentaria con la que, tal vez, recibirán los flashes como la nueva Miss Mundo Colombia. Ninguna puede escoger su vestido. A Mónica le tocó uno de seda, entre azul y verde, con un área brillante. Ningún estilista de la organización quiso maquillarla ni peinarla cuando estaban en los camerinos, pero a otras sí. Su arreglo se lo debe a las candidatas que representaron a Santander y Casanare. En ese momento Mónica quería irse, tres semanas antes Mónica también había querido irse. — Yo pensé en retirarme del concurso porque había muchos chismes de que iba a ganar una persona o de que ya estaba arreglado y pues me dije: “Yo no me voy a aguantar esto, no lo necesito, me voy de acá”. — ¿Y tú estabas acostumbrada a maquillarte, a andar en tacones y todo eso? — No, ni siquiera todavía, pues mírame. A mí me fascinan los tacones, me gustan los vestidos, me gusta el maquillaje, me cuido en la alimentación. Me parece importantísimo no ser dejado. Más como mujer porque la mujer también significa eso, pero ir a la peluquería me tortura, yo lo odio. Hacerme las uñas me da duro.

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Yo prefiero estar en zapato plano, sin maquillaje, ser yo y no estar montada como un maniquí porque al final esa no eres tú. Yo no tengo cirugías, solo tengo la cirugía de la barriga, que no es estética. Mientras Mónica se devolvía en el tiempo y se imaginaba con su corona dorada y alta, a la mesa llegó lo que había pedido de almorzar. Ya eran cerca de las cuatro de la tarde. O no tenía mucha hambre o, lo que creo, estaba concentrada en contarme algunos focos de su vida, porque el plato se vio vacío hasta las cinco y media. Era una porción de pasta que trascendía lo razonable, acompañada de hierbas y mucho tomate. En medio de la conversación, ella me veía a mí y veía a la ventana que comunicaba al restaurante con una avenida, la cual estaba sumergiéndose en la “hora pico”. El tiempo en el que los habitantes de Bogotá comienzan a salir en masa de sus trabajos. La noche en que Mónica se volvió Miss Mundo Colombia fue la primera en desfilar. Llamaron al top quince. Llamaron al top siete. Llamaron al top cuatro. Le preguntaron que a qué se dedicaba una Miss Mundo en el mundo. Llamaron a la tercera finalista, a la segunda finalista, a la virreina y a la reina: Bogotá. Aunque Mónica por un momento creyó que habían dicho Boyacá, que también estaba en el top cuatro.

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— ¿No te morías por ganar? Me escuché decir y exagerar. — No, a mí me vale huevo. Yo no es que me muera por algo en la vida. Es muy raro que a mí algo me deslumbre. No me moría por eso. Cuando ya tenía la cinta en su pecho y la corona en su cabeza, lloró. Me dice que desde el escenario alcanzó a ver su mamá gritando y que, por último, desfiló como la nueva Miss Mundo Colombia. Me expresa esto con un tono de sátira, como burlándose de sí misma. Por haber obtenido el título de Miss Mundo Colombia, Mónica se podía operar todo el cuerpo si quería, pero no quiso. Tenía la opción de hacerse un diseño de sonrisa, pero tampoco quiso. No quería reírse igual a todas. Se ganó también vestidos de baños y un traje amarillo con el que luciría la cinta de Colombia en la noche de coronación de Miss Mundo, competencia en la que podía participar por haber obtenido el título nacional de belleza. La beldad tuvo dos meses para preparar su representación internacional. La corona posó sobre su cabeza el 18 de agosto de 2011 y el 18 de octubre preparó el equipaje que iba a llevar a Londres, a Miss Mundo. Mónica solo tenía sesenta días para hacer lo que podía hacer y lograr destacarse entre 113 candidatas. Su preparación se centró en mejorar su caminar en el escenario con

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ayuda de Hitler, el profesor de pasarela del concurso en Colombia. También ensayó la prueba de talento que debía presentar en la competencia internacional. Eligió cantar “Love Can Build a Bridge” de The Judds. Realmente, fue poco lo que el certamen local hizo para proyectarla como una Miss Mundo. Ella se queja y dice que así pasa, y que luego se lamentan de que las candidatas figuren en el puesto treinta. Londres, 6 de noviembre de 2011. Centro de Exhibiciones Earls Court. En el recinto hay veinte mil espectadores, exactamente la mitad de asistentes de un clásico de fútbol en el estadio El Campín. A tres minutos de que se acabe la gala televisada de Miss Mundo 2011, Julia Morley, la dueña de la organización de belleza, llama a la tercera finalista entre siete reinas, el top siete en el que no figura Mónica. Puerto Rico se despide de sus compañeras más cercanas con una sonrisa de agradecimiento falso para recibir la diminuta y brillante corona por su tercer puesto. Con un vestido rojo, tal vez muy sencillo para el escenario suntuoso de Miss Mundo, Filipinas camina hacia el centro de la tarima para recoger una réplica de la corona que Puerto Rico acabó de ganar, pero esta vez por su posición de primera finalista. Los gritos se alzan sin que se pueda distinguir lo que dicen. Es posible que sean voces que apoyan a Inglaterra, Escocia, Sudáfrica o Corea del Sur, que

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hacen parte de las finalistas, pero Morley al final anuncia a Venezuela: Ivian Sarcos Colmenares. Una morena huesuda de 1.80 metros que se corona como la mujer más bella del mundo con un vestido rosado que recuerda a un flamenco, pero también el ajuar de una quinceañera. Mónica no pasó al top siete. Ni al quince. Ni al veinte. Ni al treinta y uno. — Ivian es divina, pero cuando tú te vas del concurso te das cuenta de que ya todo está arreglado, empiezas a atar cabos. Por eso a ella le tomaban fotos sola. Todas teníamos fotos en el London Eye o en el Big Ben por grupos, mientras que Ivian sola. O hay unas que empiezan a desaparecer de repente y esas viejas fueron las que quedaron de finalistas. Yo digo que obviamente a uno no lo escogen la noche de coronación porque son ciento veinte niñas, nadie va a escoger ese día. Es una vaina de países y de muchos otros intereses que se esconden desde hace mucho tiempo. — ¿Y qué interés crees que tenía Miss Mundo en coronar a Venezuela? — Yo creo que por entrar al mercado latino. Porque es que Miss Mundo es muy importante en Europa y Asia, Miss Universo allá no es nada. Entonces Julia Morley, que es la dueña de Miss Mundo, quiere hacer que a los latinos les guste Miss Mundo, porque acá solo vale Miss Universo. Creo

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que por eso y también porque la historia de Ivian es muy pesada. Le dio la oportunidad a esta china que, linda y todo, es huérfana y ella siempre hablaba de eso. Es divina, divina, divina, pero tampoco era la mejor. La más linda era Australia. Si yo hubiera ganado eso, yo corono a Australia. No, esa mujer: 1.80, blanca con el pelo hasta la cintura negro y los ojos claros. DIVINA. Mónica, con la reflexión que pudo haber tenido durante cuatro años luego de haber concurso en Miss Mundo, me dice que ella sabía que no iba a ganar y cree que ella ni ninguna reina de belleza se pueden frustrar por eso. Era una corona casi para ciento veinte. — Físicamente todas eran divinas, había un nivel muy alto. — ¿Ahí tú te sentías fea? — No, en la vida me he sentido fea. No, yo también era divina, pero había unas viejas que uno acá no ve, ¿me entiendes? Todo el mundo en su estilo. Si me comparas con la de Sudáfrica, una negra divina, yo no puedo ser más linda que ella ni ella que yo. Somos distintas. Le pregunto que si sabe quién es la actual Miss Mundo. Una sudafricana alta con un rostro bello, la abanderada actual del legado “Belleza con propósito” que la organización Miss Mundo se ha encargado de posicionar desde hace 64 años. Mónica

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intenta adivinar quién es. Me pregunta que si fue la reina que ganó cuando la gala fue en Bali. Que si es rubia. Que si hablo de la que ganó cuando Daniela Ocoro fue a representar a Colombia. Me dice que ella coronó a “Dani Ocoro”. Al final acepta que no tiene ni idea. Me dice que se desilusionó de ese mundillo de competiciones de belleza luego de que ella fue reina. Antes veía el Concurso Nacional de Belleza, Miss Universo, Miss Mundo y cualquier reinado que tuviera oportunidad de ver. — ¿Crees que hay mucha fantasía alrededor de los reinados? — Pues cubrir el Reinado Nacional de Belleza dos meses, por encima de todo lo que pasa en este país. Darle tanta importancia a veinte viejas cuando la gente se está muriendo de hambre y con todo el conflicto que hay acá. La gente debería abrir los ojos. Hacerle toda esa cobertura a un concurso de belleza es súper frívolo y no estoy de acuerdo. Por eso me gusta más Miss Mundo, porque no es mediático para nada. Por eso la Miss Mundo puede ir por la calle, montar en bus y nadie le va a decir nada. Porque en Miss Mundo Colombia no les interesa sacar una niña que va a ser actriz o presentadora. No le comen tanto a salir en RCN o Caracol, no le comen tanto a la fama.

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Darle tanta importancia a veinte viejas cuando la gente se está muriendo de hambre y con todo el conflicto que hay acá. La gente debería abrir los ojos. Hacerle toda esa cobertura a un concurso de belleza es súper frívolo y no estoy de acuerdo .

