Alicia Dark, de Eleanor Smith

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ALICIA DARK Eleanor Smith

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El bosque oculto de la felicidad

Era una tarde apacible donde el cielo rosa se mezclaba con tintes violetas y azulados. Parecía que el atardecer estaba llegando a su fin para dar lugar a una noche calma y llena de belleza. Esa belleza que se siente en el aire, la atmósfera que todo lo envuelve y embriaga los sentidos de las personas. En ese contexto, la doncella Helena, mujer de cabellos oscuros azulados y piel delicadamente pálida, entró a los aposentos de la reina Mara, su hermana. La habitación era amplia, con muebles de madera muy finamente tallados. Las ventanas cubiertas por largas y pesadas cortinas púrpuras y en los extremos candelabros llenos de velas para que siempre el cuarto estuviese iluminado. Helena no halló a su hermana pero sí al rey Demian quién sentado al borde de su cama, hojeaba un libro muy interesante sobre cartografía antigua. - Buenas tardes Su Majestad, o quizás buenas noches ya. Estoy buscando a mi

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hermana ¿La ha visto? - Buenas tardes Helena. Estas preciosa y por favor, no me trates de usted. No, no he visto a Mara y espero no verla por mucho tiempo. - Está bien, es la costumbre Su Majest… Demian. ¿Ha sucedido algo? - Estoy cansado de sus desplantes, discusiones sin sentido y avaricia. Parece sumergida en un egoísmo que no tiene fin. - Demian cuánto lo siento. Sé que mi hermana tiene un carácter difícil pero creo que en el fondo no es mala. - No digo que sea mala. Sólo que parece enamorada de sí misma. ¿Sabes cuánto hace que no compartimos el lecho juntos? Dice que mi compañía le arruga su ropa de dormir o que no soporta mi aliento cerca, que le quita el sueño y ella como reina debe descansar para lucir siempre joven y hermosa. - Demian, ¿Hay algo que puedo hacer para ayudarte? - Déjame pensar…- el rey caminó unos minutos en silencio a lo largo de la habitación con una de sus manos sobre el rostro.

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Parecía dudoso sin embargo, al fin decidido miró a Helena a los ojos y dijo: - Sí. Hay algo. - ¿Qué es? - Acompáñame. Dichas estas palabras, el rey tocó un cuadro de la pared y ésta se abrió mágicamente dejando delante de los mismos una especie de pasadizo secreto. Tomó de la mano a Helena y la llevó consigo escaleras abajo. Helena sentía sorpresa por el descubrimiento pero a su vez, curiosidad por saber adónde llevaba todo aquello. Cuando terminaron de bajar los escalones, el rey abrió una puerta azul llena de símbolos raros pero hermosos que produjeron en Helena cierto embelesamiento. Una vez atravesada la misma, se encontraron frente a un bosque intensamente verde, lleno de árboles frutales y pájaros multicolores. A pesar de que en el reino estaba anocheciendo, en aquel sitio, el sol brillaba cálidamente como si fuese mediodía. - ¿Qué es este magnífico lugar Demian? No lo había visto nunca. - Es el bosque oculto. Nadie sabe de su 5


existencia, salvo el mago Medrián y yo. Es un sitio reservado para el amor y la calma cuando estos ya no son posibles en el mundo común. Medrián me dijo que, el día que estuviese agotado de tanta miseria humana y no lo digo por la pobreza de las personas, sino que me refiero a la maldad que encierran algunas almas, en este caso podría estar hablando de la reina; podría venir aquí, abandonarlo todo si así estaba realmente dispuesto y comenzar una nueva vida rodeado de hermosura y tranquilidad. Con esto quiero decirte que te he elegido para que seas mi compañera en este nuevo reino. El reino de la felicidad Helena. Ya no puedo ocultarlo. Estoy enamorado de ti. De tu preciosidad sí, es verdad, pero también de tu sencillez y simpleza. Tu bondad es lo que te hace aún más linda. Dicho esto, Demian besó dulcemente los labios de Helena. La doncella a pesar de la confusión que sentía inicialmente, no se negó a la demostración amorosa del rey e hizo lo mismo. Lo llenó de besos mientras acariciaba sus cabellos ondulados.

