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Partitura, voz de mujer
¿La evolución de la mujer va lenta? ¿Hemos retrocedido en muchos ámbitos? ¿Por qué esa marcha atrás en algunos países? Desde la antigüedad la mujer obtuvo logros.
La visión aristotélica de la mujer influenció a los pensadores occidentales hasta finales de la Edad Media: «El macho es por naturaleza superior y la hembra inferior, uno gobierna y la otra es gobernada, principio que se extiende a toda la humanidad».
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Menos mal que Platón lo arregló un poco y pensó que las mujeres debían ser educadas.
Volvamos la vista hacia la Edad Media donde mujeres fueron silenciadas también.
Cristina de Pizán, primera escritora de una obra feminista, La ciudad de las damas, reivindica que las mujeres no solo nacieron para dedicarse a las tareas del hogar.
Trotula de Ruggiero escribió distintos tratados sobre ginecología y obstetricia, consultados por médicos muchos siglos después.
Lubna de Córdoba, una de las primeras intelectuales andalusíes, de esclava, a escriba y secretaria, se convirtió en encargada de la Biblioteca Real de Córdoba e impulsando junto a Hasdai ibn Shaprut la Biblioteca de Medina Azahara.
Herrada Landsberg, la abadesa responsable de una de las mayores aventuras intelectuales de la Edad Media: escribir una enciclopedia que recogiera todo el saber de la época.
La condesa de Día (Beatriz)
Beatriz trovadora muy popular en la época, trató el amor en sus versos desde el prisma femenino.
La dama elije a su caballero y toma la iniciativa de la relación, algo muy transgresor en la Edad Media.
En todas las culturas y épocas ha venido ocurriendo. Un verdadero antes y después de los roles femeninos en la Antigüedad, diosas, rameras, nodrizas, concubinas esposas y esclavas:
File de Priene, fue la primera mujer que construyó una presa y un acueducto.
Safo, poeta griega de la época arcaica. Se centraba en la persona, en el propio amor, independientemente de su género. Queda reflejado en el poema Himno en honor a Afrodita, la pasión amorosa que se apodera del ser humano y se manifiesta en diversas formas, como los celos, el deseo o una intangible nostalgia. Honrada en estatuas, monedas y cerámica siglos después de su muerte.
Hipatia de Alejandría primera mujer matemática de conocimiento razonablemente seguro y detallado: sobre geometría, álgebra y astronomía. Mejoró y construyó instrumentos astronómicos como el astrolabio, o el planisferio, hidrómetro e hidroscopio. Gran filósofa, fue acusada sin justificación. Fuente de inspiración para las mujeres que quieren dedicarse a la ciencia. Víctima de un conflicto político fue arrastrada, asesinada y quemada.
Aspasia, maestra de Retórica y Logógrafa, participó en la vida cultural de Atenas. Invitaba a las mujeres a desarrollar, sin complejos de inferioridad, todas sus potencialidades intelectuales, físicas y sexuales Ser una mujer libre e independiente, impropia de una esposa ateniense, le supuso ser atacada, ridiculizada y vilipendiada.
Fue transcurriendo la historia y la mujer siguió luchando por su igualdad, por sus derechos sin olvidar sus obligaciones.
Rigoberta Menchú, de familia campesina maya. Durante su infancia y juventud sufrió pobreza, discriminación racial y la violencia que durante décadas ha padecido la población indígena guatemalteca.
Activista y defensora de la paz, la justicia social, los derechos humanos de los pueblos indígenas en Guatemala.
Sus palabras:
«Mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión, no habrá paz, y la mujer seguirá luchando».
Levantemos la voz por esas mujeres que les arrebatan, su lengua, su cultura, su dignidad.
Recordemos a las «sinsombreros» fueron la generación de oro de las mujeres de España mujeres artistas e intelectuales de la generación del 27, que escribían, pintaban, componían y esculpían bajo la sombra de intelectuales masculinos. «El cambio necesita ser visible para ser cambio», así lo entendieron y lo llevaron a cabo:
Maruja Mallo, Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Concha Méndez, María Zambrano, Rosa Chacel, Josefina de la Torre, Margarita Gil Roësset…
María Lejárraga con infinidad de obras Fue maestra, pedagoga, novelista, dramaturga, libretista, articulista, editora, traductora, feminista y diputada.
Escribió las obras en silencio lejos de los aplausos que salían de su pluma con las que su esposo, Gregorio Martínez Sierra, conoció el éxito. Escribió con seudónimos hasta la muerte del marido, y luchó por la propia autoría de sus obras.
La Guerra Civil hizo que tuviera que exiliarse a Argentina, de donde ya no regresó. Hoy estamos reconociendo grandes mujeres y devolviendo de alguna forma su valía para la historia.
Aún quedan muchas mujeres que no tienen voz ni voto en muchas sociedades, que están relegadas a tareas que las deprimen y no encuentran salida ni económica, ni cultural, ni siquiera afectiva. Alcemos la voz por todas ELLAS.