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Pensar en cultivar un personaje online es algo muy característico de mi generación. Varios se “stalkean”, se “googlean” y se obsesionan con pensar en la imagen que están proyectando en una pantalla, que quieren y no quieren mostrar. Mónica hace parte de mi generación y sospecho que sufre de lo mismo, pero al final mi presunción resulta ser equívoca. Mónica no se ha buscado en Google y me dice que no lo hizo ni cuando era la flamante Miss Mundo Colombia, pero le parecía lógico que algunos hablaran mal de ella e hicieran ver su desazón con sus comentarios en el ciberespacio. En el caso de las reinas de belleza, siempre hay gente que tiene sus favoritas y delira cuando su candidata predilecta no ganó. Me habla con hostigamiento de Facebook. — Tú nunca vas a ver que una persona publique una foto peleando con la mamá o el novio, o firmando un divorcio. La gente siempre está feliz, siempre de viaje, siempre sonriendo, nunca tiene problemas. Todo el mundo es celebridad. Todo es perfecto, todo es perfecto, todo es perfecto. La vida no es así, eso es pura mierda. Ahora Mónica se está comiendo un postre. Siempre está comiendo algo que una reina de belleza o una modelo, en teoría, no debería consumir. O al menos no un día que no sea en un fin de semana. Por actos así es que a veces se me olvida que

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estoy hablando con una reina de belleza, pero un grupo de cinco amigos que superan los setenta años de la mesa de al lado se encargan de recordármelo. La miran, me miran, la miran, la miran y la vuelven a mirar. Ella deja caer un foulard negro que lleva puesto y uno de esos hombres lo levanta y se lo entrega, ella sonríe y dice: “Gracias”, con el tono de la reina de belleza que alguna vez fue. Mónica me sigue hablando, el hombre no esconde su cara de encantamiento por escucharla y yo me río al ver qué tan pequeño se vuelve un hombre ante una mujer con el tipo de apariencia que merece ser televisada. Mónica me dice que, para ella, España era la ganadora de la última versión de Miss Universo en la que ganó la colombiana Paulina Vega. Me cuenta que no se vio la gala de coronación, pero su mamá la despertó al día siguiente para decirle que Colombia tenía una segunda Miss Universo. Admite que existe la belleza evidente, la belleza que grita y la que uno no puede mirar solo una vez como la de Desiré Cordero, la española de la que habla. Aunque también acepta que cualquier mujer con maquillaje, cirugías y ropa bien elegida, está condenada a lucir bien en televisión. Piensa que no es poco lo que la fama endiosa y al final todo el mundo es común y corriente. Ella, la reina de belleza, cree que la gente se deslum-

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bra demasiado por la belleza y, sobre todo, los hombres. — Es que la Miss Universo no es tan linda. Es una mujer normal, como uno. Una niña bonita de universidad. “La belleza está en los ojos de quien la mire”, “La belleza es subjetiva, “La belleza es relativa”. Estas son ideas que se escuchan cuando se habla sobre belleza, pero hay otras voces que están convencidas de que hay categorías estéticas alrededor de la apariencia física ideal en Occidente y por eso el cuento de la subjetividad no es del todo cierto. Por eso, las reinas de belleza y las modelos pueden resultar atractivas para un gran número de personas. Quiero decirle entonces a Mónica que no tiene una apariencia común porque sus medidas, sus rasgos y su delgadez clasifican en la belleza a la que muchos hombres en Colombia le prenden vela y varias mujeres miran con el desdén que traduce envidia. Me dice que si llegara una mujer rubia de ojos azules, ella no tendría nada que hacer. Cree que la belleza es como decirle al mundo que la Mona Lisa es más bonita que cualquier otra vieja y me insiste en que no la pueden comparar con una morena de Sudáfrica o de Ghana. Para ella, la belleza sí está en los ojos del que la ve. Entonces le pregunto si esa belleza, que encuentran algunos y algunas en ella, la ha privilegiado.

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— Es un arma de doble filo. Si tú eres bonita, te encasillan en que eres bruta, no hay nada que hacer. Uno podrá tener doctorados o maestrías, pero la gente siempre va a decir: “Quién sabe cómo llegó a eso, cómo obtuvo esos títulos, pero esa es bruta”. La gente no puede creer que una mujer pueda tenerlo todo, pero a veces sí, así les duela. Y a uno muchas veces lo odian por eso, pero eso no es culpa de nadie. Obviamente tiene muchas ventajas, se te abren puertas para conocer gente, para que te escuchen, de pronto te escuchan más. Aunque si una entrevista de trabajo te la hace una mujer y te ve muy bonita, no te va a dar el trabajo. Va a decir: “Yo no voy a meter a esta vieja acá porque me va a quitar a todos los manes”. Varios profesores me la montaron en la universidad. Tenía uno de filosofía y el tipo me buscaba entre la clase magistral de ciento y pico de estudiantes, entre las filas, solo para preguntarme a mí. Las mujeres son muy envidiosas. Una mujer no se va a alegrar porque tú seas reina o porque la gente te admire por tu belleza. Contar con un buen amigo es muy difícil, los hombres se acercan mucho para tener algo más contigo. Todos quieren ser tu novio o algo más y si no entonces no se ven contigo. Aunque sí tiene cosas buenas: poder ser reina. ¿Cuántas mujeres pueden decir que han sido reinas? Muy

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Uno podrá tener doctorados o maestrías, pero la gente siempre va a decir: “Quién sabe cómo llegó a eso, cómo obtuvo esos títulos, pero esa es bruta”. La gente no puede creer que una mujer pueda tenerlo todo, pero a veces sí, así les duela .

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pocas. ¿Y que ganaron concursos nacionales? Pues más pocas aun.

alimentar con suero fisiológico en el tiempo en que estuvo hospitalizada.

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— Me veía como un cadáver, era como un esqueleto. Los huesos se me notaban completamente. Lo único que no se me acabó fue la cola.

El 8 de mayo de 2012, el día en que Mónica iba a dejar de ser reina de belleza o, al menos, se despojaría de su título para entregárselo a la nueva Miss Mundo Colombia, entró a urgencias a la Fundación Santa Fe de Bogotá por una apendicitis. TAC en el abdomen, pruebas de sangre, ecografía. Transcurrieron cuatro horas y le dijeron que su apendicitis se había vuelto un plastrón apendicular. Una complicación en la que algunas membranas del estómago se desplazan hacia el apéndice para evitar una peritonitis. También tenía una obstrucción intestinal y un quiste hemorrágico. Tal vez, si hubiera resuelto ir a la gala para entregar su corona y esperar unas horas más para que la diagnosticaran, la complicación habría acabado con ella. Un plastrón apendicular tiene el mismo poder de conducir a la muerte que una peritonitis. Las molestias habían comenzado dos semanas atrás. Cuando fue al médico y la enviaron a su casa con un remedio para la gastritis, que fue lo que le dictaminaron. Mónica no tenía gastritis, tenía apendicitis y su cuerpo la sufrió durante quince días. No comió en veinte días. Cuando entró a la clínica pesaba cincuenta kilos, cuando salió pesaba cuarenta kilos. Solo se podía

— ¿La cola? Le pregunto, creo que me alienta un poco de trivialidad en medio de un panorama tan incómodo. — Siempre la he tenido, tú ves fotos que me tomaron cuando tenía dos años y tengo cola. Antes de que el equipo médico de la Fundación Santa Fe de Bogotá pudiera acabar con el plastrón apendicular, a Mónica la trataron con un antibiótico que le disminuyera la infección interna que tenía. Sin esto no podía haber operación pues, según los doctores, su colon o intestinos podían resultar afectados. Todas las mañanas una enfermera la chuzaba con una jeringa en varias partes del cuerpo para comprobar el estado de su sangre. Luego de una apendicectomía, en la que le abrieron el estómago, Mónica despertó quejándose por la intensidad del dolor. Vio la cicatriz en forma de raya que había dejado la operación y pensaba que debía quedarse quieta o por ahí se le saldrían las tripas. Pidió más anestesia, pero ya tenía la dosis máxima que soportaba su cuerpo. Si recibía más, le podía dar un paro cardiaco. Tenía que aguantarse el dolor. Me

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dice que en ese instante no reconocía a las personas que estaban ahí y no entendía lo que estaba pasando. Ella no estaba ahí. Esos días leía y veía televisión, pero no tanta, no como quería. Los comerciales de comida le recordaban todo eso que no podía saborear. Le pregunto por la sensación de no llevarse nada a la boca durante tanto tiempo, por la sensación de sentir la lengua inútil. — Te provocas de todo. Te antojas hasta de lo que no te gusta. Cuando estás en esas circunstancias valoras hasta poder tomar agua y yo ni agua podía tomar. Yo me acuerdo que yo pensaba que nada iba a poder ser igual, yo le preguntaba a mi médico si me iba a poder volver a comer una pizza o una hamburguesa. Mónica busca una mirada de comprensión en mí y continúa: — ¿Uno a veces no agradece muchas cosas, no? Las oportunidades que tienes. Yo siempre he sido como soy desde que nací, he creído en lo que creo y tengo la conciencia que tengo. Es una oportunidad que Dios le da a muy pocos porque la gente vive distraída y metida en lo que nos ofrece el mundo, que son cuestiones muy superficiales y a veces uno se deja consumir por eso, por muchas cosas, como por lo del reinado.

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*** Ahora estamos en un café en Unicentro. Un centro comercial que queda cerca de donde Mónica vive con su mamá, su padrastro y su hermana, que apenas tiene dos años. La misma edad que Mónica tenía cuando comenzó a nadar. A los diez ya entrenaba ocho horas diarias. En el 2005 fue Campeona Nacional de Natación en modalidad fondo, en la que concursó con cerca de sesenta niñas de la categoría infantil. Antes de una competencia siempre dejaba de comer carne, lo esencial era cuidarse con la alimentación para tener más energía y que el cuerpo no tuviera pesadez. — Siempre fui muy disciplinada y estuve alejada de muchas cosas de la gente de mi edad: las fiestas, el trago, el cigarrillo. Yo era una nadadora de alto rendimiento. Mi vida era el colegio y la natación. El fin de semana iba a torneos y en las vacaciones iba a competencias nacionales. Yo nunca estuve por ahí faroleando. En los días del reportaje veía a Mónica en un café, en un restaurante, en un parque mientras caminaba a mi lado y en televisión. En esas semanas, no menos de siete veces al día, ella aparecía en televisión nacional por un comercial en el que promocionaba una crema para cicatrices junto a otras dos mujeres. Una de ellas también había sido reina de belleza: Susana Caldas Lemaitre. Mi

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curiosidad le preguntó si ya se había visto en el comercial, si le habían pagado bien y si era escritora. Mientras Mónica decía: “Es como tener un peeling en casa, me encantó”, un texto la avalaba como escritora en la parte inferior de la pantalla. Antes de contestarme que no ha podido ver el comercial porque, en parte, no ve televisión nacional y que le pueden pagar, en pesos colombianos, entre $3.000.000 a $3.500.000 por ser el personaje principal o alrededor de $1.200.000 por ser figurante, le pregunta a su novio si él ya la ha visto en televisión. Él está a su lado y parece ser uno de esos personajes que ha participado en tantos comerciales que uno podría pensar que es famoso, o al menos eso creí cuando lo vi. — No, yo no soy escritora, qué pena. Yo no fui, que vergüenza. Yo les dije que era artista, que había estudiado eso. Me dijeron que las artistas son muy feministas y hippies y ellas nunca usarían un producto como el que estaban promocionando. Mónica estudió arte en Bogotá, en la Universidad de los Andes. Quiso estudiarlo para tener una visión diferente del mundo, para tener una estructura mental distinta. Me dice que no hace esculturas, no pinta, que no puede ni calcar y por eso no tiene ninguna obra. Con una voz grave me expresa que los artistas son los únicos que