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La ternura dio paso a la pasión y así, rey y doncella, se acostaron en una especie de colchón de flores que impregnaba con su aroma, sus cuerpos llenos de deseo. El rey comenzó por acariciar los cabellos azulados de la doncella para luego besarle el cuello, mientras ésta lo abrazaba. Se besaban y tocaban sin pausa pero sin perder la sensación de estar escribiendo un poema con sus almas. Demian introdujo sus manos por dentro del vestido lavanda de Helena y así, jugó con sus dedos entre las partes íntimas de la doncella. El clítoris de Helena se humedecía con intensidad a medida que Demian aumentaba la velocidad de sus caricias. Demian por su parte, sentía a su miembro endurecerse cada vez más. De a poco pero con decisión, fueron quitándose la ropa hasta quedarse completamente desnudos, sólo cubiertos por las flores y el canto de los pájaros de música de fondo. Sus lenguas se unían, sus manos besaban el cuerpo del otro. Demian lamía los senos de Helena y Helena suspiraba y gemía como si estuviese siendo transportada a otro planeta. Luego era

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el turno de Helena de hacerlo gozar a Demian sin límites, rozando con su lengua su pene, hasta sumergirlo entero en su boca. Demian extasiado le decía que era hermosa y que nunca había sentido tanto placer al momento de hacer el amor, como lo estaba sintiendo en aquel instante. Helena y Demian. Demian y Helena. Demian penetró a Helena suavemente mirándola a los ojos y entonces supo que no se había equivocado en elegir a aquella mujer para que lo acompañase en esta nueva vida. Supo que la amaba como nunca había amado a Mara y también leyó en los ojos negros de Helena, el amor que ésta sentía por él. Finalmente, luego de amarse con tanto corazón palpitando al mismo ritmo, de fundirse ambos en un orgasmo que era melodía del cielo; se quedaron dormidos, envueltos el uno en los brazos del otro. Después de unas horas, Helena despertó con los labios de Demian sobre su cuello para luego susurrarle al oído: - Buenas tardes mi reina. Te adoro y deseo de aquí en más que habitemos para siempre, el mundo del tiempo detenido. ¿Quieres ser mi compañera poética? 8


- Sí, quiero. - dijo Helena. Para luego preguntar - ¿Podemos ponerle un nombre a éste, nuestro nuevo reino? - Sí, mi vida. Se llamará: “El bosque oculto de la felicidad”, pero no sólo para nosotros. A medida que las personas vayan siendo invadidas por el dolor, el sufrimiento y la angustia; nos apareceremos en sus sueños y les regalaremos la opción de venir hasta aquí, para habitar el amor y la belleza.

Fin

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Amar. No sólo sábados. Sábados. Y demás días. Entre amapolas, besos y 3' 14.

te espero en la ficción real de los sueños.

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¿por qué no soy vos?

¿Por qué no soy vos? siempre me lo pregunto. No soy una opción nunca. No hay flores blancas -orquídeas o jazmines, tal vezsobre un jarrón chino, sobre el escritorio de mi habitación. Nadie me las regala pero tampoco tengo jarrón chino ni habitación, a decir verdad. O la belleza acaso de piernas que se abren y entregan a la furia recurrente para alcanzar dosis de lluvia en tardes azuladas. El beso rojo de la ilusión en noches fieras y salvajes

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envueltas en poemas que bendicen: son la cópula perfecta de otras y otros que sólo mienten y que a mí jamás llega. ¿Por qué no soy vos? siempre me lo pregunto. Quizás sea la última vez del amor o el abrazo, recordando siempre que no soy opción. La sangre se derrama en el suelo y en mi ventana rota sin cortinas ni siquiera los pájaros se asoman. Canciones viejas -jazz o bluessándalo dulce y Henry Miller compañeros

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del naufragio perfumado del infierno y todavía me pregunto ¿por qué no soy vos? Tal vez se trate del deseo inmenso de ser elegida alguna vez y que mi sonrisa y ojos negros queden enmarcados en un retrato que no sea ausente en un jardín verdoso y húmedo.

