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Espacios liminales: explorando escenarios pasajeros

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¿Te suena esta imagen?

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Dio salida en gran parte al fenómeno de los espacios liminales en Internet, así que es probable que te hayas topado con ella en algún momento de los últimos años.

Pero no iba por ahí la pregunta. ¿Te suena esta imagen?

Liminalidad y ejemplos

La palabra ‘liminal’ no es nueva. Lleva con nosotros desde el siglo pasado, cuando Arnold Van Gennep la presenta en su libro Les rites de passage (1909) y más tarde Victor Turner la toma y desarrolla en The Ritual Process: Structure and Anti-Structure (1969). Lo que comienza como un término académico relacionado con las etapas de los ritos de paso en el ámbito de la antropología acaba teniendo que ver con la ambigüedad espacio-temporal en general: no encontrarse ni en un estado, ni en otro. Se trata del limbo imperceptible entre lo que ya no está y lo que está por llegar.

Así pues, eventos como el crepúsculo, como límite entre el día y la noche; una mudanza, como umbral entre vivir en un lado y vivir en otro; o incluso la adolescencia, frontera entre la niñez y la adultez, podrían considerarse como liminales según la acepción actual.

¿Y eso qué tiene que ver con la Navidad?

Con estos antecedentes, surge a finales de la década del 2010 el fenómeno virtual de los espacios liminales. Una tendencia de imágenes directamente tomadas con cámara o retocadas y creadas con ordenador que exploran precisamente este mundo de espacios de transición. O más bien algo relacionado con esto, pues ahora se

amplía el enfoque:

A la vez que exploran ese mundo de espacios que, por su propia naturaleza y función, resultan de transición, tales como pasillos, zonas de espera o aparcamientos, lugares que no se habitan, existe un enfoque hacia un ambiente de nostalgia, confusión e incertidumbre. En general, se buscan espacios en los que da la sensación de que algo está mal.

Son lugares que nos resultan familiares en situaciones cotidianas, pero que por su naturaleza transicional no evocan ningún tipo de observación ni significado más allá de su propio contexto. Al eliminar toda actividad humana que suele desarrollarse en ellos, al descontextualizarlos de su función, se crea un enfoque sobre algo de lo que normalmente no debería haberlo. Los percibimos como lugares familiares pero irreales, en cierta forma oníricos, lo que activa esas sensaciones de misterio e incomodidad: es la arquitectura del valle de lo inquietante.

Nostalgia

Muchas personas señalan en los foros los sentimientos de nostalgia que este tipo de imágenes producen. Es natural, un elemento definitorio de los espacios liminales es el hecho de tratarse de lugares con los que, en su contexto, estemos familiarizados de forma subconsciente, sin poder señalar exactamente de dónde o por qué nos suenan. Por ello, gozan de mucha popularidad las imágenes de parques infantiles, acuáticos o de locales de fiestas de cumpleaños a los que muchas hemos ido en nuestra infancia, etapa de la que más difícil resulta extraer memorias.

Gran parte del movimiento, como muchos fenómenos online, tiene su base en la sociedad americana. Por tanto, un porcentaje muy alto de estas imágenes son de espacios en los que se desarrolla la vida americana, no la castellana. Sin embargo, empatizamos con ellos debido a la gran potencia cultural en que se ha convertido Estados Unidos, de la que hemos mamado de forma inconsciente a través de cine, series, dibujos animados o incluso en nuestra propia arquitectura heredada, como en aeropuertos, centros comerciales, hoteles u operaciones inmobiliarias especulativas de gran escala.

Fuera de la definición de liminalidad, ha habido artistas que han explorado, aunque tangencialmente, la idea de estos espacios inquietantes, casi salidos de los sueños. Dentro del estilo del surrealismo aparecen autores de todo tipo, pero cabe fijarse en el trabajo de autores como Giorgio de Chirico, quien suele justamente explorar esta idea de los espacios vagamente reconocibles, en los que la presencia humana se va disminuyendo poco a poco, aunque con un enfoque más claro en la dimensión onírica de estos. Otro autor que expone estos temas es René Magritte, con la inclusión de detalles que se expanden sobre la idea de lo inquietante, como en su serie de escenas nocturnas con un cielo soleado imposible. Trabaja con el contraste de lo cotidiano con lo imposible, acentuando lo perturbador del conjunto.