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han podido cambiar el mundo o impactarlo de alguna manera significativa. Dice que el arte le quitó el velo que la cultura de Occidente le pone al ser humano, fue por el arte que comenzó a cuestionarse. — Los artistas no siempre son los que pintan, ni los que pintan son artistas. — Ni las que aparecen en televisión. — Ah no, esas son reinas que se volvieron actrices. Me dice mientras cambia su voz al tono más burlesco que se permite. Mónica no es actriz ni presentadora y nunca ha querido serlo. Ahora se dedica a vender productos para una alimentación saludable, que hacen parte de un multinivel llamado Zrii. No quiere ser una asalariada con un horario de 8 a.m. a 5 p.m., quiere viajar y me dice que con esta ocupación puede vender desde cualquier parte del mundo. Eso es libertad. Eso le gusta. *** — Es tenaz. Eso sí, uno no va a tapar el sol con un dedo. El mundo funciona como funciona y el sistema es lo que es. Tú puedes ser una persona chévere y todo, pero las cosas no van a dejar de ser por ti. Mónica habla sobre la supuesta voracidad del circuito del modelaje. Habla de la voracidad del circuito del modelaje. Dice que no todas las modelos son brutas, como cualquier persona desprevenida

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Eso sí, uno no va a tapar el sol con un dedo. El mundo funciona como funciona y el sistema es lo que es. Tú puedes ser una persona chévere y todo, pero las cosas no van a dejar de ser por ti .

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podría pensar. La mayoría son mujeres que estudian o estudiaron, pero hacen parte de un paisaje superficial por el que se comienzan a valorar. Sonreír frente a una cámara podría ser una habilidad no muy compleja, pero llegar a estar frente a esa cámara, con tantas que quieren y lo podrían merecer, es una cruzada. Cada puesto cuesta, cada contrato cuesta, cada sonrisa cuesta. — Yo me acuerdo una vez que estaba en la Semana Internacional de la Moda de Bogotá, en el desfile de una diseñadora de carteras. Una modelo se me acerca y me dice: “Ay, marica. En la prueba de vestuario dejé mi reloj”. Yo le dije: “¿Pero era muy caro?” Y me dice: “Sí, era un Rolex”. Le pregunté: “¿De cuánto?” Y me respondió: “De doce mil dólares”. Yo pensaba: “Cómo puedes tener eso, cuando te pagan $400.000 por desfilar, por salida”. Me dijo: “No, me lo regaló mi novio”. ¿Qué novio a uno le regala un Rolex? Pues es diferente cuando un millonario se lo regale a uno por ser la esposa, ¿pero uno chiquito y recibiendo un Rolex? Le pregunté: “¿Quién es tu novio?” Y me dice: “Pues qué importa si me está dando cosas” y se fue. A la semana tenía otro Rolex. Mónica no tiene contrato de exclusividad con ninguna agencia de modelaje, califica algunas como siniestras y abusivas. Una vez la llamaron y le dijeron que estaba seleccionada para un viaje a las Islas Sey-

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chelles como acompañante de un grupo de diplomáticos. Como si su consentimiento y opinión moral no tuviera valor por tratarse de un viaje a las islas Seychelles. — Una modelo me contó que un día iba de camino a la agencia y una persona le dijo: “Oye, ¿pero tú no estabas de viaje? Es que acabé de hablar con los dueños de la agencia y me dijeron que tú no estabas”. Entonces inventan unas cosas para presentar a unas y mueven todo para esconder a otras. Yo me alejé, rompí mi contrato y me puse a trabajar con agencias comerciales que son más honestas. Ahora me señala un vaso de café que hay en la mesa. Uno que ella se debía estar tomando, pero dejó enfriar por mis preguntas. Me dice que no es un vaso cualquiera y que sabe que tiene un sentido en nuestra cita. Eso le gusta. Encontrarle el alma y el sentido a los objetos. Esa sensibilidad la encuentra en la poesía, es lo que más le gusta leer y escribir como procedimiento de catarsis, sin pensar en que lo va a publicar. — ¿Y estás escribiendo en este momento? — Lo he dejado mucho, tengo que cambiar eso. Ahora mi vida está muy tranquila entonces no me inspiro tanto. A mí me pasa eso. Cuando yo estoy triste, deprimida, o las cosas no se me dan, me inspiro mucho. En este momento estoy muy bien entonces he parado.

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— Bueno, ya continuarás. — Hmm no. Me dice con un medio sonreír de que ojalá no. 5:17 p.m. Calle 127 con carrera 15. Bogotá. Mónica me pregunta que si me voy en taxi, me dice que ella sí lo hará. Yo voy al occidente de la ciudad y ella va al oriente, donde la vida en ese momento parece más amable. Para ir al oriente todavía hay libertad de escoger en qué movilizarse, para el occidente la única posibilidad es aceptar que no puedes esperar menos de una hora para llegar a casa, si no llevas una bicicleta. Bogotá es hostil, pero no parece serlo tanto cuando veo a Mónica, a la luz del sol, con una chaqueta gris de piel falsa que le quitó el aire roquero que tenía su look en toda la entrevista. Ahora veo a Mónica menos terrenal y, tal vez, también lo hace un hombre que pasa junto a nosotros. Un hombre que camina distraído, pero ahora parece tener el desasosiego de haber visto a un cisne que no está en su lago. †

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La belleza en la lupa del científico r e t r ato d e u n e n c u e n t r o c o n r o b e r to a m a d o r

El científico me abre la puerta de su oficina en la Universidad Nacional de Colombia, está vestido de traje y corbata. En el interior de este lugar hay módulos que parece que no han cambiado mucho desde los años setenta. Este espacio está pensado para que aquí se traten todos los temas que conciernen al Departamento de Patología de la universidad, que Luis Roberto dirige. El doctor Amador no se preocupa por hablar rápido, se toma el tiempo para encontrar las palabras

exactas con las que desea expresarse. Su terminología, en ocasiones, interrumpe su cometido de sonar comprensible. Es cordial y mira a los ojos con pausa, mientras piensa en cómo controlar la situación que lo rodea. Me interroga sobre si la lista de preguntas es de solo una página, me dice que para qué es la entrevista y, en la mitad de la conversación, me interrumpe para cerciorarse de que apaguen un extractor que tiene la intención de arruinar la grabación de audio de la entrevista.

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Luis Roberto Amador es de esos señores serios a los que se les puede llamar doctor. Sí, con determinación. Amador estudió neurología en la Universidad del Rosario en Colombia y luego se especializó en Neuroinmunología en la Universidad Rockefeller de Nueva York. Tiene una cátedra en Neurociencias en Arte y Cerebro en la Universidad Nacional de Colombia. En este curso, Amador enseña cómo funciona el cerebro humano respecto a los estímulos que se despiertan por manifestaciones artísticas e ilustra sobre la importancia de la integración sensorial en el aprendizaje. Roberto ha viajado a países como Suiza, Tailandia, Kenia, Costa de Marfil, para instruir sobre lo que sabe. ¿Cómo se comporta el cerebro ante un estímulo que categoriza como algo bello? ¿La belleza alcanza un nivel de objetividad en el campo biológico? ¿Cuál es la relación entre el cerebro y el arte? ¿Desde qué edad comenzamos a hacer juicios de valor en torno a la belleza? Estos fueron algunos interrogantes que alguna vez me hice y por los que decidí hablar con un experto en neuroestética. Cuando pienso en belleza aparecen solo poemas y canciones en mi cabeza que hablan de lo etéreo de su naturaleza, por lo que considero que es prudente hablar también sobre la estructura y las condiciones de fabricación del cerebro humano ante aquello que llamamos belleza.

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— ¿Cómo el cerebro humano percibe la belleza? Hay que tener en cuenta que el ser humano es producto de la evolución, entonces la belleza se convierte en algo que se construye a través de esto. Darwin lo demostró y un ejemplo es la atracción que ejerce el pavo para atraer a la hembra, o el canto del pájaro para atraer a la hembra. La belleza es evolutiva, se encuentra en los animales y el ser humano también tiene eso. O sea que la atracción y la exageración se convierten en puntos muy importantes para la supervivencia. Todos los bebés, tanto de los animales como del ser humano, en general son bonitos para que haya cierta atracción, precisamente para que no los boten. — ¿Cómo se va construyendo el criterio de cada quien sobre lo bello y lo feo? Cuando el bebé está con papá y mamá es acariciado, escucha canciones de cuna. La mirada de la madre es muy importante, el bebé ya tiene neuronas y redes en el cerebro que detectan los movimientos de los ojos y la sonrisa de la mamá. Entonces a partir de eso el bebé empieza a comprender y a desarrollar emociones más complejas. Cuando nuestros padres nos consienten y nos acarician, están haciendo que unas neuronas aparezcan en ciertas regiones del cerebro, las cuales hacen parte del

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Todos los bebés, tanto de los animales como del ser humano, en general son bonitos para que haya cierta atracción, precisamente para que no los boten .

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sistema con el que nos vamos a adaptar al estrés. Esa región orbitofrontal va a convertirse en la base de la estética y la estética es la base de la ética y la moral. O sea que la estética, la ética y la moral no son metafísicas sino son biológicas. — Usted define como “el arte de todos los días” al hecho de que alguien se preocupe por arreglarse o peinarse de cierta manera con el objetivo de atraer personas. Se supone que la parte social consiste en que uno sea significativo con lo que hace para las demás personas. El arte que está en los museos era lo significativo de algunas personas que fueron muy importantes en su momento y que los museos coleccionan para que nosotros sepamos hasta dónde llegó la sociedad en esa época, pero el arte es la forma de expresar nuestro pensamiento. Ahora estamos hablando los dos, yo estoy haciendo mi puesta en escena, me estoy inventando un cuento y trato de ser significativo para que se comprenda lo que estoy tratando de decir. Eso es arte, una forma de expresión. Entonces realmente el arte está en la cotidianidad y el pensamiento siempre es con sentimiento, o sea con estética. A uno no le pueden quitar la estética porque eso somos. La razón no es pura porque también está la intuición. La belleza y la atracción hacen parte de eso.