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antes/ahora

ausencia

más allá de cualquier zona prohibida hay un espejo para nuestra triste transparencia Alejandra Pizarnik

Frente al espejo observo mi cuerpo demacrado y pálido cómo es envuelto por recuerdos melancólicos. Pájaros de la noche y azules perfumados que, en instantes gloriosos, me elevaban a través de manos y roces y bocas

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y gritos calmos.

En éxtasis, bajo un sometimiento permitido podría decir fui feliz. Ahora la fuerza suicida motiva la belleza de mi paranoia y entonces, la sigo. Y sé que no pertenezco, a pesar de todo. A nada, a nadie. Nunca. Ni a él -vivo- ni a mí -muertao a la muerte misma, en definitiva. Solitaria enciendo luces y busco mi ropa observando como él se pierde en el fondo de los minutos ya acabados. Prendo un cigarrillo y respiro. Sí: respiro la ausencia del blanco.

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presencia

Las manos me sangraban incluso antes del disparo. Como previniendo la noche en el día bajé a la ciudad siempre nublada, a pesar del sol. Necesitaba cigarrillos y una dosis de morfina para adormecerme respirar con calma o mostrar mi costado repugnante sin sentir culpa: quería chupársela con violencia-ser suciahasta hacerle eyacular estrellas a media mañana o clavarle los dientes en el cuello -ser cruel, despiadadapara llevarme una muestra suya de recuerdo. Pero no, caminaba sin cigarrillos sin morfina

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sin sexo fuerte ni estrellas.

Ahogándome entre la multitud desentendida y apurada evaporándome con el acorde de una música que sonaba en mi cabeza -Florecer mirándote a los ojos, perfección. Florecer los dosHasta que comprendí la diferencia de conceptos entre coger y amar. Así, liberé al cuerpo del dolor admitiendo la felicidad y la luz: la luz me envolvió.

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mundo hermoso

El mundo es demasiado hermoso para soportar la inmundicia que desprendo. La decadencia de mis manos que no saben obrar mรกs que batallas perdidas. El silencio: soy la furia contenida, incapaz de expresar amor o dolor, por partes iguales.

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Las noches azules, carentes de perfumes o mugre, por ejemplo. Suciedad de cuerpos que se destrozan y arman de nuevo, bajo techos húmedos y suelos polvorientos. Ventanas abiertas en los cielos de otros, bendiciendo esa entrega arrojando estrellas a sus ojos. Y qué vacío mi firmamento de este lado, por comparar apenas. No queda otra opción más que la muerte dulce. Tal vez una canción que arañe el recuerdo distante a la belleza que nunca tuve o que tímidamente, insinué en breves ocasiones. Quizás cerrar los párpados y rezar por un poco de luces entre tanto mar y horas.

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partĂ­culas II

I

una cosa hasta no ser toda, es ruido y toda, es silencio.

II

disparo mi cuerpo para que viva.

III

suicidio de terciopelo besĂĄndome infinitamente la plenitud de mi noche.

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IV

fumo la noche con las manos siembro jardines en la mañana.

V

mi cabello se incendia de flores. el jardín se perfuma de cigarrillos en la mañana alada y verdosa.

VI

viajo en la luz soy viento estallan al vacío mis pétalos.

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VII

somos poesía en estado salvaje.

primavera sombría

“Saca del armario un pijama más bonito y se lo pone. Se mira al espejo por última vez. Imagina el golpe que su cuerpo dará en el suelo y las manchas de tierra y de sangre que habrá en el pijama. En el cementerio reinará un silencio de muerte y la gente se mirará

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con ojos de culpabilidad: ¿No sabéis que aquí hay una niña que se mató por amor? Y en adelante los padres serán menos severos y más cariñosos con sus hijos, para que no les ocurra lo mismo. Y piensa también en el duro y estrecho ataúd, en el que no podrá estirar los brazos y las piernas como hace en su cama blanda. Estará rígida como un soldado. ¿Y si no se mata al caer y la salvan? (...) Ya está casi oscuro en la habitación. Sólo llega a la ventana el resplandor de una farola de la calle. Ya le es indiferente morir "en suelo extraño" o en su jardín. Se sube al alféizar, se sujeta con fuerza a la cuerda de la persiana y ve su oscura silueta en el espejo. Le parece encantadora y empieza a sentir compasión de sí misma. "Se acabó", dice en voz baja, y antes de que sus pies se separen del alféizar, ya se siente muerta. Cae de cabeza y se desnuca. Su cuerpecito queda extrañamente doblado sobre la hierba. El primero que la encuentra es el perro. El animal mete la cabeza entre las piernas de la niña y empieza a lamer. En vista de que no se mueve, se tiende a su lado llorando suavemente."