Sin lugar a dudas, a la hora de reproducir espacios liminales destaca el artista del realismo americano John Register, experto en pintar lugares transicionales vacíos de actividad humana. Sin embargo, no despierta en tanta medida esta sensación de nostalgia, puesto que representa los lugares transicionales de la generación anterior.

Al igual que en René Magritte, los autores de la fotografía liminal tienden a incluir en sus obras una serie de elementos que simplemente están fuera. A veces es el ambiente en baja calidad, la iluminación poco natural o puramente artificial, desde focos en posiciones extrañas o detrás del autor de la foto. Otras veces ocurren situaciones geométricamente imposibles, o los espacios se extienden hasta el infinito. El caso es que se trata más con los efectos para alcanzar lo siniestro, jugar con esta falsa familiaridad y transformarla en sentimientos de inseguridad en ese lugar que debería ser seguro.

El post original del principio del artículo, el que hace que este fenómeno explote, incluía un

Giorgio de Chirico

René Magritte u

John Register

Terror en los espacios liminales

texto adjunto: "Si no tienes cuidado y te sales de la realidad en las zonas equivocadas, acabarás en las Backrooms, donde no hay nada más que el hedor de la moqueta vieja y húmeda, la locura del amarillo constante, el zumbido de fondo sin fin de las luces fluorescentes a máxima potencia, y aproximadamente seiscientas millones de millas cuadradas de habitaciones vacías segmentadas aleatoriamente en las que ser atrapado. Que Dios te salve si escuchas algo deambulando cerca, porque seguro que eso si te ha oído a tí". De aquí extraemos un manifiesto bien claro. A la vez que la escuela dé imágenes en lo que en una falsa confianza encontramos la inquietud, y el terror es puramente ambiental, surge otra en la que directamente los espacios liminales se convierten en un escenario en el que aparecen actores incluso antagónicos. Se trata de la leyenda urbana de las Backrooms. Dos fenómenos similares pero enfrentados.

La vida moderna y los no-lugares

Los espacios liminales nos permiten explorar la arquitectura contemporánea de forma bruta, por sí misma. Los frutos de la sociedad de consumo y sus consecuencias. No hay imágenes de espacios liminales en la naturaleza con excepción de estos que están completamente transformados y distorsionados precisamente por ello: no es lo mismo estar perdido y confuso en lo natural que estarlo en tu propia creación, y las consecuencias de esto resultan inquietantes. La corriente de los espacios liminales surge en el caldo de cultivo de una generación y sociedad sumida en un profundo nihilismo y con poca certeza sobre el futuro, que reflexiona sobre lo inmediato y efervescente de su alrededor y en las falsas promesas de la era de consumo. Gran parte de nuestras vidas se desarrolla precisamente en estos espacios de transición, que carecen de sentido al eliminar a los actores porque no están siendo habitados sino utilizados. Al presentar la arquitectura de tal forma, queda de manifiesto lo ridículo e irónico de la misma: no estamos más que en un desierto artificial, en cascarones que quedan vacíos y hostiles si los reducimos a su esencia.

Nos movemos principalmente en lo que el antropólogo Marc Augé denomina no-lugares: lugares de transitoriedad en los que cada persona permanece anónima, que no vive allí y por tanto sólo establece su relación con el espacio mediante el consumo. No deja su huella en el ambiente, sino que se incorpora de la manera más individual e impersonal. Augé expone en su obra que, puesto que los no-lugares son esencialmente lugares por los que pasar, se miden con unidades de tiempo. Sin embargo, ¿qué ocurre cuándo eliminamos el factor tiempo de los no-lugares, como ocurre en las imágenes que tratamos? La identidad del espacio se pierde por completo, quedamos suspendidos en el éter de lo que no puede existir y sin embargo nos rodea diariamente, en aquellos lugares en los que nos sentimos extrañas simplemente porque no tenemos un propósito.

Al igual que exploraban los pintores surrealistas, entendemos y comprendemos lo que estamos viendo - podemos ponerle nombre y establecer una serie de conexiones entre nuestras memorias y los escenarios - pero sabemos que lo que se nos está presentando es irreal. La obsesión de este fenómeno con lo nostálgico y lo evocador pone de manifiesto el anhelo por esos tiempos en los que habitábamos estos espacios de forma despreocupada, sin plantearnos siquiera todas estas cuestiones, pero lo decadente y lo crudo solo evidencia la preocupación de una generación: ¿qué será de este mundo una vez que, inevitablemente y por la propia insostenibilidad del modelo,

ya no lo transitemos?

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