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— ¿El arte es algo que la humanidad se inventó para vivir y para adaptarse? Sí porque si decimos que tenemos moléculas y redes para crear, entonces esas mismas redes, que son las del placer, son las mismas de la sexualidad. Nuestros primos los lobos cuando tienen conflictos los resuelven con sexo, pero nosotros no estamos resolviendo los conflictos a punta de sexo. Entonces creamos el humor, es de las cosas más fáciles para resolver los conflictos. Nosotros nacimos para encontrar el porqué de las cosas y cuando no lo encontramos creamos algo sobrenatural: las musas, los dioses, las divinidades. Con la creación del arte, sobrevivimos. El que no crea en nada va a tener dificultades de sobrevivir cuando tenga problemas. — ¿Usted en qué encuentra belleza? En toda la naturaleza, el cuerpo y el arte como la danza, la música y la pintura. — ¿Qué le parece bello en la pintura? Tanto lo formal como lo conceptual. A medida que uno va conociendo el arte de manera más profunda, le van atrayendo muchas cosas diferentes y si no se queda solo en lo formal: “Está como bonito”, y punto. Cuando uno comienza a encontrar que el pintor pensó esto, fue en tal época y estaba en tal lugar, uno empieza a per-

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cibir que lo conceptual es muy bello. Es como cuando uno ve las estadísticas de un país y se la presentan en tortas o de cierta manera, uno dice: “Qué elegante o qué bonito”. Aunque eso depende de la cultura que uno tenga porque puede llegarle a gustar cosas más extremas. Otros entran a una casa llena de pinturas y no se dan cuenta de qué había. Uno tiene que ser sensible, los padres le enseñan a uno desde pequeño a ser sensible con el pollito, con la mata, o con la mascota, y así se va creando la sensibilidad a absolutamente todo. — ¿La belleza es útil a nivel biológico? ¿Qué produce en el cuerpo humano percibir un estímulo como algo bello? El ser humano siempre estará en la búsqueda de lo bello, la tendencia es buscar el placer y no estar en la angustia. La belleza produce endorfinas y dopamina que se liberan en el cerebro y son las que causan la sensación de placer, o si no uno se moriría. El sistema nervioso está hecho para eso. †

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Nosotros nacimos para encontrar el porqué de las cosas y cuando no lo encontramos creamos algo sobrenatural: las musas, los dioses, las divinidades. Con la creación del arte, sobrevivimos .

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Querer ser el hombre más feo de Colombia r e t r ato d e u n e n c u e n t r o c o n

Desde hace cerca de cinco años, Antonio González y la comitiva del Reinado Nacional del Feo tienen en la mira a personajes que sean dignos de obtener el glorioso título, para algunos, de ser el hombre más feo de Colombia. Alrededor de catorce feos, provenientes del oriente de Antioquia, concursan en cada versión del certamen que se realiza año tras año. En contraste con los reinados que se acostumbran a televisar en el país, en este no valen las cirugías plásticas para obtener el título: el feo que gane debió haber nacido así, debió haber nacido naturalmente feo y no debe tener deformidades ni problemas físicos que hagan tambalear su salud.

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Casi todos los concursantes tienen un sobrenombre que funciona como una marca para que los distinga el público y el jurado que decidirá quién será el Rey Nacional de los Feos. A uno de los ganadores de esta competencia se le conoce como “Carepalmada”. Un hombre diminuto, con una piel demasiado luminosa, pocos dientes y una nariz a la que le falta poco para cruzarse con la boca. Este feo se perfiló como uno de los grandes favoritos de su competencia en el 2012, así como lo hizo “King Kong”. Un competidor de cincuenta y cuatro años con una actitud tan enérgica como la del King Kong real. Sus ojos y la línea de expresión que rodea su boca proyectan ternura y tristeza. “King Kong” es grande en todas sus dimensiones y no tiene vello corporal.

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— ¿Quién le dice Ricardo?

*** A unos quinientos kilómetros de distancia desde Bogotá, “King Kong” me contesta. El que quiere ser el hombre más feo de Colombia. Mientras yo le preguntaba y él a veces me respondía, “King Kong” se encontraba en un parqueadero cuidando carros en San Antonio de Pereira, Antioquia. Ricardo Javier Cruz Mejía, el mismo “King Kong”, es soltero y vive con su hermana y su sobrino Alex, que tiene 23 años. El que le prestó su teléfono celular para que yo lo pudiera entrevistar. Su voz comienza a sonar a simpatía con un agudo y antioqueño: “Óigame, Sergito”. *** — Usted me dijo que le decían “King Kong”. Sí, yo estoy por las redes sociales, por Internet, por todas partes estoy yo. — ¿Por qué le dicen “King Kong”? Ese es el sobrenombre mío, el único que existe por aquí, en el mundo: “King Kong”. — ¿Y por qué le dicen así? Cuando yo tenía seis años empecé así gordito gordito y ya cuando tenía veinticinco años me fueron llamando “King Kong” y así quede ya.

Me llaman por mi nombre mis compañeros, mi familia. Como yo no tengo mamá ni papá entonces los tíos míos y mis hermanos me llaman Ricardo. — ¿Y sus papás viven en otro lado o…? No, mis padres fallecieron, Sergito. Mi madre tiene ocho años de muerta y mi padre veinticinco años de muerto. — ¿Le molesta que le digan “King Kong” o eso ya es normal para usted? Eso es normal, normal. — ¿Ricardo, y usted se considera feo? La gente dice que me siento un poquito bonito desde que yo quedé en el segundo puesto. — ¿Y usted sí se considera feo? Me siento un poquito feo. Mi madrecita que me tuvo así en esta vida. La que me dio a luz me tuvo así. Y ese fue el sobrenombre mío: “King Kong”. — ¿Usted se considera feo desde hace mucho tiempo? Desde chiquito, desde que yo nací. Desde que tenía cuatro meses empezaron a decir que yo estaba muy feo, que no sé qué.

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La gente dice que me siento un poquito bonito desde que yo quedé en el segundo puesto .

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— ¿Usted cómo se dio cuenta de que era feo? ¿La gente reaccionaba de alguna manera especial en el colegio, por ejemplo? Cuando yo estaba en el colegio decían ahí viene el gorila, ahí viene el gorila, comiendo bananos. Y desde ahí me llaman “King Kong”. — “King Kong”, ¿usted cuánto mide? Yo mido 1.83 y peso ciento veinticuatro kilos. — ¿Le es difícil conseguir ropa o zapatos? Difícil. Imagínese, Sergito, que el calzado tiene que ser mandado a hacer por los zapateros. Ropita hay una que me queda muy estrecha o hay una que me queda siempre ancha. — ¿La gente lo reconoce cuando usted está en la calle? ¡Ave María! A mí todo el mundo me llama por aquí, por donde yo vaya. Dicen: “Allá está el que aparece por la red social, véalo allá, ese es King Kong, ese es King Kong”. El que participó en el Reinado de los feos y quedó en segundo lugar, vea dónde está parado. — ¿Usted llamaba la atención en la calle antes de ser famoso? Sí, todo el mundo me aplaudía. Todo el mundo me tiraba aleluyas y se reían conmigo porque yo hacía como “King Kong”. Me dieron $1.200.000 gracias a mi Dios y la caravana que me hicieron y todo.

— ¿Cómo llegó a concursar en el reinado? Toño González había sacado una propaganda que para los representantes del Oriente antioqueño entonces ahí me anotó, me llevó al concurso y ahí me aplaudieron. “Ese va a ganar, ese va a ganar” y el que ganó fue un compañero que se llama “Careyegua”. Y ahí quedé de segundas, en el primer concurso. En el segundo concurso quedé de terceras. — ¿Qué cualidades tiene para pensar que podía ganar el Reinado Nacional del Feo? Me sentí orgulloso, orgulloso en esta bendita vida. Porque los feos también ganan. — Ricardo, ¿y usted por qué creía que iba a ganar? Yo fui así al arrebato y como yo tengo muchos amigos por los carritos con los que yo trabajo. El que van descalificando va saliendo pa’ fuera. Primero, segundo y hasta tercer lugar. Eso es con jurado, con el alcalde del pueblo, con todo eso. — ¿Qué características debe tener un Rey Nacional de los Feos? ¿Que qué debe tener? Que sin ningún defecto, normalmente, que salga normalmente, como lo tuvo la mamá a uno. Que no esté quebrado, que no esté desfigurado del rostro.

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Óigame, Sergito, es que yo estoy por la red social, por Internet, por toda parte. Yo soy famoso, yo soy famoso. Mi nombre es Ricardo Javier Cruz Mejía, sobrenombre “King Kong”, alías “King Kong”. — Sí, yo he leído ya varias cosas de usted y vi un video en el que usted sale desfilando con la barriga afuera. Ese soy yo. Con la barriga afuera, con la camisa blanca. El más alto de los compañeros míos. Haciendo como “King Kong” (risas de “King Kong”). — ¿Entonces usted se ha visto por Internet, Ricardo? Claro, Sergito. Por todas partes estoy yo. Hay un dicho popular que dice que “la belleza está en el interior”, ¿usted cree lo mismo? Perdón Sergito, yo tengo otro apodo: “El bebé”. — ¿Por qué lo llaman “El bebé”? Porque es que yo soy muy gordo, tengo cincuenta y cuatro años y no tengo ni pelo. Yo nací así. Y uno para tener toda esa edad, es que les dan pelos y de todo, ¿sí o no? Es que como usted me ve por Internet así soy yo, sin barba y sin nada. — ¿Los feos levantan? ¡Eh, Ave María! Imagínese, Sergito, que cuando ya nos iban a presentar en las caravanas nos ponen modelos, pero bonitas

modelos. Y las ponen a que les den beso a la mejilla a todos, a cada uno. Entonces la gente dice pa’ que vea que los feos también merecen mujeres lindas (risas de King Kong). — ¿Y cómo le iba con las mujeres antes de participar en el concurso? Muy bien, gracias a mi Dios. Tengo amigos, tengo amigas, tengo niños que me quieren. No, gracias a Dios, Sergito, mi vida ha sido muy querida. Tengo muchas amistades. Tengo concejales, tengo alcaldesas y alcaldes. Todo el mundo me quiere es a mí, por “King Kong” y por gordo. ¿Cómo le gustan las mujeres? Pues sinceramente a mí me gustan las mujeres que me adoran, me estiman. Sí, reina. Sí, madrecita. Sí, mi amor. Sí, mi corazón. Sí, mi vida. Todas ellas comprenden ya la actitud y el respeto que ellas se merecen con respecto mío. — ¿Cómo es la dinámica del Concurso Nacional del Feo? A uno lo llaman como en este momento me acabas de llamar tú. Entonces Toño González va escogiendo a las personas que son muy feas, que no tengan defectos como lo acabo de decir hace ratico. Cuando ya haya encontrado catorce feos, ya comienzan a buscar las modelos. Hablan con el alcalde, los jueces y ya pasamos a participar.