unica zürn –

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quizás hiroshima Quizás Hiroshima explote una noche en la cual mis manos estarán azules de la nostalgia para volverse amarillas ámbar perfumando el cielo raso de una habitación con sábanas blancas que, se mancharan y un suelo amaderado donde arrojaremos las ropas con calma pero también, plagados de deseo. Yo leeré a Sbarra mientras él acariciará mis labios con la yema de sus dedos incendiando los besos y así perecer los mismos entre las páginas. La luna atravesará la ventana sin cristales bendiciendo a los cuerpos que, mutaran a terciopelo o quizás poemas o lápidas de un cementerio inundado de orquídeas y mariposas negras que, quedarán tatuadas para siempre en la eternidad de los sentimientos amables pero ante todo: ciertos.

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no sé No sé decir “te amo” cuando amo y debería. Como tampoco sé disfrutar de las flores en ramos: las prefiero sueltas, libres en jardines desprendiendo su perfume al cielo, invadiendo las narices, tal vez los cuerpos. O también los pájaros que se asoman a mi ventana cuando les arrojo migas de pan y cantan bendiciendo el día que se transforma en noche al momento de la siesta y lo pienso. A veces incluso, sueño. Sueño con mis manos enredadas en sus cabellos, las piernas abrazándolo fuerte fuerte fuerte, quitándole el aire que cae a mis ojos negros para envolverme. Y los cigarrillos se terminan pero no el deseo. Quizás la lluvia se guarde en una taza de cristal amarillo y los párpados abriéndose, recen por otros instantes infinitos de poesía cuando al fin pueda decir “te amo” con la carne viva.

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dos partes las márgenes

Camino por las márgenes. Me ahogo, salto, grito. A veces muero lloro de dolor inmenso, aquél que sabe a olvido y destierro. Respiro profundamente instantes de desasosiego. Otras, sin embargo cierro los ojos vuelo me elevo lejos perdiéndome en la luz de la soledad tranquila e infinita ésa que me habita. Entonces renazco suspirando sabiéndome dentro de la lluvia cristalina del silencio, de la noche y del día. De toda la vida misma.

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el espejo

El espejo -reflejo de mi ocasosin embargo mรกs allรก de sus cristales me pierdo busco encuentro habito y amo.

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detener el tiempo

Barajar y empezar de nuevo. De cero. Dejar atrĂĄs los miedos, el pĂĄnico idiota y cruel que destruye para expandirme en la belleza. Extenderme en un campo de fresias para que mi cuerpo se perfume mientras ama algunas tardes y tambiĂŠn, todas las noches.

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Siempre lo pienso cuando no estamos juntos. Podría decir que es la hermosura dulce de los sentimientos. Sentir sus manos besarme o sus ojos protegerme a pesar de la distancia que, por suerte no es lejana. Escapar de la guerra oscura; aquella que mata esperanzas o quema las pestañas cuando se desea evitar las balas. Así, mientras el mundo afuera se cae, nosotros nos adoramos sin pausa, de manera frenética y salvaje pero también poética, sin enterarnos que los proyectiles nos peinaban los cabellos. Después de días de tormentas ácidas -que nunca tuvimos conocimientosupimos que el amor puede detener el tiempo y hacer que los instantes fugaces sean, eternos. Se puede. Sí. Atravesar laberintos negros, quebrar espejos distorsionados y habitar jardines cubiertos de flores amarillas. Hacer de nosotros héroes inmaculados de poemas perfectos.