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Pues sinceramente a mí me gustan las mujeres que me adoran, me estiman. Sí, reina. Sí, madrecita. Sí, mi amor. Sí, mi corazón. Sí, mi vida. Todas ellas comprenden ya la actitud y el respeto que ellas se merecen con respecto mío .

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El concurso es un solo día con las modelos. Primero que todo nos ponen uniforme, nos visten a mí y a mis compañeros que vamos a participar. De ahí nos dan refrigerio. Del refrigerio nos hacen la caravana con las modelos y ya es la premiación. — ¿La gente lo admira por su frescura para aceptar que es feo? Tengo el gusto de presentarles a “King Kong”, alias “King Kong”, ahí viene “King Kong”. Entonces cuando me subo a la tarima todo ese gentío empieza a gritar: “¡KING KONG! ¡KING KONG! ¡KING KONG!” Y gritan y gritan y se ríen, pero como sale uno más feo que uno ahí es cuando lo descalifican y uno queda de segundo, y así es. — ¿Ustedes se preparan para el concurso? No, a mí no me preparan. A mí me llamaron para concursar así, común y corriente. — ¿Cuáles son los premios? Los premios son, vea: dinero en efectivo. Para el ganador son $2.000.000, pal segundo $1.200.00 y pal tercero $1.000.000. Sigue un DVD, una muda de ropa, una corona, una copa y, cómo le dijera yo, la educación.

— ¿Y usted qué recibió de eso la primera y la segunda vez? Yo recibí la plata, ropa, DVD y la copa. Y la segunda vez me gané $1.000.000 y un bono para ir a reclamar una carnita de $200.000. — ¿La corona es del ganador? La corona se la ganó el del primer lugar, el Careyegua. Ese que yo le comento a usted, ese tromponcito bajito. — ¿Qué pensó cuando le presentaron a sus contrincantes? ¿Usted pensó que iba a ganar? Yo llegué y dije: “Bendito sea a mi Dios. Si he de ganar, gano. Y si he de perder, pierdo” Y como yo tengo por acá a mucha gente, amigos y amigos y mucha gente por ahí. — ¿El reinado lo hicieron donde usted vive? Sí, el reinado lo hicieron acá en San Antonio de Pereira. Ese fue el primero y el segundo lo hicieron en Marinilla, Antioquia. — ¿Y vio muy feos a los que participaron con usted? ¿A los compañeros míos? Sí. Estaban más feos que un verraco. A uno le pusieron “Mango biche”, a otro le pusieron… Así varios sobrenombres. Siempre son feitos. Oiga, había uno que se llamaba Martín, ese sí era feo, ese era muy feo. Era de Rio-

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negro, Antioquia. Ese se ganó como seis reinados. Ese ya murió. — ¿Por qué concursó otra vez? Porque Antonio me llevó a concursar otra vez y concursé otra vez y quedé de tercero. Me dijeron: “Vea, Ricardo, hay otro concurso de feos”. Me llevó a Medellín a presentarme por allá en Caracol, en Radio Súper. Entonces le digo que yo quedé de tercero ya. — ¿Qué cree que le faltó para ganar? Más barra, más barra todavía. La barra que me quedó botada por acá en San Antonio de Pereira.

— ¿Pero usted pensaba que debía haber ganado? Claro, es que ese puesto fue que me lo robaron. Yo tenía gente y todo, ese puesto fue que me lo robaron a mí. Hubiera quedado de primero, hubiera ganado. — ¿Cómo fue el día de la coronación? Muchas modelos preparadas. Muy bonitas. Muchas mamacitas tan hermosas. Y ese día nos llevaron fue a comer churro venteado. Hasta aguardiente nos dieron para que nos emborracharan y nos viéramos más feos de lo que somos (risas de King Kong, risas de Sergito). — ¿Les dieron trago antes de salir al escenario?

— ¿O sea que el que gana es por barra? Eso, por barra. El jurado comienza a calificar según el que tenga más barra. — Leí que usted había dicho que hay mafia en el concurso y usted era el que debió haber ganado en el último reinado, ¿eso es cierto? Sí, es verdad. — ¿Por qué lo piensa? Como había quedado de segundo, ya lo cogieron es de “morronguera”, ya de capricho.

No. Cuando ya se había terminado eso. Unos hacían muecas, otros estiraban la jeta. Nos veíamos más feos más feos, borrachos. — ¿Usted quisiera ser atractivo físicamente? Sí. Porque es que uno ya de edad, así cansado en esta vida que a uno le pongan sobrenombres. Porque es que uno bien gordo y con tantos kilos de peso ¡jum! Quisiera descansar, rebajar kilitos, porque uno caminando por allá pesando ciento veinticuatro kilos.

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— ¿Hace cuánto cuida carros? Llevo como tres años ya. — ¿Y en qué trabajaba antes? Antes trabajaba de embolador, ilustraba zapaticos. — ¿Qué opina su familia de que haya concursado en el reinado? ¿Lo acompañaron, lo apoyaron? Mis hermanos me apoyaron y mis sobrinos, y mis tíos. Yo salgo acá a la puerta de mi casa y dicen: “Vea allá quién está parado. Ese es el famoso “King Kong”, el del Reinado de los Feos” Y yo me pongo a reír. Yo me siento muy orgulloso. — ¿Usted fue el único concursante que volvió a participar? Hubo como tres compañeros que volvieron a repetir.

Oiga, Sergito, pa’ volver a concursar, o ¿qué? †

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Yo salgo acá a la puerta de mi casa y dicen: “Vea allá quién está parado. Ese es el famoso “King Kong”, el del Reinado de los Feos” Y yo me pongo a reír. Yo me siento muy orgulloso .

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La belleza inesperada r e t r ato d e u n e n c u e n t r o c o n m a r í a j i m é n e z

“El peso que tanto la torturaba, ahora la volvió famosa”. “La modelo colombiana de talla grande que conquistó Europa”. “María Jiménez Pacífico: una modelo para todas las tallas”. “María, la colombiana con más peso sobre las pasarelas europeas”.

Estos fueron algunos titulares que documentaron la visita de una modelo colombiana cuya talla de ropa dista bastante de una modelo de pasarela en Colombia. María del Carmen se alzó con fuerza en el modelaje en Europa, donde la industria la de moda ha tenido varios duelos en contra de la talla cero. Ella desfila, posa para campañas publicitarias y trabajos editoriales, estando en talla catorce.

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María ha aparecido en las páginas de Vogue Italia, Nude Magazine, Tear Sheets. Su éxito, tal vez, radica en una consigna que se ha encargado de promover en Colombia y en Islandia: “El corazón y la mente son mucho más importantes que estar en talla cero”. Vive en Islandia desde los quince años y desde entonces su pensamiento y sus reflexiones estéticas han cruzado la cultura colombiana y la islandesa. Su acento es cálido como el de la cartagenera que es y se conecta con lo islandés cuando pregunta cómo debe decir cierta palabra. Es hábil frente al lente y es hábil para hablar desde su yo. *** María responde desde Nueva York y yo le pregunto desde Bogotá. Es domingo, la modelo comienza a hablar sobre ella a las 8:02 p.m. Yo fui la encargada de abrirle los ojos a cuarenta millones de personas cuando estuve en Colombia. Pienso que ellos quieren eso, que el pueblo colombiano quiere eso porque ven en Europa y en Estados Unidos este movimiento (el modelaje de tallas grandes). Solo hace falta que los diseñadores comiencen a diseñar para la gente, ya hay diseñadores que trabajan para tallas grandes o tallas específicas por encargo, pero hasta que esto se comience a ver en plataformas como Colombiamoda es cuando surgirá, de verdad, esta revolución.

Las personas deben entender que todas las mujeres colombianas tienen curvas, las mujeres flacas flacas son las europeas. *** A mí me hicieron bullying por diez años en Colombia y a raíz de eso iba al psicólogo. Cuando me mudé a Islandia fue que realmente superé todo ese maltrato porque allá nadie me está señalando por mis kilos de más, allá todos somos iguales. La mujer es igual de valiosa siendo talla cero o siendo XL. Cuando entré a un ambiente así, obviamente que mi autoestima subió. Yo me fui a Islandia sufriendo de bulimia, por el bullying que me hacían. Pensaba que tenía que ser extremadamente delgada para que la gente me adorara o me quisiera, pero con ayuda de mi familia y mi psicólogo supe que eso no era correcto porque la belleza viene en todos los tamaños, no tenía por qué matarme así. Ya luego me veía al espejo y me sentía hermosa así, con mis kilos de más. Yo nunca he sido gorda gorda, nunca he tenido sobrepeso. Tengo curvas muy definidas como tú has podido ver en mis fotos. Soy voluptuosa, tengo senos grandes y trasero grande. Tenía que sentirme orgullosa de mí, sobreponerme a la estética violenta que se está manejando en Colombia y en muchos otros países. Estética violenta, eso lo puedes escribir muy claro. Estética violenta que se maneja, desgraciadamente, en la sociedad. Nosotros no podemos olvi-

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dar nuestro sistema óseo y peso, además de otros factores de salud. Las niñas que me hacían bullying no quieren aceptarlo porque el que lo hace no lo siente. Yo no tengo contacto con ellas y tampoco les tengo rencor porque mi mentalidad es totalmente diferente a la colombiana. Si en Colombia te hacen algo son más rencorosos y no perdonan del todo. Yo logré perdonar a estas niñas y pasar la página. Soy una mujer más fuerte hoy en día. Yo llegué a Islandia a los quince años porque mi padrastro es islandés y vivía allá. Los quince años es una edad muy importante, tú estás en la pubertad y descubriendo tu cuerpo, en el proceso de desarrollo. Colombia e Islandia son dos países muy diferentes. Islandia es un país con la mentalidad abierta, no existen los estratos sociales, allá existe la igualdad. Hay educación gratis y un sistema de salud excelente, pero en Colombia la gente es cálida. Cada país tiene lo suyo. Fue un choque cultural, pero para bien. Adquirí lo mejor de la cultura colombiana y de la europea. Las mujeres colombianas somos conocidas a nivel mundial como las mujeres más bellas. Tenemos fama de ser muy cálidas, muy trabajadoras y muy echadas para adelante. Como Sofía Vergara, que en su área como actriz está enviando mensajes positivos. Me parece que ha puesto a Colombia

en el mapa, así como Shakira lo ha hecho. Son unas grandes representantes. Bueno, y ahora la Miss Universo. Me parece divina, ella representa muy bien a Colombia y está enviando un mensaje correcto. Le aplaudo que sea natural, yo veo su cuerpo y yo creo que es natural. Creo que está haciendo un trabajo magnífico. En Islandia la naturalidad prima ante todo, entre más natural seas mejor. En Colombia, desafortunadamente, tú ves que se hacen silicona en los senos y en el trasero porque ya tienen metido en la cabeza que todas tienen que ser un molde porque no encajan si no son así, creen que no son bellas. Las islandesas no están sumergidas en tanto superficialismo, ¿cómo se dice? Superficialidad. *** Esta colombiana ha trabajado para Sigrún Lilja, una diseñadora que solo trabaja para personalidades de Hollywood. Ha aparecido en campañas publicitarias para Zara, Topshop, Dorothy Perkins, Vero Moda, Karen Millen y Lindex, pero también ha tenido la posibilidad de ser reconocida en el circuito del modelaje como modelo de pasarela. Su oportunidad se dio cuando desfiló en Copenhagen Fashion Week para la marca Carmakoma. María me interrumpe cuando considera que lo tiene que hacer porque no ha terminado de responder del todo lo que yo

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En Islandia la naturalidad prima ante todo, entre más natural seas mejor. En Colombia, desafortunadamente, tú ves que se hacen silicona en los senos y en el trasero porque ya tienen metido en la cabeza que todas tienen que ser un molde porque no encajan si no son así, creen que no son bellas .

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le he preguntado. Algunas veces pareciera que lo que dice es un guión que ya ha conversado lo suficiente con su mánager y en otras ocasiones lo que me comenta fluye con naturalidad. *** ¿Que cómo comencé en lo del modelaje? Todo empezó porque mi mamá me puso en una academia para aprender a caminar. Aunque realmente mi contacto verdadero con el modelaje fue a los dieciséis años por una sesión de fotos con un fotógrafo islandés. Sin embargo, yo fui descubierta hasta el 2011 por el fotógrafo exclusivo de las reinas de belleza y la gente famosa en Islandia. Él es como decir un Mario Testino en Islandia. Es un gran personaje allá, pero se ha ido retirando poco a poco, como que ya se aburrió de tomar tantas fotos, cómo es la vida. Yo nací siendo modelo. Fui a una academia a los seis años, pero nunca fui a un entrenamiento a que me dijeran haz así o asá. Yo nunca revelo mi peso porque como viajo mucho entonces estoy en un sube y baja. En invierno como un poquitico más así que subo un poquitico más. Lo importante es que la piel esté en un lugar correcto y sentirme bien conmigo misma y con mi salud. Este fin de semana fue muy largo. Estoy entrenando tenis cuatro horas, hago cardio y luego tengo natación.

Las modelos de tallas grandes más comerciales, las más pedidas, tienen las medidas que yo tengo. Yo soy catorce a dieciséis. Un 80% de las mujeres del mundo son de tallas grandes y solo un 20% son como las modelos delgadas que se ven en las pasarelas. Para poder ser modelo tienes que tener una piel, cabello y uñas muy sanos pero, sobre todo, es cuestión de actitud. Cuando tú tienes una actitud arrolladora, te comes la cámara y también se ve en los ojos, el fuego que hay en los ojos. El lenguaje del cuerpo. La cámara capta eso. Cómo es la vida. Competí en un casting con la Miss Islandia y con varias top models de Islandia. En el casting estaban buscando una mujer con fuerza, determinante, que sabía lo que quería. En ese momento yo estaba haciendo campañas en contra del bullying y estaba cogiendo mucha fuerza como modelo de talles grandes en Islandia, y por eso pensaron que yo era la mujer que podía representar la marca. Yo ya había modelado para Zara y otras marcas más antes de pasar el casting. Al final me lo gané y una niña me escribió. Pensaría: “Wow, ella es de tallas grandes y ganó”. Me envió una carta y me dijo: “Mira, qué bonito que te sientes bien contigo misma y te va tan bien”. Me contó que era delgada y que quería ser modelo, pero que su inseguridad no le permitía serlo. Me escribía: “Tengo una autoestima muy baja, no me siento bonita” y la niña es divina, es hermosísima. Ella me

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envió eso por el fanpage. Le dije los puntos que debía tener en cuenta para sentirse bien consigo misma, para que no esperara que la sociedad la aceptara. Es un ser humano y tiene derecho a sentirse bien en su propia piel. Ella luego se convirtió en modelo y me enviaba mensajes diciendo: “Mira, estoy haciendo esto”. Es una de las modelos más reconocidas en Islandia. Se llama Inga. Hay modelos de tallas grandes a las que no les gusta que las llamen así porque creen que las están discriminando. A una modelo de raza negra no le van a decir “modelo negra” o a una modelo flaca no le dicen “modelo flaca”, les dicen modelos. A mí realmente no me afecta eso, que me llamen por como quieran llamarme. Estás hablando con la mujer con la seguridad más grande de este mundo. Solamente por el hecho de gozar de una buena salud, de tener a mi familia. Yo me veo al espejo y yo me quiero como soy. Soy una mujer con mucha seguridad, me levanto siempre muy optimista cada día. Si fuera una mujer insegura no podría hacer lo que hago como modelo. Tengo más seguridad que la que pueden tener las modelos delgadas, con eso te digo todo. Yo estuve en Colombia hace un mes y medio y todo el mundo me decía: “Qué mujer tan divina”. Imagínate, yo soy altísima, tengo unas curvas de infarto y todo es natural, todo es natural. Y, sobre todo, tengo una

buena personalidad, tengo un buen corazón. Eso es lo que más importa y vale más que una altura, un peso o una belleza física. Yo no vivo del qué dirán porque eso precisamente es lo que pasa en Colombia. La gente está pendiente de eso. En Europa no es así, cada quien está pendiente de su porvenir y de su felicidad. Y ese es el mensaje que yo les dejo a las niñas. Que no dejen que nadie toque su autoestima. Cada quien tiene que respetar su integridad. Cuando yo fui a Colombia posé para Jet Set y para las revistas más importantes de allá. Me trataron con respeto, como una modelo reconocida a nivel internacional. Entonces pienso que Colombia está preparada para esto. Lo más importante es la belleza espiritual, eso que tenemos todos en el corazón. Es eso que reflejamos en nuestros pensamientos y acciones y es lo que se ve incluso en los ojos. La belleza es fortaleza, autoestima y libertad. Hay belleza en todo. La belleza en el físico se va por eso toca hacer deporte. Para que cuando envejezcamos, envejezcamos bien. La belleza física te abre puertas, sobre todo, a mí como mujer. Yo sé que tengo una belleza única, excepcional, exótica, pero también tengo una belleza que viene acompañada con buen corazón, calidad humana e inteligencia. Yo no soy el tipo de mujer que está en competencia con otra por ser la más bella, para nada. Yo soy muy profesional. †

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Me envió una carta y me dijo: “Mira, qué bonito que te sientes bien contigo misma y te va tan bien”. Me contó que era delgada y que quería ser modelo, pero que su inseguridad no le permitía serlo. Me escribía: “Tengo una autoestima muy baja, no me siento bonita” y la niña es divina, es hermosísima. .

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Una cita con la memoria r e t r ato d e u n e n c u e n t r o c o n s a n t i a g o h a r k e r

Una de las series fotográficas de Santiago se llama “El juego”. En este conjunto de imágenes se puede apreciar la calle como el destino de la fotografía. Hacer fotos es un juego de azar, pero también de destreza y de “convocar lo imposible”. Eso fue lo que hizo no solo en este trabajo sino también con su vida. Él le apostó al arte y yo podría pensar que ganó.

Una de las obras de Santiago Harker que, tal vez, más impacta a nivel visual se relaciona con la “búsqueda simultánea del horror y lo maravilloso en lo cotidiano”. Infiernos y paraísos reúne un conjunto de imágenes que documentan la belleza y la fealdad de distintos lugares, en algunos países de Latinoamérica e Islandia. Una de las fotografías que hace parte de esta serie retrata a una mujer que está en frente de la cabeza de un cerdo y se toca su boca con el dedo índice, insinuando silencio y complicidad. Es una imagen bella que repugna.