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soy lo mismo

No soy original. Siempre me repito. Flores amapolas, geranios o jazmines- pájaros, azules, noche y suicidio. Tal vez éste sea el motivo por el cual mis poemas mueren antes de ser leídos o el porqué de la ausencia de sentimientos a todo lo que me rodea. No conmuevo a nadie, ni produzco admiración. No soy un ejemplo a seguir, tan sólo una mancha oscura que se deshace al pasarle un trapo viejo por encima. Y después llegan las canciones que -como no podía ser de otra manera- suenan en otras casas pero no en la mía. Un viejo disco de pasta -Bob Dylan o Neil Young- cuando me pongo poética, olvidando que es más power el punk o más cool ser grunge. Y ahí voy de nuevo. Contando historias de amores trágicos o mujeres que quieren morirse enterradas en cementerios plagados de orquídeas o mariposas negras. Yo soy ésa y no. Sí. Me repito. Soy un plagio de mí misma incluso cuando digo palabras hermosas, sabiendo que las expreso a personas que no tienen oídos.

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necesito creer

Necesito creer. Necesito creer que como decía un tal Shakespeare “usted tiene la brujería en sus labios”, los míos con forma de corazón expresen lo que siento y deseo sólo con pestañear alguna puta vez en la vida; que las flores raras de la cuales me han dicho soy su reina, me perfumen invitándome a expandirme en fragmentos por el cielo y caer así hecha cenizas sobre el alma de las personas que suavizan mi mundo. Necesito creer que el destino no siempre es cruel y aunque la oscuridad haya sido mi ámbito por días, meses incluso años, me ilumine y eyacule su negro sólo para provocarme seguridad y estima. Que la palabra beautiful sea común en mi cuerpo pero también en los poemas o las cópulas doradas tan magníficas y únicas que suelo experimentar para así, elevarme a un estado absoluto de dharma. Mantenerme unida a una naturaleza que me envuelva y asfixie sólo para respirar mejor.

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Quizás Hiroshima explote en mí y con su fuerza suicida de pirotecnia destroce el decadentismo desdichado que por momentos me invade para así poder sobrevivir al absurdo sin sangrar las manos. Necesito creer. Sí.

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amor, yo te digo amor

Cuando el cielo anochece yo tiemblo, rezo, amanezco y amo.

I una fórmula, quizás

Terciopelo rojo suave sillón aunque prefiero el azul noche frío tristeza de un cielo oscuro que cae sobre nuestros rostros mientras las manos besan y besan y besan hasta volverse crisantemos que caen a la inversa, al aire y las piernas no sienten dolor y la inmaculada concepción se vuelve árbol pero antes raíz para morir en las flores perfumadas y blancas espesas y… Amapolas humo nieve semen cópula jazz suelo uno más uno dos, uno.

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II

Amé

Amé. Amé demasiado, hasta el hartazgo disolviendo miedos, volando, extendiendo las manos más allá de un cielo rabiosamente poético hasta apagar el canto del pájaro en la noche, hasta pulverizar el aire y transformarlo en gemidos dulces de gatos en celo copulando, encendiendo flores: geranios. Sangrando. Amanecí hecha lluvia en la mañana alada y verdosa.

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III

Se trata de flores

Mata mi palidez: Sabe florecerme de noche capullos rojizos.

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poema 6

La chica ojos tristes rostro actriz de cine, opiácea, soporífera, sangrante envuelta en tres, sólo tres palabras: amapola-suicidio-Rimbaud pero también en una frase: “Tarde. La palabra tarde siempre: tarde rosada, tarde de cenizas de cigarrillos en las manos y tarde de llegar tarde a todos lados…” derrama la blancura de las cosas tan blancas por aire, cuello, tierra mesa. Cocaína. Semen. Estrella. Amor-odio, violencia, muerte y además, por qué no, "Vida" envolviéndola con furia cuando ya está de vuelta.

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se trata de sentimientos, quizás

I

Yo podría llevarme tus ojos, incluso las manos pero elijo siempre el sonido. El sonido de la noche, las palabras que nunca dijiste. Sólo para pensarlas -amarte, quizás-

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con tulipanes de fondo y sĂĄbanas blancas que en sueĂąos se manchan.

II

La tormenta se lleva la nada. La nada misma de sentimientos dulces que nunca son. Yo sin paraguas me dejo envolver por sus gotas y con sus rayos, iluminarme.

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el espejo

El espejo -reflejo de mi ocasosin embargo mรกs allรก de sus cristales me pierdo busco encuentro habito y amo.

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ALICIA DARK

muy especialmente a José Manuel Vara. alicia dark

Atraviesa el puente, lleva un puñado de flores negras. Escarabajos saludan A la tarde que cae. El sol se oculta, el perfume de la brisa inunda. Unos niños de blanco ríen sentados en el pasto en la noche espesa y profunda. Su mirada oscura no los asusta. Leen a Lewis Carroll No la conocen. Sin embargo, uno de ellos dice “Alicia has regresado.”

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Cuando el cielo anochece yo tiemblo, rezo, amanezco y amo. texto y photo: Eleanor Smith (ahora mismo)

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Desde el tren

Desde el tren, la muchacha es sólo una mancha azulada de velocidades que se mezcla con los árboles del parque. Aun así, él se aleja rápido. No piensa bajarse. Aunque desearía con sus fuerzas pegar el salto. Correr hacia ella. Abrazarla. Decirle que aunque todavía no se haya ido, ya la extraña. Que no puede quitarse de la mente la imagen de sus manos huesudas acariciándole la frente ni la palidez de su cuerpo mezclándose con el suyo bajo las sábanas y las frazadas de lana en las noches oscuras de invierno. Sin embargo, sigue observándola desde la ventana aunque no esté allí. Cada vez más chiquita, perdiéndose en la distancia. Ya casi no la ve. Ahora es nada. El cielo celeste le parece más ancho. El tren sólo una excusa. Sus sentimientos más inmensos pero dolorosos. Alejarse para estar cerca. Ser inseparables. Únicos. Él lo sabe. Ella también. Al menos eso siente el escritor anarquista arriba del tren.

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los hombres mĂĄs hermosos e interesantes son aquellos que han pasado los 40. insisto: si ud tiene menos de 40 aĂąos, no insista. no es un hombre, apenas un niĂąo. asĂ­ que no pierda el tiempo conmigo y no me joda. yo

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Espejismo La luz, aquélla blanca y pura sólo es un mero espejismo en éste y aquél desierto que nos pertenece que nos invade que nos inunda.

Preguntas

¿De qué sirve vivir cuando la vida ya está rota y el alma estalla? Abro los ojos pero no veo nada. Las luces me ciegan mi pared está blanca. ¿Adónde están las fotos de sonrisas dibujadas? ¿Adónde voy cuando nadie me espera

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con esta maldita sucia y puta pena?

Liberte “Sueña el negro sueño del cuervo”

Descosiéndome las tripas haciendo caso omiso al hambre reviento el estómago vacío para liberar ilusiones muertas dormidas desde hace años. –

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Otra

“Algún día lloverán estrellas y mi pecho desteñirá montañas. Por eso la mayoría de los seres humanos vive tan irrealmente; porque creen que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría…”

Herman Hesse

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Imagino ser princesa del medioevo, rosada y bella luciendo apretados corsés que dejan casi al descubierto los senos y faldas vaporosas que insinúan lazos de colores bajo ellas y luego, las piernas largas y eternas que sonríen a los ojos astutos que se relamen deseando sentir quizás, la sensación de la tempestad que provocaría el sólo rozarlas. Sin embargo, no soy ésa sino ésta: demacrada, pálida y fría helado el cuerpo, incluso en verano de inviernos constantes y ropas oscuras, que pocas veces evapora la figura en la mezcla de alientos y alucinaciones y alcohol de sexos libres y felices y salvajes. Y ocultar o mentir sentimientos azules con acento catalán por temor a más rechazo, aún. Decir blanco cuando en realidad es negro. O viceversa. Anular las noches que fueron hechas para amar

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rellenando cuestionarios de urgencias médicas con palabras carentes de flores sin posibilidad de recuperar el tiempo perdido bajo las manos de Proust. Y así, fumarse las horas eternas sin un aquí y ahora mientras el océano apaga toda posibilidad de que el humo esté en foco alguna buena puta vez.