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Harker es un fotógrafo documental colombiano que comenzó siendo ingeniero industrial, pero que se entregó a las imágenes por completo. Sus exposiciones fotográficas comenzaron desde 1983 y las distinciones oficiales por su trabajo surgieron cuatro años más tarde. Estudió fotografía en el San Francisco Art Institute en California, Estados Unidos, hasta mediados de los años noventa. Su pasión por la imagen y por los instantes decisivos se comprueba en las más de diez publicaciones que han destacado su obra en países como Colombia, México, Suiza, Estados Unidos e Italia. En este encuentro Santiago habla sin titubeos sobre el oficio de cazar momentos, crear imágenes, vivir como artista y deja ver, también, el lugar que la belleza ocupa en su obra. *** Cuando nos conocimos nos saludamos con la mirada y con la cabeza. Llegué a la hora puntual en la que nos habíamos quedado de ver, pero él ya estaba allí. Apenas me detuve en la entrada, lo miré, me saludó y lo saludé. Hablaba por celular con alguien, movía las manos y caminaba hacia adelante y hacia atrás, como si así se explicara mejor con su interlocutor. Nos encontramos luego en la fila de la caja registradora, subimos al segundo piso por-

que se suponía que había menos clientes y buscamos una mesa que tuviera sillas amables con las sentadas de varios minutos. Me advirtió que sufría de la espalda. Estábamos en un café de Juan Valdez, a pocas calles de donde Santiago vive. Nos encontrábamos al norte de Bogotá, exactamente en un barrio conocido por tener residentes adinerados y de clase alta: Rosales. Me apresuré a comenzar la entrevista, ya eran las tres de la tarde y un día antes Santiago me había dicho que podíamos vernos para charlar una “media horita”. Por fortuna, para mí y para esta entrevista, él bebió un café expreso y yo un capuchino que hicimos durar casi dos horas. A Santiago no le importa que la sección de contacto de su página web no sirva. Me dice que no sabía, que seguro está fallando, que hay que arreglarla. Pienso que no es un asunto que le preocupe mucho a alguien con el recorrido de su obra y por eso no creyó que era un dato muy relevante para que le contara, o eso pareció. Le explico entonces sobre mi proyecto, le digo por qué lo quiero entrevistar y por qué considero valiosa su visión y termino con un: “¿Vale?”. Santiago no responde.

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— ¿Qué desea expresar en las imágenes que captura? Soy un fotógrafo documental entonces quiero dar reflexiones de los momentos en los que yo estoy haciendo mi fotografía. Todas mis fotografías son espontáneas. Si son de gente, son en calle. No le pido permiso a nadie para hacerle una foto, simplemente hago la foto. Después, si llega a haber algún problema, pues lo soluciono. La idea es mostrar un poquito lo que uno encuentra en la calle de forma espontánea, para que la gente no cambie. Si uno le dice a alguien que si uno le puede hacer una foto, la persona se muestra como quisiera que la vean, no como probablemente es. Yo quiero ser un poco más auténtico. En la mayoría de los casos he aprendido a hacer fotografía en la que la gente no se dé cuenta. — ¿Y eso se lo brindó su experiencia? Los años, la experiencia. Al principio uno no tiene esa velocidad y no se atreve a hacer cierto tipo de fotografías, que hoy en día yo hago sin problema. Y, como te digo, el 70% de la gente no se da cuenta de que le tomé una foto. Me parece mejor así. — ¿Qué tipo de fotografías no se atrevía a tomar y ahora sí lo hace? Es que yo soy una persona tímida. Empecé con paisaje, en parte, porque no tengo que lidiar con personas, pues como soy tímido me sentía incómodo. Comencé con pai-

saje, pero por allá en 1995 empecé a hacer fotografías en la calle. Me había ganado una beca de la Fundación Fulbright para ir a estudiar al San Francisco Art Institute y allá me tocaba hacer trabajo todos los días, yo tenía que mostrar una exposición mensual en los talleres de crítica. Había que salir a hacer fotos todos los días. No tenía carro ni nada, entonces resultaba lo que me encontrara en la calle. En Estados Unidos no es fácil trabajar en calle porque uno puede tener más problemas allá que aquí. Allá le dicen a uno: “No, yo no le firmo el model reléase”, y uno dice: “No, mire, este es un trabajo para la universidad”. Y aunque no fuera para la universidad, nunca he usado fotos para publicidad. Detesto la publicidad, no me gusta. Me han llamado varias agencias de publicidad para vender fotos, pero no vendo nada para publicidad, no me interesa. — ¿Y si en lugar de que le propongan tomar sus fotos para publicidad, le ofrecen hacer fotos para publicidad, sabiendo para qué serán concebidas desde un primer momento? No, no. De joven me di cuenta que odiaba a los jefes y la publicidad no tiene un jefe sino cinco: el director creativo, el creativo, el de la empresa, más los otros. Todos opinan, todos mandan y a uno le pagan por hacer lo que ellos quieren que uno haga. Claro, se gana bien, pero es que yo odio los jefes.

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Hubiera terminado en la cárcel, o le hubiera pegado a alguno, quién sabe qué hubiera pasado. Yo no me aguanto eso, entonces nunca hice publicidad en la fotografía. Con eso he sido bien claro con las agencias de publicidad y por eso ya ni me llaman. — ¿Nunca le ha interesado fotografiar modelos o reinas de belleza? No, nada de eso me interesa. Eso es fotografía publicitaria para mí. Es el arte de decir mentiras. La publicidad al final es eso, es cómo uno le crea necesidades a la gente para que compren cosas y no creo en eso, no me gusta eso, no lo voy a hacer nunca. — ¿Qué tanta belleza hay en su trabajo? Cuando llegué al San Francisco Art Institute, por la beca de la que veníamos hablando, una de las cosas que me dijeron algunos en los talleres de crítica fue que mis fotos eran demasiado bellas. Yo siempre he usado la belleza dentro de la fotografía para seducir, para seducir al lector de la foto. Si a uno no le gusta algo, ni siquiera se queda a admirarlo. Si una persona va a una exposición y se para en frente de una foto y esa foto no lo seduce o no lo atrae, uno no le puede dar ningún mensaje. La persona no se va a gastar ni cinco segundos en verla sino que se va a ir a la siguiente. Entonces la belleza seduce al lector y después uno le suelta lo que quiera. Uno le puede soltar cosas terribles,

uno le puede hablar de la muerte pero uno tiene que agarrarlo de alguna manera, inicialmente. Y agarrarlo de una buena manera es usar la belleza para eso. — ¿Cómo define la belleza en sus fotografías? ¿La belleza es la armonía en la composición? ¿Qué es la belleza? La armonía en la composición es uno de los elementos que pueden producir belleza, pero yo soy un fotógrafo autodidacta entonces yo fotografío mucho lo que la parte sensorial me dice que fotografíe, mucho más que la parte racional. Me dejo emocionar. Eso es un problema que he notado mucho en los fotógrafos producto de la academia, son filósofos que les cuesta mucho trabajo dejarse emocionar. Yo no tengo problema con la parte sensorial, de alguna manera produzco una obra que es bella porque me emociona. — Usted cree que la ausencia total de academia es igual de perjudicial que el exceso total de academia. Ah sí. En el San Francisco Art Institute éramos quince y entre ellos estaba Otín, un personaje que era exactamente lo contrario a mí. Él era una persona que había estudiado arte cinco años en alguna universidad de Estados Unidos y luego se había ido al San Francisco Art Institute a sacar su maestría. Él era una persona que en los talleres de crítica, cuando uno ponía

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La belleza seduce al lector y despuĂŠs uno le suelta lo que quiera. Uno le puede soltar cosas terribles, uno le puede hablar de la muerte pero uno tiene que agarrarlo de alguna manera, inicialmente. Y agarrarlo de una buena manera es usar la belleza para eso .

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las fotos en la pared, podía decir: “Yo me acuerdo de esta foto por esto y del trabajo de tal”. Había aprendido mucho en biblioteca. Yo pienso en él como un personaje que todo lo había aprendido de biblioteca. En el segundo semestre tuvimos un taller creativo en el que había que salir y hacer fotos, y Otín fue un desastre total. Él no era creativo y no tenía la parte sensorial, nada de eso le interesaba. Sus trabajos eran una cosa filosófica que no emocionaban a nadie y realmente nadie los iba a leer o ver. Otín compró un bar en San Francisco y ahora vive de eso. Entonces yo sí pienso que el exceso de academia puede ser tan malo como la falta de academia. — ¿Esa habilidad sensorial con la que usted dice que se debe trabajar en la fotografía se puede afinar y entrenar, o con eso se nace? Uno ve fotógrafos en el mundo que son naturales. Yo veo el trabajo de Carlos Caicedo, por ejemplo, fue un gran reportero gráfico colombiano. Él empezó como ayudante en el cuarto oscuro del periódico El Tiempo. Nunca estudió nada de fotografía, pero él tenía una manera natural de fotografiar y el instante decisivo era evidente. Él tenía ese ojo. Hay otras personas que no lo tienen, entonces yo sí pienso que hay algo de natural en las cosas. Si uno encuentra lo que a uno le gusta hacer en la vida, eso es cercano a

lo que uno es naturalmente bueno para hacer. Esa es mi visión de la vida. — ¿En sus fotografías se puede encontrar una belleza que no tiene relación con aspectos formales sino con lo interpretativo? Yo digo que cada imagen que yo he producido tiene muy buena forma, si hablamos de la belleza como forma. En eso soy bueno, pero todas mis fotos dicen algo y son reflexiones y pensamientos que he tenido en el instante en el que yo tomé la fotografía. Por eso compongo de una manera en la que los elementos establecen un diálogo entre ellos y dicen cosas. Yo les enseño a mis estudiantes que la fotografía es como el lenguaje, que uno puede escribir mal o uno puede escribir poéticamente. Uno tiene que ser elocuente con las imágenes que produce y todas mis imágenes dicen cosas. Habrá algunas personas que, quizás, se queden deleitadas con la belleza y no pasen a ese segundo punto que es leer reflexiones y pensamientos, algo que todas mis imágenes tienen. Yo no pongo ninguna foto que no tenga ninguna reflexión. Cuando llegué al San Francisco Art Institute, yo era un romántico aterrizando en una escuela posmoderna y hablaba de cosas como la intuición y como belleza, y a la gente se le abrían los ojos porque alguien estaba hablando de eso. Me daban garrote por mi trabajo, porque les parecía dema-

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Yo digo que cada imagen que yo he producido tiene muy buena forma, si hablamos de la belleza como forma. En eso soy bueno, pero todas mis fotos dicen algo y son reflexiones y pensamientos que he tenido en el instante en el que yo tomé la fotografía .

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siado bello. Yo me metí a la biblioteca a buscar y a ver si era el único que pensaba así. Me di cuenta de que había un gran crítico de arte de la costa este de Estados Unidos, un personaje que se llama Donald Gosbith. Él hablaba sobre todas estas cosas y precisamente sobre la belleza. Él decía que muchos de los artistas norteamericanos habían perdido esa apreciación porque ellos eran de origen puritano y para los puritanos la belleza era placer visual, por eso estaba prohibido. Yo les decía a ellos que yo no había nacido en Boston, que había nacido en una cultura totalmente distinta, en el Caribe de Colombia. Me comentaban: “Ah, no es que sus fotos son muy saturadas”, y les preguntaba: “¿Usted ha ido al Caribe alguna vez? ¿Ha visto cómo pintan las casas y cómo se viste la gente?”. — Antes de que se dedicara del todo a la fotografía, usted le mostraba sus fotos en diapositivas a su familia, ¿cómo eran esas fotos al compararlas con las de ahora? Ahora me filmaron para un documental con el Ministerio de Cultura de Colombia y fue interesante porque a mí me tocó meterme a ver las fotos que había hecho hace treinta y cinco años. Hay fotos que eran buenas, ya tenía un poco el ojo. Es que yo soy es un viajero, a mí lo que me encanta es viajar. A mí de pelado me encantaban los aviones porque tenía un tío que trabajaba en aviación y a mí me tocaba ir al aeropuerto

y dejarlo, pero sin montarme en un avión ni nada. A mí eso me parecía lo máximo, él venía de unos sitios como Bangkok. Me parecía maravilloso. Yo de pelado era muy bueno en dibujo y matemáticas. Me dije: “Tengo que meterme en el mundo de la aeronáutica”. Después, cuando terminé de bachiller, me metí a la Universidad de los Andes a ser ingeniero mecánico como un primer paso para la aeronáutica. Llegué luego a Inglaterra a hacer una maestría en transporte aéreo, me di cuenta de que lo me encantaba no eran los aviones sino los viajes. Estar en otra cultura, abierto, aprender cosas que yo nunca había visto. Eso me encanta. Me metí en otra maestría de ingeniería industrial y administración, ya con la idea de que: “Tengo que pagar esto y tengo que levantar plata”. Eso era más flexible y si quería trabajar en una aerolínea, lo podía hacer. Me gradué en eso y después tuve un período de diez años en los cuales viajaba dos años y trabaja dos años como ingeniero. Siempre he viajado solo y siempre he dicho que es mucho más fácil vivir con alguien que viajar con alguien. Es que en los viajes le pueden salir a uno cosas profundas y difíciles, y para la vida de pareja eso es una cosa complicada. Si uno puede viajar con alguien, uno puede asegurar que puede vivir con esa persona sin problema. Como iba siempre

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solo, la manera de compartir los viajes era siempre con la fotografía. Y la manera de mostrar no era con fotos en papel sino con diapositivas, mostrarle a la gente donde había estado. Cuando me di cuenta de que las fotos les parecían interesantes a mi familia y mis amigos, entonces dije: “Yo creo que hasta la fotografía me puede ayudar a pagarme los viajes”. — Usted dice que la vida es un mundo de espejos en el que las personas, muchas veces, se sienten atraídas por algunas cosas, pero hasta al cabo de un tiempo saben qué era lo que realmente les atraía. Pues es lo mismo que veníamos hablando de la aviación. Yo me sentí atraído por la vida que tenía mi tío, pero no logré identificar qué era lo que me interesaba de toda esa vida que tenía. Si hubiera podido identificar lo que me atraía en ese momento, no me hubiera dedicado a la ingeniería mecánica sino a la fotografía. Me hubiera metido a ser artista de una vez, me hubiera dedicado a viajar como loco, pero yo me di cuenta años después. Para ser exactos, más de siete años después. Ahora miro las fotos que hice hace muchos años, entiendo por qué la tomé y por qué la tomé mal. De algunas fotos lo que me estaba trayendo era un pedacito y lo saqué todo, entonces es confusa. Si hubiera hecho la composición sacando solo el pedazo que me estaba seduciendo, hubiera sido exitoso.

La vida es así, un juego de espejos en el que al cabo del tiempo uno se da cuenta qué le interesa y que no. — ¿Usted entonces no compuso las fotografías que capturó en Infiernos y paraísos? Esas son escenas que yo encontré en los pueblos, en donde la gente está acostumbrada a que si se van a comer un pedazo de chivo, matan al animal para comérselo. A uno no le toca esa parte cuando vive en la ciudad. En los pueblos esa es la vida común y corriente. Eso no es un drama ni un trauma ni un infierno, pero para uno sí es un poco un infierno encontrarse con la cabeza de la vaca. Muchas de esas fotos tienen sentido del humor y son bellas. A uno lo atraen, pero después uno dice: “Pero qué cosa tan horrible es esto”. Es muy colombiano ese tipo de cosas, el humor. Yo me acuerdo que cuando ocurrió lo de Armero, oía chistes que hablaban sobre “El rodadero de Armero” meses después de las cosas horribles que se habían visto en televisión. Eso es bien colombiano, burlarnos hasta de la muerte. — Los infiernos de las fotografías pueden ser infiernos solo para algunos, pero los paraísos representan algo bello para todo el mundo. Es que era una situación que yo vivía acá. Venía a Colombia y duraba dos años y luego me iba dos años a otra parte. Entre

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esos, por ejemplo, me fui a Islandia y viví un año. Allá en Islandia uno ve paisajes divinos, es un país absolutamente espectacular. Yo me cansaba de toda la violencia acá en Colombia y me iba, para mí era un infierno. O a veces me aburría de las cosas que pasaban en Bogotá y me iba para la Sierra del Cocuy y encontraba un lugar absolutamente paradisíaco. La pasaba feliz y dichoso, y luego regresaba nuevamente a la ciudad a enfrentarme con la violencia y las cosas con las que uno se encuentra acá en la ciudad. — Usted dice que Colombia es un país que tiene mucha aventura visual y que puede ser más fácil de fotografiar que Suiza, por ejemplo. Yo hubiera podido vivir en Suiza o en diferentes partes que no fuera en Colombia. Tuve novias europeas, gringas. Me hubiera podido quedar en cualquiera de esos sitios, pero no. Siempre insistí en quedarme en Colombia, en parte porque creo que Colombia y Latinoamérica tienen eso, la aventura visual. Uno voltea y de golpe se encuentra con el absurdo total. En cambio, por ejemplo, un hidrante en Suiza lo han cambiado mil veces hasta que se vuelve el hidrante perfecto. Acá uno encuentra el hidrante encima de una cosa totalmente absurda. Es porque somos un país joven, me imagino. Yo sí quiero países en donde todo esté fuera de

lugar, para la fotografía eso es importante o para mí fotografía, por lo menos. Perú me parece un país muy bueno para eso, o México. Me encantaría visitar el Salar de Bolivia, pero con plata, es que ahora estoy sin plata. Ahora como se subió el dólar, ir a cualquier país vale un billete. — ¿Cómo hace esa selección de fotografías que finalmente resultan en un libro? Hago pocas fotos. Una cosa que aprendí con lo análogo, es que tomar fotos en diapositiva era costoso. El rollo y cada foto valían y yo sin plata, siempre sin un peso. Entonces hacía la edición en la toma, eso es una manera diferente de aprender, a mí me toco así. Los norteamericanos hacían la edición en la mesa de luz, llegaban con ochenta rollos y luego el editor escogía. Yo hablo de la National Geographic. En el año noventa y cuatro me invitaron a Ecuador en representación de Colombia, junto con Aldo Brando y Diego Samper, pero allá había treinta que eran de la National. En esa época hice quince rollos en una semana, había gringos que hacían doscientos rollos en el mismo tiempo. Yo en digital sigo igual. En análogo mi promedio al día era un rollo al día, treinta y seis imágenes, en un buen sitio de calle, en una fiesta patronal en un pueblo.

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— ¿A qué se refiere con “un buen sitio de calle”? Si uno se mete por una calle y hay un muchacho en la esquina, no hay nadie más en la calle y uno se va por ahí, obviamente que ya lo vieron desde que dio la vuelta por la esquina. Y lo han visto todo el tiempo. Es muy difícil que ellos no se den cuenta de que uno va a hacer la foto. Ya lo vieron y todo el pueblo sabe que hay un fotógrafo por ahí. En cambio, es mejor cuando hay una fiesta patronal y baja toda la gente de las veredas, personajes aun más originales y auténticos que la gente del pueblo. Hoy en día hago también fotos de entrevistas. La persona sabe que en algún momento le voy a hacer la foto, pero yo no soy el fotógrafo del “flashazo”. Ahora con una camarita de esas nuevas, uno puede trabajar en muy baja luz. Y no se dan cuenta, lo mejor es que no se den cuenta. Eso gracias a la revolución tecnológica, antes hubiera sido imposible tomar una foto acá adentro, por ejemplo. — Por su trabajo sé que tiene un gran interés por la Alta Guajira y quisiera vivir allá. Quisiera irme a morir por allá, tranquilo. A mí me gustan esos sitios donde no van los

turistas. Yo conozco el Cabo de la Vela porque he ido unas cuarenta veces. En el año noventa y tres fui por primera vez a la Alta Guajira, fui a Puerto López. Me fui en una ambulancia que había bajado a Riohacha e iba hacia Nazareth y entramos por el lado venezolano. En la carretera llegamos a Castilletes y había un atardecer divino, y me dije que tenía que volver allí. Era absolutamente espectacular, el sol es bello al atardecer y al amanecer. Además, me encanta la gente y los colores con los que se visten. Ya llevo veinticinco años haciendo fotos, y desde 1993 tomó fotos en la Alta Guajira. Yo voy todos los años. Ya tengo otro libro con imágenes de allá, me faltan los textos y un patrocinio para publicarlo. — Así como la Alta Guajira, ¿qué otras cosas le parecen bellas? Pues yo la pasé muy bien en Islandia, viviendo allá. Espectacular ese lugar como paisaje. También me encantó Albuquerque en Nuevo México. México me encanta, es un lugar que conozco bastante bien y cuando voy me siento como en casa. Somos muy parecidos y hoy en día hasta tenemos los mismos problemas. Si alguna vez tengo que irme de Colombia probablemente me iría a México porque me siento como en casa.

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*** Al final de la entrevista Santiago dice que él ni nadie pueden tener lo mejor de todas las vidas, no le agrada la gente que piensa que todo lo puede alcanzar. Comenta que quisiera tener una niña o un niño para verlo crecer a su lado. Insinúa que quisiera tener plata, pero ese no fue el camino que quiso tomar. Escogió la ambición por el arte, dedicarse a sus imágenes y conocer lugares. Su elección fue lo que el azar, en parte, le puso en el camino y su destreza le permitió. †

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