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yo bendigo

Siempre he considerado al suicidio como un acto heroico, romántico y hasta perfumado: el aroma de la pólvora de un reciente disparo o el de la sangre caliente que brota luego de un corte profundo en las venas, por ejemplo. Pensar que el alma quizás, alcance un poco de paz entre las luces dispersas de un más allá que no sabemos o incluso, una grieta por donde filtrarse hacia lo desconocido. Y entre tanto, la cobardía de seguir viviendo entre las tinieblas de un sufrimiento absoluto y extremo que impide extender los brazos en medio del viento, para atravesar la carne y acariciar al ser amado en noches de lluvias (para otros

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felices), pero inmensamente silenciosas y solitarias para uno mismo. La ausencia de roces entre cuerpos. Los vestidos siempre pulcros de princesas infelices que nunca serán doncellas de cabaret del Moulin Rouge o dormir en sillones rotos a falta de camas anchas donde tirarse no sólo a descansar, sino también a lamerse los miembros. No es digno vivir con tan poco. Sobrevivir en realidad. Y como si todo esto no fuese suficiente, los vulgares repudian a los que se suicidan ignorando la herida que representa el existir apartado del lenguaje del poema que todo lo atraviesa menos a ellos que han nacido para estar siempre afuera. Bendigo al suicidio entonces. Santa cópula con el verdadero coraje: el de abandonar el todo triste para sumergirse en una nada incierta coronada tal vez, con inmaculadas y salvadoras flores blancas opiáceas que adormezcan para siempre, aquellos dolores que desgarran a estos delirantes.

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pensamientos

Pensaba en él mientras una fina lluvia caía aquella noche. Ella fumaba en la oscuridad del parque bajo un cielo gris oscuro que parecía deshacerse sobre su cabeza. Sin embargo, no estaba allí aunque su cuerpo demostrase lo contrario. Ellos besaban, acariciaban, gozaban, gemían y amaban debajo de las sábanas blancas y algo duras como cartón de un hotelito al cual solían ir siempre. Las palabras de él a su oído la encendían cada vez más al punto de quedarse ella sin aliento para responderle. A él le gustaba verla en éxtasis, voladora: sentirla humedecerse de inmediato, apenas sus dedos rozaban su clítoris o erguírseles los pezones al tocárselos con su dedo índice. Ella por su parte, adoraba jugar sensualmente con su miembro, besárselo, sentirlo bien adentro de la boca, carnoso, cuidando de no lastimarlo con los dientes. Lo deseaba y

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también deseaba aún más, beber de su semen, gota a gota, hasta que no quedase nada. Él siempre la complacía y ella era feliz. Cada vez más. Terminó de fumar. La lluvia también había cesado. Regresó al living comedor que también resultaba ser su habitación. Se puso a escribir. Cuando terminó, se recostó en el sofá cama, se quitó la ropa y, con mucho deseo y amor, se masturbó.

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campanas A las cinco a.m suenan campanas pero es a las diez recién cuando la alarma es más fuerte, mata al tiempo, lo muere de muerte real disolviéndolo en el aire en el perfume de flores -jazmines y geranios- sobre un jarrón chino planchando sábanas lilas de un cuarto alejado, a la vez dulce. Bajo un azul profundo -el de una mañana noche- el humo de cigarrillos y de café en tacitas de porcelana sobre una mesa rota y distante: envuelve manos y cabellos haciendo del destino silencio, un caballo blanco que galopa al cielo hasta copular y bendecir ese instante eterno. *

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restos

“Es sólo un momento, este tiempo pasará…” U2

A veces, por más que me esfuerce hay cosas que no tienen sentido. No valen nada. De nada sirven. Por ejemplo, amar. Amar sólo produce dolor y desengaño. Yo no debería amar jamás. Primero, porque no soy una mujer que haya nacido para ser amada, y esto es así porque ni siquiera mi padre me quiso al momento de concebirme. Luego, basta que ame, que quiera a alguien para que no sea suficiente. Mi corazón, mis sentimientos, no son suficientes. Nunca. Quiero, deseo y espero; pero no hay nada para mí a cambio. Otras mujeres, más hermosas o hermosas -ya que yo no lo soy, yo soy muy poco, tal vez un holograma- disuelven mi amor ofrecido con sus palabras insinuantes, sus gestos y cómo no, sus cuerpos perfectos. Besos a ocultas, que quedan al descubierto, momentos pasados que reviven en un presente rojo -para ellastiñen de negro mi presente, matando toda posibilidad de futuro. Mi jardín se seca y

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las flores son el obsequio de estas otras. Para mí no hay flores, sólo el polvo que se dispersa en el aire hasta desaparecer y no huele ni a sándalo o ámbar. Días noches tristes, con la ilusión y la fe, regaladas a estas preciosas de boquitas pintadas mientras mi cuerpo sangra a borbotones la indiferencia a un costado, porque siempre estoy al margen. Y rezo por vivir un día la vida de las perfectas, pero no, dios nunca me escucha o quizás no exista, como dicen los anarquistas. Restos. Sólo soy las migas sobre la mesa que un viento tira al suelo cuando se deja abierta la ventana, así al descuido.

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poema 1 Alguna vez voy a estallarme el cuerpo de tantos golpes prodigados a tu nariz para quitarle la fragancia del perfume de mi vestido que te llevaste una tarde, mientras reíamos bajo un cielo naranja y unos pájaros perdían sus alas en pleno vuelo. La sangre que escupas voy a untarla en un pañuelo blanco de encaje que, sabré remojar en ocasiones para paliar la fiebre que a veces me invade. Fiebre maldita ante la ausencia de tu falta de respeto o en el peor de los casos, el silencio constante de tus manos. María Magdalena debías de llamarme y sin embargo, María a secas pronunciabas en noches hemorrágicas, las cuales vendabas. Santo y puta evidentemente es una mezcla que nunca funciona.

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ficción real de los sueños

Ella creía estar en el cielo, pero sólo eran pequeños instantes fugaces. No había realidad posible más que la ficción de los sueños y aunque cabía oportunidad para las ilusiones, no se las permitía. No. No podía habitar la fe roja de firmamentos eróticos, cuando la marea golpeaba en otras puertas, de miradas provocadoras y boquitas pintadas silenciosas que hablaban el lenguaje de señas y la traducción de su lectura significaba: "voy a comerte y sé que también vos vas a comerme, aunque te acuestes por favor con otra.

en los sueños

"En el principio ya existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios." (Juan 1:1)

"Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros." (Vers. 14)

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"La inútil perfección de buscar el silencio su verbo vive en mi carne." Gustavo Cerati

Ella y él. Él y ella. Hacían el amor sin parar, sin detenerse un instante, sin respirar casi, en una noche eterna que duraba días profundos y espesos como alquitrán.

Ella: Yo no soy “las mujeres.” Yo no soy ellas. Yo no soy las demás. Yo no soy yo ni siquiera. Yo tiemblo.

Así de un mordisco, ella le comió la boca a él para atravesarse y evaporarse adentro de su cuerpo para siempre. Él abrió los ojos. Había amanecido.

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http://eleonorasmith.blogspot.com.es/

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Sobre “Alicia Dark”, de Eleanor Smith

A veces uno descubre diamantes en bruto, joyas en mitad de un manto de flores raras. Experimentar emociones intensas leyendo poemas de Eleanor Smith es una experiencia personal que he descubierto en los últimos meses y que me apetece compartir a través de esta editorial tan alternativa, tan “del otro lado”. Alicia Dark es un libro frágil como el grito imperceptible de un alma al morir envenenada de amor, un amor tan fiero como una tormenta de dentelladas de besos en noche vacía de estrellas. Me ha encantado viajar con Eleanor Smith a ese bosque secreto que todos albergamos en la más furiosa intimidad de nuestros traumas olvidados, allí donde protegemos con la vida el niño que algún día fuimos o creímos ser. Y, como no podía ser de otra manera, de fondo sonando omnipresente el High de The Cure, entre helechos, susurros de hojas caídas en otoño decandente, mientras la Alicia Dark de nuestros sueños más oscuros, pasea etérea sobre el reverso del tapiz de la lócura de nuestros pensamientos más secretos. Gracias a Eleanor Smith por hacerme partícipe de la textura de la epidermis de los infiernos delicados de su cerebro. Por devorarme con su ilusión poética y con la fragilidad dolorosa y hermosa de su particular universo. Gracias por tu generosidad, jefa dark.

Vara 1 de enero del 2013

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